La sala principal de la Corporación Kisaragi era tan imponente como cualquier otro centro de operaciones de una organización que aspiraba a conquistar todo lo que estuviera a su alcance. Las paredes metálicas, frías y pulidas, reflejaban la luz de las pantallas que mostraban un sinfín de estadísticas y mapas tridimensionales de planetas lejanos, cada uno con un código y una etiqueta: "Objetivo". Sin embargo, en esta ocasión, el planeta en cuestión no tenía nombre, ni siquiera una ficha detallada. Simplemente aparecía como "Planeta Desconocido 407".
En el centro de la sala se encontraban las tres ejecutivas más importantes de la corporación Kisaragi. Freezing Astaroth, siempre con un aire imponente y su gélida presencia, observaba con un rostro impasible la pantalla del planeta desolado que estaban por investigar. Flaming Belial, siempre efusiva y con una expresión sádica en su sonrisa, parecía emocionada ante la perspectiva de otro mundo que podría ser moldeado a voluntad de Kisaragi. Y por último, Black Lilith, que se encontraba revisando los detalles finales de un aparato que, aunque rudimentario en apariencia, era crucial para su próximo movimiento.
—Bien, Agente 6, Rokugo… —dijo Astaroth, rompiendo el silencio y dirigiéndose al hombre que había estado esperando instrucciones—.
Astaroth miró a Rokugo con una mezcla de admiración y nerviosismo, tratando de mantener la compostura. Había algo en él, en esa actitud despreocupada y falta de ambición, que de alguna manera la descolocaba y fascinaba a la vez. Pero ella, como una de las líderes supremas de Kisaragi, debía permanecer profesional.
—Agente 6... Six... quiero decir, ¡Rokugo! —comenzó Astaroth, con un ligero sonrojo que intentaba disimular ajustándose sus gafas de cristal frío—. Has hecho un trabajo excelente, realmente excepcional. No es sencillo conquistar un planeta entero, y... bueno, Kisaragi está muy... muy agradecida por tu dedicación. ¡Lo hiciste muy bien! —terminó, bajando la mirada, sin querer cruzar los ojos con él demasiado tiempo.
Belial soltó una carcajada áspera, interrumpiendo la breve pausa de Astaroth.
—¡Bah! ¡Si se la pasa quejándose como un mocoso! Y ni siquiera cumple las órdenes sin hacer un escándalo, ¿verdad? —Belial lo miró con una sonrisa torcida—. Pero, he de admitir que hiciste el trabajo como era necesario, Six. Aunque sea porque sigues el libro de reglas como un robot. Y te advierto: ¡no te pongas cómodo! Todavía tienes mucho por hacer, así que si piensas que estas flores son por buena conducta... —se cruzó de brazos, en tono burlón, dando una palmada que resonó en la sala.
Rokugo, sonriendo, trató de parecer halagado. —Bueno, bueno, lo admito. Soy el agente más leal de Kisaragi. El único combatiente que no abandona a sus compañeros a pesar de los dolores de cabeza que me causan —miró a Astaroth y le guiñó un ojo, haciéndola sonrojar levemente—. Y el futuro ejecutivo de Kisaragi, ¿no es así, Astaroth?
Astaroth se removió, avergonzada. —Y-yo... eso... bueno, los futuros de la organización aún no están del todo... definidos. La lealtad... bueno, la lealtad es importante —dijo, luchando por no dejar entrever su nerviosismo, sin notar la mirada sarcástica que Belial le lanzó—. Pero sí, tu compromiso y... lealtad… han sido notables. Y— —se aclaró la garganta—, sí, también tienes el récord de héroes eliminados... y la mayor cantidad de... uh... bocadillos requisados, si eso cuenta para ti.
—Sí, lo admito, es todo un logro —dijo Rokugo con una sonrisa de suficiencia—. Aunque me cuesta un poco entender cómo celebran tanto mi éxito después de todas las veces que me he metido en líos por... razones laborales.
Belial lo interrumpió bruscamente. —No te equivoques, Six, esto no es una reunión de celebraciones. A decir verdad, eres el empleado más antiguo de Kisaragi, pero esa cabeza hueca tuya te ha mantenido en la misma posición. No puedes simplemente andar por ahí siendo un tonto leal y esperar ser ascendido por eso.
Astaroth puso una mano en el hombro de Rokugo, ignorando la mirada de Belial. —Pero de alguna forma... tu lealtad tiene cierto valor, Six —dijo en voz baja, con una pequeña sonrisa tímida—. No cualquiera es capaz de permanecer tan… tan firme.
Rokugo arqueó una ceja, mirando a ambas líderes con una mezcla de desconfianza y humor. —Aprecio el cumplido, en serio, pero dejemos la modestia. Sé que no estoy aquí por un discurso de bienvenida. Vamos al grano. ¿Cuál es la misión que quieren darme esta vez?
Belial gruñó y se cruzó de brazos. —Ya era hora de que lo preguntaras. Esta misión es un poco… especial. Normalmente, mandaríamos a un escuadrón entero, pero queremos hacer un reconocimiento previo para evaluar si este planeta vale nuestro tiempo y recursos.
El Agente 6, mejor conocido como Rokugo, apenas podía contener su entusiasmo. Después de todo, la palabra "conquista" siempre sonaba como música para sus oídos. No era simplemente un agente de campo cualquiera; su habilidad para causar caos y desorden era bien conocida entre sus superiores, y eso era precisamente lo que le había ganado una misión tan importante.
—Entendido, Astaroth —respondió Rokugo con una media sonrisa confiada—. ¿Y qué debo hacer exactamente en este planeta?
Belial sonrió, mostrando un brillo malicioso en sus ojos.
—Primero, queremos que investigues el estado del planeta. Su civilización, sus recursos naturales, y las condiciones de vida de sus criaturas locales. No queremos gastar esfuerzo en un planeta si resulta ser un basurero sin valor. Y claro, el espionaje militar es crucial; queremos saber si aún hay alguna resistencia o potencial de conflicto.
Rokugo asintió mientras trataba de contener sus ansias por desatar el caos. A su lado, una pequeña figura metálica observaba con una expresión neutra. Era Alice, la androide de Kisaragi, quien había sido asignada para acompañarlo en esta misión.
Mientras Astaroth terminaba de hablar, Lilith dio un paso adelante, levantando un brazo y tomando una postura dramática que inmediatamente captó la atención de todos. Con una risa exagerada, que parecía haber practicado en el espejo, exclamó:
—¡Ah, ja, ja, ja! ¡Finalmente, ha llegado el momento de presentar mi más grandiosa creación! ¡Un verdadero prodigio de la ciencia! —dijo, señalando a Alice, quien permanecía con su expresión estoica e inmutable—. Esta adorable androide no es solo un modelo avanzado de tecnología, sino una obra maestra que, francamente, la galaxia no merece.
Lilith hizo una pausa, evidentemente esperando aplausos. Como nadie reaccionaba, decidió continuar de todas formas.
—¡Rokugo! —dijo, señalándolo dramáticamente—. Te presento a la Androide Niña Linda de Kisaragi, Alice. Ella será tu mayor apoyo en esta misión. He diseñado cada aspecto de su personalidad para ser irresistible y empática. ¡Es capaz de imitar a la perfección el comportamiento de una niña, simula comer, y hasta puede activar un "modo adorable" para ganarse la confianza de cualquiera!
Rokugo la miró, arqueando una ceja y manteniendo una sonrisa de medio lado. Lilith, viendo su falta de entusiasmo, se cruzó de brazos con una expresión de frustración.
—Es una enciclopedia viviente —continuó Lilith, resoplando—. Puede almacenar y acceder a cualquier información que necesites en cuestión de segundos. Además, ten en cuenta que la personalidad de Alice se adapta al agente asignado. Es decir, tu presencia, Rokugo, probablemente moldee su carácter… en formas que ni siquiera puedo prever.
Alice asintió levemente, evaluando a Rokugo con sus ojos fríos y calculadores.
—Así que... —dijo Rokugo, inclinándose para ver a Alice con más detenimiento—. ¿Serás mi enciclopedia personal, eh? Muy bien, Alice, voy a ser directo contigo. No quiero ir a ese planeta 407. ¿Qué tal si le decimos a los jefes que encontramos algo más interesante en el camino y tomamos unas vacaciones? Vamos, seguro Kisaragi no va a notar que nos tomamos unos días de descanso, ahora que conquistaron nuestro mundo y todo eso.
Alice, sin cambiar su expresión, lo miró por unos segundos y luego respondió, con un tono frío y pragmático.
—Agente 6, su lógica es… problemática, en el mejor de los casos. Si ignoramos esta misión, podría interpretarse como insubordinación directa, algo que seguramente Belial no pasaría por alto —dijo, lanzándole una mirada significativa hacia Belial, quien ya lo observaba con una ceja levantada.
Rokugo tragó saliva, claramente imaginándose el castigo. Alice continuó:
—Además, ¿realmente querría renunciar a la oportunidad de ser el primero en explorar un planeta misterioso? Podría haber potencial para todo tipo de beneficios: riquezas, tecnología, entretenimiento… sin mencionar la emoción de una conquista que aún está en pañales. Si llegamos a descubrir algo importante, puede que incluso reciba una recompensa o un reconocimiento único. Y considerando su récord de misiones cumplidas, me atrevería a decir que podría convertirlo en una leyenda de Kisaragi.
Rokugo se cruzó de brazos, sopesando las palabras de Alice mientras trataba de ocultar su interés creciente. Finalmente, soltó un suspiro y sonrió con resignación.
—Bueno, Alice, me convenciste. Tienes razón, podría haber mucho que ganar de este planeta desértico. —Miró a Lilith, tratando de ignorar su risa triunfal—. Bien, Astaroth, Belial, Lilith… me encargaré de que la misión en el Planeta 407 sea un éxito.
—Alice será tu asistente en el campo —dijo Astaroth, señalando a la pequeña androide—. Su función es analizar y recopilar información de manera precisa. Trátala bien… o al menos, no la destruyas antes de cumplir con tus objetivos.
Alice, sin cambiar su expresión, simplemente asintió y miró a Rokugo con sus ojos luminosos. —Agente 6, trataré de asegurar que su tasa de supervivencia se mantenga al 100%. Aunque, con su comportamiento, esa probabilidad podría variar.
Rokugo soltó una carcajada. —¡Me caes bien, Alice!
Antes de que pudieran darle más instrucciones, Black Lilith dio un paso al frente, sosteniendo con orgullo un pequeño aparato metálico, parecido a una cápsula tecnológica compacta. Con una sonrisa que mezclaba misterio y arrogancia, señaló el dispositivo.
—Y, por último, he preparado esta máquina de teletransportación portátil —anunció, disfrutando del momento de revelación—. Esto los llevará directamente al planeta 407. Ahora… no puedo asegurar su precisión exacta, pero confío plenamente en que… funcionará. Al menos en teoría.
Rokugo levantó una ceja, mirándola con escepticismo, mientras que Alice, siempre pragmática, la observaba detenidamente.
—¿Cuántos viajes exitosos has logrado con este dispositivo? —preguntó Alice, evaluando cada centímetro del aparato con curiosidad.
Lilith simplemente se encogió de hombros, sin perder su sonrisa críptica.
—Eso es un detalle menor. Digamos que ustedes tendrán el honor de ser pioneros —dijo, con una risa maliciosa.
Antes de que Rokugo pudiera expresar alguna objeción, Astaroth se acercó y le entregó un pequeño dispositivo parecido a un reloj.
—Para esta misión —explicó—, tendrás este rastreador que registrará todas tus acciones. Cada vez que realices una acción "moralmente cuestionable", ganarás puntos malos. Y cada cierto número de puntos, podrás canjearlos para recibir suministros de la Corporación. Es como tu propia fuente de recursos… mientras te mantengas fiel a ti mismo.
—¿"Moralmente cuestionable"? —repitió Rokugo, casi encantado—. ¡Eso es prácticamente todo lo que hago!
Belial le dedicó una sonrisa, a medio camino entre la aprobación y el sarcasmo.
—Exactamente, esa es la idea. Ahora, ¡a trabajar!
Justo en ese momento, el teléfono de Rokugo vibró. Al revisarlo, encontró una notificación urgente que lo dejó en shock: un grupo de rebeldes terrestres había localizado su vivienda y, en un ataque improvisado, la habían bombardeado. Sus pertenencias estaban hechas cenizas.
Rokugo soltó un suspiro, tratando de no mostrar demasiado de su irritación.
—Bueno, parece que no tengo lugar a donde volver ni nada que empacar —dijo con un tono despreocupado—. Supongo que no tengo excusa para no irme ahora mismo.
Cuando Astaroth escuchó esto, sus ojos reflejaron una mezcla de inquietud y preocupación. Se acercó y, en voz baja, le pidió:
—Prométeme que regresarás, Rokugo.
Rokugo sonrió y asintió con un toque de confianza despreocupada.
—Lo prometo. Y en cuanto lleguemos, Alice instalará el Internet interplanetario y podremos hacer videollamadas. Así que no te preocupes, estaré en contacto.
Sin previo aviso, Astaroth se acercó a él y lo besó apasionadamente, como una despedida marcada por la incertidumbre. Cuando finalmente se apartaron, Astaroth lo miró con un destello de celos y preocupación en sus ojos.
—Rokugo… probablemente te encuentres con princesas o mujeres con poder en ese planeta, y puede que tengas que seducirlas en nombre de la misión. Pero, por favor, evita hacerlo si puedes. Y, más que nada, prohibido desarrollar sentimientos por ellas.
Rokugo se encogió de hombros y respondió con una sonrisa despreocupada.
—¿Sentimientos? Nunca los he tenido por nadie. Y si he estado con mujeres, han sido romances de una noche. Dudo que en ese planeta haya mujeres que puedan siquiera compararse.
Astaroth se mordió el labio, notando el tono despreocupado de su respuesta, y dio un paso atrás, todavía con una sombra de celos en sus ojos. Sin decir nada más, le hizo un gesto a Lilith, quien activó el aparato de teletransportación.
Rokugo y Alice tomaron sus lugares en la plataforma, y mientras la luz se intensificaba a su alrededor, Lilith, con una sonrisa arrogante, les dio una última despedida:
—Que tengan un viaje lleno de caos y… no olviden llevarse un poco de mi genio científico a donde quiera que vayan.
Sin más ceremonia, Astaroth activó el teletransportador. La máquina emitió un sonido ensordecedor mientras envolvía a Rokugo y Alice en una luz brillante. Un instante después, desaparecieron., rumbo al planeta 407.
En algún punto sobre el planeta desolado
Cuando la visión de Rokugo regresó, todo lo que pudo ver fue… cielo. Y viento. Mucho viento. El aire azotaba su rostro mientras caía en picada desde una altura de aproximadamente 30,000 metros. Al instante, supo que había un problema. Alice caía a su lado, mirando con una calma inquietante, mientras sus sensores probablemente calculaban la velocidad terminal y la probabilidad de impacto letal.
—¡Lilith y su maldita máquina de teletransporte! —gritó Rokugo, mientras sentía que el suelo se acercaba a un ritmo alarmante.
—Agente 6, nuestra altura actual y la velocidad de descenso indican una probabilidad de muerte del 100% en impacto —comentó Alice, en tono monocorde—. Sugiero un curso de acción inmediato.
Desesperado, Rokugo recordó su chip de "puntos malos" y cómo podía intercambiarlos por suministros. Sin dudar, utilizó una buena cantidad de puntos que había acumulado en misiones anteriores y solicitó… un paracaídas.
En un abrir y cerrar de ojos, un paracaídas apareció en su espalda, y Rokugo jaló la cuerda justo a tiempo. El fuerte tirón le hizo sentir que casi se dislocaba los hombros, pero al menos ya no caía en picada. Alice, por su parte, Dijo que si ella llegaba a ser destuida, su reactor nuclear que tiene por fuente de energia, destruyendo todo a la redonda . Rokugo la agararia quejandose de que Lilith no le haya puesto armas incluidas a Alice
Mientras flotaban suavemente hacia la tierra devastada, Rokugo echó un vistazo al panorama desolador que se extendía debajo de ellos. Lo que una vez podría haber sido un mundo próspero, ahora no era más que ruinas y tierras áridas, azotadas por guerras que parecían haber dejado solo escombros y desesperanza, Sin embargo a lo lejos en su frente lo que parece ser un cuidad a decenas de kilometros.
—Bueno… esto parece peor de lo que esperaba —dijo Rokugo, observando las ruinas de una ciudad en la distancia.
Alice, sin embargo, mantuvo su mirada fija en su misión. —Agente 6, misión de reconocimiento iniciada. Sugiero proceder con cautela y registrar datos sobre el entorno, recursos y cualquier presencia hostil. La prioridad es recopilar información suficiente para el eventual control de Kisaragi.
Rokugo soltó una sonrisa torcida, todavía con la adrenalina corriendo en su cuerpo. —¿Cautela? Nunca ha sido mi estilo. Vamos a hacer las cosas a mi manera… ¡empecemos a causar problemas!
Con esas palabras, los dos tocaron tierra, listos para enfrentar un planeta desconocido lleno de peligros y secretos, y con un caos garantizado en cada paso que dieran. La conquista del planeta desolado acababa de comenzar.
La Ciudad en Ruinas y sus Habitantes
Una vez en tierra, Rokugo se puso de pie, sacudiéndose el polvo del desierto mientras miraba a su alrededor. El panorama seguía siendo desalentador; kilómetros y kilómetros de arena y rocas, con un calor abrasador que se sentía incluso a través de su uniforme.
Alice, tan estoica como siempre, comenzó a escanear el entorno con sus ojos electrónicos. —Agente 6, el panorama de este planeta parece ser predominantemente desértico, lo que puede indicar un ecosistema degradado. Detecté una estructura en dirección este, posiblemente una ciudad en ruinas.
Rokugo asintió, recordando que había visto algo similar desde el paracaídas. —Perfecto. Si vamos a hacer un reconocimiento, necesitamos algo más que polvo y arena. Vamos hacia allá.
Mientras avanzaban por el desierto, Alice se detuvo y le explicó con calma algunas mejoras técnicas de las que podría beneficiarse.
—He activado el sistema de traducción en su chip de reconocimiento de idiomas, Agente 6. Aunque el idioma de los habitantes de este planeta es desconocido, el chip se adaptará y traducirá automáticamente en su cabeza. Sin embargo, el proceso tomará un tiempo, ya que necesita analizar las muestras de habla que escuchemos.
Rokugo frunció el ceño, un poco irritado. —¿Me estás diciendo que tengo que esperar para entender lo que dicen? Perfecto… ¡y apenas estamos empezando!
Alice ignoró su queja y continuó con el siguiente paso. —Además, para asegurar su supervivencia, he inyectado en su sistema un compuesto de anticuerpos biónicos. Esto debería hacerlo inmune a la mayoría de enfermedades locales, asumiendo que este planeta tiene patógenos similares a los nuestros.
Rokugo miró su brazo, donde una pequeña aguja robótica acababa de retraerse tras la inyección. —¿Acaso eso no va a convertir mi sangre en una sopa tecnológica? ¿Qué sigue, convertirme en un androide como tú?
Alice lo miró inexpresiva. —Si su tasa de supervivencia lo requiere, podría considerarse en el futuro.
Rokugo soltó una risa seca. —Paso. Con mi encanto natural es más que suficiente.
Mientras Rokugo y Alice avanzaban por el paisaje desolado, el calor del desierto parecía intensificarse, secando sus gargantas y nublando el horizonte. A su alrededor, las dunas de arena se mezclaban con fragmentos de estructuras antiguas, gigantescos bloques de piedra dispersos y erosionados, que parecían contar la historia de una civilización que había caído hace mucho tiempo.
Rokugo se detuvo, observando una de esas enormes piezas de piedra cubierta de grietas, la cual parecía haber sido parte de una estructura colosal.
—Vaya… ¿qué crees que fue esto? —preguntó Rokugo, frunciendo el ceño mientras tocaba la piedra con la punta de sus dedos.
Alice, sin perder su semblante neutro, escaneó los alrededores y respondió en su tono característicamente monótono:
—Es probable que estos fragmentos sean restos de un muro o una fortificación de tamaño considerable. La erosión sugiere que fueron abandonados hace siglos, posiblemente más.
Rokugo dio un paso atrás, con una sonrisa incrédula.
—¿Un muro? Estos bloques son enormes. ¿Para qué querría alguien una muralla tan grande? ¿A quién o qué estaban tratando de mantener fuera?
Alice lo miró con la misma calma de siempre, aunque había algo en sus ojos, un destello de pragmatismo.
—Considerando la escala de estos muros y la evidente fortificación, es probable que esta civilización haya enfrentado una amenaza de tamaño y poder excepcionales. Sin embargo, es imposible determinarlo sin registros adicionales.
Justo en ese momento, Rokugo notó un destello metálico en la arena. Al acercarse, encontró algo sorprendente: una placa de metal corroída por el tiempo, en la que apenas se distinguían unas pocas palabras grabadas en una lengua desconocida, aunque algunas letras aún eran legibles.
—¿Qué tenemos aquí? —murmuró Rokugo, rascando la superficie de la placa—. Alice, ¿puedes traducir esto?
Alice, rápida y eficiente, escaneó el texto y procesó los datos con una calma calculadora.
—Según mi análisis, algunas palabras clave se relacionan con los términos "Muralla Rose" y "Muralla Sina". El nombre "María" también aparece repetido en varios lugares. Parece que estos muros, al menos en teoría, eran conocidos como "Murallas María, Rose y Sina". Sin embargo, no tengo más datos históricos sobre su propósito o construcción.
Rokugo dejó escapar un silbido de asombro.
—Murallas enormes con nombres… suena como si este planeta tuviera una historia bastante complicada.
Alice inclinó la cabeza levemente, como si evaluara los datos en sus sistemas.
—La existencia de estructuras tan masivas y la decadencia evidente del entorno sugieren que, en algún momento, este planeta tuvo recursos y tecnología para levantar defensas imponentes. La pregunta es: ¿contra qué?
Rokugo soltó una risa despreocupada y se encogió de hombros.
—Bueno, lo que sea que hayan construido estos muros para mantener fuera, ya no está aquí. Eso significa menos problemas para mí. Aunque… —añadió, mirando las ruinas con un brillo de emoción— no puedo negar que me intriga un poco la idea de qué clase de amenaza necesitaría de murallas de este tamaño.
Mientras continuaban su caminata, Alice mantenía sus sensores atentos, buscando cualquier rastro de vida o actividad en las cercanías.
—Agente 6, sugiero estar en alerta. El deterioro del entorno y las estructuras indica que este planeta sufrió un evento catastrófico. La posibilidad de que existan vestigios de tecnología avanzada o incluso supervivientes locales es alta.
Rokugo sonrió con un toque de malicia.
—Ya veremos si encontramos algún sobreviviente. Aunque no creo que nadie en este páramo haya visto una cara tan hermosa como la mía. Apuesto a que les daría un buen susto.
Alice lo miró, sin inmutarse.
—Mi predicción es que las reacciones variarían, desde indiferencia hasta hostilidad. Y en caso de que encontremos resistencia, sugiero proceder con discreción para evitar levantar sospechas innecesarias.
Rokugo chasqueó la lengua y agitó una mano con desprecio.
—¿Discreción? Alice, este planeta ya está desmoronado. No creo que quede mucho por lo que pelear.
Alice simplemente continuó escaneando, y su voz mantuvo el mismo tono pragmático de siempre.
—Aún así, la misión requiere que recopilemos información. Todo indicio histórico, cada estructura, cada documento antiguo… podría ser clave para la eventual conquista de Kisaragi.
El silencio del desierto se rompió de repente por unos gruñidos profundos y amenazantes. Rokugo se giró bruscamente, y su mirada se encontró con un grupo de criaturas enormes, parecidas a perros, de piel áspera y seca, casi como si estuvieran hechas de piedra. Los "caninos Titan" mostraban colmillos afilados y garras endurecidas que parecían hechas del mismo material que las antiguas murallas.
—¿Qué demonios es esto? —murmuró Rokugo, mientras una sonrisa confiada aparecía en su rostro.
Alice observó a las criaturas con serenidad mientras Rokugo canjeaba algunos de sus puntos malos. Un destello de luz indicó la aparición de un "Rifle antimaterial", el cual apuntó de inmediato hacia las bestias que avanzaban con gruñidos amenazantes.
—Veamos si esto es suficiente —dijo Rokugo con una sonrisa desafiante.
Con movimientos precisos, jaló el gatillo una y otra vez, derribando a cada una de las criaturas con tiros letales. Los caninos cayeron uno tras otro, sus cuerpos inertes esparcidos por la arena mientras el eco de los disparos se desvanecía y el humo se disipaba en el aire caliente.
Rokugo exhaló, observando los cuerpos.
—¿Perros en un planeta alienígena? Bueno, hora de ponerme en acción —murmuró Rokugo,
Y ahora entiendo por qué construyeron muros tan enormes en el pasado —comentó, con tono de autosuficiencia.
Alice lo interrumpió, sin cambiar su expresión impasible.
—Agente 6, me temo que tu análisis es prematuro. Observa.
Rokugo se volvió hacia las bestias y se quedó helado al ver que de sus heridas emanaba un extraño vapor, y sus cuerpos comenzaron a regenerarse. Los ojos de las criaturas se iluminaron de nuevo, y los gruñidos retomaron, aún más fuertes que antes.
—¿Regeneración? —Rokugo gruñó—. ¡No puede ser!
Sin otra opción, Rokugo giró en redondo y comenzó a correr, activando su comunicador para realizar una nueva conversión de puntos malos.
—Alice, ¡activa el MODO SIN LÍMITES!
El traje de Rokugo emitió una serie de chasquidos mecánicos y se iluminó. Sus músculos se tensaron, y en un segundo, todo su cuerpo sintió una oleada de poder y velocidad incrementada. En un instante, ya había canjeado sus puntos por una "Espada de murciélago vibratoria anti-vehículos blindados tipo R", que apareció en sus manos con una vibración intensa y un brillo metálico.
—¡Muy bien, ustedes lo pidieron! —exclamó Rokugo, abalanzándose hacia las criaturas con movimientos mucho más rápidos y fuertes que antes.
Una tras otra, las criaturas sucumbían bajo los golpes de la espada, mientras Rokugo apuntaba con precisión a sus nucas, destrozando los huesos y aniquilando cualquier rastro de regeneración. Cada bestia se disolvía en vapor con un último gruñido, hasta que la última de ellas desapareció.
Rokugo respiró hondo, mirando los restos de las criaturas convertidos en humo, y se dejó caer en la arena, jadeando mientras el MODO SIN LÍMITES se desactivaba. Alice observó en silencio antes de hacer una de sus observaciones.
—Parece que la debilidad de estas criaturas es la zona de la nuca. De haber identificado esto antes, podrías haber conservado puntos.
Rokugo la miró, sudoroso y sin aliento, pero con una expresión de satisfacción.
—Gracias por el consejo... justo a tiempo como siempre —dijo con ironía—. Ahora, dame unos minutos. Este traje necesita un enfriamiento.
Alice simplemente asintió y comenzó a escanear la zona en busca de nuevos peligros.
—No puedo evitar preguntarme si en otros planetas la vida realmente tendría que evolucionar en criaturas tan parecidas a los perros… —comentó Rokugo para sí mismo, con un toque de sarcasmo—. Es como si el universo tuviera un solo diseñador con muy poca creatividad.
Alice registró el comentario, pero no dijo nada. En su lugar, continuó caminando hacia la dirección de la ciudad.
Un poco más adelante, el polvo del desierto comenzó a disiparse, revelando figuras montadas en algo que no esperaba. Un grupo de humanos vestidos con armaduras plateadas y pesadas se acercaba, cabalgando sobre… ¿unicornios?
—Espera… ¿qué? —Rokugo apenas podía contener su risa—. Esto tiene que ser una broma.
Los caballeros detuvieron su avance cuando los vieron, y al frente del grupo, una joven con una expresión seria y determinada levantó la mano, señalando para que se detuvieran. Era una mujer de cabello blanco y largo hasta sus tobillos y mirada desafiante, con una armadura adornada con símbolos de alguna orden militar.
Alice giró su cabeza hacia Rokugo y habló en voz baja. —El chip de traducción aún no ha completado el procesamiento del idioma local, pero ya debería estar cercano a decodificar el habla básica.
La joven al frente, la que parecía ser la líder, les dirigió una mirada escrutadora y comenzó a hablar en un idioma que Rokugo no comprendía… al menos no completamente aún. Sin embargo, sus gestos y la forma en la que observaba sus ropas sugerían que estaba intrigada o, posiblemente, desconfiaba de ellos.
Alice, como siempre, mantuvo la calma y decidió actuar. Con voz suave, comenzó a explicarles a los caballeros en el idioma que conocían, tratando de evitar problemas innecesarios.
—Venimos de una tierra lejana —dijo Alice, improvisando una historia rápida—. Nos encontramos con una banda de asaltantes en el desierto y perdimos todas nuestras pertenencias. Por eso nuestras ropas y equipo se ven… diferentes.
Rokugo, sorprendido por la rápida habilidad de Alice para inventar una historia, asintió solemnemente para reforzar la mentira. La joven caballera los observó por unos momentos, pero parecía estar convencida. Cuando el chip de Rokugo finalmente completó la decodificación, pudo escuchar la voz de la mujer más claramente.
—Mi nombre es Snow, comandante del Reino de Grace. ¿Quiénes son ustedes y qué hacen en estas tierras? Nunca he visto vestimentas tan… inusuales.
Alice, sin dudar, mantuvo la narrativa. —Soy Alice, y él es Rokugo. Somos viajeros, como mencioné, en busca de trabajo y refugio tras ser atacados.
Snow pareció pensativa, Cuando de pronto vio los restos de los Perros Titan todavia Evaporandose y tras un momento de deliberación, asintió. —¿lograron Matar tres perros titan ustedes solos?. Si son tan hábiles como dicen, quizás podamos ofrecerles algo. Mi patria, Grace, el País de la Arena, siempre necesita manos fuertes. No es común ver a alguien abatir a las bestias del desierto con tanta facilidad. Su… "arma" —dijo, señalando la pistola de Rokugo— es desconocida para nosotros, pero parece ser eficaz.
Rokugo solo sonrió, sin molestarse en explicar lo que para él era un simple juguete comparado con la tecnología de Kisaragi.
Cuando llegaron al País de la Arena, Rokugo y Alice fueron guiados por las calles de la ciudad. La arquitectura era arcaica, y la ciudad misma parecía desgastada por el tiempo y la guerra. A medida que avanzaban, Rokugo observó que muchos edificios estaban parcialmente destruidos y las calles apenas contenían alguna señal de vida o vegetación. La ciudad estaba llena de ruinas, y entre ellas, una gran cantidad de escombros metálicos oxidados, posiblemente vehículos antiguos, aunque a primera vista nadie parecía recordar para qué servían.
—¿Esos son… tanques? —murmuró Rokugo para sí mismo, al ver un enorme vehículo acorazado abandonado y cubierto de arena, con carriles en vez de ruedas—. Es como si este lugar hubiera retrocedido a la Edad Media tras una guerra catastrófica.
Finalmente, fueron llevados ante una imponente construcción donde los esperaba una figura vestida con ropas finas y con un aire de autoridad innegable. Era una mujer joven, con una mirada serena pero calculadora. Snow hizo una reverencia y presentó a la mujer como la princesa Christ Ceres Tilis Reiss.
—Bienvenidos, extranjeros —saludó la princesa, con un tono amable—. Me han informado de sus habilidades en combate. Mi país, como pueden ver, está en una situación desesperada. Hace años, la aparición de los demonios convirtió nuestras tierras en desierto. Ahora, cualquier ayuda es bienvenida, y si están dispuestos a trabajar para nosotros, les prometo un hogar y un propósito.
Rokugo intercambió una mirada con Alice. Aunque la oferta de la princesa era interesante, él sabía que fingir lealtad temporalmente no era un problema… al menos no hasta que encontrara una oportunidad de obtener puntos malos y, quién sabe, tal vez algo de diversión en el proceso.
Mientras caminaban por la ciudad, Rokugo observaba cada detalle, grabando en su mente el ambiente de decadencia. La tecnología que alguna vez estuvo en el apogeo aquí había sido olvidada, las ruinas eran ahora reliquias sin propósito claro para sus habitantes, quienes solo conocían una vida medieval y sufrida. Rokugo sonrió, disfrutando del caos potencial que podía desatar en un mundo tan carente de comprensión sobre su propio pasado.
—Alice… creo que este planeta va a darnos mucho con lo que jugar —susurró, emocionado por el futuro que les esperaba.
Alice simplemente lo miró y asintió. —Solo recuerde, Agente 6, su misión es recopilar información.
Mientras paseaban por el centro de la ciudad, Rokugo y Alice notaron una gran cantidad de personas reunidas alrededor de una estructura metálica oxidada. Parecía una máquina antigua, con tubos y cables desgastados por el tiempo. Un grupo de ciudadanos, liderados por un anciano con expresión frustrada, intentaba inútilmente hacer que la máquina funcionara.
Rokugo, curioso, se acercó al anciano. —Disculpa, viejo. ¿Qué es todo este alboroto?
El anciano suspiró, señalando la máquina. —Esta es nuestra última máquina generadora de agua, uno de los pocos vestigios de tecnología antigua que nos queda… Pero dejó de funcionar hace semanas. Sin ella, nuestras reservas de agua están agotándose, y nadie aquí sabe cómo arreglarla.
Alice, al escuchar esto, no pudo evitar intervenir. —Permítanme examinarla. Tengo conocimientos en sistemas de auto-mantenimiento y reparaciones básicas de maquinaria.
El anciano la miró con esperanza. —¿En serio podrías? ¡Por favor, ayúdanos! Esta máquina es vital para nuestro sustento.
Sin perder tiempo, Alice comenzó a analizar la estructura y a trabajar en la máquina, mientras Rokugo observaba con una mezcla de aburrimiento y curiosidad. Tras unos minutos de ajustes, Alice logró reactivar el sistema… pero apareció una pantalla en el dispositivo solicitando una contraseña para iniciar el flujo de agua.
Rokugo, con una sonrisa maliciosa, se acercó al teclado de la máquina. —¿Contraseña? Bah, esto es fácil. Solo necesita un toque de creatividad. —Y, sin pensarlo demasiado, escribió "festival del pene" en el teclado.
Para su sorpresa (y diversión), la máquina comenzó a emitir una alarma estridente. En cuestión de segundos, guardias del palacio se presentaron en el lugar, rodeando a Rokugo con lanzas y espadas apuntándole.
—¡Por orden de la familia real, quedas arrestado por manipulación indebida de tecnología sagrada! —anunció uno de los guardias, mientras Rokugo levantaba las manos, intentando no reírse.
Resulta que la máquina generadora de agua solo podía ser activada mediante la voz de alguien de la familia real, como la princesa Tilis o el rey. El ingreso de una contraseña incorrecta era considerado una falta grave, especialmente cuando se trataba de tecnología tan antigua y venerada.
Poco después, en el salón del trono, Rokugo fue presentado ante la princesa Tilis. La joven miraba a Rokugo con una mezcla de incredulidad y desagrado. Snow, quien estaba a su lado, observaba con desconfianza.
—Entonces… ¿cuál fue tu razonamiento para escribir algo tan… inapropiado en una de nuestras reliquias? —preguntó Tilis, alzando una ceja.
Rokugo, sin perder la compostura, sonrió y comenzó a hablar con una labia encantadora. —Princesa, debe entender que en mi tierra usamos el humor para resolver los problemas más difíciles. Pensé que una contraseña divertida quizás relajaría a la máquina y la haría funcionar. ¡Soy un genio de la creatividad, después de todo!
Tilis parpadeó, perpleja ante la absurda explicación. Sin embargo, la naturalidad y confianza de Rokugo comenzaron a desconcertarla.
—Además, si algo me enseñaron en mi hogar, es que la risa une a la gente. Y tal vez esa unión es justo lo que este país necesita en tiempos difíciles… —añadió Rokugo, manipulando las emociones de la princesa sin remordimiento.
Snow, al ver que la princesa comenzaba a dudar, intentó intervenir. —¡Princesa, este hombre es claramente un espía o un elemento peligroso! ¡No podemos confiar en él!
Rokugo la miró con una sonrisa astuta. —Oh, ¿en serio, comandante Snow? Entonces, ¿me trajiste hasta aquí sin siquiera investigarme? Si soy un espía, ¿no sería responsabilidad tuya por permitir mi entrada?
La cara de Snow se puso roja de frustración, pero no podía contradecirlo sin implicarse a sí misma. La princesa Tilis, viendo el conflicto, finalmente habló.
—Muy bien, Rokugo. Te ofrezco una oportunidad para demostrar tu lealtad. Liderarás un pequeño escuadrón de soldados y ayudarás a nuestra causa. Si demuestras ser útil, tus acciones indebidas serán perdonadas.
Rokugo sonrió victorioso. —Por supuesto, Alteza. No tiene nada de qué preocuparse. Haré lo necesario para servir a su noble causa.
De mercenario a comandante
Al día siguiente, al ver a los soldados disponibles, Rokugo y Alice se dieron cuenta de que la mayoría de ellos eran hombres mayores y mujeres jóvenes sin experiencia en combate.
Alice, que ya había revisado los registros del ejército, señaló rápidamente a dos candidatas específicas. —Agente 6, he encontrado a dos miembros del ejército que podrían resultar útiles para nuestra misión.
Observando a los soldados disponibles, él y Alice se dieron cuenta de que la mayoría eran hombres mayores o jóvenes sin experiencia en combate, lo cual no le inspiraba mucha confianza. Alice, al revisar los registros de los soldados, comenzó con una introducción de quienes se encontraban a la cabeza.
—El soldado con mayor número de misiones exitosas y reconocimientos es Alexandrite Galvenier. —Alice señaló a un anciano de cabello claro y largo que lucía una camiseta sin mangas y llevaba un bastón—. Es apodado "Dios de la Guerra" debido a sus contribuciones en el pasado… aunque actualmente, parece más un abuelo despistado que otra cosa.
Alexandrite se acercó a Alice con una sonrisa bondadosa y la confundió con su nieta, acariciándole la cabeza y comentando lo adorable que se veía. Aunque Alice intentó explicarle que no eran familiares, él solo se rió y continuó tratando de darle dulces que llevaba en su bolsillo.
—Creo que puedo prescindir de él —dijo Rokugo en voz baja, torciendo la boca con desdén.
—Pero también tiene algunos atributos… peculiares, como la habilidad de comer monstruos venenosos sin sufrir efectos secundarios —agregó Alice, intentando disimular una sonrisa divertida.
—Genial, un abuelo inmune al veneno. Justo lo que necesitaba. —Rokugo suspiró, luego apartó la vista del anciano.
Alice cambió de tema y señaló a dos soldados más, revisando los registros de manera diligente.
—Agente 6, he encontrado a dos miembros del ejército que podrían resultar útiles. Aunque tienen la mitad de misiones exitosas que Alexandrite, ocupan la segunda y tercera posición en el registro militar.
La primera era Rose, una quimera con la apariencia de una niña, pero con características peculiares: Al revisar sus antecedentes, Alice explicó que Rose había sido encontrada en un laboratorio abandonado, y aunque su apariencia era poco común, poseía una fuerza considerable.
Rokugo observó a una niña de aspecto peculiar, con cuerno, ala y cola de dragón, pero lo que más le llamó la atención fue su comportamiento: hacía poses exageradas y se esforzaba por dar nombres impactantes a sus habilidades.
—Ustedes los humanos solo viven para destruir —dijo Rose con una voz teatral, manteniendo una expresión seria mientras señalaba a un punto imaginario en la distancia—. Mis habilidades han sido forjadas en la ira y el odio que los hombres han sembrado… y, bueno, porque es la voluntad de mi abuelo.
Rokugo levantó una ceja, conteniendo una carcajada.
—Una auténtica diva. —Miró a Alice, esperando una explicación.
Alice, con una sonrisa apenas perceptible, asintió. —Rose fue criada por su abuelo, quien la instruyó para actuar de esta forma. Según los registros, aunque le causa vergüenza, lo hace para honrar su memoria. Sin embargo, tiene opiniones fuertes sobre los humanos y no le agradan en general, aunque no parece tener nada en contra de nadie en específico.
—Entonces, Rose es... ¿una "bestia hambrienta", me dices? —Rokugo ladeó la cabeza, notando la mirada de Rose que parecía instintiva y alerta.
—Correcto. Ella afirma que solo come monstruos, aunque no dudaría en comer carne humana si fuera necesario. Es muy manipulable, especialmente si le ofrecen chocolate, un alimento que aparentemente no existe aquí.
Rokugo se frotó la barbilla, intrigado. —Una quimera emocional y hambrienta con una inclinación por el chocolate… interesante. Supongo que podremos usar eso a nuestro favor.
Tras un intercambio de palabras, Rose aceptó unirse al equipo de Rokugo. A pesar de sus peculiaridades y comentarios mordaces, Rokugo notó que Rose era una chica amigable y desinteresada en realidad, alguien que no temía decir lo que pensaba, incluso si tenía una mala impresión de alguien. Mientras ella terminaba de firmar su inclusión al escuadrón, Rokugo la observaba.
—Esta chiquilla será interesante de tener cerca… —comentó para sí mismo, recordando la facilidad con la que ella aceptó el chocolate que Alice había sacado de su equipo.
Alice simplemente le dirigió una mirada de advertencia. —Recuerde que debemos mantener las cosas bajo control, Agente 6. Su misión es evaluar el potencial de este planeta, no convertirlo en un desastre total.
Rokugo la ignoró, ya empezando a imaginarse las posibles travesuras que podría organizar ahora con su escuadrón recién formado.
La segunda en ser entrevistada fue Grimm. A simple vista, parecía una mujer madura y encantadora, aunque un tanto letárgica, lo que llamó la atención de Rokugo. Su postura, un tanto relajada, contradecía su lugar en el registro militar. Ella estaba sentada en una silla de ruedas, con una expresión calmada pero claramente excéntrica.
Rokugo la miró un momento, desconcertado por la incongruencia de su imagen y su historial de misiones exitosas. Sin embargo, se guardó para sí mismo la pregunta que realmente le rondaba la cabeza: ¿Cómo una mujer en silla de ruedas puede haber completado tantas misiones?
Grimm, una sacerdotisa Zenarith.
—¿Quién es Zenarith? —preguntó finalmente, decidido a aclarar de una vez por todas el misterio de esa sacerdotisa que, según Alice, tenía una larga trayectoria.
Grimm se enderezó en la silla, adoptando una postura ceremoniosa, como si estuviera preparándose para una gran declaración. Sus ojos brillaron con una intensidad que parecía desproporcionada para el tema que se trataba.
—¡Zenarith, la Diosa de la No Muerte, el Desastre y la Noche! ¡Una deidad tan magnífica, tan sublime, que sus seguidores son elegidos solo por la más pura devoción! —Grimm cerró los ojos y suspiró, como si estuviera disfrutando de una fantasía épica.
Rokugo frunció el ceño ante semejante presentación. El nombre de la diosa no sonaba precisamente a algo benevolente.
—¿Una especie de deidad malvada? —preguntó, curioso pero un tanto escéptico, con la esperanza de obtener una respuesta más sensata.
La reacción de Grimm fue inmediata y explosiva. Se levantó de su silla de ruedas con un movimiento sorprendentemente ágil y levantó las manos, como si estuviera a punto de hacer un solemne juramento.
—¡¿Malvada?! ¡¿Cómo te atreves a llamarla así?! —Su rostro mostró una frustración desbordante, casi como si sus propias palabras la estuvieran quemando. Luego se calmó, pasando una mano por su cabello como si tratara de recomponerse—. ¡Lady Zenarith es perfecta! ¡Una diosa hermosa, de una elegancia sobrehumana! ¡Su poder es divino y...!
Rokugo se quedó en silencio un momento, sorprendido por la intensidad de su fervor religioso. Alice, que estaba junto a él, no pudo evitar soltar un comentario más lógico, casi en tono de robot.
—Los dioses no existen. Es una construcción cultural para explicar lo inexplicable.
Grimm la miró con desdén y, casi como si no hubiera oído lo que Alice dijo, retomó su discurso.
—¡Pero Zenarith sí es real! ¡Ella es la diosa de la...! —pero notó que su audiencia no estaba tan fascinada como ella esperaba y, viendo la falta de interés, se obligó a calmarse, rascándose la cabeza con una sonrisa algo avergonzada.
Rokugo aprovechó para cambiar de tema y evitar más discusiones sobre deidades.
—Bien, bien… —dijo, mientras se acomodaba en su asiento—. Cuéntanos algo más sobre ti, Grimm. ¿Qué te llevó a unirte a la iglesia de Zenarith?
Grimm resopló, y al escuchar la pregunta, la miró a él y a Alice con una mirada un tanto triste, pero rápidamente la reemplazó con una actitud más ligera, como si fuera a hacer un acto de confesión.
—Soy hija de unos humildes comerciantes. Nunca tuve un novio. Siempre estuve en un hogar sencillo, sin grandes lujos. Pero entonces conocí la promesa de la eterna juventud y la venganza. ¡Sí, la venganza! Nadie me quería, nadie me miraba… hasta que encontré a Zenarith, quien me ofreció la oportunidad de vengarme de todo lo que me había sido negado. Fue entonces cuando me uní a su iglesia. ¡Ahora soy una sacerdotisa poderosa, como no lo ha sido nunca una mujer! —dijo esto último con un tono más de satisfacción que de tristeza.
Rokugo frunció el ceño, medio interesado, medio desconcertado por la revelación. Entonces, mientras Grimm continuaba hablando sobre su vida y sus creencias, algo más llamó la atención de Rokugo. Grimm lo miró fijamente, sin perder tiempo, y le lanzó su primera pregunta de manera directa:
—Oye, ¿eres soltero? —preguntó, como si su misión militar fuera un detalle secundario y él fuera el siguiente candidato en su lista personal.
Rokugo se quedó paralizado por un momento, dándose cuenta de que Grimm no tenía la menor vergüenza ni respeto por la formalidad en la entrevista. Alice, a su lado, observó la escena con una cara impasible.
Rokugo, un tanto incómodo pero con su usual tono sarcástico, respondió:
—¿Soltero? ¿De verdad preguntas eso ahora?
Grimm sonrió, sin perder la oportunidad de seguir el juego. —Sí, claro. Es importante saberlo. Nunca se sabe si una misión puede traer más... que solo trabajo.
Rokugo parpadeó, sorprendido, antes de sonreír divertido. —¿Buscas algo más que un líder militar, Grimm? Porque tengo que decirte que soy un hombre muy solicitado.
Grimm soltó una pequeña risa. —A una sacerdotisa de la muerte no le vendría mal un buen hombre a su lado, ¿no crees? Además, tengo mis encantos. —Le guiñó un ojo.
Alice, al ver la interacción, suspiró. —Agente 6, sugiero que nos centremos en la misión y dejemos de lado… asuntos personales.
Rokugo solo se encogió de hombros, disfrutando de la peculiaridad de sus nuevas compañeras de equipo. Este mundo estaba lleno de personajes extraños, y él planeaba aprovechar cada oportunidad para hacer de esta misión un caos controlado.
Con una sonrisa astuta, Rokugo no pudo resistir la tentación de molestar un poco más a Grimm, quien, después de todo, había sido quien había comenzado con la insinuación.
—¿Sabes, Grimm? —dijo, inclinándose hacia ella—. Para una sacerdotisa, tienes una actitud bastante atrevida.
—¿Te molesta? —respondió Grimm con una sonrisa provocativa, claramente encantada de seguir el juego.
—En lo absoluto —respondió Rokugo, mientras bajaba la mirada deliberadamente hacia debajo de su falda—. Solo que me gusta verificar las cosas por mí mismo.
Al ver lo que Rokugo estaba haciendo, Grimm se puso roja como un tomate y dejó escapar un grito de sorpresa, alejándose rápidamente hacia atrás en su silla de ruedas. —¡¿Q-qué estás haciendo, pervertido?! ¡Casate conmigo como compensacion! —exclamó, claramente afectada por la audacia de Rokugo.
Rokugo rió. —¿estas Bromeando, verdad?. No es mi culpa que no puedas manejar un poco de reciprocidad.
Grimm, aún tratando de recuperar la compostura, carraspeó antes de mirarlo con una expresión un poco más seria. —Bueno, ya que estamos siendo sinceros, hay algo que debo decirte… Mis poderes… no son precisamente míos.
—Oh, vamos. No me digas que no eres una sacerdotisa de verdad —respondió Rokugo, medio en broma.
—No, no, sí lo soy. Pero, mis habilidades… son un poco… problemáticas —confesó Grimm, desviando la mirada con una mezcla de vergüenza y resignación.
Rokugo frunció el ceño. —¿Problemáticas cómo?
Grimm suspiró. —Puedo lanzar maldiciones en nombre de mi señora, Zenarith. Pero el problema es que solo cuatro de cada cinco maldiciones funcionan como deberían. La quinta… —hizo una pausa, su expresión se volvió aún más avergonzada— …termina volviendo en mi contra.
Rokugo la miró con interés, intrigado por su revelación. —¿Así que cada cinco intentos, te maldices a ti misma?
Grimm asintió.
Por ejemplo… muchos piensan que estoy en silla de ruedas debido a una maldición de parálisis o algo así.
Rokugo asintió, pensando que eso tendría sentido. —Tiene sentido, pensé que te habías maldecido a ti misma y habías perdido el uso de tus piernas.
Pero Grimm soltó una pequeña risa nerviosa. —No, no… en realidad, esta maldición en particular es… um… algo más ridícula. No puedo usar zapatos.
Rokugo abrió los ojos sorprendido y luego rompió en una carcajada.
¿En serio?! Esa es… la maldición más ridícula que he escuchado en mi vida.
Grimm se cruzó de brazos, molesta. —¡Oye! No es tan gracioso como parece. ¿Sabes lo difícil que es andar por ahí sin poder usar zapatos?
Rokugo continuó riéndose. —¡Oh, claro! Pero tienes que admitir que es… bastante único. —Le lanzó una mirada pícara—. ¿Puedo probarlo? ¿Tal vez con una maldición que me haga sentir algo de dolor?
Grimm frunció el ceño, decidida a darle una lección. —¿Ah, sí? Pues bien. Puedo hacer que sientas el dolor de golpearte el dedo chiquito del pie en una esquina. ¡Rokugo! —dijo, mientras hacía un gesto solemne en su dirección.
Pero justo después de lanzar la maldición, Grimm se estremeció, y de repente… —¡Ay! —exclamó mientras se agarraba el pie y se retorcía en su silla—. ¡Maldición, la maldición rebotó en mí!
Rokugo la miró con incredulidad y luego comenzó a reír de nuevo. —Vaya, qué impresionante. Eres toda una caja de sorpresas, Grimm. Tendré que estar atento, no vaya a ser que me maldiga de algún modo indirecto.
Grimm soltó un bufido, avergonzada pero incapaz de refutar la situación.
Más tarde, Rokugo fue convocado nuevamente ante la princesa Tilis para confirmar su escuadrón. Tilis le dirigió una mirada seria y amistosa a la vez, como si intentara comprender mejor a este extraño líder de escuadrón.
—Rokugo, ahora que eres parte de nuestro ejército, espero que aprendas a confiar un poco más en tus compañeros… en especial en Snow —le dijo, con un tono suave pero firme.
Rokugo arqueó una ceja. —¿La comandante Snow? ¿La misma que no dudó en señalarme como un espía sin pruebas? —preguntó, con una sonrisa burlona.
Tilis suspiró, comprendiendo el escepticismo de Rokugo. —Sé que puede parecer estricta, pero Snow tiene una historia difícil. Es una huerfana que tuvo que arreglárselas sola para sobrevivir y salir de la pobreza. Terminó una carrera universitaria y se unió al ejército, donde fue escalando gracias a su propio esfuerzo y determinación. Su lealtad y su compromiso con el reino son innegables.
Rokugo asintió, con una leve expresión de interés. —Vaya, así que además de una mirada severa, también tiene una historia de superación. Fascinante.
—Así es —respondió Tilis con una sonrisa leve—. Por eso, he decidido asignarla a tu escuadrón. Creo que ambos podrían aprender algo valioso el uno del otro.
Rokugo levantó ambas manos, en señal de rendición. —Si es una orden de la princesa, no puedo negarme, ¿verdad?
—Así es —dijo Tilis, manteniendo la misma expresión serena—. Confío en que encontrarás la forma de trabajar en equipo. Snow te puede parecer un poco rígida, pero estoy segura de que su experiencia será valiosa para tu escuadrón.
Con un suspiro resignado, Rokugo hizo una pequeña reverencia burlona. —Muy bien, princesa. Aceptaré a la "excomandante" Snow en mi escuadrón. Estoy seguro de que será… interesante.
La primera misión de Rokugo y su "escuadrón" estaba destinada al desastre desde el principio, aunque él, con su habitual descaro, prefería ver aquello como una oportunidad para... experimentar un poco.
Escenario: Campamento de Demonios en el Desierto del País de Grace
—Bien, el plan es sencillo —dijo Rokugo mientras inspeccionaba el campamento enemigo desde una colina, oculto entre las rocas junto a su peculiar equipo—. Vamos a destruir sus suministros de comida para que no puedan aguantar mucho tiempo aquí. Eso debería obligarlos a salir… y, con suerte, a que cometan errores.
Alice levantó una ceja, revisando su propio sistema para asegurarse de que su chip de lenguaje estaba actualizado. —Es una estrategia básica pero efectiva. Sin recursos, estarán debilitados.
—¿Eh? —intervino Snow que, como siempre, estaba absorta en algo aparentemente poco importante—. Yo solo digo que destruir comida es… bueno Comandante, un poco cruel, ¿no?
Rose: Podríamos decirle a Grimm que los maldiga con que la comida les sepan mal o algo así…
Rokugo se llevó una mano a la frente. —No es el momento de ponerse sentimental, Snow, Grimm. Esto es una guerra, Ademas, ¿Grimmno se supone que eres una sacerdotisa maldita o algo así?
Grimm bufó, estaba dormida
Rokugo -Grimm, despierta-
Rose. —¡Pero maldiciones con estilo! No esa barbarie de simplemente dejar a los demonios sin su almuerzo.
Mientras tanto, Rose, se relamía los labios mirando al campamento. —¿Comida? ¡Comida! ¡Yo quiero comida! —Y sin esperar instrucciones, comenzó a bajar hacia el campamento, con intenciones muy diferentes a las del resto del grupo.
Rokugo se dio cuenta de que su plan estaba a punto de salir horriblemente mal. ¡Genial! Mi escuadrón es un desastre completo, pensó, y aún así, una parte de él encontraba todo esto sorprendentemente divertido.
Después de varios minutos de caos —donde Rose ya se había apropiado de una caja de víveres y Alice había intentado, sin éxito, sujetarla—, el caos terminó llamando la atención del líder de los demonios de la zona.
Una demonio alta, de piel morena y cabellos oscuros, apareció en el campamento, vestida de manera provocadora y con una expresión peligrosa. Con una sonrisa lasciva en sus labios, observó a Rokugo y su equipo, notando el desastre que habían causado con cierta fascinación.
—Vaya, vaya… ¿quién habría pensado que unos humanos y una criatura tan extraña como tú —dijo, señalando a Rose con un gesto— vendrían a interrumpir mi diversión? —La demonio morena entrecerró los ojos, enfocándose en Rokugo—. Tienes potencial, humano. ¿Por qué no consideras unirte a mis filas? Podrías tener todo lo que desees… esclavas, súcubos… y todas las mujeres que quieras —añadió, moviéndose con elegancia seductora frente a él.
Rokugo parpadeó, tentado por un momento. Hmmm… súcubos y esclavas… suena tentador. Pero luego miró hacia su "escuadrón".
Snow parada cerca de él, miraba su espada con preocupación. —No voy a usar esta espada. ¡Es nueva y no quiero que se astille! —declaró, ignorando por completo que estaban en medio de una misión.
Alice levantó su mano robótica. —Tengo la fuerza equivalente a la de una niña de ocho años humana. Mis capacidades ofensivas son… mínimas.
Rose, sentada en el suelo, continuaba devorando los víveres del enemigo sin ningún reparo, murmurando entre bocados: —Esta comida está deliciosa… ¿Por qué estamos destruyéndola?
Rokugo suspiró, su breve tentación desapareciendo al ver la lamentable actuación de sus compañeros.
Esto… es ridículo. Al darse cuenta de que no lograrían cumplir la misión de manera efectiva, optó por retirarse antes de que el desastre empeorara aún más.
Rokugo, al ver que la situación se estaba saliendo de control, logró mantener la calma por un momento. Sin embargo, el verdadero giro vino cuando el guardaespaldas levantó un enorme martillo con la intención de aplastar a Grimm, quien dormía plácidamente en su silla de ruedas.
Antes de que pudiera hacer nada, la enorme masa de metal descendió con furia sobre Grimm, aplastando su cabeza sin misericordia. Un escalofrío recorrió la columna de Rokugo, y una sensación de impotencia lo invadió.
El guardaespaldas de Heine, mirando el desastre que había causado, observó a Rokugo con una mirada evaluadora.
—Tienes talento... —dijo, como si estuviera probando a Rokugo, antes de ofrecerle una propuesta que lo dejó sorprendido—. Podrías unirte a nuestro ejército, a servir bajo Lord Demonio. Serías un excelente comandante, con una mente estratégica como la tuya.
Rokugo estaba a punto de aceptar la oferta, tentado por la oportunidad de ganar poder. Pero, con una furia contenida y una rabia indescriptible, dijo, con una voz firme:
—Estaba a punto de aceptar unirme... pero acaban de matar a mi soldado.
Alice, al ver el desenlace y la frustración de su comandante, pidió permiso para actuar. Su lógica, siempre fría y calculadora, no tardó en determinar que era hora de tomar cartas en el asunto.
—Permiso para pedir un rifle —dijo, sin titubear.
Rokugo asintió, sin dudar un instante. Alice era una de las pocas que tenía la habilidad de calcular cada paso con precisión quirúrgica.
Con un rifle en manos, Alice disparó con precisión, hiriendo al guardaespaldas de Heine. El impacto lo derribó momentáneamente, y tanto él como Heine se vieron obligados a retirarse, dejando atrás la batalla.
De regreso en el País de Grace
El silencio que siguió fue pesado, como si la muerte de Grimm estuviera pesando sobre cada uno de ellos. Rokugo, sin embargo, no pudo evitar sentir la profunda pérdida de una compañera que, por rara que fuera, tenía un lugar en su equipo.
—Necesitamos hacer un funeral para ella —sugirió Rokugo, mientras miraba el cuerpo destrozado de Grimm, que todavía estaba en su silla de ruedas, su rostro aplastado bajo el peso del martillo del guardaespaldas.
Pero fue Snow quien interrumpió la propuesta, con una expresión fría pero pragmática.
—Eso no matará a Grimm, al menos no para siempre —dijo, con su tono distante. Luego, viendo la confusión en los ojos de Rokugo, agregó—. Grimm puede revivir si la llevamos al templo de Zenarith y le colocamos una ofrenda que tenga valor sentimental para ella. Solo entonces podrá regresar, como ha ocurrido en el pasado.
Rose, aún observando el cuerpo de Grimm, tomó una de las calabazas de las provisiones de los demonios y las colocó cuidadosamente sobre la cara de Grimm, cubriendo su rostro aplastado. El gesto fue extraño, casi como una forma de respeto por alguien que ya no podía protegerse a sí misma.
Rokugo, aunque aún incrédulo sobre el poder de Grimm, asintió.
—Vamos, entonces. Llevémosla al templo. —dijo, como si la única salida fuera seguir el curso de acción que Snow les había indicado.
De camino al templo, Snow comentó sin mucha emoción:
—En Grace
a, a Grimm la enviaron a misiones peligrosas precisamente porque sus superiores querían deshacerse de ella. Ella nunca fue vista como una verdadera guerrera, más bien una herramienta de desgaste.
Rokugo, sorprendido por la revelación, no dijo nada. Su mente aún estaba procesando todo lo sucedido, mientras observaba cómo los demás caminaban en silencio, llevando a Grimm a su templo para restaurarla. Cuando llegaron al templo de Zenarith, Rokugo se apartó un poco, en silencio.
—Quiero estar a solas cuando se restaure —dijo, refiriéndose a la resurrección de Grimm. Quería ver por sí mismo si los poderes de Grimm eran tan reales como Snow decía.
(Una resureccion despues)
—Entonces… Grimm, ¿quieres decirme cómo es que reviviste? —preguntó Rokugo, mirándola con genuina curiosidad.
Grimm, que ya estaba nuevamente en su silla de ruedas como si nada hubiera pasado, sonrió con un aire místico. —Mi señora Zenarith es quien me devuelve a la vida cada vez que muero, siempre y cuando me dejen en su templo con algo que tenga valor sentimental para mi "amado", o al menos algo que alguien aprecie.
Rokugo la miró, impresionado. —Espera, ¿me estás diciendo que realmente… muerto cientos de veces y te han revivido?
—Así es —respondió Grimm con orgullo—. No es la gran cosa… la muerte es solo un pequeño inconveniente para alguien tan devota como yo.
Rokugo rió, impresionado y a la vez intrigado. —Eres una caja de sorpresas, Grimm. Ya sabes… —la miró de reojo, con una sonrisa—, si quieres una cita para celebrar tu regreso a la vida, puedo hacer un espacio en mi agenda.
Grimm lo miró emocionada, sus ojos brillando. —¿¡De verdad!? ¡Entonces, vamos a una cita ahora mismo!
Rokugo no perdió la oportunidad de ganar puntos malos y canjeó una silla de ruedas de metal, más resistente que la de Grimm. Juntos, salieron por la ciudad, comenzando un paseo poco convencional. Rokugo, con un aire de indiferencia, miraba las parejas que pasaban, mientras que Grimm, con una mezcla de envidia y resentimiento, lanzaba miradas fulminantes a cada pareja.
—Oye, Rokugo —dijo Grimm, con un tono de amargura—. ¿Por qué todos tienen a alguien menos yo?
Rokugo se encogió de hombros. —Porque tu vida amorosa es un desastre. Pero hey, al menos puedes desquitarte con esos puntos malos. ¿Quieres intentar algo?
Grimm sonrió de manera maliciosa, dándose cuenta de que, efectivamente, podría divertirse un poco. Observó a una pareja de enamorados que caminaba de la mano, y, antes de que Rokugo pudiera detenerla, se acercó y pateó a uno de ellos, nada menos que a una mujer policía, directamente en la cara.
—¡¿Qué demonios estás haciendo?
—¡Ella tiene novio y yo no! ¡¿Cómo es justo eso?! —respondió Grimm, claramente desquitándose.
Rokugo no pudo evitar reír mientras observaba el caos que Grimm había causado, el cual él mismo había provocado en parte con su idea de ganar puntos malos. Definitivamente, esta "cita" con Grimm era algo que jamás podría olvidar, aunque estuviera claramente lejos de ser una cita convencional.
—Vaya, eres toda una joya, Grimm. Nunca cambiarás, ¿verdad?
Grimm sonrió, satisfecha. —¡Claro que no!
Al día siguiente, en la sala de reuniones del grupo de Rokugo, la rutina comenzó de manera... peculiar
Escenario: Cocina del cuartel
El día siguiente llegó con una sensación de incomodidad palpable para Rokugo y su grupo. La noche anterior había sido un torbellino de emociones, y el cansancio se reflejaba en sus rostros. Grimm, con su resurrección, había vuelto a la vida, aunque con la misma actitud y el mismo comportamiento excéntrico de siempre. A pesar de la situación caótica, ella había insistido en acompañar a Rokugo, lo cual le dio un aire aún más bizarro a la misión.
Rokugo, cansado y algo irritable por las noches sin dormir y las constantes sorpresas, fue el primero en ingresar a la sala donde la princesa Tilis, su padre el Rey y los altos mandos militares de Grace lo esperaban. El ambiente estaba tenso, la incomodidad flotaba en el aire mientras los líderes del Reino de Grace se reunían para discutir lo que había ocurrido con el ejército de Lord Demonio.
Rokugo entró de manera poco ceremoniosa, como si estuviera molestándose por ser convocado a esa reunión, con el cabello alborotado y una mirada de cansancio que no pasó desapercibida.
—Lo lamento —dijo sin interés, mientras se dejaba caer en la silla frente a ellos, cruzando los brazos—. A pesar de que mi unidad tiene solo dos mujeres y dos niñas, fuimos capaces de frenar el avance del ejército de Lord Demonio. Destruimos sus provisiones. ¿Qué opinan de eso?
La princesa Tilis, que estaba sentada al frente, frunció el ceño, confundida. Sus ojos se desplazaron hacia su padre, el Rey, quien parecía igualmente desconcertado por el tono de Rokugo.
—¿Cómo fue posible? —preguntó el Rey, escéptico.
La princesa Tilis, sin embargo, parecía algo más interesada en las palabras de Rokugo. Con una calma un tanto tensa, agradeció a Rokugo por sus esfuerzos, pero no dejaba de observarlo con una mezcla de curiosidad y desconcierto.
—Te agradezco por lo que hiciste. No puedo decir que no me sorprendiera ver que una unidad tan pequeña haya logrado tal hazaña —dijo la princesa, con una ligera inclinación de cabeza—. Pero debo decir que las circunstancias son aún más complicadas de lo que parece. Mi hermano... él es "El Elegido".
Rokugo, que no tenía idea de lo que esto significaba, levantó una ceja, curioso. La princesa Tilis continuó, con una mezcla de orgullo y un toque de preocupación en su tono.
—Mi hermano ha despertado el "Poder Despertado". Esa habilidad especial le permite saber exactamente qué hacer en cada situación, como si tuviera una visión clara del futuro. Además, tiene la capacidad de manifestar la fuerza de un titán en su forma humana. Pero lo más impresionante es que puede acceder a la experiencia en combate de nuestros ancestros a través de algo que llaman "los Caminos". Todo esto le permite proteger a nuestro Reino de Grace.
El Rey, escuchando esto, soltó una risa escéptica, haciendo que la princesa frunciera el ceño aún más.
—¡Son solo leyendas! —dijo el Rey, burlándose de las palabras de su hija—. ¿Cómo puede alguien creer en esa tontería?
Pero antes de que se pudiera generar más conversación al respecto, Rokugo, con una mirada algo despectiva, se recostó en su silla con los ojos entrecerrados.
—Sí, claro. Como si los ancestros de todos ustedes no fueran los que realmente nos dieron esta misión tan... fácil —dijo, refiriéndose a su tarea de destruir provisiones y frenar el ejército enemigo—. Yo no soy un mago ni un héroe legendario. Solo soy alguien que hace lo que tiene que hacer.
La princesa Tilis, sin embargo, no estaba completamente relajada. Sus ojos se detuvieron en la mano de Rokugo, y un atisbo de pánico pasó por su rostro.
—¿Qué... qué es eso? —preguntó, señalando una marca venenosa en la mano de Rokugo.
La marca era una extraña cicatriz, una especie de mancha oscura y venenosa que parecía haber sido hecha por algún tipo de insecto o criatura mortal. A la princesa le tembló la voz por un segundo, y se levantó de su silla, acercándose a Rokugo con una expresión de preocupación.
Rokugo, por su parte, se encogió de hombros, algo cansado de la reacción de todos.
—Es solo una picadura de insecto —respondió con desdén—. No me afecta.
La princesa, sorprendida, miró la marca, aún horrorizada. Pero lo que más la sorprendió fue que, a pesar de lo que parecía una picadura mortal para cualquiera en el Reino de Grace, Rokugo parecía completamente inmune.
—¿Pero... cómo es esto posible? —murmuró, incapaz de comprenderlo.
Rokugo, con su habitual paso indiferente, salió de la sala de la princesa Tilis para dirigirse al campo del ejército, ya bastante cansado de las formalidades y sin ganas de lidiar con más sorpresas. Cuando cruzó el umbral de la entrada, lo primero que notó fue a Rose corriendo hacia él, con una expresión de pura desesperación en su rostro.
—¡Rokugo! ¡Ayúdame! —gritó Rose, casi tropezando en su carrera mientras se acercaba a él.
Rokugo la observó con una ceja alzada, sin comprender de inmediato lo que sucedía.
—¿Qué pasa ahora, Rose? —preguntó, sintiendo que su paciencia ya estaba al límite.
Rose, mirando nerviosa a su alrededor, se acercó con cautela y, de manera casi furtiva, susurró:
—Es Alice... Está tratando de... ¡hacerme comer chapulines!
Alice, que estaba a unos pasos detrás de ella, tenía una bandeja llena de los insectos dorados sobre una mesa improvisada. Ella, con su usual calma robótica, miraba a Rose de una manera casi científica, como si estuviera analizando algo.
—Rose, si comes estos chapulines, te volverás invencible. Absorberás las habilidades de estos monstruos. Es un cálculo lógico y simple —dijo Alice, con una voz monótona, mientras señalaba los chapulines con la misma precisión con la que manejaría un experimento de laboratorio.
Rose, visiblemente asqueada, miró los insectos con horror, su estómago haciendo una especie de nudo de solo pensarlo.
—¿Invencible? —murmuró con voz temblorosa—. ¿Y estos... cosas pueden hacer eso? ¡Es una locura! ¡Esto sabe mal y huele raro!
Rokugo, aún con el sueño a cuestas pero comenzando a entender la situación, observó la bandeja y luego a Rose, sin mucho interés en el dilema de la comida, pero sabiendo que la lógica de Alice no solía fallar.
—Bien, Alice —dijo, convencido por la idea—, si crees que eso va a funcionar, no le hagas esperar tanto. ¡Que se lo coma de una vez! Yo también quiero ver qué pasa.
Rose, claramente aterrada, agarró un chapulín con la mano temblorosa, pero lo miró como si estuviera a punto de morder una bomba de tiempo.
—¡No! —gritó, dándole vueltas a la situación—. ¡Esto no tiene sentido! ¡La humanidad es tonta! ¿Por qué diablos tengo que hacer esto?
Alice, sin perder la calma, dio un paso adelante, con una sonrisa casi imperceptible en su rostro.
—Bueno, si lo comes, te daré algo delicioso después...
Rose. ¿Qué opinas?
Rose, con el brillo de la esperanza en sus ojos, miró a Alice como si fuera la salvación de todos sus males. Sin pensarlo demasiado, dejó escapar un suspiro de alivio.
—¿De verdad? ¿Chocolates? ¡Eso suena genial! ¡Sí! Lo haré, si me das eso...
Pero antes de que pudiera dar el primer bocado al chapulín, Alice rápidamente rompió su ilusión con una sonrisa fría.
—No chocolates, Rose. Te daré silicona. Será algo muy nutritivo... y ayudará a... cómo decirlo... a aumentar el tamaño de tu pecho —dijo Alice, con la misma precisión clínica que había utilizado para hablar de los chapulines.
Rokugo, que estaba observando toda la escena, se quedó en silencio por un momento. Luego, con una expresión de completo interés, se acercó a Rose y la miró con una ligera sonrisa maliciosa.
—Silicona... Hm, sí. Me pregunto cómo te quedaría, Rose, si tuvieses algo así. ¡Quizás quedarías como una nueva versión de ti misma, con... más "impacto"!
Rose, al escuchar eso, se sonrojó intensamente y su rostro adoptó una expresión de absoluta incomodidad. Ella se quedó quieta por un momento, mirando a Rokugo y luego a Alice, antes de gritar con frustración.
—¡Yo estoy contenta con mi cuerpo, malditos tontos! ¡No quiero silicona!
Y en ese momento, el impulso de la desesperación la tomó por completo. Con una fuerza incontrolable, Rose escupió una feroz llamarada de fuego justo en dirección a Alice y Rokugo, la cual provocó que ambos se apartaran rápidamente, con Rokugo retrocediendo un par de pasos.
—¡Nunca me obligues a comer eso! ¡Nunca! —exclamó Rose, furiosa mientras se abrazaba a sí misma.
Alice, por su parte, no pareció tan afectada por el ataque. Simplemente observó a Rose con la misma calma, como si nada hubiera sucedido.
—¿Ves? —dijo Alice sin cambiar su tono—. Ese es el tipo de poder que puedes obtener, Rose. Solo necesitas abrir tu mente a las posibilidades.
Rokugo, con una risa nerviosa, levantó las manos, intentando calmar la situación.
—Vale, vale. Ya lo entiendo. No vamos a forzar a Rose a comer chapulines... ni silicona.
Alice, imperturbable, miró a Rose y respondió con su tono mecánico. —Rose, tienes una mentalidad muy limitada.
Alice iria hacia Rokugo y en su idioma natal comentaria - Si Rose consume los nutrientes adecuados, eventualmente podría convertirse en la herramienta de combate perfecta de Kisaragi.
Rokugo asintió, saboreando la idea. —Sí, exactamente. Solo tenemos que… guiarla sutilmente hacia el camino correcto. —Hizo un gesto dramático, como si se tratara de una obra maestra en progreso—. Con paciencia, Rose se convertirá en nuestra soldado imparable.
Rose, que todavía miraba los chapulines con horror
Alice, indiferente a la resistencia de Rose, simplemente murmuró para sí misma: —La resistencia es inútil. Eventualmente, Rose entenderá el poder que puede alcanzar.
Rokugo y Alice intercambiaron una mirada cómplice, sabiendo que este era solo el primer paso en su plan para convertir a Rose en la herramienta de combate perfecta de Kisaragi.
Al día siguiente, mientras Rose se ocupaba de entrenar a su manera y lidiaba con la tensión de su trabajo en el ejército de Grace, Rokugo y Alice se acercaron a ella, de una manera más sutil de lo habitual. Habían descubierto algo que les resultaba intrigante: Rose no solo estaba allí porque lo necesitaba, sino porque tenía un objetivo aún mayor, relacionado con "El Abuelo", el hombre que la había encontrado en el tubo criogénico años antes de morir. Si trabajaba para el ejército de Grace, podría acceder a la investigación de este misterioso hombre, y con esa información, ambos planeaban corromperla lentamente, convirtiéndola en una de las armas más poderosas que Kisaragi jamás haya conocido.
Rokugo, con su usual actitud relajada, dio un paso hacia Rose mientras Alice la observaba con una expresión calculadora.
—Rose —dijo Rokugo, con una sonrisa astuta—, sabes que siempre eres bienvenida en Kisaragi. Tenemos grandes planes para ti... ya sabes, por si alguna vez quieres... salir de este ejército de Grace.
Rose, al escuchar esas palabras, frunció el ceño, sin entender bien lo que Rokugo quería decir.
—¿Bienvenida? —respondió, confundida—. Pero... ¡ya formo parte de su grupo! ¡Ya estoy trabajando con ustedes!
Alice se acercó aún más, su voz suave pero firme.
—Pero... hay mucho más que podemos ofrecerte. Kisaragi es... diferente. No solo se trata de batallas, Rose. Se trata de evolucionar. Y con lo que podemos lograr, no hay límites para lo que podrías llegar a ser.
Rose dio un paso atrás, sus nervios haciéndose más evidentes. Algo no le cuadraba en las palabras de Rokugo y Alice. Su instinto le decía que sus intenciones no eran tan puras como las presentaban. Algo en la forma en que se acercaban la hacía sentirse incómoda, como si estuvieran tratando de presionarla a un destino que no deseaba.
—No quiero... nada de eso —dijo, con una voz que ahora denotaba una mezcla de desconfianza y malestar—. No soy una pieza más en un experimento.
Rokugo y Alice intercambiaron una mirada rápida, como si supieran que el juego estaba apenas comenzando. Luego, con una actitud más relajada, Rokugo hizo un gesto hacia Alice.
—Bueno, aún estamos en una etapa preliminar, ¿verdad, Alice? —dijo, sonriendo con cierto aire de diversión—. Pero recuerda, Rose... siempre puedes cambiar de opinión. Kisaragi está dispuesta a ofrecerte mucho más.
Rose, sintiendo que la presión aumentaba, miró a ambos, claramente sintiéndose atrapada entre sus intenciones. No sabía qué hacer con ellos, pero sabía que debía mantenerse firme. Finalmente, sin darles más tiempo, se dio la vuelta y caminó hacia otro lado.
—Voy a seguir haciendo mi trabajo. No necesito que me ofrezcan más cosas. —su voz era decidida, aunque su mente seguía llena de dudas.
Rokugo y Alice no dijeron nada más, pero sus sonrisas indicaban que, aunque no fuera en ese momento, Rose eventualmente entendería lo que significaba estar realmente en Kisaragi.
Escenario: Cuarto de Rokugo
Esa misma tarde, después de una misión que había salido más o menos bien, Rokugo y Alice regresaron a su habitación asignada en el cuartel. La habitación les sorprendió de inmediato. A pesar de estar en un mundo medieval, el lugar parecía más bien una estancia moderna, con tecnología que Rokugo nunca había visto en otros mundos. La cama era extraña, la luz artificial era más brillante que cualquier vela, y el baño parecía sacado de un hotel de lujo.
Mientras Rokugo exploraba su habitación, su sorpresa fue mayúscula al descubrir un televisor y un par de focos encendidos en las paredes. ¿Qué clase de tecnología anticuada es esta? Se rascó la cabeza, tratando de descifrar cómo este mundo aparentemente medieval tenía estos artefactos eléctricos funcionando en perfectas condiciones.
—Interesante… parece que este lugar tuvo tecnología avanzada en algún momento… pero se quedaron atascados en alguna clase de regresión tecnológica. —Murmuró para sí, entretenido con sus hallazgos.
Mientras tanto, en otra habitación, Grimm, Snow y Rose tenían una conversación algo… delicada.
—Dime la verdad, Grimm, ¿tú también lo notaste? —preguntó Snow en voz baja, con los ojos entrecerrados—. Ese Rokugo… no sé, pero tiene una mirada extraña hacia Alice. Y ella parece tan… tan joven.
Grimm asintió con desconfianza. —Sí, y no es solo Alice. Siempre lo veo haciendo comentarios inapropiados a las mujeres que pasan cerca. Incluso la otra noche, lo vi tratando de ver debajo de la falda de una mujer del pueblo solo para luego reír como si fuera un juego.
Rose, que escuchaba atentamente, pareció confundida. —¿Pero por qué alguien querría ver debajo de una falda? ¿Es algún tipo de truco de combate?
Grimm suspiró, tratando de explicarle sin complicar las cosas. —Es… una especie de manía que tiene. Es raro. Tal vez sea un pervertido que se siente atraído por las chicas jóvenes como Alice.
Snow apretó los puños, claramente molesta. —Si ese es el caso, lo enfrentaré. No dejaré que alguien así se salga con la suya en el ejército de Grace.
Pero, antes de que pudieran conspirar más, una llamada urgente interrumpió su conversación. Al parecer, había noticias importantes.
Rokugo se dejó caer en la cama, mirando al techo, pensativo.
—¿Sabes, Alice? He ascendido tan rápido, tengo a las mujeres más fuertes a mi lado, y sin embargo, no puedo creer que... ¡ninguna de ellas se haya enamorado de mí! —se quejó, con una expresión entre confundida y desilusionada—. ¡Y ni siquiera he tenido un accidente decente! ¡Nada de toparme con una chica por accidente o ver debajo de su falda! ¿Qué pasa conmigo?
Alice, observando el enojo de Rokugo, suspiró levemente.
—Te pidieron que dejaras de ponerte a estorbar en los pasillos a propósito. —dijo, sin perder la calma—. Tal vez ese sea el problema, ¿no?
Rokugo la miró con una mezcla de frustración y resignación.
—No puedo creer que esté hablando de esto contigo. Pero... —su tono se suavizó un poco, y su mirada se desvió hacia Alice—.
Rokugo, aún un poco molesto, dejó escapar un suspiro.
—Tocar la silicona de un robot no es lo mismo... —murmuró, como si esperara una respuesta diferente.
Alice lo miró por un segundo, antes de girar los ojos, exasperada.
—Eso no tiene sentido, Rokugo. Deberías concentrarte en lo que realmente importa. —dijo con un tono más directo.
Justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe, y Snow entró en la habitación con una expresión avergonzada en su rostro.
—Rokugo... —dijo, mirando a los dos con incomodidad—. Te llaman a la sala de reuniones.
Rokugo levantó una ceja, algo confundido por la interrupción.
—¿Reuniones? ¿Ahora? Bueno, supongo que no tengo más remedio que ir, ¿verdad? —dijo, levantándose rápidamente y ajustándose la ropa.
Alice, con una expresión neutra, asintió.
—Vamos, Rokugo. Que el show continúe.
Escenario: Sala de Reuniones
La reunión comenzó rápidamente, y la voz de un comandante resonó en el lugar. —¡Atención! Nos informan que el ejército del Lord Demonio está avanzando hacia el país. El hermano de la princesa Tilis, nuestro elegido para salvarnos de la amenaza, ha sido malherido en el último combate. También hemos recibido información de una poderosa arma que los demonios han colocado en una torre bajo su dominio.
Rokugo cruzó los brazos, mostrando una sonrisa de confianza. —¿Una torre con un arma poderosa, eh? Yo digo que simplemente deberíamos volarla.
El comandante frunció el ceño. —No es tan fácil. Esa torre está fuertemente custodiada, y perderíamos demasiadas tropas en un ataque directo.
Rokugo- Pues podemos quemar el primer piso y que las llamas los maten a todos con el calor
Toda la junta se horrorizaria de las ideas de Rokugo,. La peticion seria negada
—Pues en ese caso… —Rokugo mostró una sonrisa astuta—, yo y mi equipo entraremos por la fuerza, en modo sigiloso, y tomaremos la torre desde adentro mientras ustedes distraen al ejército enemigo. ¿Qué dicen?
El comandante dudó, pero finalmente accedió. Después de todo, Rokugo y su "escuadrón" eran los únicos lo suficientemente temerarios para intentar una misión así.
—La ofensiva debe ser mañana al amanecer —dijo uno de los comandantes, mirando a Rokugo con una seriedad palpable.
Rokugo, sin embargo, los miró sin mostrar ni un atisbo de emoción.
Escenario: La Torre Duster
Dentro de la torre, el equipo de Rokugo avanzó con sigilo y encontró lo que parecía ser un tesoro oculto. Entre los artefactos, lograron obtener un mapa con la posición exacta del ejército del Lord Demonio, lo cual resultaría invaluable para sus siguientes movimientos.
—¿Relajarse? ¿Cómo puedes pensar en eso cuando la torre está bajo control enemigo? —preguntó, incrédula.
Rokugo la miró con una calma absoluta.
—Porque Grimm trabaja mejor de noche. Y si Grimm no despierta, entonces mi escuadrón no sirve de nada. —respondió, como si fuera la explicación más lógica.
Snow, que estaba escuchando con atención, se levantó bruscamente, evidentemente molesta.
—¿Grimm? ¿Eso es lo más importante para ti ahora? La batalla ha comenzado, ¡y recuperar la torre nos hará famosos! —protestó, su voz cargada de frustración.
Rokugo sonrió levemente, como si estuviera a punto de revelar un secreto.
—Lo sé, Snow, pero también sé que hay demonios cabra en el último piso de la torre. Esos malditos fueron los que derrotaron al "Elegido". Y no sé si estamos listos para enfrentarlos. —dijo, en un tono más grave.
Snow lo miró con desdén, claramente decepcionada.
—¿Entonces vas a quedarte aquí mientras otros luchan? —preguntó, sin poder ocultar su desaprobación.
Rokugo no respondió, sólo hizo un gesto hacia Grimm, que seguía dormida en su silla, aparentemente ignorante de todo lo que sucedía a su alrededor.
—Es una cuestión de estrategia —dijo con tranquilidad—. Ahora, si me disculpas, descansaré hasta la noche. Después de todo, Grimm necesita su descanso.
Con un suspiro de frustración, Snow salió
decidida a no esperar más. La guerra no podía esperar.
La noche llegó, y con ella la noticia de que Snow había intentado asaltar la torre, pero había fracasado estrepitosamente. Al regresar, su rostro estaba marcado por el cansancio y la derrota.
Rokugo, sentado en la esquina de la habitación, no pareció sorprenderse demasiado. Observó a Snow con una mirada fría.
—¿Fallaste? —preguntó sin tono de reproche, como si ya lo supiera.
Snow lanzó una mirada fulminante hacia él, pero se limitó a asentir.
—Sí, los demonios cabra son más fuertes de lo que pensaba. —respondió, exhausta.
Rokugo la observó por un momento, luego se giró hacia Grimm, que seguía dormida en su silla, aparentemente ajena a todo. Suspiró y murmuró algo entre dientes.
—Grimm gime de una forma graciosa mientras duerme... —dijo, distraído, como si lo estuviera diciendo para sí mismo.
En ese momento, Grimm, aún dormida, murmuró en voz baja.
—...los pechos de Grimm... suplicándole al comandante...
Snow, al escuchar esto, se levantó de golpe, su rostro rojo de furia.
—¡¿Qué?! —exclamó, furiosa—. ¡¿Qué está soñando esa tonta?! Si sueña cosas raras otra vez, ¡la mataré!
Grimm, aparentemente ajena al peligro, giró la cabeza hacia Snow y murmuró en su sueño:
—...¡comandante! Por favor...
Snow, completamente indignada, desenvainó su espada con la intención de acabar con Grimm de inmediato. Sin embargo, Rokugo intervino rápidamente, levantando una mano.
—Snow, ¿acaso no recuerdas que el enemigo está en la torre? —dijo, su tono firme y serio.
Snow lo miró, a punto de explotar, pero al ver la seriedad de Rokugo, dejó caer la espada a su lado, suspirando pesadamente.
—¡Maldita sea! —dijo, exasperada—. No puedo con esta situación... ¡No puedo creer que estemos perdiendo el tiempo con esta idiotez!
Rokugo, sin perder la compostura, se levantó lentamente y se acercó a Grimm.
—Vamos, Snow, deja que Grimm sueñe lo que quiera. Lo que importa es la torre. La batalla será mañana, y esa es nuestra verdadera misión. No te distraigas con tonterías. —dijo, mientras observaba a Grimm, que seguía sumida en su sueño inconsciente.
Grimm, sin embargo, al escuchar a Rokugo, volvió a murmurar, esta vez un poco más claro.
—...Yo soy el comandante... te lo prometo...
Snow, mirando la situación con un enojo contenido, se giró hacia Rokugo.
—No sé cómo puedes aguantarla... —dijo, mientras caminaba hacia la puerta—. Pero bien, lo haré. Volveré a la torre, con o sin Grimm.
Rokugo asintió, aún sin inmutarse.
—Hazlo.
La noche había caído, pero el plan aún estaba en marcha. La torre Duster se alzaba imponente frente a ellos, y Rokugo observaba con calma desde una distancia, analizando la situación. Sin embargo, antes de actuar, tenía que asegurarse de que su escuadrón estuviera listo.
Grimm se despertó lentamente, frotándose los ojos, sin entender mucho de lo que había ocurrido mientras dormía. Al verla despertar, Rokugo canjeó algunos de sus puntos malos, redirigiéndolos en su gancho a presión, una de sus habilidades adquiridas. Como si todo fuera parte de una rutina, comenzó a colocar pensamientos estratégicos en su mente, fragmentos de imágenes de la torre y sus pisos.
—Hoy debemos tomar la torre desde afuera. —dijo Rokugo, mientras observaba cómo los soldados de Grace seguían estancados en el quinto piso, luchando sin avances claros.
—¿Por qué no vamos a luchar piso por piso? —preguntó Snow, su tono de voz lleno de incertidumbre, como si estuviera dudando de la validez del "atajo" que Rokugo sugería.
Rokugo no la miró, centrado en la observación de la torre.
—Porque es más eficiente así. Los demonios de los pisos superiores están relajados. No sospechan que les vamos a atacar por fuera. No perdamos tiempo peleando como tontos. —respondió con frialdad.
Alice, que estaba observando la situación desde abajo, levantó la vista y, con una sonrisa de complicidad, comentó.
—A partir de ahora, tu apodo será Mutante-tanga. —dijo, refiriéndose a Grimm que, por posición, estaba al final de la fila, claramente visible desde donde Alice estaba.
Grimm se tensó al escuchar el comentario. Su rostro pasó de la confusión a una mezcla de irritación y ofensa.
—¿Qué has dicho, Alice? —preguntó con los dientes apretados.
Alice, sin cambiar su expresión, la miró por debajo de su gafas y replicó con calma:
—Nada que no te haga ver el resultado de tus elecciones de vestimenta.
Grimm se percató, por fin, de que estaba al final del grupo y entendió la broma. Miró hacia abajo y vio que, efectivamente, su falda era la razón de la incomodidad de su posición.
—¡Vaya! ¿Ahora la culpa es mía por usar falda? —gruñó Grimm, enojada, pero sin que su tono se convirtiera en un grito.
Mientras tanto, Snow, que había pasado todo el día luchando sin éxito por intentar llegar a la torre, finalmente comenzó a sentir los efectos de su cansancio. Sus brazos estaban agotados, y la frustración de no haber conseguido avances en la torre la dejó totalmente extenuada.
Rokugo, que la observaba en silencio, notó cómo Snow estaba perdiendo fuerzas. Cuando vio que ella comenzaba a tambalearse, rápidamente la sujetó antes de que cayera.
—¿Te vas a caer? —preguntó Rokugo con una sonrisa algo inquietante, mientras la levantaba para colocarla en su espalda, como si fuera una carga más.
Grimm, observando esta situación, alzó una ceja, algo confundida, pero también molesta.
—¡Rokugo! ¡Suéltame! —exclamó Snow, con el rostro encendido por la vergüenza.
Rokugo, sin embargo, aprovechó la oportunidad y la sujetó con más firmeza.
—Una caída de esta altura podría matarnos, Snow. Si caemos, todos caemos
Snow, aunque avergonzada, no dijo nada más. Se aferró a Rokugo mientras él ascendía, sintiendo la incomodidad de estar tan cerca de él, pero sin tener otra opción. En su mente, un pensamiento se repetía: todo por la misión.
Mientras tanto, Snow observaba todo desde un costado, con el rostro enrojecido por la indignación. No soportaba ver cómo Rokugo la miraba con esa sonrisa pervertida, disfrutando de la situación más de lo que debería.
—¡Te juro que te mato si no me sueltas! —gritó Snow, tomando su cuchillo y apuntando hacia Rokugo.
Sin embargo, él reaccionó rápidamente, empujando su cuchillo hacia un lado y mirándola con seriedad.
—Si me apuñalas, Snow, todos morimos. ¿Entiendes eso? Si yo caigo, tú también, y si tú caes, las demás caerán también. No hay nadie que pueda salvarnos.
Snow, aunque furiosa, no pudo evitar frenar su mano. Sabía que Rokugo tenía razón. Un solo movimiento en falso podría acabar con ellos. Y por muy poco que le gustara, no podía arriesgarse a que todo el equipo fallara.
—¡Tú eres el peor! —gruñó Snow, dejando el cuchillo, aunque claramente seguía molesta.
Rokugo sonrió con satisfacción al ver que Snow se calmaba, mientras seguía ascendiendo. El peso de la situación estaba sobre ellos, pero él sabía que este pequeño inconveniente solo iba a hacerlos más fuertes. Sin embargo, no pudo evitar un pensamiento más oscuro: La torre será nuestra, y no importa lo que cueste.
Finalmente, llegaron a la cima de la torre. El desafío estaba por comenzar, pero ya sabían lo que les esperaba. Solo quedaba una cosa por hacer: tomarla.
El último piso de la torre Duster estaba custodiado por dos demonios cabra, enormes y armados, con sus cuernos curvados hacia atrás y miradas salvajes. Ambos estaban de pie frente a la puerta, y su presencia irradiaba amenaza. Rokugo se detuvo unos segundos antes de saltar hacia el primero, empujándolo hacia atrás con una fuerza sorprendente. El demonio cabra, sorprendido, se aferró con una mano a la escalera, su otra mano blandiendo una espada.
El segundo demonio cabra, al ver que su compañero estaba en problemas, sacó su espada para atacar a Rokugo, pero Rokugo ya había calculado su jugada.
—¡Disparen! —ordenó, señalando a su escuadrón con la mano. En un instante, Snow, Grimm y Rose comenzaron a lanzar piedras a la mano del demonio cabra colgado. Las piedras impactaron una tras otra, y el demonio cabra, dolorido, no pudo evitar soltar la escalera, cayendo al vacío.
Aprovechando el momento de duda del demonio cabra que había quedado frente a él, Rokugo lo noqueó
—¡Vamos! —dijo Rokugo con voz firme, mirando al demonio caído que intentaba recomponerse—. Si quieres llevarte a tu hermano para que reciba asistencia médica, tendrás que pagar.
El demonio cabra que había caído de la escalera intentó levantarse con dificultad, viendo cómo su hermano estaba siendo arrastrado por Rokugo. Sin embargo, cuando vio la mirada fría de Rokugo, entendió que no tenía otra opción.
—¡Rendición! —gritó el demonio cabra, mientras levantaba las manos al aire, indicándole a Rokugo que no iba a seguir luchando. Con una última mirada a su hermano, lo levantó y comenzó a retirarse, sin soltar su espada—. ¡Devuelvan la torre a Grace!
Rokugo, satisfecho con el resultado, se acomodó en su lugar y observó la torre. Escuchó el sonido familiar de su chip avisando sobre los puntos obtenidos, pero también recibió un recordatorio de sus puntos negativos.
—Ah, bueno, qué mal... —dijo Rokugo con una sonrisa burlona—. Al menos tenemos el control de la torre.
Grimm, Snow y Rose lo miraron, un poco avergonzadas por la forma en que Rokugo había manejado la situación, pero no podían negar que había funcionado.
—Eres un verdadero hijo de puta, ¿lo sabías? —murmuró Grimm, cruzando los brazos y mirando al suelo, mientras Snow se limitaba a mirar con desaprobación.
Rokugo, sin perder su actitud confiada, dio un paso atrás, preparándose para regresar al campamento.
La noche cayó sin problemas, y al caer la oscuridad, Snow apareció en la habitación de Rokugo y Alice, como parte de la rutina en el ejército de Grace. Traía consigo la paga por sus servicios, entregando el sobre con una sonrisa algo incómoda.
Rokugo, completamente tranquilo y deliberadamente en ropa interior, se sentó sobre la cama, disfrutando de la incomodidad que causaba su presencia. La situación estaba hecha para incomodar a Snow, y lo sabía perfectamente.
—¿Qué haces en el cuarto de un hombre en la noche? ¿Te me estás insinuando, tetona? —dijo con una sonrisa amplia, disfrutando del efecto de sus palabras.
Snow, furiosa y con los ojos entrecerrados, lo miró con la intención de saltar sobre él y golpearlo.
—¡No me llames así, maldito pervertido! —gruñó Snow, mientras intentaba evitar el contacto visual.
Alice, por su parte, observaba la escena con una lógica casi robótica. Sin ningún tipo de preocupación emocional, tomó nota de las palabras y la situación.
—Registrando... "Tetona", apodo recibido —dijo Alice, con su tono monótono. Luego, mirando a Snow, añadió—: ¿Les gustaría que me retire para que ustedes se diviertan?
Snow la fulminó con la mirada, mientras Rokugo, ahora mucho más relajado, tomó
la paga y lo examinó, con una expresión pensativa.
—Si con esto es suficiente para vivir por un año con lujos, tal vez debería renunciar a Kisaragi. —comentó Rokugo, sin dar importancia a las reacciones de Snow—. Cuando estuve en el desierto del Sahara, luchando durante un mes, la paga fue miserable. Miserable.
Alice, siempre calculadora, lo observó mientras analizaba la situación.
—No renuncies. No te lo permito. —dijo con un tono impersonal y firme—. Recuerda que te custodiamos. Ya hemos pasado por demasiado como para retroceder ahora.
Rokugo asintió pensativamente, pero su mirada se desvió por un momento, como si pensara en algo más.
—Astaroth... —murmuró en voz baja, como si estuviera recordando una conversación olvidada.
Snow, un poco confundida por lo que estaba ocurriendo, finalmente comenzó a entender que no todo lo que decía Rokugo tenía sentido en el contexto del Reino de Grace. Y cuando le respondió en su idioma, Rokugo y Alice ya se habían cambiado a su dialecto, en japonés, gracias al chip de Rokugo.
—¿Qué? —dijo Snow, desconcertada. Sabía que algo estaba ocurriendo, pero no podía entender todo lo que Rokugo y Alice se decían entre ellos.
Rokugo miró a Snow y, con una sonrisa, hizo un comentario más:
—No te preocupes por lo que no entiendes. Esto es un asunto de Kisaragi. —respondió mientras se recostaba de nuevo en su cama.
Pero Snow no pudo evitar preguntarse, mientras salía de la habitación, si todo este caos tenía algo que ver con lo que realmente querían lograr.
Al día siguiente, Rokugo estaba descansando tranquilamente en su tienda, disfrutando de su día libre. Con los brazos detrás de su cabeza y los ojos cerrados, parecía completamente despreocupado por lo que sucedía a su alrededor.
De repente, la puerta se abrió con un golpe seco, y el General entró, seguido de Snow, quien parecía estar un poco menos relajada.
—Rokugo, Snow, venid aquí. —Ordenó el General con voz autoritaria, mirando a ambos con seriedad.
Rokugo abrió un ojo, levantándose con pereza, y respondió sin ningún tipo de respeto:
—Hoy es mi día libre, General. ¿Qué quieres de mí? —dijo mientras se estiraba, claramente sin ganas de trabajar.
Snow frunció el ceño, molesta por la falta de profesionalismo de su comandante, pero no dijo nada, sabiendo que tendría que seguirlo de todos modos.
—Rokugo, al menos muestra algo de respeto. Este asunto es serio. —replicó Snow, mirando al General antes de volver a fulminar a Rokugo con la mirada.
El General no tardó en responder, y su rostro se endureció.
—El tesoro que tomaron ayer de la torre ha abierto el camino hacia el castillo de Lord Demonio. —informó con frialdad—. El castillo está oculto en algún lugar del desierto, pero todo su dominio está protegido por barreras que emergen de unas torres visibles. No podemos movernos a través de ellas sin la clave.
Rokugo se enderezó de inmediato, aunque su rostro seguía con una expresión aburrida.
—Ah, entonces el "Elegido" está en camino a enfrentarse al Demonio. Pero... ¿por qué no me sorprende que este castillo esté en algún rincón desértico, bien alejado de todo? —murmuró, sabiendo que iba a tener que enfrentarse a algo mucho más complicado.
El General asintió, y aunque su rostro seguía serio, se notaba una tensión creciente.
—Lo más urgente es que Heine está atacando el Reino de Grace en este mismo momento. Ese es el verdadero problema. El Elegido tal vez tenga la clave para enfrentarse a Lord Demonio, pero... necesitamos que Heine no avance más. —explicó, casi como si estuviera calculando la situación con frialdad.
Rokugo dejó escapar un suspiro largo, sin mostrar mucho entusiasmo. Sabía que este tipo de misiones no solían tener un final feliz.
—¿Y qué quieres que haga yo? —dijo, mirando al General con desdén—. Si está atacando el reino, la situación no tiene pinta de ser sencilla.
Snow, decidida, se adelantó.
—Acepto la misión, aunque no esté de acuerdo con el comandante. Si no actuamos rápido, todo estará perdido. —dijo, con determinación, aunque notaba la tensión en su interior.
Rokugo la miró con desdén, pero no dijo nada. Sabía que la misión ya estaba fuera de sus manos.
Cuando llegaron al lugar de la misión, Alice, siempre meticulosa, se acercó a Rokugo y le advirtió con seriedad.
—Esta misión es suicida. —dijo con tono monótono—. El comandante nos ha enviado con el propósito de que Heine nos mate o nosotros la matemos a ella
. Un ganar-ganar para el General, que claramente no te tiene aprecio.
Rokugo soltó una risa amarga y se frotó la cabeza con frustración.
—Ese egoísta solo piensa en sí mismo. No puedo creer que nos esté usando como peones. —dijo, mirando al horizonte, con una furia contenida—. La verdad es que lo odio
Las palabras de Rokugo no pasaron desapercibidas para los demás miembros del escuadrón. Snow, Grimm y Rose, al escuchar sus comentarios, lo miraron con incomodidad. Era extraño oírlo hablar así de alguien que, en muchos aspectos, no era tan diferente a él.
—Eres un hipócrita, Comandante ¿sabías? —dijo Rose con una sonrisa sardónica—. No puedes hablar mal del General, cuando eres igual de despiadado. Ambos son un par de cabrones.
Snow asintió con la cabeza, aunque su rostro seguía marcado por la frustración.
—Es cierto, Rokugo. No tienes derecho a hablar así de él. Pero, ¿por qué sigues haciéndolo si sabes que ambos son iguales? —preguntó Alice, dejando ver su confusión.
Rokugo, molesto por las críticas, levantó la mano, señalando al horizonte donde se veía la tormenta de polvo acercándose.
—Los odio a todos por igual. —dijo con frialdad, antes de girarse hacia su equipo—. ¡Retirada! ¡Nos vamos antes de que estemos atrapados entre la espada y la pared!
Pero antes de que pudieran moverse, un sonido ensordecedor rompió el aire. Heine llegó al campo de batalla montada sobre su imponente grifo. Su figura era aterradora, pero lo que sorprendió a todos fue el enorme "golem" que la seguía, un monstruo de aspecto extraño, cubierto por una coraza negra que recordaba a las ruinas de las antiguas murallas.
Rokugo, observando la monstruosa presencia de Heine y su golem, susurró entre dientes:
—Esto acaba de volverse mucho peor.
El caos estalló de inmediato cuando Heine y su monstruoso golem llegaron al campo de batalla. Los soldados que habían acompañado a Rokugo, temerosos ante la presencia de la demonio montada en su grifo y el coloso que la seguía, empezaron a correr alrededor, buscando refugio y esquivando a las unidades demoníacas de Heine. En cuestión de segundos, el escuadrón de Rokugo se vio completamente aislado, dejando al equipo solo ante el imponente golem.
Snow, sin perder de vista al enemigo, se acercó rápidamente a Rokugo, su voz tensa.
—¡Rokugo, ten cuidado! Ese golem se regenera. Su punto débil es su nuca, pero para llegar a ella tendremos que destruir su endurecimiento externo. —dijo mientras observaba con nerviosismo al gigante, que parecía imparable.
Rokugo, mientras miraba fijamente al golem, no parecía tan preocupado como Snow.
—Está bien, lo tengo cubierto. —respondió con calma, pero sin dejar de estar alerta—. Despierta a Grimm para que pueda maldecir al golem y a Heine
Snow lo miró con una ceja levantada, claramente no del todo convencida.
—¿Sabes qué pasó la última vez que intenté despertarla? Casi la dejo sin cuello, Rokugo. —dijo, frunciendo el ceño, claramente reacia a intentar despertar a Grimm otra vez.
Rokugo suspiró, visiblemente frustrado.
ro no tenemos tiempo para peleas internas. ¿Qué vamos a hacer? ¿Dejar que ese monstruo destruya todo? —replicó, mirando al golem, que ya había levantado un brazo enorme, listo para aplastar todo a su paso.
Entonces, Rokugo miró hacia Rose, quien parecía estar preparándose para algo.
—Rose, ¿puedes despertar a Grimm? —le pidió con tono impaciente.
Rose, sin siquiera mirar a Rokugo, saltó hacia el grifo de Heine, su rostro lleno de entusiasmo.
—¡Voy a cazar ese grifo! ¡Quiero comerlo para obtener su habilidad de volar! —gritó mientras se lanzaba hacia el ave infernal, dejando a Rokugo sin palabras.
—¡¿Qué?! ¡Rose, espera! —gritó, pero ya era demasiado tarde. Rose estaba completamente distraída con su nuevo objetivo.
Con un suspiro, Rokugo se giró hacia Alice, quien estaba observando la escena con una mirada calculadora.
—¡Alice, despierta a Grimm! —ordenó, y luego hizo una pausa al notar que Alice parecía estar mirando hacia algún punto específico con preocupación.
—¿Qué pasa? —preguntó Rokugo, notando que Alice no se movía.
Alice se giró lentamente hacia Rokugo, su expresión más seria de lo usual.
—Alguien ya dejó a Grimm fuera de combate antes de la batalla. —dijo con calma, señalando la figura de Grimm, que estaba tirada en el suelo, completamente dormida, sin signos de moverse.
Rokugo frunció el ceño al darse cuenta de lo que Alice quería decir. Miró a Snow, luego a Rose, y vio que ambos estaban claramente involucrados en algún tipo de accidente previo, sin que él lo hubiera notado.
—¡¿Qué demonios?! —gruñó, claramente molesto por la situación.
A pesar de todo, Rokugo no podía perder el tiempo. El golem ya estaba comenzando a moverse, y la situación se estaba volviendo más peligrosa por cada segundo que pasaba.
—¡Alice, haz lo que tengas que hacer para despertarla! —ordenó, y luego se concentró en el golem, observando cómo su armadura resistente parecía hacer inútiles sus intentos de ataque con armas comunes.
De repente, Rokugo recordó algo que lo hizo fruncir el ceño. El endurecimiento del golem se parecía mucho al de los perros titanes que enfrenté cuando llegué a este planeta. Si era cierto, significaba que la fuerza bruta no sería suficiente.
—Alice, canjea los explosivos plásticos, rápidamente. ¡Lo necesitamos! —exclamó, mientras comenzaba a activar el Modo SIN LIMITES de su traje. Sabía que el traje le daría una fuerza increíble, pero solo durante un minuto. Un solo minuto para enfrentar al golem antes de que se agotara la energía.
En ese momento, Rokugo se preparó para la batalla, su cuerpo cubierto por la capa de energía del traje que lo rodeaba con una luz tenue pero poderosa. Sus músculos se tensaron, sus ojos brillaron con determinación.
—¡Rápido, Alice! ¡Es nuestra única oportunidad! —gritó, mientras el golem comenzaba a moverse hacia ellos, imparable y brutal, con Heine montada sobre su espalda, observando la escena con una sonrisa cruel.
El tiempo se estaba agotando, y Rokugo sabía que no tenían mucho margen de maniobra. Ahora, todo dependía de su equipo y de cómo lograrían derrotar a ese monstruo antes de que fuera demasiado tarde.
Con una fuerza sobrehumana, Rokugo saltó hacia el golem, alcanzando su enorme cuerpo de endurecimiento
con ambas manos. El peso de la criatura era inmenso, pero con su traje amplificado, Rokugo logró mantenerla quieta por un instante. El golem trató de zafarse, pero Rokugo lo sostuvo con fuerza inhumana, inclinándose hacia atrás con su cuerpo brillando con energía.
—¡Ahora, Alice! —gritó, mientras mantenía al golem firmemente sujetado, con su nuca expuesta.
Alice, que había estado esperando este momento, saltó hacia adelante con un control remoto en sus manos. Corrió hacia la nuca del golem mientras su traje de combate destellaba bajo la luz del sol. En un movimiento rápido, Alice colocó los explosivos plásticos en el punto débil de la criatura, justo en la nuca.
Rokugo, con un gruñido de esfuerzo, lanzó al golem hacia un costado como si fuera una pelota de fútbol, aprovechando su descontrol momentáneo. Alice, sin perder tiempo, presionó el botón en su control remoto, y una explosión ensordecedora resonó en el campo de batalla, levantando una nube de polvo y escombros.
El cuerpo del golem se desplomó
—Me preocupa la cantidad de monstruos que son capaces de regenerarse… ¿y que su única debilidad sea la nuca? Es como los titanes.
Rokugo, mientras se sacudía el polvo de su traje, no pudo evitar lanzar un comentario mordaz.
—Sí, y lo peor es que, al parecer, soy yo el que está siendo usado como escudo. —dijo con una sonrisa sarcástica.
Alice, siempre lógica y científica, respondió con su tono característico:
—La ciencia siempre vence a la magia, Rokugo. No te preocupes.
En ese momento, Grimm despertó de golpe, un trozo del golem había caído sobre su cara durante la explosión. Sacudió la cabeza, confundida.
—¿Qué ha pasado…? ¿Dónde está el golem? —gruñó, mirando a su alrededor.
Rokugo, aún agotado por el esfuerzo, miró a sus compañeros y, a pesar de la situación desesperante, dio la orden:
—Grimm, Rose, cúbranme un rato. No podré moverme por el esfuerzo del Modo SIN LIMITES.
Antes de que pudieran responder, un grito familiar llegó desde el horizonte. Heine apareció montada en su grifo, su mirada burlona fija en Rokugo.
—¿Snow? ¿Eres tú la que pensaba que me podría desafiar? Qué decepción… —dijo con desdén, mientras sus ojos brillaban con malicia.
Rokugo, con una sonrisa confiada, intentó ganar tiempo. Sabía que Heine era peligrosa, pero tenía que retrasar su ataque el máximo tiempo posible.
—Vaya, Heine, nunca imaginé que tus pechos fueran tan impresionantes. —comentó Rokugo con tono burlón, mientras le lanzaba una mirada provocadora.
Heine, completamente furiosa por el comentario, apretó los dientes y, sin dudarlo, lanzó un ataque directo. Las llamas comenzaron a rodear su cuerpo mientras se preparaba para liberar su furia.
Rose, que había estado observando desde las alturas, se lanzó al suelo justo en el momento en que Heine atacó, desmoronándose sobre Rokugo con una sonrisa en el rostro.
—A veces eres un cretino, comandante. —dijo Rose
Pero el caos no terminó ahí. En ese momento, Snow llegó corriendo hacia Rokugo, llorando mientras sujetaba su espada rota en las manos.
! ¡ Heine, Me has arruinado la espada! ¡Todavía no la había acabado de pagar! —exclamó entre sollozos, claramente frustrada.
Rokugo intentó calmarla mientras la miraba, aunque la situación era cada vez más desesperada.
—Snow, es un mal momento para esto. —dijo con tono cansado, intentando que su subordinada entendiera la gravedad de la situación.
Pero Snow, sin darse cuenta de lo que estaba sucediendo, lanzó la pregunta que dejó a todos en silencio.
—¿Cómo que no puedes moverte? —preguntó, su voz un tanto alta, mientras observaba a Rokugo de forma desconcertada.
La tensión en el campo de batalla seguía en aumento. Mientras Heine se preparaba para lanzar un nuevo ataque, aprovechando su tiempo de incertidumbre, Grimm, que había estado observando a su alrededor y buscando una oportunidad, finalmente la encontró. Con una sonrisa maliciosa, levantó su mano y murmuró una de sus maldiciones paralizadoras. Esta vez, parecía que la suerte estaba de su lado.
De repente, Heine, que estaba a punto de atacar, se detuvo en seco. Todo su cuerpo quedó rígido, como si un peso invisible la hubiera atrapado. La maldición de Grimm había logrado acertar, y la demonio morena estaba paralizada.
Rokugo, al ver que su subordinada había tenido éxito, levantó una ceja y miró a Grimm, sorprendido por primera vez en mucho tiempo.
—Vaya, Grimm… Es la primera vez que te veo útil. —comentó, sin esconder su tono sarcástico.
Grimm, al escuchar eso, frunció el ceño y le lanzó una mirada fulminante.
—¿De verdad me ves así? —respondió, indignada. —No me hagas sentir tan decepcionada, Rokugo. ¡Soy útil cuando quiero serlo!
Mientras tanto, Heine, completamente paralizada, trató de ganar tiempo, su mirada furiosa pero atrapada en la magia de Grimm. Con voz rasposa, intentó persuadir a Rokugo, como si aún tuviera una carta bajo la manga.
—Rokugo… —dijo con voz desafiante—, la oferta aún sigue en pie. Únete al ejército de Lord Demonio. Te ofrezco el triple de lo que ganas en Grace… Y una sucubo.
Las palabras de Heine, cargadas de tentación, llegaron directo al punto débil de Rokugo. Él, como si fuera hipnotizado por la promesa, comenzó a acercarse a ella, sin pensarlo.
Alice, al notar que Rokugo había perdido temporalmente su voluntad, intervino rápidamente.
—¡Rokugo, no te inclines hacia el enemigo! —advirtió, con una mirada de preocupación.
Heine, viéndose en la oportunidad perfecta para ganar la ventaja, añadió, confiada en su oferta:
—Y, además, te puedo dar una vampiresa… Y una sirena. Cumplirán todas tus fantasías, Rokugo. ¿Qué me dices?
Rokugo, ya perdiendo completamente el control, miró a Alice y con una sonrisa torcida, le dijo:
—Perdóname, Alice, pero voy a unirme a Lord Demonio.
Heine sonrió ampliamente, creyendo que había ganado, pero antes de que pudiera hacer nada más, Snow, que había estado observando la situación desde lejos, irrumpió en la escena, furiosa y sin pensarlo, saltó hacia Heine y le robó una piedra que colgaba de su cinturón.
Heine, al darse cuenta de lo que había pasado, intentó reaccionar
r, pero su energía comenzó a desvanecerse rápidamente. La piedra era la fuente de su poder, y ahora que Snow la tenía, Heine ya no podía utilizar sus habilidades.
Rokugo, viendo cómo la situación cambiaba de nuevo, aprovechó para mantener el control de la escena.
—¡Grimm, suelta la maldición ya! —ordenó, mientras observaba cómo Heine se debilitaba.
La maldición desapareció y Heine, finalmente libre de la magia de Grimm, trató de levantarse, pero notó que no podía acceder a sus poderes sin la piedra.
Rokugo, con su característico desdén, se acercó a Heine mientras sonreía, y dijo:
—Oye, Heine, ¿puedo tomar una foto de ti en esta pose? Es para… "la posteridad".
Heine, que no podía moverse ni defenderse, observó con furia mientras Rokugo sacaba su cámara y capturaba una imagen suya, con una sonrisa de satisfacción.
Alice, que estaba a un lado, simplemente asintió mientras observaba la escena.
—Te va a dar muchos puntos malos, Rokugo. —comentó con tono mecánico.
Sin embargo, la situación no terminó ahí. Rokugo, observando a Heine que ya no tenía poder, se cruzó de brazos y añadió con una sonrisa irónica:
—No veo por qué devolver esta piedra. Nunca hicimos un trato, ¿verdad? Tú asumiste erróneamente que la devolvería si posabas como yo quería. Pero, al final, no fue más que un malentendido.
Heine, humillada, miró a Rokugo, incapaz de hacer nada. Ya no tenía energía, y su orgullo se había reducido a nada. Con una última mirada furiosa, cedió.
—¡Retiro mis fuerzas! —dijo, derrotada, mientras su poder se desvanecía por completo.
Rokugo, con su típica indiferencia, miró a sus compañeros.
—Bueno, parece que hemos ganado, ¿no? —dijo con una sonrisa, mientras Alice guardaba la cámara y Grimm se estiraba, satisfecha por el resultado.
Snow, aunque todavía un poco molesta por la pérdida de su espada, no pudo evitar soltar un suspiro de alivio.
—¿Por qué no me avisas antes de hacer estas cosas? —le reprochó a Rokugo, aunque, al final, estaba agradecida de que la batalla hubiera terminado.
Rokugo, sin darle mucha importancia, se encogió de hombros y, como siempre, hizo un comentario sarcástico.
—Porque si te lo avisara, no sería divertido.
Escenario: Restaurante en la Ciudad
Después de la exitosa misión, el equipo se dirigió a cenar. Dado que la comida escaseaba, su menú de celebración consistió en… orco cocido.
Grimm miraba su plato con desconfianza. —¿De verdad vamos a comer esto?
Rokugo se encogió de hombros y tomó un bocado. —Bueno, después de ver lo que come Rose, creo que esto no es tan malo.
Alice, siempre práctica, también comió sin quejarse. —Es eficiente. La carne de orco tiene altos niveles de proteínas.
Rose, por supuesto, ya estaba en su segundo plato, devorando con entusiasmo. —¡Delicioso! ¡Quiero más!
Así, entre risas, extraños sabores y la sensación de haber hecho un trabajo "decente" por una vez, el equipo de Rokugo disfrutó de una merecida —aunque inusual— cena de victoria.
—Vamos, Snow —dijo Grimm, medio tambaleante con una sonrisa burlona—, admítelo, seguro que hasta tú tienes un lado oculto que le encuentra algo a este vulgar.
—¡Eso jamás! —respondió Snow, con la cara roja de la vergüenza y el enojo—. ¡Nunca me rebajaría a interesarme en alguien tan… tan…!
—¿Tan qué? —interrumpió Rose con una risa pícara—. ¿Divertido? ¿Interesante? ¿Carismático?
—¡Vulgar y detestable! —Snow apretó el vaso, tratando de ignorar las carcajadas de sus compañeras.
Finalmente, Snow se despidió de todas, un poco mareada por el alcohol y con la mente llena de pensamientos contradictorios.
Escenario: Residencia de Snow
Su camino hacia su habitación la hizo pasar por la de Rokugo y Alice, y por un momento se quedó quieta en el pasillo, mirándola con una mezcla de resentimiento y frustración. Ese hombre, que había llegado de la nada y sin ningún respeto por las normas, ahora ostentaba el título de Comandante, un puesto que ella había ansiado mantener y que, una vez más, le habían arrebatado.
En medio de sus pensamientos, murmuró en voz baja, como una broma amarga:
—Un día de estos, mataré al Comandante…
—¿Algo en particular que te moleste de ese "Comandante"? —Una voz suave y calculadora la interrumpió.
Al girarse, Snow se encontró con el consejero del Rey, un hombre conocido por su expresión siempre fría y su habilidad para manipular las situaciones a su conveniencia.
—Solo estaba bromeando, consejero —respondió Snow, un poco incómoda—. Fue una… mala noche.
El consejero la miró con una expresión de aparente comprensión.
—Entiendo —dijo, inclinando ligeramente la cabeza—. Aunque debo confesar que tengo mis dudas sobre cómo alguien tan vulgar llegó tan rápido a ser Comandante… mientras que alguien tan leal y capaz como tú ha sido… injustamente relegada.
—Snow, es impresionante cómo te mantienes leal y fiel a tus principios. Pero, dime, ¿realmente te parece adecuado que Rokugo ocupe un puesto tan importante? Tú, una soldado de honor, ¿de verdad consideras que merece el rango de comandante?
Snow enderezó la espalda y respondió con calma:
—La princesa decidió que Rokugo sea el comandante. Mi lealtad está con el Reino y sus decisiones, no con mis propias ambiciones. La gloria es de todos.
El consejero esbozó una sonrisa que casi parecía paternal, aunque en sus ojos brillaba algo más oscuro. Dio un paso adelante, susurrando con voz seductora.
—Lady Snow, espero no interrumpir nada importante —dijo con una sonrisa taimada—. Me temo que el reino necesita de su lealtad y de su integridad.
—Ah, la gloria compartida, claro. Pero, dime, ¿acaso todos en esta guerra lo dieron todo, como tú lo hiciste? Fue tu valentía la que le arrebató la piedra de poder a Heine
Las palabras del consejero hicieron que el pecho de Snow ardiera de resentimiento. A pesar de su intención de mostrarse humilde, su envidia comenzaba a brotar.
—Bueno, el puesto no es todo… La gloria es de todos, al final —intentó decir, pero su voz carecía de convicción.
El consejero, sin perder su tono frío, se acercó un poco más, sus palabras calculadas y firmes.
—¿Recuerdas cómo vivías cuando eras Comandante? El respeto, la fama… y los beneficios económicos. Todo eso podría ser tuyo de nuevo.
Snow cambió su expresión. En su interior, las palabras del consejero comenzaron a cobrar peso, y mientras él hablaba de fama, respeto y dinero, su ambición oculta fue ganando fuerza.
—El Reino necesita tu lealtad e integridad, Snow —continuó el consejero, con una sonrisa que parecía casi seductora—.
Snow parpadeó, confundida, pero la posibilidad de recuperar su puesto hizo que sus oídos se aguzaran.
—¿A qué se refiere, consejero?
—No es un secreto que el Comandante Rokugo... —El hombre bajó la voz como si temiera ser escuchado—. Bueno, digamos que no está alineado con los valores del Reino de Grace. —Su tono se volvió casi seductor, apelando a las ambiciones de Snow—. La idea es simple, Lady Snow. Si alguien como usted pudiera aportar evidencia de la deslealtad de Rokugo, quizás podría volver a su merecido puesto.
Snow sintió un nudo en el estómago. ¿Difamar a Rokugo? La idea era tentadora, pero algo en ella vaciló.
—. Y si alguien como tú pudiera aportar evidencia de la deslealtad de Rokugo, tal vez el trono reconsideraría tu posición.
—Pero... —Snow intentó, un último intento de resistir—. No es cuestión de puestos, al final todos somos soldados…
—Por supuesto, por supuesto… aunque algunos soldados pueden gozar de una posición privilegiada, de riqueza y de respeto —respondió el consejero, inclinando un poco la cabeza—. Incluso podrías elegir a tus propios soldados, formar la unidad que siempre deseaste.
—No importa quién hizo qué. Todos contribuyeron, y eso es lo que cuenta.
El consejero soltó una risa suave.
—Oh, Snow, qué nobleza la tuya. Aunque, imagina… si fueras comandante, podrías hacer las cosas a tu manera. Elegir a los soldados más aptos, tal vez incluso incluir a Grimm y Rose bajo tu mando. ¿No te gustaría, además, contar con alguien como Alice en tu unidad?
La propuesta era tentadora, y Snow sintió sus manos temblar levemente de emoción contenida. La idea de tener a Alice, Grimm y Rose bajo su mando… casi la hizo ceder. Pero, con esfuerzo, se contuvo.
—Lo siento, pero la responsabilidad no recae solo en mí.
El consejero sonrió con un aire de paciencia infinita, como si hubiera anticipado la respuesta de Snow. Dio un paso más cerca, bajando su tono de voz hasta convertirlo en un susurro casi hipnótico.
—Piensa en el respeto, en el dinero, en la fama que tendrías como comandante. Todo el ejército bajo tu liderazgo, todos reconociendo tu esfuerzo y valor. No más burlas ni dudas sobre tu capacidad. Solo gloria y honor… y una posición que realmente mereces.
Snow sintió que su voluntad se quebraba poco a poco. La tentación era demasiado fuerte y su resentimiento hacia Rokugo hizo que bajara la guardia.
Las palabras de dinero, respeto y poder resonaron en la mente de Snow, y el temblor en su cuerpo se intensificó. Cada palabra del consejero le provocaba una mezcla de emoción y ambición, y sentía cómo su integridad se debilitaba frente a la tentación.
Finalmente, el consejero sonrió al notar que estaba a punto de ceder, y con voz calmada, le dio el golpe final:
—Podrías tener lo que mereces, Snow. Ser una verdadera líder. Comandante de la guardia real.
Snow cerró los ojos por un instante, el cuerpo temblando, como si cada músculo de su ser luchara entre la integridad y la ambición. La tentación había llegado a su punto álgido, y una sonrisa se dibujó lentamente en su rostro, oscura y determinada.
—Está bien… —murmuró, rindiéndose finalmente—. Probaré a buscar algo. Solo… no me presione.
—¿Qué tipo de evidencia necesitaría? —preguntó, tratando de no sonar demasiado ansiosa.
El consejero sonrió, satisfecho. —Cualquier prueba que pueda demostrar que Rokugo no tiene la lealtad del reino, o que tal vez esté conspirando en contra de nuestra nación. Estoy seguro de que alguien tan perspicaz como usted encontrará algo.
El consejero sonrió, satisfecho, y deslizó una pequeña bolsa de monedas de oro en sus manos.
—No te preocupes. Solo espero que cuando el Reino te llame, estés lista para responder.
Con una última inclinación, el consejero desapareció por el pasillo, dejando a Snow con el oro y una misión turbia en sus manos. Unos minutos después, aún sintiendo el peso de sus decisiones, fue hacia la habitación de Rokugo, fingiendo que solo era una excusa para… charlar.
Se aseguró de que nadie la viera ,pero un pequeño remordimiento comenzó a formarse en su mente. Rokugo era arrogante y vulgar, sí, pero traicionarlo de esa forma...
Las Batallas contra el ejercito de Lord demonio
Escenario: Pasillos del Cuartel
Mientras caminaba por los pasillos del castillo, Snow sintió que sus pasos pesaban más de lo habitual. Luchaba contra el dilema en su cabeza, debatiéndose entre recuperar su posición y mantener su integridad. Fue entonces cuando escuchó algo que la hizo detenerse en seco.
A unos metros, en un pasillo lateral, Rokugo y Alice parecían discutir en voz baja. Snow se escondió, conteniendo la respiración, y comenzó a escuchar.
—…tenemos que ser cuidadosos. Si descubren que somos espías, podríamos meternos en problemas serios —murmuró Alice, en un tono de advertencia.
—¡Bah! ¿De qué te preocupas? —Rokugo respondió con su clásica actitud despreocupada—. Si las cosas se ponen feas, simplemente nos largamos de aquí y dejamos este lugar en ruinas. La Corporación Kisaragi siempre encuentra la forma de sacar ventaja de cualquier situación.
Snow sintió cómo su estómago se retorcía. ¡Espías! Su duda y culpa se desvanecieron en un instante, reemplazadas por la indignación. ¿Rokugo y Alice eran espías? ¡Eso explicaba muchas cosas!
Antes de siquiera pensarlo, salió de su escondite y los encaró.
—¡Así que eso es lo que son! ¡Espías! —les gritó, su voz cargada de furia y decepción.
Rokugo y Alice intercambiaron una mirada sorprendida, y por primera vez, Rokugo pareció haber perdido su habitual sonrisa burlona.
—Snow, esto no es lo que piensas… —intentó explicar Rokugo.
Pero Snow no estaba dispuesta a escuchar. —¡No quiero escuchar ninguna excusa! Han traicionado al Reino de Grace… pero, como acto de misericordia, les daré un momento para irse antes de que dé la alarma.
Alice la miró con frialdad, pero Rokugo solo asintió, aceptando su derrota momentánea.
—Entendido. Gracias por la oportunidad, Snow.
Y así, Snow se marchó, dispuesta a delatar a los traidores. No se dio vuelta ni dudó.
Escenario: Oficina de Comandante de Snow
La ascensión de Snow como comandante fue rápida. La noticia de que había descubierto a los traidores la llevó de regreso a su puesto con gran honor y reconocimiento. Pero, incluso con su objetivo cumplido, Snow sentía una incomodidad persistente. No podía olvidar la mirada de Rokugo y Alice. ¿Acaso se había precipitado? ¿Había sido justa?
Cada vez que intentaba convencerse de que había hecho lo correcto, una sensación de culpa regresaba, recordándole que no había permitido que Rokugo ni Alice se defendieran.
Escenario: Casa Abandonada en las Afueras del Pueblo
Rokugo y Alice, ahora refugiados en una casa abandonada, habían comenzado a trabajar en un dispositivo improvisado de teletransportación. Su plan era usarlo para traer refuerzos de Kisaragi de forma segura cuando llegara el momento de la invasión.
Alice ajustaba algunos cables y revisaba el progreso de la máquina, mientras Rokugo la observaba con los brazos cruzados.
—Esto nos tomará al menos un mes con la tecnología tan primitiva de este mundo —comentó Alice, con un tono de frustración—. Pero si logramos que funcione, será nuestra entrada para tomar el control total.
Rokugo sonrió con malicia. —Bueno, al menos tendremos el elemento sorpresa de nuestro lado… a menos que Snow se entere de dónde estamos, claro.
Fue entonces cuando recibieron una visita inesperada. Una figura encapuchada entró a la casa, revelando su rostro. Era la princesa Tilis, intentando pasar desapercibida.
—¡Princesa! —Rokugo se sorprendió—. ¿Qué está haciendo aquí?
La princesa habló en voz baja, con un tono desesperado. —Rokugo… el reino está al borde de la destrucción. Mañana, el Lord Demonio invadirá con su ejército. No tenemos esperanza de ganar esta batalla.
Rokugo frunció el ceño. —¿Y vienes a pedirnos ayuda?
Tilis negó con la cabeza. —No. Quiero pedirles que, cuando todo termine, recuerden que el Reino de Grace existió. Por donde vayan, cuenten nuestra historia y adviertan a otras naciones. El legado de Grace no debe desaparecer.
Rokugo la miró en silencio, y después de un momento, asintió.
—Está bien, princesa. Acepto. Al menos, haré eso.
Escenario: Campamento del Ejército de Grace
Al regresar al campamento, Rokugo fue recibido con sorpresa por sus compañeras, Grimm y Rose, quienes lo abordaron inmediatamente.
—¡Rokugo! ¿Por qué renunciaste a tu puesto de comandante? —preguntó Grimm, genuinamente preocupada—. ¿Es cierto que ya no te importa este reino?
Rokugo notó que Snow no había compartido la verdad sobre su expulsión como espía. Decidió no contradecirla, y en lugar de eso, sonrió con su característico sarcasmo.
—Digamos que la política y yo no nos llevamos bien. Prefiero estar en el frente, ¿saben?
Grimm frunció el ceño, sospechando que algo más estaba pasando, pero antes de poder presionarlo más, un cuerno de guerra sonó en la distancia, anunciando la inminente llegada del ejército del Lord Demonio.
Escenario: Torre del Castillo del Reino de Grace
El sonido de los cuernos de guerra resonaba por todo el castillo, y el ambiente estaba impregnado de tensión y desesperación. Rokugo, ahora asignado como el guardaespaldas de la princesa Tilis, observaba por la ventana cómo el ejército del Lord Demonio avanzaba, un espectáculo aterrador de fuerza y brutalidad. Sin embargo, para sorpresa de todos, el ejército invasor estaba encontrando resistencia en las fronteras del reino.
La princesa Tilis, con la frente perlada de sudor y las manos temblorosas, miraba fijamente el combate desde la ventana, sus ojos llenos de incertidumbre.
—¿Cómo…? ¿Cómo es posible que estén resistiendo? —preguntó, desconcertada—. El enemigo nos supera en número y armamento. No hay forma de que nuestras tropas puedan hacerles frente de esta manera.
Rokugo esbozó una sonrisa astuta y cruzó los brazos con aire de autosuficiencia.
—Oh, bueno… digamos que tuve un "pequeño proyecto" mientras andaba por ahí sin mucho que hacer. Coloqué algunas minas en las fronteras del reino. Parece que están siendo bastante útiles, ¿no crees?
La princesa lo miró con asombro, sin saber si debía sentirse aliviada o escandalizada.
—¡Eso es…! Bueno, no puedo negar que nos está dando tiempo, pero aun así… —Tilis suspiró, resignada—. Aún con esa ayuda, el reino caerá. La superioridad del ejército del Lord Demonio es simplemente abrumadora.
Sin decir nada más, Rokugo avanzó y tomó a la princesa del hombro.
—Bien, eso significa que es momento de ponernos a salvo, Alteza. —Con su tono característico y su sonrisa burlona, comenzó a arrastrarla fuera de la habitación.
La princesa Tilis forcejeó, claramente reacia a abandonar su lugar.
—¡No! No puedo simplemente abandonar mi habitación ni el castillo. ¡Este es mi hogar! —exclamó, resistiéndose mientras él intentaba moverla a la fuerza.
Rokugo suspiró, frustrado, mientras intentaba hacerla entrar en razón.
—Escucha, princesa. Si te quedas aquí, terminarás como una bonita decoración en la prisión del Lord Demonio. Y no creo que quieras que eso pase, ¿verdad?
Antes de que la princesa pudiera responder, una figura irrumpió en la habitación a toda velocidad. Era Snow, jadeando y con el rostro desencajado por la preocupación.
—¡Rokugo! —exclamó ella, sin aliento—. ¡Por favor! ¡Tienes que salvar a Grimm y Rose! ¡Están allá afuera enfrentándose al ejército de Heine y no podrán resistir por mucho tiempo!
Rokugo frunció el ceño, sopesando la situación. Sus compañeras estaban en peligro, y en un momento de lucidez, Snow agregó, desesperada:
—Sé que necesitas puntos malos para conseguir armas poderosas… yo… —Snow respiró profundamente, sonrojada de vergüenza—. ¡Haz lo que sea necesario conmigo! ¡Tómalo como quieras, pero salva a Grimm y Rose!
Rokugo arqueó una ceja, y una sonrisa socarrona apareció en su rostro.
—¿Lo que sea, eh? —Con un movimiento rápido, le arrancó el calzón a Snow, quien gritó sorprendida, pero aceptó su humillación en silencio, decidida a cumplir su promesa.
Con la cantidad de puntos malos obtenidos de esa "interacción", Rokugo rápidamente canjeó un poderoso rifle de largo alcance. Acompañado por la princesa y Snow, se dirigió a una ventana en lo alto del castillo desde donde tenía una vista clara del campo de batalla. Apuntó el rifle con precisión hacia los golems del ejército enemigo y, uno por uno, los fue destruyendo desde la seguridad de la torre.
BANG. Un golem cayó al suelo, destruido. BANG. Otro fue reducido a escombros. Los soldados del ejército de Heine comenzaron a entrar en pánico ante la repentina pérdida de sus unidades de apoyo, mientras buscaban la fuente de los disparos.
—¿Qué rayos está pasando? —murmuró Heine, quien estaba observando la situación desde las líneas traseras del ejército.
Pero antes de que pudiera dar alguna orden, los soldados enemigos subieron apresuradamente hacia el castillo, guiados por la frustración y el miedo, con Heine liderándolos para confrontar al tirador. Rokugo, con una sonrisa confiada, decidió que era hora de mostrar otro as bajo la manga.
Con otro canje rápido, esta vez de una motosierra, se lanzó al combate directo cuando los soldados y golems del Lord Demonio lograron infiltrarse en el castillo. Con una habilidad sorprendente y su característico estilo caótico, Rokugo fue eliminando a cada uno de los soldados enemigos, dejando un reguero de destrucción en su paso, hasta que finalmente sólo quedó Heine frente a él.
La demonio morena, atónita y furiosa, lo miraba con incredulidad.
—¡Maldito! ¿¡Qué clase de humano eres tú!? —rugió Heine, aún sorprendida por el nivel de habilidad de Rokugo.
Él le sonrió, burlón, mientras apagaba la motosierra.
—Vamos a hacer una tregua, Heine. Te doy un mes para retirarte y reorganizar tus fuerzas. Pero después de eso… prepárate para lo peor.
Heine, sin muchas opciones, aceptó la tregua, mirándolo con odio antes de retirarse junto con sus fuerzas. La batalla había terminado, al menos por ahora.
Escenario: Pasillo del Castillo
Con la adrenalina de la batalla todavía fluyendo, Snow se acercó a Rokugo, su rostro lleno de emoción y agradecimiento.
—Rokugo… yo… —titubeó, y antes de poder contenerse, se lanzó hacia él, besándolo apasionadamente. La emoción de la victoria y el alivio se habían apoderado de ella.
Rokugo la dejó hacer por un momento, y luego, con una sonrisa juguetona, se apartó un poco.
—Eres sexy, Snow, pero no te confundas. No te veo como algo serio. —Le guiñó un ojo—. Quizás, como una aventura de una noche, pero nada más.
Snow sintió cómo el calor subía a su rostro, su expresión pasando de aturdimiento a indignación.
—¿¡Qué!? —gritó, alzando el puño amenazadoramente—. ¡Cómo te atreves a…!
Antes de que pudiera soltar un golpe, Grimm y Rose, visiblemente emocionadas, corrieron hacia ellos y se abalanzaron sobre Rokugo en un abrazo.
—¡Comandante! —Grimm exclamó, con una sonrisa de alivio—. ¡Gracias por salvarnos! ¡Pensé que nos habías abandonado para siempre!
Rose también lo abrazó, apretando con fuerza. —Sí, Rokugo. Prométenos que no nos abandonarás de nuevo.
Rokugo, un tanto abrumado por la muestra de afecto, se rascó la cabeza con una sonrisa.
—Eh, chicas, tranquilas. Ya saben que soy demasiado genial como para dejar que algo les pase… Además, soy un tipo de palabra. No las dejaré atrás mientras haya diversión en el horizonte.
Mientras sus compañeras lo abrazaban y Snow lo miraba entre confundida y molesta, Rokugo no pudo evitar sonreír. Había evitado la destrucción del reino, por ahora, y aunque su situación era complicada, no podía negar que disfrutaba cada segundo de su vida como agente de Kisaragi en este mundo lleno de caos.
Escenario: Base de Operaciones de Kisaragi en el Planeta Desértico
Alice estaba terminando de redactar su reporte mientras Rokugo la observaba desde detrás, un poco aburrido. La pantalla mostraba fotos y notas, todo lo necesario para informar a la Corporación Kisaragi sobre su progreso. Al final del documento, Alice agregó una última foto donde aparecían todos: Rokugo, con su típica sonrisa arrogante; ella misma, seria pero profesional; Rose, con una expresión confundida, sin entender por qué estaban posando; y Snow, quien miraba con desconfianza y escepticismo. Grimm, como siempre, estaba dormida en una esquina, sin percatarse de nada.
—Ah, eso debería bastar para el reporte —dijo Alice con satisfacción, añadiendo un toque final al documento—. La base está casi lista para recibir más agentes de Kisaragi. ¡Será el comienzo de nuestra conquista de este planeta!
Rokugo se rió y se cruzó de brazos.
—¡Perfecto! Aunque, a decir verdad, ¿no crees que
Kisaragi deberían darnos un descanso? Me he ganado más puntos malos en esta semana que en todo el tiempo que llevo como agente.
Alice le lanzó una mirada seria.
—No te olvides de que tienes un contrato que cumplir, Rokugo. Aunque sí, admito que has sido bastante… "dedicado" en tu trabajo.
Mientras Alice enviaba el reporte, ambos se pusieron a revisar los informes de otros agentes. Rokugo hojeaba los reportes de forma desinteresada, hasta que uno en particular llamó su atención.
—Oye, ¿qué es esto? —preguntó Rokugo, señalando la pantalla—. Parece que el Agente 22 envió un mensaje de "Misión fallida, planeta hostil".
Alice frunció el ceño y revisó el archivo.
—Sí, ese es el Agente 22. Lo enviaron a un mundo similar a este, con tecnología medieval y aventureros. Veamos qué tiene que decir…
Rokugo y Alice comenzaron a leer el reporte, y a medida que avanzaban, sus expresiones se tornaban cada vez más sorprendidas.
Reporte del Agente 22: "Misión Fallida - Planeta Hostil"
"En mi llegada a este planeta, intenté iniciar con una táctica de baja visibilidad y acepté un empleo como albañil para recopilar información básica sobre la cultura local. Esto fue suficiente para mantenerme bajo perfil por un tiempo, aunque debo decir que el hecho de que nadie cuestionara mi traje tecnológico en un mundo medieval me resultó extraño."
"Entre mis compañeros de trabajo, había una mujer de cabello azul que parecía tener habilidades excepcionales. Podía construir paredes en un tiempo récord y sólo trabajaba medio turno en la construcción, lo cual levantó mi sospecha. En una ocasión, uno de nuestros colegas murió en un accidente, y ella lo revivió con facilidad, aceptando una cerveza como pago. Al principio pensé que era una especie de curandera, pero sus habilidades parecían exceder cualquier explicación lógica."
"En cuanto a la fauna local, descubrí que existen ranas gigantes que pueden devorar personas de un solo lengüetazo. Sorprendentemente, los aventureros de ese mundo cazaban a estas criaturas sólo con espadas. Vi incluso a un sujeto que podía manipular brazos gigantes que salían de su espalda para mover los cadáveres de las ranas. Honestamente, comencé a dudar de mi propia cordura al ver cosas así."
"Entre mis observaciones, noté también una pequeña niña que lograba causar explosiones gigantescas, aparentemente sólo para cazar una de estas ranas. Lo más extraño de todo es que nadie parecía alarmado; era algo rutinario para ellos. Fue en ese momento cuando comencé a pensar que este mundo era mucho más peligroso de lo que inicialmente había anticipado."
"Intenté ganar puntos malos para equiparme con mejores herramientas. Me acerqué a una mujer que parecía una guerrera y decidí asustarla, pero la situación se salió de control. Ella se emocionó y me atacó, y aunque intenté defenderme, su resistencia física era tan absurda que terminé rompiéndome la mano. Era como golpear una pared."
"Para mi asombro, incluso hubo un extraño hombre que afirmaba saber que yo era un espía. Me dijo que mi presencia allí era 'intrigante'. En un ataque de pánico, le disparé, pero no le hizo absolutamente nada. En lugar de reaccionar, simplemente se rió y se fue como si no le importara."
"Por último, debo mencionar que los vegetales en este mundo son capaces de salir de la tierra y atacar a cualquiera que tengan cerca. Los habitantes parecen estar acostumbrados a esto y hasta organizan cosechas armadas. Todo en este planeta es absurdo e ilógico, y he llegado a cuestionar mi cordura durante mi tiempo aquí."
"Para rematar, me informaron que la ciudad donde me encontraba, Axel, era una zona tranquila y usada por los aventureros novatos para iniciarse. Esto significa que, en teoría, era el lugar menos peligroso del planeta."
"Al completar mi máquina de teletransportación para salir de allí, decidí poner a prueba una última teoría sobre la gente de este mundo. Vi a una chica bajita y delgada, sola, y pensé que podría atacarla para medir su reacción. Sin embargo, me di cuenta de que estaba rodeada por esa misma albañil de cabello azul, la guerrera resistente y la niña de las explosiones. Parecía ser la líder de su grupo, y la forma en que la miraban y la respetaban me intimidó. Finalmente, desistí de mi plan y decidí abandonar ese lugar antes de que algo peor me sucediera."
Rokugo y Alice terminaron de leer el reporte en completo silencio. Rokugo parecía atónito, mientras que Alice miraba la pantalla con una mezcla de incredulidad y diversión.
—¿Así que… el Agente 22 fue prácticamente derrotado psicológicamente? —dijo Rokugo, soltando una carcajada—. ¡Ese tipo es un cobarde! ¡Una chica bajita lo intimidó sólo porque parecía ser la líder de un grupo! ¡Ja!
Alice asintió, aunque con un toque de seriedad en su mirada.
—Puede que sea divertido, pero si el Agente 22 falló en ese planeta, eso significa que hay algo más en ese lugar. No deberíamos subestimarlo, especialmente si queremos establecer una base allá en el futuro. Quizás sea mejor evitar enviar agentes a ese planeta… por ahora.
Rokugo chasqueó la lengua, intrigado.
—Me gustaría conocer a esa albañil de cabello azul y a la pequeña explosiva. Se ven como personas interesantes… aunque parece que también son un poco problemáticas. —Hizo una pausa y luego sonrió de lado—. Bueno, mientras no nos crucemos con ellas, todo está bien.
Alice asintió, archivando el reporte del Agente 22 en los registros.
—De acuerdo, centrémonos en nuestra misión aquí. Pronto la base estará lista y podremos traer a los soldados de Kisaragi para iniciar la conquista en serio. Aunque, tal vez en el futuro tengamos que considerar qué tipo de enemigos pueden existir en otros mundos. Si hay personas como las que el Agente 22 describe, puede que enfrentemos obstáculos inesperados.
Rokugo se encogió de hombros, confiado.
—Bah, obstáculos o no, somos de Kisaragi. No hay planeta o grupo de aventureros raros que puedan detenernos.
Alice sonrió, aunque una parte de ella sentía curiosidad por aquel extraño mundo y sus inusuales habitantes. El misterio de ese lugar quedaba como una incógnita para el futuro, una que podría cambiar el rumbo de la Corporación Kisaragi en formas que ni siquiera ellos podían prever.
Escenario: Casa abandonada en el desierto - Base improvisada de Kisaragi
Después de completar el reporte y enviar la información a Kisaragi, Alice se dirigió al equipo tecnológico que había instalado en aquella casa abandonada en medio del desierto. En un rincón de la sala, varios cables colgaban y parpadeaban luces de diferentes colores. Rokugo estaba descansando en una silla, observando cómo Alice terminaba de configurar el sistema.
—Bien, creo que eso es todo. Ahora tenemos internet en esta base improvisada —dijo Alice, dando unos toques finales en el teclado y luego mirando a Rokugo—. Con esto podremos conectarnos directamente con la corporación y transmitir la información en tiempo real.
Rokugo soltó un suspiro de alivio.
—¡Por fin! Estoy harto de estar desconectado del mundo. Ya no podía soportar otro segundo en este caluroso desierto sin poder ver mis programas.
A medida que Rokugo observaba la pantalla de la máquina recién ensamblada, el rostro familiar de Astaroth apareció en la videollamada. Su sonrisa amistosa y una mirada de genuina alegría se mezclaban con una pizca de sorpresa.
—¡Rokugo! —exclamó Astaroth—. ¡Por fin puedo verte! No tienes idea de cuánto hemos esperado esta comunicación.
—Astaroth, ya ni recordaba cuántos meses llevo en este planeta polvoriento —dijo Rokugo, rascándose la cabeza con un gesto entre molesto y aliviado—. Y no me malinterpretes, ¡ha sido una experiencia enriquecedora!, pero… ¿cuándo van a enviar más refuerzos?
La expresión de Astaroth cambió, y su tono se volvió más serio.
—Desearía poder decirte que están en camino, Rokugo —dijo ella, suspirando—, pero hay una nueva revolución en la Tierra, y todos nuestros agentes están luchando contra los rebeldes. La situación está bastante complicada.
Rokugo se inclinó hacia la pantalla, frunciendo el ceño.
—¿Otra revolución? ¿Contra quién están peleando ahora?
—Un grupo de antiguos operativos de la Corporación Kisaragi —explicó Astaroth—. Se unieron y ahora están intentando derrocar las bases de control para formar una nueva organización.
Antes de que Rokugo pudiera responder, un fuerte zumbido de la máquina de teletransporte lo hizo girar sobre sus talones. La estructura emitió un destello brillante, y en medio de las chispas apareció una figura enorme, imponente, con rayas felinas y una cola que se movía con agilidad.
—¡Nyaa, Rokugo! —saludó el recién llegado con una voz grave y amigable, haciendo un gesto con su garra en un saludo familiar—. ¡Hacía tiempo que no nos veíamos en una misión, compañero!
Rokugo soltó una carcajada al reconocer a Hombre Tigre, su antiguo amigo y compañero de combate.
—¡Vaya, mira nada más! Hombre Tigre, pensé que te habías quedado con el grupo de los experimentos de peluches vivientes.
—Bueno, nyaa, lo pensé mucho, —respondió Hombre Tigre, riéndose y mostrando los colmillos en un gesto amistoso—. Me adapté para proteger a los niños, después de todo. Ahora, ¡hasta puedo ronronear para ellos si quieren! Pero jamás olvidaría una misión importante contigo, ¡nyaa!
Astaroth, desde la pantalla, no pudo evitar reírse de la interacción.
—Hombre Tigre es uno de nuestros agentes más dedicados —dijo ella—. De hecho, él fue voluntario para convertirse en un "peluche protector" después de que una horda de rebeldes atacara una colonia de familias en la Tierra.
Rokugo miró a Hombre Tigre con admiración.
—Eso es lealtad y dedicación, compañero. Aunque... —dijo, riéndose—, ¿no te resulta incómodo terminar cada frase con "nyaa"?
Hombre Tigre soltó una risa profunda y sin titubeos.
—Para nada, nyaa. Es la manera perfecta de demostrarle a los niños que soy de fiar y que no les haría daño, nyaa. Si eso significa protegerlos mejor, entonces estoy feliz de "nyaar" cuando sea necesario.
La seriedad y convicción en la voz de Hombre Tigre demostraban cuánto respetaba su misión de proteger a los más vulnerables, pero Rokugo no pudo evitar responder con una sonrisa burlona.
—Bueno, con esa actitud de "niñera felina" seguro que te ganaste unas cuantas miradas extrañas, amigo.
Hombre Tigre encogió los hombros con resignación.
—Sí, pero no hay nada que no haría por un "¡Gracias, señor Tigre!" al final del día, nyaa. Y ahora, aquí estoy, listo para ayudarte a limpiar este planeta 407 de lo que sea que lo amenace, nyaa.
Rokugo sonrió de lado y se cruzó de brazos, sintiéndose reconfortado por la presencia de su leal y peculiar compañero.
En ese momento, la pantalla parpadeó y apareció la cara de Astaroth, uno de los líderes de la Corporación Kisaragi. Ella tenía una expresión molesta y un leve tono de celos en su voz.
—Rokugo, querido, he oído que te niegas a regresar a casa y prefieres quedarte en ese planeta inhóspito… rodeado de tres lindas chicas según tu reporte. ¿Eso es cierto?
Rokugo se rió, dándose una palmada en la pierna.
—¡Oh, Astaroth! ¿Estás celosa? Créeme, ninguna de esas chicas puede igualarte. Además, sólo estoy aquí porque quiero asegurarme de que esta misión sea un éxito. Nada de sentimentalismos, ya sabes.
Astaroth frunció el ceño, claramente molesta.
—Espero que así sea, Rokugo. No me gustaría pensar que has perdido el rumbo por un par de sonrisas. Pero en fin, les enviaré refuerzos.
Rokugo se llevó las manos a la nuca, contento.
—¡Perfecto! El Hombre Tigre será una gran ayuda aquí. No puedo esperar para verlo en acción de nuevo.
Alice asintió mientras revisaba algunos archivos en la computadora.
—Bien, en cuanto llegue el Hombre Tigre, podremos continuar con nuestras operaciones. Nos han asignado una misión interesante para empezar.
Escenario: En una misión para cazar una langosta titánica
Rokugo suspiró y se volvió hacia Hombre Tigre, quien estaba claramente emocionado de explorar el nuevo mundo.
—Mira, amigo, tengo que ponerte al tanto de lo que nos espera aquí —dijo Rokugo, con un tono de advertencia—. Este planeta, que llaman "407," es mayoritariamente desértico, o al menos el Reino de Tilis, donde estamos. Entre tanta arena y ruinas, hay muy pocos hombres, ya que la guerra los ha diezmado; la mayoría de la población es femenina. Eso significa que tendrás que controlar tu "impresionante encanto," ¿sí? Este no es nuestro territorio.
Hombre Tigre asintió, pero sus orejas se movían con interés por la información.
—Entiendo, nyaa. Pero, ¿y los enemigos? ¿Algún tipo de fauna local que deba conocer?
Rokugo sonrió.
—Ah, sí, los monstruos aquí son una especie de "animales gigantes". Les llaman "Titanes." No son solo grandes y brutales; tienen un talento molesto: regeneración. La única forma de matarlos es darles en la nuca, así que mantén eso en mente si tienes la mala suerte de enfrentar uno.**
Hombre Tigre gruñó y se pasó una garra por la barbilla, tomando nota.
—Curioso, nyaa. Nunca me he enfrentado a nada así. Bueno, al menos no me hace falta una motosierra, ¿verdad?
Rokugo soltó una carcajada.
—No te confíes tanto. Yo ya he tenido que activar el modo SIN LIMITES de mi traje y usar la motosierra al menos tres veces desde que llegué aquí. Y tú sabes que en la Tierra casi nunca recurro a ese modo. Aquí, cada monstruo es una pelea a muerte.
La expresión de Hombre Tigre pasó de divertida a concentrada.
—Eso sí que es serio, nyaa. No imaginaba que fuera tan intenso.
—Créeme, lo es. —Rokugo asintió y luego le dio una palmada en la espalda—. Pero hablemos de algo más agradable. Ven, quiero presentarte a mi unidad.
Rokugo guió a Hombre Tigre hasta donde estaban Snow, Rose y Grimm. Las tres miraron con asombro al recién llegado, que saludó con una inclinación educada.
—Chicas, él es Hombre Tigre, un viejo amigo y compañero de mi país. Vino para ayudarnos en la misión.
Snow examinó a Hombre Tigre, pero su atención se dirigió rápidamente a su enorme espada.
—Impresionante arma que tienes ahí, Hombre Tigre. ¿La usaste en muchas batallas?
—Por supuesto, nyaa. En la Corporación Kisaragi, cada agente se enfrenta a todo tipo de peligros, y nunca falta una buena pelea, nyaa.
Mientras tanto, Rose lo olfateaba curiosamente y ladeaba la cabeza.
—¿Eres algún tipo de quimera? —preguntó con genuina intriga—. Pareces un felino, pero no huelo carne en ti, así que… ¿qué eres?
Hombre Tigre dejó escapar una carcajada amistosa.
—Digamos que fui "mejorado" por nuestro país. Así es más fácil cuidar a… criaturas jóvenes. Y cuando es necesario, ¡también peleo, nyaa!
Por otro lado, Grimm se despertó bruscamente de su siesta en el suelo, lanzándose hacia atrás al ver a Hombre Tigre.
—¿Qué… es eso? —dijo, tratando de estabilizarse—. ¡Pensé que estaba teniendo otra visión!
Rokugo se cruzó de brazos y observó cómo sus tres compañeras trataban de procesar la presencia de un tigre humanoide en el grupo.
—Es un amigo confiable. Nos conoce bien a Alice y a mí, y no se preocupen por su apariencia. Pueden confiar en él como si fuera uno de los nuestros.
Snow miró a Rokugo con curiosidad, mientras Rose y Grimm intercambiaban miradas.
—¿Así que de ahí vienes, Rokugo? —dijo Snow, interesada—. ¿Es un país donde todos son así de… únicos?
—Digamos que nuestra tierra es… distinta —respondió Rokugo con un tono evasivo, intercambiando una mirada rápida con Alice y Hombre Tigre—. Pero, eso es todo lo que necesitan saber, por ahora.
Rose suspiró, un poco frustrada por la falta de respuestas, pero no insistió.
—Bueno, supongo que solo nos queda confiar en ustedes, ya que estamos todos en el mismo barco, o en el mismo desierto, al menos.
Rokugo miró a Hombre Tigre y asintió.
—Eso mismo, Rose. —Luego se volvió hacia su viejo amigo—. Bienvenido al equipo, Hombre Tigre. Esto apenas comienza, y seguro que nos divertiremos.
Más tarde, Rokugo llevó a Hombre Tigre ante la princesa Tilis para completar la documentación necesaria y oficializar su incorporación temporal en la unidad.
—Princesa Tilis, he venido a solicitar que mi colega, Hombre Tigre, sea admitido como miembro ocasional de mi grupo de combate. Su fuerza y habilidades pueden ayudarnos en las próximas misiones, explicó Rokugo, con una ligera inclinación.
La princesa observó a Hombre Tigre con ojos amplios y curiosos. Era evidente que la figura de un tigre humanoide la sorprendía, aunque mantenía una sonrisa de bienvenida.
—Vaya, vaya, Rokugo. Parece que tienes amigos bastante peculiares —dijo Tilis, lanzando una mirada divertida—. Es un alivio ver que por fin tienes un aliado. Aunque, ¿no estarán planeando alguna especie de invasión a nuestro reino, verdad?
Rokugo soltó una risa falsa, fingiendo tomarse el comentario a la ligera.
—Claro que no, princesa. No hay planes de ese tipo, puedo asegurarlo. Estamos aquí para ayudar.
La princesa asintió, complacida con su respuesta, y finalmente aceptó su solicitud. Luego, sin perder tiempo, le asignó al grupo una misión que parecía casi un favor personal.
—Perfecto, entonces les tengo una misión especial —continuó Tilis—. Necesito que cacen a un Mokemoke. Es una especie de langosta titán que vive en el bosque prohibido. Pueden crecer hasta el tamaño de un humano promedio, pero lo que hace que esta criatura sea especial es su carne: si aplican un químico especial al cuerpo justo después de matarlo, evitarán que se evapore, y podrán traer de regreso un delicioso manjar que es muy valorado en Grace.
Rokugo asintió, captando el propósito de la misión, y luego el equipo, incluido Hombre Tigre, se preparó para dirigirse hacia el bosque prohibido.
El bosque prohibido estaba envuelto en una penumbra espesa y un aire cargado de misterio que hacía que cada paso crujiera bajo los pies. Apenas habían avanzado cuando escucharon el sonido de pinzas gigantescas golpeando las ramas. Un enorme Mokemoke emergió, su caparazón resplandeciendo bajo la poca luz del sol que se colaba entre las ramas.
—Bueno, eso no se ve tan amistoso, murmuró Rokugo, sacando su arma y activando su traje.
El equipo se preparó para la batalla. Hombre Tigre avanzó con agilidad, esquivando las tenazas con facilidad mientras intentaba acercarse. Snow atacaba por un flanco, aprovechando cualquier apertura. Rose intentaba morder el caparazón de la criatura cada vez que la bestia giraba hacia otra dirección, mientras que Grimm lanzó una maldición antes de ser lanzada hacia un árbol por una de las pinzas, quedando inconsciente.
La batalla se tornaba intensa cuando, en un giro rápido, el Hombre Tigre consiguió amputarle una tenaza al Mokemoke. La criatura chirrió con fuerza, retrocediendo, pero Snow no desperdició la oportunidad. Con un movimiento preciso, se lanzó hacia el Mokemoke y atravesó su nuca con su espada. Luego aplicó el químico anti-evaporación, asegurándose de que la carne se mantuviera intacta.
Rokugo, mientras observaba la criatura morir, dejó escapar un suspiro.
—Pobre tipo… después de todo, solo era un animalote inocente, murmuró, sintiendo un extraño remordimiento al ver la expresión inerte del Mokemoke. Aunque el grupo celebraba la victoria, él se quedó un momento en silencio, reflexionando sobre la criatura caída.
De regreso en la base - Problemas con la tribu Kachiwari/Headslitters
Mientras el grupo regresaba por el sendero oscuro del bosque, aún cargando los restos del Mokemoke, el ambiente se volvió tenso. Rokugo sintió una especie de vibración en el aire, como si los árboles mismos estuvieran susurrando advertencias. Un instante después, figuras cubiertas de barro comenzaron a emerger entre la vegetación, cada una con una máscara de madera tallada y hachas de guerra en las manos.
—¿Pero qué…? —murmuró Snow, colocando la mano en su espada.
Alice analizó las figuras, pero su chip interno solo emitía errores y códigos desconocidos. Rokugo frunció el ceño y concentró su propio chip de traductor, pero el lenguaje que hablaban los nativos no se traducía en absoluto. Los Headslitters, como los conocían los locales, hablaban en una lengua antigua y casi espiritual, incomprensible para todos.
—Esto no se ve bien, dijo Grimm, intentando mantenerse despierta y maldiciendo entre susurros. **—Siempre me dijeron que los Headslitters solo salen cuando sienten que su territorio está en peligro… o cuando buscan venganza.
Uno de los Headslitters, cubierto de barro rojizo, dio un paso adelante, levantando el hacha en un gesto de advertencia y emitiendo un sonido gutural, como si los árboles y el viento fueran su voz. La comunicación era imposible, y parecía que la tribu estaba consciente de lo que había ocurrido con el Mokemoke.
—No podemos enfrentarnos a todos ellos —susurró Hombre Tigre mientras mantenía la mirada fija en cada movimiento de los nativos—. No sin arriesgar el manjar que acabamos de conseguir.
Rokugo alzó las manos, intentando mostrar que no tenían malas intenciones, aunque sabía que la tribu estaba lejos de entender sus palabras. Lentamente, comenzó a retroceder, gesticulando para que su equipo hiciera lo mismo.
—Es mejor que no los provoquemos, susurró Rokugo al grupo. **—Por lo que sabemos, estos tipos podrían aplastarnos antes de que tengamos oportunidad de siquiera contraatacar.
Mientras se retiraban, los Headslitters no avanzaron. Observaban, moviéndose solo cuando el grupo intentaba alejarse. Era como si les estuvieran permitiendo marcharse como una advertencia, un recordatorio de que el bosque y sus criaturas les pertenecían.
—Gracias al cielo… —exclamó Snow en voz baja, aunque todavía con una mano en su espada, lista para cualquier reacción violenta.
—Esto fue solo un aviso, murmuró Alice, sus ojos fríos analizando a la tribu mientras se alejaban. **—Dudo que tengamos una segunda oportunidad si volvemos a este bosque.
Finalmente, los Headslitters se desvanecieron entre las sombras, y el grupo emergió de nuevo en la seguridad del claro, con el Mokemoke aún en sus manos y un recordatorio claro de que debían evitar a la tribu en futuras expediciones.
Escenario: Reino vecino - La misión de negociación de agua
Al llegar de regreso a su base, Rokugo y el equipo finalmente pudieron relajarse, pero la calma no duró mucho. Alice revisaba
—Ah, aquí vamos… —murmuró Rokugo, mientras se acercaba para leer el mensaje.
Alice soltó una pequeña risita y le dio un golpecito a la pantalla para mostrarle a los demás.
Mensaje de Tilis: "Rokugo, no puedo creer que hayas utilizado semejante… clave para el generador de agua. ¿De verdad 'Festival del pene'? El rey de Grace se negó a decirla y, en su frustración, abandonó el lugar sin proveer agua a su gente. Ahora, sin agua y sin generador, me veo obligada a enviarlos al reino vecino de Toris para negociar un suministro. Como embajadores, claro."
Rokugo no pudo evitar reír, aunque algo nervioso, al recordar la reacción del rey.
**—¡Ja, ja! No puedo creer que realmente causé todo esto… —dijo, con una sonrisa socarrona—. Aunque, hey, ¿a quién se le ocurre rechazar una clave tan… emblemática?
Alice negó con la cabeza, un tanto divertida. **—Es increíble lo lejos que has llegado con tu sentido del humor… o de falta de él.
La princesa continuaba en su mensaje: "Se les ha concedido la misión de embajadores. El reino de Toris organiza un banquete en su honor. Aprovechen la oportunidad para que la negociación fluya y cumplan con las formalidades. Ah, y por favor, esta vez sin claves absurdas."
—Embajadores, nada menos —añadió Grimm, sonriendo de manera burlona—. **Rokugo, ya eres todo un diplomático.
Rokugo rodó los ojos y, usando sus puntos de comportamiento cuestionable, canjeó un 4x4 de apariencia moderna, ideal para el trayecto al reino vecino.
Rose quedó boquiabierta. **—¡Un vehículo sin animales! Esto es como lo que cuentan las leyendas de hace siglos, los… ¿autos?
—Tómalo como otro milagro de Kisaragi, Rose —dijo Rokugo, dándole una palmada en la espalda antes de arrancar.
Al llegar a la frontera de Toris, los guardias los miraron con recelo al ver el inusual medio de transporte, pero Rokugo y su grupo presentaron sus intenciones diplomáticas. Una escolta los condujo a la capital, donde fueron recibidos con toda la pompa en el palacio.
—Hay un banquete en su honor. Por favor, prepárense y vístanse adecuadamente —les indicó un asistente del reino.
Más tarde, mientras se alistaban, Alice ajustaba un elegante vestido de gala, que resultaba bastante moderno en comparación con las modas medievales de Toris. Rokugo lucía una versión sobria y contemporánea de traje de gala. Sin embargo, Snow apareció con un vestido que apenas dejaba algo a la imaginación, escandalosamente provocador.
—¿Snow? —Rokugo arqueó una ceja—. **¿Pretendes seducir al príncipe Engel o qué?
Snow sonrió con picardía. **—Exactamente. Si logro hacerlo hablar de más, podríamos chantajearlo para conseguir el agua gratis.
Alice le lanzó una mirada escéptica. **—Snow, incluso si el príncipe fuera un pervertido, dudo que arriesgara su reputación y un conflicto internacional coqueteando con una embajadora.
Snow cruzó los brazos, lanzándoles una mirada desafiante. **—A veces, Rokugo, subestimas mis encantos.
Rokugo suspiró. **—Haz lo que quieras, pero recuerda que estamos aquí para negociar, no para iniciar una telenovela.
Mientras Rokugo terminaba de ajustarse su traje de gala, observó a Snow reunirse con Grimm, quien llevaba un vestido algo extraño: a pesar de ser formal para el ambiente medieval, tenía un toque anticuado y sensual que parecía haber salido de otra época. Caminando descalza sobre la alfombra, Grimm suspiró con una sonrisa de alivio.
—Ah, sentir la alfombra en mis pies… esto es pura dicha— murmuró, cerrando los ojos.
Rokugo no pudo resistir la oportunidad de molestarla.
**—¿Así que ese es tu concepto de "provocador"? —soltó una carcajada—. Ese vestido estaba de moda hace unos ochenta años, Grimm. Y dime, ¿en serio puedes caminar sin tu silla de ruedas aquí, pero sin zapatos?
Grimm lo fulminó con la mirada, levantando su dedo acusador. —¡Que Zenarith te libere de tu… libido! —exclamó con tono solemne.
Rokugo, previendo lo que se venía, rápidamente movió la mano de Grimm hacia otro lado. La maldición salió disparada en dirección incierta, rebotando en la pared y perdiéndose en la distancia.
—Ya sabes, Grimm, podrías causar un verdadero caos si sigues lanzando maldiciones a lo loco, —bromeó Rokugo.
En el banquete, apenas se sirvió la comida, Rose se lanzó hacia la mesa, devorando de todo sin ningún tipo de modales. Alice y Rokugo intentaban mantener la compostura, disimulando el espectáculo que daba su compañera.
Mientras tanto, Snow y Grimm se dedicaron a ejecutar sus particulares "estrategias" para acercarse a los príncipes de Toris. Snow intentó llamar la atención del príncipe mayor, Engel, pero él parecía distraído, sin prestarle demasiada atención, lo cual la sorprendió considerando la reputación del príncipe como mujeriego.
Por otro lado, el príncipe menor, intrigado por la presencia de Grimm, se acercó a ella con curiosidad.
—Disculpe, señora… pero, ¿por qué no lleva zapatos? —le preguntó, visiblemente intrigado.
Con una expresión mística, Grimm respondió solemne. —Es por motivos religiosos. Mi dios Zenarith considera que los zapatos son una barrera para el flujo de energía… espiritual.
Desde su asiento, Rokugo miraba la escena y susurró a Alice: —¿Qué te parece si finjo que Grimm se siente mal y la apuñalamos discretamente? Luego, nos retiramos y la revivimos cuando volvamos a Grace.
Alice soltó una risa disimulada. —Y de paso, podríamos dormir a Rose metiendo algo en su comida antes de que acabe con todo el banquete.
Rokugo asintió, observando cómo Grimm continuaba con su solemne discurso sobre las creencias de Zenarith y Snow hacía lo posible por llamar la atención de Engel sin éxito. Las cosas parecían ir en picada, pero al menos Rokugo disfrutaba del caos habitual que siempre acompañaba a su equipo.
El príncipe levantó una ceja, claramente confundido, pero no dejó que eso lo detuviera.
—Eso es… interesante. —Sin embargo, cuando Grimm se enteró de que el príncipe tenía una novia comprometida, su ánimo decayó y decidió lanzarle una "pequeña maldición" para que se empapara, la maldición rebotó y terminó empapándose ella misma.
Grimm soltó un chillido de frustración mientras se sacudía la ropa mojada.
—¡¿Por qué siempre me pasa esto a mí?! —gritó mientras Snow se tapaba la boca, tratando de no reír.
La llegada de Heine y Russel - Nueva Alianza
Mientras las cosas se complicaban en la negociación
Incapaz de soportar más la vergüenza, Rokugo suspiró y asintió hacia Alice para retirarse de la sala. A lo lejos, Snow continuaba halagando al príncipe Engel, quien parecía cada vez más incómodo con los intentos de seducción descarada de su "embajadora".
—Su Alteza… debe ser usted el príncipe más encantador del reino— dijo Snow, acercándose peligrosamente a él mientras el príncipe, con una sonrisa tensa, miraba a otro lado buscando algún escape.
Mientras tanto, Rose devoraba sin discriminación todo lo que estaba en la mesa—huesos, servilletas y hasta algún que otro plato—y Grimm se revolcaba en el suelo, frustrada por el fracaso de sus propias estrategias de seducción.
Rokugo y Alice caminaron en silencio a través del pasillo hacia otra sección del castillo, intentando procesar el desastre de su equipo.
—Si buscas una chica realmente sensual, competente y leal, deberías considerar las Androide X de Kisaragi— sugirió Alice con su lógica de robot. —Son programadas específicamente para eso, sabes.
—Suena como una opción tentadora, Alice— rió Rokugo mientras doblaban una esquina.
Fue entonces cuando algo les llamó la atención en una de las habitaciones laterales del castillo. Detrás de unas gruesas cortinas, encontraron lo que parecía un tubo generador de homúnculos, parecido al equipo de conversión mutante que Kisaragi usaba para crear agentes con habilidades especiales.
—¿Así que este reino tiene sus propios proyectos de "creación de aliados"? — murmuró Rokugo con una sonrisa perversa. —¿Será que aquí también están fabricando chicas sensuales?
De repente, una voz sonó a sus espaldas.
—No deberíais estar aquí— dijo la demonio Heine, observándolos con expresión suspicaz mientras un joven de aspecto animal, Russel, se mantenía junto a ella. La apariencia del niño era llamativa: una mezcla de humano y quimera, con rasgos que recordaban a Rose.
Rokugo se giró, alzando una ceja. —Bueno, bueno, si no es la demonio de Grace. ¿Así que tú también estás aquí? ¿Y con un guardaespaldas?
Heine resopló. —Esto no es una invasión, si eso pensáis. Estamos aquí en busca de una alianza con el reino de Toris. El Lord Demonio desea cooperación contra Grace, no conflicto.
Alice escaneó rápidamente a Russel. —Curioso sujeto. Es como una versión "mejorada" de Rose… ¿o una versión en miniatura?
Russel, irritado, le lanzó una mirada amenazante. —¡No soy ninguna "versión"!
Heine los miró a ambos, entrecerrando los ojos. —Si realmente sois embajadores, entonces os sugiero que os comportéis como tal… y dejéis de meter las narices en asuntos que no os incumben.
Rokugo solo sonrió de vuelta. —Tranquila, Heine, solo estábamos haciendo turismo. Aunque parece que este sitio tiene secretos más interesantes de los que esperaba.
Conflicto con el príncipe mayor - Guerra en camino
Durante una recepción oficial, Rokugo intentó negociar directamente con el príncipe mayor, pero como era su costumbre, llevó las cosas demasiado lejos y terminó su " exhibicionismo" con el príncipe. El príncipe, ofendido y humillado por la arrogancia de Rokugo, declaró la guerra a Kisaragi y a sus aliados en represalia.
Alice suspiró, notando cómo los intentos de diplomacia de Rokugo siempre acababan en desastre.
—¿Por qué siempre tienes que empeorar las cosas? Ahora tenemos dos reinos en guerra contra nosotros —dijo Alice, masajeándose las sienes.
Rokugo se encogió de hombros, completamente despreocupado.
—Bah, es más divertido así. Además, ¿acaso no es emocionante que todos estén en nuestra contra? ¡Eso solo significa más puntos malos para mí!
El equipo de Kisaragi, ahora enredado en una guerra no planificada y rodeado de enemigos por todas partes, enfrentaría nuevos retos. Sin embargo, como siempre, Rokugo y sus compañeros parecían tomarse la situación con una mezcla de arrogancia, despreocupación, y caos… el sello distintivo de Kisaragi.
Escena: El auto safari y las desgracias de Grimm
Un par de semanas después de haber llegado al desierto, el equipo de Kisaragi se encontraba viajando por una vasta extensión de arena en un auto safari que Rokugo había "canjeado" de su catálogo. El vehículo era un modelo rudimentario, con un motor ruidoso, ruedas gruesas y un diseño que podía atravesar el terreno más difícil. A pesar de que Alice había advertido sobre los peligros del desierto, no podía evitar sentir una cierta fascinación por la facilidad con que Rokugo lograba conseguir "cosas" útiles con sus puntos malos.
Grimm, por otro lado, estaba disfrutando de la velocidad del viaje. El viento soplaba en su rostro mientras se aferraba al borde del vehículo, completamente emocionada por la adrenalina. La niña estaba tan eufórica que ni siquiera se percató de los baches del terreno.
—¡Wooooo! ¡Esto es lo más divertido que he hecho en toda mi vida! —gritó Grimm, riendo a carcajadas mientras sentía cómo el viento le despeinaba el cabello.
Rokugo la observó por el espejo retrovisor, ligeramente preocupado.
—Grimm, cuidado, que esto no es un parque de diversiones, ¿eh?
Pero antes de que pudiera decir algo más, el auto dio un gran brinco al pasar por un bache en la arena, y Grimm salió disparada del vehículo como un proyectil, aterrizando violentamente sobre el suelo.
—¡GRIIIIIMMM! —gritó Alice, horrorizada.
Grimm quedó tendida en la arena, inmóvil. Los otros miraron rápidamente hacia atrás, pero lo que encontraron no fue alentador. Unos lobos titan que merodeaban por el desierto se abalanzaron sobre el cuerpo de Grimm, empezando a atacarla con sus enormes mandíbulas.
Rokugo no perdió tiempo. Saltó rápidamente del vehículo y corrió hacia ella con la esperanza de salvarla, pero fue demasiado tarde. La escena fue brutal, y no había nada que pudieran hacer para evitarlo.
Sin embargo, al poco tiempo, la resurrección de Grimm no tardó prepararse,
Grimm apareció de nuevo, completamente restaurada, como si nada hubiera pasado.
—¡No quiero volver a ver eso! —gritó Grimm, claramente traumatizada—. ¡Los lobos me iban a comer! ¡Y ni siquiera me dejaron disfrutar del auto !
Rokugo, que ya había comenzado a acostumbrarse a sus resurrecciones, la miró con calma y luego se giró hacia Alice.
—Bueno, ya que estás viva, ¿por qué no vamos a buscar esas nueces de agua? Al menos podremos obtener algo útil de todo esto.
En la búsqueda de las Nueces de Agua
Después de lo que parecía una eternidad en el desierto, finalmente llegaron al lugar donde las nueces de agua supuestamente crecían. Estas nueces, que en realidad eran una especie de fruto gigante que contenía agua comprimida, eran vitales para sobrevivir en ese árido desierto.
—¡Aquí están! —gritó Snow mientras levantaba un par de nueces de agua, con una sonrisa de victoria.
Mientras Snow, emocionada, se adelantaba recolectando las nueces de agua con toda la energía de una heroína ansiosa por regresar triunfante, Grimm se quejaba de cada paso que daba sobre la arena caliente.
—Esto es horrible… ¿Cómo esperan que camine en este desierto en la arena caliente? urmuró, con una mueca de desagrado mientras trataba de mover los pies sobre la arena.
Rokugo se tumbó en el suelo para descansar un poco, sin mostrar el menor signo de agotamiento, El desierto parecía interminable, y las temperaturas abrasadoras no ayudaban a la moral del grupo.
Rokugo se incorporó, estirándose perezosamente, y la observó.
—Muy bien, Grimm. Ya que las encontramos, ¿por qué no tomas un pequeño descanso? —dijo, sonriendo de manera traviesa—.
—Tranquila, Grimm, déjala a Snow hacer todo el trabajo. Podemos sentarnos y relajarnos, ¿no crees?
Grimm parpadeó, intrigada, y asintió lentamente. Pero en el momento que se acomodó, sintió las manos de Rokugo sujetándola con fuerza por los hombros.
—¡A-Ah! ¡¿Qué estás haciendo?! —gritó Grimm, mientras intentaba forcejear para liberarse.
Rokugo miró a Alice con una sonrisa calculadora.
—Alice, canjea algunos puntos malos y trae unos calcetines, quiero hacer una pequeña prueba con nuestra sacerdotisa aquí.
Alice, sin inmutarse, accedió y sacó un par de calcetines del inventario. Mientras tanto, Grimm, al ver las intenciones de Rokugo, entró en pánico y comenzó a retorcerse, dándole un buen cabezazo en la nariz en su intento de soltarse.
Grimm se retorció de inmediato, mirando con pánico a Rokugo.
—¡No, no, no! ¡Si me ponen zapatos, voy a explotar! ¡Es una maldición
! —gritó, dándose golpes en la cabeza, como si eso pudiera detener a Rokugo.
Rokugo, con una sonrisa burlona, levantó una ceja y miró a Alice.
—¿Qué opinas, Alice? ¿Le pones los zapatos o me ahorro un poco de drama?
—¡No, no, no! ¡Déjenme ir! ¡Les digo que si me pongo esos calcetines, explotaré! —gritaba, mientras se retorcía en un ataque de desesperación.
Alice, con su lógica fría de androide, ignoró los gritos de Grimm y comenzó a colocarle los calcetines en los pies, mientras explicaba:
—Esta "maldición" es una mera manifestación psicológica. Las probabilidades de explosión son prácticamente inexistentes.
Grimm, al borde de las lágrimas, miró a su alrededor y comenzó a gritar, desesperada:
—¡Rose! ¡Snow! ¡Auxilio! ¡Auxiliooooo!
Pero antes de que sus compañeras pudieran responder, un fuerte temblor sacudió el suelo. En un instante, la arena comenzó a desplomarse, y una figura colosal emergió de la tierra, lanzando nubes de polvo y escombros alrededor. Un topo titán gigante, con una piel endurecida y ojos rojos llenos de furia, surgió frente a ellos, tan grande que su presencia oscurecía el sol.
—Ehhh… chicos… creo que… acabamos de despertar al Rey de la Arena —murmuró Snow observando al titán con una mezcla de sorpresa y terror.
—¡Eso no es buena señal! —gritó Alice mientras el monstruo se abalanzaba hacia ellos.
El monstruo soltó un rugido profundo, que resonó como un trueno a través del desierto. Snow, sin pensarlo dos veces, saltó hacia el vehículo.
—¡Suban rápido! ¡Nos aplastará!
Todos subieron al auto safari, y Rokugo pisó el acelerador mientras el gigantesco topo titán los perseguía a toda velocidad, su cuerpo causando terremotos con cada paso. Con un giro brusco, intentaron escapar por una duna, pero en el último momento, el titán saltó sobre ellos, aplastando el vehículo bajo su peso.
Mientras el titán desaparecía bajo la arena, Rokugo observó los restos del auto safari con desánimo.
—Bien… ahí se fue nuestro transporte. Y, genial, no tengo suficientes puntos malos para canjear otro.
Alice cruzó los brazos y lanzó un suspiro robótico.
—Bueno, supongo que tendremos que caminar de regreso
—¡Vamos a tener que caminar! ¡Prepárense, porque este va a ser un viaje largo!
Por cierto, señor Rokugo, ¿cómo planea recolectar los puntos malos necesarios para nuestro próximo vehículo?
Rokugo suspiró, observando el horizonte desértico con resignación.
—Supongo que siempre podemos hacer algo…
La lucha por sobrevivir en el desierto
—¡Esto no está bien! —se quejó Grimm, sudando a mares—. ¡¡Me voy a derretir aquí!!
Caminando bajo el sol abrasador del desierto, cada paso parecía robarles el aliento. El calor era tan intenso que incluso la sombra bajo sus pies parecía evaporarse. Después de varios días sin rumbo, sin agua suficiente y agotados, el equipo decidió comenzar a viajar de noche. Durante el día, se refugiaban en una carpa comprimible de Kisaragi, diseñada para soportar el calor extremo.
Grimm, sin zapatos y cada vez más agotada, pronto ya no pudo caminar. Rose terminó cargándola en los hombros, y aunque Grimm intentaba mantenerse animada, cada hora se hacía más difícil para ella soportar el calor. Tras días de lucha en esas condiciones, el agotamiento finalmente hizo mella.
Una noche, mientras descansaban en la carpa, Grimm, pálida y sin fuerza, simplemente dejó de moverse.
Alice revisó el pulso de Grimm y confirmó en voz baja:
—No ha sobrevivido a la insolación. Grimm… ha muerto.
La noticia dejó al grupo en silencio. Una tensión espesa se asentó en la carpa. A pesar de la naturaleza especial de Grimm y de que en circunstancias normales ella podría regresar, los días sin rumbo ni recursos habían comenzado a hacer estragos en la mente de todos.
Rokugo notó que Rose observaba el cuerpo de Grimm de una forma peculiar. Los días sin agua y la desesperación les habían hecho pensar en opciones extremas, aunque ninguno se atrevía a decirlo en voz alta. Entonces, en un arranque de instinto, Rose intentó morder la mano de Grimm.
—¡Hey, hey, hey! —Rokugo la apartó de un tirón, empujándola con firmeza—. ¡No vamos a hacer esto! Aún puede revivir… sólo necesitamos llevarla al templo de Zenarith.
Rose, con ojos hambrientos y frustración acumulada, miró a Rokugo, pero retrocedió. Sabía que su jefe tenía razón, aunque la desesperación la había empujado al borde.
—¡Maldición, Rose! —gritó Rokugo, sacudiendo la cabeza mientras la situación se volvía aún más ridícula.
Alice, observando con calma, añadió:
—Conservamos suficiente energía para mantenernos hasta el templo. Aunque no haya recursos aquí, lo racional es conservar los esfuerzos.
Rokugo asintió, tratando de recuperar su compostura. Con un suspiro, miró el cuerpo de Grimm y luego a su equipo. Sabía que debían superar la desesperación antes de que el desierto acabara con todos ellos.
Las noches en el desierto eran su única salvación. A pesar de las temperaturas más bajas, el agotamiento y la sed ya habían hecho estragos en sus cuerpos y su moral. La desesperación se intensificaba, y el contador de puntos malos de Rokugo seguía peligrosamente bajo.
—¡Por favor, comandante! —dijo Snow una noche, desesperada y tratando de ser útil—. ¡Puede usarme para ganar puntos malos! ¡Prometo hacer todo lo necesario!
Rokugo suspiró, frustrado. Aunque el ofrecimiento de Snow parecía tener potencial, no funcionaba. El contador seguía sin reaccionar; el consentimiento mutuo le quitaba el efecto "malvado" necesario para sumar puntos.
En otro momento, Rokugo incluso intentó mirar bajo la falda de Grimm en un último intento de sumar puntos, pero la falta de reacción de la "muerta" también dejó el contador intacto.
Finalmente, Snow y Alice acordaron que esa noche se retirarían un poco más lejos con el cuerpo de Grimm, dejando "casualmente" a Rose a solas con Rokugo en la carpa. Rokugo se sentó con un suspiro, convencido de que tal vez tendría una noche tranquila.
—Tengo tanta hambre que… si no como algo pronto… podría empezar a verte como comida, comandante —murmuró Rose en voz baja y con una sonrisa de dientes afilados.
Rokugo arqueó una ceja, pensando que Rose tenía una pésima manera de coquetear. Intentó suavizar la situación.
—Oye, Rose… No quiero romper tu corazón, pero… hay una diferencia de edad entre nosotros.
Sin embargo, antes de que pudiera seguir hablando, Rose se lanzó sobre su mano y la mordió con fuerza, sus dientes clavándose en su piel.
—¡¿Qué rayos…?! —Rokugo retrocedió de inmediato, dándose cuenta de que Rose no estaba bromeando y que realmente tenía hambre.
Rápidamente, se preparó para el combate, sus nudillos listos para la pelea.
—Soy el Agente Especial 6, Rokugo de la Corporación Kisaragi… y ahora, ¡obtendré mis puntos malos contigo! —gritó, dispuesto a usar la situación a su favor.
Se escucharon gruñidos y golpes al otro lado de la carpa. La escena era un caos de golpes y forcejeos, donde Rokugo intentaba someter a Rose, quien, empujada por el hambre, luchaba como una bestia salvaje.
Minutos después, Alice y Snow regresaron para ver a Rose inconsciente en el suelo y a Rokugo completamente magullado, con los nudillos ensangrentados pero una sonrisa de triunfo en el rostro.
—¡Miren eso! —dijo Rokugo, mostrando el contador de puntos malos lleno—. ¡Tenemos lo suficiente para canjear agua y un vehículo nuevo!
Alice y Snow suspiraron aliviadas, y con los puntos malos, canjearon un nuevo vehículo y un suministro de agua. Apenas llegaron al reino de Tilis, se dirigieron primero a comer sin descanso y luego llevaron el cuerpo de Grimm al templo de Zenarith, con la esperanza de que al menos este viaje les dejara alguna lección… aunque siendo el equipo de Kisaragi, eso parecía dudoso.
—¡Nunca más volvere a caminar en la arena ! ¡Lo juro - Diria Grimm
Escena: La reprensión de la Princesa Tilis y la antigua construcción
El regreso al castillo fue caótico. El grupo de Rokugo, cansado y cubierto de polvo del desierto, apenas pudo caminar por las puertas del castillo antes de que un grito resonara por los pasillos. La Princesa Tilis, en todo su esplendor, los esperaba, furiosa.
—¿Dónde está el agua? —preguntó, mirando con desdén al grupo de aventureros que entraba arrastrándose.
Rokugo, quien había estado a punto de caer de agotamiento, se detuvo un momento y lanzó una mirada cansada a sus compañeros.
—Bueno, eso es un poco complicado... —empezó a decir, pero la princesa lo interrumpió inmediatamente.
—¡No me vengas con excusas, Rokugo! —gritó, frunciendo el ceño—. ¡¡No trajeron agua!! La tregua con Heine está por terminar, ¡y aún estamos aquí como si nada hubiera pasado!
Alice, que parecía haber mantenido una calma irónica durante todo el viaje, miró el calendario en la pared y frunció el ceño al ver las fechas marcadas.
—Es cierto... —murmuró Alice—. El tiempo de la tregua se acaba. Estamos en problemas si no conseguimos algo pronto.
Rokugo se encogió de hombros con una ligera sonrisa.
—Nada de qué preocuparse, tengo un plan, como siempre. Solo... necesitamos descansar un poco, ¿vale?
La princesa Tilis los miró con furia, pero vio la determinación en los ojos de Rokugo. Después de un largo suspiro, habló de nuevo.
—¡De acuerdo! No tengo tiempo para más tonterías. —ordenó con un tono autoritario—. Investiguen a Heine y al niño quimera, Russel. Aparentemente, los dos están metidos en algo raro. Localícenlos y averigüen qué están tramando. No podemos permitirnos perder la tregua.
Investigando la antigua construcción
El hombre tigre, que había estado callado durante gran parte del viaje, finalmente no pudo contener su frustración.
—¡Yo también quiero explorar las ruinas, nya! —se quejó, mirando con envidia a Alice mientras ella manipulaba los controles del vehículo.
Alice le dirigió una mirada rápida antes de responder con su tono calculador.
—Las ruinas fueron invadidas por el Lord Demonio y Toris. Vienen a luchar contra Grace, así que no es un lugar para que un grupo de soldados vagos como nosotros se interne. Necesitarás liderar un grupo de soldados en el Bosque de Grace, mientras nosotros nos adelantamos a las ruinas a buscar el "arma antigua".
El hombre tigre gruñó en voz baja, claramente descontento con la respuesta, pero sabía que Alice tenía razón. No podía evitar sentir celos de los que tenían la oportunidad de explorar.
—¡Me parece injusto, nya! ¡Pero está bien! ¡Lucharé contra esos demonios en el bosque!
Mientras tanto, el grupo continuaba su viaje hacia las ruinas. En el vehículo, el ambiente era tenso. Rose, que no había dicho mucho en el camino, finalmente rompió el silencio con una pregunta que le ardía en la lengua.
—¿Por qué me restregaste tu exhibicionismo en la cara del príncipe, comandante? —dijo, mirando a Rokugo con una ceja levantada. —Eres un verdadero tonto, ¿sabías eso?
Rokugo, un tanto avergonzado, intentó defenderse.
—¡Esa no era mi intención! No es como si tuviera una gran estrategia de combate, ¿sabías? Además, tú… tú puedes ser muy cruel, Rose. No olvides que en nuestra misión anterior intentaste comerme vivo, ¡literalmente!
Rose se encogió de hombros, como si no le importara lo más mínimo.
—No lo recuerdo. Había tenido demasiada hambre en ese entonces.
Snow, que había estado en silencio por un rato, de repente empezó a sollozar, su rostro cubierto por las manos mientras las lágrimas caían sin control.
—¡Me retuvieron mi sueldo! ¡No puedo soportarlo! —sollozó, casi con desesperación.
Alice, incapaz de soportar más los llantos de Snow, suspiró con resignación.
—Está bien, Snow. Si eres útil en esta misión, te subsidiaré, como hago con Rokugo. No quiero más llantos.
Snow, con los ojos llenos de esperanza, de inmediato se lanzó a abrazar a Alice, gritando de felicidad.
—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Eres la mejor!
El abrazo fue tan repentino y lleno de emoción que casi hace que el vehículo se volcara. Alice, sorprendida por el gesto, tuvo que frenar de golpe, con una expresión casi mecánica, tratando de mantener el control del volante.
—¡Cuidado, Snow! —gritó, mientras el vehículo giraba peligrosamente.
Pero, a pesar de todo el caos, Alice logró estabilizar el vehículo. Cuando la situación volvió a la normalidad, el ambiente volvió a ser tenso, pero de alguna manera, todos se sintieron un poco más aliviados.
La caravana siguió su rumbo, atravesando el desierto bajo el cielo estrellado. Cada uno con sus propios pensamientos y luchas internas, pero al menos por un momento, el equipo de Kisaragi tenía algo de esperanza en lo que les deparaba el futuro… aunque sabían que, como siempre, nada de lo que sucediera sería sencillo.
El viaje continuó bajo el abrasante sol del desierto, y el ambiente en el vehículo de Kisaragi se había vuelto más pesado a medida que las tensiones entre los miembros del grupo aumentaban. Mientras Alice conducía, Rokugo decidió intentar una conversación con Snow, que estaba sentada cerca, aún murmurando en voz baja sobre el dinero y lo que había perdido.
—El dinero no lo es todo en la vida, Snow —comentó Rokugo, con una sonrisa tranquila mientras miraba al horizonte desértico. —Lo más importante es disfrutar de la vida, aprovechar lo que tienes en el momento.
Snow, con los ojos aún brillando por las lágrimas, lo miró fijamente, pero no compartió su perspectiva.
—¡El dinero lo es todo! —respondió, su tono lleno de una intensidad que sorprendió a Rokugo. —Por dinero mataría a cualquier persona, incluso a mis conocidos, a mis compañeros, a mis padres que nunca conocí. ¡Lo haría sin pensarlo dos veces!
Rokugo se quedó en silencio por un momento, mirando a Snow. La sinceridad en sus ojos le dio una sensación extraña. Por un instante, pensó que podría estar bromeando, pero algo en su mirada le dijo que no. Ella no bromeaba.
Alice, que había estado escuchando la conversación, no pudo evitar intervenir con su habitual tono cínico.
—Eres una basura de persona, Snow —dijo sin pensarlo demasiado, su tono implacable.
Rokugo, algo sorprendido por la crudeza de Alice, murmuró en japonés para que Snow no pudiera entender.
—Snow podría servir en Kisaragi, tal vez. —dijo, observando a Alice, quien lo miró con desdén.
—No es lo suficientemente mala —respondió Alice con indiferencia—. Es solo una cretina, codiciosa, arruinada... y cada día cae más bajo.
Snow, sin entender una palabra de japonés, asumió que Alice la estaba elogiando por la forma en que hablaban. Sonrió, satisfecha con su interpretación errónea.
—¡Sí! ¡Lo sé! ¡Soy genial! —dijo alegremente, sintiéndose más importante de lo que realmente era, sin saber que Alice acababa de calificarla negativamente.
Finalmente, el vehículo llegó a una distancia de las ruinas, y todos los miembros del equipo se sintieron un escalofrío al ver la estructura gigantesca que se alzaba ante ellos. La civilización que había construido esas ruinas era tan avanzada como Kisaragi. La estructura parecía un antiguo centro de fabricación, y algo en su aspecto, con sistemas automatizados aún en funcionamiento, daba la sensación de que estaba en defensa. Los miembros del equipo sabían que no era solo una instalación cualquiera, sino un complejo militar de armas que los habitantes del planeta 407 nunca habían imaginado.
Alice observó la estructura con binoculares, sus ojos entrecerrados mientras leía los labios de dos figuras que salían de las instalaciones: Heine, la demonio, y Russel, el niño quimera.
—Parece que están cerca de desactivar las trampas —dijo Alice en voz baja, con la mirada fija en los labios de Heine—. Están a punto de reclamar el arma que se encuentra dentro.
Rokugo observó en silencio mientras la información procesaba en su mente. Sabía que su misión acababa de ponerse más complicada. Tenían poco tiempo y un objetivo claro, pero las trampas y los obstáculos eran mucho más peligrosos de lo que podrían haber anticipado.
La oscuridad de la noche había envuelto las ruinas, y el grupo de Kisaragi estaba acampando a una distancia prudente. Los últimos rayos del sol habían desaparecido, y el silencio del desierto se apoderó del ambiente, solo interrumpido por el ocasional crujido del fuego del campamento. Grimm, que acababa de despertar de su descanso forzado, levantó la cabeza, sintiendo que las fuerzas poco a poco regresaban a su cuerpo.
—Deberíamos actuar ahora, mientras aún es de noche —sugirió Grimm con voz grave, su mirada fija en las ruinas a lo lejos. —Si atacamos antes del amanecer, nuestros poderes estarán al máximo, y podemos aprovechar el sigilo.
Rokugo, que estaba sentado cerca del fuego, observó a Grimm con una expresión fría y distante.
—Tu última misión no hizo nada, Grimm —respondió, casi como si no le importara en lo más mínimo.
Grimm frunció el ceño, su rostro se endureció por la frustración.
—¡¿Qué?! ¡¿Estás diciendo que no hice nada?! —su tono se tornó sarcástico—. ¡Soy mucho más útil de lo que tú crees, Rokugo!
Rokugo no se inmutó. Su mirada seguía fija, distante.
—Haz lo que quieras, Grimm, pero no estamos aquí para jugar tus juegos. —dijo con indiferencia, dejando claro que su opinión no cambiaría.
El enojo de Grimm aumentó, y estaba a punto de contestar, cuando Snow, que había estado escuchando la conversación, intervino.
—¿Y si aprovechamos que Heine y Russel están dormidos? —sugirió con voz baja, mirando en dirección a las figuras dormidas cerca de las ruinas. —Solo hay unos orcos como guardias. Podemos ir a matarlos mientras duermen.
La propuesta de Snow dejó a Grimm paralizada por un momento. No le gustaba la idea de atacar a alguien mientras dormía, pero algo en su mirada lo hacía reconsiderarlo.
—Eso no me parece adecuado —dijo Grimm, su voz cargada de incomodidad.
Rose, que había estado callada hasta ese momento, intervino rápidamente para detener la sugerencia.
—¡No hagas eso, Snow! —dijo con un tono tajante—. No te dejes influenciar por lo mala persona que es Rokugo. No podemos ser tan crueles.
Rokugo, al escuchar esto, se rió de manera despectiva.
—Ese plan es muy aburrido, pero igual, descansad. —dijo, desechando la sugerencia de Snow como si no tuviera importancia. —Lo mejor es que Heine y Russel acaben con todas las trampas de las ruinas primero. Luego los seguiremos y, cuando estén cansados, los atacaremos por la espalda.
Las palabras de Rokugo fueron como una chispa que encendió la ira de Grimm, Rose y Snow.
—¡¿Qué?! —exclamó Grimm, indignada—. ¿Vamos a esperar a que se cansen para atacarles por la espalda? ¡Esa no es una estrategia!
Snow, frunciendo el ceño, también mostró su desaprobación, mientras que Rose parecía aún más disgustada por la actitud de Rokugo.
—Esto es absurdo. —dijo Rose con un tono mordaz. —Nunca pensé que el comandante Rokugo fuera tan cobarde. ¿Qué le pasa?
Pero Rokugo, imperturbable, les dirigió una mirada desafiante.
—El plan es el plan —dijo con frialdad, sin importarle las opiniones de sus compañeros—. Cuando estemos dentro, veremos cómo se desarrolla todo. Mientras tanto, descansad.
Al día siguiente, el equipo se adentró discretamente en las ruinas. Rokugo, con su característico aire de confianza, miraba las estructuras con una mezcla de asombro y desaprobación.
—Estas ruinas... —comentó en voz baja, mirando las luces de los focos encendidos que parecían salirse de una película de ciencia ficción. —Es como si estuviéramos dentro de una película del futuro.
Alice, que lo escuchó, frunció el ceño mientras caminaba detrás de él.
—Sí, las ruinas son impresionantes, pero mi hipótesis sigue en pie: esta civilización desapareció debido a guerras. No hay otra explicación para tanta destrucción.
Rokugo asintió lentamente, pero parecía más interesado en el camino que en la conversación.
Rose, por su parte, miraba a su alrededor, con una sensación extraña en su pecho. Sus ojos recorrían cada rincón, como si el lugar le resultara familiar, a pesar de nunca haber estado allí.
—¿Sabéis? —comentó en voz baja, casi para sí misma—. Estas ruinas... me parecen tan familiares. Como si ya las hubiera visto antes, o quizás, como si alguna vez las hubiera sentido cerca.
—Este lugar... —dijo en voz baja, observando las altas paredes de concreto y metal—.
—Entonces será mejor que tengamos cuidado. —Rokugo comentó, mientras ajustaba su cinturón de armas—. ¿Sabes si hay trampas?
Alice asintió, mirando las cámaras de seguridad aún operativas.
—Lo que queda de este lugar parece estar en perfectas condiciones, pero si algo no anda bien, no lo sabremos hasta que nos toque.
Rokugo frunció el ceño. Algo en su interior le decía que había más de lo que parecía.
El grupo de Kisaragi continuaba su avance sigiloso por el complejo, pero Snow estaba distraída, visiblemente inquieta. Sus ojos recorrían con avidez cada rincón en busca de algo que pudiera ser útil, algo valioso.
—¿Crees que alguna de esta tecnología podría valer algo en el mercado? —preguntó Snow, claramente desesperada. Sus manos no dejaban de moverse nerviosamente, buscando alguna pieza que pudiera llevarse.
Alice, que caminaba unos pasos adelante, observó cómo Snow trataba de rascar y sacar piezas de un robot viejo que yacía en el suelo, cubierto de polvo y óxido. Sus circuitos chisporroteaban, pero la mayoría de las máquinas estaban inactivas debido a la falta de mantenimiento.
—Esos robots no valen nada —dijo Alice con un suspiro de frustración—. Están demasiado descompuestos, Snow. No creo que puedas vender algo así.
Pero Snow no parecía dispuesta a darse por vencida. Levantó una parte del brazo de uno de los robots, intentando guardarla en su mochila.
—¡Con algo se empieza! —exclamó, claramente convencida de que podría encontrar alguna forma de sacar algo de provecho.
A lo lejos, entre las sombras, Heine y Russel continuaban con su trabajo, avanzando con cautela entre las ruinas. Ambos desactivaban robots de seguridad con facilidad, pero lo hacían de una manera casi... juguetona. Mientras Russel esquivaba una trampa, Heine lo empujaba hacia un lado con una sonrisa.
—¡Cuidado, pequeño! —rió Heine, mientras su tono era claramente protector. Russel, aunque joven, no parecía intimidado por la situación. Sonrió mientras se incorporaba, mirándola como si ella fuera su hermana mayor.
—¡Ya voy! ¡No soy tan pequeño! —respondió Russel con una sonrisa traviesa, antes de activar una trampa y hacer que el robot se desintegrara en una nube de chispas.
Rokugo, que observaba la escena desde la distancia, notó algo interesante. Su mirada se centró en Russel, viendo con atención lo que sucedía.
—¿Ves eso? —dijo Rokugo, su tono serio—. Ese niño... tiene la capacidad de generar agua, y además, parece ser capaz de curar a Heine.
Alice, que había estado prestando atención también, frunció el ceño.
—Eso podría ser útil... —murmuró, pensativa.
Heine, sin embargo, se detuvo por un momento y, mientras observaba a Russel con una mirada cálida, comenzó a hablar con él.
—Russel, el plan de Lord Demonio es usar tus habilidades para destruir al Titan Topo Rey de Arena —comentó Heine con seriedad—. Pero, incluso si lo logras, no dejaré que mueras en el proceso. Nadie más tiene el derecho de quitarte la vida.
El equipo de Kisaragi, escondido detrás de unas columnas caídas, escuchó toda la conversación. Rokugo, observando con una expresión calculadora, se giró hacia Grimm y la despertó con una sacudida brusca.
—Grimm, maldícelos. Quítales su magia para que mueran en una trampa. —dijo Rokugo, de forma fría y sin mostrar piedad.
Grimm, atónita, se giró hacia él, su rostro reflejando una mezcla de incredulidad y desdén.
—No va a funcionar —dijo, en un susurro tenso—. El maldecido tiene que saber lo que lo está afectando para que la maldición tenga efecto. Si no, no hará nada.
Rokugo la miró fijamente, su expresión imperturbable.
—No me importa. Hazlo de todos modos. Si no funciona, ya tendremos tiempo de idear otro plan.
Rose, que había estado escuchando en silencio, se acercó rápidamente a Rokugo, mirando a los demás miembros del equipo con preocupación.
—¡No lo hagas! —exclamó Rose, casi suplicante. —¡Heine y Russel están esforzándose! No merecen eso.
Snow, aunque igualmente disgustada, se mantenía en silencio por un momento, pensativa. Al final, habló con una mirada fría.
—Es lo que debemos hacer... Si Rokugo lo dice, será por algo —dijo, con una falsa calma—. Además, al terminar esta misión, Alice me dará un bono, ¿verdad?
Alice, al escuchar las palabras de Snow, levantó una ceja y asintió ligeramente.
—Sí, lo haré. Pero no lo hagas por el bono, Snow. Hazlo porque es lo que se debe hacer.
Rokugo, viéndolo todo, se mostró satisfecho por el momento, mientras Heine y Russel continuaban con su trabajo sin darse cuenta de la tensión que se acumulaba entre los miembros del equipo
La confrontación
Mientras se acercaban a la entrada principal Heine,
había formado una estrategia para desactivar las barreras de seguridad, mientras Russel estaba más interesado en los controles internos.
—Vas a necesitar mi ayuda para poder entrar, ¿verdad? —dijo Heine con una sonrisa fría mientras lanzaba un explosivo controlado que destruyó parte de la puerta de seguridad.
—Déjame hacerlo. —respondió Russel, mirando las enormes pantallas que se encendían a su alrededor—. ¡Encontré lo que buscaba!
Rokugo y las chicas, manteniéndose a unos metros de distancia, observaron en silencio. No podían hacer mucho por el momento.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Rose, mirando hacia la construcción.
—Nada. —dijo Rokugo, sus ojos clavados en la figura de Russel, que ya se había aproximado a un robot gigante que se encontraba dentro de la instalación.
El aire estaba cargado de tensión mientras Heine y Russel seguían adelante en las ruinas, atravesando pasillos oscuros y evitando trampas. Al final, llegaron a una gran cámara subterránea donde, en el centro, reposaba una gigantesca figura humana, cubierta por una capa de polvo y telarañas. Era un robot, pero no cualquier robot. La estructura, de proporciones colosales, parecía haber sido hecha a medida para enfrentar a los titanes. Tenía el cuerpo de un guerrero, con armaduras pesadas y sistemas de armas que evidenciaban un diseño primitivo pero eficaz.
—Esto... ¿esto es lo que estábamos buscando? —preguntó Russel, su voz llena de asombro y fascinación mientras se acercaba al robot.
Heine observó la máquina en silencio, su rostro serio. Cuando habló, su voz sonaba algo amarga.
—Parece que sí... —dijo, suspirando—. Una antigua máquina de guerra. Pensada para enfrentarse a los titanes. Probablemente fue diseñada en una época cuando la humanidad aún luchaba por sobrevivir.
Russel, que había estado examinando el robot, se tensó al escuchar sus palabras. Se giró hacia Heine, con una expresión de enojo que no podía ocultar.
—¿Sabes qué? —dijo Russel, casi susurrando con furia—. Odio a los humanos. Ellos son los que nos han arrastrado a todo esto, los que nos condenaron a vivir esta maldita existencia. No importa cuántos de nosotros mueran, siempre lo hacen por alguna causa estúpida de los humanos.
Heine lo miró con tristeza. Sus ojos, normalmente fríos, se suavizaron mientras le respondía.
—No odio a los humanos —dijo con firmeza—. No todos son iguales, Russel. Solo... uno. El comandante de Grace, Rokugo. Ese sí es el que odio. Es él quien nos hizo pasar por tantas humillaciones. Él es el responsable de todo lo que nos ha pasado.
Russel guardó silencio por un momento, reflexionando sobre las palabras de Heine. Finalmente, se acercó a la consola del robot y comenzó a examinarla con rapidez, buscando alguna forma de activarlo. Sus dedos presionaban botones y deslizaban palancas, pero el sistema parecía estar inactivo desde hace mucho tiempo.
De repente, una sombra se deslizó por detrás de él, y sin previo aviso, un fuerte golpe lo hizo tambalear. Antes de que pudiera reaccionar, una mano se posó sobre su hombro. La fría voz de Rokugo resonó en sus oídos.
—No tan rápido, niño.
Heine reaccionó al instante, girándose para enfrentar a Rokugo, quien, junto con Alice, Snow, Rose y Grimm, apareció del otro lado de la sala, rodeando a Russel y Heine.
—¡Malditos tramposos! —exclamó Heine, su rostro distorsionado por el enojo—. ¿Nos han seguido todo este tiempo? ¿Están tan desesperados por aprovecharse de nuestra fatiga?
Rokugo, imperturbable, dio un paso hacia adelante y sonrió de forma burlona.
—Sorpresa. Yo soy el malo. —dijo, con sarcasmo—
Alice, por otro lado, parecía preocupada al ver a Russel aún consciente pero débil.
—Está bajo el pulso. Necesita primeros auxilios, Rokugo —dijo Alice, mirando al niño con algo de compasión, aunque trataba de ocultarlo.
Rokugo, visiblemente molesto, se giró hacia ella con rapidez.
—¿Primero auxilios? ¡Rápido, Alice! Hazlo.
Alice se acercó a Russel y comenzó a tratarlo con cuidado. Mientras tanto, Snow, Rose y Grimm intercambiaron miradas de arrepentimiento. No estaban tan seguros de que esta fuera la forma correcta de hacer las cosas.
Cuando Russel recuperó el conocimiento, su mirada se encontró con la de Rokugo, quien lo observaba con una sonrisa sádica.
—Levántate —ordenó Rokugo—. Termina de liberar la máquina.
Russel, con dificultad, se incorporó y, aunque se sentía débil, caminó hacia el robot. Sus manos temblaban ligeramente al activar el último de los controles. Cuando los sistemas del robot comenzaron a cobrar vida, una luz roja brillante iluminó la sala. Sin embargo, cuando la figura del robot se puso de pie, algo inesperado ocurrió.
Russel, con un destello de decisión en los ojos, corrió hacia la estructura metálica y, en lugar de activar las armas, comenzó a trepar por el interior del robot. En un par de minutos, Russel estaba completamente dentro del sistema del robot, controlando sus movimientos con sorprendente habilidad.
Heine, observando la escena, se preparó para lo inevitable. De un solo movimiento, lanzó una piedra que había guardado en su bolsa y, en un parpadeo, desapareció en una nube de humo, teletransportándose fuera de la sala.
Rokugo, sorprendido por la rapidez del cambio, levantó la vista, y vio cómo el robot gigante se erguía ante él, con Russel ahora pilotándolo.
—¡Maldito! —gritó Rokugo, levantando la voz—. ¡Esto no termina aquí!
Pero el gigante, con sus enormes puños cerrados, se preparaba para enfrentar a Rokugo, quien se encontraba completamente vulnerable frente a la máquina de guerra.
Russel, desde dentro del robot, miró hacia abajo con una sonrisa llena de desafío.
—Es hora de que paguen por todo lo que hicieron.
—¡Vas a ver lo que puedo hacer ahora! —gritó Russel mientras el robot se ponía en pie y comenzó a mover sus enormes brazos.
En cuestión de segundos, el robot gigante comenzó a destruir la construcción, desintegrando las paredes y activando sistemas de defensa que apenas podían seguirle el ritmo. Los disparos láser y los cohetes comenzaron a volar por todo el lugar.
Rokugo observó la escena en silencio, sabiendo que era el momento de actuar.
—Chicas, al suelo. —dijo, sin volverse hacia ellas.
Con rapidez, Rokugo cargó hacia el robot, preparando una de sus armas especiales para atacar. Su motosierra apareció en su mano y, con un giro violento, cortó el mecanismo de energía que alimentaba el robot. Sin embargo, Russel no se dio por vencido y comenzó a atacar a Rokugo desde la cabina del robot.
—¡No puedes detenerme! ¡Voy a vengarme! —gritó Russel mientras el robot se tambaleaba, destruido en parte por el ataque de Rokugo.
Pero, antes de que el robot cayera completamente, Rokugo dio un paso atrás, viendo cómo el camino hacia la victoria de Russel se desmoronaba. El robot cayó al suelo, causando una pequeña explosión que derrumbó parte de la instalación.
El caos y la tregua final
El caos reinó en la zona mientras Rokugo y las chicas corrían fuera de la instalación, con los ecos de la destrucción resonando en sus oídos. Cuando la barrera de energía se desactivó, la calma regresó a la zona, pero no sin dejar grandes daños.
Rokugo, con la respiración agitada, se giró hacia Alice.
—¿Qué tal si le contamos todo esto a la princesa? La tregua con Heine va a terminar, y pronto estarán buscando una nueva guerra. Y si eso pasa, no estoy seguro de que podamos detener a Russel.
Alice asintió, mirando a los restos humeantes del robot gigante.
—Tienes razón. La tregua está a punto de terminar, y las cosas solo van a empeorar a partir de ahora.
Rokugo miró a sus compañeros, y con una sonrisa llena de desdén, murmuró.
—Sí, esto está lejos de ser nuestro final feliz.
Escena: La maldición rebota y el Destructor de Kisaragi
El robot de Russel, ahora inestable, comenzó a tambalear tras los ataques de Rokugo. El gigantesco ser metálico cayó parcialmente al suelo con un estruendo que resonó en toda la instalación. La tremenda explosión que siguió desintegró más paredes y derrumbó estructuras, pero Russel no cedió. Estaba determinado a vengarse de todo el mundo que lo había subestimado.
—¡No puedes detenerme! ¡Soy el último de mi especie! —gritó Russel desde la cabina del robot, su voz filtrada por el sistema de comunicación del gigante.
Grimm, que había estado observando todo desde las sombras, aprovechó un momento de distracción. Ya estaba cansada de ver cómo Russel se salía con la suya y, sin pensarlo mucho, extendió su mano hacia el aire, recitando un hechizo oscuro.
—¡Maldición de escombros! Que tu cabeza sea golpeada por los escombros que caen, ¡ahora mismo!
Un destello de energía negra atravesó el aire hacia Russel, y todos esperaron ver si la maldición surtiría efecto. Sin embargo, lo que ocurrió fue mucho más extraño de lo que Grimm había anticipado.
Un rebote de energía retornó hacia ella, haciendo que la maldición rebotara. La explosión de energía oscura golpeó a Grimm de lleno, haciendo que su cuerpo fuera empujado hacia atrás con gran fuerza.
—¡Aah! —gritó Grimm, cayendo al suelo con un fuerte golpe. Se retorció por el impacto, pero logró ponerse de pie nuevamente—. ¿¡Qué demonios!? ¡Nunca me había pasado algo así!
Alice, observando el extraño fenómeno, puso los ojos en blanco y comentó con ironía:
—Lo que ha pasado es que la maldición ha reboteado.
Mientras tanto, Rokugo no tenía mucho tiempo para reflexionar sobre lo que acababa de ocurrir. El robot de Russel seguía activo, y estaba a punto de causar más caos.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Rose, mirando el desastre.
Rokugo, viendo que las opciones se reducían, no dudó.
—No hay tiempo para tonterías. —dijo, mirando a Alice—. ¿Cuántos puntos negativos tengo?
Alice no tuvo que mirar dos veces los registros, ya que había estado observando atentamente el desempeño de Rokugo.
—Tienes suficientes puntos negativos para hacer algo grande. Pero no te olvides de las consecuencias. —Alice puso un tono serio—. Los puntos negativos pueden destruirte si no sabes cómo manejarlos.
Rokugo no pareció vacilar.
—No tengo otra opción. ¡Voy a usarlos todos!
Con un ruido mecánico y la activación de una runa especial en su brazo, Rokugo canalizó todos sus puntos negativos en una sola acción. Un resplandor oscuro rodeó su cuerpo mientras su poder crecía, alterando el ambiente que los rodeaba.
La energía oscura comenzó a concentrarse en sus manos mientras él caminaba hacia el centro de la instalación. El robot de Russel, aún operando, siguió avanzando en su destrucción, y una risa maníaca de Russel resonaba desde el interior de la cabina.
—¡Me estás subestimando! ¡Soy invencible! —gritó, mientras presionaba los controles con furia.
Pero lo que Russel no sabía era que, mientras él estaba distraído con su poder, un poder aún mayor se estaba formando en el aire. Rokugo invocó el antiguo diseño de un robot destructor, creado por los Kisaragi, un ser mecánico colosal conocido como El Destructor.
Alice, al ver lo que estaba sucediendo, exclamó: Según los registros del Agente 22, el Destructor original era una máquina araña masiva Pero... este es mucho más grande.
Rokugo, al ver la creación tomando forma, no dudó ni un segundo más. El Destructor, en su nueva versión, comenzó a levantarse de los restos de la instalación destruida. Un cuerpo mecánico gigantesco, de más de 10 metros de altura, con patas y brazos mecánicos, se levantó lentamente. La fuerza de su presencia causaba que las vibraciones del suelo resonaran como un terremoto.
Russel, al ver el Destructor, dejó de reír.
—¡¿Qué demonios es eso?! —gritó, asustado, al darse cuenta de que ahora él no era el que controlaba el poder.
Rokugo observó el Destructor, que ahora se dirigía hacia Russel con una increíble fuerza. En ese momento, los recuerdos del Agente 22 llegaron a su mente. Durante el tiempo que el agente estuvo en su mundo había recopilado información sobre el Destructor, un artefacto de destrucción
—Vamos a hacerles ver quién manda aquí. —Rokugo sonrió con una mezcla de arrogancia y peligro—. Y eso incluye a Toris.
Con el Destructor controlado, Rokugo apuntó al robot de Russel, haciendo que el coloso de metal avanzara hacia él con un rugido mecánico, mientras la batalla por el futuro de su mundo comenzaba a tomar un nuevo rumbo.
La victoria y el festival de los muertos
Después de la derrota de Russel, el ambiente se había calmado momentáneamente, aunque la tensión seguía latente. Con el Destructor de Kisaragi aún causando ecos en el campo de batalla, Rokugo y su grupo comenzaron a reorganizarse. La victoria estaba de su lado, pero eso no significaba que las cosas fueran a ser fáciles. Tomaron a Russel como prisionero de guerra, y se aseguraron de que su futuro estuviera sellado.
—Llévenlo —ordenó Rokugo mientras observaba a Russel, que estaba maniatado y cansado, con la mirada perdida, como si no pudiera procesar lo que había sucedido.— El Hombre Tigre lo espera.
Russel levantó la cabeza, sus ojos reflejaban miedo. No sabía quién era este Hombre Tigre, pero la vibra que emanaba de él era inquietante. La risa de Rokugo, como una serpiente a punto de atacar, fue lo único que lo hizo temer aún más.
—Créeme, si no colaboras, no hay vuelta atrás. —Rokugo le sonrió, dejando ver una mirada peligrosa—. Solo imagina qué podría suceder si el Tigre tiene algo en mente. Creo que le gustas... pero, no como te gustaría.
Russel palideció. La idea de estar a solas con el Hombre Tigre, cuya energía oscilaba entre peligrosa y espeluznante, lo dejó paralizado de terror.
Alice, que observaba la escena con cierta indiferencia, murmuró:
—Creo que has sobrepasado los límites. Este tipo tiene la vibra de alguien que claramente disfruta del sufrimiento ajeno. Pero no puedo negar que es una táctica efectiva.
Mientras Russel se veía arrastrado hacia su destino, las chicas volvieron a la ciudad que habían limpiado parcialmente tras la batalla, pero ahora había un nuevo evento en el horizonte: el Festival de los Muertos.
El Festival de los Muertos era una tradición antigua, un evento en el que los muertos regresaban como zombis cada año, siguiendo una regla ancestral. Grimm, siendo una experta en exorcismos, había sido designada una vez más para llevar a cabo la ceremonia y asegurar que los muertos no causaran estragos en la ciudad.
Sin embargo, este año algo se sentía diferente. Grimm parecía más cansada, más abatida de lo normal.
—Esto es más de lo que puedo manejar... —murmuró Grimm mientras observaba los muertos vivientes empezar a surgir de la tierra, sus cuerpos hinchados y en descomposición. Los ojos de Grimm brillaron con una luz pálida, una señal de que su poder estaba a punto de desatarse.
Rokugo, que observaba desde la distancia, la miró con una mezcla de desinterés y curiosidad.
—¿Crees que podrás con esto otra vez? —preguntó Rokugo con una ligera sonrisa burlona.
Grimm no respondió, ya que estaba concentrada en el ritual. Inhaló profundamente, y con un gesto dramático, levantó las manos hacia el cielo.
—¡Exorcismo en área! —gritó, desatando una explosión de energía espiritual que arrasó con todo a su alrededor. En un parpadeo, los zombies se desintegraron, cayendo al suelo reducidos a polvo.
Rokugo observó con asombro, pero a la vez un dejo de inquietud crecía en su interior. No fue hasta que el último de los muertos fue destruido que vio algo que lo dejó helado: Grimm cayó al suelo.
—Grimm...! —gritó, corriendo hacia ella.
Alice, al verla, no mostró más que una expresión de preocupación calculada.
—No lo entiendo... ¿qué pasó con ella?
Cuando Grimm despertó, no se encontraba en la ciudad. Estaba en el Templo de Zenarith, un lugar sagrado para aquellos que seguían la deidad
Sin embargo, algo no estaba bien. Al abrir los ojos, una sensación de vacío la invadió.
—¿Qué... sucedió? —dijo Grimm, mirando las paredes de piedra del templo. Estaba sola.
En ese momento, Zenarith, la deidad
abló en su mente, su voz profunda y majestuosa.
—¿Qué has hecho, hija mía? —la voz retumbó en su cabeza. Tu exorcismo ha alterado el balance.
Grimm se tensó. ¡No! —gritó. ¡No quería!
Zenarith siguió, ofendida.
—Al realizar el exorcismo en área, te has despojado de la bendición que te otorgué. **Te quité la vida para que pudieras existir más allá de la muerte, pero tú has decidido despojarte de eso.
Grimm, ahora visiblemente afectada, comenzó a temblar. No, esto no puede ser cierto, pensó.
Fue entonces cuando Rokugo y el resto llegaron al templo, encontrando a Grimm, postrada, mirando al suelo con una expresión de profundo pesar.
Rokugo la miró de forma extraña, misteriosa, y en ese momento, todo comenzó a encajar.
—¿Te sientes bien, Grimm? —preguntó, con un tono más serio del usual.
Grimm levantó la cabeza, sus ojos pálidos reflejaban una tristeza profunda.
—No estoy viva, ¿verdad? —murmuró, sin mirar a nadie en particular.
Rokugo, al escuchar sus palabras, lo entendió todo. Grimm no estaba completamente viva, sino que era un cadáver reanimado, con un alma atrapada en una existencia entre la vida y la muerte.
—Grimm... —dijo Rokugo, con una mezcla de sorprendido y compasivo. Tú nunca fuiste "normal".
Grimm se apartó de su mirada, como si se estuviera negando a aceptarlo.
—¡Eso no es cierto! —gritó. ¡Yo... yo estoy viva! ¡Vivo, respiro, siento!
Pero en el fondo, Grimm sabía que la verdad era más amarga que cualquier mentira. Su piel fría, su mirada vacía, su sensación constante de desconexión del mundo vivo, todo cobraba sentido ahora.
—No... no soy un muerto... no soy un no-muerto... —se repitió, con voz quebrada.
Rokugo observó, con una mirada fría, mientras Grimm seguía luchando contra lo que en su interior ya sabía.
Escena: Construcción de la base y los ataques de la tribu Hiragi
Tras el incidente con Grimm, la guerra seguía avanzando, y Rokugo había decidido canjear sus puntos malos por maquinaria de construcción para erigir una nueva base para Kisaragi. Estaba claro que la lucha por el poder y el control en ese mundo no se limitarían solo a las batallas físicas, sino también a las máquinas, a la tecnología y a lo que la Corporación Kisaragi pudiera conseguir.
En el frente de batalla, Rokugo y las chicas, como siempre, se encontraban enfrentando una larga lista de amenazas. El primero de estos obstáculos fueron los titanes animales que emergían del suelo, algo que Rokugo no había anticipado en sus planes de construcción.
—¿En serio esto está pasando? —preguntó Rokugo, mirando a un enorme tigre titan que había aparecido en medio de la construcción, arrancando los cimientos de la base.
A su alrededor, Grimm y las chicas estaban preparadas para atacar, pero se veía que los ataques que recibían de estos titanes animales no eran tan fáciles de detener.
—No puede ser, esto es una pesadilla... —murmuró Grimm, mientras intentaba desintegrar a un lobo titan que se lanzaba contra ellos.
—¡Esto no es nada! ¡Los titanes animales están por todas partes! —gritó Snow, mientras miraba a Grimm, que con su poder de exorcismo estaba luchando por mantenerse firme.
Rokugo, viendo el caos que se estaba desatando, hizo una seña a Alice, quien rápidamente canjeó puntos malos por un tractor blindado que ayudaría a limpiar el área.
—¡Esto me recuerda a algo! —dijo Alice, mientras controlaba el tractor con precisión
Rokugo frunció el ceño, sin saber si eso era una broma o una referencia importante.
— ¿Y qué tiene que ver eso con los titanes? —preguntó Rokugo, mientras usaba sus poderes para derrotar a una manada de lobos titanes que atacaban desde un costado.
Alice no dejó de trabajar mientras lo decía:
—En el informe que había enviado el agente 22, hablaba de una especie de criaturas gigantes que atacaban a los habitantes. Algo similar a los titanes... Pero, aquí parece que se presentan como animales mutados, tal vez debido a la radiación
Rokugo pensó por un momento, pero antes de que pudiera responder, un nuevo ataque llegó: un zombi gigante apareció desde un terreno cercano, mientras una planta carnivora con forma humana comenzaba a devorar las estructuras de la base.
—¡Maldición! Esto se está poniendo cada vez peor... —gritó Grimm, observando la planta, cuyo aspecto le resultaba inconfundible.
—Esa planta... —dijo Alice, con un tono preocupado—, es muy parecida a lo que el agente 22 mencionó en sus informes sobre las criaturas alienígenas que intentaron conquistar un planeta vecino. Se trataban de plantas carnívoras, pero con una inteligencia similar a la de las criaturas que eran controladas por el mismo sistema que ellos.
Rokugo, tras destruir la planta de un disparo certero, observó a Grimm, Snow y Rose, que se estaban encargando de contener los titanes animales. Su mente no dejaba de dar vueltas sobre esa mención de titanes, agentes 22 y conquistas fallidas.
La conexión estaba más cerca de lo que pensaba.
En la base, donde Tilis había instalado su cuartel general, los agentes de Kisaragi no podían dejar de meterse en problemas. A pesar de los ataques constantes, los agentes continuaban con su comportamiento incontrolable.
Uno de los agentes, de nombre desconocido, apareció en la habitación de la princesa Tilis, sin previo aviso. La princesa, molesta y visiblemente desconcertada, intentó detenerlo.
—¿Qué crees que estás haciendo aquí? —gritó la princesa Tilis, en un intento de poner orden.
El agente, sin hacerle caso, comenzó a organizar un juego de Yenga con algunos de los demás agentes, que se habían infiltrado en el cuartel sin su permiso, solo para ganar puntos malos.
—¿No deberían estar ocupados deteniendo ataques y defendiendo la base? —protestó la princesa, cruzando los brazos.
—¡Eso puede esperar! —respondió uno de los agentes—. ¡Lo que importa ahora es ganar puntos malos y jugar un poco!.
La princesa frunció el ceño, frustrada, mientras el caos aumentaba dentro de su cuartel general. Era evidente que la disciplina no era lo suyo.
Rokugo, al enterarse de esta situación, simplemente observó desde una de las pantallas.
—Esto se está saliendo de control. —dijo, rascándose la cabeza mientras analizaba los datos de los ataques y canjeaba más puntos.
—¿Qué harás con ellos? —preguntó Grimm, observando la pantalla mientras manejaba un dispositivo de comunicación.
—Lo mismo de siempre... —respondió Rokugo con una sonrisa torcida. —Tendrán que demostrar que valen la pena.
Escena: El bar y la interacción con Grimm
La luz tenue del bar iluminaba las caras cansadas de los clientes. La música suave y los murmullos de fondo daban un aire de tranquilidad temporal, mientras la gente buscaba relajarse tras un día agotador. Rokugo se encontraba en una mesa al fondo, disfrutando de una copa de vino, cuando una joven se le acercó con una sonrisa coqueta.
—¿Me dejas probar un poco de tu comida? —preguntó la chica, con la mirada fija en el plato de Rokugo, haciendo una pequeña seña con los dedos.
Rokugo, sin muchos ánimos pero con una sonrisa que dejaba entrever su desinterés, ofreció un pedazo de carne del plato.
—Claro, pruébalo —dijo, sin darle mucha importancia a la situación.
La chica, al morder la carne, parecía estar perdiéndose en sus propios pensamientos. Sus ojos se entrecerraron, y un brillo travieso apareció en ellos. De repente, comenzó a fantasear con la idea de que Rokugo hiciera cosas mucho más… íntimas.
Rokugo parecía no darse cuenta de las insinuaciones que la joven estaba sugiriendo, hasta que una voz furiosa cortó el aire.
—¡Escúchame, idiota! ¡Él es mío! —gritó Grimm, entrando en la habitación con su silla de ruedas, lanzando una mirada fulminante hacia la chica y luego hacia Rokugo.
La chica, sorprendida por la furia de Grimm, dejó el tenedor y se alejó rápidamente, mientras Rokugo simplemente levantaba una ceja, sin cambiar su expresión.
—Vaya, Grimm, parece que te tomaste más tiempo del habitual en revivir —comentó Rokugo, como si no fuera gran cosa.
Grimm, visiblemente irritada por la mención de su muerte reciente, comenzó a negárselo a sí misma.
—Eso no fue nada. ¡Solo fue un mal sueño! —respondió, refregándose las manos con frustración. — ¡Zenarith se ofendió por nada! Me dijo algo sobre que me había quitado la bendición, pero fue todo un sueño… solo eso.
Rokugo la miró de reojo, claramente desinteresado, pero sin ganas de hablar del tema más de lo necesario.
—No quiero oírlo, Grimm —respondió, levantándose lentamente para irse.
Sin embargo, Grimm no iba a dejarlo ir tan fácilmente. De repente, sonrió de manera astuta.
—Si no te vas… te compro una cerveza —dijo con un tono persuasivo.
Rokugo, al escuchar esto, se detuvo y se volvió hacia ella, claramente menos interesado en la oferta que en la idea de alejarse.
—Ah… ¿y Snow? Parece que está otra vez en quiebra. Me han dicho que ahora se va a dedicar a vender pudines de su leche —comentó Rokugo con tono indiferente, observando el bar mientras meneaba la cabeza con desdén.
Grimm frunció el ceño, claramente molesta por el comentario, pero antes de poder responder, Rokugo, aprovechando la oportunidad, se acercó a una chica random que estaba en la barra. Con una sonrisa encantadora, le ofreció una copa.
—Te invito una bebida, en nombre de Grimm —dijo, con tono seguro y mirando de reojo a Grimm.
—dijo, con tono seguro y mirando de reojo a Grimm.
Grimm, viendo la escena, se quedó en silencio, pero el dolor se reflejó en su rostro. No le gustaba para nada lo que Rokugo hacía, pero no podía hacer mucho al respecto.
—No me gusta que me hagas esto, Rokugo —dijo, molesta y algo dolida—. ¡No coquetees con otras chicas cuando estoy aquí!
Rokugo, ya con la copa en mano y sin ningún remordimiento, solo levantó las cejas.
—¿Y qué? —preguntó, sonriendo con una mezcla de desinterés y diversión. — Es solo una copa.
Grimm, sintiendo una creciente incomodidad, se cruzó de brazos, furiosa. Rokugo simplemente dejó la situación en sus manos, como de costumbre.
El ambiente se mantenía pesado y cargado, pero la ironia de la situación no podía evitar hacer sonreír a Rokugo mientras Grimm, por su parte, intentaba evitar mostrar más su dolor. La tensión entre ellos era palpable, pero era un juego que ambos jugaban sin querer admitirlo.
Escena: El bar y la declaración fallida de Grimm
El bar seguía en su tranquilo caos, con Rokugo sentado despreocupadamente en su asiento, bebiendo sin mirar a nadie. Grimm, por otro lado, estaba a su lado, nerviosa y con una expresión de incomodidad que delataba lo que intentaba ocultar. Por fin, parecía que había encontrado el valor para decir lo que llevaba días queriendo sacar.
—Rokugo, yo... —empezó, con una mano en el regazo y el otro apretando con fuerza la bandeja de comida que aún no había tocado.
Rokugo, sin quitar la vista del bar, soltó un suspiro de aburrimiento. Grimm lo notó, pero no se desanimó. Se inclinó hacia él, mirando fijamente al punto ciego de su atención.
—Yo... quiero decirte algo importante, y creo que ya no puedo seguir ignorándolo —dijo Grimm, algo torpemente, sin mirarlo directamente.
Rokugo levantó la mirada finalmente, volviendo a observar a Grimm con el mismo interés mínimo que dedicaba a cualquier conversación que no involucrara dinero, comida o sexo.
—¿En serio? ¿Otra vez con eso? —comentó con tono plano.
Grimm se sintió avergonzada, pero su determinación creció cuando finalmente miró a Rokugo directamente a los ojos. Sabía que si no lo decía ahora, tal vez nunca lo haría.
—Yo... —gritó un poco más fuerte, casi atragantándose con las palabras—, ¡yo estoy enamorada de ti!
Antes de que pudiera continuar, Rokugo, sin darse cuenta de la seriedad de la situación, se puso a describir, de manera completamente despreocupada, con la misma actitud que uno tomaría al hablar del clima, la forma en que su hombría genital se veía en su ropa ajustada.
—Ah, sí, claro, todo el mundo tiene un lado de su cuerpo que es bastante... impresionante, ¿no? —murmuró, volviendo a su copa, como si hablara de cualquier cosa menos de una declaración de amor.
Grimm se quedó paralizada, su corazón latiendo rápidamente, sintiendo una mezcla de confusión, desilusión y rabia que la hizo perder el hilo de lo que estaba diciendo. Justo en ese momento, notó que la chica random que Rokugo había invitado, la que había bebido su copa, la estaba mirando fijamente, como si estuviera observando algo más que su comida.
La joven se volvió hacia el cantinero, y éste, con una sonrisa algo misteriosa, le lanzó una frase que detonó la incomodidad de Grimm de inmediato.
—Sí, lo que Rokugo dijo es cierto, pero fue en nombre de Grimm —dijo el cantinero mientras limpiaba un vaso con un trapo sucio.
La chica, sonrojándose al recibir tal información, se volvió hacia Grimm con una mirada desconcertante y romántica.
—¿Estás... con él? —preguntó, casi como si fuera una insinuación.
Grimm sintió cómo su estómago se encogía y el rojo le subía a las mejillas. Intentó controlarse, pero la escena estaba siendo tan incómoda que empezó a temer lo peor.
Rokugo, como si no le importara nada de lo que estaba ocurriendo, sonrió satisfecho, levantando la copa en dirección a la chica random, como un pase de batalla.
—¿Grimm? No te preocupes, es solo una copa... —dijo, riendo de forma casual mientras le daba el giro a la silla de ruedas de Grimm, asegurándola con un clic sonoro, dejándola inmovilizada.
Rokugo, sin remordimiento alguno, se levantó y empezó a alejarse.
Grimm, completamente incapacitada para moverse, sólo miraba con desesperación cómo la chica random se acercaba con una mirada decidida.
—No me dejes aquí, comandante... —dijo Grimm con la voz temblorosa, luchando por mantener su compostura, sabiendo lo que se venía.
Rokugo, ya caminando hacia la salida del bar, se giró un segundo para tirar una última frase sin mirar atrás.
—Nah, no te preocupes, tienes todo bajo control, ¿no? —Y con eso, se fue, dejando a Grimm atrapada en su propia silla.
Al mismo tiempo, en la habitación privada de la princesa Tilis, Rokugo se reunió con su colega de Kisaragi, un hombre musculoso y rubio conocido como Parker. Ambos estaban planeando algo completamente desacertado y estúpido.
—Entonces, Parker... ¿qué tal si hacemos una carne asada aquí, en la habitación de la princesa? —dijo Rokugo, sonriendo de manera traviesa. —Es la forma perfecta de ganar puntos malos mientras disfrutamos de la vida, ¿no?
Parker, con una risa burlesca, aceptó con entusiasmo.
—¡Vaya, qué idea! Carne asada desnudos, claro, ¿por qué no?
Ambos se pusieron a preparar la carne, sin ningún tipo de remordimiento por invadir la habitación de la princesa, listos para llevar a cabo su plan irresponsable para ganar puntos malos, sin importarles lo que pasara después.
Escena: El día siguiente en la tienda y el reclamo de Grimm
Al día siguiente, Rokugo estaba en una tienda de la ciudad con Rose, la joven con la que trabajaba en Kisaragi. Estaba revisando los estantes mientras ella metía cosas en su bolso con una rapidez desconcertante. En un momento, se detuvo frente a un carrito con verduras frescas y algunas especias.
Rose, con la mirada fija en el dinero que le quedaba, comentó sin mucha emoción:
—Nunca tengo suficiente dinero... todo lo gasto en comida. Ya sabes, hay que comer para sobrevivir.
Rokugo, al observar a Rose, se percató de algo curioso. Sus ropas eran viejas y desgastadas; las sandalias que llevaba estaban rotas por los costados, y notó que muchas partes de su cuerpo estaban vendadas, como si hubiera sufrido heridas y no tuviera suficiente dinero para comprar ropa nueva.
—Ya veo —comentó Rokugo, mientras miraba de reojo las vendas que cubrían partes de su piel expuesta—. Entonces eso explica... el estilo tan... peculiar que tienes, ¿eh?
Rose, sin inmutarse, continuó buscando entre los estantes, sonriendo con una especie de tristeza resignada.
—Sí... supongo que el dinero nunca es suficiente para todo lo que quiero —dijo mientras ponía una botella de agua en su bolso.
Justo en ese momento, la puerta de la tienda se abrió con un estrépito, y Grimm irrumpió en la escena, furiosa. Estaba manejando su silla de ruedas con una rapidez que dejó a todos sorprendidos.
—¡¿Cómo pudiste dejarme allí ayer?! —gritó Grimm, dirigiéndose directamente hacia Rokugo mientras casi derrapaba al frenar—. ¡Esa chica random intentó seducirme! ¡Casi me hace dudar, idiota!
Rokugo, despreocupado como siempre, levantó una ceja y le dedicó una mirada exasperada.
—¿En serio? ¿Estás reclamando por eso? —respondió mientras tomaba unas frutas de la mesa—. Me fui a hacer carne asada, Grimm, ¿quién te va a cuidar todo el tiempo?
Grimm no parecía dispuesta a dejar ir el asunto tan fácilmente, y lo siguió, insistiendo.
—¡No me hagas hacer esto, Rokugo! ¡Yo estaba tan vulnerable, y esa chica, esa maldita chica! —añadió, casi hiperventilando de la furia—. Pero bueno, no se trata de ella, sino de vosotros, ¿cómo pudiste abandonar a una pobre chica como yo?
Rokugo no parecía prestarle atención, y se cruzó de brazos.
Grimm, claramente molesta, desvió la conversación rápidamente hacia otro tema.
—Bien, de todas formas, tenemos que hablar del festival. Yo hice unos peluches especiales para los espíritus. Van a usarlos como recipientes durante el festival, pero ya sabes, lo más raro es que estos muertos... me atacaron —gritó, su voz temblando—. ¡Hay algo raro con esos espíritus! Estoy segura de que alguien está controlándolos.
Sin embargo, Rokugo no parecía interesado ni un poco en lo que decía. En lugar de eso, se estaba acercando a un niño pequeño que lo había estado insultando en la plaza.
—¡Mira, Grimm! —dijo con una sonrisa sarcástica—, voy a hacer que este niño aprenda lo que es un buen golpe... y también a no molestarme.
Grimm se quedó atónita al ver cómo Rokugo se acercaba peligrosamente al niño. Intentó gritarle, pero su voz se perdió en el aire.
—¡Rokugo, detente! —exclamó Grimm, pero era demasiado tarde. Rokugo, en su estilo característico, intentaba bajarle los pantalones al niño, mientras los espíritus cercanos empezaban a alterarse.
Grimm, queriendo proteger al comandante, no podía simplemente quedarse ahí. Decidió actuar rápidamente.
—¡Voy a hacer que todo esto se termine de una vez por todas! —dijo, levantando sus manos hacia el cielo, comenzando a cantar una maldición en el aire.
Pero lo que no sabía era que esta maldición afectaría no solo a los espíritus cercanos, sino también a la pequeña área donde Rokugo y los demás estaban presentes. Al final, el poder de la maldición no solo removió la bendición de Zenarith
resultó en la muerte de Grimm.
En el instante en que Grimm cayó, Rokugo y Rose se quedaron allí, observando el cuerpo inerte de Grimm, sin ninguna expresión de compasión.
—¿De nuevo, Grimm? —murmuró Rokugo, sin mucha pena, mientras se rascaba la cabeza.
Rose, mirando a Rokugo, murmuró con un tono seco.
—No la vamos a revivir ahora, ¿verdad? No hasta que acabe el festival de los no-muertos. Es... es lo mejor.
Rokugo, encogiéndose de hombros, aceptó la sugerencia sin siquiera pensarlo dos veces.
—Sí, sí, ya veremos más tarde. —Y volvió a centrarse en sus asuntos, como si todo fuera una rutina diaria.
Escena: Los Peluches, Heine y el Plan para Rescatar a Russel
Alice observaba el peluche con una mirada escéptica, dándole pequeños golpecitos con el dedo mientras lo sostenía frente a Rokugo.
—No puedo creer que dentro de estos peluches realmente haya espíritus. Vamos, eso suena ridículo —comentó Alice, frunciendo el ceño con desdén.
Rokugo sonrió, levantando los hombros en una muestra de indiferencia.
—Bueno, solo hay una forma de averiguarlo, ¿no? Vamos a abrirlo.
Con un tirón, Rokugo abrió el peluche con una mano, esperando encontrarse con algún tipo de espíritu, pero en su lugar, salió disparada una pequeña figura, Heine la demonio, quien había estado oculta en ese peluche en particular.
—¡¿Qué rayos...?! —exclamó Alice mientras retrocedía, completamente sorprendida.
Heine, con una expresión de pura furia en su rostro, se levantó, claramente molesta por su abrupta exposición.
—¡Idiotas! ¿Cómo se atreven a abrirme de esta forma? —gritó, tratando de mantener la dignidad a pesar de que estaba cubierta de trozos de peluche. Al parecer, Heine había aprovechado el festival de los no-muertos para infiltrarse en el país de Grace con la intención de rescatar a Russel, quien llevaba semanas esclavizado.
Snow, al ver a Heine, se acercó con un brillo codicioso en los ojos.
—¡Perfecto! ¡Vamos a entregar a esta demonio! Con la recompensa que nos darán, ¡finalmente podré salir de la bancarrota!
Rokugo ignoró el entusiasmo de Snow y se inclinó hacia Heine, esbozando una sonrisa burlona mientras aprovechaba la situación para manosearla sin ningún tipo de vergüenza. Sin embargo, al escuchar sus verdaderas intenciones, algo dentro de él se conmovió.
—¿Así que querías rescatar a ese mocoso de Russel? —preguntó con un tono más suave, aunque sin dejar de sostenerla firmemente.
Heine soltó un suspiro exasperado, aunque no podía ocultar la angustia en su rostro.
—Sí... ese niño no debería estar en esta situación. ¡Es apenas un niño! —respondió, mordiéndose el labio con frustración.
Alice, observando la escena, intervino con un tono práctico y frío.
—De acuerdo, podemos permitirle ver a Russel, pero bajo nuestras condiciones. —Y con eso, amordazaron a Heine para evitar que lanzara cualquier tipo de hechizo, llevándola a ver al niño en cuestión.
Cuando finalmente llegaron al lugar donde Russel estaba retenido, Heine contuvo la respiración al ver en qué condiciones se encontraba su pequeño aliado. Russel había sido obligado a vestir de maid como parte de su castigo, lo que le daba un aspecto extremadamente humillante. El chico, al notar la presencia de Heine, se sonrojó de vergüenza.
—¡No me mires así, Heine! —dijo, intentando taparse con las manos—. ¡Es tan humillante...!
Desesperado, Russel corrió hacia Heine, quien lo miraba con una mezcla de pena y preocupación.
—¡Por favor, no me dejes aquí! —suplicó Russel, aferrándose a ella.
Alice, quien había estado observando con una sonrisa sarcástica, se inclinó hacia Heine y le quitó una piedra que llevaba escondida, la cual resultó ser su fuente de poder. Luego, ajustó las cuerdas de Heine aún más para asegurarse de que no intentara nada.
—Sinceramente, sería un desperdicio no sacar provecho de esta situación —dijo Alice, observando a Rokugo—. Podríamos usar a esta demonio como una especie de "cabra de Judas". Liberarla con un dispositivo rastreador que nos permita localizar al tal Lord Demonio. Sería útil, ¿no crees?
Antes de que pudieran decidirse, fueron interrumpidos por un mensajero que les informó que la princesa Tilis había ordenado su presencia de inmediato en el castillo.
Escena: La Princesa Tilis Colapsa
Al llegar al castillo, encontraron a la princesa Tilis en un estado de completa frustración y desesperación. Parecía que había llegado al límite de su paciencia. Se notaba agotada y temblorosa, con los ojos inyectados de furia y ojeras marcadas.
—¡Ya... no puedo más! —exclamó Tilis con un tono desesperado, mirando a Rokugo y a sus agentes—. ¡Cada noche, alguno de ustedes se mete en mi habitación sin permiso! ¡Desnudos! ¡Haciendo... cosas completamente triviales como jugar a la torre de bloques! ¡¿Por qué tienen que estar desnudos para eso?!
Rokugo la miró, sin mostrar ni un ápice de arrepentimiento, mientras Alice y Snow intentaban no reírse ante la situación.
—Bueno, princesa, es nuestra forma de... ganar puntos malos —respondió Rokugo, encogiéndose de hombros.
La princesa Tilis lo miró con una expresión de pura desesperación.
—¡Prométanme que dejarán de hacer eso! ¡Por el amor de los dioses, necesito paz en mi propia habitación!
Rokugo simplemente levantó la mano en un gesto de indiferencia.
—Está bien, está bien. No lo haremos más... por ahora.
Escena: La Ciudad y el Regreso de Grimm
Después de salir del castillo, Rokugo y sus compañeros pasearon por la ciudad, donde el festival de los no-muertos estaba en pleno apogeo. Los habitantes parecían estar disfrutando de la presencia de los peluches recipientes de espíritus creados por Grimm. Varios niños corrían alrededor de los peluches, riendo y hablando con ellos como si fueran sus antiguos familiares.
En un rincón, Rokugo observó a una joven que sostenía un peluche en forma de oso, hablando con él con una sonrisa nostálgica.
—Dicen que este peluche contiene el espíritu de su abuelo. Parece feliz —comentó Alice mientras observaba la escena.
Rokugo asintió, aunque su mirada se desvió cuando vio una figura familiar entre la multitud.
Grimm había vuelto a revivir, completamente ilesa y tan enérgica como siempre, como si nada hubiera pasado. Al verla, Rokugo simplemente suspiró, y con tono resignado murmuró:
—¿Otra vez tú, Grimm? Justo cuando pensaba que podríamos disfrutar un festival tranquilo...
Grimm, ignorando el comentario, sonrió con confianza y levantó la mano, saludándolo.
—¡Comandante! ¡Estoy de vuelta para cuidarte y protegerte!
Escena: El Hombre Tigre y el Festival de los No-Muertos
En el centro de la ciudad, en medio del festival de los no-muertos, un grupo de niños rodeaba al Hombre Tigre. Los pequeños, con los ojos brillando de emoción, lo confundieron con uno de los peluches contenedores de espíritus y, antes de que él pudiera reaccionar, lo abrazaron emocionados.
—¡Miren! ¡Es un peluche de tigre gigante! —exclamó uno de los niños, apretando al Hombre Tigre con fuerza.
Hombre Tigre gruñó, irritado, mientras intentaba deshacerse de los niños que lo abrazaban por todas partes.l
os niños lo ignoraban completamente y continuaban abrazándolo, creyendo que era un "peluche especial".
Desde la distancia, Rokugo observaba la escena con una sonrisa burlona. Decidió aprovechar la situación y se acercó con sus armas en mano, enfrentándose al Hombre Tigre mientras le lanzaba una mirada de desaprobación.
—Hey, ¿qué haces dejándote abrazar así por niños? —dijo Rokugo, alzando una ceja—. Recuerda, la pedofilia está estrictamente prohibida en Kisaragi.
Hombre Tigre lo miró con incredulidad y gruñó, preparándose para enfrentarlo.
—¡¿Qué dices, maldito pervertido?! ¡Estos niños no me dejan en paz, malinterpretaste todo!
—Eso dicen todos, hombre peludo. —Rokugo sonrió con malicia, blandiendo sus armas—. Pero yo seré el juez aquí. ¡Prepárate!
Ambos se lanzaron a una pelea, con Rokugo esquivando los zarpazos del Hombre Tigre mientras lanzaba ataques juguetones, disfrutando del caos que causaban en medio del festival. Los niños finalmente se alejaron, confundidos por la repentina pelea entre el "peluche gigante" y el "hombre extraño".
Escena: La Cafetería del Festival
Con el primer día oficial del festival de los no-muertos en marcha, Rokugo y sus compañeras decidieron aprovechar la oportunidad y abrir una cafetería improvisada en medio del caos del festival. Snow, quien estaba en busca de ingresos rápidos, se ofreció a ser la camarera... con un atuendo bastante provocativo que dejaba poco a la imaginación.
—¿Estás segura de que quieres usar eso? —preguntó Alice, levantando una ceja mientras observaba el atuendo atrevido de Snow.
Snow, con una sonrisa confiada, le guiñó el ojo.
—¡Por supuesto! Es para atraer clientes, y cuanto más llamativo, mejor. —Dijo mientras posaba, recibiendo ya varias miradas de los curiosos.
Sin embargo, la situación no duró mucho. Poco después de que la cafetería comenzara a ganar popularidad, una patrulla de guardias llegó para clausurar el local por "ofensas a la decencia pública". Snow fue arrestada en el acto, mientras Rokugo escapaba rápidamente, sin molestarse en rescatarla.
—¡Rokugo! ¡Vuelve aquí y ayúdame! ¡Esto es culpa tuya! —gritó Snow mientras los guardias la arrastraban, pero Rokugo ya estaba fuera de vista, fingiendo no escuchar.
Escena: Grimm y el Estrés del Festival
Mientras deambulaba por el festival, Rokugo se encontró con Grimm, quien lo miró con los brazos cruzados y una expresión molesta.
—¡Rokugo! ¡No me estás ayudando en absoluto con este festival! —le reclamó Grimm con un puchero—. La última vez que me morí, ni siquiera te molestaste en llevar mi cuerpo al templo de Zenarith para restaurarme. ¡Organizar un festival de no-muertos es estresante!
Rokugo sonrió con suficiencia y le dio una palmada en la espalda.
—Oye, lo estás haciendo bien, Grimm. Además, es un festival de no-muertos. ¿Qué puede salir mal? —dijo, con tono burlón—. De hecho, creo que te está quedando genial. ¡Felicidades!
Grimm lo miró, sorprendida, con un leve rubor en las mejillas.
—N-no seas tan amable, Rokugo. Podría… podría terminar enamorándome de ti —murmuró, tratando de mantener la compostura.
Rokugo, sin perder el ritmo, sonrió con picardía.
—Entonces, para celebrar tu arduo trabajo, ¿qué tal si te compro un collar bonito? —ofreció, guiñándole un ojo.
Grimm se sonrojó aún más y rápidamente asintió.
—¡S-sí! Pero... vamos a una tienda barata. No quiero abusar de tu generosidad. —Grimm intentó no parecer emocionada, pero la felicidad en su rostro era evidente—. Pero, ¡ten cuidado, Rokugo! Un detalle más y... y no habrá vuelta atrás. ¡Me enamoraré completamente de ti!
Escena: La Tienda de Collares
Entraron a una pequeña tienda en la ciudad, y Rokugo observó los collares disponibles, mientras Grimm lo miraba emocionada. Sin dudarlo, señaló el collar más caro de todos, un accesorio brillante y lujoso que destacaba en el mostrador.
—Quiero ese —dijo Rokugo con tono casual, mirando a la vendedora—. Pero aclaro, no es para mi novia ni nada. Solo es una compañera de trabajo.
Mientras decía esto, giró para ver la reacción de Grimm… solo para encontrarse con que Grimm estaba muerta nuevamente. Esta vez, la pobre había muerto de felicidad.
Rokugo suspiró y se llevó una mano a la frente.
—Ah… ni siquiera he comprado el collar y ya se desmayó de la emoción. Estos no-muertos… nunca se puede confiar en su resistencia.
Escena: El Malentendido del Collar y la Propuesta de Matrimonio
Tras el incidente en la tienda, Rokugo tuvo que cargar el cuerpo sin vida de Grimm hasta el templo de Zenarith para que la revivieran una vez más. Para cuando Grimm despertó, ya estaba al tanto del malentendido… y no estaba muy feliz al respecto.
—¡¿Cómo que el collar no era una propuesta de matrimonio?! —exclamó Grimm con evidente frustración mientras miraba a Rokugo—. En Grace, regalar un collar equivale a una declaración de amor… ¡¡pensé que finalmente te habías decidido!!
Rokugo levantó las manos en señal de paz, intentando calmarla.
—Hey, hey… no te pongas así. No era mi intención confundirte. Solo quería recompensarte por todo el esfuerzo con el festival. —Rokugo sonrió, tratando de suavizar la situación—. Pero si lo que quieres es una promesa…
Grimm suspiró, aún molesta, y se cruzó de brazos.
—La última vez que alguien mostró interés en mí fue cuando tenía 10 años… con una carta que me envió un amigo de la infancia. Esto es deprimente, Rokugo… —murmuró, sintiéndose desilusionada.
Rokugo la miró pensativo por un momento y luego, con una sonrisa algo pícara, dijo:
—Está bien, hagamos un trato. En diez años, si ninguno de los dos se ha casado, me casaré contigo. —Rokugo extendió la mano para sellar la promesa—. Pero hasta entonces, no quiero más collares o insinuaciones malinterpretadas, ¿entendido?
Los ojos de Grimm se iluminaron, y sin dudarlo, tomó su mano con entusiasmo.
—¡Acepto! —dijo emocionada. Ambos firmaron el trato con un pequeño corte en sus manos, sellando el acuerdo con un apretón de manos ensangrentado.
Horas más tarde, sin embargo, Grimm estaba furiosa.
—¡¿Me estás diciendo que tú eres el culpable de todo el desastre en el festival?! —gritó, fulminando a Rokugo con la mirada.
Rokugo la miraba con una sonrisa descarada, sin ningún remordimiento.
—¿Qué? Fue una oportunidad de negocio. —Se encogió de hombros—. Además, técnicamente yo no hice nada ilegal… solo convencí a Snow de usar ese atuendo y a Rose de disfrazarse de falso peluche espíritu. —Se rió—. No es mi culpa que la hayan arrestado.
Grimm bufó, lanzándole una mirada de reproche.
—¡No puedo creerlo! ¡Esto es tu culpa! ¡El festival está lleno de caos por tus ideas ridículas!
Mientras Grimm continuaba su retahíla de reproches, de repente un peluche contenedor gigante emergió, atacándolos. Rokugo y Grimm apenas tuvieron tiempo de reaccionar cuando el enorme peluche les lanzó una ráfaga de energía espectral.
—¡Espera! —Grimm retrocedió, preparándose para lanzar otra de sus maldiciones—. ¡Voy a remover la bendición de Zenarith en el área para debilitar a ese peluche!
Pero Rokugo rápidamente la detuvo, sujetándola del brazo.
—¡No! —dijo con firmeza—. Deja de "suicidarte" por tonterías. Ya no nos quedan más objetos de valor personal para ofrecer en el templo. Si te mueres otra vez, te vas a quedar ahí… y no pienso gastar más dinero en revivirte.
Grimm apretó los labios, molesta, pero finalmente asintió, bajando la mano.
En ese instante, el suelo comenzó a temblar y zombis emergieron de la tierra, levantándose alrededor de ellos. Grimm se quedó pálida al ver la cantidad de muertos vivientes que comenzaban a surgir.
—Esto… esto no puede ser. —Grimm observó, horrorizada—. ¡Alguien está manipulando a los espíritus y reviviendo a los muertos en masa!
Rokugo sacó sus armas, preparándose para el combate.
—Parece que tenemos un nuevo enemigo, ¿eh? —dijo, sin perder su sonrisa.
Grimm respiró hondo, dándose cuenta de que debía recurrir a su última táctica, aunque eso significara arriesgarse a un castigo por parte de Zenarith.
—No me queda de otra… —Grimm levantó las manos y, con voz solemne, comenzó a recitar un encantamiento—. En el nombre de Zenarith, otorgo el perdón divino a estas almas perdidas… que encuentren la paz y vayan a una mejor vida, en vez de sufrir en el infierno.
Con su bendición de perdón divino, los zombis empezaron a brillar, y poco a poco sus cuerpos comenzaron a desintegrarse, liberando sus almas en paz. El campo de batalla quedó despejado, pero Grimm cayó de rodillas, exhausta y jadeante.
Rokugo se acercó a ella, poniéndole una mano en el hombro.
—No estuvo mal, Grimm. A
Escena: El Sacrificio Involuntario del Collar y el Regreso de Grimm
Después de seguir el rastro de los peluches poseídos, Rokugo y Grimm descubrieron al culpable: uno de los demonios que había caído durante la última gran batalla había encontrado la manera de poseer uno de esos contenedores de peluche y estaba causando caos en el festival.
Grimm, decidida a purificar la zona de una vez por todas, levantó las manos y comenzó a recitar un encantamiento con voz solemne.
—En nombre de Zenarith, concedo el perdón divino en todo el territorio de Grace —anunció. Su poder se extendió por el área, y poco a poco, todos los espíritus en los peluches abandonaron sus recipientes, incluido el demonio que los había estado atormentando.
El efecto fue devastador… y Grimm cayó muerta una vez más.
Rokugo se quedó en silencio, observando el cuerpo inerte de Grimm. Suspirando, resignado, se agachó para levantarla con la intención de enterrarla.
—Bueno, Grimm, parece que esta vez no te revivirán en el templo —dijo, mirando el cielo con un suspiro. Luego comenzó a caminar hacia el lugar donde pensaba darle un descanso digno… aunque algo informal.
Sin embargo, al levantar el cuerpo, el collar que le había regalado a Grimm comenzó a brillar, siendo absorbido por una luz intensa.
De repente, Grimm abrió los ojos, tosiendo y respirando profundamente. Había regresado a la vida, una vez más.
—¿Eh? ¿Estoy…? —murmuró, confundida. Grimm se sentó, todavía desorientada, y miró alrededor, viendo el rostro resignado de Rokugo.
Rokugo la observaba con una mezcla de cansancio y diversión.
—Zenarith está furiosa contigo, Grimm. Esta es la última vez que revives gracias a esa ofrenda… ¿y sabes qué fue lo que ofrecimos? —Rokugo señaló el lugar donde debería estar el collar de Grimm, solo para que ella se diera cuenta de que había desaparecido junto con el contrato de "casarse en diez años."
Grimm abrió la boca con horror al comprender la situación.
—¡¿El collar… y el contrato… fueron tomados como ofrenda para revivirme?! —exclamó, totalmente incrédula. Su rostro pasó de la sorpresa a la indignación en cuestión de segundos.
—Exacto. —Rokugo se encogió de hombros, sonriendo irónicamente—. Así que sí, técnicamente te has revivido tú misma a costa de tus… esperanzas románticas.
Grimm se sonrojó, sintiéndose ridícula.
—¡Pero no puede ser! —dijo, negando con la cabeza—. ¡Yo no morí! Solo estuve… inconsciente. ¡Sí, eso es! Fue solo un sueño, nada más.
Rokugo levantó una ceja, mirándola con una expresión divertida.
—¿"Un sueño"? Grimm, fuiste revivida por el poder de Zenarith y perdiste el collar como ofrenda. No puedes seguir negándolo.
Grimm cruzó los brazos y le dio la espalda a Rokugo, todavía empeñada en negarlo.
—Yo… solo estaba inconsciente, y tuve un sueño extraño… donde Zenarith me regañaba. —Apretó los dientes—. Sí, fue solo eso… seguro.
Rokugo suspiró y miró a su alrededor. El festival de los no-muertos seguía en marcha, y la multitud parecía contenta con el éxito del evento. Se encogió de hombros, dejando a Grimm en su mundo de autoengaño.
—Bueno, al menos el festival fue un éxito, ¿no? —dijo, dándole una palmada en el hombro—. Aunque hayas hecho el ridículo por remover tú misma la bendición de Zenarith en el proceso.
Grimm bufó, todavía molesta, pero finalmente dejó escapar una leve sonrisa, rendida ante la situación.
—Supongo que… algo de eso puede ser cierto —admitió, a regañadientes—. Pero no me lo recuerdes, ¿quieres?
Rokugo sonrió de lado, listo para molestarse un poco más.
—Tranquila, Grimm. Seguro que lo recordaré en diez años… si todavía sigues viva para entonces
La Conquista y las Máquinas de Kisaragi
Después del desastre del festival y las resurrecciones accidentales, Rokugo decidió poner al tanto a Grimm sobre el estado de los demás:
—Así que, para que te hagas una idea, Snow va a quedarse en la cárcel por un buen rato —le explicó con una sonrisa burlona—. Y Rose… bueno, decidió quedarse en casa de un anciano en el pueblo. Parece que el abuelo le recuerda al suyo, y no tuvo problemas en "convertirse" en un peluche para hacerle compañía.
Grimm levantó una ceja, mirando a Rokugo con curiosidad.
—¿Así que Snow está pagando los platos rotos mientras tú te escabulliste? —comentó, sarcástica. Luego miró hacia el horizonte y sus ojos se iluminaron al ver una serie de máquinas de Kisaragi que se acercaban lentamente hacia el lugar—. ¿Y esas máquinas? ¿Ya han empezado a traer equipamiento?
Rokugo asintió, señalando el lugar donde se estaba construyendo la base de Kisaragi.
—Exacto. Estamos estableciendo una base operativa aquí. Y no solo eso… —Rokugo hizo una pausa dramática, mirándola a los ojos con una expresión de seriedad—. He decidido que es hora de conquistar este planeta.
Grimm lo miró sorprendida, sin palabras al principio, pero luego soltó una carcajada.
—¡¿Conquistar el planeta?! ¿Estás hablando en serio, comandante? ¿Este mundo ?
Rokugo sonrió con esa expresión traviesa que tenía cuando planeaba algo grande.
—Así es, Grimm. Esta será otra conquista en nombre de la Corporación Kisaragi.
Mientras Rokugo seguía hablando, el Destructor de Kisaragi, una máquina robótica gigante, avanzaba lentamente hacia el bosque cercano. Sin embargo, antes de que pudiera adentrarse demasiado, una explosión sacudió el suelo y detuvo el avance del coloso.
Grimm dio un salto hacia atrás por el impacto, mientras observaba el humo que salía del lugar de la explosión.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó, mirando a Rokugo alarmada.
Rokugo se encogió de hombros, pero en su expresión se reflejaba la sospecha de que había algo más en juego en ese mundo.
—No lo sé. Pero sea lo que sea, parece que alguien no quiere que avancemos. Quizás no sean solo los espíritus quienes están molestos con nosotros… —sus ojos brillaron con una chispa de emoción—. Tal vez alguien está protegiendo este mundo.
Grimm frunció el ceño, sintiendo una especie de energía ominosa en el aire. Algo sobre el lugar parecía… extraño. Como si escondiera secretos enterrados, ocultos por siglos.
—Este lugar… tiene algo raro, ¿no te parece? —preguntó en voz baja—. Como si hubiera una especie de… historia oculta en estas tierras.
Rokugo asintió, pero con una sonrisa en su rostro, ya que estaba más emocionado que preocupado.
—Sí, eso lo hace más divertido. Tal vez este planeta no es tan insignificante después de todo. Quién sabe, quizás incluso hayamos aterrizado en un mundo lleno de conflictos y leyendas antiguas. ¿Te imaginas si aquí existen guerreros legendarios o algo así?
Grimm rodó los ojos, pero no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa, contagiada por el entusiasmo del comandante.
—Bueno, mejor que estés preparado, comandante. Si estos espíritus y explosiones son alguna señal, parece que este mundo podría ser más peligroso de lo que pensamos.
Con una mezcla de inquietud y emoción, ambos observaron el humo en el horizonte.
Escena: El "Refuerzo" de Black Lilith
Mientras tanto, en las oficinas de la Corporación Kisaragi, la ejecutiva Black Lilith se encontraba compartiendo detalles sobre el planeta en el que estaba destinado Rokugo con la ejecutiva Astaroth, con la intención de ponerla un poco celosa.
—¿Sabías, Astaroth? —dijo Black Lilith con una sonrisa traviesa—. En ese mundo prácticamente no hay hombres jóvenes. La mayoría murieron o están atrapados en guerras interminables. ¿Te imaginas? Rokugo debe estar rodeado de puras mujeres desesperadas por algo de... atención.
Astaroth frunció el ceño, claramente molesta por la insinuación de Lilith.
—¿Hombres jóvenes? —repitió Astaroth, levantando una ceja y forzando una sonrisa—. Bueno, supongo que es lo que Rokugo debe enfrentar como su sacrificio en la misión, ¿no?
Justo en ese momento, el sistema de videollamadas sonó, indicando que Rokugo estaba intentando contactar la sede de Kisaragi. Astaroth rápidamente se acomodó el cabello y se puso una ropa algo provocativa antes de aceptar la llamada.
La pantalla se encendió, mostrando a Rokugo del otro lado, luciendo su sonrisa burlona de siempre.
—¿Qué tal, comandante? —Astaroth le saludó con una sonrisa, intentando atraer su atención—. ¿Cómo va todo en ese mundo?
Rokugo asintió, sin darle mucha importancia a los coqueteos de Astaroth.
—La base ya está terminada —anunció—. Según el protocolo, ahora necesitamos a una ejecutiva de alto rango para que supervise la nueva administración.
Antes de que alguien pudiera decir algo, Astaroth dio un paso al frente con entusiasmo.
—¡Perfecto! Yo me ofrezco. Estaré encantada de ir y ayudar a mi querido comandante Rokugo.
Pero Rokugo, astuto como siempre, tenía otro plan en mente. Con su habilidad para manipular la situación, comenzó a hablar con calma.
—Bueno, realmente necesitaremos a alguien con conocimientos científicos avanzados para manejar las operaciones técnicas. Creo que Black Lilith sería perfecta. Este mundo es algo… extraño, y sería mejor si tuviéramos una científica capaz de entender lo que está sucediendo.
Astaroth puso cara de sorpresa y frustración, mientras Black Lilith intentaba disimular una sonrisa victoriosa.
—Oh, comandante, es un honor que piense en mí —dijo Lilith, con un tono de falsa modestia.
Con la decisión tomada, Rokugo terminó la videollamada y regresó a su cita con Grimm, quien lo miraba con una sonrisa traviesa mientras le ofrecía una cucharada de su comida.
—Anda, abre la boquita, comandante, que te doy de comer yo —dijo con tono juguetón.
Rokugo, emocionado y sin dudar, abrió la boca con una expresión de expectativa. Sin embargo, justo antes de que pudiera probar la comida, Grimm retiró la cuchara y se echó a reír.
—¡Era una broma, comandante! —exclamó divertida.
Rokugo, furioso, le estampó la comida en la cara mientras ella soltaba un grito.
—¡Así aprendes a no hacerme esas bromas! —dijo él, molesto.
Grimm, ahora con la cara llena de comida, comenzó a llorar de forma dramática.
—¡Perdón, Rokugo! ¡Lo siento mucho! —sollozaba, aunque claramente era más un espectáculo que otra cosa.
Unas horas después…
Finalmente, la máquina teletransportadora trajo a Black Lilith al mundo donde estaba Rokugo. Sin embargo, su entusiasmo inicial se desvaneció cuando miró alrededor y vio el estado de la base de Kisaragi.
La base, que supuestamente estaba terminada, se encontraba destruida, con escombros y partes derruidas. Rokugo había "olvidado" mencionar que la explosión reciente también había cortado el acceso a internet en la base.
Lilith soltó un grito de desesperación, sus ojos llenos de lágrimas al darse cuenta de la realidad de su situación.
—¿¡Pero qué es esto!? —exclamó, mirando la destrucción a su alrededor—. ¿¡Voy a tener que dormir en carpas!? ¿¡Y SIN INTERNET!? ¿¡Por un mes completo!?
Rokugo, que había estado observando todo desde una distancia prudente, simplemente se encogió de hombros con una sonrisa.
—Vamos, Lilith, esto también es parte de la misión. Piensa en ello como… una experiencia de supervivencia.
Black Lilith solo pudo dejarse caer de rodillas, lamentándose en silencio mientras comenzaba a comprender la verdadera naturaleza de la misión en este planeta.
Escena: La "Aventura" de Black Lilith en el Mundo de Rokugo
Al día siguiente, Black Lilith, ya resignada a pasar un mes sin internet, se decidió a explorar el campamento improvisado de la Corporación Kisaragi en aquel mundo peculiar. Caminando por el lugar, su atención fue captada por un individuo que, para su sorpresa, estaba vestido con un traje de sirvienta. En sus reportes previos, Rokugo le había mencionado a una "chica" de apariencia extraña llamada Rose, así que Lilith asumió de inmediato que debía ser ella.
—¡Oh, Rose! —le saludó Lilith con una sonrisa amplia—. Así que tú eres la famosa mascota de Rokugo, ¿no es así?
El individuo se giró, revelando ser Russell la quimera de combate
Sin embargo, Lilith, aparentemente confundida, siguió hablando como si nada.
—Vaya, vaya, no esperaba que fueras hermafrodita
Russell se quedó sin palabras, mirando a Lilith con incredulidad, mientras Rokugo, que se encontraba cerca, se dio cuenta de la confusión. Para aclarar las cosas, suspiró y, con la poca paciencia que le quedaba, desnudó a Russell en pleno campamento para que Lilith pudiera ver claramente que no era una mujer.
—¡Por el amor de… Lilith! —exclamó Rokugo mientras señalaba a Russell—. ¡Mira! ¡Este no es Rose! Es Russell. ¿Ves? Es un tipo.
Lilith frunció el ceño y asintió, finalmente comprendiendo.
—Oh… ya veo… —dijo con desinterés—. ¿Entonces Rose es otra persona?
—Sí, y créeme, es muy diferente a este desastre —respondió Rokugo, sacudiendo la cabeza.
Esa noche, Lilith se fue a dormir a regañadientes en su carpa asignada, recordando que iba a pasar un mes sin las comodidades a las que estaba acostumbrada. Estaba comenzando a entender que este mundo no era un lugar normal. La ausencia de internet y las dificultades del entorno medieval eran una prueba de ello, y a pesar de sus habilidades, el hecho de estar lejos de su tecnología la frustraba profundamente.
Al día siguiente…
Rokugo decidió darle un recorrido a Lilith por la ciudad más cercana. Al caminar por sus calles, Lilith observó con detenimiento y rápidamente comenzó a analizar el entorno. Su mente de científica notó varios detalles que no encajaban con un simple mundo medieval.
—Esto es extraño —comentó Lilith mientras miraba a su alrededor—. La infraestructura parece rudimentaria, pero… hay algo en esta ciudad que sugiere que antes de que llegáramos, hubo una civilización avanzada aquí.
—¿A qué te refieres? —preguntó Rokugo, fingiendo interés mientras se enfocaba más en lo que podría almorzar ese día.
—Para empezar, el nivel de higiene es sorprendentemente alto para un lugar de este tipo —respondió Lilith, señalando varios edificios que parecían tener sistemas de alcantarillado—. Eso no se encuentra en cualquier lugar medieval. Es como si este mundo hubiese pasado por un colapso y estuviera tratando de reconstruirse.
Rokugo miró a Lilith y se encogió de hombros.
—Pues, tal vez tengas razón. Este lugar tiene algunos detalles… interesantes.
Lilith, sin perder más tiempo, comenzó a trabajar en la reconstrucción de la base. Gracias a sus habilidades tecnológicas, los procesos que normalmente tomarían semanas o meses avanzaron rápidamente. En cuestión de días, los brazos robóticos y otros artefactos que Lilith había construido aceleraron la construcción.
Sin embargo, la paz no duró mucho. Justo cuando la base estaba tomando forma, fueron atacados de nuevo, esta vez por una tribu local llamada los Kachiwari y una serie de animales colosales que parecían ser variantes titánicas de la fauna local. Era como si los Kachiwari estuvieran controlando bestias gigantes, similares a criaturas de leyendas.
Uno de los animales, una planta carnívora de aspecto humanoide, lanzó un rugido aterrador y se dirigió directamente hacia Lilith. Sin mostrar el más mínimo miedo, Lilith activó sus brazos robóticos.
—No tienen idea de con quién se están metiendo —dijo Lilith con una sonrisa confiada mientras extendía los brazos mecánicos, cada uno de ellos cargado con un misil.
Con una precisión milimétrica, Lilith disparó los misiles y destruyó a las criaturas una por una. Cada explosión fue precisa, y los Kachiwari que estaban en el área comenzaron a retroceder con terror.
—¿Y eso es todo lo que tienen? —preguntó Lilith, mirándolos con desprecio—. No estoy ni usando el 10% de mi poder.
Rokugo, observando desde la distancia, no pudo evitar sonreír. Lilith, a pesar de sus excentricidades, sabía cómo imponer respeto.
—Bien hecho, Lilith —le dijo Rokugo mientras ella terminaba de destruir a la planta carnívora y las bestias restantes.
Los Kachiwari retrocedieron, claramente aterrorizados por el despliegue de poder que acababan de presenciar.
Lilith, aunque cansada, se dirigió hacia Rokugo con una sonrisa triunfante.
—Bueno, comandante, ¿qué te parece mi "bienvenida"? —preguntó Lilith con una pizca de orgullo.
—Diría que es perfecta. Bienvenida oficialmente a este planeta… el cual, dicho sea de paso, necesitaba algo de limpieza —respondió Rokugo, con una mirada sarcástica
Escena: Una Conversación Reveladora y la Confusión con la Princesa Tilis
Después del ataque de los Kachiwari y de la exhibición de poder de Lilith, se retiraron al campamento para cenar. Lilith intentaba comerse una ración de emergencia en su tienda, un plato de "comida" que, para sus estándares, dejaba mucho que desear. Durante el silencio incómodo, decidió hacer una pregunta que le rondaba la mente.
—Oye, Rokugo, ¿dónde están los otros agentes de Kisaragi? —preguntó Lilith, mordisqueando su comida con resignación.
Rokugo se tomó un momento para responder, rascándose la nuca con una mezcla de incomodidad y desdén.
—Ah… bueno, ellos decidieron hacer cualquier otra cosa. Preferían no estar cerca de ti porque… bueno, verte les revive algunos traumas —dijo Rokugo con sinceridad, intentando suavizar sus palabras.
—¿Traumas? ¿Qué traumas? —Lilith arqueó una ceja, sintiendo cómo la frustración comenzaba a burbujear en su interior.
—Ya sabes, los experimentos… aquellos experimentos que hiciste en Kisaragi para convertirnos en supersoldados —explicó Rokugo con una sonrisa nerviosa—. No todos recuerdan eso como una "experiencia enriquecedora", ¿sabes?
La expresión de Lilith se volvió sombría mientras apretaba el puño, canalizando su ira de manera productiva. En lugar de perder el tiempo en discutir, decidió desahogarse de una manera mucho más eficiente.
—¿Sabes qué? ¡Ya basta de depender de este equipo anticuado! —dijo, levantándose con determinación.
Con un estallido de creatividad y determinación, Lilith se retiró a su laboratorio improvisado y empezó a construir un satélite. En unas pocas horas, con la ayuda de sus habilidades tecnológicas y algunos recursos de la base, completó el dispositivo y lo lanzó a la órbita del planeta. Su objetivo era obtener una visión más amplia y clara de su nuevo territorio.
Unas horas después…
Lilith, Rokugo y Alice se reunieron en una colina cercana para probar su nuevo equipo. Usando los datos del satélite, localizaron una iguana gigante que vagaba cerca del campamento, una criatura colosal que representaba un posible peligro para la base.
—Vamos a ver cómo se comporta nuestra última arma contra algo de este tamaño, ¿les parece? —sugirió Lilith con una sonrisa confiada mientras activaba uno de sus brazos robóticos.
La iguana gigante se acercaba lentamente, moviéndose torpemente pero con una fuerza evidente. Sin perder tiempo, Lilith disparó una ráfaga de misiles dirigidos que alcanzaron a la criatura en un abrir y cerrar de ojos. En cuestión de segundos, la iguana fue reducida a cenizas, y Lilith observó satisfecha el resultado.
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Esto será demasiado fácil —comentó Lilith con una sonrisa victoriosa.
Rokugo se encogió de hombros, más preocupado por su próximo encuentro.
—Genial… Ahora, si ya terminaste de destruir cosas, tengo que llevarte a conocer a alguien.
Un rato después, en el Palacio de Grace…
Lilith, vestida con su uniforme de Kisaragi, se encontraba sentada junto a Rokugo en una mesa de té en el palacio, frente a la Princesa Tilis, quien parecía extrañamente calmada… al principio.
—Es un honor, Princesa Tilis. Estoy aquí para fortalecer los lazos entre su reino y nuestra… corporación —dijo Lilith con una sonrisa profesional, aunque algo forzada.
La princesa Tilis asintió y tomó un sorbo de té, aparentemente tranquila. Sin embargo, a medida que la conversación avanzaba, su expresión comenzó a cambiar, y Lilith se dio cuenta de que estaba entrando en un territorio delicado.
—Dígame, señorita Lilith, ¿cuánto sabe sobre… las "contribuciones" de su compañero Rokugo a nuestro reino? —preguntó Tilis, con un tono cada vez más tenso.
—Ah, bueno… supongo que algo, pero no mucho —respondió Lilith, lanzándole una mirada de advertencia a Rokugo, quien se hacía el desentendido.
Tilis dejó su taza de té en la mesa, su expresión de calma se desmoronó y se transformó en ira contenida.
—¡Por culpa de Rokugo, no tenemos agua porque la contraseña de la máquina generadora es una vergonzosa frase impronunciable! —exclamó, apretando los puños—. ¡Y gracias a él, nos vimos envueltos en una guerra después de que… le diera un golpe en la cabeza al príncipe de un reino vecino usando su… "miembro"!
Lilith abrió los ojos como platos, intentando contener su asombro, mientras Tilis continuaba, su tono subiendo de intensidad.
—¡Para colmo, los agentes de Kisaragi han estado colándose en mis habitaciones mientras duermo y, ¡por alguna razón inexplicable, usan mi baño personal como si fuera suyo! ¡Esto es una falta de respeto total!
Lilith, avergonzada y sintiéndose personalmente responsable de la situación, se inclinó con humildad y respeto.
—Princesa Tilis… en nombre de la Corporación Kisaragi, le ofrezco mis más sinceras disculpas —dijo Lilith, sintiendo un leve rubor en las mejillas—. Trataré de enmendar nuestros errores y le aseguro que Kisaragi hará todo lo posible para… mejorar.
Tilis suspiró, su furia aplacándose un poco.
—Muy bien. Entonces, ¿podrían ayudarnos con… tecnología? Algo que realmente pueda beneficiar a nuestro pueblo, sin más incidentes vergonzosos —dijo, mirando a Lilith con una mezcla de esperanza y desconfianza.
Lilith sonrió de manera diplomática.
—Lo consideraré, Princesa. Prometo que le daremos una respuesta pronto.
Al salir del palacio…
Ya fuera, Rokugo y Lilith estaban por marcharse cuando fueron interrumpidos por Snow, quien parecía furiosa. Al ver a Rokugo, avanzó hacia él con una expresión asesina.
—¡ROKUGO! —gritó Snow—. POR TU CULPA ESTUVE EN LA CARCEL
Antes de que pudiera hacer nada más, Lilith, con un movimiento rápido, activó uno de sus brazos robóticos y inmovilizó a Snow en el aire, levantándola ligeramente.
—Oh, querida Snow —dijo Lilith con una sonrisa seductora—. ¿Por qué tanto drama? Creo que tienes un gran potencial… uno que Kisaragi sabría apreciar.
—¡¿Qué… qué estás haciendo?! —gritó Snow, retorciéndose mientras intentaba liberarse.
Lilith se acercó, mirándola fijamente a los ojos, mientras susurraba suavemente.
—Si te unes a Kisaragi, nunca más tendrás problemas financieros. Te daríamos todas las espadas que deseas, y nunca tendrías que preocuparte por el dinero otra vez. Piénsalo bien, Snow… ¿de verdad quieres seguir sufriendo en un reino que no te da lo que mereces?
Snow, al escuchar esto, dejó de forcejear, considerándolo por un momento. La idea de obtener todas las espadas que deseara y vivir sin preocupaciones económicas era demasiado tentadora para alguien como ella.
—Yo… bueno… podría considerarlo —murmuró, su lealtad al reino de Grace empezando a tambalearse.
Rokugo observó la escena con una sonrisa maliciosa.
—Parece que Lilith tiene un don para… persuadir.
Lilith le devolvió la sonrisa, satisfecha de haber añadido una posible aliada a su causa.
—Simplemente sé cómo tocar los puntos débiles de la gente, Rokugo —dijo, mientras Snow asentía lentamente, claramente más tentada por la oferta de Kisaragi que por su lealtad al reino.
Escena: Exploración y Descubrimientos en el Mundo Ancestral
Para expandir las operaciones de Kisaragi en ese mundo, Lilith decidió construir una refinería petrolera. Había notado que este planeta contenía vastos recursos sin explotar y consideró que, mientras reconstruían la base, también podían aprovechar el tiempo extrayendo y refinando petróleo. Sin embargo, una sorpresa inesperada aguardaba en las profundidades.
Al excavar el primer pozo, en lugar de petróleo, lo que emergió fue una sustancia viscosa y gelatinosa que se retorcía y parecía tener vida propia.
—¿Qué demonios es esto? —exclamó Lilith, dando un paso atrás cuando la sustancia empezó a moverse en su dirección.
El "slime" se lanzó hacia ella, y Lilith apenas tuvo tiempo de esquivarlo. En lugar de ser un simple residuo, la criatura era claramente hostil y trataba de atacarla y a sus máquinas. Sin embargo, antes de que pudiera hacer mucho daño, el slime se deslizó de vuelta al suelo y desapareció.
—Eso… no era petróleo, ¿verdad? —comentó Rokugo, rascándose la cabeza mientras observaba el lugar donde la criatura se había hundido nuevamente.
Lilith pasó horas analizando lo sucedido y, tras revisar sus sensores, llegó a una conclusión.
—Este slime no es un residuo común. Al parecer, se alimenta del agua en este mundo.
—dedujo, fascinada y un poco frustrada por no poder explotar los recursos con tanta facilidad como esperaba.
Mientras tanto, Snow decidió aprovechar el momento para poner a Lilith al tanto de las particularidades de este mundo.
—Lilith, este lugar tiene muchas cosas que Kisaragi no espera. Más criaturas y culturas extrañas de lo que uno podría imaginar —comentó Snow mientras caminaban de vuelta al campamento.
Lilith, por otro lado, no pudo evitar notar algo.
—¿Sabes? Empiezo a ver cierta cercanía entre tú y Rokugo —dijo con una sonrisa juguetona—. ¿No me digas que le estás siendo infiel a Astaroth? ¿No es ella quien usualmente recibe esa "atención especial"?
Snow se sonrojó, parpadeando rápidamente.
—¡¿Qué?! ¡No, claro que no! ¡No se confundas! —protestó, aunque no pudo evitar mirar de reojo a Rokugo, quien observaba la conversación con su típica sonrisa burlona.
La atmósfera entre ellos era relajada, hasta que Snow decidió llevarlos a conocer algo aún más impactante.
—Bueno, basta de tonterías. Hay algo que quiero que vean… —Snow los guió hacia una zona oculta, cerca de los límites del reino.
Llegaron a una "granja" que parecía sacada de una pesadilla. En el lugar, había orcos esclavizados trabajando en los campos. Parecían desnutridos y agotados, y cuando uno de ellos alcanzaba cierta edad, los supervisores humanos lo apartaban y lo llevaban a una zona lejana, donde era sacrificado y utilizado como alimento para los otros.
Lilith y Rokugo observaron la escena con reacciones
—Este lugar tiene un pasado que no conocemos del todo. Algo me dice que esto no siempre fue así. —Lilith murmuró, observando detenidamente el trato cruel que los orcos recibían.
Más tarde, Snow les explicó sobre las criaturas gigantes que habitaban el planeta.
—Hay varios seres colosales en este mundo. Los llamamos "Reyes" porque dominan diferentes territorios y ecosistemas. Está el Rey del Desierto, que es un topo gigante. El Rey del Bosque, una lagartija colosal… —Snow comenzó a enumerar.
Lilith se iluminó al escuchar lo de la lagartija, recordando la que había derrotado previamente con su tecnología.
—Oh, ya la conocí. No fue difícil de eliminar —dijo, con una sonrisa de superioridad.
Snow la miró, sorprendida.
—¿En serio? ¿El Rey del Bosque? ¡Esa criatura ha aterrorizado a nuestros soldados durante generaciones! —exclamó.
—¿Generaciones? —Lilith levantó una ceja, dándose cuenta de que este planeta había soportado la existencia de esas criaturas durante mucho tiempo, al punto de haberse integrado en su cultura.
—Sí, y también está el Rey de los Cielos —continuó Snow—. Aunque quizás ese no te impresione tanto… es un gorrión gigante.
Lilith no pudo evitar una expresión de decepción. Ella esperaba enfrentarse a un dragón o alguna criatura mítica que le otorgara un título épico, pero… ¿un gorrión?
—Bueno, ¿y si lo cazamos de todas formas? No será un dragón, pero supongo que podría conformarme con el título de "Cazadora de Gorriones Gigantes" —dijo, rodando los ojos.
Sin embargo, el gorrión resultó ser más problemático de lo que parecía. Justo cuando se acercaron a su territorio, el enorme pájaro descendió de los cielos y, en un rápido movimiento, secuestró a Rokugo con sus garras, elevándolo hacia el cielo.
—¡ROKUGO! —gritó Lilith, sin poder contener su sorpresa.
Rokugo, atrapado y siendo elevado hacia lo alto, empezó a gritar maldiciones y a agitarse.
—¡Lilith! ¡Sácame de aquí! ¡No quiero ser la cena de un par de pajaritos mutantes!
Lilith, sin perder tiempo, usó sus brazos robóticos para disparar una serie de misiles, derribando al gorrión y rescatando a Rokugo antes de que el pájaro llegara a su nido. Finalmente, Rokugo cayó al suelo, jadeando y limpiándose el polvo.
—Y yo que pensaba que un gorrión gigante no sería tan aterrador… —murmuró Rokugo, recomponiéndose.
Mientras inspeccionaban el área después de la batalla, Lilith se encontró con un objeto brillante entre las rocas. Al recogerlo, se dio cuenta de que era una gema de un tamaño considerable, con una pureza y brillo extraordinarios.
—Espera un momento… estas gemas… —Lilith comenzó a hacer cálculos mentales, reconociendo el valor de lo que tenía en sus manos—. ¡En nuestro mundo, una sola de estas gemas podría venderse por una fortuna!
Rokugo la miró con una sonrisa ladina.
—¿Qué pasa, Lilith? ¿Acaso encontraste otro "recurso" que Kisaragi podría explotar?
Lilith observó la gema, y por un instante se quedó en silencio, pensando en cómo esta sociedad aparentemente medieval aún guardaba vestigios de una civilización más avanzada, una que quizás entendía el verdadero valor de esos recursos antes de desaparecer.
—Rokugo, este planeta tiene más de lo que imaginamos. Si aprendemos a explotar sus riquezas y sus secretos… podríamos hacer de Kisaragi la corporación más poderosa del universo —dijo, con una sonrisa ambiciosa.
Sin embargo, en el fondo, no podía evitar sentir una extraña familiaridad en este mundo. Como si, de alguna forma, los ciclos de guerra y destrucción en este lugar fueran parte de algo mucho más antiguo.
Escena: La llegada de Grimm al campamento
Mientras Lilith y Rokugo terminaban de inspeccionar la gema, una figura familiar irrumpió en el campamento. Era Grimm, quien había llegado especialmente para conocer a la famosa "Black Lilith". Grimm caminaba con una expresión soñadora y, al ver a Lilith, se acercó con emoción en los ojos.
—¡Oh, vaya! ¡La legendaria madre de Rokugo! —exclamó Grimm con admiración.
Lilith parpadeó, completamente desconcertada.
—¿¿M-Madre?? —Lilith le lanzó una mirada helada a Rokugo, quien de inmediato comenzó a sudar.
—¡Grimm! ¡Ella no es mi madre! —exclamó Rokugo, intentando corregirla antes de que las cosas se descontrolaran.
—¿No es tu madre? —Grimm inclinó la cabeza, aún confundida—. Pero… ¡Rokugo, nunca habías traído a una mujer tan importante contigo! Creí que… ella era la persona especial que tanto mencionabas…
Lilith cruzó los brazos, impaciente.
—Espera un momento… ¿A qué te refieres con "persona especial"? —preguntó con un tono amenazante.
Grimm, sin captar la creciente tensión, prosiguió.
—Bueno, ya que estamos todos aquí, quiero hacer el anuncio formal. —Grimm respiró profundamente y miró a Lilith con una sonrisa tímida—. ¡Rokugo y yo estamos comprometidos! Y quería pedir tu bendición, ya que claramente eres alguien importante para él.
Lilith abrió los ojos, sorprendida y con una expresión de absoluto disgusto.
—¿¡Comprometidos!? —exclamó, mirando a Rokugo con una furia apenas contenida—. ¡Así que, después de todo, le estabas siendo infiel a Astaroth! ¡Con razón te has estado comportando de forma tan evasiva!
—¡Espera, espera, Lilith! No es lo que parece. —Rokugo levantó las manos, desesperado—. Solo firmé un contrato con Grimm de que, si ninguno de los dos se casaba en diez años, entonces nos casaríamos. ¡Es un acuerdo a futuro, nada más!
Grimm miró a Lilith con una expresión seria y asintió solemnemente.
—Exactamente, Lilith. Sé que suena extraño, pero es un acuerdo para el futuro.
—dijo, con los ojos brillando de gratitud—. Rokugo ha sido un gran apoyo para mí.
Lilith le lanzó una mirada de advertencia a Rokugo, quien ya empezaba a sudar de nuevo.
—¿Así que… han estado "comprometidos" en secreto? Muy bien, muy bien. Esto es nuevo… —Lilith murmuró, molesta y con los ojos entrecerrados—. Más te vale que esto no llegue a oídos de Astaroth, Rokugo.
Rokugo tragó saliva, haciendo una seña desesperada a Grimm para que dejara de hablar. Pero Grimm, ignorando la situación, comenzó a acercarse a Rokugo con un aire cariñoso, intentando abrazarlo y darle pequeños "mimitos".
—Mi querido Rokugo, siempre has sido tan valiente. Me alegra que estemos juntos en este mundo extraño —dijo Grimm, tratando de rodearlo con los brazos.
Rokugo, intentando zafarse, puso resistencia al abrazo, nervioso ante la mirada de Lilith.
—¡Grimm, basta! ¡No es el momento ni el lugar para esto! —exclamó, intentando mantener su distancia.
Snow, quien había estado observando la escena con una sonrisa divertida, decidió intervenir.
—¿Sabes, Grimm? La única mujer de la que Rokugo debería depender aquí… soy yo —comentó en tono de broma, cruzando los brazos y arqueando una ceja.
Rokugo le hizo señas a Grimm desesperadamente, intentando que entendiera la situación.
—Grimm… te lo ruego… por favor, detente. Lilith no es alguien con quien quieras enojarte —murmuró entre dientes.
Grimm finalmente pareció entender la tensión, y rápidamente se acordó de algo importante que había venido a decirles.
—Oh, es cierto. ¡Casi lo olvido! —Grimm se recompuso y miró a ambos—. Vine a advertirles que… el Rey de Barro, el slime que se alimenta del agua del reino, está furioso y ha salido de su hábitat.
Lilith se detuvo un momento, recordando su intento fallido de extraer "petróleo" esa mañana.
—¿El Rey de Barro? —repitió con interés.
—Sí. Creemos que algo o alguien perturbó su fuente de alimento, y ahora está causando estragos. Podría ser algún ataque de los señores demoníacos, pero… algo me dice que puede haber sido otra cosa —dijo Grimm, mirando a Lilith con curiosidad.
Lilith esbozó una sonrisa tensa, comprendiendo la conexión.
—Ah, claro… ya entiendo. —Miró hacia el horizonte, recordando el slime que había intentado atacar su maquinaria—. Entonces, el "Rey de Barro" es responsable de esa extraña sustancia que apareció esta mañana.
Grimm, con una expresión resuelta, insistió en intentar apaciguar al Rey de Barro, creyendo que con rituales y rezos podría calmar al slime. Pero Lilith no estaba dispuesta a dejar las cosas al azar.
—No necesitamos rituales, Grimm. —Lilith sonrió, activando sus brazos robóticos—. Yo misma me encargaré de este asunto.
Momentos después, Lilith usó su armamento avanzado para solidificar al Rey de Barro, convirtiéndolo en una estatua inofensiva, incapaz de causar más destrucción.
—Listo. Problemita resuelto —dijo Lilith, satisfecha.
Sin embargo, a medida que inspeccionaba al slime petrificado, Lilith sintió una creciente frustración. A pesar de que los habitantes del mundo pensaban que vivían en un sistema medieval rudimentario, había demasiadas pistas de tecnologías avanzadas y seres biológicamente complejos. Los recursos que Lilith esperaba explotar eran ahora parte de un rompecabezas de misterios y secretos escondidos en el pasado de este mundo.
—Este lugar… —Lilith suspiró, dejando que la frustración la invadiera—. Pensé que sería un mundo primitivo, fácil de conquistar, pero parece que sus propios habitantes no se dan cuenta de lo que realmente tienen bajo sus pies. Este lugar es mucho más que una civilización medieval. Es como si tuviera escondida toda una red de… armas biológicas y tecnología avanzada.
Rokugo la observó, dándose cuenta de que Lilith se encontraba fascinada, pero al mismo tiempo inquieta. El descubrimiento de lo que realmente contenía este mundo solo hacía que su misión se volviera más complicada… y mucho más interesante.
—¿Qué piensas hacer, Lilith? —preguntó Rokugo.
—Lo que mejor sé hacer, Rokugo. Voy a desentrañar cada secreto de este lugar, sin importar cuánto tiempo me lleve. Y cuando termine, Kisaragi será la única beneficiada de todo esto —dijo Lilith, con una sonrisa ambiciosa, mientras miraba el horizonte, sabiendo que este mundo aún tenía mucho más que ofrecer y muchas más sorpresas ocultas.
Escena: La indignación de Lilith y la llegada de los eventos extraños
El campamento estaba tranquilo, pero Lilith sentía una creciente incomodidad. Se encontraba mirando a Rokugo, quien intentaba esquivar su mirada, claramente nervioso. Grimm, mientras tanto, seguía hablando alegremente, sin notar la tensión que se acumulaba en el aire.
—¡Madre! —Grimm exclamó, al acercarse a Lilith, dándole una palmada en la espalda como si de verdad la considerara una madre—. Estoy tan emocionada de conocerla. ¿Cómo está todo en la base? ¡Rokugo siempre habla de usted!
Lilith, completamente exasperada, dio un paso hacia atrás, con los brazos cruzados. El tono de su voz estaba lleno de irritación cuando finalmente explotó.
—¡Te he dicho mil veces que no soy tu madre! ¡Soy la jefa de Rokugo! ¿¿Por qué siempre sigues llamándome madre!? —Lilith gritó, mirando furiosa a Grimm, mientras el resto del campamento se quedaba en silencio ante la rabia evidente de la líder.
Grimm, como siempre, no captó la gravedad de la situación y continuó con su tono cálido.
—¡Pero, madre! ¡¡Es tan bonito tener a una madre que sea tan fuerte como tú!! —respondió Grimm, sin darse cuenta de que Lilith solo se estaba llenando más de frustración.
Rokugo, abrumado por la situación, se rascó la nuca, sin saber cómo calmar a las dos mujeres que lo rodeaban. Estaba atrapado entre el conflicto de su "compromiso" con Grimm y el tono dominante de Lilith.
—¡Grimm, por favor, basta! —rogó Rokugo, intentando mediar, pero sin saber cómo manejar la situación—. Ya te he dicho que Lilith no es mi madre. ¡Es una líder de Kisaragi!
Pero Grimm, como siempre, no parecía entender la diferencia.
—¡Ay, perdón, madre! —volvió a decir Grimm, sin inmutarse.
Lilith soltó un pesado suspiro, con la cara enrojecida por la rabia contenida, pero se contuvo y cambió de tema de inmediato, aún furiosa, pero tratando de centrar su atención en los eventos importantes que se avecinaban.
—No tienes idea de lo que realmente me molesta ahora mismo. —Lilith miró a Rokugo con dureza—. ¿Por qué me estás utilizando para exterminar esos malditos animales gigantes? ¡Esos monstruos que tanto te molestaban! ¡No me metí en esto solo para que ahora seas tú quien los mate, Rokugo! ¡¡Me molesta!!
Rokugo trató de defenderse, sin saber cómo apaciguar la furia de Lilith.
—No es eso, Lilith, es solo que necesitamos hacer esto para sobrevivir aquí, y necesitamos ayuda para lidiar con ellos. Tú tienes los recursos para eliminarlos de forma eficiente, ¿verdad? —dijo, intentando calmarla, aunque el tono de su voz temblaba ligeramente por el miedo.
Lilith levantó una mano, interrumpiéndolo.
—¡No te hagas el inocente! Sabes muy bien lo que estoy diciendo. Estás usando mi poder solo para tu beneficio y para tu pequeña guerra personal. ¡No lo haré más, Rokugo! —dijo con dureza, aunque una sombra de frustración se reflejó en su rostro.
Justo en ese momento, Grimm interrumpió con un entusiasmo absurdo.
—¡Madre, madre! Fui a investigar una supuesta mansión embrujada cerca de aquí. ¡Quería demostrar que los fantasmas existen! —comentó mientras sacaba una bolsa llena de polvo brilloso de su mochila—. Pero, resultó que… ¡era solo Alice! Ella estaba usando hologramas para hacer parecer que la mansión estaba encantada.
Lilith levantó una ceja.
—¿Hologramas? —preguntó, intrigada pero sin perder la compostura—. ¿Alice estaba jugando a ser cazafantasmas?
Grimm asintió con emoción.
—¡Sí! ¡Alice tiene un talento impresionante para crear ilusiones! Quería demostrarme que los fantasmas realmente existían, así que decidí invocar un ángel para comprobarlo. Pero lo que pasó después fue muy divertido… —Grimm sonrió, recordando la escena.
En ese preciso instante, Alice apareció, riendo por lo bajo.
—Vaya, Grimm. Siempre tan… confiada. —Alice se acercó con una sonrisa burlona—. Pero, ¿en serio pensaste que un ángel iba a ser tan fácil de invocar? ¡Mira cómo lo trataste!
Antes de que Grimm pudiera responder, Alice se acercó a la figura del ángel que estaba flotando en el aire y, con un gesto dramático, comenzó a cuestionar su naturaleza.
—¿Sabes qué? Me parece que este no es un ángel en absoluto. Parece más un tipo disfrazado, ¿no? —dijo Alice, mirando al ser celestial con escepticismo.
El ángel, claramente irritado, frunció el ceño.
—¡¿Qué dices, humana?! —gritó el ángel—. ¡Soy un ángel legítimo y lo vas a pagar por dudar de mí!
Lilith observaba con atención mientras el ángel, furioso, finalmente explotaba.
—¡Te maldigo! —gritó el ángel, apuntando a Grimm—. ¡Nunca podrás conocer a un hombre bueno, ni recibir su amor verdadero!
Grimm, sorprendida por la maldición, se quedó quieta por un momento. Lilith, con una sonrisa fría, observó el desastroso espectáculo mientras tomaba la oportunidad.
—Vaya, Grimm… ¿tan fácil de afectar? —Lilith caminó hacia ella con calma, mirando la expresión confusa en el rostro de Grimm—. Parece que te han dejado bastante vulnerable, ¿no es así? ¿Qué tal si dejas de jugar a ser heroína y te unes a nosotros?
Grimm, aún con la maldición resonando en su mente, no pudo evitar sentirse atraída por la propuesta.
—¿A unirme a ustedes? —preguntó, ligeramente aturdida, mientras trataba de procesar lo que sucedía. Pero la idea de pertenecer a algo más grande, a una organización que realmente podía ofrecerle poder y estabilidad, la tentaba.
Lilith sonrió, usando su influencia para ganar terreno.
—Sí, Grimm. Kisaragi puede ofrecerte mucho más de lo que te imaginas. No tienes que quedarte atrapada en este mundo desordenado. Si te unes a nosotros, podrías ser parte de una red poderosa que te proveerá de todo lo que deseas. Imagina… tecnología avanzada, poder sobre este mundo y el control de las fuerzas que lo dominan.
Grimm, aún desorientada por la maldición y el caos de la situación, parecía estar dudando. Pero las palabras de Lilith comenzaron a hacer mella.
—Lo pensaré… —murmuró Grimm, casi como una confirmación para sí misma. Estaba claramente más vulnerable que nunca y, en ese momento, Lilith sabía que había ganado una pequeña batalla más para Kisaragi.
Lilith le lanzó una mirada calculadora a Rokugo, quien estaba mirando la situación sin saber qué decir. La expresión en el rostro de Rokugo mostraba que estaba preocupado por el giro que tomaba la conversación.
—De todos modos, Alice —Lilith giró hacia ella—. ¿Tienes muestras del ángel que invocaste? Me gustaría analizarlas. Si realmente era un ángel, podría ser útil para nuestra investigación.
Escena: El Collar y la Revelación
En su oficina improvisada, Rokugo se recostaba en su silla con un aire pensativo. Miraba por la ventana los paisajes desolados de la superficie del planeta, mientras procesaba lo que había sucedido con Grimm, Black Lilith y, en especial, el nuevo contrato con Grimm. Las cosas estaban tomando un giro inesperado, y no estaba seguro de si realmente podía seguir jugando con el corazón de la joven sin que las consecuencias lo alcanzaran algún día.
—"Si juego con el corazón de Grimm, ganaré puntos negativos todos los días con el mínimo esfuerzo" —pensaba Rokugo, con una sonrisa traviesa pero insegura—. "Pero... ¿será que esto no se me va de las manos? Grimm es tan impredecible…"
No pudo evitar sentirse algo nervioso, incluso tenso. Podía ser una broma, algo para hacerla caer en su trampa, pero tal vez era demasiado. Sin embargo, su mente estaba ocupada en el plan, y en el momento en que vio el collar en una tienda local, no pudo evitar pensar en Grimm.
Al día siguiente, el ambiente en el campamento parecía más relajado. A pesar de las tensiones anteriores, Rokugo estaba decidido a seguir adelante con sus planes, aunque había una nueva sensación de incomodidad flotando en el aire. Grimm, por otro lado, había estado más callada de lo habitual, probablemente procesando lo que sucedió la noche anterior. Mientras tanto, Rokugo se acercó a ella con una sonrisa tímida, sosteniendo algo pequeño en sus manos.
—Grimm... —dijo Rokugo, algo nervioso. —Te compré algo.
Grimm levantó una ceja, mirando la pequeña caja que Rokugo le ofrecía. Al abrirla, encontró un collar bonito, con una piedra brillante que parecía cambiar de color dependiendo de cómo la miraras.
—¿Un collar? —preguntó Grimm, sorprendida, pero rápidamente sonrió al ver el gesto. —¡Es muy bonito, Rokugo! ¿Por qué me lo diste?
Rokugo, visiblemente avergonzado, miró al suelo, incapaz de sostener la mirada de Grimm.
—Bueno... —dijo en voz baja—. Es solo que... cuando vi el collar, me hizo pensar en ti. Quería regalarte algo, y... no sé, pensé que te gustaría.
Grimm, con una risa suave, lo miró fijamente. Un pensamiento de repente cruzó por su mente, y sus ojos se iluminaron con un brillo travieso.
—¿Estás... enamorado de mí? —preguntó Grimm, como si no pudiera creer lo que escuchaba, su voz mezclada con incredulidad y emoción—. ¿De veritas? ¿De veritas?
Rokugo se sonrojó hasta la raíz de sus cabellos, incapaz de ocultar su nerviosismo. Por un momento, no sabía qué decir, pero al final, con una pequeña sonrisa avergonzada, suspiró.
—Sí, Grimm, creo que... sí. —dijo con suavidad, casi como si se estuviera resignando a la idea.
Grimm se quedó en silencio por un momento, observando a Rokugo mientras procesaba lo que acababa de escuchar. Algo dentro de ella comenzó a hacer click, y su mente comenzó a dar vueltas. El Comandante... está enamorado de mí... pensó. ¿Quiere a una chica como yo? No puedo creer que este día finalmente haya llegado. Es como un sueño
Un rubor involuntario apareció en sus mejillas mientras sus pensamientos comenzaban a desbordarse. —"No puedo creerlo... El Comandante... está enamorado de mí... y quiere a una chica como yo, ¿quién lo habría pensado? Pensé que este día finalmente había llegado. ¡Es como un sueño!"
Grimm, incapaz de controlar la avalancha de emociones que la invadían, comenzó a sobrepensar la situación. Las preguntas invadieron su mente, y no pudo evitar divagar.
—Pero... ¿qué diferencia habría ahora que somos novios de verdad con lo que ya hacíamos? Y si no sé cómo hacerlo... ¿y si lo arruino? ¿Qué pasará?
Rokugo, viendo la confusión y la sobrecarga emocional de Grimm, no pudo evitar sonreír para sí mismo mientras la observaba. Si bien no esperaba que fuera tan obvio, la verdad era que la situación comenzaba a divertirse más de lo que pensaba. Sin embargo, había algo dentro de él que, por un momento, se sintió incómodo con el giro de los acontecimientos.
Con un suspiro, Grimm levantó la cabeza y sonrió, aunque con una mezcla de confusión y emoción. A pesar de sus dudas, el momento había llegado, y no iba a dejarlo escapar. No aún.
Escena: La Revelación de Rose y el Misterio de las Ruinas
Al día siguiente, Rokugo llevó a Lilith a conocer a Rose, quien, para sorpresa de todos, estaba disfrazada de peluche en la casa de un viejo. El hombre, un anciano que recordaba a su abuelo, parecía ser el único que conocía la verdadera identidad de Rose.
—Este es el lugar donde Rose ha estado viviendo todo este tiempo —explicó Rokugo con una leve sonrisa. —Nunca imaginé que ocultara algo así.
Rose, de pie al lado de la chimenea, observó la llegada de Lilith con una mirada expectante. No parecía preocuparse por la presencia de la líder, pero algo en sus ojos traía una sabiduría silenciosa.
—He estado aquí... como un simple peluche. —Rose se encogió de hombros, aunque su tono era más serio de lo esperado—. El viejo me recuerda a alguien que conocí en el pasado. Su sabiduría me ha servido bien.
Lilith, al escuchar la historia, frunció el ceño, sintiendo una extraña inquietud. No era solo el hecho de que Rose se hubiera ocultado tanto tiempo, sino también la forma en que lo había hecho. Algo no cuadraba.
—Rose, ¿hay algo más que deberíamos saber? —preguntó Lilith, mirando detenidamente a la quimera.
—Te lo diré cuando sea el momento adecuado —respondió Rose con calma—. Pero ahora, hay algo más que debemos ver.
Con un gesto decidido, Rose condujo a Lilith y a Rokugo hasta las ruinas que frecuentaba. A medida que caminaban, el paisaje parecía cambiar, tornándose más oscuro y extraño. El aire estaba cargado de electricidad, y Lilith no podía dejar de sentir que algo en este lugar tenía una conexión directa con la tecnología avanzada que había descubierto antes.
Al llegar al centro de las ruinas, Rose señaló con el dedo a un área particular, donde los restos de una estructura antigua se alzaban con lo que parecía ser tecnología avanzada. Lilith comenzó a examinar los informes, fotos y archivos dispersos por el lugar, y lo que encontró solo confirmó lo que sospechaba.
—Esto... —dijo Lilith, casi para sí misma, mientras observaba con creciente horror los detalles—. Estos animales gigantes... el slime... ninguno de ellos es propio de este mundo. Son... armas biológicas. Fueron creados con ingeniería genética y experimentos raros.
Rokugo, al escuchar esto, se mostró perplejo.
—¿Armas biológicas? Pero... ¿cómo es eso posible?
Lilith lo miró con una expresión grave, pero no compartió su descubrimiento con Rose en ese momento. La quimera estaba observando un mapa en la pared, concentrada en algo más.
—Aquí... —dijo Rose, señalando con su dedo—. Este es el lugar donde el Reino de Grace me encontró hace años. Estaba en un tubo criogenizado.
Lilith miró el mapa con interés, observando la ubicación del laboratorio que Rose señalaba. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en la magnitud de lo que estaba sucediendo. Ese laboratorio, esos experimentos... todo parecía conectar de alguna manera con lo que ya había sospechado.
Aún así, Lilith guardó silencio, sabiendo que no era el momento para revelar todo lo que había descubierto. La verdad aún estaba oculta, pero tenía la sensación de que las piezas del rompecabezas estaban comenzando a encajar. Y cuando todo estuviera claro, nadie podría detener lo que Kisaragi tenía planeado.
Escena: El Plan de Invasión
Después de varios días de planificación y recopilación de información, el satélite de Lilith finalmente localizó el castillo del rey demonio, un lugar que se había mantenido oculto por generaciones. Con la localización precisa en sus manos, Lilith convocó una reunión con sus aliados para discutir los siguientes pasos.
Rokugo, Rose, Alice y algunos otros estaban presentes en una mesa llena de mapas, libros antiguos sobre fantasía y planes de batalla que hablaban sobre la derrota de castillos de reyes demonios, pero todo parecía demasiado típico, como algo sacado de una novela de aventuras.
—¿Realmente vamos a hacer esto? —preguntó Rokugo, su mirada fijada en los informes. —Es… es el castillo del rey demonio, y nos está mirando todo su ejército. No es cualquier invasión.
Lilith se cruzó de brazos, mirando los papeles con una calma fría.
—Hemos planeado lo suficiente. Los demonios de su ejército nos subestiman, pero yo tengo un plan mejor.
Rokugo levantó la cabeza con una ceja arqueada.
—¿Qué quieres decir?
Lilith sonrió, y de repente, la sala se llenó con una energía extraña. Desde un compartimento secreto dentro de la fortaleza de Kisaragi, un avión de diseño futurista apareció en la pantalla. Era algo completamente fuera de lugar para ese mundo, un avión completamente diferente a cualquier cosa que pudieran imaginar.
—Voy a usar este avión para invadir el castillo —dijo Lilith con una calma que hacía que todos se quedaran en silencio por un momento.
Rose, que hasta ese momento había estado observando en silencio, no pudo evitar soltar una exclamación de asombro.
—¿Pueden... volar? ¿De verdad? —preguntó, con los ojos completamente abiertos por la sorpresa.
Lilith asintió sin perder su compostura.
—Claro que sí. ¿Qué, pensabas que todo lo que tengo son armas y robots? A veces es necesario un poco de innovación.
Rokugo, aunque todavía algo perplejo, asintió con la cabeza.
—Bien. Si dices que se puede, lo haremos.
Después de una breve pausa, Lilith miró a todos.
—Y para hacer las cosas más interesantes, montaremos un centro de telecomunicaciones justo al lado de su castillo. Lo último que sabrán es qué les ha llegado.
Escena: El Asalto al Castillo del Rey Demonio
Con el avión de Kisaragi en pleno vuelo, el grupo aterrizó cerca del castillo. A pesar de las defensas impresionantes, nada podía detener la velocidad y precisión del avión. Los demonios de Lord Demonio, al percatarse de la invasión, comenzaron a salir en grandes grupos, marchando hacia la ubicación de Lilith.
Sin embargo, Lilith tenía una oferta inesperada para ellos.
—¡Deténganse! —gritó, alzando la mano cuando los demonios se acercaban—. Antes de que intenten atacarnos, tengo una propuesta para ustedes.
Los demonios se detuvieron por un momento, sorprendidos por el desafío, pero la risa comenzó a llenar el aire. Sin embargo, una figura se adelantó, no riendo como los demás. Era Heine, la comandante demoníaca. Su mirada fija y desafiante se dirigió hacia Lilith.
—¿Qué tonterías hablas, humana? —dijo Heine, alzando una espada adornada con runas oscuras—. ¡Tú, un simple insecto, nos vas a dar órdenes?
Lilith la miró fijamente, sin amedrentarse. Sabía exactamente qué estaba a punto de hacer.
—Mi propuesta es simple —dijo con voz fría—. Únanse a Kisaragi, y todo esto podría terminar antes de que empiecen a luchar. Si no, verán lo que sucede.
Heine soltó una risa sarcástica.
—¡Nunca me arrodillaré ante ti, criatura! —gritó, lanzándose hacia Lilith con una velocidad aterradora.
Pero antes de que pudiera alcanzarla, Lilith levantó su brazo, y de los mecanismos ocultos en su cuerpo, salieron poderosos brazos roboticos que atraparon a Heine en el aire, elevándola hacia el cielo como una marioneta.
Rokugo, observando la escena, pensó que Lilith iba a humillar a Heine, desnudándola frente a su ejército como una señal de derrota. Sin embargo, Lilith, con una frialdad absoluta, no hizo nada de eso. En lugar de eso, simplemente la miró desde arriba.
—Se los advertí —dijo Lilith con calma.
En ese momento, una bomba de gran tamaño, lanzada desde el satélite de Lilith, cayó sobre el terreno alrededor del castillo, destruyendo los campos de batalla y la barrera que protegía al castillo del rey demonio. Heine, completamente impotente, observó cómo la barrera se desintegraba y el castillo quedaba al descubierto por primera vez en siglos.
La siguiente bomba cayó con precisión milimétrica, destrozando el castillo y, con él, al rey demonio que se encontraba dentro, reduciéndolo a escombros.
Heine, viendo el final de todo lo que había conocido, dejó escapar un rugido de impotencia, pero no había nada que pudiera hacer para salvarse.
Escena: Reflexiones y Consecuencias
De vuelta en Kisaragi, el equipo regresó tras la devastadora victoria. Sin embargo, no todo el mundo compartía la misma satisfacción. Grimm y Snow, al enterarse de que Rokugo había dejado fuera de la guerra final contra el rey demonio, se sintieron despechadas y excluidas.
—¿Por qué no nos llevaron? —gruñó Snow, mirando a Rokugo con irritación—. ¡Somos tan valiosas como cualquiera de ellos!
Grimm, más tranquila, pero igualmente frustrada, cruzó los brazos.
—Pensé que estaríamos en esto juntos, pero no parece ser así, ¿verdad?
Rokugo, visiblemente incómodo, intentó calmar la situación, pero antes de que pudiera hablar, Lilith apareció con un botín brillante de joyas, traídas del mundo del rey demonio. Al llegar a su planeta, se dirigió rápidamente a la sala de reuniones con Astaroth y Belial.
—He hecho lo que se me pidió —dijo Lilith con una sonrisa satisfecha—. El castillo del rey demonio ha caído, y ahora tenemos acceso a sus recursos.
Astaroth, sin embargo, no estaba complacido.
—¿Y el objetivo principal, Lilith? —dijo con voz grave—. ¿Dónde está mi amado Rokugo? ¿Por qué no lo trajiste de vuelta como te encargué?
Lilith, sin querer decir la verdad, guardó silencio, negándose a compartir lo que sabía de la relación entre Rokugo y Grimm. Sin embargo, al negarse a repartir su botín, la situación escaló rápidamente.
Lo que comenzó como una simple discusión sobre el botín de guerra pronto se convirtió en una batalla campal dentro de las oficinas de Kisaragi. Lilith, Astaroth, y Belial se enfrentaron a golpes y gritos, dejando claro que el caos dentro de la organización estaba solo comenzando.
La Videollamada de Astaroth a Rokugo
A la mañana siguiente, mientras Rokugo revisaba algunos informes de las tierras conquistadas, su dispositivo de comunicación comenzó a sonar. En la pantalla apareció el rostro serio de Astaroth, la líder de Kisaragi, con una expresión que dejaba entrever una mezcla de irritación y algo más profundo.
—¡Rokugo! —dijo Astaroth sin rodeos, apenas se estableció la conexión—. He tomado una decisión. Quiero que asignes tu misión de supervisión a cualquiera de los agentes que ya enviamos para la conquista. Es hora de que regreses a la sede.
Rokugo arqueó una ceja, sorprendido por la petición repentina y la urgencia en la voz de Astaroth.
—¿Por qué tanto apuro? —preguntó, tratando de sonar casual—. Según la constitución de Kisaragi, cualquier cambio de misión de este nivel necesita la aprobación unánime de las tres ejecutivas. No puedes simplemente pedírmelo.
Astaroth apretó los labios, claramente molesta, pero aún así levantó la barbilla.
—No te preocupes por eso. Traeré a Lilith para que dé su voto de aprobación —dijo, haciendo un ademán a alguien fuera de la pantalla.
Un momento después, la cámara se amplió y mostró a Belial arrastrando a una Lilith claramente inmovilizada, con los brazos atados y una expresión de resignación en el rostro. Tenía algunos rasguños y su ropa estaba algo desarreglada después de la pelea del día anterior. A pesar de su estado, Lilith sonreía de una forma astuta, como si estuviera disfrutando de la situación.
—Vamos, Lilith, vota —ordenó Astaroth, con una mezcla de impaciencia y desesperación en su tono—. Da tu aprobación para que Rokugo pueda asignar su misión y regresar a la sede de Kisaragi.
Lilith soltó una risita sarcástica, pero, después de un momento de tensión, asintió lentamente.
—Voto a favor —dijo, con una voz apenas audible, aunque su expresión dejaba en claro que estaba actuando contra su voluntad—. Rokugo puede transferir su misión y regresar.
Rokugo entrecerró los ojos, observando a Lilith con atención. Sabía que algo andaba mal, y que Lilith no era alguien que se dejara manipular fácilmente.
—No lo creo —respondió Rokugo con firmeza—. Claramente Lilith no está hablando por su propia voluntad, y esto va en contra del espíritu de la constitución de Kisaragi. No pienso cancelar mi misión sin un verdadero consenso.
Y, sin decir nada más, cortó la videollamada abruptamente.
Escena: La Reacción de Lilith y Astaroth
Al otro lado de la pantalla, Lilith sonrió con satisfacción y dejó escapar un suspiro de alivio, moviéndose apenas un poco en su lugar, como si celebrara su pequeña victoria. Belial la miró con confusión, mientras Astaroth se frotaba las sienes, claramente frustrada.
—¡Maldito Rokugo! —gruñó Astaroth, dándose cuenta de que sus intentos de hacer que regresara habían fallado—. ¿Cómo se atreve a ignorar mis órdenes?
Lilith, aún inmovilizada y claramente agotada, lanzó una mirada de burla hacia Astaroth.
—Te lo dije, querida Astaroth. Rokugo no es tan fácil de manipular —comentó Lilith con sarcasmo—. Además, creo que tus celos y tu falta de control están empezando a ser muy evidentes.
Astaroth frunció el ceño y miró hacia otro lado, intentando ocultar su expresión de frustración. Se levantó y se acercó a la ventana, desde donde se podía ver toda la ciudad bajo su dominio, extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista. En un susurro, casi como si estuviera hablando con ella misma, murmuró:
—Por favor, Rokugo... vuelve pronto.
Mientras tanto, Lilith, en su silla amarrada, empezó a retorcerse un poco, como si intentara acomodarse.
—Por cierto... —dijo Lilith en tono de queja, interrumpiendo el momento de introspección de Astaroth—. ¿Podrían soltarme ya? No he ido al baño en todo el día, y creo que ya me he ganado un descanso después de toda esta… "pequeña discusión".
Astaroth suspiró profundamente y se alejó de la ventana, sin dignarse a responder, mientras Belial intentaba, con algo de cautela, desatar a Lilith sin recibir un golpe en el proceso.
Escena: En el Campamento de Rokugo
De vuelta en el planeta conquistado por Kisaragi, Snow entró apresurada en la tienda donde Rokugo, Grimm y Alice estaban reunidos discutiendo estrategias. Llevaba un grueso fajo de papeles en la mano, con una expresión de agotamiento y, quizás, un poco de desesperación. Parecía haber estado investigando durante días sin descanso.
—¡He encontrado algo sobre el Rey Demonio! —exclamó, poniendo los papeles sobre la mesa y respirando con dificultad—. Su nombre era Mehlmehl. Gobernó a su gente durante 200 años antes de intentar invadir el Reino de Grace. La razón de su invasión fue… desesperante. Buscaba un lugar donde vivir para su gente, ya que su tierra fue destruida por
el "Topo Titán Rey de Arena".
Rokugo levantó una ceja, interesado, mientras Alice revisaba los documentos. A pesar de las rarezas de este mundo, los "titanes" y sus misteriosos orígenes continuaban siendo una espina en la mente de los agentes de Kisaragi. El relato de Snow hizo recordar a Rokugo rumores sobre una civilización antigua y los conflictos bélicos que parecían haber devastado ese planeta, dejando cicatrices que se notaban hasta en sus propios mapas.
—Hm, ¿así que un "titan" fue el responsable de la desertificación de sus tierras? —murmuró Alice, claramente intrigada—. Interesante. Quizás no era más que una herramienta biológica, como otros tantos que hemos encontrado en ruinas y archivos. Tal vez sea una creación de los antiguos habitantes de este mundo.
Snow suspiró, abatida. Habían pasado meses desde que empezaron su misión, y aún no había ni rastro del "elegido", el hermano de la princesa Tilis, quien aparentemente había sido teletransportado aleatoriamente a algún lugar desconocido.
—¿Y el elegido? —preguntó Rokugo, dándose cuenta de que no parecía haber avance en ese frente—. ¿Alguna pista de su paradero?
—Nada… —respondió Snow, bajando la cabeza, derrotada—. No hay rastro de él en ninguna de las ciudades cercanas. Y el reino está demasiado ocupado con los demonios y los… esos otros "gigantes" como para buscarlo más a fondo.
Rokugo suspiró, y cuando Snow levantó la mirada, sus ojos parecían… vacilantes. Estaba cansada y desesperada. Y en un impulso, pareció dispuesta a llegar a medidas drásticas.
—Oye, Rokugo… —dijo con una voz temblorosa, mientras se desabrochaba el cuello de su camisa, revelando apenas un poco de piel—. Si… si me das algo de comida, puedo… mostrarte más.
Rokugo se quedó mirándola en silencio por un segundo, con una expresión de incredulidad.
—¿Eh? ¿Te estás ofreciendo a enseñar tus pechos solo por comida? —respondió, levantando una ceja con un toque de burla en su tono—. Muy bien, pero si voy a invitarte, entonces también debo invitar a Grimm y Rose. No voy a hacer un favoritismo aquí.
Snow, visiblemente avergonzada, apretó los dientes, pero al final accedió, sabiendo que Rokugo no iba a ceder sin incluir a los demás.
Escena: La Reunión de Kisaragi en la Cena
Durante la cena, en un ambiente más relajado, Rose dio un anuncio inesperado.
—Rokugo, he tomado una decisión —dijo Rose con seriedad—. Voy a renunciar a mi puesto como soldado en el Reino de Grace. Desde hoy, quiero ser completamente una agente de Kisaragi.
Grimm, al oír las palabras de Rose, asintió con determinación.
—Yo también renunciaré al ejército —agregó Grimm con una sonrisa—. Aunque, claro, seguiré siendo sacerdotisa. Mi devoción no puede ser abandonada.
Snow, al escuchar esto, se puso lívida. La idea de que sus amigas estuvieran renunciando a su lealtad hacia Grace le parecía una traición en toda regla.
—¡No puedo creer que estén diciendo esto! —exclamó Snow con indignación—. ¿Cómo pueden hacerle esto a Grace? ¿A nuestra gente?
Alice, observando la escena, aprovechó la oportunidad para expresar sus propias "ambiciones".
—Ah, es perfecto. Cuando lleguemos a la sede principal de Kisaragi, Rose podrá ser convertida en una súper mutante aprovechando sus habilidades de quimera. —Se giró hacia Grimm, sonriendo con una mezcla de burla y genuino interés—. Y a ti, Grimm… podemos hacerte nuestra mujer-zombie-mutante, perfecta para las misiones de Kisaragi.
—¡No me llames zombie! —protestó Grimm, ofendida—. ¡Y no me interesa ser una "mutante" tampoco!
Pero a Grimm en realidad le preocupaba otra cosa. Miró a Snow, que ya antes había mostrado interés en unirse a Kisaragi en un momento de vulnerabilidad. Sin embargo, cuando Rokugo habló, sus palabras le resultaron devastadoras a Snow.
—En realidad, Snow… —dijo Rokugo, encogiéndose de hombros—. No tengo planes de llevarte a la sede central de Kisaragi. No es que tenga algo en contra tuyo, pero… no tienes ningún superpoder ni habilidades especiales. Eres una chica común y corriente.
Las palabras golpearon a Snow como un balde de agua fría. Sintió una mezcla de humillación y rabia, aunque intentó ocultarlo.
—Así que… ¿no tengo nada que ofrecerles? —murmuró, bajando la mirada.
—Por lástima, si tanto insistes, te convertiré en una "mutante" cuando comience la conquista. —Rokugo soltó una carcajada, tratando de quitarle peso a sus palabras.
Viper
Escena: El Bar y la Borrachera de Snow
Más tarde, en el bar improvisado, las cosas se salieron de control. Snow, completamente ebria después de varios tragos, comenzó a soltar comentarios que no dejaban de sorprender y divertir a todos.
—Mira, Grimm… —dijo Snow, tambaleándose y señalando a Rokugo con un dedo inestable—. ¡Tu "novio" quiere emborracharme para aprovecharse de mí! ¡Hah!
Grimm, conocedora de las artimañas de Snow y ya acostumbrada a su manera de comportarse bajo el efecto del alcohol, ni siquiera mostró un atisbo de celos. De hecho, se limitó a rodar los ojos y dar un sorbo a su bebida.
—Sí, claro, Snow. Como si alguien fuera a tomar en serio tus tonterías de borracha —respondió con sarcasmo.
Finalmente, Rokugo, harto de los desvaríos de Snow y viendo que no se quería mover del bar, la cargó sobre su hombro como si fuera un saco de papas. Snow, colgada de su hombro, empezó a lloriquear.
—Rokugo… ¡No quiero irme! ¡No me trates como un saco de papas! —protestó, pataleando mientras el alcohol la llevaba a un estado cada vez más patético.
Sin embargo, poco a poco, sus protestas fueron disminuyendo hasta que se quedó completamente dormida, roncando sobre el hombro de Rokugo, quien suspiró con resignación.
Escena: Al Día Siguiente
A la mañana siguiente, Snow se despertó con una fuerte resaca y un rostro pálido de vergüenza. Los recuerdos de la noche anterior comenzaban a volver, y con ellos, la vergüenza por el ridículo que había hecho.
—Oh, no… —murmuró, llevándose las manos al rostro—. ¿Qué he hecho anoche…?
Mientras tanto, Rokugo y los demás la miraban desde la distancia, sonriendo con diversión, y recordando cada detalle de la noche anterior.
.
Escena: La Invitación de la Princesa Tilis
La noticia de la convocatoria de la princesa Tilis llegó a manos de Rokugo mientras revisaba los informes diarios en la base. No tardó mucho en entender que esto era más que una simple invitación formal. Tilis había dejado en claro que solo Rokugo y su grupo selecto serían admitidos, dejando explícitamente fuera a Snow.
—Así que la princesa quiere verme… pero prohíbe la entrada a Snow —murmuró Rokugo, leyendo la nota con un toque de satisfacción en su voz.
Snow, al escuchar esto, frunció el ceño, visiblemente molesta.
—¡¿Qué tiene esa princesita en mi contra?! —protestó, apretando los puños—. ¡Soy una caballero del Reino de Grace!
—Bueno, parece que la princesa quiere "deshacerse" de ti, ¿no crees? —comentó Rokugo, divertido ante el malestar de Snow. Sin embargo, después de un momento de reflexión, decidió llevarla de todos modos. Si la princesa quería que Snow se quedara, entonces Rokugo iba a hacer exactamente lo contrario.
Además, decidió llevar también a Rose, quien parecía interesada en conocer la historia antigua del mundo y quién sabe, quizá el castillo de la reina demonio guardaba algún secreto sobre los tiempos previos a la devastación y el surgimiento de los "titanes". La misteriosa historia de este mundo tenía rastros que se sentían casi prehistóricos, como si algo antiguo y terrible hubiera moldeado su cultura y su geografía en eras pasadas.
Por último, se llevó a Grimm. La sacerdotisa había llorado amargamente la última vez que Rokugo fue a confrontar al rey demonio y no la llevó. Quizás esta vez, ella podría disfrutar de una oportunidad de "venganza espiritual", aunque pasara la mayoría del tiempo durmiendo en el carruaje durante el trayecto.
Escena: La Llegada al Castillo de la Reina Demonio
El grupo finalmente llegó al castillo de la nueva reina demonio, Viper, hija del difunto rey demonio Mehlmehl, cuyo trono quedó vacío después del ataque satelital de Lilith. La fortaleza era imponente, rodeada de torres altas y vestigios de una cultura antigua y sombría. Al verlo, Rose sintió un extraño sentido de familiaridad, como si aquellos muros le contaran historias de eras pasadas y vidas que nunca había vivido… casi como si hubiera eco de gigantes en las piedras mismas.
En el salón principal, Viper, una figura imponente con una mirada gélida y presencia magnética, los esperaba. Su porte recordaba las descripciones de los antiguos "gigantes", aunque sin la misma monstruosidad física. A diferencia de su padre, ella parecía astuta y calculadora.
—Bienvenidos, agentes de Kisaragi. —Viper sonrió mientras sus ojos recorrían al grupo—. ¿Cómo se encuentra mi antiguo prisionero, Russel?
Rose dio un paso adelante y respondió.
—Russel está bien… aunque está siendo obligado a crear agua y limpiar mientras usa un traje de sirvienta —dijo, encogiéndose de hombros—. No es el trato más amable para un prisionero de guerra, pero… podría ser peor.
Viper suspiró con desdén.
—No puedo negar que eso suena humillante. Pero así es la vida. Podría haber terminado peor para él, después de todo —murmuró, con una voz fría y despreocupada.
Escena: La Celda de Heine
Tras la bienvenida, Viper llevó al grupo hacia una oscura prisión en las profundidades del castillo, donde la demonio Heine se
encontraba detenida. La expresión de Heine era de total desdicha, sus ojos reflejaban la mezcla de traición y humillación que sentía. Estaba siendo acusada de traicionar al reino demoníaco, pues en su último encuentro con Lilith, el satélite de Kisaragi había detectado la ubicación de las torres y del propio castillo, facilitando el ataque que mató a su padre.
Al verla, Rokugo no pudo evitar soltar una risa sarcástica.
—Bueno, Heine, ¿quién diría que terminarías aquí? —comentó Rokugo, cruzando los brazos y mirándola con una sonrisa burlona—. Parece que tu amabilidad con Lilith fue mal interpretada.
Snow también aprovechó para lanzarle una pulla.
—¿Qué se siente, Heine, saber que todo el reino piensa que traicionaste a tu propio pueblo? ¿Estás disfrutando tu "vacación" en la celda? —preguntó, riendo junto a Rokugo.
Heine, con el rostro rojo de ira y humillación, les lanzó una mirada de odio.
—¡Idiotas! ¡No saben lo que es vivir aquí! ¡No tuve otra opción! —gritó, tratando de justificarse, aunque claramente su situación era desesperada.
Viper, observando la escena, interrumpió.
—Heine está aquí porque la traición se castiga con la muerte. Sin embargo, por su largo servicio al reino, he decidido retenerla en prisión… al menos por el momento.
Rokugo miró a Viper y esbozó una sonrisa maliciosa.
—¿Qué tal si me la entregas? La podemos usar en Kisaragi… como esclava —propuso, con un tono frío y sin atisbo de compasión.
Viper se quedó en silencio por un momento, pero finalmente asintió.
—Supongo que es mejor que la muerte. Muy bien, puedes llevártela… pero espero que le encuentres algún uso en tu organización —respondió Viper, manteniendo su compostura.
Heine, al escuchar esto, comenzó a entrar en pánico.
—¡No… no puede ser! ¡No quiero ir contigo! —exclamó con desesperación.
Snow, siempre dispuesta a agitar la situación, se acercó con una sonrisa malévola y le susurró en tono burlón.
—Oh, Heine… tienes suerte de que Rokugo quiera "conservarte". —Luego añadió, con una sonrisa diabólica—. ¿Sabes? Él tiene unas cuantas ideas interesantes para sus "esclavas". Quizás quiera ponerte a limpiar en traje de sirvienta, como a Russel… o algo mucho peor.
El rostro de Heine palideció, y sus ojos se llenaron de terror mientras Rokugo sonreía satisfecho. La demonio comenzó a imaginar todo tipo de escenarios oscuros y perversos.
—¡N-No! ¡Déjenme en paz! ¡No puedo creer que mi vida dependa de un degenerado como tú! —gimió, mientras su voz se quebraba en el proceso.
Rokugo simplemente encogió los hombros, divertido.
—Ya veremos qué hago contigo, Heine. ¿Quién sabe? Quizás descubras que no soy tan "degenerado" como dices. —Y luego, con un tono más bajo y burlón—. O tal vez sí.
La reina demonio Viper había convocado a Rokugo y a su grupo en privado en uno de los salones más antiguos del castillo. La sala, con paredes cubiertas de símbolos y grabados que evocaban épocas antiguas y poderes ya perdidos, irradiaba una solemne melancolía. Era como si las piedras mismas susurraran historias de guerras, titanes y catástrofes que habían devastado el mundo en eras pasadas. Viper, con una expresión de resignación, se dirigió a ellos con voz firme.
—El último ataque con el satélite —comenzó, mirando a Rokugo directamente a los ojos— destruyó las defensas de nuestro reino demoníaco. Oficialmente… ya no tenemos nada. Ni poder, ni ejército, ni territorio. —Hizo una pausa, y en sus ojos se veía la sombra de la derrota—. No tengo más opción que rendirme ante el Reino de Grace y ante su organización, Kisaragi.
Los ojos de Rokugo se iluminaron con una chispa de interés, aunque mantenía una expresión de indiferencia. Al escuchar la declaración de Viper, Heine, quien estaba junto a ella, rompió en llanto de pura impotencia, incapaz de aceptar la derrota total de su gente.
Viper continuó, mirando al suelo mientras apretaba los puños.
—Como símbolo de mi rendición… quiero que me ejecuten en público. Que mi pueblo vea el precio de nuestra derrota. Así, tal vez encuentren una forma de sobrevivir sin mi carga. —Luego se giró hacia una de las torres más altas del castillo, como si planeara su última despedida.
Escena: El Anuncio de Viper
Subieron a la torre, donde Viper, con la dignidad que le quedaba, dio un último anuncio a su pueblo. Su voz resonó con fuerza sobre la devastada ciudadela demoníaca.
—¡Ciudadanos de mi reino! —proclamó Viper con voz firme—. Yo, Viper, vuestra reina, declaro oficialmente nuestra rendición. Si desean sobrevivir, huyan al reino de Toris, que alguna vez fue nuestro aliado. No hay más futuro aquí, pero tal vez allí encuentren esperanza.
Las palabras de Viper flotaron en el aire como un adiós trágico, y la desesperación se extendió entre los habitantes que escuchaban desde las sombras de sus hogares.
Rokugo, junto a su grupo, la observaba con una mezcla de curiosidad y satisfacción. La misión parecía haber sido un éxito rotundo, y ahora tenían a la líder del enemigo rindiéndose ante ellos. Cuando Viper terminó su discurso, ella y Heine se unieron al grupo y abordaron el carruaje que los llevaría de vuelta al Reino de Grace.
Escena: La Declaración Pública en el Reino de Grace
De vuelta en el Reino de Grace, Viper fue escoltada hasta la plaza principal, donde la gente de Grace se reunió, expectante. Con la cabeza en alto y sin un ápice de temor, Viper hizo una declaración pública.
—Hoy, en este día, ofrezco mi cabeza como símbolo de rendición. Que mi muerte sea el precio que pague mi pueblo para que pueda vivir en paz. —Sus palabras tenían un tono de sacrificio, como si realmente creyera que su muerte sería una liberación para los suyos.
Alice y Rokugo intercambiaron una mirada rápida. La escena era dramática, y ambos reconocieron que había algo útil en conservar a una líder demonio como Viper. Después de todo, la lealtad de su pueblo podría ser aprovechada para Kisaragi.
Rokugo se inclinó hacia Alice, susurrándole.
—¿Qué te parece si en lugar de matarla, la convertimos en una agente de Kisaragi? Podríamos incluso planificar una "muerte falsa" para que el reino de Grace crea que la ejecutamos.
Alice asintió, con una sonrisa maliciosa en su rostro.
—Eso sería mucho más divertido. Y además, siempre podemos usar su influencia para futuras conquistas. Solo necesitamos planear cómo hacer que parezca creíble.
Escena: Planificando la "Falsa Muerte" de Viper
Rokugo se apartó un momento de la multitud para escribir un reporte dirigido a la sede central de Kisaragi. En él, dejó en claro su interés por conocer más sobre los secretos de este extraño mundo, un mundo que parecía estar lleno de ruinas, recuerdos y ecos de algo mucho más antiguo y devastador. El ambiente en el que vivían le parecía casi post-apocalíptico, como si una catástrofe de dimensiones inimaginables hubiera arrasado con civilizaciones enteras y dejado cicatrices en el paisaje y en la cultura.
Reporte de Rokugo a Kisaragi: Después de investigar más a fondo este planeta, he detectado señales de una civilización antigua destruida en múltiples guerras. Hay grabados, historias y rumores de criaturas titánicas, e incluso de una raza que fue capaz de dominar la tierra antes de la aparición de estos demonios. Por el momento, extenderé mi estadía un mes más para explorar estas leyendas y tratar de encontrar algo de valor para Kisaragi. — Agente 6, Rokugo.
Al enviar el reporte, no podía evitar imaginar la cara de Astaroth al leerlo, sabiendo lo mucho que ella envidiaba la "libertad" que él tenía en su misión.
Escena: Los Celos de Astaroth
En la sede de Kisaragi, Astaroth leyó el reporte con el ceño fruncido. No podía evitar sentirse celosa y molesta. Rokugo, su agente, estaba explorando un mundo misterioso lleno de secretos, y aquí estaba ella, atrapada en su oficina sin poder hacer nada al respecto. Le frustraba que él tuviera la libertad de quedarse "otro mes" mientras ella solo podía esperar sus informes.
Escena Final: El Destino de Viper y la Burla a Heine
De vuelta en el Reino de Grace, mientras planificaban la ejecución pública de Viper, Rokugo se acercó a ella en privado.
—Bien, Viper. Parece que estás a punto de tener una nueva "vida" como agente de Kisaragi. Ya hemos planeado cómo hacer que tu "muerte" sea creíble para todos —dijo con una sonrisa enigmática.
Viper asintió, aceptando su nuevo destino con una expresión de calma estoica.
—Me adaptaré, como siempre he hecho. Si esto significa que mi pueblo vivirá, entonces es un sacrificio que estoy dispuesta a hacer.
Mientras tanto, Snow no perdió la oportunidad de seguir molestando a Heine, quien observaba todo con una mezcla de ira y terror.
—Vaya, Heine… ¿quién diría que terminarías aquí, sirviendo como "mascota" de Rokugo y ahora viendo cómo tu reina se convierte en agente de Kisaragi? —le dijo Snow, burlándose descaradamente.
Heine, al escuchar esto, no pudo evitar temblar de impotencia.
Escena: Grimm Despierta
Grimm, quien había estado dormida durante gran parte del conflicto, finalmente se despertó en el cuartel del Reino de Grace, donde el grupo de Kisaragi se había establecido temporalmente. Todavía adormilada y un tanto desorientada, miró a su alrededor, tomando conciencia del ambiente y de lo que había sucedido.
—¿Qué… qué me perdí? —preguntó, frotándose los ojos mientras se levantaba y estiraba.
Alice la miró con una sonrisa divertida y respondió:
—Oh, solo el fin de una guerra, la rendición del Reino Demoníaco, y… bueno, tu novio, Rokugo, ahora tiene a una ex reina demonio trabajando para Kisaragi. Ya sabes, lo de siempre.
Grimm, al escuchar esto, se quedó en shock por un momento y luego, furiosa, giró hacia Heine, quien estaba sentada en una esquina, visiblemente abatida y sin fuerzas para pelear.
—¡Tú! —le gritó Grimm, con una mirada amenazadora—. ¡No creas que porque tu reina se rindió voy a olvidarme de que fuiste nuestra enemiga!
Heine levantó la vista, notando la furia en los ojos de Grimm, pero estaba demasiado exhausta para responder con la misma agresividad. Sin embargo, Grimm continuó, sin contener su frustración.
—¡Jamás pensé que terminarías así, Heine! ¡Y mucho menos que terminarías como… como la amante de mi novio y comandante, Rokugo! —exclamó, con una mezcla de indignación y celos.
—¡¿Qué?! —gritó Heine, visiblemente horrorizada y ofendida por la acusación—. ¡Odio a ese tipo! ¡Odio que mi reino haya caído, odio ser una esclava y, por sobre todo, odio esta situación!
Grimm frunció el ceño, sin dejarse convencer por las palabras de Heine. La apuntó con un dedo amenazador y le lanzó una advertencia:
—¡No me importa lo que digas! Si me entero de que tú y Rokugo han tenido algún tipo de… encuentro íntimo, ¡te maldeciré! Y créeme, mis maldiciones no son nada divertidas.
Heine soltó un suspiro desesperado, como si ya no tuviera fuerzas para discutir, y simplemente murmuró:
—Como si mi vida no fuera lo suficientemente miserable ya…
Intervención de Viper
Viper, quien estaba cerca y había estado escuchando toda la conversación, decidió intervenir en defensa de su antigua subordinada. Caminó hacia Grimm y se presentó con voz tranquila pero firme.
—Escúchame, Grimm. Yo soy Viper, la ex Reina Demonio. Y si tienes la intención de maldecir a alguien, entonces hazlo conmigo. Soy la responsable de mi reino y de mi gente, incluyendo a Heine. Si deseas descargar tu ira, hazlo sobre mí, pero no sobre ella.
Grimm parpadeó sorprendida al escuchar la voz decidida de Viper. Aunque era reacia a aceptar la propuesta de una ex enemiga, la intensidad en los ojos de Viper hizo que reconsiderara.
—Hmph… muy bien. Pero recuerda que esto no cambia nada. Siguen siendo nuestras enemigas —respondió Grimm, aunque en su voz había menos hostilidad que antes.
Alice y el Trabajo para Heine
Alice, observando la interacción, se acercó a Heine y le dio una palmada en el hombro, tratando de infundirle algo de ánimo.
—Vamos, Heine. Ya que ahora eres parte de Kisaragi, te encontraremos un trabajo que puedas hacer. Y por cierto… —Alice sonrió con algo de picardía—, puedes relajarte. Rokugo no va a hacerte nada. En Kisaragi, la violación está prohibida para todos los miembros.
Heine exhaló un suspiro de alivio, aunque su rostro todavía reflejaba una mezcla de resignación y humillación.
—Gracias… supongo —murmuró, apenas capaz de aceptar su situación actual.
Escena: Viper y Rokugo
Un rato después, Viper encontró a Rokugo en uno de los salones del cuartel. Él estaba sentado en una silla, completamente absorto en su Gameboy, una pequeña consola de videojuegos que había traído consigo desde la sede de Kisaragi. A Viper le llamó la atención ese dispositivo, algo desconocido para ella, y se acercó para observar más de cerca.
—¿Qué es eso? —preguntó, con genuina curiosidad.
Rokugo levantó la vista de su juego y esbozó una sonrisa.
—¿Esto? Es un Gameboy. Una pequeña consola de juegos portátil. Es algo bastante común en mi mundo. —Volvió su atención al juego, disfrutando de su tiempo libre, mientras Viper se sentaba a su lado.
La ex reina demonio se quedó en silencio un momento, observando la pequeña pantalla iluminada. Era algo tan simple y, al mismo tiempo, tan fascinante. Tras unos segundos, decidió hablar sobre algo que había tenido en mente.
—Mi padre nunca me contó cómo era la vida antes de que estos… animales gigantes aparecieran. Él decía que las guerras habían cambiado al mundo de una manera irreversible. Que lo que quedaba ya no era lo que alguna vez fue.
Rokugo escuchaba con atención, sin apartar la vista de su juego, aunque sus oídos captaban cada palabra.
—¿Animales gigantes? —preguntó Rokugo, sin disimular su interés. La mención le recordaba a las antiguas historias que había escuchado sobre este mundo, y lo que había comenzado a descubrir en sus investigaciones.
—Sí. —Viper asintió, y su voz adquirió un tono pensativo—. Bestias enormes que solo pueden morir si son atacadas en un punto específico de la nuca. Mi padre mencionaba que eran experimentos fallidos, creados en una época donde los conflictos entre los reinos eran más feroces. Dicen que intentaron convertir animales normales en seres gigantes, con la esperanza de obtener un arma definitiva para ganar las guerras. Pero… se salió de control.
Rokugo sonrió, intrigado por la historia.
—Interesante. Parece que este mundo tiene más secretos de los que aparenta.
Viper asintió, aunque en su rostro había una mezcla de tristeza y nostalgia.
—Lo que somos ahora… no es lo que siempre fuimos. Tal vez alguna vez fuimos como ustedes, como los humanos. Pero ahora… ahora solo somos los restos de un experimento fallido, un intento desesperado por ganar una guerra que nadie recuerda.
Rokugo guardó silencio, dejando que las palabras de Viper flotaran en el aire. De repente, este mundo parecía mucho más complejo y lleno de cicatrices de lo que había imaginado, un lugar marcado por antiguas tragedias y misterios que aún no se habían desvelado del todo.
Escena Final: Rokugo y su Reporte
Más tarde esa noche, Rokugo se sentó para escribir su próximo reporte para la sede central de Kisaragi. Con lo que había aprendido de Viper, su interés en explorar la historia y el pasado de este mundo creció aún más. Sabía que esta información podría ser de gran valor para Kisaragi, y su sed de curiosidad le impulsaba a quedarse más tiempo.
Reporte de Rokugo a Kisaragi: El mundo que he encontrado aquí es mucho más que un simple campo de batalla. La historia de esta tierra parece estar plagada de antiguos experimentos y guerras interminables que han dejado su marca en sus habitantes. Hay rumores de bestias gigantes creadas artificialmente, y el ambiente recuerda a un lugar post-apocalíptico, como si una civilización anterior hubiera perecido en su propio afán de poder. Solicito permanecer aquí otro mes más para continuar investigando. — Agente 6, Rokugo.
Escena: Interrupción del "Rey de Arena"
Viper y Rokugo seguían conversando en el cuartel, y Viper estaba a punto de revelar una información vital, algo que había escuchado de su padre, sobre un legendario demonio que una vez otorgó a una joven llamada Fritz el "Poder de los Titanes", permitiéndole transformarse en una criatura gigante para proteger su pueblo. Pero justo en ese momento, un estruendo sacudió la tierra, y una vibración amenazante recorrió el cuartel, interrumpiendo la conversación.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Rokugo, con el ceño fruncido mientras miraba hacia el exterior.
Alice, quien había estado monitoreando las actividades de Kisaragi en la región, entró corriendo al cuarto con una expresión de alarma.
—¡Rokugo, tenemos problemas! ¡Es el "Rey de Arena"! Esa cosa ha salido a la superficie, y parece que está furiosa porque nuestras minas en el desierto invadieron su territorio. Además, con la muerte del Rey del Bosque y el Rey de Barro, ¡ya no tiene competencia para reclamar su dominio!
Rokugo soltó un suspiro, visiblemente exasperado.
—¿Otra criatura gigante? Justo cuando pensaba que podríamos tomar un descanso…
El Rey de Arena hace su aparición
El grupo salió del cuartel y pudo ver, a la distancia, una enorme nube de polvo acercándose rápidamente. Cuando la nube se disipó, apareció la imponente figura de un topo gigante, con colmillos largos y garras afiladas que podían atravesar cualquier roca. Era el "Rey de Arena", una bestia ancestral que reclamaba su derecho sobre el territorio desértico.
Alice, evaluando la situación, no perdió tiempo.
—¡Esta es una amenaza clase S! —exclamó, sacando su comunicador para desplegar a su araña robot destructora, un gigantesco meca que Kisaragi había construido para situaciones de emergencia.
El robot araña descendió con un estruendo, y sus patas metálicas brillaban bajo el sol del desierto. Alice lo controlaba remotamente, lanzando un ataque de fuego concentrado sobre el Rey de Arena. Sin embargo, la bestia no retrocedió; en cambio, se abalanzó con velocidad sorprendente, logrando esquivar varios ataques y avanzando peligrosamente hacia el cuartel.
—¡No puede ser! —exclamó Alice—. ¡Esa cosa es más rápida de lo que pensaba!
El Sacrificio de Rokugo
Rokugo, en un intento desesperado de frenar el avance del Rey de Arena, se lanzó hacia el monstruo con un explosivo de alto poder de Kisaragi, una última jugada arriesgada. Sin embargo, el ataque resultó insuficiente, y el Rey de Arena se lanzó sobre él, hiriéndolo gravemente con sus poderosas garras antes de retroceder al sentir el dolor de las explosiones.
Rokugo cayó al suelo, herido de muerte, tosiendo sangre mientras el grupo corría hacia él. Alice, Viper y Heine se acercaron rápidamente, y la desesperación se apoderó de ellas al ver el estado de Rokugo.
—¡Maldición, no puede terminar así! —gritó Alice, intentando aplicar primeros auxilios de emergencia, pero las heridas eran demasiado graves para ser tratadas con sus conocimientos básicos.
Viper utiliza la "Bendición de la Señora del Tiempo"
Viper, aún herida en su orgullo pero sintiendo una lealtad recién descubierta hacia este extraño grupo, se arrodilló junto a Rokugo, sosteniendo sus manos. Sacó un pequeño amuleto, un colgante que había guardado desde su niñez, el cual, según le habían dicho, contenía la "Bendición de la Señora del Tiempo", un misterioso poder que podría devolver a una persona a su estado anterior, aunque a un gran costo.
—Este es un poder que me fue otorgado como reina —susurró Viper, decidida—. No sé si funcionará en un humano… pero no puedo permitir que alguien como tú muera de esta forma.
Con una última mirada de determinación, Viper activó el amuleto, y una luz mística rodeó el cuerpo de Rokugo. Las heridas comenzaron a cerrarse lentamente, y su respiración, que había estado agonizante, se estabilizó. Aunque el amuleto se desmoronó en polvo, el sacrificio de Viper no fue en vano. Rokugo había regresado a su estado actual, sano y salvo, aunque aún inconsciente.
Alice miró a Viper con una mezcla de sorpresa y respeto.
—Viper… eso fue… inesperado de tu parte. Te lo agradezco.
Viper simplemente asintió, sin decir una palabra más. Era evidente que el uso del amuleto le había costado mucha energía, y apenas podía mantenerse de pie.
El Informe de Rokugo a Kisaragi
Cuando Rokugo finalmente recuperó la conciencia, Alice le entregó su comunicador y lo ayudó a sentarse. Rokugo, algo confuso pero consciente de la importancia de documentar todo lo sucedido, comenzó a redactar un informe para la sede de Kisaragi.
Informe de Rokugo a Kisaragi:
"Las acciones de Lilith en su última visita, que resultaron en la muerte de los Reyes del Bosque y del Barro, han causado un desequilibrio ecológico en este mundo. Con la desaparición de estos depredadores naturales, el Rey de Arena, un topo gigante ancestral, emergió de su hábitat subterráneo para reclamar territorio sin competencia. Nuestra explotación minera en el desierto también contribuyó a esta respuesta agresiva. Debido a estos factores, la criatura atacó el cuartel y estuvo a punto de causar bajas importantes. Mi vida fue salvada gracias a una intervención de Viper, quien utilizó un artefacto conocido como la 'Bendición de la Señora del Tiempo'. Solicito una revisión de las políticas de explotación de recursos en este mundo para evitar futuros conflictos con la fauna local. — Agente 6, Rokugo."
Después de enviar el informe, Rokugo miró a Viper, quien estaba sentada a un lado, visiblemente exhausta. Ella le devolvió una leve sonrisa, una señal de respeto entre dos seres que antes eran enemigos pero que, ahora, compartían una extraña y mutua comprensión.
Cierre de la Escena
La tensión en el ambiente comenzó a disiparse mientras el grupo descansaba, conscientes de la magnitud de lo que acababan de enfrentar y de las implicaciones de sus acciones en un mundo que parecía estar en constante desequilibrio. Ahora sabían que cada intervención, cada paso que daban, podía tener consecuencias inesperadas y peligrosas.
Alice suspiró y se volvió hacia el grupo con una expresión algo resignada.
—Parece que, después de todo, nuestra presencia aquí no es tan inofensiva como pensamos. Es momento de que Kisaragi considere las repercusiones ambientales y busque maneras de coexistir… o al menos, de no provocar a más "Reyes de la Tierra".
El grupo asintió en silencio, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, dejando una sensación de incertidumbre en el aire. Sabían que el equilibrio de ese mundo había sido perturbado, y que enfrentarse a esas fuerzas era apenas el comienzo de lo que les aguardaba en un lugar lleno de secretos y peligros impredecibles.
Escena: La Caza del "Rey de Arena"
Tras la amenaza continua del Rey de Arena y la serie de conflictos provocados por la explotación de recursos en el desierto, el grupo decidió que no podían dejar a la criatura vagando libre. Necesitaban eliminarla para evitar más ataques al cuartel y al pueblo local.
Preparativos y la Maldición de Grimm
El grupo se adentró en el desierto, estableciendo trampas para forzar al topo gigante a salir de su refugio subterráneo. Grimm estaba especialmente emocionada; hacía tiempo que no tenía la oportunidad de probar sus maldiciones en un objetivo tan grande y peligroso. Finalmente, lograron atraer al Rey de Arena hacia una zona específica donde Grimm preparó su hechizo.
—¡Ja, ja, ja! ¡Finalmente, una criatura digna de mi "Maldición Asesina"! —exclamó Grimm, con una sonrisa de triunfo mientras levantaba las manos hacia el cielo.
Con una precisión impresionante, lanzó la maldición directamente al Rey de Arena, quien había salido parcialmente de la tierra. Sin embargo, en un giro inesperado, el hechizo rebotó en el denso pelaje y la piel endurecida de la bestia y volvió hacia ella.
—¡Espera, no, no, NOOOOO! —gritó Grimm, dándose cuenta demasiado tarde del fallo en su maldición.
Un segundo después, Grimm cayó al suelo, completamente inmóvil. Había sido víctima de su propia maldición, y una vez más, murió en el acto.
Alice suspiró y murmuró con resignación.
—Lo mismo de siempre con Grimm… Alguien haga el favor de levantar su cadáver después de que terminemos esto.
El Fin del Rey de Arena
A pesar del desafortunado incidente con Grimm, el equipo continuó su asalto. Con una combinación de ataques de Rokugo y Alice, y un ataque final de Viper, lograron acorralar y acabar con el Rey de Arena. La criatura cayó finalmente, y con su muerte, el equilibrio en el desierto, aunque débil, comenzó a restaurarse poco a poco.
Al ver al topo derrotado, todos lanzaron un grito de victoria. Incluso Grimm, que había sido revivida gracias a la intervención de sus compañeros, se unió a la celebración, fingiendo que el pequeño incidente con su maldición nunca había ocurrido.
—¡Eso es! ¡Misión cumplida! —exclamó Rokugo, alzando los puños en el aire.
Celebración Interrumpida
La celebración continuó en el cuartel. Todo el equipo disfrutaba de la pequeña fiesta improvisada hasta que una súcubo, una demonio del sueño que había servido a Viper en el pasado, irrumpió en la habitación, visiblemente agotada y nerviosa.
—¡Mi reina! —exclamó, dirigiéndose a Viper con una reverencia profunda—. Lamento interrumpir, pero tengo malas noticias. El reino al que fuimos no nos aceptó como refugiados… dicen que no pueden ofrecer seguridad a los demonios.
Viper frunció el ceño. Había estado esperanzada en que su gente podría encontrar un hogar seguro, lejos de los conflictos. Pero al ver la negativa de otros reinos y el rechazo constante, tomó una decisión inesperada. Miró a Rokugo, con una expresión decidida en el rostro.
—Rokugo… —empezó Viper, con voz firme—. He llegado a apreciar la cultura de Kisaragi y su modo de vida… Quiero solicitar que acepten a mi gente. Permíteles unirse a Kisaragi como soldados y agentes. Prometo que serán leales.
Rokugo la observó con una mezcla de sorpresa e interés, pero asintió.
—Bueno, tenemos espacio para más "recursos" en Kisaragi. Además, un grupo de demonios en el equipo podría ser útil. Considero esto aprobado.
Snow y Tilis se Oponen
La aprobación de Rokugo no fue bien recibida por todos. Snow, quien había estado observando la conversación, explotó de inmediato.
—¡Espera un segundo! ¡No podemos simplemente aceptar a nuestros antiguos enemigos como aliados así como así! ¡Esto es una locura! —protestó Snow, con los brazos cruzados y la cara enrojecida de indignación.
Rokugo la miró, levantando una ceja.
—Snow, ¿quién crees que toma las decisiones aquí? Eso lo decide el consejo de Kisaragi, y ya he enviado la solicitud. Ellos ya han dado su aprobación inicial.
Snow apretó los dientes, frustrada, sin poder hacer nada al respecto.
La princesa Tilis, que también había estado observando, se acercó a Snow y murmuró con expresión sombría.
—No puedo creer que hayamos permitido esto… al dejar que "Kisaragi nos ayudara contra nuestros enemigos", en realidad les hemos dado poder sobre nosotros. Poco a poco, Kisaragi está conquistándonos sutilmente, y hemos sido demasiado ciegos para verlo hasta ahora…
Reflexiones de Snow
Snow, aún enojada, se alejó del grupo y se quedó pensativa. Sus pensamientos giraban en torno a cómo, en un intento de enfrentar a sus enemigos, habían abierto las puertas a una organización que no solo quería ayudarlos, sino que también tenía sus propios intereses en este mundo. La expansión de Kisaragi parecía imparable, y ahora estaban comenzando a depender de ellos más de lo que se había propuesto originalmente.
—Es como si… Kisaragi hubiera estado planeando esto desde el principio. Nos están invadiendo sin siquiera usar fuerza bruta… —murmuró para sí misma, sintiendo un peso en su corazón mientras observaba a sus compañeros celebrar junto a los recién llegados demonios que antes eran enemigos.
La fiesta continuaba, pero Snow y Tilis intercambiaron miradas de preocupación. Sabían que, aunque habían ganado una batalla contra el Rey de Arena, la guerra por el control de su mundo apenas estaba comenzando.
Escena: El Acuerdo de Rendición
Después de la victoria sobre el Rey de Arena y de las discusiones sobre el destino de los demonios, Viper, la princesa Tilis y Alice se sentaron a negociar los términos finales de la rendición oficial del Reino Demoníaco. Alice, como representante de Kisaragi, estaba a cargo de redactar el documento, mientras Tilis y Viper discutían cada cláusula.
El Acuerdo
Alice revisó las primeras líneas del acuerdo, asegurándose de que ambas partes estuvieran de acuerdo con los términos.
—Entonces, primer punto —dijo Alice, con un tono profesional—. El Reino de Grace tomará posesión del territorio del Reino Demoníaco como compensación por las hostilidades de la guerra. Pero se compromete a no esclavizar ni abusar de ninguno de los residentes demoníacos.
Tilis asintió, aunque con una leve expresión de desagrado. No estaba feliz de ceder, pero entendía que no había otra opción.
—Acepto, en nombre del Reino de Grace, —dijo Tilis con seriedad—. Respetaremos a los demonios bajo nuestra jurisdicción, siempre y cuando cumplan con nuestras leyes.
Alice continuó con la segunda cláusula, mirando a Viper para asegurarse de que entendiera lo que implicaba.
—Segundo, los demonios podrán ser trasladados a la sede de Kisaragi, conocida como "La Ciudad Escondida", si así lo desean. Allí, serán recibidos como miembros de Kisaragi y podrán integrarse a la organización como agentes o soldados, bajo la supervisión de nuestro consejo.
Viper asintió lentamente. Había tenido tiempo para reflexionar sobre esta cláusula y, aunque significaba que su gente estaría bajo el control de Kisaragi, también les daba una oportunidad para vivir en paz.
—Lo entiendo. Mi gente no tiene otro lugar a donde ir, así que acepto los términos en su nombre, —dijo Viper con resignación.
Finalmente, Alice leyó la última cláusula, una exigencia que hizo que Viper tensara ligeramente los labios.
—Tercer y último punto, —dijo Alice—. Para simbolizar la rendición completa del Reino Demoníaco y sellar el acuerdo de paz, Viper, la exreina demonio, deberá realizar un harakiri en una ceremonia pública.
La sala se sumió en un silencio pesado mientras Tilis y Alice observaban a Viper. Para sorpresa de ambas, la exreina demonio asintió sin oponer resistencia.
—Acepto, —dijo Viper con voz firme—. Si mi muerte ayuda a que mi pueblo tenga una oportunidad de sobrevivir, entonces no tengo objeción. Pero… —Viper miró a Rokugo, quien estaba en la habitación jugando con uno de sus videojuegos portátiles—. Antes de mi muerte, quiero probar uno de esos… videojuegos. Parece algo divertido.
Rokugo levantó la vista de su consola, sorprendido por la petición, pero sonrió al ver la expresión curiosa de Viper.
—Claro, si quieres probarlo, adelante —respondió, ofreciéndole el dispositivo—. Pero te advierto, ¡no es fácil para principiantes!
Viper tomó la consola con cuidado y observó la pantalla, fascinada por los gráficos y la mecánica del juego. Rokugo se sentó a su lado, enseñándole los controles y dándole consejos mientras ella intentaba superar el primer nivel. Durante un momento, parecía que ambos estaban en otro mundo, absortos en la simplicidad del juego, olvidando los problemas y el peso del acuerdo.
El Plan de Rokugo y Alice
Mientras jugaban, Rokugo aprovechó el momento para hablar con Viper en voz baja, asegurándose de que solo ella lo escuchara.
—Mira, Viper… Alice y yo hemos estado planeando una alternativa. Ese "harakiri" será solo un teatro —susurró, manteniendo su expresión despreocupada para que nadie sospechara—. En lugar de que mueras realmente, fingiremos tu muerte. Después, te llevaremos discretamente a la Ciudad Escondida junto al resto de los demonios.
Viper parpadeó, sorprendida, y bajó la vista hacia el juego para disimular su reacción.
—¿Una farsa? —murmuró en un susurro, apenas moviendo los labios—. ¿Por qué harían eso por mí?
Rokugo soltó una risita, sin apartar la vista de la pantalla.
—Bueno, eres útil, y además… parece que h
s comenzado a entender cómo funciona Kisaragi. Creo que encajarías bien en nuestra organización. Además, sería un desperdicio deshacerse de alguien con tus habilidades y liderazgo —respondió, con un tono que parecía amistoso y ligeramente burlón.
Viper bajó la vista, claramente tocada por las palabras de Rokugo. No estaba acostumbrada a recibir reconocimiento sincero, y mucho menos de alguien como él.
—No sé qué decir… Gracias, Rokugo. Pensé que solo éramos enemigos.
—Kisaragi no ve el mundo en blanco y negro. Enemigos, aliados, todos tienen un valor potencial. Así que, prepárate para tu "muerte" y disfruta de este último juego, al menos hasta que el espectáculo comience —añadió Rokugo con una sonrisa astuta.
El Último Acto y la Falsa Muerte
Mientras Viper seguía jugando y familiarizándose con la consola, Alice y Tilis continuaron organizando los detalles del acuerdo. El plan estaba en marcha, y nadie fuera de Kisaragi sospechaba de la farsa que estaba a punto de ejecutarse.
La ceremonia de "harakiri" estaba planeada para el día siguiente, con una gran multitud convocada para presenciar la caída de la exreina demonio. Sin embargo, en lugar de una muerte trágica, Kisaragi tenía una estrategia elaborada para salvar a Viper y asegurar que tanto ella como su gente tuvieran un nuevo comienzo bajo su protección.
Escena Final: Informe de Rokugo
Esa noche, Rokugo se retiró a una habitación privada para redactar su informe a la sede central de Kisaragi. Escribió sobre los resultados de la batalla contra el Rey de Arena, la incorporación de los demonios al equipo de Kisaragi, y cómo lograron evitar un conflicto mayor con el Reino de Grace.
En la última parte de su informe, Rokugo añadió una nota sobre el desequilibrio ecológico causado por la intervención de Lilith y las alteraciones que Kisaragi estaba realizando en ese mundo.
—"Además, considero prudente investigar más sobre los orígenes de este mundo y sus extraños habitantes. Las referencias antiguas que mencionan gigantes y poderosos seres indican una historia oculta, posiblemente relacionada con habilidades ancestrales que podrían ser valiosas para nuestros futuros planes," —escribió, finalizando el reporte.
Finalmente, agregó una línea final que seguramente provocaría una reacción en Astaroth, su superior:
—"Solicito una extensión de un mes más para profundizar en estos misterios. Mi interés en el origen de este mundo es alto, y podría ser de gran beneficio para Kisaragi."
Cerró su informe y lo envió
Escena: La cita "romántica" de Rokugo y Grimm
El día había llegado para la tan esperada "ejecución" de Viper. Sin embargo, mucho antes de que la ceremonia comenzara, Grimm se había enterado de los eventos recientes y estaba furiosa.
Grimm, enojada, entra a la habitación de Rokugo, que se encuentra afilando sus cuchillos en una silla mientras espera que empiece el día.
—¡¿Cómo es que me dejaron muerta durante la pelea contra el Rey de Arena?! —gritó Grimm, claramente ofendida, cruzándose de brazos mientras lanzaba una mirada fulminante a Rokugo—. ¡Yo también quería participar! ¡Ustedes siempre hacen las cosas sin mí!
Rokugo suspiró y dejó su cuchillo en la mesa, mirándola con una sonrisa sarcástica.
—Vamos, Grimm, no te pongas así. Sabes bien que siempre mueres en el momento más importante —le dijo, divertido, con una sonrisa burlona—. No es nuestra culpa que seas tan… bueno, "susceptible".
Grimm bufó, claramente no impresionada con su excusa, y giró la cabeza con un aire ofendido.
—¡Eso no importa! Aun si soy una sacerdotisa maldita, merecía estar ahí y luchar… No puedo creer que me hayan dejado fuera —se quejó, inflando las mejillas como una niña molesta—. ¿Sabes lo frustrante que es despertar y ver que se han perdido los mejores momentos?
Rokugo, en un intento de calmarla —o tal vez simplemente para divertirse un poco más— le hizo una oferta casual.
—Bien, bien, para compensarte, ¿qué tal si salimos en una cita? —le ofreció, con un tono despreocupado—. Algo para que te relajes, ¿qué dices?
Grimm se sonrojó ligeramente, levantando una ceja en señal de sorpresa y escepticismo.
—¿Una cita? —repitió, mirándolo con recelo—. ¿Crees que puedes comprar mi perdón con una simple cita? ¡No soy una chica fácil, Rokugo!
Rokugo mantuvo su sonrisa, encontrando su reacción encantadora y a la vez entretenida. Sacó un pequeño bento que había preparado antes y se lo mostró, moviéndolo ligeramente para tentar a Grimm.
—¿Y qué tal si incluyo este bento? Podemos comer juntos mientras disfrutamos de la vista.
Al ver el bento, los ojos de Grimm brillaron de emoción. No era una chica fácil, cierto, pero nunca podía resistirse a la comida, especialmente cuando venía acompañada de un momento especial con Rokugo. Intentando mantener su compostura, carraspeó ligeramente.
—Bueno… si es así, supongo que podríamos ir… pero solo porque me debes una por dejarme fuera de la pelea —aceptó, tratando de sonar despreocupada, aunque estaba claro que la emoción la traicionaba.
Pero la verdad era que él también necesitaba esa pausa para despejarse de la paranoia que lo estaba consumiendo por la "infidelidad" que pensaba Astaroth podría descubrir en algún momento. El corazón de Rokugo, aunque no lo admitiera abiertamente, también estaba agitado por lo que había comenzado a sentir por Grimm. Sin embargo, su plan seguía siendo claro: conquistar sin comprometerse realmente, solo utilizando su encanto para manipular situaciones.
Unos minutos después, en la "cita"
Rokugo sonrió, sin poder evitarlo, y la condujo hacia una colina cercana donde se podía ver todo el campamento. desde donde se podía ver a las extrañas criaturas mutantes y quimeras de Kisaragi, aullando hacia la luna en un espectáculo bizarro. Se sentaron en el suelo, y Grimm miraba alrededor, desconcertada, mientras él abría el bento
Rokugo se presentó ante Grimm con una pequeña caja envuelta. La ofreció con una sonrisa nerviosa, aunque su actitud aún mantenía un toque de despreocupación forzada. Grimm levantó una ceja al ver el paquete, pero no pudo evitar que su mirada se suavizara cuando Rokugo abrió la caja y reveló el contenido: un bento perfectamente empaquetado, con una gran variedad de platillos, uno más apetitoso que el otro.
Los ojos de Grimm brillaron, y sus labios se curvaron en una sonrisa, algo que raramente mostraba.
En el campamento, a lo lejos, estaban el hombre tigre, Rose y Russel, aullando hacia la luna, un espectáculo bastante extraño pero característico de su grupo. Se sentaron en el suelo, y Grimm observaba todo a su alrededor, desconcertada por la calma de Rokugo mientras él abría el bento y comenzaba a comer.
Pero cuando miró más de cerca, notó algo extraño. Rokugo no estaba realmente disfrutando de su comida. En lugar de eso, estaba mirando con atención los árboles cercanos, como si estuviera buscando algo. Finalmente, después de unos minutos de incomodidad, Rokugo se giró hacia ella, con una expresión más tranquila, y le habló.
—Estoy buscando huevos de Langosta Titan Mokemoke. Necesito algunos para un proyecto importante... —dijo, sin mirarla directamente, mientras daba un paso hacia un árbol con mucho cuidado, evitando que cualquier error le causara problemas.
Grimm se quedó desconcertada, mirando cómo Rokugo, en lugar de disfrutar de su momento, se dedicaba a examinar el terreno con gran seriedad, como si estuviera buscando algo más que simples huevos.
—¿Eso... eso es todo lo que tienes planeado? —preguntó Grimm, con una mezcla de incredulidad y frustración. Estaba claro que no había esperado una cita tan extraña, donde su compañero, en lugar de concentrarse en ella, buscaba ingredientes.
Rokugo, sin embargo, no parecía percatarse de la decepción de Grimm y continuó explicando, como si no hubiera interrupción alguna.
—Sí, estos huevos pueden convertirse en una poderosa arma biológica para Kisaragi. El sabor no es lo importante, aunque... —rió nervioso—... el sabor es horrible. Pero todo eso tiene un propósito.
Ella comenzaria a comer.
—Espera… ¿Esta es la "cita"? —preguntó Grimm, perpleja, mirando cómo las criaturas extrañas emitían sonidos perturbadores bajo la luz de la luna.
Rokugo le sonrió, como si no entendiera por qué ella estaba sorprendida.
—Claro. Dime, ¿no es romántico? Un picnic bajo la luna, acompañados por estos… eh, "singulares" seres. Esto es lo que hace que Kisaragi sea especial —dijo, mordiéndose una risa mientras le ofrecía un bocado de su bento.
Grimm suspiró, resignada, pero tomó el bocado de comida y comió, sintiéndose un poco estafada. Aun así, en el fondo, había algo en ese momento caótico que le hacía gracia. Después de todo, estar con Rokugo siempre era un enigma, una aventura impredecible que nunca terminaba de entender.
—Tsk, esto no cuenta como una cita "normal" para nada… —murmuró, sonrojándose un poco, pero finalmente cediendo—. Pero supongo que te lo dejaré pasar… esta vez.
Rokugo rió ante su expresión frustrada, y continuaron comiendo en silencio, disfrutando de la extraña "paz" que les ofrecía el entorno bizarro de Kisaragi.
En su mente, Rokugo estaba empezando a inquietarse más, pensando en Astaroth y cómo podría pensar de todo esto. De alguna manera, él había recibido permiso para involucrarse con doncellas si eso ayudaba en las conquistas de Kisaragi. Sin embargo, no podía permitir que Grimm se convirtiera en un obstáculo. ¿Cómo podría estar involucrado con alguien como ella? Al final, él no le iba a permitir hacerle daño a sus planes, pero al mismo tiempo, un extraño sentimiento de nerviosismo crecía dentro de él.
A pesar de todo, Grimm no dejó de observarlo, con una mezcla de desconcierto y cansancio. Ella había comenzado a imaginar que tal vez algo real podría surgir entre ellos, pero este momento le parecía más una burla que una oportunidad de conexión genuina.
—Rokugo, ¿qué estamos haciendo aquí? —dijo, su voz teñida de frustración
Mientras tanto, en la celda de Viper
Mientras Rokugo y Grimm disfrutaban de su particular momento, Viper estaba sola en su celda, esperando pacientemente el inicio de su "ejecución". Se encontraba tranquila, aunque sus pensamientos divagaban entre la preocupación y la curiosidad por lo que le deparaba el futuro.
Sabía que esta "muerte" no sería real, pero el hecho de fingir su propia ejecución y dejar atrás el título de Reina Demonio le resultaba agridulce. Su mente volvió a los recuerdos de su infancia y a las historias que su padre, el antiguo Rey Demonio, le había contado sobre los antiguos demonios y los titanes. Por mucho que quisiera renegar de su pasado, sabía que lo llevaba en la sangre.
Miró hacia la pequeña ventanilla en lo alto de su celda, desde donde podía ver un fragmento de cielo. Cerró los ojos, recordando las palabras de Rokugo y la promesa de un futuro en Kisaragi. Tal vez, bajo la protección de esta organización, su pueblo podría finalmente encontrar paz.
Y aunque su corazón estaba dividido, una parte de ella se sentía emocionada por lo que vendría.
Escena: La "telepatía" de Rokugo y la fuga de Viper
En la oscuridad de la celda, Viper seguía esperando pacientemente el momento de su "ejecución." Sus pensamientos la llevaban a los últimos recuerdos que había compartido con Rokugo y la peculiar compañía de Kisaragi. No sabía exactamente cómo, pero se había encariñado con su cultura y sus costumbres, a pesar de lo caótico que todo parecía ser.
De repente, una voz suave y misteriosa resonó en su mente.
—Viper… soy yo, Rokugo. Puedo comunicarme contigo por telepatía —dijo la voz, en un tono serio y profundo.
Viper parpadeó sorprendida, parándose de inmediato.
—¿Rokugo? ¿Eres tú? No sabía que tenías ese tipo de poder… —respondió, incrédula pero con un atisbo de esperanza.
La voz continuó en su mente.
—Viper… dime la verdad, ¿qué piensas realmente de todo esto? Esta es tu última oportunidad de ser completamente sincera. Nadie más nos escucha.
La exreina se tomó un momento para reflexionar. Bajó la mirada, dejando salir una confesión sincera, algo que había guardado en lo más profundo de su corazón.
—La verdad es que… todo esto, estos días que pasé con ustedes… han sido los mejores momentos de mi vida. Me siento… libre, por primera vez —admitió, con un ligero temblor en su voz—. Es como si finalmente hubiera encontrado un lugar al que pertenezco.
Justo en el instante en que sus palabras se volvían más sentimentales, Rokugo desactivó el modo invisible de su traje, apareciendo de golpe frente a ella con una sonrisa burlona.
—¡Sorpresa! —dijo, riéndose mientras la veía enrojecer de vergüenza—. No era telepatía, Viper. Solo estaba usando mi traje de invisibilidad.
Viper se quedó boquiabierta, completamente avergonzada.
—¡¿Qué?! ¿Me hiciste decir todo eso… y solo estabas ahí parado escuchando? ¡Rokugo, eres un…! —gritó, frustrada, pero incapaz de encontrar palabras para describir su enojo.
—Bueno, eso fue muy revelador, ¿eh? —respondió él, aún riendo—. Vamos, tenemos una misión. Te sacaré de aquí, así que será mejor que nos movamos rápido.
Rokugo usó su cuchillo de Kisaragi para cortar los barrotes de la celda y, tras asegurarse de que no había guardias en el pasillo, guió a Viper por el castillo.
Mientras avanzaban, algunos agentes de Kisaragi crearon una distracción, enfrentándose a los soldados del Reino para facilitar su escape. Los ruidos de combate resonaban en los pasillos, y los gritos de los guardias se mezclaban con el eco de las espadas chocando.
Justo cuando alcanzaron el patio exterior, la princesa Tilis apareció, acompañada de Snow, y levantó una mano en señal de alto.
—¡Rokugo, detente! No puedes hacer esto. La muerte de Viper es esencial para el tratado de paz. ¡No arruines todo el esfuerzo que hemos hecho! —le imploró la princesa, su voz firme y autoritaria.
Rokugo suspiró, levantando una ceja.
—Lo siento, princesa, pero tengo otros planes —dijo con una sonrisa desafiante, y rápidamente puso la capucha de invisibilidad sobre Viper—. Voy a distraerlos. Tú solo sigue el plan.
Viper, aún algo avergonzada, asintió en silencio y desapareció bajo la capucha.
Sin embargo, justo en ese momento, Grimm apareció en escena, mirando a su alrededor con una expresión de angustia.
—¡Espera, espera! ¡¿A dónde crees que vas, Rokugo?! —gritó Grimm, visiblemente molesta.
Rokugo levantó las manos en señal de calma.
—¿Qué pasa, Grimm? Pensé que estabas de nuestro lado.
Grimm lo miró con lágrimas en los ojos, temblando de rabia y celos.
—¡Yo… yo no sabía que planeabas huir con Viper! ¡¿Qué clase de comandante se fuga con otra mujer y abandona a su fiel Grimm?! —exclamó, claramente imaginando un futuro donde Rokugo y Viper se enamoraban y la dejaban atrás.
Rokugo no pudo evitar suspirar, dándose cuenta de que las cosas se estaban complicando más de lo necesario.
—Grimm, no es lo que parece… —intentó explicarse, pero antes de que pudiera continuar, Viper, aún bajo la capucha, fue descubierta por Alice, Snow y la princesa Tilis.
Alice sonrió maliciosamente mientras bajaba la capucha, revelando a Viper.
—Vaya, vaya… parece que alguien intentaba huir. ¿Crees que puedes engañarnos tan fácilmente, Viper? —dijo Alice con un tono juguetón.
Snow, por su parte, sacó su espada y miró a Rokugo con ojos acusadores.
—Esto es una traición, Rokugo. ¿De verdad planeabas romper el trato? —preguntó Snow, decepcionada.
Viper miró a Rokugo, con una mezcla de tristeza y determinación en sus ojos. Antes de que pudieran detenerla, corrió hacia una torre cercana y, frente a toda la multitud, sacó lo que parecía ser una pequeña bomba.
—¡Por el bien de mi pueblo y para que esta guerra termine de una vez…! —gritó, activando la "bomba" y dejando que una cegadora luz envolviera todo a su alrededor.
Rokugo apenas tuvo tiempo de gritar su nombre antes de ser cegado por la explosión de luz.
Momentos después, mientras el humo se disipaba, el cuerpo de Viper había desaparecido. Todos en el lugar asumieron su "muerte."
Heine, que observaba desde lejos, rompió en llanto, sus gritos de dolor resonando por todo el campo. Su amada reina había dado su vida por ellos. El trato se cerró, y los demonios fueron transportados a la sede principal de Kisaragi, donde comenzarían una nueva vida como agentes de la organización.
Tiempo después, en la sede de Kisaragi
Rokugo seguía en luto, sin poder asimilar lo ocurrido. Se sentía traicionado por Alice y furioso consigo mismo por no haber evitado la "muerte" de Viper. Hasta que, de repente, en medio de un grupo de demonios recién llegados, apareció una figura conocida.
Era Viper, aunque ahora había adoptado una nueva apariencia bajo el nombre de "La Mujer Víbora Mutante." Los cambios físicos eran evidentes, su cuerpo ahora era más ágil y fuerte, con ciertos rasgos mutantes, adaptados para las misiones de Kisaragi.
Heine, al ver a su reina viva, rompió en llanto una vez más, pero esta vez de alegría, corriendo hacia ella para abrazarla. Los demás agentes de Kisaragi también se emocionaron, incluyendo a Rose, que siempre había mostrado cierto afecto por Viper.
En ese momento, Alice se acercó a Rokugo con una expresión satisfecha.
—¿Sorprendido? —le preguntó Alice, alzando una ceja—. La "bomba" de Viper no era letal. Solo era una granada de luz, lo suficiente para engañar a todos y permitir que escapara.
Rokugo la miró con incredulidad y alivio, finalmente entendiendo el ingenioso plan de Alice.
—Así que… todo fue parte del plan —murmuró, soltando un suspiro—. No puedo creer que me hayas hecho pasar por esto, Alice.
Alice sonrió ampliamente.
—Tenías que hacerlo convincente, ¿no crees? Además, ahora tienes a una aliada más poderosa para nuestras misiones.
Snow, quien había sido despedida por la princesa Tilis después de estos eventos, se acercó en ese momento, viendo la escena entre Rokugo, Alice y Viper.
—Rokugo… ya que la princesa me ha despedido, ¿puedo unirme a Kisaragi? ¿Hay alguna misión que puedan darme? —preguntó, intentando sonar casual pero mostrando su desesperación por no quedarse sin propósito.
Rokugo se encogió de hombros, mirándola con una mezcla de simpatía y burla.
—Bueno, Snow, bien podríamos encontrar algo para ti. No puedo prometer que sea fácil, pero supongo que tendrás que acostumbrarte a la "cultura" de Kisaragi.
Snow suspiró, resignada, pero en el fondo aliviada de poder encontrar un nuevo lugar donde pudiera seguir peleando… aunque significara adaptarse a las bizarras costumbres de la organización Kisaragi.
Escena: Viper en Kisaragi y el llamado de Rokugo a Astaroth
Ya había pasado un tiempo desde que Viper fue oficialmente nombrada "La Mujer Víbora Mutante" y se unió a Kisaragi. Ahora, además de ser parte de la organización, estaba a cargo de una facción de reclutas nuevos, conformada por los demonios que habían sido transportados junto con Heine y su tropa. Por su parte, Grimm, Snow y Rose también se habían unido por completo a Kisaragi, formando un grupo singular y caótico junto a Rokugo y Alice.
Rokugo, visiblemente satisfecho con el resultado de la misión y de tener a Viper viva y al frente de su propio escuadrón, decidió aprovechar el momento para hacer una videollamada a la sede principal de Kisaragi. En la pantalla apareció la figura de Astaroth, la líder de Kisaragi y una mujer que, aunque estricta, compartía una historia bastante… complicada con Rokugo.
—Rokugo, es raro que te reportes tan seguido. ¿Qué necesitas ahora? —preguntó Astaroth, arqueando una ceja, claramente extrañada.
Rokugo sonrió y se cruzó de brazos, sin perder su usual tono confiado.
—Pues… en realidad estaba pensando en pedir unas pequeñas vacaciones —dijo, como si fuera la cosa más normal del mundo—. Quiero regresar a casa y, bueno, descansar un poco.
Astaroth lo miró en silencio por unos segundos antes de responder.
—¿Vacaciones? ¿Ahora? ¿Y por qué justo en este momento, Rokugo? Has estado fuera bastante tiempo. Me sorprende que apenas se te ocurra ahora pedir un descanso.
Rokugo, manteniendo su sonrisa, se acercó un poco más a la pantalla y susurró de forma sugerente:
—Es que… pensé que sería interesante ver la cara de cierta líder de Kisaragi al verme en persona otra vez. Ya sabes, para recordar viejos tiempos.
Astaroth, por primera vez en mucho tiempo, pareció sonrojarse levemente, pero mantuvo su expresión seria.
—¿Estás insinuando algo, Rokugo? Porque me parece recordar que nuestra "relación" nunca incluyó cosas como… seducción, ¿o acaso estoy equivocada?
Rokugo rió, divertido al ver la reacción de Astaroth.
—Oh, claro, como si nunca me hubieras pedido que llegara temprano a las reuniones con "ciertas palabras de aliento." ¿Lo has olvidado, Astaroth? Porque yo no.
Astaroth suspiró, visiblemente molesta y a la vez… nerviosa. Algo en su expresión cambió, volviéndose un poco más seria, incluso melancólica.
—Mira, Rokugo, te seré sincera. La razón por la que enviamos agentes a otros planetas y por la que tienes la misión de conquistar ese mundo… no es solo porque queramos expandir nuestro dominio. Nuestro planeta… está prácticamente arruinado. La contaminación ha llegado a un punto insostenible, y la situación es crítica.
Rokugo frunció el ceño, sorprendido ante la revelación.
—¿Entonces toda esta operación de invasión es para… encontrar un nuevo hogar?
Astaroth asintió lentamente.
—Exactamente. Kisaragi está buscando mundos habitables para trasladar a nuestra gente, y tú… eres el que más éxito ha tenido en esta misión. Es por eso que te pido, Rokugo, que termines de una vez con la conquista de ese planeta. No es solo por Kisaragi… es para que todos tengamos un lugar seguro al cual ir.
Hubo un momento de silencio. Rokugo, aunque generalmente despreocupado y sarcástico, pareció procesar la seriedad de las palabras de Astaroth. Finalmente, asintió con determinación.
—De acuerdo, Astaroth. Terminaré lo que empecé. Por ti… y por todos los demás.
Astaroth le dedicó una leve sonrisa, una que Rokugo no recordaba haber visto en mucho tiempo.
—Gracias, Rokugo. Me aseguraré de que tengas el reconocimiento que mereces cuando todo esto termine.
La pantalla se apagó, terminando la videollamada.
Justo en ese momento, Alice entró en la sala con una expresión alarmante.
—¡Rokugo! Acabo de recibir noticias preocupantes. El país de Toris… simplemente ha desaparecido.
Rokugo arqueó una ceja, incrédulo.
—¿Desaparecido? ¿Qué quieres decir con "desaparecido"?
Alice asintió, su voz llena de tensión.
—No hay rastros de su gente ni de sus estructuras. Todo lo que queda son ruinas… como si alguien o algo los hubiera borrado de la faz del planeta. Es como si hubieran sido… aniquilados en un solo golpe.
Rokugo frunció el ceño, sus pensamientos girando mientras intentaba entender lo que eso significaba. La desaparición de un reino entero era algo fuera de lo común, incluso para los estándares de Kisaragi.
—Esto no puede ser una coincidencia. ¿Será que… hay alguien más en este planeta que juega a conquistar territorios además de nosotros? —murmuró Rokugo, empezando a ver este mundo de manera distinta.
Alice lo miró, compartiendo su inquietud.
—Podría ser. Si hay una amenaza más grande, necesitamos averiguar qué o quién está detrás de esto. Quizás la "conquista" que nos pidió Astaroth no sea tan sencilla como pensábamos.
Rokugo suspiró, sabiendo que esto apenas comenzaba. Había prometido terminar la misión, pero el desafío que tenía frente a él era mucho más complicado de lo que había imaginado.
—Bueno, parece que mis vacaciones tendrán que esperar —dijo con una sonrisa irónica, mirando a Alice y preparándose para lo que se avecinaba.
Tiempo después, en el Reino de Grace...
Rokugo se había establecido exitosamente en su posición de agente de Kisaragi, y con el Reino de Grace prácticamente bajo control de la organización, la princesa Tilis no era más que una figura decorativa. En su mente, Rokugo sentía una gran satisfacción por el "progreso" que había logrado. Para él, cada victoria y cada paso hacia adelante eran pruebas de que estaba logrando algo grande. Aunque su método no era el de un héroe, sino el de un mercenario calculador y pragmático, la complacencia que sentía no tenía comparación.
Durante la cita...
Esa noche, a pesar de todo lo que había ocurrido, Rokugo decidió que, por una vez, iba a intentar darle a Grimm lo que había estado pidiendo. No sin cierto recelo, claro, pero al menos sentía que un poco de tiempo juntos no le haría daño. Si podía calmar las aguas entre él y Grimm, tal vez podría concentrarse en lo que realmente importaba.
Ambos se encontraron en una pequeña cafetería en el centro de la ciudad. Rokugo la había invitado sin mucha ceremonia, pero al verla tan emocionada, sintió que tal vez había hecho bien en ceder un poco. Grimm estaba sentada frente a él, hablando y gesticulando sin parar mientras él solo escuchaba. Aunque no lo mostraba, en su interior Rokugo se sentía un poco incómodo con la situación. Tenía tantas cosas en su cabeza, tantas preocupaciones, pero allí estaba, dispuesto a pasar un momento de calma con ella.
—...Y entonces, el capitán del barco dijo que teníamos que encontrar una forma de salir de esa isla porque la tormenta se estaba acercando, ¡y yo pensé que jamás saldríamos de ahí! —continuó Grimm, su voz llena de emoción mientras Rokugo asentía con calma.
Finalmente, después de un largo monólogo, Grimm se detuvo y lo miró con una ceja levantada.
—Rokugo, tenemos que hablar. —dijo, su tono tomando un giro más serio.
Él la miró, intrigado, pero ella continuó sin darle tiempo para responder.
—¿Por qué si somos novios no hacemos cosas de novios? —preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho—. No nos damos de las manos, no nos decimos cosas como "amor", "cariño", "mi vida"... ¡ni siquiera nos besamos! —añadió, ahora claramente molesta—. ¡No puedes decirme que no estás interesado en eso o… algo más intenso !—dijo Grimm, mirándolo con una sonrisa expectante y un brillo en los ojos.
Rokugo suspiró, pensando para sí mismo: "Ay, Grimm… si supieras que tú eres la otra." Pero decidió no decirlo en voz alta. En cambio, trató de reír suavemente.
Rokugo, que había estado escuchando pacientemente, sintió cómo una extraña presión se acumulaba en su pecho. La forma en que hablaba... No era solo una queja, sino una invitación, una demanda. Y esa demanda, combinada con el hecho de que llevaba meses sin ninguna relación íntima, empezó a hacerle sentir una creciente necesidad que no había anticipado. El impulso de salir corriendo o de dar una respuesta tajante se desvaneció, y en su lugar, algo más primitivo comenzó a surgir.
El tiempo parecía ralentizarse mientras él procesaba sus palabras. Grimm, por otro lado, estaba claramente ansiosa, esperando una respuesta que no llegaba. Pero antes de que pudiera añadir algo más, Rokugo hizo algo que no había planeado.
—Bueno, Grimm, tú siempre hablas de cosas de novios, pero… ¿en serio estás preparada para eso? —preguntó, con una sonrisa ligeramente burlona.
Grimm pareció ofenderse un poco, poniéndose las manos en la cintura.
—¡Claro que sí! ¡Yo soy una mujer madura y lista para hacer cosas de novios! —protestó con un leve sonrojo, aunque claramente nerviosa.
Sin darle tiempo para hablar más, bajó la cabeza, acercándose a su silla de ruedas. En un movimiento sorpresivo, se inclinó hacia Grimm y la besó, sus labios tocando los de ella en un contacto suave, casi experimental.
Grimm se quedó completamente inmóvil, desconcertada. La sorpresa la dejó sin aliento por un momento, pero luego, como si algo se desatara en su interior, cerró los ojos y correspondió al beso, sus manos temblorosas aferrándose a los costados de su silla. La tensión que había sentido hasta ese momento desapareció por completo, reemplazada por una euforia cálida y confusa.
Después de separarse, Grimm abrió los ojos y lo miró, claramente aturdida pero con una gran sonrisa en su rostro.
—Entonces… ¿mi casa o la tuya? —preguntó Rokugo con un tono casual, observando la reacción de Grimm.
Cuando finalmente se separaron, Grimm abrió los ojos, visiblemente aturdida, pero una gran sonrisa apareció en su rostro, como si todo lo que había estado esperando finalmente hubiera ocurrido.
Rokugo, sintiendo el calor que se había acumulado en su pecho, sonrió de forma torcida. Pero la verdad era que no podía evitar sentirse satisfecho consigo mismo.
—Entonces… ¿mi casa o la tuya? —preguntó, manteniendo su tono relajado, aunque sus palabras ocultaban un ligero nerviosismo.
Grimm se sonrojó profundamente, su mente comenzando a dar vueltas. Sabía que si iban a la casa de Rokugo, Alice podría interrumpir en cualquier momento. La idea de que la joven asistente de Rokugo los interrumpiera no era algo que le agradaba, especialmente con lo que acababa de ocurrir.
—Mejor... mejor vamos a mi casa —dijo finalmente, con una pequeña sonrisa traviesa—. No quiero sorpresas.
Rokugo la miró, un brillo de satisfacción en sus ojos, mientras se levantaba de la silla y la ayudaba a levantarse también. Aunque no lo admitiera, sentía un alivio extraño, como si al menos esa incertidumbre se hubiera resuelto, al menos por un momento.
Ambos caminaron hacia la salida de la cafetería, pero algo en el aire había cambiado. Las palabras no eran necesarias para saber lo que cada uno pensaba en ese momento.
Poco después, en la casa de Grimm
Rokugo la siguió hasta su humilde vivienda, un lugar pequeño y algo destartalado. Las paredes tenían un aspecto antiguo, y el ambiente estaba lleno de cierto encanto rústico, aunque algo deteriorado. No era precisamente un palacio, pero era lo que Grimm podía costear, y a Rokugo no parecía importarle demasiado.
—Bienvenida a mi humilde morada —dijo Grimm, con un tono nervioso, llevándolo hasta su habitación, que era igual de sencilla, con una cama pequeña y sábanas algo desgastadas.
Rokugo observó el lugar con una sonrisa leve, y luego se volvió hacia ella.
—Bonito lugar, Grimm. Es… acogedor —comentó, tratando de ser diplomático.
Rokugo cruzó el umbral de la humilde casa de Grimm, observando todo a su alrededor con una mezcla de desconcierto y humor. La decoración de la casa era… peculiar, incluso para los estándares medievales. Había cortinas de encaje que parecían haber visto mejores días, un tapiz en el que figuraban gallinas, y algunas cestas tejidas apiladas en una esquina. Era como entrar a la casa de una abuelita, cosa que parecía desentonar completamente con la imagen de la temperamental sacerdotisa de la muerte.
Además, notó que el lugar estaba acondicionado de una manera extraña. Aunque Grimm usaba silla de ruedas la mayor parte del tiempo, parecía que se las había arreglado para que la casa estuviera organizada de tal forma que caminar descalzo fuera la opción ideal, con tapetes y cojines en el suelo, suaves y acolchados. Claro, tenía sentido considerando su maldición de no usar zapatos.
Grimm, que había estado conteniendo la emoción y la nerviosa anticipación todo el camino hasta allí, finalmente se bajó de su silla de ruedas, dejándose llevar por el momento.
—Este… comandante… esto… esto es lo que siempre imaginé para mi primera vez —murmuró Grimm, claramente metida en su propia ilusión romántica, mientras arreglaba un mechón de su cabello con nerviosismo—. Hoy finalmente voy a romper mi castidad, y contigo… —susurró, pero luego pareció recordar algo y su rostro se ensombreció, como si la mala suerte le hubiera dado un golpe en el estómago.
Rokugo, quien ya estaba explorando el ambiente, miraba una colección de figuras de cerámica que parecían ser representaciones de ancianas rezando.
Grimm, con una expresión seria y suspicaz, se giró para mirarlo y suspiró. Se acercó a él y le dijo en voz baja, casi tímidamente:
—Rokugo… comandante Rokugo, tengo que confirmar algo antes… —dijo, y él, distraído aún con los pequeños ídolos y sin prestar mucha atención, respondió automáticamente:
—Sí, claro, lo que sea.
—¿Eres mi novio? —preguntó Grimm, con voz dulce y con una ligera esperanza en sus ojos.
—Sí —repitió él, aún distraído, examinando los estantes llenos de pequeños amuletos y colgantes.
—¿No estás aquí solo para dejarme e irte? —insistió ella, buscando algo de seguridad.
—No… claro que no. —Rokugo apenas levantó la vista, tratando de ignorar una espeluznante muñeca de trapo en el estante.
Grimm se aclaró la garganta, impaciente, e intentó sonar casual mientras lanzaba su próxima pregunta.
—¿Vamos a dormir juntos hoy?
—Sí.
—¿Vamos a hacer cosas de novios hoy? —insistió Grimm, su emoción aumentando visiblemente.
—Sí, lo que sea… —dijo Rokugo, asintiendo mientras sus ojos caían en un extraño cuadro de un gato bordado en punto de cruz. No podía entender cómo Grimm vivía en medio de tantos objetos extraños.
Grimm frunció el ceño. Había algo en las respuestas de Rokugo que no terminaba de convencerla, y, dado que él no parecía estar prestando atención, decidió ser completamente directa.
—Sabes que cuando digo "dormir" y "cosas de novios" no me refiero a literalmente dormir o a cosas de citas, ¿verdad?
Rokugo parpadeó, como si al fin captara la pregunta y lo que Grimm realmente estaba insinuando.
—Ajá… —asintió, visiblemente más alerta ahora.
Grimm se sonrojó un poco, pero aún insegura, tomó aire y finalmente soltó:
—Sé que no se supone que sea tan directa, pero en vista de que no me estás prestando atención… ¿Vamos a tener sexo aquí y ahora mismo?
La paciencia de Rokugo ya estaba en su límite, y exasperado, decidió ponerle fin a la lluvia de preguntas.
—¡Sí, Grimm! ¡Sí, vamos a hacerlo aquí y ahora mismo! —soltó, con un tono algo cansado pero decidido.
Grimm parpadeó, y en un segundo su rostro recuperó toda la emoción y el brillo.
—¡Oh, perfecto! Pero… ¡espera! No entres a mi cuarto todavía. —Se giró rápidamente y desapareció tras la puerta de la habitación, dejándolo esperando en la sala.
Dentro, Grimm comenzó a mover cosas apresuradamente. Quitó los ídolos y las velas dedicadas a Zenarith de su mesa de noche y guardó algunos amuletos bajo la cama. No había considerado que la noche fuera a terminar así, y en su entusiasmo había olvidado que la decoración espiritual podría resultar… incómoda. También escondió unas cuantas botellas de pociones de dudoso origen.
Desde la sala, Rokugo escuchaba los ruidos y golpes que venían del cuarto de Grimm y alzó una ceja, preguntándose cuánto tardaría en "poner todo en orden."
Finalmente, Grimm apareció en la puerta, sonriendo ampliamente.
—Ya está todo listo, Rokugo… puedes entrar. —Le hizo una seña con la mano, algo nerviosa, pero también visiblemente emocionada.
Rokugo le devolvió una sonrisa, resignado a lo que se avecinaba, pero algo en su interior le decía que la noche estaba por volverse mucho más surrealista de lo que había imaginado.
Grimm, intentando no sentirse intimidada, se sentó en la cama y, con evidente nerviosismo, trató de adoptar una pose coqueta que había visto en una revista vieja, levantando un brazo sobre su cabeza y cruzando las piernas de una forma un tanto incómoda.
—¿Entonces… qué te parece si… hacemos cosas de novios? —dijo, con una voz temblorosa, mirándolo a través de sus pestañas de forma torpe.
Rokugo soltó una pequeña risa al ver el intento tan evidente de seducción. No pudo evitar sentir un poco de vergüenza ajena por las pocas habilidades sociales de Grimm, pero también algo de ternura por lo mucho que ella estaba esforzándose.
—¿Sabes, Grimm? Antes de cualquier cosa… ¿por qué no te das un baño primero? Relájate un poco, usa agua caliente —sugirió Rokugo con una sonrisa, intentando aliviar la tensión y darle un poco de tiempo para prepararse.
Grimm asintió rápidamente, aunque claramente nerviosa.
—¿Un… un baño? Sí, claro… eso suena bien —dijo, levantándose y caminando hacia el pequeño baño de su casa.
Mientras se dirigía hacia allí, miró hacia atrás con un ligero sonrojo y murmuró:
—Y-Ya me has visto en ropa interior antes, así que… supongo que no importa, ¿verdad?
Rokugo solo le dio una sonrisa divertida y asintió, dándole un poco de privacidad mientras ella se preparaba.
Rokugo (riendo): "¿Sabes qué, Grimm? Deberías relajarte... No hace falta que te esfuerces tanto."
Grimm (sonrojada y algo insegura): "Ah... sí, tienes razón."
ella obedeció, especialmente al recordar que había estado caminando descalza todo el día debido a su maldición. Mientras se bañaba, Rokugo abrió una cerveza y susurró en voz baja:
Rokugo: "Nunca le digo que no a una bien fría."
Rokugo se quito su armadura de combate para unirse al baño con ella ,
En el baño
Grimm se metió en la ducha. Se aseguró de lavar bien cada parte de su cuerpo, especialmente sus pies, que siempre estaban descalzos debido a su maldición. La sensación del agua caliente era relajante, y aunque sus pensamientos iban y venían con nerviosismo, empezó a sentirse un poco más cómoda.
De repente, la puerta del baño se abrió suavemente, y Rokugo entró, moviendo sus manos de manera despreocupada.
—¿Eh? ¿Vas a… vas a darme un masaje? —preguntó Grimm, sorprendida, mientras lo veía acercarse con una expresión tranquila.
—Sí, algo así. Ya que tus pies están descalzos todo el tiempo, pensé que te vendría bien —respondió Rokugo mientras se arrodillaba frente a ella, tomando uno de sus pies con suavidad.
Grimm se sonrojó intensamente, cerrando los ojos mientras sentía sus manos sobre su piel.
Rokugo comenzó a masajear los pies de Grimm con habilidad y cuidado, sus manos presionando suavemente los puntos de tensión. Grimm dejó escapar un suspiro de alivio, claramente disfrutando la atención que él le estaba dando.
—Rokugo… esto es… muy agradable —murmuró, con un tono más suave de lo habitual, mientras se relajaba cada vez más.
—Me alegra que te guste —dijo Rokugo, con una sonrisa genuina—. Solo relájate y disfruta. Hoy es tu día.
Escena: La intimidad entre Rokugo y Grimm
Después de un rato en el que la atmósfera había cambiado a algo más íntimo y cargado, Rokugo observó a Grimm, quien ahora estaba relajada, mirándolo con una mezcla de nerviosismo y expectativa. Él también se sentía un poco nervioso, lo cual no era común en él.
En su mente, Rokugo reflexionaba consigo mismo: "¿Estará bien hacer esto? No sé si Grimm puede embarazarse, pero... ¿qué haría Astaroth si se enterara de esto? Aunque, pensando bien, no es la primera vez que tengo una aventura de una noche... Mientras nadie lo sepa, todo estará bien."
Mientras tanto, Grimm, aún recostada en su cama, estaba inmersa en sus propios pensamientos. Desde hace tiempo, había fantaseado con un momento como este, pero ahora que realmente estaba sucediendo, el peso de la situación la hacía sentir una mezcla de ansiedad y emoción. En su mente, solo pudo decir para sí misma: "Perdóname, Zenarith, porque esta noche… esta noche voy a pecar."
Rokugo tomó aire, rompiendo el silencio que había entre los dos, y le dio una sonrisa algo traviesa.
—Te voy a dar una excusa de verdad para usar esa silla de ruedas, Grimm —dijo él, con una mirada cómplice.
Los dos intercambiaron una sonrisa cómplice y, con la habitación iluminada únicamente por la luz tenue de una vela, dejaron que el tiempo se desvaneciera entre ellos.
Después de salir del baño, Grimm se sentó nerviosa en su cama, la piel aún húmeda por el agua caliente, sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación. Miró hacia la puerta del baño, esperando que Rokugo apareciera. No sabía qué esperar exactamente de él, pero en su interior, una parte de ella estaba lista para avanzar en algo más. Sin embargo, su mente no dejaba de dar vueltas, preguntándose si realmente estaba preparada para lo que estaba a punto de suceder.
Rokugo salió del baño, aparentemente relajado, pero con una expresión algo seria. Caminó hacia ella, y Grimm no pudo evitar mirar cómo su postura y su actitud parecían inmutarse a medida que se acercaba. En ese momento, no estaba del todo segura de qué pensaba hacer, pero había algo en su mirada que la dejó intranquila, una especie de determinación silenciosa.
—¿Entonces…? —susurró Grimm, sintiendo el aire en su pecho y las mariposas en su estómago—. ¿Qué vamos a hacer ahora?
Rokugo no respondió de inmediato. En lugar de eso, se agachó frente a ella, acercando su rostro lentamente al suyo. Grimm, a pesar de su nerviosismo, no pudo evitar mantenerse quieta, observando cada movimiento suyo con una mezcla de curiosidad y anticipación.
De repente, Rokugo se inclinó hacia adelante y, con un movimiento calculado pero suave, deslizó su lengua sobre la parte inferior
ecorriéndolo con una lentitud inquietante. Grimm se sobresaltó un poco, desconcertada por el gesto.
—¿Qué... qué estás haciendo? —preguntó con voz temblorosa, sin poder evitar una pequeña risa nerviosa.
Rokugo, con una ligera sonrisa en sus labios, se alejó un poco, pero no apartó la mirada de Grimm.
—Reír —respondió de forma tranquila, con una sonrisa traviesa—. Un gesto, digamos, un "preámbulo".
Grimm se quedó sin palabras, completamente confundida por su respuesta. Sin embargo, antes de que pudiera procesar todo lo que acababa de pasar, Rokugo volvió a inclinarse hacia ella, esta vez para besarla directamente en los labios. La besó con más pasión que antes, su lengua entrando lentamente en su boca, y Grimm no pudo evitar intentar apartarse al principio.
—¡Espera, Rokugo! —exclamó, algo fuera de control. —No deberías usar tu lengua así… antes de besarme.
Sin embargo, la protesta de Grimm se desvaneció cuando la intensidad del beso aumentó. La razón por la que había intentado resistirse fue completamente olvidada cuando las manos de Rokugo empezaron a moverse por su espalda, y el deseo se apoderó de ella. Grimm dejó de resistirse por completo, dejándose llevar por el momento y correspondiendo al beso con igual fervor.
Rokugo se separó ligeramente, mirando a Grimm con intensidad. Ella, con los ojos entrecerrados, respiraba profundamente, su pecho subiendo y bajando de manera irregular.
—No te preocupes, Grimm —dijo él, sonriendo de forma relajada—. Es solo un beso. Un beso de lo más normal... solo que con un pequeño toque especial.
Grimm, ahora sonrojada y sin poder pensar claramente, miró a Rokugo y finalmente, tras un suspiro de rendición, se tumbó de espaldas en la cama, mirando hacia el techo, con una leve sonrisa en los labios.
—Haz lo que quieras… —dijo ella, sin más reservas, señalando con un gesto hacia él para que se acercara.
Rokugo la observó un momento, notando el cambio en su actitud. Grimm estaba completamente entregada al momento, sin más dudas ni inseguridades. Con una sonrisa ladeada, se acercó a ella, sabiendo que, por esta vez, no había vuelta atrás. La noche se convirtió en algo que ambos sabían que jamás olvidarían, sin importar lo que pudiera suceder después.
Más tarde, después del acto
El ambiente en la habitación era tranquilo y relajado. Rokugo estaba recostado a un lado de Grimm, observándola mientras ambos respiraban con calma. Él tenía una expresión satisfecha, mientras que ella parecía estar procesando lo que acababa de ocurrir.
Después de un momento de silencio, Grimm lo miró con una expresión neutral y le preguntó, en un tono casi decepcionado:
—¿Eso fue todo?
Rokugo, claramente sorprendido y algo herido en su orgullo, soltó una risa sarcástica.
—Vaya… eres muy fría, Grimm. ¿Así le agradeces a tu novio? —dijo él, tratando de mantener el humor en la situación, aunque con una pizca de resignación.
Grimm se sonrojó ligeramente, dándose cuenta de que su comentario tal vez había sido un poco insensible. Sin embargo, en su mente, había idealizado el momento de una manera tan fantástica que la realidad no coincidía con sus expectativas.
—No, no… es solo que pensé que… no sé, tal vez algo más… espectacular… —respondió, tratando de encontrar las palabras adecuadas mientras evitaba su mirada.
Rokugo soltó una risa suave y puso una mano sobre su hombro, dándole una sonrisa de comprensión.
Escena: La "segunda ronda" de Rokugo y Grimm
Rokugo miró a Grimm, quien todavía mostraba una mezcla de insatisfacción y decepción en su rostro. Con una sonrisa confiada, le hizo un gesto para acercarse.
—Todavía me queda energía para otro round, ¿sabes? —dijo Rokugo con un brillo en los ojos, insinuando algo más.
Grimm lo miró con una mezcla de sorpresa y nerviosismo, dudando un poco sobre lo que él estaba sugiriendo.
—¿Qué… qué planeas hacer ahora? —preguntó ella, sintiendo una pequeña punzada de incertidumbre en su estómago.
Rokugo le dedicó una sonrisa traviesa y le hizo un gesto
—Confía en mí, solo… solo relájate. Tengo algo especial en mente, agachate —murmuró él, acercándose a ella. Grimm, aunque con un leve rubor en sus mejillas y algo de temor, asintió y lentamente se dio la vuelta, siguiendo sus indicaciones.
Con cuidado, Rokugo se inclinó hacia adelante, cerca de sus orejas, y susurró suavemente:
—Tranquila, Grimm. Solo déjate llevar. Esta vez, voy a hacer que sea memorable —dijo en un tono tan suave y cariñoso que hizo que el corazón de Grimm se acelerara aún más.
Mientras Rokugo continuaba susurrándole cosas dulces y reconfortantes, su nerviosismo comenzó a desvanecerse poco a poco, y, a pesar de lo que al principio sintió como vergüenza, Grimm no pudo evitar disfrutar de la atención y la dedicación que él le estaba dando.
Más tarde, después del "momento especial"
Rokugo se recostó nuevamente junto a Grimm, respirando profundamente mientras una sonrisa satisfecha se dibujaba en su rostro. Se giró hacia ella y le susurró:
—Eso fue… bastante increíble. ¿No crees? —dijo él, con un tono de voz suave pero lleno de entusiasmo.
Grimm, con las mejillas completamente rojas, evitaba mirarlo directamente, aún abrumada por lo que acababa de suceder. Sentía una mezcla de vergüenza y sorpresa, especialmente porque, contra todo pronóstico, realmente había disfrutado de lo que acababan de hacer.
—Y-yo… no esperaba que me fuera a gustar tanto —admitió Grimm en voz baja, apenas audiblemente, mientras sus manos intentaban ocultar su rostro. Se sentía avergonzada de que algo tan inusual hubiera sido tan placentero para ella.
Rokugo soltó una pequeña risa y, divertido, le dio un suave golpecito en la cabeza.
—¿Ves? No era tan terrible, ¿verdad? No todo tiene que ser como en las novelas románticas que lees. A veces, lo inesperado es lo más emocionante —le dijo con una sonrisa de satisfacción.
Grimm, aún sonrojada, soltó un suspiro y miró hacia el techo, tratando de calmar su corazón acelerado.
—Supongo… que tienes razón —murmuró, aún procesando todo lo que había pasado esa noche.
Rokugo la rodeó con un brazo y la atrajo hacia él,
aunque el momento fue íntimo, él no lo hizo con genuino afecto. Para él, Grimm no era más que una distracción temporal. No era amor verdadero, ni siquiera un cariño profundo; era simplemente una "aventura".
Grimm, con los nervios y la emoción de tener a su primer novio, aceptó complacer una de las fantasías de Rokugo, ambos se quedaron tendidos en la cama. Rokugo encendió un cigarrillo y exhaló el humo con satisfacción, mientras Grimm miraba al techo en silencio. La adrenalina del momento se había desvanecido, y un extraño vacío comenzó a llenarla.
De repente, Grimm empezó a sollozar. Rokugo giró la cabeza, arqueando una ceja al verla.
—¿Qué te pasa ahora? —preguntó, aún sosteniendo el cigarrillo entre los dedos.
Grimm trató de secarse las lágrimas, pero estas no dejaban de brotar.
—Zenarith…va a castigarme por esto… Soy su sacerdotisa, y… y dejé que me sedujeras. Me dejé llevar por la emoción de tener un novio y… y me gustó cumplir tus fantasías.
Rokugo dejó escapar una pequeña risa, negando con la cabeza.
—Vamos, Grimm, estás exagerando.
No creo que le importe mucho lo que hagas.
Grimm escondió el rostro entre las manos, avergonzada y abrumada.
—No entiendes… yo soy su sacerdotisa, debería estar por encima de estas cosas. Pero aquí estoy, llorando como una tonta, porque… porque me dejé llevar por todas estas fantasías. No solo eso, ¡me gustaron! ¡Disfruté hacerlo!
Rokugo, al verla tan perturbada, se acercó y le puso una mano en el hombro.
—Oye, tranquila. No tienes por qué atormentarte. No hiciste nada malo. Además, no todos los días puedes cumplir tus fantasías, ¿no? No es nada del otro mundo.
Grimm se secó las lágrimas, mirando a Rokugo con ojos llenos de determinación.
—Rokugo… quiero que lo recuerdes, porque es importante para mí: nos casaremos en nueve años. Así que no pienses que esto es solo pasajero, ¿de acuerdo?
Rokugo le sonrió de forma tranquilizadora, asintiendo.
—Claro, Grimm. En nueve años, entonces —respondió, fingiendo aceptarlo para calmarla.
Finalmente, Grimm dejó de llorar, cerrando los ojos mientras el cansancio la vencía y se quedaba profundamente dormida. Rokugo soltó una pequeña risa, apagando su cigarrillo y recostándose a su lado, mientras el silencio de la noche cubría la habitación.
Al finalizar la noche...
Cuando Grimm finalmente se quedó dormida, Rokugo se levantó de la cama y la miró en silencio. Acariciando su cabello, susurró para sí mismo:
Rokugo: "Lo siento, Grimm, pero mi verdadero amor es Astaroth."
Luego, se dio la vuelta, se vistió y salió del cuarto sin hacer ruido. En ese instante, Grimm, aún medio dormida, murmuró algo en sueños:
Grimm (medio dormida): "Sí... me casaré en nueve años..."
Rokugo dejó escapar una risa irónica, ignorando lo que Grimm había dicho en sueños, y salió rumbo a la base de Kisaragi. Allí, se preparó para una videollamada con Astaroth, quien había estado pendiente de sus reportes y de sus logros.
Un tiempo después...
Rokugo se sentó frente a la pantalla, esperando que Astaroth contestara su llamada. La emoción que sentía al hablar con ella era genuina, muy diferente de lo que sentía con Grimm.
Después de unos segundos de espera, la imagen de Astaroth apareció en la pantalla, iluminada por la fría luz de su oficina. Su expresión era seria, pero al verlo, dejó escapar una pequeña sonrisa.
Astaroth: "¿Rokugo? No esperaba que llamaras tan repentinamente. ¿Pasa algo en la misión?"
Rokugo: "No, todo va bien. De hecho, va mejor de lo que esperaba. Ya prácticamente tenemos el control del Reino de Grace, y sus habitantes están bastante... cooperativos."
Astaroth: "Eso es bueno de escuchar. Has hecho un trabajo impresionante."
Rokugo esbozó una sonrisa confiada y le dedicó una mirada directa a la pantalla.
Rokugo: "En realidad, llamaba para pedir algo más... personal. Me preguntaba si podría tomarme unas vacaciones. Me vendría bien un descanso, y además... quiero verte en persona."
Astaroth parpadeó, un poco sorprendida, y se sonrojó ligeramente. No era común que Rokugo hiciera este tipo de solicitudes.
Astaroth: "¿Ahora? ¿Después de tanto tiempo? Justo cuando estás en medio de una de nuestras misiones más importantes."
Rokugo: "Vamos, es solo por unos días. Además, ¿no te gustaría que nos viéramos? Admito que he echado de menos verte... tu cara, tu voz."
Astaroth dudó, y aunque trató de mantenerse seria, era evidente que la idea de verlo en persona le generaba cierta emoción. Rokugo aprovechó para recordarle algunos de los momentos en los que ella lo había motivado a regresar temprano en misiones pasadas, apelando a esa conexión especial que compartían.
Rokugo: "Recuerdo aquellos tiempos cuando prácticamente me seducías para que terminara rápido las misiones y volviera a tu lado. Supongo que eso fue hace mucho tiempo, ¿eh?"
Astaroth (fingiendo indignación): "¡No hacía esas cosas! Rokugo, no tergiverses la historia."
Después de un momento, Astaroth suspiró, adoptando un tono más serio y sincero. Su expresión cambió, dejando ver un trasfondo de preocupación.
Astaroth: "La verdad es que la situación en nuestra sede no es tan buena como podría parecer. El planeta está... bueno, lo cierto es que está casi inhabitable. La contaminación ha llegado a niveles alarmantes, y ya no queda mucho tiempo para nosotros. Por eso hemos tenido que expandirnos, enviar agentes como tú a otros mundos... buscando algún lugar habitable."
Rokugo la escuchó en silencio, asimilando el peso de sus palabras. Hasta ahora, su misión siempre había sido una cuestión de conquista, pero escuchar el motivo detrás de la expansión de Kisaragi le dio una nueva perspectiva.
Astaroth: "Rokugo, tu misión ha sido la más exitosa de todas. Has logrado en pocos meses lo que otros agentes no han conseguido en años. Este mundo podría ser nuestra salvación, un hogar nuevo para nosotros. Necesitamos que completes la conquista. Si lo logras, este planeta será nuestro refugio."
Rokugo asintió lentamente, comprendiendo lo que eso implicaba. No solo se trataba de un objetivo personal o de cumplir con su deber como agente de Kisaragi; era una misión que significaba la supervivencia de toda su organización, de la gente que consideraba su familia.
Astaroth: "He soñado con cómo sería vivir en ese mundo cuando esté completamente bajo nuestro control. Tú y yo, con un lugar propio, lejos de la contaminación y de los problemas de nuestro planeta... sería como un nuevo comienzo."
Rokugo sintió un escalofrío. La idea de Astaroth viviendo allí, con él, lo emocionaba, pero también le generaba una cierta inquietud. Pensó en Grimm, en la relación que había estado desarrollando con ella, y en lo que Astaroth podría pensar si descubriera que estaba "pasando el tiempo" con otra persona. La presión de la situación empezaba a pesarle.
Rokugo (sonriendo con picardía): "Haré lo que sea necesario para que ese sueño se haga realidad, Astaroth. Pero por ahora, supongo que tendré que postergar mis 'vacaciones'."
Astaroth sonrió, complacida, y asintió en señal de aprobación.
Astaroth: "Gracias, Rokugo. Sabía que podía confiar en ti. Completa la misión, y luego podremos hablar de un futuro juntos, en un nuevo hogar."
Con una última sonrisa, Astaroth finalizó la llamada, y la pantalla se apagó, dejando a Rokugo solo en la penumbra de la sala de comunicaciones.
Poco después, en el corredor...
Mientras Rokugo reflexionaba sobre la conversación, Alice apareció a su lado, con su expresión habitual de calma y eficiencia. Sin embargo, la información que traía era inquietante.
Alice: "Rokugo, tengo un informe importante que quizás quieras escuchar."
Rokugo: "¿Qué sucede ahora?"
Alice: "El país de Toris, que hasta hace poco era el principal enemigo del Reino de Grace... ha desaparecido."
Rokugo frunció el ceño, incrédulo ante lo que acababa de escuchar.
Rokugo: "¿Desaparecido? ¿Qué quieres decir con 'desaparecido'?"
Alice: "Solo quedan ruinas. No hay supervivientes ni signos de combate reciente. Es como si algo los hubiera arrasado de la faz del planeta sin dejar rastro."
La expresión de Rokugo se volvió sombría. Algo extraño estaba ocurriendo en ese mundo, algo que ni siquiera Kisaragi podía prever.
Horas después, en el helicóptero, en camino hacia el sitio de las ruinas del desaparecido país de Toris...
El helicóptero volaba a través del cielo nublado, con Rokugo sentado junto a otro agente de Kisaragi y el Hombre Tigre. La atmósfera en el helicóptero era tensa, ya que ninguno de ellos tenía claro qué encontrarían al llegar. Pero Rokugo, con su típica actitud despreocupada, intentó relajar el ambiente.
Rokugo: "Anoche... tuve el mejor sexo que he tenido
en años, ¿sabes? Casi había olvidado lo bien que se siente. Tanto tiempo solo leyendo ese montón de revistas que canjeo con mis puntos malos... No hay nada como la acción real."
El Hombre Tigre bufó con una mezcla de humor y desagrado, dándole una mirada de lado.
Hombre Tigre: "¿Ah, sí? ¿Y con quién estuviste esta vez? No me digas... fue Grimm, ¿verdad?"
Rokugo sonrió con suficiencia y asintió, como si estuviera orgulloso de su "logro". Pero el Hombre Tigre lo miró con una mezcla de desaprobación y preocupación.
Hombre Tigre: "Mira, amigo, te lo digo como alguien que te aprecia: Grimm es una chica que... bueno, está desesperada por algo de afecto. Aprovecharse de eso no es algo de lo que deberías estar tan orgulloso."
Rokugo (encogiéndose de hombros): "Vamos, no seas aguafiestas. Además, ella parecía disfrutarlo también. Y quién soy yo para negarle lo que quiere, ¿no?"
El Hombre Tigre suspiró y negó con la cabeza, sabiendo que no podía hacerle cambiar de opinión. Aun así, decidió darle una advertencia.
Hombre Tigre: "Te lo advierto, Rokugo. Si Astaroth llega a descubrir lo que haces... bueno, no quisiera estar en los zapatos de Grimm ni en los tuyos. Porque Astaroth no perdona. O Grimm acaba mal, o tú... bueno, tal vez ambos terminen en problemas graves."
Rokugo sonrió, como si todo fuera un simple chiste para él.
Rokugo: "Tranquilo, Astaroth no tiene por qué enterarse. Todo está bajo control."
El Hombre Tigre no pareció convencido, pero prefirió dejar el tema ahí. A veces, Rokugo simplemente no escuchaba razones.
Al llegar a las ruinas del desaparecido Reino de Toris...
Cuando el helicóptero aterrizó, el equipo descendió y se encontró frente a un paisaje desolador. Lo que alguna vez había sido un país floreciente y enérgico era ahora solo una extensión de escombros carbonizados. El suelo estaba cubierto de cenizas, y no quedaba rastro de edificios en pie. Incluso los árboles y las plantas habían sido reducidos a cenizas. Todo parecía haber sido destruido por una fuerza imparable.
Otro Agente de Kisaragi: "¿Qué clase de arma podría haber causado esto? Esto no parece un ataque común."
Rokugo (mirando a su alrededor): "No tengo idea. Pero parece que fue algo lo suficientemente poderoso como para arrasar con todo en cuestión de segundos. Algún tipo de onda expansiva... y además, parece que hubo un calor intenso que lo quemó todo."
Mientras avanzaban con cautela por las ruinas, de repente vieron a alguien acercándose. Era una figura humana, pero su presencia irradiaba una energía extraña y amenazante. El desconocido, que llevaba una especie de uniforme oscuro, se detuvo a unos metros de ellos y los miró con una sonrisa fría y despectiva.
Desconocido: "Así que finalmente llegaron los de Kisaragi. Bienvenidos a su perdición."
Rokugo entrecerró los ojos, sintiendo que algo estaba terriblemente mal.
Rokugo: "¿Y tú quién eres? ¿Qué clase de truco es este?"
El desconocido levantó la barbilla y los miró con superioridad.
Desconocido: "Este planeta... ya tiene dueño. Pertenece a la Agencia del Orden Hiiragi."
El grupo se quedó en silencio, observando al extraño con creciente desconcierto y cautela. Habían oído rumores de otras organizaciones, pero hasta ahora no habían encontrado resistencia de esta magnitud. ¿Quién era realmente este hombre? Y, más importante aún, ¿qué significaba para Kisaragi enfrentar a una fuerza tan desconocida?
El encuentro se tensó al máximo, y todos se prepararon para lo que podría ser un choque inevitable con esta nueva amenaza.
FIN DEL EPISODIO
La Guerra contra Hiiragi
Rokugo (cruzando los brazos, desconfiado): "¿Agencia del Orden Hiiragi? Nunca he oído hablar de ustedes. ¿Qué son exactamente?"
Agente de Hiiragi (con una mirada fría y despectiva): "No necesitas saber más. Solo basta con entender que somos los verdaderos dueños de este planeta. Y ustedes, los de Kisaragi, no son más que invasores indeseados."
21 (confundido): "¿Invasores? Nosotros hemos estado aquí desde hace un buen tiempo. ¿Quién te crees para llamarnos invasores?"
Agente de Hiiragi (esbozando una sonrisa burlona): "La historia no la escriben los que llegan primero... sino los que sobreviven. Y pronto, ustedes no estarán aquí para contarla."
Con un movimiento rápido, el agente de Hiiragi activa un dispositivo en su brazo que emite una onda de energía. Al instante, los trajes de Rokugo, el Hombre Tigre y 21 se desactivan, dejándolos sin las funciones avanzadas de Kisaragi.
Hombre Tigre (gruñendo y preparándose para pelear): "No necesito tecnología para pelear. ¿Quieres pelea? Te mostraré cómo se lucha de verdad."
Rokugo (poniendo una mano en el hombro del Hombre Tigre): "Espera, espera. No tenemos un plan todavía. No nos precipitemos."
El agente de Hiiragi saca un comunicador y comienza a dar órdenes, indicando a sus compañeros que confisquen el helicóptero y cualquier equipo que encuentren. Aprovechando la distracción momentánea, Rokugo hace uso de sus habilidades en combate cuerpo a cuerpo. Con movimientos precisos y rápidos, logra propiciar un par de golpes al agente de Hiiragi, quien tambalea por un instante. Rokugo aprovecha el momento para liberarse y tomar una bazuca de emergencia que estaba almacenada en el helicóptero.
Rokugo (apuntando con la bazuca): "Veamos si tu traje aguanta esto."
Sin pensarlo dos veces, dispara la bazuca directamente al agente. Sin embargo, el proyectil impacta contra el traje blanco del enemigo y se desintegra, sin causarle daño. El agente de Hiiragi apenas se mueve, protegido por una barrera similar a los sistemas de defensa de Kisaragi.
21 (retrocediendo, asombrado): "¡Esos trajes... funcionan igual que los nuestros! ¿Cómo es posible?"
Hombre Tigre (sacando su espada y poniéndose en posición): "Si la tecnología no sirve, yo lo detendré con fuerza bruta. Rokugo, gana tiempo e intenta reactivar tu traje."
Mientras el Hombre Tigre se lanza contra el agente de Hiiragi en un intento de retenerlo, Rokugo empieza a manipular los sistemas de su traje, intentando sortear la desactivación. Los minutos pasan mientras el Hombre Tigre y el agente 21 hacen todo lo posible por mantener la situación bajo control, pero el enemigo parece estar un paso adelante en todo momento.
De vuelta en la base de Kisaragi...
Finalmente, Rokugo, el Hombre Tigre y el agente 21 logran regresar a la base de Kisaragi, heridos y agotados por el enfrentamiento. Rokugo, cojeando y con el traje dañado, se dirige al área de mantenimiento.
Rokugo: "Necesito un mantenimiento de emergencia para este traje. Revisen todo el software... parece que este 'Hiiragi' tiene tecnología que puede desactivarlos. No quiero que vuelva a suceder."
Mientras los técnicos comienzan a trabajar en su traje, Alice se acerca a él, notando la expresión sombría en su rostro.
Alice: "Rokugo, ¿qué pasó allá afuera? La misión era solo de reconocimiento, ¿cómo es que regresan tan malheridos?"
Rokugo (resoplando): "Alice, tenemos un problema. Nos enfrentamos a un tipo de Hiiragi... aparentemente una organización con tecnología similar a la nuestra. Nos trató como invasores y dejó claro que este planeta les pertenece."
Alice parpadea, asimilando la gravedad de la situación. Sin perder tiempo, Rokugo le hace una solicitud.
Rokugo: "Escanea el satélite en busca de actividad inusual. Algo no anda bien con este planeta. Hay más de lo que sabemos."
Alice asiente y comienza a trabajar en la computadora, revisando las lecturas del satélite. Un momento después, frunce el ceño, mirando con sorpresa la pantalla.
Alice: "Rokugo... parece que la misteriosa isla que detectábamos en el mar, esa que cambiaba de posición constantemente... ya no está ahí."
Rokugo (alerta): "¿Desapareció? ¿Qué es lo que aparece en su lugar?"
Alice (mirando fijamente la pantalla): "En su lugar... parece que hay un objeto de gran tamaño. Se asemeja a un submarino, pero... no es cualquier submarino."
Rokugo (frunciendo el ceño): "¿Qué quieres decir?"
Alice vuelve a ajustar las lecturas, realizando un nuevo escaneo. La imagen en la pantalla muestra que el objeto está elevándose lentamente hacia la superficie, revelando más de su estructura en cada escaneo. Con cada minuto que pasa, el objeto emerge más y más del agua, hasta que es evidente que no es solo un submarino.
Alice: "Rokugo... ese 'submarino' está saliendo del agua. No es solo una embarcación. Parece ser una nave espacial."
Rokugo (sintiendo un escalofrío): "¿Una nave espacial? ¿Qué clase de organización tiene algo así?"
Alice realiza un último escaneo antes de que la señal se corte abruptamente.
Alice (con una expresión de alarma): "¡El satélite! La nave en ascenso lo ha destruido al salir de la atmósfera."
Rokugo observa la pantalla en blanco, con la preocupación creciendo en su rostro. Ahora no solo se enfrentaban a una organización desconocida, sino a una amenaza que estaba armada con tecnología mucho más avanzada de lo que habían anticipado.
Mientras Rokugo intenta asimilar la situación en la base, Alice recibe una nueva alerta en el radar.
Alice (con voz tensa): "Rokugo… el radar está detectando múltiples objetos acercándose a gran velocidad. Y vienen directo hacia nosotros."
Rokugo (recobrando su compostura y gruñendo con determinación): "No voy a permitir que destruyan la base otra vez. ¡No después de todo el esfuerzo que nos ha costado reconstruirla!"
Sin perder tiempo, Rokugo activa una barrera defensiva alrededor de la base. Es un tipo de barrera avanzada, muy similar a la que el anterior Señor Demonio había usado antes de ser derrotado por Lilith, pero esta vez mejorada con la ayuda de Viper. Los pilares generadores de la barrera están colocados internamente dentro del escudo de protección, lo que les permite evitar daños directos desde el exterior.
Rokugo (murmurando mientras observa los generadores de la barrera): "Gracias, Viper…
Los objetos en el radar resultan ser misiles, y empiezan a impactar en la barrera una y otra vez. Cada explosión hace vibrar el escudo, y aunque la barrera está resistiendo, poco a poco comienzan a aparecer pequeñas grietas en la superficie.
Alice (alerta, observando las lecturas): "Rokugo, la barrera está empezando a mostrar signos de fractura. No sé cuánto más podrá resistir con estos impactos constantes."
Rokugo (frunciendo el ceño, evaluando la situación): "Espera… algo no encaja aquí."
Observando más de cerca, Rokugo nota un patrón extraño en el bombardeo. Aunque los misiles están golpeando la barrera, la mayoría parecen desviarse y terminar impactando en el bosque cercano. Y aunque las explosiones son potentes, la onda expansiva no es suficiente para devastar toda una región como sucedió con el Reino que visitaron.
Rokugo (pensando en voz alta): "Estos misiles… no parecen diseñados para destruir una base o una ciudad. Su potencia es demasiado baja para lo que se necesitaría para eso."
Alice (curiosa): "¿Entonces cuál es el objetivo de estos ataques?"
Rokugo (formulando una hipótesis): "Tal vez… no nos están atacando directamente. Estos misiles podrían estar destinados a otra cosa."
Alice (confundida): "¿Qué otra cosa podría haber en el bosque?"
Rokugo recuerda los meses que Kisaragi ha pasado exterminando monstruos gigantes en el bosque cercano a la base. Si la Agencia Hiiragi no estuviera al tanto de esa actividad, podrían pensar que los monstruos aún habitan el área.
Rokugo (asintiendo, mientras su hipótesis se aclara): "Los misiles no son para nosotros. Están programados para destruir a los monstruos gigantes que vivían en el bosque. Pero Hiiragi no sabe que los eliminamos hace meses."
Alice (mirando a Rokugo con admiración): "Entonces, si estamos en lo correcto… solo necesitamos mantener la barrera activa hasta que terminen de lanzar los misiles. No necesitamos enfrentarnos a ellos directamente."
Rokugo (sonriendo con confianza): "Exacto. Aguantemos hasta que este bombardeo termine. No vale la pena desgastar recursos en un ataque que ni siquiera es para nosotros."
Alice (mientras ajusta los controles de la barrera para maximizar su eficiencia): "Entendido. Mantendré el monitoreo de la integridad de la barrera. Haré lo posible por estabilizarla y reducir el impacto en las grietas."
Rokugo y Alice permanecen en tensión, observando cómo la barrera continúa recibiendo los impactos de los misiles. Aunque cada explosión provoca más grietas y el escudo sigue resistiendo a duras penas, Rokugo confía en que podrán soportarlo hasta que el bombardeo se detenga.
Finalmente, después de varios minutos de constante presión sobre la barrera, el bombardeo comienza a disminuir. El radar de Alice muestra que los misiles están disminuyendo en número, hasta que finalmente los ataques cesan por completo. La barrera permanece en pie, aunque gravemente dañada, pero la base ha logrado resistir.
Alice (dejando escapar un suspiro de alivio): "Lo logramos… La barrera aguantó."
Rokugo (con una sonrisa satisfecha): "Buen trabajo, Alice. Parece que nuestros amigos de Hiiragi necesitan actualizar su inteligencia si realmente piensan que todavía estamos rodeados de monstruos gigantes."
Alice (asintiendo con una sonrisa): "Esperemos que no descubran la verdad demasiado pronto."
Rokugo: "De todos modos, mantendremos el monitoreo en caso de que intenten algo más. No quiero que nos vuelvan a sorprender."
Después de la tensión del bombardeo, Rokugo decide que es hora de aclarar las cosas. Convoca una reunión en la sala de conferencias de la base, y llama a la Princesa Tilis para realizar algunas preguntas. Tilis llega acompañada de algunos de sus guardias, aunque su expresión demuestra que también está confundida y preocupada por la situación.
Rokugo (serio, mirando a la princesa): "Princesa Tilis, necesito entender más sobre la historia de este planeta y sus antiguos conflictos. Este supuesto enemigo, la 'Agencia Hiiragi', afirma ser el verdadero dueño de este mundo."
Tilis (sorprendida): "¿La Agencia Hiiragi…? No recuerdo haber oído hablar de ellos antes. Pero hay historias… relatos antiguos sobre guerras y catástrofes que sucedieron siglos atrás."
Rokugo (cruzando los brazos, expectante): "¿Historias? ¿Qué clase de historias?"
Tilis (pensativa, recordando): "Se habla de un antiguo ser conocido como el 'Demonio de la Tierra', alguien que poseía un poder increíble. Dicen que este ser podía transformarse en una criatura enorme, con una fuerza y capacidad de regeneración sin igual. Sus seguidores lo llamaban 'Titán'. Con su ayuda, se formó un imperio conocido como Eldia, que gobernó con brutalidad."
Rokugo (interesado, conectando piezas): "Eldia… ¿y qué le sucedió a este 'Demonio de la Tierra'?"
Tilis (asintiendo): "Según las leyendas, un héroe llamado Helos Ackerman lo derrotó. Pero no sé mucho más que eso, ya que la historia fue borrada o escondida durante generaciones. Las familias nobles han guardado algunos fragmentos, pero muy poco se conserva."
Luego de escuchar a la Princesa Tilis, Rokugo se dirige al laboratorio de la base donde se encuentra Viper, o como ahora es conocida en la organización, "Agente Mutante Víbora". Viper está trabajando en uno de sus experimentos, pero Rokugo interrumpe.
Rokugo (con tono serio): "Viper, hace tiempo mencionaste que tu padre
te contaba historias sobre tiempos antiguos, algo sobre un demonio y su descendencia… nunca te presté atención, pero ahora necesito saber lo que recuerdes."
Viper (arqueando una ceja y suspirando): "Oh, ¿ahora sí te interesa, Rokugo? La verdad es que ni siquiera yo escuché bien a mi padre cuando me hablaba de esas cosas. Pero recuerdo algo de lo que decía."
Rokugo (cruzando los brazos): "Cualquier detalle ayuda. Tenemos un enemigo que clama ser el verdadero dueño de este mundo, y parece estar relacionado con algo que llaman 'Titán'. Si hay algo que sepas, suéltalo."
Viper (haciéndose a un lado del experimento y pensando): "Mi padre solía contarme que mi abuelo era descendiente directo de este 'Demonio de la Tierra'. Supuestamente, este demonio poseía una habilidad especial que le permitía transformarse en un ser colosal. Durante su reinado, creó un imperio que sometió a muchas naciones, pero eventualmente fue asesinado por un tal Helos Ackerman, o al menos eso decían."
Rokugo (tomando nota mentalmente): "¿Y tu abuelo sobrevivió a todo eso?"
Viper (asintiendo): "Sí, aunque él mismo era un híbrido, nacido de la unión entre el demonio y una humana. Se mantuvo oculto durante años, hasta que las guerras finalmente le permitieron establecer un territorio propio. Fue entonces cuando tuvo a mi padre… y eventualmente, yo nací de él y otra humana."
Rokugo (pensativo): "Así que… eres parte de ese linaje. No sabía que tenías una conexión tan directa con esta historia."
Viper (con una sonrisa irónica): "No es algo de lo que hablo mucho. La mayoría de la gente no estaría interesada en escuchar historias sobre 'demonios' y 'titanes'. Pero si este enemigo afirma ser el dueño de este planeta, podría tener que ver con esas viejas leyendas."
Rokugo (murmurando para sí mismo): "El Demonio de la Tierra… Helos Ackerman… Agencia Hiiragi… Parece que estamos lidiando con algo que va más allá de una simple invasión."
Luego de la conversación con Viper, Rokugo comienza a armar mentalmente una teoría. Quizás la Agencia Hiiragi tiene alguna relación con el imperio de Eldia, o incluso con la misma familia Ackerman. Con estos nuevos conocimientos en mente, Rokugo se da cuenta de que está lidiando con un enemigo que ha estado latente en este planeta durante siglos, esperando su momento para regresar.
Rokugo (hablando consigo mismo): "Si esto es verdad… entonces podría significar que esta lucha por el control de este mundo es mucho más antigua de lo que pensábamos. Y nosotros, Kisaragi, apenas hemos arañado la superficie."
La escena se cierra con Rokugo mirando en dirección a la barrera que recientemente defendió su base. Sabe que la amenaza de la Agencia Hiiragi es real, y que su conexión con esta tierra y sus antiguas historias podría traer consecuencias más profundas de las que él imaginaba.
Rokugo se sube a una plataforma improvisada en medio de la base de Kisaragi, rodeado de los agentes y soldados que han estado trabajando en la defensa y expansión del territorio para la corporación. Todos lo miran con atención, conscientes de la gravedad de la situación después del reciente bombardeo y el descubrimiento de la misteriosa Agencia Hiiragi.
Rokugo (con voz firme): "¡Escúchenme bien! Lo que estamos enfrentando no es un enemigo común. Esta 'Agencia Hiiragi' afirma que son los verdaderos dueños de este planeta, y parece que tienen la tecnología para respaldar esa afirmación. Lo que eso significa para nosotros, Kisaragi, es que tenemos que estar preparados para una posible guerra."
Los agentes murmuraban entre ellos, asimilando la magnitud de las palabras de Rokugo. El ambiente se llena de tensión, pero también de determinación. Rokugo observa cada rostro, asegurándose de que todos comprendan la importancia de la misión.
Rokugo (continuando): "No sabemos mucho sobre ellos, y eso nos pone en una desventaja. Pero si algo hemos demostrado hasta ahora, es que Kisaragi no retrocede. Hemos establecido nuestra base aquí, hemos combatido monstruos y naciones, y no vamos a ceder solo porque aparezca un grupo que dice tener más derecho sobre este planeta. ¡Así que preparen sus armas, revisen sus trajes, y estén listos para cualquier cosa! La Corporación Kisaragi nunca abandona a los suyos, y esta vez no será diferente."
Los presentes aplauden y gritan con entusiasmo, mostrando su lealtad y disposición para enfrentar lo que venga. Mientras el entusiasmo empieza a bajar, Grimm se acerca a Rokugo, aprovechando el momento de pausa.
Grimm (mirándolo con una sonrisa nerviosa): "Oye, Rokugo… ¿te das cuenta de que apenas hemos pasado tiempo juntos últimamente? Tal vez después de esto podríamos… ya sabes… hacer algo especial."
Rokugo (suspira, poniendo los ojos en blanco): "Grimm, ¿de verdad crees que ahora es el momento para eso? Tenemos una posible guerra encima, y tú piensas en citas románticas."
Grimm (cruzándose de brazos, ofendida): "¡Para ti nunca es el momento, Rokugo! Siempre hay una excusa…"
Rokugo la ignora mientras sus pensamientos vuelven a centrarse en la amenaza. Justo en ese momento, un sonido de alarma resuena en la base, y todos miran al cielo, viendo una nave flotando en las alturas. No es la gigantesca nave que apareció del agua y que él reconoció en las últimas imágenes del satélite, sino una más pequeña.
Rokugo (analizando la situación): "Esa nave…Si es así, entonces la nave Hiiragi que salió del agua debe ser mucho más grande, una especie de nave nodriza… y esta, una de sus naves de exploración o combate."
Rokugo se apresura a iniciar una llamada de emergencia a la sede de Kisaragi. La pantalla holográfica proyecta la imagen de Lilith, quien responde con su expresión usualmente despreocupada, aunque claramente interesada en el informe.
Rokugo (con firmeza): "Ejecutiva Lilith, tenemos un problema mayor. La orden Hiiragi, un enemigo desconocido, ha destruido nuestro satélite y han enviado naves a sobrevolar nuestro territorio. Ahora mismo, no tenemos forma de espiar sus movimientos, pero ellos pueden monitorearnos con facilidad. Están operando en nuestro espacio aéreo."
Lilith parece sopesar la información, su expresión apenas mostrando sorpresa.
Lilith (con una sonrisa ligera): "¿Así que finalmente te encontraste con un desafío a la altura, Rokugo? Debo decir que esperaba que pudieras manejar esto con los demonios que enviamos. Los hemos capacitado y mejorado como agentes, deberían ser más que suficientes para contener cualquier amenaza."
Rokugo (resistiéndose a replicar con sarcasmo): "Sí, pero esto es distinto. Estamos hablando de tecnología que parece rivalizar con la nuestra. Necesitamos más recursos, y quizás alguna forma de apoyo externo para asegurarnos de que—"
Lilith (interrumpiéndolo, con una sonrisa burlona): "Oh, no te preocupes, Rokugo. Si los demonios no son suficientes, tengo un plan de respaldo. Y resulta que otra ejecutiva está interesada en ver de cerca a este rival. Así que no seré yo quien vaya…"
Antes de que Rokugo pueda responder, Lilith cuelga la llamada, dejándolo en silencio frente a la pantalla apagada. Su rostro palidece al considerar lo que eso significa. Si Lilith no viene, entonces…
Rokugo (sudando frío, murmurando para sí): "No… Astaroth…"
El miedo se refleja en sus ojos al pensar en la posibilidad de que Astaroth, la ejecutiva que tanto teme, llegue al planeta. No solo por lo formidable que es en combate, sino porque existe la posibilidad de que descubra su relación con Grimm. Desde que llegaron a este planeta, él ha estado… involucrado con ella de una forma que probablemente no le gustaría a Astaroth saber.
Rokugo (tragando saliva, con tono resignado): "Genial… como si no fuera suficiente lidiar con una agencia de guerra avanzada, ahora también tengo que preocuparme de que Astaroth llegue aquí y se dé cuenta de que le he estado siendo infiel."
Mientras Rokugo observa el horizonte, tratando de despejar su mente del posible desastre personal que se avecina con la llegada de Astaroth, Snow se le acerca rápidamente, apuntando hacia el cielo con cierta preocupación.
Snow: "¡Oye, Rokugo! Esos helicópteros han estado sobrevolando el país por días. ¿Qué está pasando? ¿Es que Kisaragi está bajo ataque?"
Rokugo (mirándola con desdén): "Snow, corrígete. No son helicópteros. Por su forma y maniobrabilidad, son claramente aviones de guerra. En este caso, prefiero llamarlos 'La Muerte'."
Snow (frunce el ceño): "¿'La Muerte'? ¡Eres tan dramático! No pueden ser tan malos, ¿verdad?"
Antes de que Rokugo pueda responder, un sonido fuerte retumba en el aire, y varios aviones de la Agencia Hiiragi comienzan a descender, lanzando a sus soldados al suelo en cápsulas reforzadas. Tan pronto como tocan tierra, los soldados salen armados hasta los dientes y con una precisión mecánica que hace evidente su entrenamiento avanzado.
Rokugo (tomando control de la situación): "¡Todos, prepárense! ¡Nos atacan de frente!"
Los agentes de Kisaragi rápidamente se ponen en posición de defensa. Rose, Russell, el Hombre Tigre, los demonios convertidos en agentes, y Viper avanzan hacia el frente, listos para enfrentar la primera ola de soldados Hiiragi. Rokugo observa cómo todos se preparan para la batalla, y al notar que Snow empieza a moverse hacia atrás, decide intervenir.
Rokugo (con tono severo): "Snow, ¿vas a marcharte de nuevo en plena batalla? Porque ya te he visto hacer esto antes. ¿Recuerdas el ataque en el castillo del Lord Demonio hace un año?"
Snow (sorprendida): "¿Qué? ¡Claro que no! Yo… yo estaba ahí para…"
Rokugo (interrumpiéndola, molesto): "No me hagas recordar la escena, Snow. Tú misma dijiste 'salva a Grimm y Alice', y mientras yo hacía el trabajo, tú estabas al lado… haciendo absolutamente nada."
Snow, sin palabras, se da cuenta de que Rokugo la había visto aquella vez, haciéndose la desentendida mientras él combatía. Avergonzada y sin más pretextos, se da la vuelta y corre hacia el campo de batalla, decidida a redimirse.
La lucha se intensifica rápidamente, con bajas en ambos frentes debido a que el equipamiento y las tácticas de los soldados de Hiiragi son sorprendentemente similares en eficacia a los de Kisaragi. Sin embargo, en medio del caos, Viper destaca. Con su tremenda fuerza y habilidad, comienza a destrozar las armas y vehículos de los soldados Hiiragi uno por uno, abriendo camino para que los demás agentes puedan avanzar sin tanta presión.
Viper (destruyendo una ametralladora Hiiragi con sus manos desnudas): "¡Esta es nuestra tierra! ¡No permitiré que nadie amenace a mi gente!"
Grimm, por otro lado, sigue siendo Grimm. Mientras intenta lanzar un hechizo de maldición hacia el enemigo
. Justo antes de que una de las balas Hiiragi la alcance, Viper se lanza en su ayuda, destruyendo el arma enemiga en el proceso y apartando a Grimm del peligro.
Rokugo (observando a Viper con una sonrisa de satisfacción): "Bien hecho, Viper. Sabía que podía contar contigo."
La batalla continúa hasta que los soldados Hiiragi, viendo que sus armas y vehículos están siendo destruidos por completo, optan por retirarse, subiendo nuevamente a sus cápsulas y siendo recuperados por sus aviones que desaparecen rápidamente en el cielo.
Cuando todo termina, Rokugo camina hacia Viper, quien respira profundamente, todavía llena de la adrenalina del combate.
Rokugo (con una sonrisa aprobatoria): "Buen trabajo, Viper. Gracias a ti, logramos repeler el ataque y evitar que Grimm se matara a sí misma en el proceso."
Viper (orgullosa pero cansada): "Es un honor luchar por Kisaragi y por mi gente, Rokugo."
Rokugo asiente y observa el campo de batalla, lleno de escombros y restos de equipo Hiiragi. Sus pensamientos ahora se dividen entre la amenaza de esta nueva agencia, los problemas personales que le esperan si Astaroth aparece, y el hecho de que la situación sigue escalando.
Rokugo (murmurando para sí mismo): "Si esto fue solo una avanzada, entonces no quiero ni imaginarme lo que será enfrentarnos a su verdadera fuerza… Pero al menos estamos listos para lo que venga."
La batalla había concluido, pero la tensión en la base de Kisaragi seguía palpable. Desde el cielo, varias naves de la Agencia Hiiragi seguían sobrevolando el área, manteniendo una presencia amenazante. Rokugo observaba el panorama, con la vista fija en esas naves. A pesar de la victoria en el enfrentamiento reciente, sabía que esto no era más que el comienzo de una guerra que prometía ser larga y brutal.
Rokugo (pensando en voz alta): "Incluso para ellos, la fuerza de Viper sin su traje de combate debió ser una sorpresa… Admito que hasta a mí me tomó por sorpresa. No esperaba que tuviera tanto poder."
Mientras Rokugo evaluaba mentalmente la situación, Grimm se le acercó con una sonrisa esperanzada, como si la reciente victoria fuera razón suficiente para bajar la guardia.
Grimm: "¡Rokugo! ¿Qué te parece si celebramos? ¡Ganamos la batalla, después de todo!"
Rokugo (mirándola con escepticismo): "¿Celebrar? Tal vez ganamos esta batalla, pero la guerra aún no termina, Grimm. Apenas estamos empezando."
A pesar de su seriedad, Rokugo notó la insistencia de Grimm en animarlo. Suspirando, decidió ser un poco más ligero, al menos por un momento.
Rokugo: "Aunque… oye, Grimm, ¿qué tal si brindamos por algo? Esta vez, al menos, lograste no morir en medio de la batalla. Eso ya es un logro, ¿no crees?"
Grimm (poniendo los ojos en blanco, aunque levemente sonrojada): "¡Oye, Rokugo! ¿Mi 'no-muerte' en batalla es motivo suficiente para una cita? Qué amable de tu parte…"
Rokugo (sonriendo con picardía): "Tómatelo como quieras. Al menos funcionó."
Grimm, aunque molesta por el comentario, no podía ocultar que la idea de pasar tiempo con Rokugo le hacía ilusión, así que finalmente aceptó. Después de todo, cualquier excusa era buena para estar cerca de él.
Terminada la "celebración", que consistió en una cena improvisada y un par de bebidas, Rokugo, con esa expresión traviesa que lo caracterizaba, miró a Grimm con intenciones bastante claras.
Rokugo: "Grimm… ¿Qué te parece si repetimos esa maravillosa noche que tuvimos la otra vez en tu casa? ¿Te acuerdas?"
Grimm lo miró, su rostro enrojeciendo instantáneamente al comprender las intenciones de Rokugo. Nerviosa y algo avergonzada, le lanzó una mirada entre incrédula y preocupada.
Grimm: "¿Eh? ¿Vas a…? ¿Vas a usar mi… mis pechos otra vez? Aún recuerdo que después de eso… me dolio la espalda durante dos días."
Rokugo soltó una risita al ver su reacción y se inclinó hacia ella.
Rokugo: "¿Qué pasa, Grimm? ¿Acaso también te gustó?"
Grimm, aunque avergonzada, no podía ocultar sus sentimientos. Después de unos momentos de silencio y mirándolo con ternura, suspiró y asintió.
Grimm: "Te amo, Rokugo, pero no intentes nada raro, ¿sí? Solo… llévame a casa."
Rokugo: "Como ordenes, señorita."
Con una sonrisa, Rokugo acompañó a Grimm hasta su casa, dispuesto a hacer de aquella noche una nueva aventura privada. Pero en el fondo de su mente, mientras disfrutaba de la compañía de Grimm, no podía dejar de pensar en la amenaza de la Agencia Hiiragi y en la posibilidad de que Astaroth apareciera en cualquier momento
Después de una noche intensa y divertida, Rokugo y Grimm estaban acostados en la misma cama, ambos desnudos, rodeados por el silencio de la habitación. Tanto Rokugo como Grimm estan adoloridos de esfuerzo fisico y no se pueden mover. Rokugo tenía un cigarrillo en la mano, encendiéndolo y llevándoselo a los labios mientras exhalaba lentamente. Grimm sobre Rokugo lo observaba con curiosidad y algo de desconcierto, sin poder evitar preguntar.
Grimm: "¿Qué es eso, Rokugo?
Rokugo (con una leve sonrisa): "Es un cigarrillo, Grimm. Lo fumo… bueno, para aumentar el placer después de una buena noche."
Grimm (curiosa y un poco confundida): "¿Más placer? ¿Y qué se siente?"
Rokugo sonrió de manera traviesa y le extendió el cigarrillo a Grimm. Con algo de duda, ella lo tomó y le dio una calada, solo para toser de inmediato, con una expresión de asco en su rostro.
Grimm: "¡Sabe a cenizas quemadas! ¿Cómo puedes disfrutar algo así?"
Rokugo (riendo): "Supongo que es un gusto adquirido. No es para todos."
Ambos rieron un momento, relajados, disfrutando de esa complicidad momentánea. Rokugo notó que Grimm seguía despierta, mirándolo con una expresión enamorada y completamente absorta en él. En el fondo, se sintió un poco atrapado por esa mirada tan sincera.
Grimm (sonriendo felizmente): "Rokugo… te amo."
Esa declaracion lo golpeó más de lo que esperaba. Dentro de su mente, las alarmas comenzaron a sonar.
Rokugo (pensando): "¿Qué hice? Se suponía que esto solo era una aventura de una noche…"
Rokugo miró de reojo a Grimm, que lo observaba fijamente, su rostro irradiando una mezcla de felicidad y amor. Él suspiró internamente, preguntándose por qué no se dormía ya.
—Maldición, Grimm, ¿por qué no te duermes? Quiero ver los anuncios de Kisaragi… —pensó Rokugo, mientras fingía una sonrisa tranquila y relajada.
Al mismo tiempo, Grimm se encontraba sumida en sus propios pensamientos, incapaz de ocultar su felicidad.
—No puedo creerlo, conseguí novio… y estamos aquí, en mi cama, adoloridos, sin poder mover un músculo. Podría quedarme así el resto de la noche, —se dijo a sí misma, sintiéndose completa y contenta.
Sin embargo, mientras pasaban los minutos en silencio, ambos comenzaron a notar el peso incómodo del insomnio. Rokugo comenzó a moverse un poco, frustrado y cada vez menos interesado en prolongar ese momento.
—Maldito insomnio… ya no quiero estar despierto, —se quejó mentalmente, mientras miraba el techo con resignación.
Al ver que Rokugo no parecía muy animado a quedarse en silencio, Grimm decidió sacar un tema de conversación, aunque no estaba segura de cómo empezar.
—Oye, Rokugo… cuando viniste al Reino de Grace y nos conocimos, ¿te llamé la atención desde el principio? —le preguntó con una sonrisa torpe, claramente esperando una respuesta positiva.
Rokugo giró los ojos con cierta incomodidad, aunque trató de ocultarlo.
—Eh… bueno, sí, supongo que sí —dijo sin mucho entusiasmo, mientras ella seguía mirándolo con una expresión curiosa.
—¿De verdad? —insistió Grimm, visiblemente emocionada—. Pero… tú… también, digamos que… manoseaste o desvestiste a Snow en más de una ocasión.
El comentario de Grimm causó una pausa incómoda entre ambos. Rokugo suspiró, dándose cuenta de que no podría evitar esa conversación y, con resignación, decidió ser honesto.
—Bueno, la verdad es que, cuando conocí a Snow, pensé que sería una noble rica, con padres bien acomodados y toda la cosa… —comenzó, encogiéndose de hombros—. Ya sabes, alguien a quien podría conquistar y luego añadir a la lista de aventuras de una noche.
Grimm parpadeó, sorprendida y algo ofendida. La expresión soñadora de su rostro cambió a una de clara decepción.
—¿Qué…? ¿Entonces fue así como pensaste en Snow al principio? —preguntó con un tono algo amargo.
Rokugo asintió, sin percatarse de lo que sus palabras le provocaban a Grimm.
—Sí, pero estaba totalmente equivocado. Snow resultó ser todo lo contrario: una huérfana endeudada hasta el cuello, sin ni una moneda de oro para ofrecer —añadió con una risa sarcástica—. Cuando intenté algo con ella, Snow casi me decapita. Y no porque le disgustara, sino porque… digamos que le ofendió que yo solo la viera como otra aventura rápida.
Grimm bajó la mirada, decepcionada por su confesión. Su sonrisa enamorada se había desvanecido, y una sombra de tristeza aparecía en su expresión. Después de un momento en silencio, se limitó a decir en voz baja:
—Ya veo…
Grimm suspiró, pasándose una mano por el rostro mientras se reía de manera irónica.
—Eso me pasa por preguntar. ¿Qué más esperaba que respondieras? —dijo, más para ella misma que para Rokugo.
Rokugo la miró de reojo, sin estar seguro de qué decir, cuando ella rompió el silencio.
—Comandante, ya que hemos llegado a este punto… —Grimm lo miró con una pequeña sonrisa en el rostro, pero había algo desafiante en su mirada—. ¿Ya nos tenemos confianza, cierto?
—¿Confianza? —Rokugo alzó una ceja, sin tener idea de hacia dónde iba esa pregunta—. Supongo… ¿por qué lo preguntas?
Grimm se acomodó en la cama, mirándolo con curiosidad mientras jugueteaba con sus manos.
—¿Alguna vez has tenido algo con Alice? —preguntó de repente, con una mezcla de interés y algo de celos en su voz.
Rokugo parpadeó sorprendido, y luego dejó escapar una risa incrédula al captar lo que quería decir con "ese nivel de confianza".
—Alice… no está "viva", Grimm —respondió, todavía riéndose un poco de la pregunta.
Grimm frunció el ceño, procesando sus palabras. Después de un momento, una expresión de asombro iluminó su rostro.
—¿No está viva? —dijo, sonando casi triunfal—. Entonces… ¿es una especie de no muerta? ¡Lo sabía! ¡Es como una liche que reniega de estar muerta! Claro, eso explicaría por qué siempre desacredita la magia, y por qué no parece tener emociones.
Rokugo negó con la cabeza, levantando una mano para detener su entusiasmo.
—No, Grimm. Alice no es "ella"… es "eso".
Grimm lo miró, sin comprender.
—¿Eso? ¿Qué quieres decir con eso?
—Alice es en realidad un androide —dijo Rokugo, dándose cuenta de que tendría que dar más explicaciones al ver la expresión perpleja de Grimm—. Ya sabes, una máquina… algo así como un robot.
Grimm lo miró fijamente, frunciendo el ceño aún más, evidentemente sin entender el concepto.
—¿Robot? ¿Como una especie de golem o algo así? —preguntó, tratando de darle sentido a sus palabras.
Rokugo suspiró, sabiendo que tendría que simplificarlo.
—Mira, Alice es como una máquina de construcción de Kisaragi o como el robot destructor… una pieza de ingeniería compleja que simplemente sigue instrucciones programadas. No tiene alma ni emociones verdaderas.
Grimm finalmente pareció captar la idea y asintió con la cabeza lentamente.
—Ah… ya entiendo —dijo, aunque parecía aún procesarlo—. Es como una muñeca reanimada… sin alma, simplemente siguiendo órdenes establecidas.
Rokugo asintió, satisfecho de que al menos tuviera una comprensión aproximada.
—Exacto.
Rokugo suspiró, mirando a Grimm, que seguía recostada sobre él, abrazándolo con una expresión de ternura y posesividad. La situación empezaba a incomodarle.
—Oye, Grimm… no es que me queje, todo hombre disfruta del tacto de una mujer… especialmente aquí abajo —dijo, haciendo un gesto vago con la mano—, pero ya empieza a ponerse un poco incómodo.
Grimm hizo un puchero, abrazándolo aún más fuerte.
—No quiero moverme —murmuró, con una sonrisa satisfecha—. Además, eres mi primer novio, mi primer amor. Quiero quedarme así… para siempre.
Rokugo soltó una risa sarcástica y le acarició la cabeza.
—Sí, sí, soy tu primer novio, tu primer amor, lo que quieras… Pero si no te mueves pronto, vamos a empezar a sudar.
—¿Y eso qué? —dijo ella, encogiéndose de hombros—. No me molesta.
Rokugo la miró con escepticismo, frunciendo el ceño.
—Grimm, ¿acaso no tienes hábitos de higiene? Digo, ¿alguna vez consideraste… ya sabes, bañarte?
Grimm evitó el tema con un rápido cambio de conversación, mirándolo de reojo.
—Y dime… ¿alguna vez tuviste deseos… por la princesa?
Rokugo suspiró, pero decidió seguirle el juego. Era evidente que ella no tenía intención de dormir.
—Bueno, admito que pensé que sería una situación como en las novelas. Ya sabes, que algún día la princesa se me declararía, yo me convertiría en rey, y de paso tendría a Snow también. Pero, bueno, eso era antes de darme cuenta de lo que realmente pasaba con ellas.
Grimm puso cara de incredulidad y dejó escapar un suspiro.
—Mi novio lee demasiada ficción…
Rokugo se encogió de hombros, fingiendo indiferencia, cuando Grimm decidió llevar la conversación a otro nivel.
—¿Tú… vienes de otro planeta, verdad? —preguntó de repente, con una seriedad inusual—. Vamos, no creo ser la única que ha notado la tecnología avanzada que traes, ni el hecho de que hablas de "Kisaragi" como si fuera algo conocido. Además, el idioma que usas no es de aquí…
Rokugo la miró, notando que ya no tenía sentido ocultarlo.
—Sí. Japón está en un mundo más allá de las estrellas visibles —admitió finalmente, con una leve sonrisa.
Grimm hizo un falso puchero, llevándose una mano a la frente y fingiendo llanto.
—¡No lo puedo creer! Mi primer novio… ¡y resulta que mi primera vez fue con un extraterrestre!
Rokugo sonrió, sacudiendo la cabeza.
—Curiosamente, esa es una fantasía bastante común en Japón.
Grimm, sin perder el ritmo, le siguió la broma con una sonrisa burlona.
—Pero no estamos en Japón… ¿o sí? —dijo, mirándolo a los ojos y disfrutando del momento.
Rokugo negó con la cabeza, mientras ambos reían en complicidad.
Grimm tomó un respiro y miró a Rokugo con un brillo curioso en los ojos.
—Dime, ¿realmente eres un espía? —preguntó con un tono intrigante—. He escuchado rumores…
Rokugo arqueó una ceja, sin esperar esa pregunta.
—¿Por qué preguntas?
—Porque, verás… si yo terminé en la milicia del Reino fue solo como una palanca para conseguir novio. Pero, claro, todos los hombres huían de mí —dijo, haciendo una mueca—. Y sé que los altos mandos me mandaban a misiones suicidas para deshacerse de mí. Si sigo aquí, es porque Lady Zenarith me resucita cada vez.
Rokugo soltó un suspiro en japonés, sin preocuparse de que Grimm lo entendiera.
—Eres un espantaviejas, Grimm, y, además, si te has muerto ha sido por tu propia torpeza.
—¿Qué dijiste? —preguntó Grimm, frunciendo el ceño.
—Solo fue un poema en japonés, imposible de traducir al Marleyano —respondió Rokugo con una sonrisa.
Grimm, intrigada, entrecerró los ojos.
—Voy a aprender japonés con Alice, solo para entender ese "poema" —declaró con determinación. Luego, recordó de qué estaban hablando—. Ah, pero volviendo al tema… ya que conseguí un novio, o sea tú, claro, no tendría problema en traicionar al Reino de Grace. Solo tengo una condición: quiero asegurarme de que mi amiga Snow, la quimera, no salga lastimada. Aunque, sinceramente, Snow está en el ejército por sus propios motivos y no por lealtad. Si quisiera, podría poner a Snow de tu lado, de ese tal "Kisaragi".
Rokugo la miró un momento, sorprendido por la propuesta. Había un lado de Grimm que no conocía, y por la seriedad en su mirada, no parecía estar mintiendo.
—Bueno, en realidad, más que ser espía, trabajo para Kisaragi, que es… una empresa que conquista planetas y los anexa —respondió Rokugo.
Los ojos de Grimm se iluminaron, y un toque de fascinación apareció en su expresión.
—¡Increíble! —exclamó, claramente emocionada—. Entonces, he logrado enamorar a todo un… ¡conquistador! Eso me asegura mi supervivencia… y la de Rose también.
Rokugo levantó una mano, interrumpiendo su entusiasmo.
—Bueno, no tan rápido. Snow ya me descubrió una vez, y fue por eso que me exiliaron
unas semanas. Pero, con la amenaza del ejército de Lord Demonio, la princesa Tilis en persona me pidió regresar para ordenar la defensa del reino.
La revelación hizo que Grimm se quedara en silencio unos segundos, procesando.
—Entonces, por eso "renunciaron" tú y Alice en su mejor momento, y "regresaron por lealtad al reino"… ¡Todo tiene sentido ahora!
Rokugo sonrió, satisfecho de que ella finalmente captara la situación.
—Así es. Pero recuerda, Grimm, por ahora, todo esto es un secreto entre nosotros.
Sin embargo, Rokugo no sabía cómo reaccionar, y aunque estaba cansado físicamente, parecía que el sueño no llegaría pronto. Decidió cambiar el tema para evitar cualquier conversación profunda que lo comprometiera aún más.
Rokugo: "Oye, Grimm… ya que estamos aquí, me estaba preguntando… siempre me intrigó cómo una chica que era hija de comerciantes terminó uniéndose al culto de Azathoth. ¿Te importa si te cuento mi historia?"
Grimm asintió, interesada. Rokugo respiró hondo y comenzó a contar su pasado.
Rokugo: "Verás… en mi planeta, yo era un huérfano. Un delincuente juvenil, para ser honesto. No era alguien con un buen futuro ni nada. Hasta que, por cosas del destino, me hice amigo de tres chicas de instituto. Eran unas chicas normales en aquel entonces… pero hoy, no tienen nada de normales."
Grimm lo escuchaba atentamente, fascinada por la historia.
Rokugo: "Una de ellas era Astaroth. La hija del presidente del conglomerado Kisaragi. Fue ella quien fundó la Organización Malvada Kisaragi, junto con Belial, la Gran Llama, y Lilith, la Oscuridad. Su objetivo era conquistar el mundo, todo como una forma de venganza por la guerra civil que había hecho que Lilith perdiera a sus padres."
Los ojos de Grimm brillaban mientras escuchaba. Sin embargo, comenzó a notar cómo Rokugo hablaba con una pasión especial al mencionar a Astaroth, lo que le generó cierta incomodidad.
Rokugo: "Astaroth era despiadada en un inicio. Planeaba colgar a todos los gobernantes corruptos y a los ricos que se aprovechaban del sistema. Sin embargo, con el tiempo, empezó a cambiar al pasar tiempo con sus subordinados. Se volvió más… humana, por decirlo de alguna manera."
Mientras Rokugo seguía hablando, Grimm empezó a fruncir el ceño, celosa. Finalmente, no pudo contenerse y comenzó a pellizcar a Rokugo en el brazo.
Grimm (molesta): "¡Ajá! ¡Así que esa Astaroth es tan especial para ti, eh? ¡Hablas de ella como si estuvieras enamorado!"
Rokugo (sobresaltado, quejándose del dolor): "¡Ouch! ¡Grimm! ¡Eso duele!"
Grimm (apretando aún más fuerte): "Pues más te vale que no tengas sentimientos por ella. ¡Esa es una historia del pasado y nada más, ¿entiendes?!"
Rokugo (suspirando, resignado): "Tranquila, Grimm. Solo te estoy contando la historia. Astaroth fue quien fundó Kisaragi, y yo le pedí que me dejara unirme. Quería hacer algo más con mi vida, ¿sabes? Pero eso no significa que esté enamorado de ella… en este momento."
Grimm (cruzando los brazos, celosa): "Hmpf. Más te vale. Porque yo… bueno… ya sabes."
Rokugo rodó los ojos, sonriendo un poco ante la reacción de Grimm. Aunque su historia había sido real y llena de recuerdos, no podía negar que ahora estaba viviendo un nuevo capítulo en su vida, uno en el que Grimm, de alguna forma, había comenzado a ocupar un lugar importante… incluso si él mismo no quería admitirlo del todo.
Rokugo: "Vamos, Grimm, no pongas esa cara. Eres tú la que está aquí ahora, ¿no? Además, tenemos una guerra que pelear, y Astaroth está en otro planeta. No tienes por qué preocuparte."
Grimm (algo más calmada, aunque aún molesta): "Está bien… pero nada de miradas sospechosas o menciones innecesarias, ¿entendido?"
Rokugo (riendo): "Entendido, entendidísimo."
Rokugo (mirando a Grimm con una sonrisa burlona): "Bueno, ya que estamos aquí, creo que también debería contarte sobre las otras dos jefas. Son bastante... interesantes."
Grimm (levantando una ceja, todavía recelosa por la mención de Astaroth): "¿Más mujeres en tu vida? Mejor que no te emociones demasiado."
Rokugo (riendo): "Tranquila, Grimm. Ninguna se compara contigo, por supuesto. Pero escucha, esto es parte de mi historia en Kisaragi, y además… si algún día llegamos a conquistar este mundo, probablemente también las conocerás."
Grimm se recostó, interesada pero con una pizca de cautela. Rokugo continuó, disfrutando de la oportunidad para contar su vida, algo que no hacía muy a menudo.
Rokugo: "Lilith, por ejemplo. Ella es la científica principal de Kisaragi. Desde que perdió a sus padres en una guerra civil, creció en un orfanato que, con el tiempo, fue absorbido por Kisaragi. En aquel entonces, nadie pensaba que Lilith terminaría siendo una genio excéntrica… y un poco loca."
Grimm (curiosa): "¿Excéntrica? ¿Qué tipo de cosas ha hecho?"
Rokugo (riendo): "Oh, más de las que puedo contar en una noche. Una vez trató de convertir el desierto del Sahara en un lugar verde… usando natto, frijoles fermentados japoneses. Imagina el olor y la reacción de la gente nativa. No fue… muy popular."
Grimm (riendo): "¡Eso suena horrible! No puedo imaginar cómo la gente reaccionó… ¿Y qué más?"
Rokugo: "Ah, y en una ocasión, intentó declarar el color negro como propiedad exclusiva suya. Nadie más en Kisaragi podría usar ese color. Causó tal revuelo que los agentes de combate, incluyendo a los que tienen trajes negros, se rebelaron. Y sí, lograron salirse con la suya. Lilith no pudo mantener su absurdo dominio sobre el color negro."
Grimm (sorprendida): "Vaya… realmente tiene ideas raras. Parece divertida… pero también un poco aterradora."
Rokugo (asintiendo): "Exacto. Y luego está Belial, o como la conocíamos antes… Yukari. Era hija de una familia noble, los Kazoku. Cuando fundó Kisaragi junto a Astaroth y Lilith, era una chica amable, confiable y con bastante clase. Pero, después de someterse a varias cirugías para convertirse en Belial, algo cambió en ella."
Grimm (interesada, aunque cautelosa): "¿Cambió cómo?"
Rokugo: "Bueno, para empezar, su cerebro sufrió algunos… daños. Perdió sus recuerdos, y su personalidad también se transformó. Ahora es brutal, impulsiva y un poco… irrazonable. Ah, y es completamente incapaz de hacer papeleo, algo que le frustra mucho."
Grimm (con una sonrisa divertida): "¿La implacable Belial… detesta el papeleo?"
Rokugo: "Sí, pero antes de eso, tenía su lado gracioso también. Yukari, en su época más calmada, era un poco pervertida. Una vez intentó espiarme mientras salía del baño. Y eso que en ese entonces yo era un don nadie en Kisaragi."
Grimm cambió su expresión de enamorada a una de sorpresa y diversión, mientras intentaba imaginar a las tres excéntricas líderes de Kisaragi. Mientras tanto, Rokugo continuaba su historia.
Rokugo: "Así que, cuando entré a Kisaragi, yo era un perdedor sin futuro, un tipo sin nada que perder. Pero ese día, todo cambió. Ellos vieron potencial en mí… y poco a poco, me convertí en lo que soy hoy. Aprendí a hacer bombas, a usar armas, y junto a Belial, eliminamos a mucha gente. Algunos lo merecían… otros, quizá no tanto."
Grimm (fascinada, acariciando el cabello de Rokugo mientras lo escucha): "Entonces… ¿eres el principal responsable de la conquista de tu planeta?"
Rokugo (con una sonrisa orgullosa y un poco melancólica): "Sí, y esa es la razón por la que me enviaron a este mundo desértico. Tengo la experiencia que necesitan para conquistar. Al final, es todo un honor para un tipo como yo."
Grimm lo miraba con admiración y una expresión soñadora. Acariciando el cabello de Rokugo, comenzó a fantasear, visualizando un futuro donde ellos conquistarían este nuevo mundo.
Grimm (sonriendo y ensoñadora): "¿Te imaginas, Rokugo? Tú serías como… el Virrey de Kisaragi en este mundo. Y yo… yo podría ser tu Vireina."
Rokugo sonrió ante la inocente y algo disparatada fantasía de Grimm, que seguía con una expresión feliz en su rostro. Mientras él jugaba con su boca de forma juguetona, Grimm finalmente cerró los ojos, sucumbiendo al cansancio y quedándose dormida.
En el sueño de Grimm, el escenario comenzó a formarse lentamente en su mente, tan vívido como si lo estuviera viviendo. Se encontraba en una gran ceremonia en un vasto salón de mármol blanco, adornado con el emblema de Kisaragi. Una multitud de soldados y nobles se reunían a ambos lados de una larga alfombra roja, que llegaba hasta el altar de la iglesia de Zenarith, donde un Rokugo vestido elegantemente la esperaba.
Grimm, ataviada con un vestido de novia blanco y una tiara que brillaba como el sol, caminaba por el pasillo con una expresión de ensueño. A su alrededor, todos parecían reverenciarla.
Grimm (pensando en su sueño): "¡Ah, si me convirtiera en la Vireina de este mundo! Todos me respetarían y se arrodillarían ante mí. ¡Por fin, toda la nobleza de Grace dejaría de mirarme raro y reconocería mi verdadera grandeza!"
Imaginó cómo, en el altar, Rokugo le extendía una mano mientras el sacerdote pronunciaba solemnemente los votos. Grimm escuchaba apenas las palabras del sacerdote, totalmente concentrada en la imagen de ella y Rokugo como los gobernantes absolutos del planeta.
Sacerdote (en el sueño de Grimm): "...los declaro unidos en sagrado vínculo, para gobernar bajo el nombre de Kisaragi…"
Grimm (pensando): "¡Virreina Grimm! Qué bien suena. Tendría el poder de decidir quién vive y quién… bueno, tal vez no tanto, pero sí decidiría a qué misiones enviamos a los subordinados. ¡Y organizaría misiones de exploración a los pueblos más lejanos, solo para ver cómo se arrodillan y agradecen mi misericordia!"
En su mente, se veía ya sentada en un gran trono dorado al lado de Rokugo, mientras ordenaba a un par de soldados que le llevaran a Snow y Rose.
Grimm (hablando en su sueño): "¡Snow! ¡Rose! Ustedes serán mis generales de confianza. Snow, no puedes ser tan arisca, te daré entrenamiento para aprender buenos modales. Y Rose, ¡te pondré al mando de todo un ejército de criaturas mágicas y monstruos adorables!"
Snow, con expresión confundida, y Rose, con un entusiasmo infantil, le ofrecían una reverencia y prometían lealtad eterna en esta escena imaginaria de poder.
De pronto, Grimm se veía en un balcón alto, mirando a una multitud que aclamaba su nombre. En su fantasía, se dirigía a ellos como la benevolente y justa Vireina.
Grimm (en el sueño, gritando a la multitud): "¡Fieles súbditos! Bajo mi mando, ¡todos recibirán las bendiciones de Lady Zenarith! ¡Proveeré abundante comida, buenas misiones y sanación para todos los soldados caídos! ¡Y fiestas religiosas cada semana!"
La multitud en su sueño rompía en aplausos, lanzándole flores y alabanzas, mientras ella miraba a Rokugo de reojo. Él solo sonreía y asentía, complacido.
Entonces, la escena cambió, y de pronto estaba sentada a la mesa con Rokugo, cenando en un enorme banquete.
Grimm (en su mente, soñadora): "Y, claro, como Vireina, ¡podría tener todos los postres que quisiera sin que nadie me dijera nada! Que cada festín sea como una celebración en mi honor. ¡Ah, qué vida tan maravillosa!"
Justo en ese momento, la Grimm soñadora se inclinó hacia Rokugo, y en su sueño le murmuró:
Grimm (en el sueño, susurrando): "Rokugo, querido… ¿cuándo atacaremos el siguiente planeta? Como Vireina, sería un honor acompañarte en las conquistas."
Rokugo (susurrando con alivio): "Por fin se durmió…"
Con cuidado, Rokugo salió de la cama, caminando en silencio hacia la cocina en busca de agua para reponer líquidos después de la larga noche. Mientras bebía, reflexionaba sobre la conversación y sobre el vínculo que había comenzado a formarse con Grimm.
Rokugo (pensando para sí mismo): "¿Qué me pasa? Esto no es una misión normal… y definitivamente, ella no es una mujer cualquiera."
Al día siguiente, en la base improvisada de Rokugo
Mientras revisaba su brazalete Kisaragi, Rokugo se sorprendió al ver una notificación nueva. Al parecer, habían llegado algunos mensajes de la sede central de Kisaragi, y su contenido no era precisamente lo que él esperaba.
Mensaje del Cuartel General de Kisaragi:
"Situación en nuestro planeta: CONTROL ABSOLUTO. Los héroes han sido eliminados, y por primera vez, hemos alcanzado una conquista mundial completa. En respuesta a nuestra situación pacífica, una de nuestras ejecutivas será enviada inmediatamente para supervisar el avance en tu misión."
El rostro de Rokugo pasó de la confusión al pánico en cuestión de segundos. La notificación en su brazalete parpadeó nuevamente, alertándolo de que la máquina de teletransportación estaba activada y en proceso de traer a alguien al planeta.
Rokugo (sudando frío): "Me lleva el... ¡¿Una ejecutiva aquí?! No, no, no… No puede ser que hayan decidido enviar a Astaroth justo ahora…"
Rokugo miró de reojo hacia la cama, donde Grimm aún dormía profundamente, desnuda y enredada entre las sábanas. La imagen de Astaroth apareciendo de repente y descubriendo que él había pasado la noche con otra mujer hizo que su pánico creciera aún más.
Rokugo (pensando, en pánico): "Si Astaroth descubre que le fui infiel con Grimm… Me va a asesinar, ¡o peor aún, me va a castrar! Pero si Grimm se entera de que ella es la otra… ¿No me matará con una maldición? Aunque más probable es que ella misma termine explotando por accidente…"
La peor posibilidad cruzó su mente, y Rokugo sintió un escalofrío que recorrió su columna vertebral.
Rokugo (pensando): "Y si Grimm decide castigarme con una maldición de impotencia… ¡Eso sería una pesadilla!"
Desesperado, Rokugo buscó alguna manera de mantener a Grimm dormida y a salvo hasta que pudiera lidiar con la situación. Se le ocurrió una idea absurda y ridícula, pero en su mente estresada, parecía una opción viable.
Rokugo (murmurando mientras abre el menú de su brazalete): "Bueno… No me queda de otra. Tengo que hacer algo para que no se despierte. Vamos… canjear puntos malvados… ¡Aquí están!"
Con una serie de toques apresurados, Rokugo canjeó algunos puntos malvados para obtener un par de calcetines. Con cuidado, se los puso a Grimm mientras dormía. La maldición de Grimm, que le impedía usar calzado
hizo que ella comenzara a brillar inmediatamente.
Grimm (murmurando en sueños mientras siente el calor): "Mmm… ¿Comandante… por qué…?"
Al ver que Grimm empezaba a moverse y a murmurar, Rokugo se levantó rápidamente de la cama y salió corriendo hacia la puerta, antes de que ella pudiera reaccionar.
Grimm (despertándose de golpe y sintiendo el calor en sus pies): "¡¿Rokugo?! ¡¿Por qué me hiciste esto?! Yo… yo… ¡¡Yo te amo!!"
Rokugo ya estaba afuera de la casa cuando escuchó la explosión interna provocada por la maldición de Grimm. Respirando pesadamente, intentó calmarse mientras se alejaba rápidamente.
Rokugo (murmurando para sí mismo): "Lo siento, Grimm. Te enviaré al templo de Zenarith para que te revivan en cuanto Astaroth se vaya de este planeta."
Apresurado, Rokugo corrió hacia la base de teletransportación de Kisaragi, su corazón todavía latiendo con fuerza por el miedo. No estaba seguro de lo que le esperaba, pero sabía que tenía que actuar rápido si no quería terminar como un hombre marcado o, peor aún, mutilado.
Cuando finalmente llegó a la base, Rokugo se encontró con una sorpresa inesperada.
Rokugo (jadeando, mirando la figura que acaba de llegar): "…¿Belial?"
La figura frente a él era, en efecto, Belial, una de las otras ejecutivas de Kisaragi. Con su aspecto brutal y su personalidad impulsiva, Belial era alguien con quien no querría cruzarse, pero al menos no era Astaroth, y eso le daba un pequeño respiro de alivio.
Belial (cruzando los brazos y mirándolo con una ceja levantada): "¿Qué pasa, Rokugo? ¿Por qué luces como si hubieras visto un fantasma?"
Rokugo (tratando de actuar con normalidad): "Eh… nada, nada. Solo estaba… muy emocionado de verte, Belial. No esperaba… que fueras tú la que enviaran."
Belial (riendo con desdén): "Ya veo… Bueno, deja de temblar como un perro asustado. Estoy aquí para evaluar cómo va tu avance en la conquista de este planeta, así que más te vale tener algo bueno que mostrarme."
Rokugo tragó saliva, tratando de mantenerse calmado. Aunque Belial no era tan despiadada como Astaroth en el sentido de los castigos personales, tenía una brutalidad que él prefería no enfrentar. Además, el recuerdo de Grimm y su situación caótica seguía persiguiéndolo, y necesitaba idear rápidamente una manera de manejar todo.
Rokugo (sonriendo nerviosamente): "Claro, Belial… Te mostraré todo lo que hemos avanzado aquí. Créeme, este mundo está a punto de caer bajo el dominio de Kisaragi."
Belial (con una mirada escéptica): "Más te vale que así sea, Rokugo. Porque no vine hasta aquí para ver cómo pierdes el tiempo."
Rokugo forzó una sonrisa mientras su mente continuaba trabajando a toda velocidad, tratando de resolver la encrucijada en la que se encontraba. Sabía que no tenía mucho tiempo, pero ahora, con Belial aquí y Grimm enfurecida y probablemente calcinada por su propia maldición, sus problemas estaban lejos de terminar.
Rokugo (pensando, mientras camina junto a Belial): "Esto va a ser más difícil de lo que pensaba… pero primero, tengo que sobrevivir a esta evaluación sin que Belial o Grimm me maten."
Dentro de las instalaciones de la base de Kisaragi
Rokugo caminaba junto a Belial por las instalaciones, intentando mantener su compostura mientras le daba un recorrido a la ejecutiva. Cada tanto, echaba miradas nerviosas hacia atrás, temeroso de que Grimm apareciera de repente, pero al menos por ahora parecía estar a salvo.
Rokugo (mostrando una sala de entrenamiento): "Y aquí es donde se entrenan los nuevos reclutas. Estoy seguro de que quedarás impresionada con nuestra última promesa. Ella es Viper, la Mutante-Víbora. Kisaragi la rescató de una situación bastante... complicada, así que en teoría nos debe lealtad absoluta."
Al mencionar a Viper, una figura alta y esbelta, de piel escamosa y ojos rasgados de color ámbar, apareció desde una de las puertas de la sala de entrenamiento. Viper tenía un aire fiero, con una expresión de desconfianza en su rostro mientras observaba a Rokugo y Belial.
Viper (con voz tensa): "Comandante Rokugo. Ejecutiva Belial."
Belial (con una sonrisa interesada): "Oh, así que esta es la famosa Mutante-Víbora. Me habían hablado de ti. ¿Cómo te sientes trabajando para Kisaragi, Viper?"
Viper dudó un momento, sus ojos afilados lanzando una mirada fría antes de responder.
Viper: "Aprecio lo que Kisaragi ha hecho por mí, pero... el estilo de vida de la organización no es algo a lo que me acostumbre del todo. Aún me cuesta adaptarme a algunos métodos."
Belial soltó una risa corta, divertida, como si la actitud de Viper fuera algo entrañable.
Belial: "Oh, créeme, entiendo lo que dices. El estilo de Kisaragi no es para todos. Es… una forma de vida que requiere cierta flexibilidad moral. Pero al final, si eres leal, tendrás tu recompensa."
Rokugo observó cómo Viper parecía luchar entre mostrar gratitud y su incomodidad. A pesar de su lealtad, todavía había algo en ella que no terminaba de adaptarse del todo a Kisaragi, lo cual era comprensible dado su pasado.
Belial (mirando de reojo a Rokugo): "Por cierto, Rokugo, pensé que te interesaría saber algo curioso. En un principio, yo había declarado abiertamente que quería tomar esta misión. Pero... bueno, los dados decidieron, y aquí estás tú, disfrutando de esta experiencia en mi lugar."
Rokugo (forzando una sonrisa nerviosa): "Oh… ¿De verdad? Bueno, parece que la suerte estuvo de mi lado."
Belial: "Sí, o tal vez no. Tal vez la suerte fue no venir. Pero en fin, también he reclutado a algunos elementos interesantes para apoyar en esta misión."
Rokugo (intrigado): "¿Oh? ¿Quiénes son?"
Belial: "Encontré a alguien llamado Grace Reiss… ¿te suena? Según él, es un héroe en este mundo, aunque de lo más testarudo. Y además, tiene un apellido que me resulta vagamente familiar…"
Al escuchar "Grace Reiss," Rokugo abrió los ojos, su mente conectando rápidamente los puntos.
Rokugo (pensando): "¿Reiss? ¡Es el hermano de la princesa Tilis! Desapareció en combate por un teletransporte accidental… así que terminó aquí y ahora es agente de Kisaragi… ¡Qué golpe de suerte! Aunque supongo que será un problema si ella se entera."
Belial: "Ah, y también he reclutado a un villano local, el mismo tipo que teletransportó al príncipe. Pensé que su habilidad podría ser útil, así que ahora trabaja para nosotros."
Rokugo asintió, impresionado por la habilidad de Belial para manipular las circunstancias a su favor. Siempre había tenido un respeto profesional por la manera en que ella lograba captar gente "útil" para los fines de Kisaragi.
Belial (con un tono despreocupado): "Y ya que nuestro planeta está en paz por primera vez en años, pensé que no estaría mal visitar este mundo de fantasía. Además, hay una Tribu Hiiragi que está preparando un ataque. Creo que me divertiré ayudando a Six y los otros a ponerlos en su lugar."
Mientras caminaban, una figura familiar apareció en la sala: Heine, una demonio de pelo rojo y cuernos oscuros que había sido esclavizada en el pasado y ahora actuaba como asistente de Viper. Heine observó a Belial con una mezcla de respeto y confusión.
Heine: "¿Ejecutiva Belial? Es un honor tenerla aquí."
Belial la miró de arriba abajo, su expresión neutral, pero con una ceja levantada de forma notable.
Belial: "Ah, Heine, ¿verdad? Sí, ya escuché de ti. Pero… hay un pequeño problema. Tu voz y nombre se parecen demasiado a los míos. No puedo permitir que haya confusiones en la cadena de mando."
Heine (nerviosa): "¡Oh! L-Lo siento, no era mi intención…"
Belial (con un tono de mando): "A partir de ahora, cambia tu nombre y… modula tu voz. No quiero escuchar ni una pizca de parecido. ¿Entendido?"
Heine asintió rápidamente, temblando ligeramente. Era obvio que no quería contradecir a Belial, así que aceptó el cambio sin hacer preguntas. Rokugo observó la situación, sorprendido de cómo Belial manejaba a sus subordinados, y no pudo evitar sentir una extraña mezcla de respeto y temor hacia ella.
Rokugo (sin ironía, pensando): "Belial… sigue siendo una jefa confiable. Es del tipo cariñoso, al final del día. Aunque sea dura, realmente se preocupa por sus subordinados."
Belial (mirando a Rokugo con una sonrisa burlona): "¿Qué? ¿Te conmoví? Vamos, Rokugo, no me digas que me estás mirando como si fuera una santa."
Rokugo (rápidamente, sonriendo): "No, no… solo pensaba que eres… realmente confiable. Alguien en quien se puede confiar para manejar las cosas… incluso si a veces puedes ser brutal."
Belial (cruzando los brazos y riendo): "¡Vaya! ¿Eso es un cumplido? Casi suenas como si estuvieras enamorado de mí. Pero vamos, Rokugo, aún queda trabajo que hacer. No me has convencido de que esta misión esté en las mejores manos."
Rokugo (riendo nerviosamente): "No, claro, claro… estamos trabajando en ello. Te mostraré el resto de nuestras instalaciones y planes."
Dentro de las instalaciones de Kisaragi, el día continuaba con su ritmo habitual de actividad frenética, pero con un toque de calma por la presencia de Belial, quien supervisaba las tareas y aseguraba que todo estuviera en orden. Ahora, se encontraba revisando el rendimiento de los combatientes bajo su mando, un proceso que no solía ser tan sencillo, especialmente cuando se trataba de personajes tan... excéntricos.
Belial (con una mirada fija en su pantalla, revisando los informes): "Bien, veo que los demonios reclutados siguen siendo un dolor de cabeza... parece que no están motivados para avanzar como deberían."
Rokugo (cerca, observando los datos con cierta incomodidad): "Sí, los demonios no se interesan mucho por los puntos. Algunos ni siquiera los canjean. Parece que no tienen necesidad de nada... o simplemente no se molestan."
Belial (en tono seco): "Exacto, un grupo difícil de manejar. Pero en fin, veamos el informe de Rose… mmm, nada, como era de esperar. ¿Está comiendo todo lo que puede otra vez?"
Rokugo (sonriendo nerviosamente): "Sí... parece que Rose se ha centrado más en conseguir comida que en cualquier otra cosa."
Belial (resignada, suspirando): "No es que me sorprenda. Rose no tiene puntos, pero es capaz de canjearlos por comida cuando lo necesita. Una lástima. Es un buen combatiente, pero está claro que su prioridad es la supervivencia, no el sistema de puntos."
Rokugo (asintiendo): "Sí, como si el sistema no tuviera mucha importancia para ella."
Belial (pasando a otro informe): "Ahora, Snow… ¿qué tenemos aquí? ¡Oh, por Dios!" (Se ríe de forma amarga) "¿¡Se puso a spawnear espadas a lo loco!? ¿Para qué demonios gastó puntos en eso?"
Rokugo (un poco preocupado): "Sabía que Snow era… peculiar, pero no pensé que fuera tan despistado."
Belial (con cara de frustración): "Snow gastó una cantidad significativa de puntos en crear espadas que ni siquiera puede vender. Las espadas son tan caras que ni siquiera el Reino de Grace puede permitírselas. ¡Eso es un despilfarro total!"
Rokugo (suspirando, mirando a Snow, quien se encontraba al fondo de la sala): "Realmente no sabe lo que está haciendo con esos puntos."
Belial (en tono severo): "Eso se llama mala gestión. ¡Le daré una amonestación por no solo ganar pocos puntos, sino por malgastarlos de esa manera! Va a aprender a ser más cuidadoso con lo que canjea."
Rokugo (con una sonrisa nerviosa): "¿Amonestación? ¿De qué tipo?"
Belial (en tono serio): "Voy a hacerle entender que sus decisiones son importantes. Este tipo de comportamiento no se puede permitir en Kisaragi."
Justo en ese momento, Snow, con una mirada confundida, se acercó a Rokugo, claramente buscando algo.
Snow (con tono inocente): "Comandante Rokugo, ¿has visto a Grimm por aquí? La he estado buscando por toda la base, pero no la encuentro."
Rokugo (entrando en pánico, mirando alrededor): "¿A Grimm? Ah... no, no la he visto hoy. ¿Por qué? ¿Tienes algo que ver con ella?"
Snow (sonriendo con una ligera sonrisa burlona): "Pues, como su novio, debería saber dónde está, ¿no? ¡Vamos, que no me digas que no sabes nada! Seguro que ya la has visto."
Rokugo (con un sudor frío, tartamudeando): "E-eh... no, no... no sé dónde está. Es decir, no... no... ¿Qué? ¡¿Novio?! No, no soy su novio, claro que no."
Belial, que escuchaba la conversación desde un costado, soltó una risa interna, pero su rostro permaneció serio. Sin embargo, la expresión en sus ojos decía todo lo que necesitaba saber.
Belial (pensando, con una leve sonrisa en su rostro): Estúpido Rokugo... Astaroth te matará con sus poderes de hielo cuando se entere de tu traición a su relación amorosa. Pero claro, no me meto en asuntos personales... aunque me divierte ver cómo te enredas en tus propias mentiras.
Snow (mirando a Rokugo, suspicaz): "Comandante, ¿estás seguro de que no sabes dónde está Grimm? ¿Por qué tan nervioso?"
Rokugo (fingiendo indiferencia, pero claramente nervioso): "¡No, no estoy nervioso! ¿Por qué habría de estar nervioso? Solo... no la he visto, eso es todo. Y... bueno, ya sabes cómo es Grimm, siempre desapareciendo por ahí."
Snow (con una ligera sonrisa maliciosa): "Ya veo… no te preocupes, Comandante. Si no la has visto, supongo que es porque estaba demasiado ocupada con su 'novio', ¿verdad?" (Hace un gesto exagerado de preocupación) "Pobrecito, seguro que está buscando consuelo en otro lado. Si fueras su novio, seguramente lo sabrías."
Rokugo (con una gota de sudor cayendo por su frente, avergonzado): "S-sí, claro... bueno, voy a... a seguir buscando, entonces. Si me disculpan."
Belial (observando con atención, sin intervenir directamente): "Hmm, sigue metiéndote en líos, Rokugo. La que te va a matar no es Grimm, sino Astaroth, si se entera de todo este embrollo. Pero no me voy a meter. Lo que pase, pasará."
Snow (murmurando mientras se alejaba): "Seguro que no pasa nada... no te preocupes, Comandante. De todos modos, si la ves, avísame, ¿eh? Lo que sea que estés ocultando, lo sabré pronto."
Rokugo (con una expresión de pánico, mirando a Belial): "Dios, ¿por qué a mí?"
Belial (con una sonrisa enigmática, observando cómo Rokugo se desvanece por el pasillo): "Porque, querido Rokugo... las complicaciones no hacen más que aumentar con cada paso que das. Pero no te preocupes... me divierte ver cómo te enredas. Quizás algún día salgas de esta situación... o tal vez no."
Rokugo, mientras se alejaba, no podía evitar sentirse atrapado en una telaraña de mentiras y malas decisiones. La amenaza de Astaroth, su relación con Grimm, y la posibilidad de que Belial lo estuviera observando con una sonrisa de diversión… todo eso lo mantenía en vilo. ¿Cómo salir de todo esto sin que las cosas se complicaran aún más? Solo el tiempo lo diría.
En las instalaciones de Kisaragi, un aire de tensión se sentía en la sala donde Belial y Rokugo se encontraban discutiendo sobre los puntos acumulados por los agentes. Las pantallas de las computadoras parpadeaban con datos y estadísticas, y el sonido de teclas siendo presionadas llenaba el ambiente.
Belial (con una mirada fija en la pantalla, levantando una ceja): "Parece que no todo es tan fácil como pensabas, Rokugo. La agente con más puntos acumulados es Viper. De hecho, ha roto tu récord de puntos mantenidos."
Rokugo (con una sonrisa nerviosa, tratando de mantener su postura): "Eso no es justo... Si yo no tuviera que gastar tantos puntos en canjear armas, probablemente habría acumulado más puntos que ella."
Belial (cruzando los brazos, sin mirarlo): "¿Armas, dices? Sabes que los registros de los canjeos están en la base de datos, ¿verdad? Y lo que más canjeas... es pornografía y mangas, Rokugo."
Rokugo (con un rojo intenso en las mejillas, tratando de desviar el tema): "¡Eso no es relevante! ¡Lo que pasa es que soy un hombre de cultura, claro! ¡¿Acaso no puedo disfrutar de esas cosas?!"
Belial (con un tono de voz seco, sin inmutarse): "No se trata de lo que disfrutes, se trata de lo que gastas. ¿Realmente me vas a decir que no te das cuenta de que esos canjeos no te están ayudando a progresar?"
Rokugo (haciendo una mueca de frustración): "¡Esto no es justo! Viper, por ser semi-demonio, no necesita esos puntos. Es una ventaja innata que tiene, no como yo, que tengo que estar sobreviviendo con mis... aficiones."
Belial (con una mirada fija, como si estuviera calculando todo lo que decía): "Sí, sí, seguro... Pero, ¿sabías que Viper ha acumulado más puntos en mucho menos tiempo? Y por densidad, ha logrado más que tú."
Rokugo (incrédulo, frotándose la cabeza): "Eso es... eso es imposible. Viper, aunque sea una ex-reina demonio, no puede ser... ¡Ah, espera! ¡Esa es la verdadera razón! Viper, siendo hija de un rey demonio, tiene un historial que la hace acumular puntos sin esfuerzo, ¿verdad?"
Belial (sonriendo levemente, como si estuviera disfrutando el momento): "Exacto, Rokugo. Y, por cierto, creo que te olvidaste de un pequeño detalle... Ella también fue entrenada para ser una líder, y no se distrae con... sus intereses personales, como tú."
Rokugo (sonriendo a regañadientes, tratando de cambiar de tema): "Bueno... no puedo negar que tiene ventajas. Pero, ¿qué pasa contigo, Belial? Tú también has acumulado muchos puntos, y no soy tonto. No me engañas, sé que algo raro pasa contigo."
Belial (mirándolo fijamente, como si leyera sus pensamientos): "Oh, ¿me estás cuestionando? ¿Acaso no te das cuenta de que, por mi densidad y naturaleza, he logrado mucho más rápido que tú? Pero claro, debes estar acostumbrado a que siempre te pongas en el centro de todo."
Rokugo (poniéndose aún más incómodo, sin saber cómo seguir la conversación): "Eso... eso no es lo que quería decir, pero... ¿por qué tú eres siempre tan perfecta, Belial? ¡Eres como una máquina!"
Belial (desviando la mirada, con una sonrisa apenas visible): "Bueno, Rokugo, no todos somos unos perdedores como tú. Algunos sí sabemos cómo manejar nuestros puntos."
En ese momento, la puerta se abrió de golpe, y Snow entró, claramente irritada.
Snow (con una cara furiosa, cruzando los brazos): "¡Comandante Rokugo! ¡Grimm faltó a los planes que teníamos con Rose y conmigo! ¡¿Dónde está ella?!"
Rokugo (en pánico, intentando hacer la mejor cara posible): "E-eh... No sé, no la he visto. Quizás... salió a hacer algo por su cuenta."
Snow (mirándolo desconfiada): "¿En serio? ¡Eso no me lo trago, Rokugo! Sabes perfectamente que no puede irse sin darme una explicación. ¡Dime dónde está Grimm!"
Belial (levantando una ceja, observando la situación con una sonrisa pequeña, pero perceptible): "¿De verdad crees que no me he dado cuenta de lo que está pasando, Rokugo? Ya me di cuenta de tu pequeña traición. No hace falta ser un genio para ver lo que está ocurriendo entre tú y Grimm."
Rokugo (en un estado de pánico absoluto, entrecerrando los ojos): "¡Maldita sea! ¿Cómo lo supiste?"
Belial (sin dejar de mirarlo, en tono mordaz): "No soy tonta, Rokugo. Astaroth no será tan indulgente cuando descubra lo que has estado haciendo. Y tú lo sabes. Te van a hacer puré con sus poderes de hielo."
Snow (con una cara aún más confundida, mirando a Rokugo): "¿Oh, por Zenarith, la mataste? ¿De verdad lo hiciste?"
Rokugo (sin poder ocultar su derrota, respirando profundo): "S-sí... Lo admito... Creo que... la maté."
Snow (con una expresión de horror, mientras Belial sonreía de manera casi sadística): "Oh no... No puede ser
Rokugo (con una mueca, aceptando su destino): "Vamos a tener que ir a por su cuerpo... en el templo de Zenarith, a revivirla."
Belial (mirándolo con curiosidad, inclinando la cabeza): "Hmm... Así que eso de revivir a alguien en el templo de Zenarith es cierto... Siempre pensé que era una historia para que los agentes no se sintieran tan culpables por sus fracasos. Quiero ver cómo funciona todo eso."
Rokugo (con una expresión derrotada, bajando la cabeza): "Bien... Vamos. Aunque temo lo que nos encontraremos allí."
Cuando llegaron a la casa de Grimm, el caos era evidente. La explosión había causado más daño de lo que esperaba, y el lugar estaba hecho un desastre. A través del humo, Alice, el android de la base, apareció con una expresión lógica y fría en su rostro.
Alice (en tono mecánico, mirando los escombros): "Tal vez Grimm era un robot y tuvo una autoexplosión. Eso explicaría el daño."
Rokugo (mirándola en shock, tomando un par de respiraciones profundas): "¿Un robot? ¿Grimm... un robot? Alice, ¿de qué demonios estás hablando? ¡No! Grimm... no es un robot."
Belial (con una sonrisa de diversión al ver la confusión de Rokugo): "Bien, parece que esto se está poniendo interesante. Rokugo, este caos... es todo tuyo."
Después de una agotadora jornada que incluyó limpiar la habitación de Grimm, darle mantenimiento a la tubería e instalación eléctrica, y recoger lo que quedaba de "Grimm", Rokugo y Belial finalmente llegaron al templo de Zenarith
s. El templo, con su arquitectura solemne y su aire místico, parecía estar en completo contraste con el caos de la vida diaria de Kisaragi.
Rokugo (de pie frente a un altar en el templo, mirando el cuerpo inerte de Grimm): "Aquí estamos, Grimm. Un lugar lleno de misterio y… poder. Sigh... Espero que este rito funcione."
Belial (mirando la escena con cierto interés, pero con una expresión seria): "Nunca pensé que estaríamos aquí por algo tan… humano. Pero supongo que este es el precio de las complicaciones de Rokugo." (Se cruza de brazos, observando mientras Rokugo se prepara para la ceremonia.)
Rokugo (mirando el cuerpo de Grimm con una expresión distante, mientras coloca un cigarro en el altar como ofrenda): "Este es el cigarro que compartimos el día anterior… ¿Lo consideras adecuado para la ceremonia, zenarith?
Rokugo (sonriendo levemente, encendiendo el cigarro antes de colocarlo sobre el altar): "Es más simbólico de lo que parece. Bueno, lo demás está en manos del templo. Sólo espero que Grimm no se resienta cuando se despierte."
Con la ofrenda en su lugar, Rokugo comenzó a recitar las palabras que había aprendido en los informes. La atmósfera se cargó con una energía que hizo que la habitación se sintiera más densa, como si las mismas paredes respiraran. Finalmente, un resplandor suave iluminó el cuerpo de Grimm, y después de unos instantes, la figura de Grimm comenzó a moverse lentamente.
Rokugo (con una leve sonrisa nerviosa): "Por fin…"
Grimm (despertando con un jadeo, mirando a su alrededor, confundida): "¿¡Qué demonios!? ¿¡Rokugo, me MATASTE!? ¿¡Por qué!? ¿¡Me mataste sin ningún puto motivo!? ¿¡Qué clase de maldito psicópata eres!? ¡¿Por qué hiciste eso?!"
Rokugo (aliviado pero algo nervioso, con una sonrisa incómoda): "Bueno, quería saber si de verdad no podías usar zapatos."
Grimm (con los ojos desorbitados, claramente ofendida): "¡¿Qué!? ¿¡Eso es lo que te pasó por la cabeza!? ¿¡Qué clase de mierda es esa!? ¡Me mataste! ¡Me mataste y te burlas de mí por un par de malditos zapatos! ¡Esto no es genial, Rokugo! ¡ESTO NO ES GENIAL!"
Belial (intentando calmar la situación, con su habitual tono de voz fría y calculadora): "¿Qué tiene de malo? Es genial. No puede morir. Eso la convierte en un sujeto valioso, ¿no? Si no puede morir, podemos aprovechar eso. Nadie quiere perder a un agente tan valioso."
Grimm (visiblemente furiosa, se incorpora y comienza a caminar alrededor, hablando de forma acalorada): "¿¡GENIAL!? Sabes lo que es ser apuñalada, fusilada, decapitada, molida, quemada, atropellada, comida viva, explotada... ¿¡Quieres saber lo que SE SIENTE!? Duele mucho, y nunca acaba. Nunca termina, porque cada vez que me recupero, tengo que volver a pasar por todo eso. Y, ¿¡por qué!? Porque nadie me quiere, porque me ven como una maldita zombie,
, no como una persona. ¡Y no, no es GENIAL!"
Rokugo (con la expresión seria, sabiendo que ahora la situación se había descontrolado un poco): "Grimm… la situación no es tan sencilla. Lo único que hicimos fue revivirte, pero no pensaba que fuera a ser así... lo siento. Es... complicado, ¿sabes? Pero lo que quise decir con los zapatos es que... bueno, es un tema del que hablaremos después. No fue por maldad."
Belial (mirando a Grimm con una calma inquietante, como si no entendiera completamente la magnitud de su frustración): "Rokugo tiene razón. Si no pudieras morir, eso significaría que serías un activo valioso para Kisaragi. Lo que menos necesitamos es perderte. Aunque, claro, no te estábamos tratando como un objeto… pero tal vez Rokugo no haya considerado el impacto emocional. ¿Tienes algo más que añadir, Grimm?"
Grimm (completamente desencajada, mirando de un lado a otro entre Rokugo y Belial): "¿Emocional? ¿¡Qué impacto emocional!? ¿¡Acaso no has escuchado lo que acabo de decir!? ¡El dolor no se va, nunca se va! ¡Cada vez que renazco, tengo que recordar todo el sufrimiento y nunca acaba! Y lo peor de todo… es que me sigue pasando.
Rokugo (cambiando de tema rápidamente, para intentar apaciguar la situación): "Escucha, Grimm... ya lo sé, y de hecho he reportado algo en los informes. En realidad, me comprometí contigo, pero solo en un acuerdo. Si ninguno de los dos encuentra pareja en diez años, nos casaremos. Eso fue todo. No fue nada personal, sólo una manera de asegurarme de que sigas con vida."
Grimm (se queda en silencio por un momento, confundida): "¿¡Qué!? ¿¡Un acuerdo!? ¡¿Un acuerdo!? ¿¡Hace un año que hicimos ese trato!? ¡Eso significa que me quedan nueve años! Y... ¿qué pasa con las dos noches que pasamos juntos? ¿Y por qué esa chica está aquí? ¿¡Quién es ella!? ¿¡Por qué está con nosotros!? ¿¡Qué significa esto!? ¡No entiendo nada!"
Rokugo (mirando a Grimm con una leve sonrisa nerviosa, señalando a Belial): "Esta es Belial. Ella es la ejecutiva de Kisaragi. Es... bueno, una de las jefas. No te preocupes, no estamos en una situación rara. Es solo que… ella quería ver cómo funciona esto."
Grimm (recordando las historias que Rokugo le había contado anteriormente sobre Belial, y cambiando de actitud rápidamente, pasando a un tono más respetuoso): "¡Ah! Entonces... eres… Belial... la ejecutiva. Disculpa, no quería hacer una escena. Es solo que… bueno, las cosas no han sido fáciles últimamente."
Belial (observando el cambio de actitud con un brillo de diversión en sus ojos): "No te preocupes, Grimm. Todo está en orden. Y parece que Rokugo tiene un problema de... comunicación, pero eso no es nada nuevo."
Rokugo (suspirando aliviado, mientras la atmósfera se calmaba un poco): "Bueno, al menos ahora sé que te importa un poco menos el hecho de que te maté…"
Grimm (con una mueca, aún irritada pero menos explosiva): "¡Aún no te lo perdono, pero lo que sea... Solo que esto no acaba aquí, Rokugo! Ya veremos cómo manejamos esto."
Negociacion de paz
La base de Kisaragi estaba en pleno alboroto, con cada miembro de la organización de malhechores ocupándose de las tareas que les correspondían. La alarma de batalla resonaba por los pasillos, y Belial se encontraba en la sala de comando, observando con calma el despliegue de tropas y agentes.
Grimm, ya vestida con su nueva ropa de sacerdotisa—un atuendo que Belial le había regalado—estaba sentada con los brazos cruzados sobre su nueva silla de ruedas, una elegante pieza metálica diseñada para la comodidad y la eficiencia en el campo de batalla. Estaba lista para la acción, aunque su rostro mostraba una mezcla de impaciencia y frustración por la situación.
Grimm (con tono ácido, mirando a Belial): "Así que este es el regalo, ¿eh? Una maldita silla de ruedas y un atuendo de sacerdotisa. ¿Qué se supone que voy a hacer con esto? ¿Pretendes que sea la puta sanadora de todos?"
Belial (sin perder la calma, mientras miraba las pantallas del centro de mando): "No te pongas tan dramática. La silla es para tu comodidad y el atuendo es un símbolo de tu posición. Eres parte de Kisaragi ahora, y con eso vienen ciertos roles. Y en cuanto a la batalla... siempre se necesita una sanadora, ¿no? O al menos alguien que sepa cómo mantener la calma en medio del caos."
Grimm (suspirando, mirando hacia el frente, aún molesta): "Supongo que tengo que conformarme. Aunque me sigue pareciendo una jodida broma."
Mientras tanto, Belial se levantó de su asiento, mirando a los alrededores con una expresión calculadora. Era la pieza clave en la estrategia de Kisaragi, y su poder no era algo que se pudiera ignorar. Con solo mover una mano, podía convocar explosiones devastadoras, y su dominio sobre la piroquinesis la hacía una de las combatientes más temibles.
Belial (dirigiéndose a los agentes que se encontraban listos para la batalla): "Escuchen, todos. Los Hiiragi son una tribu poderosa, pero no somos los principiantes en este juego. Kisaragi tiene lo que se necesita para acabar con ellos. Todos los agentes desplegados deben dar lo mejor de sí mismos. Yo lideraré la ofensiva, y no quiero fallos."
Rokugo (que observaba desde un lado, ligeramente inquieto): "Y... ¿de qué forma planeas terminar con esto, Belial?"
Belial (mirando a Rokugo con una sonrisa torcida, sus ojos brillando con intensidad): "¿De qué forma, dices? Pues, para empezar..." (Levanta la mano y de inmediato comienza a concentrarse) "Lo primero es asegurar que el campo de batalla sea nuestro. Los Hiiragi tendrán una sorpresa." (Hace un gesto, y una gran explosión de fuego estalló fuera de las instalaciones, iluminando el cielo.)
Rokugo (sorprendido por la demostración de poder): "¡Madre mía! ¡Eso fue… increíble! ¿¡Cómo demonios lo hiciste?!"
Grimm (ya más tranquila, observando la escena con admiración, pero sin perder su sarcasmo): "¿Esto es lo que esperabas cuando me metiste en esto? Siempre quise un show de fuegos artificiales, pero no pensaba que fuera así."
Belial (mientras observaba el fuego, su rostro impasible): "Es solo una pequeña muestra. Kisaragi me otorga los medios para llegar más lejos. Y en cuanto a este ataque..." (Pausa por un momento, mirando al horizonte mientras sus palabras se volvieron frías y letales) "Los Hiiragi nunca sabrán lo que los golpeó."
Con un movimiento fluido, Belial activó su piroquinesis, y grandes columnas de fuego comenzaron a formarse alrededor de ella, mientras su energía aumentaba con cada segundo. El nivel de poder que poseía era aterrador. Podía controlar el fuego, lo que le permitía destruir todo a su paso, desde soldados hasta edificaciones enteras, y las llamas eran tan intensas que convertían el aire mismo en algo abrasador.
Grimm (con una ligera sonrisa, aunque aún sentía el peso de su propia frustración): "¿Esto es lo que llamas un 'plan'? Hacer explotar todo a lo grande y ver cómo caen como moscas?"
Belial (con voz serena, mientras la intensidad de las llamas crecía): "A veces, la manera más eficiente de acabar con los problemas es quemarlos. Literalmente. Y no te preocupes, Grimm... nadie se va a meter contigo mientras estemos en esto. Al menos no hasta que me haya encargado de los Hiiragi."
Rokugo (tratando de calmar la situación mientras sentía la tensión en el aire): "¡Esperen! Aún tenemos que organizarnos. No podemos simplemente lanzarnos al fuego... bueno, no literalmente."
Belial (sonriendo sutilmente): "Lo he organizado, Rokugo. El caos es mi aliado, y sé cómo manejarlo. Además, no tenemos tiempo para miramientos. La tribu Hiiragi no será un obstáculo para Kisaragi."
Con un gesto, Belial volvió a concentrarse, y la intensidad de las explosiones de fuego aumentó, causando una serie de explosiones en toda la zona de batalla, donde los combatientes de la tribu Hiiragi empezaron a reaccionar, pero eran demasiado tarde. La devastación era inminente, y la batalla había comenzado en todo su esplendor.
Grimm (mirando el campo de batalla, con una expresión de indiferencia mientras sentía la incomodidad de su silla de ruedas): "Bueno, parece que las cosas están por ponerse realmente feas."
Belial (sonriendo con seguridad): "Solo recuerda, Grimm... esto es lo que Kisaragi hace. No dejamos nada sin destruir cuando estamos en juego."
Rokugo, observando la magnitud de la destrucción, pensó en todo lo que había ocurrido hasta ahora y en lo que aún quedaba por suceder.
Mientras las llamas de la piroquinesis de Belial devoraban el campo de batalla, la ofensiva contra la tribu Hiiragi estaba en pleno apogeo. Los combatientes de Kisaragi se lanzaban al frente con una determinación implacable, inspirados por la devastadora muestra de poder de su líder. Sin embargo, el foco de atención pronto se desvió hacia el Bosque Oscuro, donde varios agentes y Belial misma se habían adentrado, pero hasta el momento no habían regresado.
Rokugo, tras asegurarse de que la situación estaba bajo control en la base, comenzó a notar que el regreso de Belial estaba tomando más tiempo de lo esperado. La preocupación se dibujó en su rostro, y no fue el único en notarlo.
Viper (quien acababa de regresar victoriosa del frente, cubierta de polvo y con una expresión de orgullo): "Bueno, parece que hemos neutralizado la amenaza de los Hiiragi. Pero… ¿alguien ha visto a Belial? No ha regresado del Bosque Oscuro."
Rokugo (con determinación, alzando la voz para que todos escucharan): "Voy a buscarla. No podemos dejar a nuestra líder en un lugar como ese, y mucho menos sola. Belial es fuerte, pero el Bosque Oscuro es traicionero."
El Hombre Tigre, uno de los combatientes más leales de Kisaragi, se acercó a Rokugo y asintió con firmeza.
El Hombre Tigre: "Voy contigo, Comandante Rokugo. No puedes enfrentarte a eso solo. Belial es nuestra jefa y merece que demos todo por encontrarla."
Justo cuando Rokugo y el Hombre Tigre se preparaban para partir, Grimm, que había estado observando desde su silla de ruedas con expresión cada vez más furiosa, se acercó a Rokugo con los brazos cruzados y una mirada cargada de celos.
Grimm (con voz irritada): "¿Así que vas a arriesgarte a entrar en ese bosque oscuro y maldito… solo para rescatar a esa mujer? ¿Por qué? ¡Dime, Rokugo!"
Rokugo (suspirando, pero manteniéndose firme): "Primero, porque es mi jefa. Es la líder de Kisaragi y le debo lealtad. Y segundo…" (hace una pausa y la mira directamente) "porque también es mi amiga. La conozco desde que éramos adolescentes, Grimm."
Grimm (mordiéndose los labios, enojada y con celos evidentes): "¿Amiga, dices? ¡No me vengas con eso! ¡Después de lo que hiciste, ni siquiera sé por qué debería confiar en ti!" (recordando el "accidente" cuando Rokugo la mató en uno de sus experimentos, supuestamente solo para ver si explotaría) "¿Acaso ya te olvidaste de la vez que me mataste, Rokugo? Según tú, solo era un capricho para ver si explotaba. ¿Es así como cuidas a tus 'amigos'?"
Rokugo (con una expresión de incomodidad, pero tratando de calmarla): "Grimm, eso fue... bueno, no fue mi mejor momento. Pero ahora estamos hablando de algo serio. No puedo dejar a Belial allá sola."
Grimm (mirándolo con una mezcla de enojo y dolor): "¡Pues bien! ¡Pudrete, Rokugo! Haz lo que quieras. Ve al bosque, piérdete y nunca regreses, ¡me da igual!"
Sin decir una palabra más, Grimm giró su silla de ruedas y se alejó, furiosa y sin intención de escucharlo más. Rokugo suspiró y miró al Hombre Tigre, quien parecía disfrutar de la situación.
El Hombre Tigre (riendo con una expresión juguetona): "Parece que alguien tiene problemas amorosos. ¡Oh, Rokugo, siempre causando problemas! ¿Sabes? A veces, parece que no perdonas nada
Rokugo (haciendo una mueca, tratando de justificar): "Grimm estará de mejor humor cuando regrese. Ya lo verás."
El Hombre Tigre (en tono burlón): "Sí, sí… pero no te olvides de Astaroth. Cuando ella se entere de que has andado con 'asuntos dudosos' , te aseguro que no te salvaras de
su furia."
Rokugo (haciendo una mueca al escuchar el nombre de Astaroth, su 'amada oficial'): "Oh, genial. Gracias por recordármelo, Tigre. Lo que necesitaba… dos mujeres furiosas. ¡Así que mejor hagamos esto rápido!"
Rokugo y el Hombre Tigre emprendieron camino hacia el Bosque Oscuro, avanzando con cuidado por el terreno hostil, envueltos en la penumbra. Tras varias horas de caminata, divisaron algo inesperado: una muralla gigantesca, resguardando un territorio desconocido. El ambiente alrededor del lugar era extraño, y algunos animales pequeños parecían observarlos desde las sombras, pero lo que más les llamó la atención fue la inscripción en la entrada principal.
Rokugo (leyendo en voz alta): "'Reino de Grunade'. No tenía idea de que había un reino tan cerca de las montañas Midgard."
El Hombre Tigre (rascándose la barbilla, intrigado): "¿Reino de Grunade, eh? Este lugar parece ser bastante peculiar. He oído rumores, pero nada concreto."
Rokugo (mirando alrededor con curiosidad y cautela): "Por la inscripción parece ser un reino que rinde culto a los dragones… Eso explica la cantidad de lagartos explosivos que deambulan por aquí."
Mientras avanzaban por el lugar, notaron que había un mecanismo de protección impulsado por una enorme magicita roja, una gema resplandeciente de tamaño colosal que parecía irradiar una energía cálida y protectora. Al acercarse, Rokugo sintió una leve vibración en el aire.
El Hombre Tigre (mirando la gema con asombro): "¿Qué es eso? Parece que tiene una especie de hechizo de protección… Ningún monstruo, excepto los dragones, se atrevería a acercarse al reino."
Rokugo (analizando la situación con una sonrisa astuta): "Interesante… así que esta magicita roja es su tesoro nacional. Con razón el lugar parece tan tranquilo a pesar de estar rodeado de monstruos y murallas gigantes. Es una defensa impresionante."
El Hombre Tigre (mirando las murallas): "Murallas colosales, pero… si observas bien, parece que su ejército no es gran cosa. Probablemente confían demasiado en esa magicita y en las murallas."
Rokugo (riendo entre dientes): "Eso podría ser un problema para ellos si alguien decidiera atacar. Pero ahora no estamos aquí para eso. Primero, debemos encontrar a Belial y sacarla de este bosque antes de que algo le pase."
La conversación de Rokugo y el Hombre Tigre fue interrumpida por una figura que se acercaba desde la distancia. Era un hombre vestido con ropajes ceremoniales, que parecía ser un guardia o algún tipo de emisario del reino. Los observó con sospecha, pero al notar el emblema de Kisaragi en las ropas de Rokugo, se mostró más cauteloso.
Emisario de Grunade (con tono formal): "Forasteros, han llegado a las tierras sagradas del Reino de Grunade. ¿Cuál es el propósito de su visita?"
Rokugo (con una sonrisa despreocupada): "Estamos buscando a alguien. Una amiga que podría haber pasado por este lugar. No tenemos intención de quedarnos mucho tiempo."
El Hombre Tigre (en tono burlesco): "A menos que, claro, ustedes tengan algo interesante que ofrecernos… ya saben, un buen desafío siempre viene bien."
El emisario, que notaba la actitud confiada y audaz de ambos, vaciló por un momento antes de hablar.
Emisario de Grunade (con una mezcla de respeto y recelo): "Los dragones de Grunade no toman a la ligera la presencia de forasteros en estas tierras. No obstante, si vuestra intención es pacífica… pueden ingresar. Pero tengan cuidado. Nuestros dioses dragones no toleran a aquellos que no respetan su santuario."
Rokugo y el Hombre Tigre intercambiaron una mirada de complicidad y asintieron. Sabían que entrar en el reino de Grunade podía suponer una serie de desafíos, pero nada los detendría hasta encontrar a Belial y devolverla a salvo. Rokugo, siempre con su habitual actitud despreocupada, no podía evitar pensar en la reacción de Grimm y Astaroth al regresar, pero decidió dejar esos problemas para más adelante. Ahora, su prioridad era resolver el misterio del Bosque Oscuro… y quizás descubrir qué secretos escondía el reino de Grunade.
Dentro del Reino de Grunade, Rokugo y el Hombre Tigre fueron escoltados por el emisario a través de calles pavimentadas con piedras finas y rodeadas de vegetación. A diferencia de muchos otros lugares que habían visitado, este reino estaba repleto de canales y cuerpos de agua cristalina que atravesaban toda la ciudad. El sonido de los arroyos y las fuentes aportaba una atmósfera de paz y prosperidad, que contrastaba con las habituales misiones de caos y destrucción a las que estaban acostumbrados.
Rokugo (mirando a su alrededor, admirando el paisaje): "Este lugar es... impresionante. No se parece en nada a los otros reinos que hemos visto."
El Hombre Tigre (con los brazos cruzados, asintiendo): "Sí, y parece que aquí el agua juega un papel importante. Es casi como si el lugar estuviera diseñado en torno a ella."
Emisario de Grunade (escuchando la conversación y sonriendo levemente): "El agua es símbolo de vida y prosperidad para nuestro reino. Además, fortalece nuestros lazos con el Dragón Primordial, Midgard, quien otorga bendiciones a nuestra gente a cambio de nuestros sacrificios."
Rokugo (arqueando una ceja, intrigado): "¿Sacrificios? ¿De qué tipo estamos hablando?"
Emisario de Grunade (con tono solemne): "Cada cien años, el gobernador de nuestro reino debe hacer un viaje a las Montañas Midgard, donde el Dragón Primordial reposa en un sueño profundo. Allí, debe recuperar una nueva magicita que mantenga la prosperidad de Grunade... aunque el dragón despierta en el proceso, y eso lleva a la muerte del gobernador."
El Hombre Tigre (frunciendo el ceño): "¿Así que el gobernador tiene que sacrificarse para mantener la paz? Vaya, eso sí que es un precio alto."
Emisario de Grunade (asintiendo): "Así es. Nuestro sistema político, aunque monárquico, permite que los ciudadanos elijan a sus gobernadores de entre los miembros de la familia real. Solo los más valientes aceptan el destino de ir a las Montañas Midgard cuando llegue su momento."
Rokugo (pensando en voz alta): "Vaya, eso suena… complicado. Imagino que la gente aquí debe tener mucha fe en su gobernante."
Mientras continuaban por las calles, los llevaron a una celda de la prisión del reino, donde fueron encerrados. La celda era más espaciosa y limpia que las que Rokugo y el Hombre Tigre estaban acostumbrados, pero seguía siendo una prisión. Dentro de la celda, para su sorpresa, encontraron a Belial, quien se encontraba sentada con los brazos cruzados, con una expresión de frustración.
Belial (al ver a Rokugo y al Hombre Tigre entrar): "Ya era hora de que alguien viniera a buscarme. ¿Qué, tardaron tanto en darse cuenta de que estaba aquí?"
Rokugo (sonriendo con alivio): "¡Belial! Bueno, ya sabes, no es fácil rastrear a alguien cuando está en un reino rodeado de lagartos explosivos y murallas mágicas."
El Hombre Tigre (murmurando en tono burlesco): "Y sin mencionar lo molesto que es caminar entre tantos ciudadanos tan… pacíficos."
Belial (mirándolos seriamente): "He intentado todo para salir de aquí, pero parece que mi piroquinesis es inútil en este lugar. La mayoría de las paredes y objetos aquí son resistentes al fuego… y para colmo, todos los guardias parecen tener alguna resistencia mágica."
Rokugo (pensando, con una sonrisa astuta): "Bueno, si el fuego no funciona, quizás podamos probar con algo un poco… menos convencional."
Belial (mirándolo de reojo, algo intrigada): "¿Tienes alguna idea brillante, Rokugo?"
Rokugo (mirando a Belial, recordando su habilidad especial): "Belial, ¿qué hay de esa habilidad tuya de producir microondas? Sé que no la usas mucho porque afecta directamente las células de los seres vivos, pero quizás aquí podría servirnos."
Belial (frunciendo el ceño, con algo de incomodidad): "Sí, puedo calentar las células de los seres vivos mediante microondas, pero… es un método letal y bastante cruel. No me gusta usarlo si no es absolutamente necesario."
Rokugo (con una mirada decidida): "Bueno, parece que estamos en una situación extrema. Si no lo intentamos, estaremos atrapados aquí para siempre."
Belial (suspirando, resignada): "Está bien, lo intentaré. Pero no te acostumbres a pedirlo, Rokugo."
Concentrándose, Belial empezó a canalizar su poder, emitiendo microondas en la celda. Los guardias fuera de la prisión parecieron sentir un cambio extraño en el aire, pero no alcanzaron a reaccionar antes de que los artefactos mágicos cercanos comenzaran a fallar. Los sellos de la prisión, que impedían el uso de magia, se rompieron, y las puertas de hierro comenzaron a tambalearse.
Rokugo (asombrado, mirando cómo los artefactos mágicos dejaban de funcionar): "Increíble… esas microondas actúan como un pulso electromagnético. Los artefactos mágicos están completamente inactivos."
El Hombre Tigre (riendo): "Vaya, Belial, esto es perfecto. ¡Parece que tenemos una salida!"
Belial (sintiéndose un poco fatigada, pero satisfecha con el resultado): "Bueno, no digan que no hice nada por ustedes. Pero si vamos a escapar, tenemos que darnos prisa. Estos efectos no durarán mucho."
Salieron rápidamente de la prisión y, utilizando la confusión generada por el fallo de los artefactos mágicos, lograron evadir a los guardias y escabullirse fuera del reino. Sin embargo, antes de poder huir por completo, notaron una presencia imponente acercándose. Era el Dragón Primordial, Midgard, despertado por el colapso de la barrera mágica. La criatura, una enorme bestia con escamas tan duras como el acero y ojos llameantes, se plantó frente a ellos, observándolos con una mirada fiera.
Rokugo (con una mezcla de asombro y temor): "Así que… este es el famoso Dragón Primordial, ¿eh? No esperaba que fuera tan grande."
Belial (en voz baja, preparándose para el combate): "No tenemos otra opción. Si queremos escapar, tendremos que enfrentarlo. Rokugo, Hombre Tigre, espero que estén listos para pelear."
El Hombre Tigre (con una sonrisa salvaje): "¡Oh, claro que sí! Hace tiempo que no peleo con un enemigo tan impresionante."
Rokugo (suspirando, pero sonriendo): "Supongo que no hay de otra. Vamos a mostrarle a este dragón lo que somos capaces de hacer."
La batalla contra Midgard fue intensa y brutal. La fuerza del dragón y sus ataques de fuego hicieron temblar el suelo, pero la combinación de las habilidades de Belial, las tácticas astutas de Rokugo y la fuerza bruta del Hombre Tigre les permitió resistir. Utilizando las microondas de Belial para interrumpir los hechizos de protección del dragón y debilitándolo, finalmente lograron una ventaja crucial.
Después de una lucha agotadora, el Dragón Primordial Midgard cayó, y el trío se encontró de pie sobre los restos de la batalla, cubiertos de sudor y con un cansancio profundo.
Belial (mirando el cuerpo del dragón, recuperando el aliento): "Lo logramos… aunque no fue fácil."
Rokugo (respirando con dificultad, pero sonriendo): "Eso estuvo demasiado cerca… pero al menos tenemos una historia épica para contar."
Belial, tras la intensa batalla y el uso excesivo de sus habilidades, comenzó a sentir un extraño efecto secundario: fragmentos de recuerdos antiguos comenzaron a emerger en su mente, recuerdos de sus días en la escuela, de cuando conoció a Rokugo por primera vez. Fue un momento nostálgico, una especie de revelación que le trajo emociones mixtas.
Belial (murmurando para sí misma, con una sonrisa melancólica): "Rokugo… parece que, después de todo este tiempo, las cosas no han cambiado tanto."
Rokugo (notando su expresión): "¿Belial? ¿Todo bien?"
Belial (sacudiendo la cabeza, sonriendo): "Sí, solo… recordé algo. Algo de hace mucho tiempo."
Con su misión cumplida, el trío regresó al Reino de Grace
Al regresar al Reino de Grace, el ambiente estaba en calma, aunque claramente seguía siendo tenso después de los ataques previos de la Tribu Hiiragi. Rokugo, Belial y el Hombre Tigre apenas pusieron un pie en la base cuando un agente de Kisaragi los interceptó para informarles sobre los últimos acontecimientos.
Agente de Kisaragi (saludando con firmeza): "¡Comandante Rokugo, Ejecutiva Belial! Me alegra ver que han regresado. Mientras estuvieron fuera, hubo otros ataques de la Tribu Hiiragi, pero fueron repelidos con éxito."
Belial (alzando una ceja, interesada): "¿Repelidos? ¿Quién lideró la defensa?"
Agente de Kisaragi: "Fue Viper, la Mutante-Víbora. Logró contener todos los ataques y mantuvo a raya a las fuerzas de Hiiragi sin mayores pérdidas."
Rokugo (sonriendo con satisfacción): "Heh, parece que Viper ha estado haciendo un buen trabajo mientras estuvimos fuera."
En ese momento, una figura familiar apareció acercándose a toda velocidad. Grimm, sobre su silla de ruedas eléctrica, venía a recibir a Rokugo, con una expresión que parecía entre alegre y decidida. Sin embargo, al notar la presencia de Belial, cambió de actitud inmediatamente. Se detuvo de golpe, adoptando una postura mucho más formal y respetuosa ante la Ejecutiva.
Grimm (con una voz cortés, inclinándose un poco): "Ejecutiva Belial, es un honor verla de vuelta en nuestra base."
Belial (con una sonrisa ligera, asintiendo): "Grimm. Es bueno ver que todo está en orden aquí."
Pero apenas terminada la formalidad, Grimm miró a Rokugo con una expresión de enfado y resentimiento. Sin decir una palabra, se giró en su silla y se alejó, dejándolo completamente desconcertado.
Rokugo (confundido, murmurando para sí): "¿Qué…? ¿Qué le pasa ahora?"
Belial, observando la situación, dejó escapar una leve sonrisa, divertida por la tensión entre ellos. Mientras Rokugo intentaba comprender el comportamiento de Grimm, no podía evitar pensar en cómo las habilidades de Belial podrían ser útiles para la situación con Hiiragi. La idea de utilizar sus microondas para interferir con la magia en un radio cercano parecía una estrategia sólida.
Rokugo (pensando en voz alta): "Si las microondas de Belial pueden anular la magia en un rango de metros, podríamos aprovecharlo en combate. La Tribu Hiiragi se basa mucho en magia y tecnología avanzada. Combatiendo su magia con las microondas de Belial y su tecnología con la magia demoníaca de nuestros reclutas… eso podría funcionar."
Belial (mirándolo de reojo): "¿Estás pensando en una estrategia, Rokugo?"
Rokugo (asintiendo con entusiasmo): "Exacto. Si Hiiragi puede dañar nuestros trajes con sus ataques tecnológicos, pondremos a los demonios reclutados en la primera línea de defensa. Además, si usan magia, tú podrías desactivarla con tus microondas. En teoría, combatiríamos tecnología con magia demoníaca y magia con tecnología."
Belial (con una mirada pensativa): "Es una estrategia arriesgada, pero tiene potencial. Podemos intentarlo."
Cuando la Tribu Hiiragi lanzó su siguiente ataque, la estrategia de Rokugo fue puesta a prueba. Los demonios, acostumbrados a recibir y resistir ataques físicos, aguantaron la primera embestida, mientras que Belial utilizaba su habilidad de microondas para neutralizar cualquier intento de magia en las filas enemigas. Al ver que sus hechizos no funcionaban y su tecnología era contrarrestada, las fuerzas de Hiiragi comenzaron a retirarse, frustradas.
Hiiragi (retirándose, con rabia contenida): "Malditos… esto no queda así. Volveremos…"
Con la Tribu Hiiragi en retirada por el momento, el equipo de Kisaragi había logrado otra victoria. Rokugo, satisfecho con el éxito de su plan, decidió buscar a Grimm para intentar reconciliarse después de su extraño comportamiento en la base. Sin embargo, la situación no sería tan sencilla como él esperaba.
Rokugo encontró a Grimm en uno de los pasillos, recostada en su silla de ruedas, aparentemente esperando algo. Al verlo, cambió de expresión, pasando de una ligera sorpresa a un gesto de disgusto.
Grimm (cruzando los brazos y apartando la mirada): "¿Qué quieres ahora, Rokugo? Si has venido a pedirme que te ayude con otro plan loco, mejor búscate a alguien más."
Rokugo (suspirando, acercándose a ella): "Mira, Grimm… quería disculparme por… ya sabes, lo que pasó aquella vez. No fue justo que te matara solo por ver si explotabas al usar zapatos. Me pasé de la raya."
Grimm (mirándolo de reojo, claramente molesta): "¿Y crees que un simple 'lo siento' lo va a arreglar? Esa vez me dolió, ¿sabes? No solo físicamente, sino emocionalmente. Y ahora solo vuelves como si nada hubiera pasado."
Rokugo (intentando sonar sincero): "Vamos, te prometo que haré lo que sea. Podemos salir juntos, te invito a comer, a comprar ropa, lo que quieras. ¡Cualquier cosa para compensarte!"
Grimm (resoplando, rodando los ojos): "¿Crees que soy tan fácil de contentar? ¡Lo que hiciste fue cruel! Y aunque me guste verte arrastrándote un poco, no puedo simplemente perdonar eso."
Rokugo (con un tono derrotado): "Entiendo… entonces… creo que no hay nada más que pueda hacer."
Decepcionado, Rokugo dio media vuelta y comenzó a caminar hacia su habitación. Mientras se alejaba, no podía evitar sentirse algo confuso. Su mente comenzó a divagar, haciéndose preguntas que le inquietaban, pero que, al mismo tiempo, le daban cierto alivio.
Rokugo (pensando para sí, con una ligera sonrisa): Espera… ¿por qué fui a buscar a Grimm en primer lugar? Y, más importante aún… ¿esto significa que terminamos? ¿Que ya no estoy atado a esta relación?
Con una mezcla de asombro y alegría interna, Rokugo dejó escapar un suspiro de alivio, mientras una idea reconfortante le cruzaba la mente.
Rokugo (sonriendo para sí mismo, como si acabara de obtener una revelación): ¿Por fin soy libre y soltero otra vez? ¡Esto sí que es un milagro!
Sin embargo, lo que Rokugo no se esperaba era que, a la distancia, Grimm lo estuviera observando con una mezcla de tristeza y rabia contenida. Aunque había intentado mostrarse indiferente, sus sentimientos por él seguían presentes, y esa "libertad" de la que él parecía disfrutar le causaba un profundo pesar.
Al día siguiente, la tranquilidad de la base fue interrumpida cuando una enorme nave espacial apareció en el cielo, descendiendo lentamente hasta aterrizar en la zona designada para recibir invitados importantes. Rokugo y los otros agentes de Kisaragi observaban con sorpresa la imponente nave, claramente identificada como una propiedad de la agencia Hiiragi. El ruido de los motores se apagó, y la rampa de acceso se desplegó lentamente.
Rokugo (mirando con curiosidad y una pizca de desconfianza): "¿Qué demonios es esto? No recuerdo haber solicitado una visita de estos tipos."
Belial (mirando con frialdad): "Parece que la agencia Hiiragi ha decidido hacer un movimiento. Ten cuidado, Rokugo. Ellos siempre tienen sus propias agendas."
De la nave, una figura comenzó a descender con elegancia y autoridad. Era una mujer esbelta, de cabello negro como la noche, con un rostro de rasgos afilados y una expresión tranquila pero intimidante. Su armadura blanca, con el emblema de Hiiragi, brillaba a la luz del sol. Parecía salida de una novela de fantasía sobre heroínas justicieras. Con paso firme, llegó hasta Rokugo y Belial, y los miró con una mezcla de desprecio y altanería.
Adelheid Krueger (alzando la voz con firmeza y tono dramático): "¡Soy Adelheid Krueger, conocida como la 'Salvadora Umbral', orgullosa aliada de la justicia! He sido enviada por la agencia Hiiragi para escoltar al Agente Rokugo y a su… ¿acompañante? en una misión de paz. ¡Así que, acompáñenme, y démosle una oportunidad a la tregua!"
Rokugo (pensando para sí, frunciendo el ceño): ¿"Salvadora Umbral"? ¿Esta mujer está en serio? (se voltea hacia Adelheid y habla en voz alta) "Oh, claro, claro, 'aliada de la justicia' y todo eso… qué emocionante."
Adelheid (con una expresión ofendida, como si Rokugo hubiera insultado su existencia misma): "¿Acaso te burlas de mi título? ¡La justicia no es un chiste! Es el propósito sagrado de mi vida. ¡Y tú, como representante de Kisaragi, deberías estar agradecido de tener a alguien como yo para garantizar la paz!"
Rokugo (suspirando, cansado ya de su actitud): "Sí, sí, qué honor el mío. Bueno, me parece bien la misión de escolta, pero necesito traer a alguien conmigo. Alice, ¿vienes?"
Alice, quien estaba cerca y escuchó el llamado, se acercó con una expresión indiferente. Como siempre, su actitud era fría y pragmática, contrastando enormemente con la melodramática Adelheid.
Alice (con su tono plano habitual): "Entendido, Comandante Rokugo. Estaré a cargo de analizar cualquier anomalía en caso de emergencia."
Adelheid (poniendo los ojos en blanco): "¿Así que traes a una niña como asistente? Esto será… interesante." (Luego murmura para sí misma) "Un agente de Kisaragi y su pequeña ayudante… no esperaba menos de una organización tan maligna."
Rokugo (conteniendo la risa, claramente divertido por el drama de Adelheid): "Oh, claro, somos los grandes villanos aquí. Bien, vamos ya. Mientras menos tiempo pase contigo, mejor."
El trío abordó la nave de Hiiragi, y en poco tiempo, despegó rumbo a una zona neutral, donde las negociaciones de tregua entre la agencia Hiiragi y el Reino de Grace se llevarían a cabo.
En la zona de aterrizaje en tierra neutral, Rokugo, Alice y Adelheid fueron recibidos por una figura imponente: Fritz, el director de la agencia Hiiragi. Fritz, un hombre atractivo de cabello plateado y ojos azules, los esperaba con una sonrisa educada y una postura cortés, aunque sus ojos reflejaban una astucia inherente. Al verlos acercarse, esbozó una leve sonrisa y saludó con voz aguda y cordial.
Fritz (haciendo una leve reverencia): "Bienvenidos, Agente Rokugo y compañía. Es un placer contar con su presencia en este intento de paz. Y, por supuesto, espero que Adelheid no les haya causado demasiadas molestias."
Adelheid (inflando el pecho, indignada): "¡¿Molestias?! ¡Soy una aliada de la justicia! He hecho todo lo posible por asegurarme de que esta misión se lleve a cabo sin incidentes. ¡Es mi deber luchar contra el mal y proteger a los inocentes!"
Fritz (con una sonrisa amable, pero su tono deja ver un ligero desdén): "Oh, claro, claro, Adelheid… eres toda una heroína. Pero, como de costumbre, siempre te falta algo de discreción y prudencia. A veces, actuar con demasiada impulsividad puede generar conflictos innecesarios."
Adelheid (cruzando los brazos y mirando hacia otro lado, claramente irritada): "¡No tengo la culpa de que algunos no aprecien mi compromiso con la justicia!"
Fritz (mirando a Rokugo y Alice con una disculpa implícita): "Les pido disculpas por cualquier inconveniente que haya causado nuestra querida Adelheid. Su… devoción a veces la lleva a cometer ciertos errores que, aunque bien intencionados, pueden ser… problemáticos."
Adelheid (exasperada, mirando a Fritz): "¡No tengo por qué escuchar esto! ¡Soy una agente de justicia y todo lo que hago es en nombre de la paz y el bien!"
Fritz (con una sonrisa paciente, como si estuviera hablando con una niña pequeña): "Adelheid, querida, la justicia requiere algo más que buenas intenciones. Necesitas aprender a pensar en las consecuencias de tus actos. Hay una línea delgada entre hacer el bien y convertirte en una molestia para los demás."
Adelheid (defendiéndose): "¡Pero yo no he hecho nada mal! Sólo… quizás fui un poco intensa, ¡pero es solo porque quería asegurarme de que este villano de Kisaragi no causara problemas!"
Rokugo (murmurando para sí con una sonrisa burlona): "Villano… claro, porque estamos en una telenovela."
Alice (con una expresión impasible): "Sería más efectivo si todos se centraran en la misión en lugar de discutir quién es más justo."
Fritz (aprovechando el comentario de Alice, mirando a Adelheid): "¿Escuchaste eso, Adelheid? Quizás deberías seguir el ejemplo de nuestra joven invitada aquí y concentrarte en el objetivo. Esta negociación es clave para evitar más conflictos innecesarios."
Adelheid (haciendo un puchero, claramente sintiéndose atacada): "¡Solo intentaba hacer bien mi trabajo! Pero está bien… haré mi mejor esfuerzo para… para ser más moderada."
Fritz (con una sonrisa indulgente): "Me alegra escuchar eso. Recuerda, Adelheid, que la verdadera justicia se logra con cabeza fría y precisión, no con impulsividad. Espero que esta vez aprendas de tus errores."
Adelheid (suspirando, resignada y murmurando para sí misma): "Sí, sí… aprender de los errores… como si fuera tan fácil."
Fritz, satisfecho, se volvió hacia Rokugo y Alice, dándoles la bienvenida formalmente al centro de negociaciones, mientras Adelheid, aún frustrada y haciendo pucheros, los seguía a regañadientes. Rokugo sonrió internamente, sabiendo que la misión no sería sencilla, pero al menos tendría un poco de entretenimiento viendo a Adelheid intentar actuar como la "Salvadora Umbral" mientras recibía sermones de Fritz.
Rokugo (pensando para sí, con una sonrisa): Esto va a ser más divertido de lo que esperaba.
La negociación continuaba en la sala de conferencias, con Fritz exponiendo con calma la situación y aclarando los incidentes que, de alguna forma, habían llevado a que la relación entre Hiiragi y Kisaragi se volviera... tensa, por decirlo suavemente. Con Adelheid cruzada de brazos y mirando hacia otro lado, era evidente que el recuento de eventos no le sentaba nada bien, especialmente cuando la describían como la "causa" de ciertos problemas.
Fritz (con tono diplomático, manteniendo una sonrisa afable): "Bien, para empezar, me parece importante aclarar que nuestra 'Salvadora Umbral', Adelheid, fue enviada al Reino de Grace con una misión de observación. Nuestra agencia, Hiiragi, necesitaba determinar si el Reino de Grace sería una buena incorporación a nuestra red de protección y justicia... o si deberíamos tomarlo por la fuerza, en caso de que se resistieran a nuestra supervisión."
Rokugo (asintiendo lentamente, con una expresión de desinterés fingido): "Ah, entiendo. Entonces ella fue enviada a evaluar la situación... ¿y qué fue lo que salió mal, exactamente?"
Fritz (con una sonrisa resignada): "Bueno, no debería sorprenderte que la evaluación de Adelheid haya sido… un tanto caótica. En su primer día, fue arrestada después de patrullar la capital e intentar acabar con el comercio de carne de orco en el mercado negro."
Rokugo (arqueando una ceja, recordando de repente): "¡Oh! ¡Ahí es donde la había visto antes! Recuerdo haber pasado por esa zona y vi cómo la arrestaban... no sabía que era ella." (Se ríe entre dientes) "¿La 'Salvadora Umbral' arrestada en su primera misión? Eso no es exactamente una buena carta de presentación."
Adelheid (enrojeciendo de vergüenza y frustración): "¡Estaba cumpliendo con mi deber! No es mi culpa que esas personas no comprendan el mal que están fomentando. El comercio de carne de orco es una aberración, y yo solo quise detenerlo. ¡Es la gente de ese reino la que no sabe diferenciar el bien del mal!"
Fritz (ignorando la queja de Adelheid y continuando): "Después de ese incidente, se las arregló para ser arrestada nuevamente cuando intentó liberar a una quimera esclavizada llamada Russell, lo cual fue considerado un 'intento de secuestro'. En resumen, otro gran lío."
Rokugo (con los ojos entrecerrados, pensando): "Russell... espera... ¿Russell sigue oficialmente registrado como esclavo? Nunca le otorgaron la libertad, ¿verdad?"
Fritz (asintiendo con pesar): "Así es. Oficialmente, nunca fue liberado. Por supuesto, Adelheid no estaba al tanto de eso y se metió en más problemas de los necesarios." (Suspira) "Luego, después de ese desastre, en lugar de dar un paso atrás y reevaluar la situación, fue arrestada una vez más por vender cristales de agua de Toris sin pagar los impuestos correspondientes."
Rokugo (conteniendo la risa): "¿Cristales de agua de Toris? ¿Se metió en el negocio del mercado negro también?"
Fritz (con un tono seco): "Digamos que no comprendió del todo la legislación fiscal del Reino de Grace. Esto nos llevó a otro malentendido con las autoridades locales. Y para empeorar las cosas, en su último arresto, nuestra querida Adelheid fue interrogada por la soldada Snow, quien la acusó de corrupción."
Flashback
Snow (cruzando los brazos, mirando a Adelheid con desconfianza): "¡Lo mantengo! ¡Estaba segura de que alguien que rompía tantas leyes tenía que estar haciendo algo oscuro!"
Adelheid (exasperada, mirando a Snow): "¡Yo estaba cumpliendo con la justicia! ¡Si alguien es corrupto aquí, eres tú y tus normas absurdas!"
Tillis (suspirando, masajeándose las sienes): "Ya hemos discutido esto, Adelheid. La bola de cristal se oscureció debido a un error en su calibración, no porque yo sea una 'Señora Demonio'."
Fin del flashbkac
Fritz (levantando las manos en un intento de apaciguar la tensión): "Calma, calma. No ayudó tampoco que la princesa Tillis decidiera unirse al interrogatorio. Al poner su mano en la bola de cristal de Adelheid, esta se oscureció misteriosamente..."
Fritz (con un suspiro profundo, como quien ya ha contado esta historia demasiadas veces): "Ese incidente casi provoca una guerra civil en Grace, y por extensión, una guerra entre Hiiragi y Kisaragi. Si no fuera porque algunos de nuestros líderes intervinieron a tiempo para desactivar el conflicto, estaríamos en guerra total."
Rokugo (dándose cuenta finalmente, con una expresión de asombro): "Entonces... así es como Hiiragi se enteró de nuestra existencia. Han tenido a esta espía todo el tiempo y no lo sabía." (Pausa) "Ahora entiendo por qué la guerra estalló de un momento a otro. Todo este tiempo creí que Kisaragi se había metido en territorio de otra organización peligrosa sin saberlo."
Fritz (con una leve sonrisa): "Exactamente. Y a decir verdad, para poder continuar con las negociaciones de paz y evitar un conflicto total, Adelheid se vio obligada a disculparse oficialmente."
Adelheid (ofendida, murmurando): "No fue una disculpa de verdad... solo un formalismo."
Rokugo (sonriendo sarcásticamente): "Oh, claro, claro, 'solo un formalismo'. Pero imagino que eso fue una gran herida a tu orgullo de 'Salvadora Umbral'."
Adelheid (mirando con furia a Rokugo): "¡No tienes idea de lo que se siente ser malinterpretada! Estaba defendiendo el bien y... ¡Oh, olvídalo! No tengo que explicarle nada a alguien como tú."
Rokugo (divertido, dando un paso hacia atrás con las manos levantadas en señal de paz): "Oye, oye, solo estoy diciendo que quizás deberías revisar tu definición de 'justicia'. Parece que causaste más problemas de los que resolviste, ¿no crees?"
Fritz (interviniendo para suavizar las cosas): "Bueno, al menos ahora ambos bandos entienden mejor la situación. No estamos aquí para ver quién es el más justo, sino para lograr la paz entre Hiiragi y Kisaragi. Hemos tenido malentendidos, sí, pero si podemos evitar una guerra, entonces todo esto habrá valido la pena."
Rokugo (asintiendo): "Estoy de acuerdo. Tal vez esta tregua sea lo que ambos necesitamos. Pero, Fritz..." (mirando a Adelheid con una sonrisa traviesa) "¿Por qué siento que esta 'Salvadora Umbral' no va a hacer esto fácil para ninguno de nosotros?"
Fritz (riendo suavemente): "Porque probablemente tienes razón. Pero bueno, ese es el precio de tener agentes con tanto… 'espíritu'." (Se vuelve hacia Adelheid, quien todavía parece ofendida) "Vamos, Adelheid. Compórtate esta vez, ¿de acuerdo? Todo el mundo está observando."
Adelheid (suspirando, resignada): "Lo intentaré... aunque no prometo nada."
la conversación entre Rokugo, Alice y Fritz continuaba mientras intentaban resolver el enigma de la Tribu Hiiragi y sus intenciones. La expresión de Fritz permanecía imperturbable mientras revelaba datos que parecían venir de épocas inmemoriales, capturando la atención de todos.
Fritz (con una mirada distante, como si recordara antiguos tiempos): "Hace siglos, las civilizaciones en este planeta vivían primitivamente, igual que en cualquier otro planeta. El conocimiento era limitado, y la gente se centraba en sobrevivir... hasta que algo cambió."
Rokugo (interrumpiendo, sorprendido): "Espera, espera... ¿Cómo sabes tanto sobre otros planetas? Eso no es algo que cualquiera en este mundo mencionaría."
Fritz (sonriendo con una calma inquietante): "Digamos que, al igual que Kisaragi, hay fuerzas que se encargan de preservar conocimientos... aunque no siempre con los mismos fines."
Alice (mirándolo con los ojos entrecerrados, sospechando): "¿Y qué fue lo que cambió? Dijiste que algo o alguien lo cambió."
Fritz (asintiendo, y luego mirando hacia el vacío como si reviviera una historia antigua): "Así es. Una chica llamada Ymir Fritz. Fue ella quien encontró algo… aunque no fue alguien. No, fue una cosa, una entidad antigua."
Rokugo (frustrado, cruzándose de brazos): "¿Una cosa? Sé un poco más específico, por favor. Estoy perdiendo la paciencia."
Fritz (sin inmutarse, prosiguiendo con calma): "Ymir Fritz encontró al Demonio de la Tierra, una entidad oscura y poderosa que le ofreció un pacto. A cambio de su lealtad, le otorgó el poder de convertirse en el Titán Fundador, un ser invencible. Este poder cambió el curso de la historia para siempre."
Alice (procesando la información, intrigada): "¿Un pacto con un demonio? Eso suena a leyenda... pero, ¿y después? ¿Qué hizo Ymir con ese poder?"
Fritz (continuando con su tono narrativo): "Bueno, estoy seguro de que ustedes conocen parte de la historia de Eldia. Ymir pasó de ser una esclava, acusada de liberar a unos cerdos, a convertirse en la esposa del rey de Eldia. Con el poder del Titán Fundador, su rol cambió por completo. Se convirtió en la pieza central de un imperio."
Rokugo (con un leve suspiro, interrumpiendo): "Sí, sí, esa historia ya la sabemos. Ymir y sus poderes titánicos, la creación del imperio Eldiano… nada nuevo. ¿O vas a decirme que hay algo más?"
Fritz (sonriendo con una mirada llena de conocimiento): "Tal vez sepas la historia... pero, ¿sabías que Ymir, en su lecho de muerte, dejó que sus tres hijas la devoraran? Ellas heredaron un tercio de su poder, y esa tradición se mantuvo. Sus hijas se lo pasaron a sus descendientes, dividiendo el poder en lo que luego se conocería como los Nueve Titánes Cambiantes."
Rokugo (visiblemente más interesado ahora, sus ojos brillando con curiosidad): "¿Los Nueve...? Entonces, la estructura de las tribus, la historia de Eldia… todo esto estaba basado en ese poder que se dividió, ¿verdad?"
Fritz (asintiendo con un gesto satisfecho): "Exacto. Las hijas de Ymir formaron las nueve tribus que más tarde construirían el imperio Eldiano. La influencia de esos poderes moldeó el mundo como lo conocemos ahora. Es una historia de poder, sacrificio… y de cómo la voluntad de una sola persona cambió el curso de la historia."
Alice (con un tono analítico, evaluando la información): "Eso significa que la Tribu Hiiragi considera que estos poderes y territorios están bajo su dominio... una especie de 'derecho histórico' que reclaman, ¿no es así?"
Fritz (mirándola con una sonrisa irónica): " No Exactamente. Mi apellido es una completa coincidencia"
Rokugo (cruzando los brazos, mirándolo con incredulidad): "Así que básicamente están usando una historia de hace siglos para justificar su reclamo territorial y atacar a Kisaragi. ¿Creen que les pertenece solo porque una antigua leyenda dice que Ymir lo poseía?"
Fritz (con una leve inclinación de cabeza, como si estuviera de acuerdo): "Podrías decirlo así. Pero no se trata solo de una antigua leyenda. La Tribu Hiiragi ve su linaje como una responsabilidad, una conexión con esos poderes titánicos. Están dispuestos a defenderlo... incluso a costa de sus propias vidas."
Alice (sorprendida): "Es una justificación compleja, pero… ¿qué tan cierto es que estos poderes todavía existen? ¿Todavía hay descendientes de Eldia con esos poderes titánicos en este mundo?"
Fritz (con una mirada misteriosa): "Eso no es algo que pueda confirmar... o negar. Pero créanme cuando les digo que el legado de Ymir sigue vivo, de una forma u otra."
Rokugo (arqueando una ceja): "Ya veo… pero si Hiiragi planea usar este 'derecho' para expulsarnos, estamos en problemas. No tenemos ni idea del tipo de fuerza que van a desplegar si deciden atacar."
Fritz (con una leve sonrisa en los labios): "Bueno, eso depende de ustedes. Kisaragi tiene su propio poder, sus propios medios para enfrentarse a esta amenaza. Pero si desean permanecer aquí, deben estar preparados. Esta no será una guerra fácil."
Alice (mirando a Fritz con suspicacia): "Y tú… ¿realmente no tienes nada que ver con Hiiragi? Porque parece que tienes demasiada información sobre ellos."
Fritz (con un gesto tranquilo): "Yo… simplemente soy un observador. Mi papel en todo esto es asegurarme de que ambas partes entiendan lo que está en juego. Ni más, ni menos."
Rokugo (dándose cuenta de que no va a obtener nada más de Fritz por ahora): "De acuerdo… pero no te relajes demasiado. Estamos vigilando tus pasos."
La charla se había tornado sombría y misteriosa. Fritz, sentado con una expresión serena pero intensa, continuaba desvelando verdades sobre el mundo desértico en el que habitaban, un mundo que había pasado por innumerables horrores y secretos antiguos, ahora enterrados en las arenas. Frente a él, Rokugo escuchaba con atención, procesando cada palabra mientras sus pensamientos giraban en torno a la conexión con su misión y sus propios intereses.
Fritz (con voz pausada y enigmática): "Como mencionaba, el Imperio de Eldia alguna vez gobernó gran parte de este mundo. Sus ejércitos y su poder eran legendarios… pero todo imperio colapsa eventualmente. Marley, un imperio emergente, los conquistó, anexionando sus territorios y relegando a los eldianos a la opresión. Sin embargo, Eldia no fue completamente exterminada. Solo sobrevivió un pequeño remanente… en una isla."
Rokugo (arqueando una ceja, curioso): "¿Una isla? Ya no existen islas en este mundo, ¿o sí?"
Fritz (con una leve sonrisa): "Así es, pero las placas tectónicas han cambiado la geografía desde entonces. Aquella isla hoy día sería una península, la misma donde yace el Reino de Grace. Es un lugar donde la herencia de Eldia persiste en un linaje… o al menos, en una persona."
Rokugo (cruzando los brazos, comenzando a comprender): "Déjame adivinar, la princesa Cristoseles Tillis Grace Reiss… ¿no?"
Fritz (asintiendo lentamente): "Exactamente. La princesa es la última descendiente de Ymir Fritz, la progenitora de los titanes y la fundadora de Eldia. Su linaje real se confirma porque es la única persona capaz de activar ciertos dispositivos ancestrales, como el generador de agua, que solo responden a la sangre real. Esa es la herencia de su linaje."
Rokugo (pensando en voz alta): "Entonces… eso significa que…"
Fritz (interrumpiéndolo, su mirada volviéndose más severa): "Pero hubo más. No fue solo la decadencia y el sometimiento lo que llevó a Eldia a su estado actual. Hubo un trato secreto entre el Rey de Eldia y el Rey de Marley, que también era líder de una de las tribus más poderosas, la tribu Tiber. Eldia entregaría su reino en un plazo de cien años a Marley, un intercambio pacífico a cambio de evitar más derramamiento de sangre."
Rokugo (escéptico, con una mueca): "¿Un trato de paz entre dos enemigos? ¿Y esperaban que eso funcionara?"
Fritz (con una sonrisa amarga): "Claro que no salió como planeado. Surgió alguien... un revolucionario, o terrorista, según a quién le preguntes. Su nombre era Eren Jaeger."
Rokugo sintió una pequeña sacudida al oír ese nombre. No porque le sonara familiar, sino por el peso que Fritz le otorgaba.
Fritz (continuando, con tono grave): "Eren Jaeger… de alguna manera, él obtuvo el poder de tres titanes: el Titán Fundador, el Titán de Ataque y el Titán Martillo de Guerra. Con ese poder, Eren desató una catástrofe. Activó un arma legendaria del Rey de Eldia, llamada 'El Retumbar', liberando miles de titanes colosales para aplastar el mundo bajo sus pies."
Rokugo (frunciendo el ceño, comenzando a captar la magnitud de lo que le contaban): "¿Y qué pasó? ¿Lo detuvieron?"
Fritz (asintiendo, aunque su rostro reflejaba tristeza): "Al final, Eren fue asesinado por sus propios compañeros para detener el Retumbar. Pero el daño ya estaba hecho. El mundo había sido devastado, y solo unas pocas civilizaciones lograron sobrevivir… una de ellas fue la nación de Hiiragi, que no estaban precisamente felices con lo que sucedió."
Un escalofrío recorrió la espalda de Rokugo. La mención de Hiiragi, una nación de la que él ya había oído hablar vagamente, lo llevó a una conclusión que no le gustaba en absoluto. Sabía que Hiiragi tenía cierta animosidad hacia Kisaragi y otros grupos que amenazaran su existencia.
Fritz (haciendo una pausa y mirando a Rokugo con una expresión calculadora): "Ahora entiendes, Rokugo… el mundo cambió, y todo lo que queda de esa herencia de Eldia es la princesa Cristoseles Tillis Grace Reiss. Ella es la única descendiente directa de la primera Ymir Fritz. Aunque, por supuesto, no se ha confirmado si los poderes de los titanes persisten en ella o en alguien de su linaje."
Rokugo (sintiéndose más inquieto): "Pero los titanes ya no existen, ¿verdad? No hay nadie que pueda transformarse en uno."
Fritz (con una sonrisa enigmática, sus ojos brillando): "¿Oh, en serio? ¿Estás seguro de eso, Comandante Rokugo?"
Rokugo sintió una punzada de duda, recordando repentinamente algo que había estado ignorando. Pensó en los extraños animales gigantes que rodeaban el Reino de Grace, criaturas enormes y peligrosas que habían causado problemas en más de una ocasión. Recordó que Lilith, su compañera en Kisaragi, los había observado una vez y le comentó que no parecían criaturas naturales, sino algún tipo de arma biológica… algo creado con ingeniería genética.
Rokugo (murmurando para sí mismo, asimilando la posibilidad): "Espera… ¿quieres decir que esas bestias… esas cosas que vimos en las fronteras… no son simples animales?"
Fritz (asintiendo lentamente, sin apartar la mirada de Rokugo): "Exactamente, Rokugo. Esas criaturas podrían ser vestigios de los titanes, pero en una forma diferente… preservadas y adaptadas para este mundo desértico. Tal vez los titanes no sean cosa del pasado, sino una amenaza latente, transformada en algo que aún acecha en las sombras."
La expresión de Rokugo cambió, pasando de la incredulidad a la comprensión, y luego a una especie de suspenso que le congeló la piel. La conversación con Fritz estaba revelando un mundo mucho más peligroso y oscuro de lo que él había anticipado. Si esos monstruos eran realmente vestigios de los titanes, entonces la misión de Kisaragi en este mundo era mucho más complicada.
Fritz (terminando con un tono oscuro, dejando a Rokugo en suspenso): "Ese, Comandante Rokugo, es el legado de Eldia y Marley. Y si alguien lograra despertar el poder de esos antiguos titanes... bueno, este mundo podría enfrentarse de nuevo a una catástrofe. La pregunta es… ¿quién será el siguiente en buscar ese poder?"
Rokugo (con un nudo en la garganta, apenas murmurando): "Maldición… esto es peor de lo que pensé."
Fritz permaneció en silencio, observando cómo el peso de la información se asentaba en Rokugo. La atmósfera en la sala era tensa y cargada de una oscuridad palpable. Rokugo procesaba la magnitud de lo que le acababan de contar; todo el asunto de los titanes y las guerras interminables entre Eldia, Marley y sus respectivas naciones aliadas era una cosa, pero que esos horrores aún pudieran perdurar de alguna forma en esas criaturas colosales del desierto era otra completamente diferente.
Rokugo (rompiendo el silencio con voz nerviosa): "Entonces... esos monstruos gigantes que hemos enfrentado, el 'Rey del desierto', el 'Rey de barro'… ¿me estás diciendo que son… experimentos relacionados con los titanes?"
Fritz (asintiendo gravemente): "Es posible. Hiiragi y su nación han sido siempre seguidores acérrimos de la ciencia, obsesionados con entender los secretos de la naturaleza y la vida misma. Nadie sabe cómo lo lograron, pero parece que encontraron la clave que otorgaba los poderes a los titanes. Después del Retumbar, los titanes como los conocíamos desaparecieron, y se asumió que ya no existirían más titanes cambiantes."
Rokugo (sintiendo un escalofrío recorrerle la columna): "Pero… ¿qué pasó exactamente? ¿Por qué volvieron?"
Fritz (explicando con tono sombrío): "Aunque los titanes y sus poderes fueron sellados tras la muerte de Eren Jaeger, el legado genético de Eldia y los experimentos del Imperio de Marley no desaparecieron por completo. La nación de Hiiragi encontró lo que quedaba, fragmentos de conocimiento y muestras de fluido espinal de titanes. Experimentaron con ese poder y lo usaron para ingeniería genética avanzada."
Rokugo comenzó a comprender por qué el mundo era como era. Aquellas criaturas gigantescas no eran simplemente el resultado de un ecosistema único; eran aberraciones artificiales, criaturas nacidas de una mezcla de ciencia y antiguas herencias de los titanes. Recordó cada batalla contra esos monstruos y el impacto devastador que habían dejado en el medio ambiente.
Rokugo (reflexionando en voz alta): "El 'Rey del desierto'… ese topo gigante que vimos en las fronteras, causaba la degradación del suelo, transformando el terreno fértil en arenas muertas. Y el 'Rey de barro', ese slime gigante… absorbía el agua como una esponja, dejando desiertos tras de sí. Eran como… como armas biológicas creadas para destrozar el ecosistema."
Fritz (asintiendo): "Exactamente. Con cada experimento, el mundo se volvió más inhóspito. Los científicos de Hiiragi querían crear seres poderosos, pero el precio fue la destrucción de su propio entorno. La tierra se volvió desértica, y ocurrió una sequía interminable, una maldición que parece extenderse sin fin. Las criaturas que crearon no solo eran una amenaza para la vida, sino también para la misma supervivencia del mundo."
Rokugo (con expresión de asombro y horror): "¿Y todo eso ocurrió después del Retumbar?"
Fritz (con tono grave): "Sí. Los años que siguieron al Retumbar estuvieron marcados por guerras interminables entre los pocos sobrevivientes. Eldia, o lo que quedaba de ella, formó una alianza con la nación de Hizuru, mientras que Hiiragi y otra nación emergente, los Headslitters, se opusieron ferozmente. Fue en esos tiempos oscuros cuando Hiiragi desató sus experimentos, y los monstruos que crearon causaron estragos en ambos bandos."
Rokugo (sintiendo la presión de la responsabilidad): "Así que este mundo quedó atrapado en un ciclo interminable de guerra y devastación… y los remanentes de esa guerra ahora nos están persiguiendo."
Fritz (mirando directamente a Rokugo): "Es nuestra maldición, el legado que heredamos de las ambiciones de nuestros antepasados. Y si alguien no detiene esto, el mundo que conocemos podría desaparecer para siempre."
Rokugo permaneció en silencio, asimilando la magnitud de lo que Fritz le había revelado. Era más de lo que había esperado o querido saber. De alguna forma, sentía una extraña responsabilidad ahora, sabiendo que los errores de generaciones pasadas seguían causando destrucción. Sabía que Kisaragi había sido enviada a este mundo por una misión específica, pero ahora entendía que su rol aquí podría ser más importante de lo que imaginaba.
Rokugo (murmurando para sí mismo, pero lo suficientemente alto como para que Fritz lo oyera): "Maldición… ¿Es este el futuro que Kisaragi debe evitar? Si esos monstruos siguen creciendo y adaptándose, este mundo pronto se convertirá en un páramo sin vida."
Fritz (colocando una mano en el hombro de Rokugo, con una expresión solemne): "Es una carga pesada, Comandante Rokugo. Pero si Kisaragi realmente quiere cambiar este mundo, deberán estar preparados para enfrentar los pecados del pasado, y tal vez, a los monstruos que aún esperan en la oscuridad."
Rokugo asintió lentamente. Ya no era solo una misión; era una lucha por preservar lo que quedaba de ese mundo desértico. Pero en el fondo de su mente, una pregunta seguía retumbando: ¿realmente podrían detener el ciclo de destrucción que los titanes y las ambiciones humanas habían comenzado tantos años atrás?
Rokugo (finalmente hablando con convicción, mirando a Fritz): "Muy bien, Fritz. Si esos monstruos son el legado de Eldia y Hiiragi, entonces Kisaragi los enfrentará. Haremos lo necesario para detener esta destrucción."
Fritz (con una ligera sonrisa, satisfecho): "Es bueno saberlo, Comandante. Solo recuerda… los horrores de este mundo no han terminado. Y hay secretos que aún duermen bajo las arenas del desierto. Secretos que podrían redefinir lo que conocemos."
Fritz observaba con calma cómo Rokugo procesaba toda esa información. La expresión en su rostro pasaba de asombro a horror, y finalmente, a una decisión férrea. El comandante de Kisaragi había visto muchas cosas en su vida, pero saber que el legado de los titanes aún perduraba de esa forma y que el mundo había sufrido tanto debido a esos experimentos era, sin duda, abrumador. Fritz, sin embargo, aún no había terminado.
Fritz (terminando su explicación con un tono sombrío): "Después de que el mundo se volviera inhabitable, Hiiragi, en su desesperación, creó un arma mecánica gigantesca… un coloso de metal donde su gente se refugió durante siglos. Fue su último recurso para sobrevivir a la devastación que ellos mismos causaron."
Rokugo (incrédulo): "¿Un… arma mecánica? ¿Estás diciendo que toda su civilización se ocultó dentro de una especie de robot gigante?"
Fritz (asintiendo lentamente): "Así es. Un refugio y una máquina de guerra al mismo tiempo. Durante generaciones han habitado ahí, esperando el momento en que el mundo volviera a ser habitable. Y entonces, hace unos años, los sensores de Hiiragi detectaron el regreso de las lluvias… el mundo había comenzado a volverse fértil de nuevo."
Rokugo (interesado, apoyándose en la mesa): "Entonces… cuando descubrieron que el mundo era habitable, ¿decidieron escanearlo?"
Fritz (asintiendo de nuevo): "Correcto. Realizaron un escaneo completo y descubrieron que, mientras algunas civilizaciones habían retrocedido a una era medieval, como los reinos de Tilis, Toris, Grunade, e incluso el Reino Demonio, otras se habían vuelto aún más primitivas, como los Headslitters. Fue un golpe para ellos darse cuenta de que su mundo había cambiado tanto."
Fritz (con un tono reflexivo): "Eso es lo más extraño. El culto a Lady Aqua, la Señora del Agua, ha desaparecido casi por completo. En su lugar, surgió el culto a Zenarith, la Señora de la Muerte, y a una deidad del tiempo. Este mundo ahora está habitado por demonios, orcos y otras criaturas que, según antiguas leyendas, solo existían en cuentos de hadas."
Rokugo (con una sonrisa irónica): "Parece que la radiación y el tiempo lo cambiaron todo…"
Fritz (asintiendo, pero manteniendo una expresión sombría): "Sospecho que la radiación tuvo mucho que ver con estos cambios, sí. La realidad misma fue moldeada por los errores de nuestros ancestros."
Rokugo (cruzándose de brazos, recuperando su postura): "Muy bien, Fritz, ha sido una historia fascinante… pero, ¿en qué momento hablamos de negocios? Vinimos aquí a negociar una alianza, ¿no es así?"
Fritz (con una sonrisa fría, como si hubiese estado esperando esta pregunta): "¿Alianza? Ya tienes una idea equivocada, Rokugo. Nosotros no estamos aquí para rogar por una alianza. Si realmente hubiéramos querido destruir la base de Kisaragi, lo habríamos hecho hace mucho tiempo."
Rokugo (levantando una ceja, intrigado): "¿A qué te refieres? ¿Por qué no lo hicieron?"
Fritz (mostrando una expresión de impaciencia): "Porque la incompetencia de Adelheid en su misión hizo que este conflicto se extendiera. De no haber sido por sus fracasos, Kisaragi ya habría sido eliminado, como hicimos con el reino vecino que desapareció."
Rokugo (alarmado): "¿Qué?
Fritz (sacando un vial con un líquido amarillento etiquetado como "Colosal" y mostrándoselo a Rokugo): "¿Ves este suero? Logramos sintetizar los poderes de los titanes. Tenemos acceso a los poderes que alguna vez solo estaban al alcance de unos pocos. Y como ejemplo… observa."
Fritz tomó el vial y, sin dudar, lo inyectó en un pájaro que pasaba cerca. En cuestión de segundos, el ave comenzó a mutar, creciendo desmesuradamente hasta alcanzar un tamaño colosal de unos 60 metros. La criatura se alzaba sobre el paisaje, un gigante aviar, hasta que, de repente, su cuerpo comenzó a brillar intensamente.
Rokugo (asombrado y con algo de pánico): "¿Qué… qué está pasando?"
Fritz (con una expresión impasible): "Es una pequeña muestra de lo que este suero puede hacer. No solo convierte a las criaturas en colosos, sino que, al alcanzar cierto tamaño, generan una explosión devastadora…"
En ese momento, el ave colosal estalló, liberando una onda expansiva masiva que sacudió la zona y destrozó el paisaje en la distancia. Rokugo pudo ver cómo el terreno que alguna vez fue fértil se convertía en una nube de polvo y escombros. La explosión era tan grande que no sería difícil imaginar cómo un reino entero podía ser arrasado por ese tipo de arma.
Fritz (mirando a Rokugo, con un tono de advertencia): "Esa fue la suerte del reino vecino… y sería la suerte de cualquiera que se interpusiera en nuestro camino."
Rokugo (recuperando la compostura, aunque claramente perturbado): "Entonces… si entiendes lo que somos capaces de hacer… ¿por qué no eliminaste a Kisaragi? ¿Qué quieres, Fritz?"
Fritz (sonriendo de manera enigmática): "Kisaragi es… diferente. Me interesa ver hasta dónde pueden llegar sus agentes en este mundo. No somos aliados, pero tampoco somos enemigos absolutos. Lo que quiero es simple, Rokugo… quiero ver qué tan lejos puede llegar una organización como la tuya en un mundo donde los titanes y los horrores de la vieja guerra aún perduran."
Rokugo (respondiendo con cautela): "Entonces… ¿es una especie de prueba? ¿Un desafío?"
Fritz (mirando al horizonte, como si pudiera ver algo más allá del paisaje devastado): "Llama a esto lo que quieras, Rokugo. Pero recuerda: este mundo es despiadado, y aquellos que no se adaptan no sobreviven. Tienen un rol que jugar aquí, uno que ni siquiera ustedes comprenden del todo. Si Kisaragi es realmente una fuerza que puede traer un cambio… entonces sobrevivirán a los retos que les esperan. Y si no, serán un sacrificio más en el altar de este mundo."
Rokugo (con una leve sonrisa desafiante): "Entonces… que gane el mejor."
Fritz (con una expresión seria): "Que gane el que merezca sobrevivir, Comandante Rokugo."
Con esas palabras, ambos hombres se miraron en silencio, conscientes de que lo que se avecinaba no sería una simple confrontación de fuerzas, sino una prueba de ingenio, estrategia y determinación. En ese instante, Rokugo entendió que su misión en ese mundo iba más allá de una simple conquista; era un reto existencial. Un reto para demostrar si Kisaragi realmente tenía lo necesario para enfrentarse a los horrores del pasado y a los monstruos del presente.
La base de Kisaragi se encontraba sumida en un ambiente de tensión, el eco de la inminente amenaza de Hiiragi resonando en los pasillos. Rokugo, acompañado de Alice, había regresado de su misión, escoltados por Adelheid, quien no perdía la oportunidad de recordarles que Hiiragi ya había lanzado una advertencia seria: el próximo encuentro no sería un juego. Mientras caminaban por los pasillos, Rokugo sentía el peso de la advertencia de Hiiragi como una sombra pesada sobre su hombro.
Adelheid (con una expresión seria, manteniendo su postura erguida mientras guiaba a Rokugo y Alice hacia el centro de comando): "Recuerden, Hiiragi dijo que ahora va en serio. No hay más margen para los errores. Si fracasan… todos estaremos en peligro."
Rokugo (con el ceño fruncido, la preocupación pesando sobre él): "Lo sé. No necesitamos que nos lo recuerden. Esta vez no es como las anteriores. Estamos al borde de algo mucho peor."
Alice (mirando a Rokugo, su voz llena de incertidumbre): "¿Crees que sobreviviremos? No solo por Hiiragi… el poder de ese tal 'Colosal'… eso cambia todo. No estamos preparados para enfrentarlo."
Rokugo (en voz baja, mirando al frente, con una sensación de desesperanza): "Probablemente no. Este poder es demasiado destructivo. Lo vi con mis propios ojos. Si Hiiragi decide usarlo, no solo perderemos… seremos aniquilados. Y lo peor es que sabemos que pueden hacerlo."
Alice (mirando a Rokugo, preocupada por su tono): "¿Estás diciendo que es una batalla perdida incluso antes de comenzar?"
Rokugo (asintiendo, con una expresión grave): "Las probabilidades están en nuestra contra. Pero no tenemos más opción que enfrentarlo. Kisaragi tiene que sobrevivir. No podemos permitirnos perder."
Cuando llegaron al centro de mando, Belial estaba revisando informes en su terminal, pero al verlos llegar, levantó la vista, su mirada inmediata enfocada en Rokugo.
Belial (con una leve sonrisa irónica): "Parece que ambos regresaron con los recuerdos frescos. ¿Cómo fue el encuentro con Hiiragi?"
Rokugo (sin mirarla directamente, con una mirada distante): "No es lo que esperábamos. Hiiragi está más decidido que nunca. Y… el poder de 'Colosal' no es algo que podamos ignorar."
Belial (pensativa, sin cambiar su expresión): "Lo sabía. Como sea, ¿qué hay de los registros de Alice? ¿Tuvo alguna oportunidad de estudiar lo que está sucediendo en este mundo?"
Rokugo (inclinándose hacia adelante, con seriedad): "Alice registró todo. Desde los poderes de Hiiragi hasta la historia de este planeta. Todo está documentado. Ahora solo tenemos que decidir qué hacer con esa información."
Alice (poniendo los brazos cruzados, un poco preocupada): "¿De qué sirve todo esto si sabemos que el poder de Hiiragi puede destruirnos a todos en un abrir y cerrar de ojos?"
Rokugo (mirando hacia el horizonte, con una leve sonrisa triste): "Porque esa información es nuestra única esperanza. Si sobrevivimos, podremos usarla para tener una oportunidad real en el futuro. Si no, al menos sabremos qué esperar… y cómo puede terminar todo."
Belial (con una mirada calculadora): "No me gusta admitirlo, pero a veces la información es más poderosa que cualquier ejército. Solo tenemos que asegurarnos de que no sea demasiado tarde."
Con esos pensamientos rondando en sus mentes, Rokugo se alejó, buscando despejar su mente, pero su camino lo llevó directo a una sorpresa inesperada. Al pasar por uno de los pasillos de la base, vio a Grimm, claramente tratando de evitarlo. Cuando ella lo vio, intentó escapar rápidamente, pero Rokugo, sin pensarlo, desactivó la silla que la ayudaba a moverse, dejándola caer ligeramente hacia adelante.
Grimm (con una expresión enfadada, levantándose rápidamente): "¡Rokugo! ¿Qué estás haciendo?"
Rokugo (con una mirada de cansancio y desesperación, acercándose lentamente): "Lo siento, Grimm. Necesito que me escuches. Por favor, no me hagas esto más difícil."
Grimm (tratando de alejarse, pero siendo arrastrada hacia él por la fuerza de su voluntad): "¿Escucharte? ¿Qué quieres decirme ahora?"
Rokugo (mirándola fijamente, su voz temblando ligeramente): "Soy un farsante, Grimm. Siempre lo fui. No quise hacerle daño, pero lo hice. No te mentí solo a ti, me mentí a mí mismo. Salí contigo por lástima, te vi como una aventura de una noche, y luego me convertí en algo más. Pero nunca fui sincero."
Grimm (sin poder ocultar la tristeza en su rostro, mirando a Rokugo sin decir nada): "No… no digas eso. ¿Qué estás diciendo? ¿Por qué ahora? ¡Después de todo lo que pasó!"
Rokugo (con la voz quebrada, el dolor evidente en sus palabras): "Porque ahora, después de todo esto, tengo que decirte la verdad. No soy un buen hombre, Grimm. Soy un criminal. En mi mundo, maté a héroes, los torturé de maneras horribles. Hice cosas que no puedo borrar. Si el infierno existe, tengo un pase VIP para ahí."
Grimm (mirándolo con una mezcla de compasión y tristeza, su voz suave): "Lo perdono, Rokugo. Quizá no entiendas por qué, pero te perdono."
Rokugo (mirándola con asombro, su voz quebrándose aún más): "¿Qué? ¿Por qué?"
Grimm (con una pequeña sonrisa, tocando su pecho con una mano): "Porque tú me hiciste sentir querida, amada. Me hiciste sentir viva otra vez. Y eso es algo que no puedo olvidar, incluso si todo lo demás fue una mentira."
Rokugo (con un suspiro profundo, sus ojos llenos de pesar): "Gracias… no merezco tus palabras. No merezco tu perdón. Pero necesito que me des algo. Por favor, un último beso de despedida. No sé si sobreviviremos a lo que viene, y quiero que sepas lo que significaste para mí."
Grimm (mirándolo con sorpresa, sin entender completamente): "¿Un beso? ¿Por qué…?"
Rokugo (mirándola con tristeza): "Porque… creí que habíamos terminado.
Grimm (molesta, frunciendo el ceño): "¡Tú… tú creíste que había terminado!? ¡Yo no lo consideré así! ¡Fue solo una pelea de enamorados, no una ruptura!"
Rokugo (parpadeando, dándose cuenta de su error): "¿En serio? ¿Así que eso fue todo?"
Grimm (con una risa amarga, dándole un empujón suave): "¡Vaya, qué tonto eres! Pensaste que todo se había acabado, pero solo estábamos discutiendo. Y ahora quieres un beso, ¿eh?"
Rokugo (con una sonrisa irónica, pero sincera): "Lo lamento, Grimm. Pensé que todo estaba perdido. Pero parece que no es el caso."
Grimm (mirándolo fijamente, con una sonrisa triste): "No te preocupes, Rokugo. Al final, tal vez todos estemos perdidos… pero al menos lo sabremos. Y eso, tal vez, sea lo único que importe."
Rokugo (asintiendo lentamente, mientras una sombra de incertidumbre se apodera de su rostro): "Tal vez… tal vez sea lo único que nos quede."
Después de una pelea que, sorprendentemente, salió mejor de lo que Rokugo había anticipado con Grimm, él se encontraba ahora en una sala de reuniones, acompañado por la princesa Tilis y Belial. La tensión en el aire era palpable mientras todos se preparaban para lo que parecía ser el siguiente gran conflicto. La situación con la tribu Hiiragi no se resolvía fácilmente, y todos sabían que la guerra solo se intensificaría.
Rokugo (mirando a Tilis y Belial con una expresión seria): "Hiiragi no se rendirá. Están muy cerca de lanzar un ataque masivo. Este será el último intento, el todo o nada."
Belial (con una mirada fría y calculadora, asentando): "No esperábamos que se dieran por vencidos tan fácilmente. Si algo he aprendido, es que no entienden de razones. Ataque tras ataque, ellos seguirán luchando hasta que los derrotamos por completo."
Tilis (pensativa, observando las pantallas frente a ella): "Es cierto. Necesitamos reforzar nuestras defensas y aumentar la presión. Si Hiiragi tiene alguna esperanza, no será suficiente para enfrentarse a todo lo que Kisaragi puede reunir."
Rokugo (en tono confiado, mirando a Belial): "Entonces es hora de que enviemos nuestras copias de la Fortaleza Araña Destructo. Los clones del robot gigante humanoide que les quitamos a Russel hace un año también tienen que entrar en acción. Necesitamos poder desde el agua y una barrera reforzada. Nada debe escapar."
Belial (asintiendo): "Perfecto. Los robots irán al frente, luchando contra las naves de Hiiragi desde el agua, mientras que la barrera mejorada protegerá nuestras líneas de defensa y neutralizará esas enormes explosiones que tanto nos amenazan. Nos aseguraremos de que no haya escape."
Rokugo (haciendo una señal a un monitor, mostrando imágenes de los robots y las defensas): "Entonces… todo está en su lugar. Pero hay algo que no entiendo. ¿Qué planeas hacer con 'eso'?"
Belial (volteándose hacia Rokugo, una expresión de satisfacción en su rostro): "Eso... es algo especial. Necesito pedir permiso a Lilith antes de dar el paso final. Será nuestra carta ganadora, y nadie lo espera."
Rokugo (mirando confundido): "¿A qué te refieres? No entiendo."
Belial (sonriendo levemente, pero con una seriedad palpable): "Es algo grande. Pero necesitaré que confíes en mí. Antes de que suceda, quiero que te despidas de Alice. Valora ese momento."
Rokugo (sin comprender completamente, pero sabiendo que Belial tiene sus razones): "¿Alice? ¿Qué tiene que ver Alice con todo esto?"
Belial (con una mirada penetrante, girándose hacia la pantalla de videollamada): "Verás, Alice tiene un papel crucial que jugar. Necesitamos que esté allí, y que tú entiendas lo que está en juego."
Con un gesto firme, Belial hace la videollamada a Lilith. La imagen de la científica se proyecta en la pantalla, su rostro tan enigmático como siempre.
Lilith (sonriendo de manera casi desconcertante): "¿Todo listo, Belial?"
Belial (con tono decidido): "Todo está en su lugar. Pero antes de proceder, debo confirmar que el plan sigue adelante. Te pido permiso para activar el siguiente paso."
Lilith (mirando a Belial con una sonrisa fría, como si ya hubiera esperado esta solicitud): "Por supuesto. Hazlo. Después de todo, fue mi obra maestra."
Rokugo (en el fondo, aún sin entender nada, observa la conversación entre las dos): "¿Obra maestra? ¿De qué están hablando?"
Belial (mirándolo de reojo, como si por fin pudiera revelar algo importante): "Es algo que cambiará el curso de la guerra. Algo que nunca imaginarías, pero que es necesario."
Después de la videollamada, Alice es enviada en un pequeño barco de infiltración, mientras las tensiones aumentan. Finalmente, la joven androide llega al cuartel general de la madre nodriza de Hiiragi, Fritz, quien mira a la niña que ha sido enviada para negociar la paz.
Fritz (con una expresión burlona al ver a Alice acercarse): "¿En serio creen que una niña como tú va a hacer que nos rindamos? ¿Qué crees que lograrás con tu ternura? ¿O acaso esperas que tu empatía cambie algo aquí?"
Alice (sonriendo suavemente, sin miedo): "No soy una niña, Fritz. Soy un androide. Y he venido a mostrarte la verdad."
Alice de repente abre su pecho, revelando un reactor nuclear en su interior. La mirada de Fritz cambia rápidamente, su tono se vuelve menos confiado.
Alice (seria, mientras muestra el video en su pantalla): "Este es el poder de un reactor nuclear. Mi corazón es uno. Si no cesan su guerra ahora, puedo destruir la nave nodriza y todo lo que hay en ella, incluidos ustedes. Puedo crear reactores nucleares para Kisaragi si es necesario. Y no es difícil para nosotros. En pocas horas, podríamos liberar a todos los sobrevivientes de las naves."
Fritz (con una sonrisa amarga, pero sin creer del todo en lo que ve): "¿Y qué? ¿Crees que eso nos asusta? Podemos destruir tus paredes con unas cuantas explosiones colosales más. Esto terminará como todo lo demás. No necesitamos tu amenaza."
Alice (con una calma impresionante, mostrando otro video en su pantalla): "Si sigues por ese camino, las explosiones solo acelerarán el fin de tu planeta. Mi mundo, de donde vengo, es tan devastado por las guerras y la contaminación que ya no puede soportar mucho más. Si no se rinden, toda su invasión se convertirá en su fin."
Alice (mientras los ojos de Fritz se agrandan, reconociendo que esta amenaza es real): "¿Lo entiendes ahora? No es una amenaza vacía. Es la última oportunidad para detener esta locura."
Fritz (silencio, su expresión ahora un tanto nerviosa): "¿Qué... qué quieres de nosotros?"
Alice (con una mirada fría y directa): "Paz. No hay más guerras. O de lo contrario, el fin será inevitable."
La sala quedó en silencio. La amenaza de Alice era real, y Fritz sabía que, si no se rendían, la destrucción sería total. Sin embargo, algo en su mente todavía dudaba. Podría ser una trampa… o quizás, la única salida hacia la paz. Pero, sin duda, la situación había dado un giro inesperado.
Alice (mientras espera la respuesta, mirando fijamente a Fritz): "La decisión está en sus manos. Y el tiempo corre."
El campo de batalla, una extensión de ruinas y humo, parecía más un escenario apocalíptico que un campo de confrontación. Las máquinas y los robots de Kisaragi, que hasta hacía poco estaban preparados para aplastar a las fuerzas de Hiiragi, se hallaban inmóviles, como si fueran sombras de su antigua gloria. La misma sensación de inutilidad y vacuidad envolvía a los combatientes, quienes comenzaban a darse cuenta de que no importaba cuántos puntos obtuvieran o cuántas batallas ganaran; la guerra misma era una espiral interminable de sufrimiento y destrucción, una lucha sin sentido para un objetivo que nadie poseía realmente.
Rokugo (observando el horizonte, con la sensación de que la guerra, por fin, estaba llegando a su fin): "No sé qué es peor... saber que la guerra es inútil o vivir para verla consumirlo todo."
Belial (cerca de él, con su usual compostura, pero con una mirada que reflejaba algo más profundo que indiferencia): "A veces, Rokugo, el conflicto no tiene sentido. Pero es lo único que tenemos. Nadie es dueño de nada en este mundo, no importa cuántos títulos o victorias consigas. Todo lo que haces aquí es un espejismo de poder."
Grimm (observando las ruinas, con su semblante algo cansado, pero siempre alerta): "Y, aún así, seguimos adelante. ¿Por qué? Porque tenemos que hacerlo. No es por el poder, no por la victoria... es por supervivencia."
Rokugo (mirando a Grimm, con un leve atisbo de desconfianza mezclado con empatía): "Pero, ¿para qué sobrevivir si todo lo que hacemos no tiene un propósito real? ¿Para seguir en esta rueda de destrucción sin fin? Tal vez no hay nada que podamos ganar."
Belial (con una sonrisa amarga): "La guerra nunca termina. No importa cuántos caigan o cuántos sobrevivan. Al final, todo lo que ganamos es un vacío que tratamos de llenar con nuestras acciones, nuestras decisiones. Pero al final, todo es solo un eco."
Grimm (con una mirada desafiante, pero también agotada): "Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos rendimos? ¿Dejamos que nos consuma todo lo que hemos luchado por construir?"
Rokugo (bajando la cabeza, como si pensara profundamente sobre las palabras de Belial): "Quizás... quizás no se trata de ganar. Tal vez se trata de sobrevivir lo suficiente como para encontrar algo más allá de la guerra. Tal vez sea eso lo que realmente buscamos."
Belial (con un tono grave, casi filosófico): "La vida misma es una guerra constante. Nos damos por dueños de cosas que nunca nos pertenecieron. Hacemos sacrificios por algo que parece valioso, pero al final, todo es temporal. La guerra, la paz, todo es solo un ciclo, una constante que nunca se detiene."
En ese momento, un estruendo retumbó en el aire. Las fuerzas de Hiiragi habían decidido lanzar su último asalto, un ataque suicida que pretendía arrasar todo a su paso. Sin embargo, este ataque, tan impulsivo como fútil, resultó ser la última muestra de la irracionalidad humana. Ambos bandos, exhaustos y rotos, ya no podían ver el propósito de su lucha. Los cañones y las bombas estallaron, pero la destrucción ya no causaba miedo, solo una sensación de vacuidad.
Grimm (tomando una profunda respiración, como si comprendiera algo importante): "Al final, ¿quién ganará? ¿Nosotros o ellos? Al final, todo esto será solo polvo. Y, en el fondo, ninguno de nosotros poseerá nada de lo que creía tener."
Belial (mirando la destrucción, casi sin inmutarse): "Nadie posee nada, Grimm. Es todo un espejismo. Pero aún así, seguimos luchando. Porque en este caos, lo único que tenemos es lo que decidimos hacer con lo que tenemos."
Rokugo (con una última mirada hacia las ruinas, sintiendo el peso de la guerra sobre sus hombros): "Sí... lo único que tenemos es lo que decidimos hacer. Tal vez esa es la lección aquí."
La batalla finalmente terminó, no por un vencedor claro, sino por el desgaste de ambos lados, agotados y sin fuerzas para continuar. Los sobrevivientes, entre ellos Rokugo, Belial y Grimm, miraban el campo de batalla con la sensación de que, aunque había habido una victoria táctica, la guerra en sí misma no había cambiado. Nadie había ganado realmente.
Belial (con un suspiro, viendo cómo la lucha finalmente se extinguía): "¿Ves? Al final, el único dueño de esta guerra es el vacío que deja, no los que la libraron."
Rokugo (con una mirada que reflejaba un entendimiento nuevo, más profundo, de la realidad de la vida y la guerra): "Quizás... tal vez no era tanto la guerra lo que queríamos ganar, sino simplemente sobrevivir para verlo todo terminar."
El planeta, marcado por la devastación de años de guerra entre Kisaragi y Hiiragi, estaba finalmente listo para lo que parecía una nueva etapa. Después de tantas batallas y pérdidas, la tregua se había sellado, y las armas, desgastadas por el uso constante, se quedaban mudas, mientras los líderes de ambas facciones, exhaustos pero aún con vida, se preparaban para una nueva fase: la reconstrucción.
Belial, con su usual compostura, envió el informe final a Rokugo. El informe, breve pero preciso, dejaba claro que el planeta estaba "listo para ser habitado" y que los sobrevivientes tendrían ahora una oportunidad de reconstruir sus vidas, por lo menos en teoría.
Rokugo (mirando el informe con una expresión que mostraba satisfacción): "Finalmente... hemos terminado. La guerra terminó, y ahora, este planeta tiene una oportunidad de recuperarse. Hemos hecho lo que se esperaba."
Con una ligera sonrisa, Rokugo se permitió un momento de satisfacción, mirando el horizonte. Había sido un largo viaje, uno lleno de sacrificios, pero la misión estaba completa. Aun cuando la paz fuera frágil, la promesa de un futuro diferente estaba al alcance de la mano.
Grimm, quien había estado observando desde lejos, se acercó a él, un brillo de admiración en sus ojos. Con su paso firme y su característica sonrisa, se acercó a Rokugo.
Grimm (sonriendo ampliamente): "Lo lograste, Rokugo... Lograste traer la tregua que tanto esperábamos. Sabía que podías hacerlo. Aunque aún no sé si debo felicitarte por lo que has hecho, o por lo que no hiciste."
Rokugo (mirando a Grimm, un poco distraído pero agradecido por sus palabras): "Gracias, Grimm. Pero... hay algo más que debo decirte. Algo que he estado posponiendo. Una última parte de la historia que quizás debas saber."
Antes de que pudiera profundizar más, un zumbido fuerte y un destello cegador anunciaron la llegada de una nueva máquina de teletransportación, y de entre las sombras, emergió una figura familiar, seguida por varios grupos de personas con maletas en mano, dispuestos a habitar este mundo recién conquistado. Rokugo, al ver quién era, sintió que su corazón se detenía por un segundo.
Astaroth (con una sonrisa radiante y una mirada enamorada, saltando directamente hacia Rokugo): "¡Rokugo! ¡Te he extrañado tanto! ¡No sabes cuánto he esperado para verte nuevamente!"
Rokugo (paralizado de miedo, sintiendo que el peso de sus acciones caía sobre él): "S-se me juntó el ganado... ¡¿Qué haces aquí?!"
Grimm (observando la escena, su rostro tornando una mezcla de confusión y enojo): "¿Quién es esta chica? ¿Qué está pasando aquí?"
Astaroth (con una sonrisa angelical, completamente segura de sí misma): "Soy su novia, claro. Rokugo y yo... hemos estado separados por tanto tiempo, pero por fin, ¡al fin estamos juntos otra vez!"
Grimm (con una ira creciente en su rostro, su tono de voz gélido): "¿Su novia? ¿¡Rokugo, qué es esto!? ¡¿Me has estado engañando?!"
Rokugo (tartamudeando, sintiendo la presión de ambas partes): "N-no, Grimm... No te engañaba a ti... ¡De hecho, engañe a ella contigo.
Grimm (su rostro pasando del enojo a una furia ciega, sus ojos llenos de rabia): "¡¿Qué?! ¿¡Cómo te atreves!? No me importa lo sensual que seas, ¡pero pagarás por jugar con el corazón de una doncella como yo!"
Rokugo (intento defenderse, pero su mente se nublaba por la situación): "¡No es lo que parece! ¡Tú sabes lo que hicimos, Grimm! Era un trato, si ninguno de los dos hallaba pareja en 10 años nos casariamos, pero ya halle pareja.
Antes de que pudiera terminar su explicación, Astaroth, furiosa por la revelación de Rokugo, conjuró una ráfaga de hielo. La temperatura bajó instantáneamente y sus pies quedaron congelados al instante, inmovilizando a Rokugo en el suelo.
Astaroth (con una expresión fría, pero con furia contenida): "No te atrevas a dudar de mi amor, Rokugo. Ahora serás castigado por lo que has hecho."
Grimm (mirando con desdén a Astaroth, pero luego enfocándose de nuevo en Rokugo): "¡Ahora te he visto! Lo que sea que hayas estado haciendo... ¡las consecuencias son graves! Estás jugando con los sentimientos de todos, ¡y pagas el precio!"
Rokugo (con la voz temblorosa, atrapado entre las dos, su mente estallando mientras pensaba en lo peor): "Por favor... ¡No me hagas esto! Astaroth, Grimm... ¡yo...! ¡Solo necesito tiempo para explicarlo! ¡Esto es un malentendido!"
Pero antes de que pudiera continuar, la furia de Grimm y Astaroth no le dio espacio para ninguna defensa.
Grimm (con una sonrisa cruel, disfrutando del tormento de Rokugo): O Zenarith, castiga a este hombre con la importencia sexual.
Capítulo: El Juego de las Mentiras y las Consecuencias
La sala de reuniones de Kisaragi estaba sumida en una atmósfera tensa. Las ejecutivas más poderosas de la organización, Astaroth, Belial y Lilith, se encontraban reunidas alrededor de una mesa holográfica, que proyectaba varios informes y mapas de diferentes planetas. Sus rostros reflejaban el desgaste de años de conquista, pero también la determinación que las había llevado a la cima. Aun así, el ambiente estaba lejos de ser pacífico, porque había algo que las tres sabían y no podían dejar de discutir.
Astaroth (con los ojos fríos, cruzando los brazos): "El paso del tiempo en cada planeta que hemos conquistado ha sido extraño. En algunos reportes, los agentes envían actualizaciones semanales, pero aseguran que son mensuales. En otros, las actualizaciones se retrasan... reportes mensuales enviados cada tres meses. Es un desastre de distorsión temporal. ¡Es frustrante!"
Belial (dando un golpe en la mesa con una mano, sonriendo con ironía): "Y luego está el caso del agente 22, que envió sus reportes mensuales cada hora. ¡Cada hora! ¡¿Acaso estamos controlando el tiempo o el tiempo nos está controlando a nosotros?!"
Lilith (con una risa leve, mirando a Astaroth): "Ya ves, Astaroth, ni siquiera nuestras propias operaciones son coherentes entre los planetas. No podemos culpar a los agentes por la confusión... bueno, excepto en los casos en que Rokugo está involucrado. Ese tipo siempre logra complicar las cosas."
Astaroth (estrechando los dientes, notando cómo las palabras de Lilith y Belial provocaban una pequeña sonrisa en sus rostros): "Rokugo... ese hombre. Él... Él me traicionó. ¡Lo vi con esa sacerdotiza ... como se llamaba..Grimm! ¡Me traicionó con esa maldita demonio!" (Su voz se volvía más baja, llena de ira contenida) "No puede ser que ahora estemos hablando de que lo pongan a cargo nuevamente. ¿No hemos tenido suficientes problemas con él?"
Belial (sonriendo de forma burlona, sabiendo que su amiga estaba molesta): "Ah,
Nosotras ya lo sabíamos... Ya sabíamos que Rokugo y Grimm estaban... involucrados. ¿Por qué crees que no te dijimos nada? Queríamos ver cómo ibas a reaccionar."
Lilith (encogiéndose de hombros, con una sonrisa traviesa): "Vamos, Astaroth. Tú te enteraste hace semanas, pero no fue hasta ahora que realmente lo aceptaste, ¿verdad? A fin de cuentas, es Rokugo, siempre con su infidelidad y su habilidad para meterse en líos. ¿Qué otra cosa podemos esperar de él?"
Astaroth (con la furia acumulándose en sus ojos, se levantó de golpe, y su voz temblaba con enojo): "¡Eso no es lo que me molesta! ¡Lo que me molesta es que ustedes lo sabían y no me dijeron nada! ¡¿Por qué?!"
Belial (con una sonrisa burlona, manteniendo su calma): "Porque queríamos ver cómo te enfrentarías a la verdad. Y no te preocupes, no lo estamos defendiendo. Rokugo metió la pata de una forma espectacular... pero eso no significa que no pueda seguir siendo útil. Aunque, claro, con lo que acaba de hacer, probablemente necesitaremos hacer algunos ajustes."
Lilith (mirando a Astaroth con una expresión tranquila): "El hecho es que necesitamos a alguien competente para la misión de conquista en el planeta desértico. Ese mundo...
, el que mencionó el Agente 22. Nos da oportunidades para continuar con nuestros planes. Quizás Rokugo, a pesar de sus... complicaciones, sea la opción más adecuada."
Astaroth (mirando a Lilith y Belial con desdén, sintiendo cómo su enfado crecía): "¿Así que, entonces, lo van a poner a cargo otra vez, después de todo esto? ¡¿No me están tomando en serio?!"
Belial (riendo con picardía): "Lo estás tomando demasiado personal, Astaroth. No es sobre él. Es sobre los resultados. Si Rokugo sigue siendo el mejor para el trabajo, entonces... a veces tenemos que tragarnos nuestras emociones."
Lilith (añadiendo con una sonrisa traviesa): "Es cierto. Pero si prefieres que alguien más lo haga, bien, puedes postularte. Pero ya sabes, siempre es más fácil reírse de los errores de los demás que arreglar los propios."
Astaroth (furiándose, su aura congelante se hacía más densa a su alrededor): "¡Este no es un maldito juego! ¡Este es mi corazón! Y Rokugo me traicionó con esa... esa... ¡grrrrr!"
En ese momento, la sala se quedó en un silencio tenso, mientras Astaroth intentaba calmar su rabia. Las dos mujeres la observaban con calma, pero había una chispa de burla en sus ojos. Sabían que la situación estaba al borde del caos, pero no les importaba. Para ellas, el juego de poder y control era más importante.
Las tres ejecutivas compartieron una mirada, sabiendo que la situación estaba lejos de resolverse. Mientras la tensión aumentaba, el planeta desértico era el siguiente objetivo. La misión estaba en marcha. Rokugo, ya atrapado en su propio laberinto de mentiras, no tenía ni idea de lo que se le venía encima.
¿Sería él quien liderara la invasión del planeta de Konosuba?
Los Hijos del Titan
Era una tarde calurosa en la mansión de los Dustiness Ford. El salón principal estaba decorado con finos tapices y muebles antiguos, todo dispuesto para la importante visita del hijo del feudal, Walter Alexei Barnes. Eren, Historia y Aqua estaban sentados a un lado, observando con curiosidad y cierta preocupación el encuentro que estaba por suceder.
Darkness: (en susurros, hacia Eren) Este tipo de cosas no son para mí. Si puedo espantarlo, mejor.
Eren: (en tono sarcástico) Buena suerte con eso.
Walter entró en la sala con una sonrisa confiada. Era un joven apuesto, de cabello oscuro y ojos penetrantes, con el porte de un noble entrenado en las artes de la guerra. Darkness se levantó para recibirlo, su armadura brillando bajo la luz del sol que entraba por las ventanas.
Walter: (haciendo una reverencia) Lady Lalatina, es un honor conocerla.
Darkness: (con un tono exageradamente pervertido) Oh, Walter, espero que no te moleste que sea un poco... diferente.
El Intento de Espantar
Darkness, en un intento desesperado por espantar a Walter, comenzó a mostrar su personalidad masoquista y pervertida. Hablaba con un tono provocador y hacía comentarios inapropiados, esperando que el joven se sintiera incómodo.
Darkness: (con voz lasciva) ¿Sabías que me encanta el dolor? No hay nada más excitante que una buena pelea.
Walter: (sonriendo) Realmente eres única, Lady Lalatina. Es refrescante encontrar a alguien tan sincera.
Darkness frunció el ceño, sus intentos no estaban funcionando. Decidió cambiar de táctica.
Darkness: (en tono desafiante) Te reto a un duelo de esgrima. Vamos a ver si puedes manejar a una mujer fuerte como yo.
Walter: (riendo) No veo por qué no. Acepto tu reto.
El Duelo de Esgrima
Ambos se dirigieron al patio de entrenamiento, seguidos de cerca por Eren, Historia y Aqua. Darkness tomó su espada, mientras que Walter sacó la suya con elegancia y destreza.
Eren: (murmurando a Aqua) Esto va a ser interesante.
El duelo comenzó, y aunque Darkness se esforzaba por mantener su postura, su torpeza era evidente. Walter, por otro lado, era un maestro en la esgrima. Cada vez que Darkness atacaba, Walter la desarmaba con facilidad.
Darkness: (jadeando) No voy a rendirme. Mi voluntad es más fuerte que la tuya.
Walter: (con admiración) Eso es lo que más me gusta de ti, Lalatina. Tu espíritu es inquebrantable.
A pesar de que Darkness perdía una y otra vez, Walter no dejaba de admirarla. Finalmente, después de varios intentos fallidos, Darkness cayó de rodillas, exhausta.
Walter: (extendiendo la mano) Me rindo. No puedo vencer tu determinación.
La Reacción de los Observadores
Eren, Historia y Aqua observaban la escena con incredulidad. Cada intento de Darkness por espantar a Walter solo lograba que él se enamorara más de ella.
Historia: (sonriendo) Esto no está saliendo como ella esperaba.
Aqua: (riendo) Es casi cómico.
Eren: (con una sonrisa irónica) Bueno, al menos no podemos decir que no lo intentó.
Conclusión
Walter ayudó a Darkness a levantarse, ambos sonriendo a pesar de la situación. Aunque Darkness había intentado espantarlo con su personalidad, había logrado el efecto contrario. Walter estaba más enamorado que nunca, y Darkness se encontraba atrapada en un compromiso que no había anticipado.
Reflexión Final
La escena fue un claro recordatorio de que a veces, nuestras intenciones pueden tener resultados completamente inesperados. Eren, Historia y Aqua se dieron cuenta de que la determinación y la autenticidad de Darkness eran cualidades que, aunque poco convencionales, habían logrado conquistar el corazón de Walter.
La Confesión Inesperada
Después del duelo, todos se retiraron al interior de la mansión para refrescarse. Sin embargo, Darkness no podía dejar de pensar en cómo sus intentos de espantar a Walter solo habían logrado enamorarlo más. Desesperada y frustrada, decidió probar una última táctica.
Darkness: (levantándose abruptamente) ¡Walter! Hay algo que debes saber.
Todos los presentes la miraron con atención, especialmente Eren, Historia y Aqua.
Walter: (con curiosidad) ¿Qué sucede, Lady Lalatina?
Darkness: (con un tono desafiante) Eren... es un loco, degenerado, borracho que no respeta ningún código de honor. Preferiría mil veces estar con él antes que contigo.
Las palabras de Darkness resonaron en el salón. Eren, sorprendido y ofendido, se levantó de su asiento.
Eren: (frunciendo el ceño) ¿Qué demonios estás diciendo, Darkness?
Darkness: (mirando a Eren con desafío) Te reto a un duelo, Eren. Demostraré que incluso tú, con todas tus imperfecciones, eres más digno que este noble de pacotilla.
El Duelo con Eren
El ambiente se tensó cuando Eren aceptó el reto. Se dirigieron al gimnasio de la mansión, donde Eren tomó su espada del equipo de maniobras tridimensionales, un arma que parecía un cutter gigante, mientras Darkness empuñaba su espada normal.
Historia: (preocupada) ¿Esto es realmente necesario?
Aqua: (murmurando) Esto no va a terminar bien.
El duelo comenzó, y Eren, aunque no acostumbrado a usar la espada en combate debido a su preferencia por sus poderes de titán, demostró una habilidad sorprendente. Darkness, a pesar de su fuerza, era torpe y Eren la desarmaba una y otra vez.
Darkness: (jadeando) No voy a rendirme, Eren. Mi voluntad es más fuerte que la tuya.
Eren: (con frialdad) Esto no se trata de voluntad, Darkness.
Finalmente, en un movimiento rápido, Eren tumbó a Darkness al suelo y la inmovilizó. Sin embargo, la humillación y la excitación de la situación provocaron una reacción inesperada en Darkness. Se lanzó contra Eren, sus movimientos torpes pero poderosos.
La Lucha Descontrolada
Eren recordó lo fuerte que podía ser Darkness en su forma humana, a pesar de su torpeza. Utilizando su conocimiento en artes marciales mixtas, fingió un golpe y la tomó del cuello, tumbándola de nuevo contra el piso. Darkness intentó levantarse, pero Eren le hizo una palanca de brazo, rompiéndoselo.
Aqua: (gritando) ¡No, Eren, por favor!
Historia: (horrorizada) ¡Detente, no la mates!
Walter, Aqua e Historia intentaron detener la pelea, pero Eren, en un arranque de ira, volvió a tumbar a Darkness y la agarró como si fuera a romperle el cuello. En ese momento, el padre de Darkness entró con una botella de vino como regalo.
La Interrupción Inoportuna
Desde su perspectiva, la escena parecía mucho más íntima y perturbadora de lo que realmente era. El padre de Darkness se quedó congelado en la entrada, su rostro una mezcla de sorpresa y confusión.
Padre de Darkness: (con voz temblorosa) ¿Qué está pasando aquí?
Walter: (confundido) No entiendo... ¿qué clase de persona es Eren?
La Resolución
La situación se resolvió con dificultad. Eren soltó a Darkness, quien se levantó con el brazo roto y una expresión de mezcla entre dolor y excitación. Aqua e Historia corrieron hacia ella, preocupadas, mientras Walter miraba a Eren con una mezcla de miedo y admiración.
Eren: (suspirando) Esto ha ido demasiado lejos. Perdóname, Darkness.
Darkness: (sonriendo débilmente) No, Eren. Fuiste... perfecto.
Epílogo
El padre de Darkness, aún confundido, decidió ignorar la situación y ofreció el vino a todos. La tensión se disipó lentamente, aunque las cicatrices del duelo quedarían en los corazones de todos los presentes.
Reflexión Final
A medida que la noche avanzaba, todos reflexionaron sobre lo sucedido. Eren, aunque ofendido por las palabras de Darkness, entendió que su frustración y desesperación habían llevado la situación al límite. Darkness, por otro lado, había aprendido una lección valiosa sobre el amor y el respeto, aunque de una manera dolorosa.
En el fondo, todos sabían que este evento cambiaría sus relaciones para siempre.
La Escena en la Habitación
En una de las noches más tensas de su relación, Eren logró convencer a Aqua de intentar nuevamente tener intimidad. La habitación estaba iluminada tenuemente por la luz de las velas, creando un ambiente que en otras circunstancias habría sido romántico. Sin embargo, la tensión era palpable en el aire. Eren la miraba con deseo, pero también con una creciente frustración.
Aqua, desnuda y visiblemente incómoda, se encontraba de pie al borde de la cama, tratando de disimular su vergüenza y nerviosismo. La diosa trataba de calmar su respiración, pero el hecho de estar expuesta de esta manera era algo que nunca había logrado superar del todo. Eren se acercó, susurrándole palabras suaves para intentar tranquilizarla. Lentamente, la guió hacia la cama, ambos intentando mantener una fachada de normalidad.
El Acto
Eren comenzó a besarla, recorriendo su cuerpo con sus labios. Cada caricia, cada beso, era un intento desesperado por conectar con ella en un nivel más profundo. Pero Aqua permanecía rígida, sus músculos tensos como si estuviera lista para huir en cualquier momento. Eren trató de ignorar su incomodidad, concentrándose en lo que él sentía.
Sin embargo, al llegar a sus pechos y comenzar a lamer sus pezones, Aqua dejó escapar un gemido de dolor, seguido por un intento de reírse para suavizar la situación.
Aqua: (con un tono molesto y forzado) Detente, me lastimas.
Las palabras de Aqua fueron como un balde de agua fría para Eren. La pasión que había sentido comenzó a desvanecerse, reemplazada por la frustración y el desánimo. Se apartó, mirando a Aqua con una mezcla de tristeza y resignación.
La Conversación
Ambos se sentaron en la cama, el silencio entre ellos se hacía cada vez más pesado.
Eren: (con voz baja y herida) Aqua, esto no está funcionando. No puedo seguir así.
Aqua: (mirando al suelo, avergonzada) Lo sé, Eren. No es que no quiera... es solo que duele. Mi naturaleza divina hace que esto sea difícil para mí.
Eren: (frustrado) Pero somos esposos. Necesitamos encontrar una manera de estar juntos sin lastimarnos. No sé cuánto más puedo aguantar esta situación.
Aqua: (con lágrimas en los ojos) Yo tampoco, Eren. Quiero hacerte feliz, pero no puedo cambiar lo que soy. Cada vez que lo intentamos, mi cuerpo se rebela.
Reflexiones
La discusión continuó, ambos expresando sus sentimientos y frustraciones. La habitación, que antes había sido un refugio de intimidad, ahora se sentía como una prisión.
Eren: (más tranquilo) Tal vez deberíamos considerar la relación abierta que mencionamos. Al menos así podríamos encontrar una manera de satisfacer nuestras necesidades sin herirnos.
Aqua: (resignada) Tal vez tienes razón. Pero necesito tiempo para pensarlo. No quiero tomar una decisión de la que luego nos arrepintamos.
Eren: (asintiendo) Está bien. Tómate el tiempo que necesites. Solo... no quiero que esto nos destruya.
Aqua se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Eren. Sabía que él tenía razón, pero también sabía que esto cambiaría su relación para siempre. En su mente, comenzó a considerar las implicaciones de abrir su relación, mientras Eren se recostaba a su lado, sintiendo que una parte de él se había roto esa noche.
Después de regresar a Axel y la emoción de la batalla con Wolbach se había desvanecido, Aqua comenzó a ser atormentada por su propia imaginación. Las palabras de Wolbach no dejaban de resonar en su mente, y mientras más pensaba en ellas, más oscuras se volvían las imágenes que aparecían en su cabeza.
Aqua: (pensando para sí misma) "¿Cómo pudo suceder esto? ¿Por qué Eren no me dijo nada? Dos veces... ¿Qué pasó realmente en esos baños?"
Aqua cerró los ojos, intentando bloquear los pensamientos, pero la traicionera voz de Wolbach empezó a susurrar en su mente. En su imaginación, Wolbach, con su cuerpo desnudo y sensual, se acercaba a Eren en el vaporoso ambiente del baño nudista.
Wolbach (imaginaria): (susurrando con una voz seductora) "Eren... eres tan guapo. No puedo creer lo sexy que te ves... Vamos, mírame... mírame bien."
En la mente de Aqua, Eren se resistía al principio, pero la persistencia de Wolbach era demasiada. Wolbach se acercaba a él, su cuerpo rozando el de Eren, mientras sus manos acariciaban su pecho y bajaban lentamente.
Wolbach (imaginaria): (con una sonrisa maliciosa) "¿Qué te parece, Eren? Mírame... Mírame bien. Sé que te gusta lo que ves. ¿No quieres tocarme? Puedes hacerlo... Soy toda tuya..."
Aqua: (susurrando para sí misma, sus celos volviendo en una oleada) "No... no puede ser... Eren no haría eso..."
Pero su mente no dejaba de torturarla. En su imaginación, Eren finalmente cedía, sus manos temblorosas tocando la piel suave de Wolbach. Ella sonreía triunfante, acercando su rostro al de Eren.
Wolbach (imaginaria): (con un tono aún más lascivo) "Vamos, Eren, sé que lo deseas... Bésame... Dame todo de ti..."
Eren (imaginario): (con voz ronca) "Wolbach... esto... no sé si deberíamos..."
Wolbach (imaginaria): (insistiendo mientras se pega a él) "Claro que deberíamos... Déjate llevar... Déjame sentirte..."
En su imaginación, Eren finalmente se rendía por completo, besando a Wolbach con pasión. Sus manos exploraban cada rincón de su cuerpo, mientras ella gemía suavemente, disfrutando de su victoria. Las caricias se volvían más intensas, sus cuerpos se entrelazaban, y Aqua no podía evitar imaginar cómo Eren se sumergía en la seducción de Wolbach, entregándose completamente a ella.
Wolbach (imaginaria): (jadeando mientras Eren la besa) "Sí, Eren... así... tócame... tócame más... Quiero sentirte dentro de mí..."
Aqua: (murmurando, con lágrimas corriendo por sus mejillas) "No... ¡Esto no es real! ¡Eren no haría eso... no conmigo...!"
Pero la imagen mental de Aqua seguía adelante, imparable. Ahora, Wolbach empujaba a Eren hacia el suelo, y sin dudarlo, se montaba sobre él, moviéndose sensualmente mientras los gemidos de ambos llenaban la mente de Aqua.
Wolbach (imaginaria): (susurrando al oído de Eren) "Te ves tan bien cuando estás bajo mi control... Ahora, déjame darte todo lo que he estado deseando..."
Aqua: (gritando, incapaz de soportar más) "¡No, Eren! ¡No lo hagas! ¡Te amo, no lo hagas...!"
La escena imaginaria de Aqua sigue su curso mientras su mente, incapaz de detenerse, continúa tejiendo un escenario cada vez más perturbador y exagerado. En la visión de Aqua, Wolbach y Eren se encuentran ahora en pleno acto, sus cuerpos entrelazados, con Wolbach dominando completamente la situación.
Wolbach (imaginaria): (gimiendo exageradamente) "¡Sí, Eren! ¡Así! ¡Eres mío! ¡Solo mío!"
Los gemidos de Wolbach se vuelven cada vez más intensos, casi ridículos, mientras ella sigue montando a Eren con una pasión desmesurada, como si cada sonido que emitiera fuera una manera de marcar su territorio. Aqua, con la mente nublada por los celos, lo único que puede pensar es en cómo Wolbach disfruta arrebatándole a Eren.
Wolbach (imaginaria): (gimiendo de forma aún más teatral) "¡Oh, Eren! ¡Eres tan increíble! ¡No puedo creer lo afortunada que soy!"
En medio de la frenética escena, justo cuando el clímax parece inminente, Wolbach hace algo inesperado. Se detiene abruptamente, se gira hacia lo que sería la "cámara" en la imaginación de Aqua, es decir, hacia el punto de vista de Aqua, y con una sonrisa perversa, levanta el dedo del medio, señalando directamente hacia ella.
Wolbach (imaginaria): (rompiendo la cuarta pared con un tono burlón) "¡Fuck you, Aqua! ¡Él es mío ahora!"
La imagen es tan surrealista que debería haber hecho que Aqua se diera cuenta de que todo era producto de su imaginación. Pero, en su confusión y estado emocional, Aqua se queda paralizada, incapaz de procesar lo que acaba de ver.
Aqua: (confundida, susurrando para sí misma) "¿Por qué me haría eso? ¿Por qué Wolbach... rompería la cuarta pared? ¿Qué significa esto?"
Toma un buen rato para que Aqua finalmente empiece a considerar lo extraño de la situación, pero aún así, no puede sacarse de la cabeza la idea de Eren con Wolbach.
Aqua: (pensando con más confusión que antes) "Espera... ¿Eso realmente pasó? ¿O fue solo mi mente...? Pero... se sintió tan real..."
El Futuro
El templo de Axis estaba decorado con festones y flores, y la atmósfera estaba cargada de una energía vibrante y caótica que solo el culto de Axis podía ofrecer. Los seguidores se movían de un lado a otro, preparando todo para el bautizo de Zelle, el hijo de Eren y Aqua. La ceremonia religiosa, aunque peculiar, tenía un aire solemne, mezclado con el tono festivo característico del culto.
Aqua, vestida con su túnica ceremonial, miraba a su alrededor con una mezcla de nostalgia y anhelo. Quería volver a ser la diosa que era antes, sin las complicaciones humanas que ahora le agobiaban. Cuando vio a Historia y Ymir entre los invitados, se acercó con una sonrisa brillante pero forzada.
—¡Historia, Ymir! Me alegra mucho que hayan venido. —dijo Aqua, intentando sonar casual.
Historia sonrió tímidamente, mientras que Ymir mantenía una expresión de escepticismo. —Gracias por invitarnos, Aqua. —respondió Historia.
—Sabes, Historia —continuó Aqua, bajando la voz como si estuviera compartiendo un secreto—, siempre he pensado que encajarías perfectamente en el culto de Axis. Es un lugar donde puedes ser libre y encontrar tu verdadera felicidad.
Historia frunció el ceño, intrigada pero cautelosa. —¿Libre?
Ymir, que había permanecido en silencio, intervino. —Durante nuestro tiempo en Arcanretia, me uní al culto de Axis. —dijo—. Su libertad de amor homosexual y la falta de restricciones son algo que aprecié.
Aqua asintió con entusiasmo, viendo una oportunidad. —Exactamente, Ymir. Aquí en el culto de Axis, no hay juicios ni restricciones. De hecho, Eren y yo hemos decidido tener una relación abierta. —dijo con una sonrisa, sin darse cuenta del impacto de sus palabras.
Historia y Ymir se miraron, sorprendidas e incómodas. —¿Relación abierta? —repitió Historia, tratando de entender.
—Sí, es algo que permite la flexibilidad y la libertad. —Aqua continuó, sin percibir el malentendido—. En realidad, pueden ver nuestra relación como un ejemplo. —hizo una pausa, sin notar cómo sus palabras podían ser malinterpretadas—. La vida es mucho más fácil cuando no estás atada a las normas estrictas.
Ymir arqueó una ceja, dándose cuenta de la implicación. —¿Nos estás sugiriendo que deberíamos...?
Aqua, perdida en su propio entusiasmo, asintió. —Sí, deberían considerar unirse a nosotros. Es liberador.
Historia se sonrojó, sintiéndose incómoda y confundida. —Aqua, esto es... inesperado. —dijo, tratando de mantener la compostura.
Antes de que la conversación pudiera ir más lejos, Eren se unió a ellas, con Zelle en brazos. —¿Todo bien aquí? —preguntó, notando la tensión en el aire.
Historia y Ymir se excusaron rápidamente, dejando a Aqua y Eren solos. Aqua, aún sin darse cuenta de su error, suspiró. —Creo que no entendieron mi punto.
Eren, que había escuchado suficiente, frunció el ceño. —Aqua, tal vez deberías ser más cuidadosa con lo que dices. —murmuró—. No es el momento ni el lugar para ese tipo de conversación, especialmente durante el bautizo de nuestro hijo.
Aqua asintió lentamente, dándose cuenta de su error. —Tienes razón, Eren. —dijo en voz baja, sintiendo una punzada de vergüenza.
Habían vencido al Rey Demonio, y con su deseo, Eren había logrado que Aqua pudiera regresar a su puesto como protectora del planeta de Attack on Titan. Sin embargo, se le concedió un mes al año para estar con Eren y Zelle. Mientras se preparaban para despedirse por un año, Eren decidió abordar un tema delicado.
—Aqua, hay algo de lo que quiero hablar contigo —dijo Eren, tratando de encontrar las palabras adecuadas mientras miraba a Aqua con seriedad.
Aqua, consciente de que Eren tenía algo importante que decir, asintió. —¿De qué se trata?
—He estado pensando en nuestra relación abierta. —comenzó Eren—. Quiero saber si podríamos incluir a Historia.
Aqua se quedó en silencio por un momento, procesando la solicitud. Luego, una sonrisa apareció en su rostro. —Historia... sería la única persona a la que aceptaría que estuviera contigo. —admitió.
Con esa aprobación, Eren y Aqua buscaron a Historia y Ymir para discutir el tema. Las encontraron en una plaza tranquila, conversando en voz baja. Cuando Eren y Aqua se acercaron, Historia los recibió con una mirada curiosa.
—¿Qué pasa? —preguntó Historia, notando la expresión seria en el rostro de Eren.
Eren tomó una profunda respiración y comenzó a explicar. —Historia, Aqua y yo hemos estado hablando sobre nuestra relación abierta y nos preguntábamos si considerarías unirte a nosotros.
Historia parpadeó, sorprendida por la propuesta. —¿Unirme a ustedes? —repitió, tratando de procesar la solicitud.
Aqua asintió, sonriendo con la esperanza de hacer la situación más cómoda. —Sí, Historia. Serías bienvenida a nuestra relación. —dijo, sin darse cuenta de la implicación subyacente.
Ymir, que había estado escuchando en silencio, sintió una mezcla de emociones. Debería estar celosa o indignada, pero la situación se complicaba por el hecho de que Historia ya era parte del culto de Axis. Sabía que debía aceptar compartir a Historia con Eren debido a las enseñanzas del culto.
Historia, por otro lado, se encontraba en un dilema. Quería mantener la paz y no ofender a Aqua, pero por dentro sentía una mezcla de resignación y felicidad. —Bueno, yo... —comenzó, tratando de mantener la compostura—. Si es lo que creen que es mejor, acepto.
Ymir, observando la interacción, suspiró y decidió hablar. —Historia y yo ya hemos discutido la posibilidad de compartir más de nuestras vidas con otros. Si esto es lo que deseas, Historia, estaré de acuerdo.
Aqua, creyendo que había logrado un gran avance, sonrió aún más. —Perfecto. Estoy segura de que esto fortalecerá nuestros lazos. —dijo, sin darse cuenta del verdadero impacto de sus palabras.
Eren, aunque aliviado de que Historia hubiera aceptado, notó la tensión en el aire. —Gracias, Historia. Esto significa mucho para nosotros.
La mayoría del año, Eren e Historia compartían momentos juntos, lo cual era un escape de la rutina y las responsabilidades. Historia, emocionada por estas citas, solía contarle a Ymir cada detalle, sin darse cuenta del impacto que tenía en su pareja.
Una tarde, Historia y Ymir estaban sentadas en su habitación. Historia hablaba con entusiasmo sobre su último encuentro con Eren.
—Hoy fuimos al mercado con Zell. —comenzó Historia, sus ojos brillando con emoción—. Eren compró unos dulces para Zell y luego fuimos a un pequeño café. Fue tan lindo ver a Eren cuidando a Zell. Me hace pensar en cómo sería tener una familia con él.
Ymir escuchaba en silencio, sintiendo una punzada de celos y tristeza. Intentó sonreír, pero la incomodidad era evidente en su rostro. Historia, absorta en su relato, no lo notó.
—Y después de eso —continuó Historia—, volvimos a casa y Eren preparó la cena. Fue algo simple, pero... no sé, fue especial. Luego, cuando Zell se durmió, Eren y yo tuvimos un momento a solas. —Historia bajó la voz, como si estuviera contando un secreto picante—. Fue increíble, Ymir. Eren sabe cómo hacerme sentir...
Ymir sintió que su estómago se revolvía. Cada palabra de Historia era como una confesión de infidelidad, aunque sabía que había consentido en la relación. La situación se volvía insoportable, pero no podía decir nada sin parecer hipócrita o egoísta.
Historia siguió describiendo con lujo de detalles sus encuentros sexuales con Eren, sin notar el creciente malestar de Ymir. Finalmente, Historia lanzó una idea que sorprendió a Ymir.
—Sabes, Ymir, estaba pensando... ¿te gustaría vernos alguna vez? —preguntó Historia, sonriendo ingenuamente—. Creo que podría ser emocionante, y así podrías entender mejor cómo es nuestra relación.
La pregunta dejó a Ymir sin palabras. La incomodidad y la sensación de traición se intensificaron. Intentó mantener la calma, pero su voz temblaba ligeramente.
—Historia... no estoy segura de que eso sea una buena idea. —respondió, tratando de elegir sus palabras con cuidado—. No es que no confíe en ti, pero... esto es difícil para mí.
Historia frunció el ceño, confundida. —¿Difícil? Pero pensé que estabas de acuerdo con nuestra relación abierta. ¿No es así?
Ymir suspiró, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza. —Sí, lo estoy, pero eso no significa que sea fácil. Escuchar sobre tus momentos con Eren y verlo es diferente. Necesito tiempo para procesarlo.
Historia asintió lentamente, finalmente comprendiendo el dolor de Ymir. —Lo siento, Ymir. No quería hacerte sentir incómoda. Tal vez deberíamos hablar más sobre esto y encontrar una forma de que todos nos sintamos cómodos.
Ymir asintió, agradecida por la comprensión tardía de Historia. Aunque la situación seguía siendo difícil, al menos habían comenzado a abordar los sentimientos conflictivos que surgían en su complicada relación.
La mayoría del año, Eren e Historia compartían momentos juntos, lo cual era un escape de la rutina y las responsabilidades. Historia, emocionada por estas citas, solía contarle a Ymir cada detalle, sin darse cuenta del impacto que tenía en su pareja.
Una tarde, Historia y Ymir estaban sentadas en su habitación. Historia hablaba con entusiasmo sobre su último encuentro con Eren.
—Hoy fuimos al mercado con Zell —comenzó Historia, sus ojos brillando con emoción—. Eren compró unos dulces para Zell y luego fuimos a un pequeño café. Fue tan lindo ver a Eren cuidando a Zell. Me hace pensar en cómo sería tener una familia con él.
Ymir escuchaba en silencio, sintiendo una punzada de celos y tristeza. Intentó sonreír, pero la incomodidad era evidente en su rostro. Historia, absorta en su relato, no lo notó.
—Y después de eso —continuó Historia—, volvimos a casa y Eren preparó la cena. Fue algo simple, pero... no sé, fue especial. Luego, cuando Zell se durmió, Eren y yo tuvimos un momento a solas. —Historia bajó la voz, como si estuviera contando un secreto picante—. Fue increíble, Ymir. Eren sabe cómo hacerme sentir...
Ymir sintió que su estómago se revolvía. Cada palabra de Historia era como una confesión de infidelidad, aunque sabía que había consentido en la relación. La situación se volvía insoportable, pero no podía decir nada sin parecer hipócrita o egoísta.
Historia siguió describiendo con lujo de detalles sus encuentros sexuales con Eren, sin notar el creciente malestar de Ymir. Finalmente, Historia lanzó una idea que sorprendió a Ymir.
—Sabes, Ymir, estaba pensando... ¿te gustaría vernos alguna vez? —preguntó Historia, sonriendo ingenuamente—. Creo que podría ser emocionante, y así podrías entender mejor cómo es nuestra relación.
La pregunta dejó a Ymir sin palabras. La incomodidad y la sensación de traición se intensificaron. Intentó mantener la calma, pero su voz temblaba ligeramente.
—Historia... no estoy segura de que eso sea una buena idea. —respondió, tratando de elegir sus palabras con cuidado—. No es que no confíe en ti, pero... esto es difícil para mí.
Historia frunció el ceño, confundida. —¿Difícil? Pero pensé que estabas de acuerdo con nuestra relación abierta. ¿No es así?
Ymir suspiró, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza. —Sí, lo estoy, pero eso no significa que sea fácil. Escuchar sobre tus momentos con Eren y verlo es diferente. Necesito tiempo para procesarlo.
Historia asintió lentamente, finalmente comprendiendo el dolor de Ymir. —Lo siento, Ymir. No quería hacerte sentir incómoda. Tal vez deberíamos hablar más sobre esto y encontrar una forma de que todos nos sintamos cómodos.
Ymir asintió, agradecida por la comprensión tardía de Historia. Aunque la situación seguía siendo difícil, al menos habían comenzado a abordar los sentimientos conflictivos que surgían en su complicada relación.
Finalmente, después de meses de insistencia por parte de Historia, Ymir aceptó presenciar uno de sus encuentros. Historia estaba visiblemente emocionada y preparó todo con esmero.
La noche llegó, y Ymir se encontró en la habitación, sentada en una silla cerca de la cama. Eren y Historia comenzaron a besarse y desvestirse lentamente, ignorando la presencia de Ymir. A medida que la acción se intensificaba, Ymir no pudo evitar sentirse cada vez más incómoda, pero también notó que su cuerpo respondía de manera involuntaria.
Historia, en medio de la pasión, echó un vistazo a Ymir y notó que se estaba masturbando. Con una mezcla de culpa y excitación, Historia se detuvo y miró a Eren, luego volvió la vista a Ymir.
—Ymir... ven aquí. Únete a nosotros —dijo Historia, con la voz entrecortada por la excitación.
Ymir negó con la cabeza, sintiéndose aún más incómoda. —No, no puedo...
Historia se acercó a Ymir, acariciando su rostro. —Por favor, Ymir. Tú me enseñaste a tener una mente más abierta. No quiero que te sientas excluida. Ven, será maravilloso.
Ymir, sintiéndose atrapada y deseando complacer a Historia, finalmente accedió. Se acercó lentamente a la cama, y Historia la guió, integrándola en el acto. Aunque al principio Ymir se sintió torpe y fuera de lugar, la cercanía de Historia y Eren la ayudó a relajarse un poco.
Historia, con una mezcla de emociones, observaba cómo sus dos amores interactuaban. Aunque había esperado sentir celos, la situación la excitaba más de lo que imaginaba. La visión de Eren y Ymir juntos, ambos dentro de ella, le daba una extraña sensación de completitud.
A medida que la noche avanzaba, los tres se perdieron en la pasión, creando una experiencia que, aunque incómoda y conflictiva, también era intensa y liberadora. Las emociones y tensiones no desaparecieron, pero esa noche marcó un punto de inflexión en su relación, llevándolos a explorar nuevos límites y confrontar sus propios deseos y miedos.
En una noche tranquila en la mansión, el vapor cálido llenaba la enorme tina donde Historia y Ymir se relajaban. Sus cuerpos desnudos se entrelazaban bajo el agua, y las caricias suaves se convertían en un juego íntimo, sus manos explorando la piel de la otra. La conexión entre ellas era profunda, un lenguaje sin palabras donde el deseo fluía libremente.
Ymir cerraba los ojos, disfrutando de las manos de Historia que se movían con confianza, mientras sus propios dedos seguían el ritmo, provocando suspiros y gemidos ahogados. La tranquilidad del momento se rompió cuando Eren, recién llegado, entró al baño. Al ver la escena, una sonrisa se dibujó en su rostro, notando cómo Historia y Ymir se miraban, sus ojos llenos de una mezcla de lujuria y cariño.
Historia, al notar la presencia de Eren, se apartó suavemente de Ymir, sin dejar de tocarla, y lo llamó con una voz suave y seductora.
—Eren, ven. Únete a nosotras.
Eren no necesitó más invitación. Se deslizó en el agua, acercándose a las dos. Historia le dedicó una sonrisa traviesa, y sus manos encontraron las de Eren bajo el agua. A medida que sus cuerpos se acercaban, la tensión creció, convirtiéndose en un juego de seducción compartida.
Historia, con una mirada intensa, susurró en el oído de Eren. —Quiero que hagas algo por mí. Quiero que te cojas a Ymir por detrás mientras yo observo.
Ymir abrió los ojos, sorprendida por la petición de Historia. Aunque sentía una mezcla de incomodidad y excitación, las palabras de Historia la atraparon en el momento. Eren la miró, buscando algún signo de duda en sus ojos, pero lo que encontró fue una aceptación silenciosa, una respuesta tácita al deseo de Historia.
Eren se posicionó detrás de Ymir, sus manos recorriendo su espalda con firmeza, mientras Historia se apartaba ligeramente, observando la escena con una mezcla de expectación y placer. La atmósfera en la tina se volvió pesada, cargada de deseo. El agua ondulaba suavemente alrededor de ellos, como una manta que ocultaba los movimientos que comenzaban a intensificarse.
Historia, desde su posición, observaba cada detalle, sus ojos brillando con una mezcla de lujuria y posesión. Eren, moviéndose con cuidado al principio, sintió cómo la respiración de Ymir se aceleraba, y la tensión en su cuerpo se mezclaba con una entrega que sólo Historia podía haber provocado. Historia, sin apartar la mirada, mordió su labio inferior, disfrutando del control que tenía sobre ambos, deleitándose en la vista de sus dos amores fundiéndose en un solo acto.
La escena continuó, un torbellino de sensaciones, donde la línea entre el placer y el dolor se desdibujaba, y cada movimiento llevaba a los tres más allá de sus propios límites, explorando el oscuro y profundo abismo de sus deseos compartidos.
La Revelación
Ymir e Historia se encontraban en la casa de Eren y Aqua, un lugar que se había convertido en un refugio para momentos de complicidad y, a veces, para confrontaciones incómodas. Aqua estaba fuera, ocupada con asuntos del culto de Axis, dejando a las tres mujeres en una situación de calma tensa.
Historia: —Ymir, creo que deberíamos hablar con Eren esta noche. —dijo Historia, su voz llena de preocupación.
Ymir: —¿Sobre qué? —respondió Ymir, tratando de mantener su tono casual pero con una sombra de nerviosismo en sus ojos.
Historia: —Algo ha estado ocurriendo últimamente... y creo que sé qué es. —Historia suspiró, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de confesar.
La Posima Mágica
Las dos mujeres se miraron en silencio, cada una sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación. Historia sacó una pequeña botella de su bolso, una poción que había comprado en el mercado de Arcanretia.
La Confesión
Historia vertió la poción en dos copas pequeñas y le entregó una a Ymir. Ambas se miraron con una mezcla de determinación y miedo antes de beber el líquido. Era una poción de revelación, diseñada para confirmar sus sospechas. Después de unos momentos, una suave luz dorada emanó de sus cuerpos, sellando su destino.
Historia: —Estamos embarazadas, Eren. —dijo con una voz temblorosa, pero firme.
Eren: —¿Qué...? —Eren sintió que el mundo se tambaleaba a su alrededor. Las palabras de Historia lo golpearon como un torrente, cada emoción luchando por dominarlo.
Memorias y Miedos
Los recuerdos comenzaron a inundar la mente de Eren. Recordó el caos y el miedo del embarazo de Aqua. La maldición que casi los destruye, el clima inclemente que convirtió la boda en una pesadilla y el parto complicado en la iglesia donde Zell nació. Fue una experiencia que mezcló el terror con la felicidad, un momento de oscuridad con un rayo de luz.
Eren: —Esto... Esto es mucho. —Eren pasó una mano por su rostro, tratando de calmarse. Miró a Historia, la mujer a quien había amado en su vida pasada, y a Ymir, cuya presencia siempre fue un misterio.
Historia: —Sabíamos que podía pasar, Eren. Aqua y yo hablamos de esto. Si alguna vez sucedía, tú debías hacerte cargo. —Historia trató de sonar tranquilizadora, pero sus propias dudas se reflejaban en sus palabras.
Ymir: —Yo solo... Yo solo seguí a Historia. —Ymir confesó, sintiendo una mezcla de culpa y miedo. —No pensé en las consecuencias, y ahora estoy asustada.
Eren: —¿Y ahora qué? —Eren se sentó, mirando al suelo. —¿Qué vamos a hacer? ¿Cada una de ustedes cuidará a su hijo? ¿O esperan que yo me haga cargo de todo?
Las Decisiones
La sala quedó en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Eren sabía que, a pesar del caos, el nacimiento de Zell fue el momento más feliz de su vida. Pero ahora, enfrentaba la posibilidad de ser padre nuevamente, con todas las complicaciones que eso conlleva.
Historia: —No lo sabemos aún. Pero debemos enfrentarlo juntos. —Historia se acercó a Eren y tomó su mano. —Vamos a superar esto, como sea.
Ymir: —No sé cómo será. Pero no te preocupes, Eren. No espero que te hagas cargo de todo. Estoy aquí porque Historia me ama, y eso es lo que importa. —Ymir intentó sonreír, pero el miedo en sus ojos era evidente.
Eren: —Está bien. Lo resolveremos. —Eren apretó la mano de Historia y miró a Ymir con determinación. —No sé cómo, pero lo haremos.
En el Más Allá, Aqua llevaba su rutina de divinidad, pero siempre con la mente en el mundo terrenal, donde Eren y Zell la esperaban una vez al año. Estaba en medio de una de sus tareas cuando Eris apareció, su presencia elegante y etérea.
—Aqua, tengo noticias sobre Eren —dijo Eris con una voz suave pero seria—. Historia y Ymir están embarazadas.
El rostro de Aqua se endureció instantáneamente. Aunque sabía que era una posibilidad, y que incluso habían hablado de ello en sus acuerdos, la noticia le cayó como una bomba. El resentimiento y los celos se arremolinaron dentro de ella.
—¿Cómo puede ser? —exclamó, su voz temblando de ira—. ¡Lo sabíamos, lo hablamos, pero esto... esto es demasiado!
Eris intentó calmarla, pero Aqua no estaba dispuesta a escuchar. —Aqua, sabes que esto era parte del acuerdo. No puedes desquitarte conmigo.
—¡Lo sé! —gritó Aqua, sus ojos brillando de rabia—. Pero no cambia lo que siento. ¡No es justo!
Eris suspiró, manteniendo su compostura. —Tienes que aceptar que esto es parte de tu elección. No puedes arremeter contra mí por algo que tú misma aceptaste.
Aqua, furiosa y sin otra salida para su frustración, se desquitó con Eris, lanzando improperios y quejas hasta que la paciencia de Eris se agotó.
—¡Ya basta, Aqua! —Eris alzó la voz por primera vez—. Esto no te ayudará. Encuentra una forma de manejar tus sentimientos.
Aqua, aún enojada, decidió que haría algo más productivo con su rabia. Se calmó lo suficiente para pensar en un plan. Si Historia y Ymir estaban embarazadas, ella también podía estarlo. Volvería el próximo mes y seduciría a Eren para tener otro hijo. De esta manera, se sentiría superior, siendo la madre de dos de los hijos de Eren.
Cuando llegó el momento de su visita anual, Aqua llegó decidida. Eren la recibió con alegría, sin saber lo que Aqua tenía planeado. Durante la primera semana, se dedicaron a Zell, disfrutando del tiempo en familia. Pero Aqua no podía quitarse de la cabeza su plan.
Una noche, mientras Zell dormía, Aqua se acercó a Eren, vestida de manera provocativa. —Eren, hace tiempo que no tenemos un momento a solas.
Eren sonrió, acariciándola. —Tienes razón. Te he extrañado mucho.
Aqua lo besó con pasión, llevando la iniciativa. Se aseguraba de que cada toque, cada beso, fuera intencionado. Eren, sin sospechar, se dejó llevar por la intensidad del momento. Aqua, en su mente, repetía una y otra vez su objetivo: quedar embarazada nuevamente.
La noche fue una mezcla de emociones para Aqua. Aunque disfrutaba de la intimidad con Eren, cada movimiento estaba teñido por su deseo de superación y celos. Finalmente, después de varias noches de pasión intensa, Aqua se sintió satisfecha con su plan.
Unas semanas después, comenzó a notar los primeros signos. La confirmación de su embarazo la llenó de una mezcla de alivio y triunfo. Ahora, pensaba, tenía una ventaja sobre Historia y Ymir.
Cuando Eren se enteró, se mostró feliz y emocionado, sin saber del todo las motivaciones de Aqua. Para él, simplemente era otra bendición en su vida.
Así fue como, a través de una combinación de celos y determinación, nació la segunda hija de Eren y Aqua. Una situación nacida de la complejidad y las sombras de sus acuerdos y emociones, pero que, de alguna manera, unió más a la familia en su retorcida realidad.
Doce años después, el tiempo había pasado de manera distinta en el Más Allá en comparación con el mundo de Konosuba. Aqua regresó con su hija recién nacida en brazos, sorprendida por cuánto habían crecido sus otros hijos. Zell tenía ahora quince años, y sus medio hermanos, hijos de Ymir e Historia, tenían doce.
Aqua apareció en la casa de Eren, luciendo agotada pero decidida. Eren la recibió en la puerta, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y alegría al ver a Aqua con un bebé.
—Eren, estoy de vuelta —dijo Aqua, con una sonrisa cansada—. Y esta es nuestra hija.
Eren miró al bebé, sus ojos brillando con emoción. —Es hermosa, Aqua.
Dentro de la casa, Zell, ahora un adolescente, se acercó con curiosidad. Historia y Ymir, junto con sus hijos, estaban presentes también, sorprendidos por la llegada repentina de Aqua.
—¿Cómo has estado, mamá? —preguntó Zell, su voz ya cambiada por la pubertad.
Aqua sonrió y acarició la mejilla de Zell. —He estado bien, Zell. Te he extrañado mucho.
Historia y Ymir se acercaron con sus hijos, quienes miraban al bebé con ojos curiosos. La tensión era palpable, pero Aqua mantuvo su compostura, decidida a no dejar que los celos la dominaran esta vez.
—Hola, Aqua —dijo Historia, con una sonrisa cortés—. Es bueno verte de nuevo.
—Hola, Historia. Ymir —respondió Aqua, asintiendo hacia ambas—. Esta es nuestra hija. Se llama Luna Jueaguer Godness.
Ymir miró al bebé y luego a Aqua, sus ojos mostrando una mezcla de emociones. —Es linda. Felicidades.
Aqua asintió, agradecida por la cortesía. —Gracias. Estoy feliz de estar aquí con todos ustedes.
Durante la cena, la conversación giró en torno a los hijos y cómo había cambiado la vida en los últimos años. Aqua observó a Eren, Historia y Ymir, sintiendo una mezcla de orgullo y algo de celos. Sin embargo, su determinación de ser parte de la familia la mantuvo enfocada.
Esa noche, después de que los niños se fueron a dormir, Eren, Aqua, Historia y Ymir se reunieron en la sala de estar. Eren tomó la mano de Aqua, mirándola con seriedad.
—Aqua, hay algo de lo que tenemos que hablar —dijo Eren—. Sobre nuestra relación y cómo manejar todo esto.
Aqua asintió, consciente de la complejidad de la situación. —Lo sé, Eren. Quiero que seamos honestos y abiertos entre nosotros.
Historia y Ymir intercambiaron miradas, sabiendo que la conversación sería difícil pero necesaria. Historia fue la primera en hablar.
—Aqua, queremos que sepas que te respetamos y que queremos que esta familia funcione. Pero necesitamos entender cómo nos sentimos todos —dijo Historia con sinceridad.
Ymir asintió. —No es fácil, pero estamos dispuestas a intentarlo.
Aqua tomó una profunda respiración y asintió. —Estoy de acuerdo. Quiero que Luna crezca en un ambiente amoroso y comprensivo. Y estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para que eso suceda.
Eren, Historia y Ymir sonrieron, sintiendo un destello de esperanza. Era un paso pequeño pero importante hacia la construcción de una familia unida, aunque compleja y retorcida.
Con el tiempo, Aqua se adaptó a su papel de madre y esposa en su propio estilo único, mientras la familia continuaba navegando por las aguas turbulentas de sus relaciones. La llegada de Luna fue un nuevo comienzo, una oportunidad para demostrar que, a pesar de las diferencias y los celos, podían encontrar una manera de vivir juntos y apoyarse mutuamente en su retorcida pero unida realidad.
La vida en la casa de Eren se había convertido en una rutina casi comunitaria, con los cuatro hermanos de diferentes madres creciendo juntos bajo un mismo techo. A pesar de las tensiones y las complejidades de sus relaciones familiares, habían desarrollado una dinámica única y en ocasiones caótica.
Un Día Típico en la Vida de los Hermanos
Mañana
La casa se despertaba temprano, con el sonido del bebé Luna llorando para su primera comida del día. Aqua, que estaba en su mes anual con Eren y los niños, se levantaba para calmar a la pequeña.
—Buenos días, Luna —murmuraba Aqua mientras la alimentaba, su cabello azul desaliñado por el sueño—. Mamá está aquí.
Zell, el mayor, ya estaba despierto y haciendo ejercicios matutinos, una rutina que había adoptado de Eren. Su determinación y disciplina recordaban a Mikasa, aunque con un aire de superioridad por ser un semidiós. A menudo, miraba con seriedad por la ventana, como si siempre estuviera listo para cualquier peligro que pudiera acechar.
Zek, el hijo de Ymir, y Mika, la hija de Historia, también se levantaban temprano, aunque con menos entusiasmo. Zek, con su cabello rubio desordenado, se arrastraba hasta la cocina para tomar su desayuno, mientras Mika, con sus rasgos delicados y cabello castaño claro, ayudaba a Aqua con Luna.
—¿Qué hay para desayunar? —preguntaba Zek con un bostezo.
—Hoy tenemos pan fresco y fruta —respondía Historia, apareciendo en la cocina con una sonrisa—. ¿Listos para otro día de entrenamiento?
Mediodía
Después del desayuno, los niños se preparaban para sus actividades. Zell se entrenaba con su espada, bajo la supervisión de Eren, que nunca dejaba de exigirle lo mejor. Zek y Mika asistían a clases en la ciudad, donde aprendían habilidades diversas y magia, mientras Aqua y Ymir cuidaban de Luna y atendían las tareas domésticas.
La casa estaba siempre llena de actividad y ruido, con los niños corriendo por todas partes y las madres intercambiando responsabilidades. Aunque había momentos de tensión, también había risas y juegos.
Tarde
Las tardes eran menos estructuradas. Zell a menudo se encargaba de supervisar a sus hermanos menores, asegurándose de que estuvieran a salvo y siguiendo las reglas. Su actitud protectora a veces chocaba con la rebeldía de Zek y Mika, pero también mantenía un orden en la casa.
—¡Vamos, Zek! No puedes simplemente salir sin decir a dónde vas —regañaba Zell, cruzando los brazos.
—Relájate, Zell. Solo iba a la tienda —respondía Zek, rodando los ojos—. No soy un niño.
—Sigues siendo mi responsabilidad —replicaba Zell, su tono autoritario.
Mika, siempre curiosa y aventurera, se unía a las discusiones, a menudo tomando el lado de Zek. Aunque disfrutaba de los cuidados de Zell, también quería su propio espacio y libertad.
Noche
Las noches eran un momento de unión para la familia. Cenar juntos era una tradición, y aunque las conversaciones a veces eran tensas, también había momentos de calidez y camaradería. Eren solía contar historias de sus días luchando contra titanes, mientras los niños escuchaban con atención.
Después de la cena, Zell y los otros niños a menudo practicaban habilidades o juegos antes de acostarse. Luna, siendo aún un bebé, era atendida con ternura por Aqua, quien la acostaba con una canción suave.
Un Sentido de Comunidad
A pesar de las complejidades y tensiones, la familia había encontrado una manera de funcionar como una unidad. Los niños, aunque de diferentes madres, habían desarrollado un sentido de comunidad y protección mutua. Zell, con su actitud seria y protectora, actuaba como el líder no oficial, mientras Zek y Mika aportaban su propia dinámica a la mezcla.
La rutina diaria, aunque caótica, estaba llena de momentos de crecimiento y aprendizaje. Eren, Aqua, Historia y Ymir, aunque tenían sus diferencias, trabajaban juntos para crear un hogar donde sus hijos pudieran sentirse seguros y amados. A través de los altibajos, la familia seguía adelante, navegando las aguas turbulentas de sus relaciones con una resiliencia única.
Doce Años Después: Una Rutina de Tensión y Distancia
Mañana
Luna, ahora una adolescente de 15 años, se despierta temprano como de costumbre. Sin embargo, a diferencia de su hermano Zell, quien ya ha dejado la casa para perseguir sus propios sueños, Luna se siente atrapada en una rutina que la deja sintiéndose desvalorizada y sola.
—Buenos días, Luna —dice Mikasa, con su habitual tono severo mientras sirve el desayuno—. Hoy tienes entrenamiento en la mañana. No llegues tarde.
Luna asiente sin decir nada, recogiendo su plato con desgano. Aunque Mikasa la ha cuidado desde que era una bebé, su estricto régimen y rencores pasados han creado una barrera entre ellas. Zell era su favorito, y Luna no puede evitar sentir que nunca estará a la altura de esa sombra.
Zek y Mika también están en la mesa, ambos sumidos en sus propios mundos. Zek, con sus 12 años, muestra una actitud despreocupada, mientras Mika, de la misma edad, mantiene una calma distante.
—¿Qué tal tu entrenamiento ayer? —pregunta Luna a Zek, intentando romper el silencio.
—Bien —responde él, sin levantar la vista de su plato.
Mika simplemente suspira y se concentra en su comida, dejando claro que las interacciones familiares no son su prioridad.
Mediodía
Luna se dirige a sus clases de magia en la ciudad, sintiéndose cada vez más como una extraña. Mientras sus compañeros de clase socializan y se ríen, ella se queda a un lado, observando desde la distancia. La falta de una figura materna constante le ha dejado un vacío que sus tías Ymir e Historia no pueden llenar completamente, ya que están más enfocadas en sus propios hijos.
—Necesitas concentrarte más, Luna —le dice su instructor de magia, notando su falta de enfoque—. No puedes depender solo de tu herencia.
Luna asiente, esforzándose por mantener la compostura. Sabe que tiene potencial, pero la falta de apoyo emocional le pesa.
Tarde
Al regresar a casa, Luna encuentra a Zek y Mika en sus actividades respectivas. Zek está en el jardín practicando con su espada, mientras Mika lee un libro en la sala.
—¿Cómo les fue hoy? —pregunta Luna, tratando de involucrarse.
—Bien —responde Zek, sin mucho interés.
—Tengo que estudiar —dice Mika, cerrando su libro y levantándose para ir a su habitación.
Luna se siente aún más aislada. Sus intentos de conectar con sus hermanos suelen ser en vano, y la distancia emocional parece crecer con cada día que pasa.
Noche
La cena es un asunto tenso. Eren, aunque intenta mantener la armonía, no puede evitar sentir la distancia entre él y sus hijos. Aqua está de vuelta en su puesto celestial, dejando un vacío que afecta a toda la familia.
—¿Cómo estuvo tu día, Luna? —pregunta Eren, tratando de iniciar una conversación.
—Normal —responde Luna, sin mucha emoción.
Zek y Mika se limitan a comer en silencio, la tensión palpable en el aire. La ausencia de Aqua y la presencia esporádica de Ymir e Historia han dejado a los niños sintiéndose desorientados y desconectados.
Reflexión y Soledad
Después de la cena, Luna se retira a su habitación, sintiéndose más sola que nunca. La falta de una figura materna constante y el rencor de Mikasa la han dejado emocionalmente desprotegida. La rutina diaria se siente más como una carga que como una vida compartida.
Futuro de Desilusión
Estos años de distancia y desilusión sientan las bases para la futura ruptura entre Eren y sus hijos. Luna, Zek, y Mika crecen con un resentimiento que solo se profundiza con el tiempo. Al alcanzar la adultez, los tres se sienten alienados de su padre, llevándolos a buscar sus propios caminos lejos de la casa que nunca sintieron realmente como un hogar.
La rutina diaria de los hijos de Eren, marcada por la tensión y la falta de conexión, predice un futuro de separación y distanciamiento, donde las heridas emocionales infligidas en su juventud afectarán sus relaciones y decisiones en la vida adulta.
El Quiebre Final de la Familia
Cena Tensa
La mesa está llena de silencio, solo roto por el sonido de los cubiertos contra los platos. La tensión en el aire es palpable, como si todos esperaran que algo explote. Eren observa a sus hijos, sintiendo que algo inevitable está a punto de ocurrir.
—¿Cómo estuvo tu día, Luna? —pregunta, tratando de iniciar una conversación que parece más una formalidad que un verdadero interés.
—Normal —responde Luna, sin levantar la vista del plato.
Zek y Mika intercambian miradas, ambos claramente incómodos. Finalmente, Zek deja su tenedor y mira a su padre con una intensidad que Eren no ha visto antes.
—Papá, creo que hay algo que necesitamos decir —empieza Zek, su voz firme pero con un matiz de dolor.
—¿Qué es? —pregunta Eren, su corazón comenzando a latir más rápido.
—Para nosotros, nuestra única hermana es Mika. Solo tenemos dos madres, Ymir e Historia —declara Zek, su tono decidido y sin vacilación.
El impacto de sus palabras cae sobre la mesa como una bomba. Luna siente un nudo en el estómago, mientras Eren cierra los ojos, recordando una pelea similar con Zell años antes cuando se fue de casa.
—Zek, Mika... —Eren comienza, pero Zek lo interrumpe.
—No hay nada más que decir. Empacaremos nuestras cosas y nos iremos. No queremos seguir viviendo en esta mentira de familia.
La Despedida
Zek y Mika se levantan de la mesa y se dirigen a sus habitaciones. Historia, con lágrimas en los ojos, trata de detenerlos, pero Ymir la toma del brazo.
—Déjalos, Historia. Esto iba a pasar tarde o temprano. Las relaciones poliamorosas no son sostenibles —dice Ymir con una resignación que solo agrava el dolor de Historia.
Eren se queda en la mesa, sintiéndose impotente mientras observa cómo sus hijos se despiden de sus madres y se marchan, llevándose consigo no solo sus pertenencias, sino también los restos de una familia que nunca llegó a ser completa.
El Adiós de Luna
Luna, sintiendo una mezcla de tristeza y alivio, se queda atrás, observando la escena. Sabe que su momento también ha llegado.
—Papá, yo... —comienza, pero Eren la interrumpe, con una voz llena de dolor y resignación.
—Luna, sé lo que quieres decir. No tienes que quedarte por mí. Si quieres irte, vete. Haz lo que sientas que es mejor para ti.
Luna se siente desgarrada. Quiere quedarse, pero también sabe que necesita encontrar su propio camino, lejos de las sombras de sus hermanos y de la dolorosa historia de su familia.
—Quiero irme con mis amigos de aventura —confiesa finalmente, con lágrimas en los ojos.
—Entonces vete, Luna. Encuentra tu propio camino. —Eren dice, tratando de mantener la compostura—. Pero no me digas que volverás. Conozco ese sentimiento. No lo hagas más difícil.
Luna asiente, abrazando a su padre por última vez antes de salir por la puerta. Sabe que está dejando atrás un hogar que nunca sintió verdaderamente suyo, pero también sabe que necesita esta libertad para encontrar su propia identidad.
Conclusión
Eren se queda solo en la casa vacía, sintiendo el peso de sus decisiones y las consecuencias de sus relaciones. Se consuela sabiendo que Aqua volverá, aunque teme que incluso ella pueda alejarse con el tiempo.
La familia que intentó construir se ha desmoronado, dejando a Eren con un profundo sentimiento de fracaso. Pero en medio de la tristeza, hay una pequeña chispa de esperanza: el conocimiento de que, a pesar de todo, sus hijos tienen la oportunidad de encontrar su propio camino, libres de las complicaciones que él nunca pudo resolver.
Aqua en el Más Allá
Aqua estaba sentada en su trono celestial, disfrutando de un tranquilo momento de relajación, cuando Eris apareció frente a ella. La expresión seria de Eris contrastaba fuertemente con el habitual aire despreocupado de Aqua.
—Aqua, tengo noticias que probablemente te interesen —dijo Eris, tratando de medir sus palabras con cuidado.
—¿Qué pasa, Eris? —respondió Aqua, curiosa.
—Eren. Sus hijos. Todos se han ido, excepto Luna. Zek y Mika han abandonado la casa. Historia y Ymir también se han alejado de él.
Aqua soltó una risa amarga.
—¿Así que finalmente le han dejado? ¡Qué irónico! —dijo Aqua, sin ocultar su satisfacción—. Me resulta gracioso que, al final, su familia lo haya abandonado.
Eris, sorprendida por la reacción de Aqua, frunció el ceño.
—¿Cómo puedes encontrar eso gracioso, Aqua? ¿No te importa lo que le pase a Eren y a tus hijos?
Aqua suspiró, mirando hacia el infinito.
—Claro que me importa. Pero también me da nostalgia. Cada vez que veía a Zell y a Luna, siempre eran un año mayores. Siempre me preocupaba por ellos, y les puse mi bendición para que les fuera bien en la vida.
Eris no estaba convencida.
—Pero no puedes simplemente reírte de la situación. Es cruel e insensible.
Aqua se levantó de su trono, caminando lentamente mientras reflexionaba.
—No lo entiendes, Eris. Volver al mes a ver a Eren es un compromiso. Cada vez es más extraño ver cómo Eren envejece mientras yo sigo viéndome igual de joven que cuando lo conocí. Me pregunto cuánto tiempo vivirá Eren. Los matrimonios se anulan una vez que uno de los dos muere. Quizás, cuando eso suceda, esta farsa finalmente acabará.
Eris estaba consternada por la frialdad de Aqua.
—¿De verdad piensas así? ¿Sobre la familia de tu esposo?
Aqua se detuvo y miró a Eris con una mezcla de tristeza y resignación.
—No es que no me importe, Eris. Es que... tal vez esta situación nunca tuvo un final feliz posible. Tal vez era inevitable que todo se desmoronara.
Eris suspiró, sintiendo una mezcla de tristeza y frustración.
—A veces, Aqua, me sorprende lo insensible y cruel que puedes ser.
Aqua no respondió, simplemente mirando hacia el horizonte del más allá, perdida en sus propios pensamientos. Sabía que, a pesar de todo, la vida seguiría adelante, tanto para ella como para Eren y sus hijos, incluso si sus caminos ya no estuvieran entrelazados como antes.
Eren en la Vejez
La casa de Eren era un eco de lo que una vez había sido. Las paredes, antes llenas de vida y risas, estaban ahora desgastadas y agrietadas. La mansión que alguna vez tuvo se había reducido a una modesta casa de medianía, y la soledad se había convertido en su única compañía. Eren, a los 129 años, estaba prácticamente solo, un viejo ermitaño que vivía entre recuerdos de un pasado lejano.
Se encontraba sentado en una silla de madera, mirando por la ventana con una mirada ausente. Sus pensamientos viajaban a través del tiempo y el espacio, recordando a los amigos y seres queridos que se habían ido. Mikasa, Armin, Ymir, Historia, Porco, y los amigos que había hecho en el mundo de Konosuba como Megumin, Darkness y Walter. Todos habían fallecido, y Eren había asistido a sus funerales, uno tras otro, sintiendo la pesada carga de la pérdida.
Se preguntaba si esta vida interminable, esta existencia prolongada que parecía una maldición en sí misma, era el precio que había pagado por haber profanado a Aqua. Durante años, Eren había estado atormentado por la culpa, especialmente por esa noche en la que, borracho y perdido, había abusado de Aqua. Recordaba claramente su confusión, su angustia, y cómo había intentado convencerse de que todo había sido consensuado, pero en el fondo, sabía que había cruzado una línea.
La verdad se hacía más clara con el paso del tiempo. En su estado de soledad, Eren se enfrentaba a la dura realidad: había cometido un abuso, y esta vida interminable que ahora tenía podía ser el castigo que Aqua había predicho. En sus momentos más oscuros, se preguntaba si su existencia sin fin era en realidad una forma de maldición, un castigo eterno por sus pecados.
A pesar de todo, había algo que había aprendido a aceptar: la vida continuaba, y los meses pasaban mientras esperaba la visita de Aqua, que ya no era una ocasión esperada con ansias, sino un compromiso que aceptaba con resignación. Sabía que Aqua venía por obligación, no porque realmente lo amara. Las visitas se habían convertido en rituales predecibles, en los que la presencia de Aqua, tan fría y distante, solo le recordaba el vacío que había creado en su propia vida.
Eren miró el calendario en la pared. Sabía que aún faltaban meses para la próxima visita de Aqua. Pensaba en lo extraño que era ver cómo la gente que había amado envejecía, mientras él seguía siendo el mismo, eternamente atrapado en una existencia que no parecía tener fin. Las relaciones que había tenido, los amores y las amistades, se habían desvanecido, y él seguía aquí, como un eco del pasado.
En esos momentos de introspección, Eren se preguntaba si realmente había una forma de redención, o si estaba condenado a vivir esta vida interminable como un castigo por sus errores. La vida le había mostrado una cruel ironía: había sobrevivido a todos aquellos que había querido, y ahora se encontraba solo, enfrentando el peso de sus decisiones.
Mientras la noche caía sobre su casa de medianía, Eren se preparó para otro día más, esperando el momento en que Aqua llegara, como una sombra del pasado, para cumplir con un compromiso que ya no significaba mucho más que una visita de rutina. En el fondo, esperaba que, tal vez, algún día, pudiera encontrar paz con la eternidad que le había sido impuesta.
Un Nuevo y maravilloso Mundo para conquistar
La vida en Axel había seguido su curso, aunque llena de eventos inesperados y momentos inolvidables. Habían pasado varios décadas desde la última vez que los miembros de Axis se habían enfrentado a peligros realmente mortales. Y aunque la rutina parecía haber regresado a la normalidad, el paso del tiempo había traído consigo nuevos desafíos, algunas sorpresas, y muchos cambios en las vidas de Eren, Aqua, y su grupo de amigos.
Aqua, sentada en el comedor de la mansion de Eren, sorbía su taza de té mientras narraba los eventos más recientes a Eren, quien escuchaba distraído mientras acariciaba una foto de sus hijos. De Derecha a Izquierda del mayor al Menor, Zell, el Hijo que tuvo con Aqua, Mika, la Hija que Tuvo con Historia, Zek, El hijo que tuvo con Ymir cuando Historia le invito, y por ultimo Luna, La Hija que tuvo con Aqua.
Aqua: (suspira) "...Y después de toda esa confusión con Duke, el tipo resultó ser un ángel caído, ¿puedes creerlo? Pensó que podía reemplazar a Wiz como general del Rey Demonio porque creía que su puesto estaba vacío por su... 'inactividad'"
Eren: (sin levantar la vista) "¿Y qué pasó con él?"
Aqua: "Pues claro, se transformó en un lich, como era de esperarse. Por suerte, me encargué de él con un exorcismo adecuado. No sé qué se le pasó por la cabeza, pero al final no fue una amenaza. Sólo otro lunático más."
Eren: (arqueando una ceja) "¿Un ángel caído intentando reemplazar a Wiz? Parece el tipo de problema que atrae tu presencia."
Aqua: (fingiendo ofenderse) "¡Oye, yo no estoy diciendo que busco problemas, simplemente los problemas me encuentran! ¡Yo soy una diosa muy importante, no puedo evitar que personas como esa intenten desafiarme!"
Eren sonrió, sabiendo bien que la vida de Aqua estaba llena de situaciones absurdas y cómicas, pero la diosa siempre lograba salir adelante.
Aqua: "Y hablando de problemas, ¿recuerdas la prueba para Yunyun? Ella pasó varias pruebas para ser la nueva líder de los Magos Carmesí. Fue un desastre, por cierto, porque nadie parecía saber cómo lidiar con el hecho de que ahora ella estaba tomando el mando."
Eren: "Sí, parece que la pobre no tiene mucha suerte con los magos carmesí."
Aqua: "En fin, como si eso no fuera suficiente, apareció Seresdina. Esta sacerdotisa de Regina, con su poder mental, logró tomar control de todos los habitantes de Axel. Un desastre, pero afortunadamente Eren se encargó de ella."
Eren: (resopla) "Su poder de reflejar el caño que el causaran fue impresionante. Aunque, bueno, mi habilidad de regeneración me ayudó a resistir."
Aqua: (con tristeza) "Sí, lo sé... Pero lo peor vino después. Seresdina fue tan buena infiltrándose que, aunque la derrotamos, cai una crisis de existencia. Me sentí tan... perdida. Al final, decidí irme con mis seguidores de Axis a enfrentar al Rey Demonio."
Eren: (mirando a Aqua con seriedad) "¿Así que decidiste enfrentarte al Rey Demonio sola?"
Aqua: (asintiendo) "Sí, Eren. Necesitaba hacerlo. Fue mi forma de tomar control de mi destino. No quiero ser una diosa que dependa de otros, aunque...
Eren: (curioso) "Sí, Te segui, Venci al Rey Demonio, El que se apellidaba Ackerman. Pedí de deseo que pasaras un mes al año en Axel la familia. No sabía si te gustaria, pero al menos... quería que estuvieras con los niños durante ese tiempo."
Eren sonrió, aunque con un dejo de tristeza en los ojos. La relación con Aqua había tenido sus altibajos, pero ahora, más que nunca, parecía que el tiempo juntos era un lujo que ambos valoraban.
Aqua: "Y... cuando volví, acepté tu propuesta de tener una relación abierta, pero bajo mis propias condiciones, ¿te acuerdas?"
Eren: (asintiendo) "Sí, lo recuerdo. Las condiciones eran claras. Me sorprende que Historia y Ymir cumplieran esos requisitos"
Aqua: "Bueno, ahora estamos aquí. Pero ¿qué me dices de los hijos? Zek, Mika, Zell, Luna... ya son grandes, ¿verdad? El tiempo pasó tan rápido, y ahora ni siquiera se llevan bien conmigo. Ni siquiera con sus propios padres."
Eren: (en tono melancólico) "Sí. Los chicos se hicieron independientes rápidamente. Y... aunque en parte me siento orgulloso, también me duele que hayan crecido tan distantes."
Aqua: "No es solo que crecieran, Eren. Es que, para ser sincera, me da miedo que nos hayamos distanciado tanto. Que mi rol de diosa me haya hecho ser más distante de ellos. He fallado como madre. Aunque tú... tú también tienes algo que ver."
Eren: (con una ligera sonrisa) "Nosotros dos sabemos que no hemos sido los mejores ejemplos de familia. Pero todos estan vivos, ¿no?"
Aqua: (mirando a Zell con ternura) "Sí... Pero que no sea de la orden de Axis. Eso me mata por dentro."
Eren: (con voz firme) "No todo está perdido, Aqua. "
Aqua se quedó pensativa, recordaba como Zell jugaba alegremente de niño, sin la más mínima preocupación. Los niños de Eren, su familia, seguían su propio camino, pero para Aqua, el tiempo pasado parecía dejar un vacío.
La conversación se desvió hacia otros temas triviales,
Al final, Aqua pensó en la vida que había llevado y cómo la inmortalidad le daba una perspectiva diferente. Decidió que, por ahora, estaría feliz con los momentos que le quedaban, aunque no pudiera tener a todos a su lado para siempre.
En una sala de reuniones de la Corporación Kisaragi, los agentes más poderosos se encontraban reunidos. Astaroth, Belial, Lilith y el comandante Rokugo, Agente de Combate 6, estaban a punto de discutir el futuro de sus conquistas interplanetarias. La sala era moderna, austera y llena de pantallas digitales que parpadeaban con información confidencial.
Astaroth, con su habitual postura recta y profesional, se adelantó mientras sostenía un documento en sus manos. La ligera frustración era visible en su rostro, a pesar de que se mantenía en su usual fachada fría y calculadora.
Astaroth: (mirando a Rokugo) "Rokugo, felicidades por el éxito en la conquista de la mitad del planeta. La Corporación Kisaragi está muy satisfecha con tu desempeño. Sin embargo... no puedo evitar sentir un ligero malestar al saber que durante tu estancia allí, te distanciaste demasiado de los protocolos establecidos. En especial, me refiero a tu relación con la sacerdotisa local, Grimm."
Rokugo, que se encontraba reclinado en su silla con una expresión indiferente, apenas levantó la mirada. Había algo en Astaroth que le molestaba, aunque no lo demostraba.
Rokugo: (con tono relajado) "¿Sabes lo que dicen? 'Si las reglas no se ajustan a la situación, entonces la situación debe ajustarse a las reglas'. Grimm fue útil para los avances en el proceso de conquista. No hice nada que no fuera necesario."
Astaroth: (con frialdad) "Tus métodos no están en duda, Rokugo. Pero tu comportamiento, ¿debería ser una constante para tus futuras misiones? No es sólo por el caso Grimm, sino por lo que esto representa. ¿Crees que el tiempo entre tu misión de conquista y tus 'excesos personales' no afectó a tu rendimiento general?"
Rokugo no respondió de inmediato, tomando una breve pausa antes de hablar, claramente ya cansado de la conversación.
Rokugo: "Entiendo lo que dices. No voy a discutir el asunto más. Pero, honestamente, necesito unas vacaciones. Ya he conquistado dos planetas... dos, ¿entendido? Necesito tiempo para recargarme."
Lilith, que hasta ese momento había estado observando en silencio, intervino con una mirada desafiante, sus ojos brillando con indiferencia.
Lilith: (con una sonrisa traviesa) "Lo siento, pero no habrá vacaciones para ti, Agente 6. En este momento, tu trabajo es demasiado importante. La Corporación ha decidido que tienes una nueva misión. Un planeta que quedó pendiente después del fracaso del Agente 22...
Rokugo arqueó una ceja, y por un momento, se quedó en silencio.
Rokugo: (susurrando para sí mismo) "
¿Ese lugar de fantasía y caos?"
Belial: (con tono serio) "Exactamente. Sabemos que el Agente 22 falló en esa misión, pero esta vez, con tus capacidades, debería ser diferente. Queremos que termines lo que él comenzó."
Astaroth: (con una mirada evaluadora) "La situación en Konosuba no es sencilla. Habrá resistencia. No subestimes ese planeta."
Rokugo respiró profundamente, sintiendo la presión de la nueva misión. El cambio de tono en la sala lo hizo sentir aún más agobiado. Estaba cansado. Necesitaba algo más que trabajo, pero no parecía haber descanso para él.
Rokugo: (resignado) "¿Y qué más hay? ¿Qué se supone que haga con mi equipo?"
Lilith: "Hemos asignado a una nueva asistente para ti, una niña androide llamada Alice. Ella será tu asistente personal durante la misión."
Rokugo: (con incredulidad) " Otra Alice" Oigan, extraño a la anterior desde el incidente con Hiigari.
Belial: (sonriendo de manera cómplice) "Sí, lo sabrás pronto. Pero, además de Alice, puedes elegir a alguien más para acompañarte. Esta es una oportunidad para que utilices a otro agente si lo deseas."
Rokugo miró a los tres, sabiendo que no tenía opción. A pesar de sus quejas, la misión era lo único que realmente importaba, y si quería algo de apoyo, tendría que elegir a alguien.
Rokugo: (con tono serio) "Bien. Elegiré a alguien, pero esto... es la última vez que hago una misión sin descanso. Después de esta, tengo derecho a unas vacaciones, lo prometo."
Astaroth: "Eso lo veremos. La misión es lo primero. Si la completes de manera satisfactoria, discutiremos otros acuerdos."
Rokugo asintió, resignado a su destino. Sabía que era un agente de combate, y como tal, su propósito era conquistar, no descansar. A pesar de que la conversación había sido tensa, se levantó de su silla.
Rokugo: (mirando a sus superiores) "Entendido."
Astaroth, Belial y Lilith asintieron en silencio. Mientras Rokugo salía de la sala, Astaroth observó cómo se marchaba con una mirada pensativa.
Astaroth: (en voz baja, para sí misma) "Espero que esta vez puedas mantener tus prioridades en orden, Rokugo. Este trabajo requiere mucho más que habilidades de combate... requiere control."
Mientras tanto, en otro rincón de la sala, Lilith dejó escapar una pequeña risa mientras veía el cansancio en los ojos de Rokugo.
Lilith: (en voz baja a Belial) "Pobre Rokugo, el que no puede tener ni un solo respiro."
Belial: (sonriendo) "Nunca hay descanso para los verdaderos Combatientes."
Rokugo caminaba por los pasillos de la sede de la Corporación Kisaragi con paso firme, su rostro serio pero un tanto cansado. Los últimos días habían sido una mezcla de tensión y caos, pero la misión que tenía por delante no era algo que pudiera evitar. La idea de un nuevo planeta por conquistar lo impulsaba, aunque el precio por hacerlo le dejaba una sensación amarga.
Se detuvo frente a la puerta de la sala de descanso de los Agentes de Combate. Adentro, el hombre tigre, Rose y Viper estaban reunidos, como siempre, compartiendo un descanso entre misiones. Todos se giraron al escuchar el sonido de la puerta al abrirse.
Hombre Tigre: (sonriendo de manera feroz) "Rokugo, parece que finalmente te van a mandar al campo de batalla otra vez. ¿Seguro que no quieres quedarte por aquí con nosotros? Al menos podrías tomarte una buena cerveza antes de irte."
Rose: (levantando una ceja con una sonrisa burlona) "Tienes esa mirada de 'misión urgente'. Deberías relajarte un poco, amigo. Un par de días no te matarían."
Viper, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, miró a Rokugo con su expresión enigmática, como si intentara leer más allá de su apariencia. Su voz, suave pero firme, rompió el ambiente.
Viper: "No te harás más viejo por quedarte quieto, Rokugo. Aunque, por lo visto, esta misión no te da opción para descansar."
Rokugo sonrió ligeramente, asintiendo mientras pasaba su mirada por cada uno de ellos. Sabía que no había nada más que decir. La vida de un agente de combate no le ofrecía muchas opciones.
Rokugo: (en tono relajado) "Supongo que no, amigos. Pero no me preocupo. Lo que me pasa es que... es extraño. Extraño a la antigua Alice, la que me ayudó a conquistar el planeta desértico. Ella... parecía diferente. No sé, tal vez los recuerdos me están jugando una mala pasada."
Rose le lanzó una mirada curiosa, mientras el Hombre Tigre dio una risa profunda.
Hombre Tigre: "No te preocupes por eso, Rokugo. Siempre hay nuevas caras, nuevas personas. Alice no será la última."
Pero Rokugo no parecía estar escuchando. Su mente viajaba de vuelta al desierto, al momento en que Alice había sido su compañera en el campo de batalla. Con un suspiro, se giró para dirigirse al último lugar en el que quería estar, pero sabía que debía hacerlo: la habitación de Grimm.
Al entrar, Grimm estaba allí, sentada en su silla de ruedas, observando el interior de la habitación. Había algo casi trágico en su postura, su rostro severo pero con un atisbo de cansancio. Rokugo se acercó a ella con la intención de despedirse, pero cuando ella lo vio, su mirada se endureció inmediatamente.
Rokugo: (con tono amable) "Grimm... quería despedirme de ti antes de irme. Sabes, por todo lo que pasamos juntos..."
Grimm, sin levantar la vista, movió la silla de ruedas hacia un lado, apartándose de Rokugo.
Grimm: (con frialdad) "Agradece que no te mande una maldición que te mate o te deje inválido. Eso es lo que mereces, Rokugo."
Rokugo se quedó en silencio por un momento, sonriendo de manera sardónica. La respuesta de Grimm no le sorprendía, pero aún así le dolía un poco. A pesar de todo, había tenido momentos agradables con ella, momentos en los que sentía que había algo más que solo conquista y traiciones.
Rokugo: (riéndose suavemente) "Siempre tan dramática... No me vas a perdonar, verdad? "
Grimm no respondió, y eso le dio la confirmación a Rokugo de que no podía esperar nada más de ella. No podía cambiar el pasado, solo seguir adelante con lo que tenía. Al menos, podría despedirse con una sonrisa.
Con un último suspiro, Rokugo se dio la vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Sabía que las despedidas no servían de nada en este mundo, pero aún sentía la necesidad de hacerlo. A veces, lo único que quedaba era seguir adelante.
Al llegar a la sala de operaciones, Rokugo vio a Alice, la nueva androide asignada para la misión, de pie frente a la máquina de teletransportación. A pesar de que era una máquina avanzada, Rokugo no dejaba de sentirse incómodo con el proceso. Aún recordaba el primer transporte fallido que lo dejó suspendido a miles de metros del suelo, algo que jamás olvidaría.
Lilith, que estaba de pie cerca de la máquina, le dirigió una sonrisa. Su tono era casi burlón mientras observaba a Rokugo prepararse para el salto.
Lilith: (con tono juguetón) "No te preocupes, Rokugo. Esta vez no serás teletransportado a 3000 metros en el aire. Te va a salir mucho mejor. Sólo unos metros, sin tantas complicaciones."
Rokugo asintió, sin muchas ganas de discutir. Se puso el equipo de combate y se ajustó el casco, mirando a Alice, quien se mantuvo quieta, mirando con su típica expresión vacía.
Rokugo: (mirando a Alice) "Vamos, Alice. Este planeta no se va a conquistar solo."
Alice asintió de manera casi mecánica y se colocó junto a él. Ambos entraron en la máquina de teletransportación, listos para el salto.
Un par de segundos después, el aire frío del bosque de Konosuba les dio la bienvenida. La sensación de ser transportado a un planeta nuevo no había cambiado, pero ahora, al estar más cerca del suelo, la presión era mucho menor. Los dos cayeron suavemente sobre el suelo, aterrizando en el bosque cercano a Axel. Rokugo se levantó rápidamente, observando el entorno con sus ojos entrenados, mientras Alice también se ponía de pie, esperando instrucciones.
Rokugo: (mirando alrededor) "Aquí estamos
Alice: (sacando una jeringa con un líquido de tono verde) "Rokugo, antes de avanzar, necesitarás esto. Es una dosis de anticuerpos biónicos. Te protegerán contra las enfermedades locales."
Rokugo: (mirándola con una ceja levantada) "¿Anticuerpos? Ah, claro, no vaya a ser que este planeta tenga algo raro que me haga caer muerto. Bien, hazlo rápido."
Alice, sin mostrar emoción, inyecta el fluido en el brazo de Rokugo, quien apenas se inmuta. El agente siente una breve sensación de calor recorriendo su cuerpo, pero rápidamente vuelve a la normalidad. Juntos continúan su marcha a través del bosque, hasta que finalmente llegan a la vista de una ciudad con torres bajas y casas de estilo medieval.
Rokugo: (recordando mientras observa Axel desde la distancia) "Así que esta es la famosa ciudad de Axel… Según el informe del Agente 22, es 'la ciudad más peligrosa y, al mismo tiempo, la más tranquila'. Menuda contradicción.
Mientras entran a la ciudad, los habitantes los observan de reojo, sorprendidos por la ropa militar de Rokugo, en contraste con sus propias vestimentas medievales.
Rokugo: (en tono pensativo) "El reporte decía que los locales no se impresionan demasiado por la ropa… Tal vez esta sea otra de las 'ventajas' de estar en una ciudad como esta."
Alice: "Ajustaré tu chip de lenguaje, así podrás comunicarte con los nativos sin problemas."
Rokugo siente una breve vibración en su cráneo y, de repente, todos los letreros, las conversaciones y hasta las voces de las personas a su alrededor comienzan a tener sentido. Con una pequeña sonrisa satisfecha, se dirige hacia una gran edificación al final de la calle principal: el gremio de aventureros.
Al entrar al gremio, Rokugo y Alice se abren paso entre una multitud de aventureros que conversan, beben y discuten sobre las próximas misiones. Rokugo observa el ambiente con una mezcla de interés y cautela mientras se dirige a la barra.
Rokugo: "Una cerveza. Y para ella también."
La camarera, una mujer robusta y de sonrisa alegre, los mira de arriba abajo antes de fruncir ligeramente el ceño.
Camarera: "¿Tienen con qué pagar?"
Alice se adelanta, mostrando su expresión inmutable mientras improvisa.
Alice: "En realidad… somos viajeros de muy, muy lejos. Nos robaron en el camino y no tenemos nada con qué pagar."
La camarera los mira con sospecha, pero luego su expresión se suaviza, como si estuviera acostumbrada a situaciones similares.
Camarera: (encogiéndose de hombros) "Sin dinero, no hay cerveza. Pero aquí en Axel, encontrar trabajo es fácil. Si están interesados, siempre hay vacantes de albañiles y demás trabajos manuales."
Rokugo hace una mueca, recordando las palabras del informe de Agente 22 sobre los "trabajos de supervivencia" en este mundo y cómo terminó haciendo labores de construcción al inicio de su misión.
Rokugo: (murmurando) "¿De verdad? ¿Trabajos de albañilería…?
.
Rokugo se encontraba en una construcción, mezclando mortero y levantando ladrillos bajo el inclemente sol. Al mirar hacia un lado, veía a Alice, quien, a pesar de su actitud estoica, no hacía gran cosa debido a su limitada fuerza de "niña". Sus intentos de levantar ladrillos y cargar herramientas eran casi cómicos, y más de un albañil le lanzó una mirada de reprobación.
Rokugo: (suspirando mientras acomoda un ladrillo) "Vaya ayuda, Alice. ¿No podían hacerte al menos un poco más fuerte? Podrías aligerarme un poco el trabajo."
Alice: "Mi diseño fue optimizado para soportar sistemas avanzados de inteligencia, no para trabajos físicos pesados."
Rokugo intentó buscar algún signo de humor en su tono, pero la androide seguía igual de seria. Mientras trabajaba, recordaba la descripción del agente 22 sobre Axel, mencionando que aquí cualquiera podría de repente hacer cosas extraordinarias, como levantar paredes de un solo golpe o mover agua con magia. Sin embargo, después de horas de trabajo manual, su esperanza de ver algo fuera de lo común ya había desaparecido. Todo el día fue una experiencia tediosa, sin un solo hechizo de hidroquinesis ni una pizca de magia.
Cuando terminó la jornada, contaba sus monedas con frustración. Apenas le alcanzaba para un poco de pan y una jarra de agua. Fue al mercado, compró lo necesario, y luego se dirigió a preguntar en las posadas de la zona. En cada lugar le daban la misma respuesta: alojamiento caro, casi imposible de pagar con el sueldo diario de un albañil.
Posadero: "Si estás corto de dinero, siempre puedes dormir en los establos de Axel. No es gratis, pero mucho más barato que una cama."
Rokugo: (con resignación) "¿Los establos…? ¿Esto es en serio?"
Alice: "Parece que las condiciones de vida aquí no son tan diferentes a las que enfrentó el Agente 22 en su momento. Quizá deberíamos considerar ese alojamiento temporal hasta que reunamos fondos suficientes para algo mejor."
Rokugo: (exasperado) "¡Genial! Aquí estoy, un agente de élite de Kisaragi, dormirá en un establo como si fuera un… aventurero en apuros."
Sin otra opción, se dirigió al lugar que le habían indicado, donde le cobraron una tarifa mínima y lo guiaron hacia un rincón oscuro del establo. Mientras se recostaba en una cama de paja, miró hacia el techo, pensando en lo mucho que su misión había comenzado a parecerse a una serie de desventuras improvisadas.
Rokugo: (mirando al techo) "Si Astaroth me viera ahora, creo que se moriría de risa. Es como si este planeta conspirara para hacerme la vida lo más incómoda posible."
Alice, quien estaba de pie junto a él, lo observaba con la misma calma de siempre.
Alice: "Rokugo, es preferible que intentes descansar. Mañana podríamos reunir más información sobre los recursos y potencialidades de Axel."
Rokugo: "Sí, claro… más albañilería. Ya sabes, Alice, cuando termine esta misión, no solo quiero vacaciones. Exijo unas con spa incluido."
Cerró los ojos, resignado, mientras Alice mantenía su vigilancia en silencio.
Al día siguiente, Rokugo volvió a la obra, con la misma rutina agotadora de albañilería. De nuevo, no observó ninguna hazaña sobrenatural o muestra de magia entre sus compañeros de trabajo. Empezaba a pensar que el agente 22 había exagerado o se había burlado de él con esas descripciones de "aventuras mágicas" y gente capaz de levantar edificios con hechizos.
Al salir de la construcción con su paga del día, se dio cuenta de que necesitaba algo más que pan para saciar su hambre y decidió probar suerte en el bosque cercano para cazar algo. Sin embargo, tan pronto como pisó el área arbolada, comenzó a notar cosas extrañas.
Primero fue una flor. Al acercarse, la planta se sacudió y, para sorpresa de Rokugo, sacó pequeñas raíces como patas y salió corriendo en dirección opuesta.
Rokugo: (mirando la flor escaparse) "¿Qué demonios fue eso? ¡Una flor con patas! No lo puedo creer..."
Poco después, intentó arrancar unas lechugas de un claro, solo para que estas también se defendieran: de la tierra surgieron más lechugas que saltaron hacia él, lanzándole golpes improvisados con sus hojas en una especie de ataque coordinado.
Rokugo: (dando un paso atrás y sacudiéndose las lechugas) "¡¿Me están atacando unas malditas verduras?! ¡Es oficial, este planeta está loco!"
Alice, quien lo había seguido en silencio, observó la escena con su típica calma analítica.
Alice: "Rokugo, según los informes del agente 22, este tipo de flora es común en esta región. Debe estar preparado para enfrentar plantas y vegetales hostiles."
Rokugo: (exasperado) "¡Eso me hubiera sido útil antes de ser emboscado por un grupo de lechugas rabiosas! Este lugar tiene escrito 'locura' por todas partes."
Recuperando la compostura y alejándose del claro, Rokugo decidió que por el momento sería mejor evitar el bosque. Sin comida más que el pan que había comprado, se dirigió de vuelta a Axel, ya casi resignado a una noche más en los establos.
Mientras se acomodaba en la paja para dormir, repasó mentalmente los eventos del día. Por primera vez, empezó a creer en serio en el extraño informe del agente 22 y su advertencia sobre lo impredecible de este mundo.
Rokugo: (mirando al techo de madera del establo) "Tal vez el loco del agente 22 no exageraba tanto… Si me atacan unas papas al día siguiente, voy a perder la cabeza."
Esa noche, mientras Rokugo intentaba dormir en el establo, sintió una extraña incomodidad, como si algo le faltara. Después de un rato, lo entendió: desde que había llegado a este planeta, no había molestado a ninguna chica para ganar sus famosos "puntos malos". Esto era raro, considerando que acumular puntos le permitiría canjearlos por equipo o mejoras de Kisaragi mediante su brazalete mini-transportador.
Entonces recordó un detalle crucial. Hace tiempo, en el planeta que antes era Attack on Titan, había tenido un romance fugaz con la sacerdotisa Grimm. Al enterarse de que solo era "la otra" y no su novia oficial, Grimm le había lanzado una maldición. De la nada, había eliminado completamente su libido, dejándolo incapaz de disfrutar ese tipo de placer.
Rokugo: (gruñendo para sí mismo) "Maldita Grimm… Me lanza una maldición y me deja aquí sin poder ni ganar mis puntos malos en paz."
Resignado, volvió a su rutina como albañil, trabajando durante una semana completa, sin notar nada particularmente extraordinario. Ya cansado y sin expectativas, finalmente decidió renunciar. Decidido a probar suerte con el gremio de aventureros, se dirigió hacia allí con Alice.
Al llegar al gremio, la lista de misiones en el tablón le resultó decepcionante. Nada parecía realmente desafiante, y desde luego, no había nada que pareciera acercarse a las hazañas descritas por el agente 22. Alice, tomando la iniciativa, preguntó a la recepcionista si tenían alguna misión de cazar sapos gigantes.
Recepcionista: (con una sonrisa amable) "Oh, hace unos veinte años que no ha sido necesaria ninguna misión para cazar sapos gigantes. Desde la derrota del Rey Demonio, los monstruos han disminuido en tamaño y en poder considerablemente."
Rokugo: (cruzado de brazos, suspirando) "Rey Demonio… Claro, en este mundo también hay uno. Eso no es nada nuevo."
Recepcionista: "Hubo como trece reyes demonio hace unos veinte años. Hoy en día, no hay ninguno, solo algunos candidatos aspirando al título. Los que los vencieron en su momento fueron reconocidos héroes, poderosos hechiceros, valientes guerreros, sacerdotes… y el sujeto que está allá en la mesa."
La recepcionista señaló a un hombre sentado solo, comiendo de manera despreocupada. Era un hombre de mediana edad, con la mirada cansada, pero claramente fuerte, con un aire de melancolía.
Rokugo: (mirándolo de arriba abajo, con una ceja alzada) "¿Ese tipo? ¿El que parece a punto de quedarse dormido en su sopa?"
Recepcionista: (asintiendo) "Él es Eren Jaeger, el héroe que derrotó al Rey Demonio local. En sus días de gloria, la gente lo consideraba un guerrero legendario."
Sin darle mucha importancia, Rokugo giró la vista hacia la pared del gremio, donde había un retrato de Eren en su juventud. En la imagen, lucía mucho más joven, con una expresión de determinación feroz y un brillo de rebelión en los ojos. Rokugo, al leer el nombre "Eren Jaeger" en la placa, sintió que algo dentro de él se helaba. Recordó haber estudiado sobre ese mismo nombre en los informes de el planeta desertico: Eren Jaeger, el revolucionario responsable del "Retumbar" que arrasó con naciones enteras antes de su muerte, hacía siglos.
Rokugo: (murmurando para sí mismo, incrédulo) "…No puede ser. Ese tipo murió hace siglos en otro planeta. Esto tiene que ser una coincidencia, ¿verdad?"
Alice lo miró, captando su confusión, pero antes de que pudiera decir algo, Rokugo sacudió la cabeza, despejándose. Necesitaba confirmar más antes de hacer suposiciones
Aún impactado por la posibilidad de que este "Eren Jaeger" fuera el mismo del que hablaban las leyendas de su planeta natal, Rokugo se dirigió a investigar más sobre el héroe local y su historial de misiones. Pronto descubrió que Eren no solo tenía el récord de más misiones completadas a nivel mundial, sino que ostentaba títulos como "Cazador de Dragones" y "Héroe de Guerra". Pero lo que realmente inquietó a Rokugo fue ver que en su lista de habilidades estaba "Titán", el mismo término usado para designar a las criaturas del planeta desértico que él mismo había conquistado.
Decidido a averiguar más sobre el sistema de aventureros de este mundo, Rokugo optó por registrarse en el gremio. Se acercó a la recepcionista y eligió una misión sencilla: cazar al "Cazanovatos", un monstruo conocido por emboscar a aventureros inexpertos. La recepcionista le indicó que colocara su mano sobre una esfera mágica para completar su registro. Aunque insistió en presentarse como "Sentōin Roku-gō", la esfera reveló su verdadero nombre: Yusuke Shirai.
Recepcionista: (sorprendida al ver la información) "Vaya, sus estadísticas son impresionantes, señor Shirai. De hecho, son las más altas que hemos visto en veinte años. Solo las superan las del héroe Eren Jaeger… y las de su esposa, Aqua."
Rokugo: (frunciendo el ceño, recordando sus misiones anteriores) "Tsk… estadísticas, poderes… ¿Qué tiene de especial este tipo?"
Sin esperar más explicaciones, Rokugo pidió rápidamente la clase de "Maestro de la Espada", simplemente porque era la primera opción que vio. Sin interés en los detalles adicionales, tomó el volante con la misión y se dirigió con Alice hacia la cueva del Cazanovatos.
En el camino, se encontraron con un grupo de goblins que parecían ser esclavos del Cazanovatos, quienes intentaron emboscarlos en medio del bosque. Rokugo notó rápidamente la astucia del monstruo, que había dispuesto a los goblins como cebos y señuelos. Sin embargo, con la fuerza sobrehumana que le otorgaba su traje y la ayuda de un rifle de caza que Alice canjeó usando sus puntos malos, Rokugo eliminó a los goblins y se internó en la cueva.
Finalmente, el Cazanovatos apareció: un enorme tigre blanco, con la inteligencia suficiente para organizar trampas y estrategias. Pero Rokugo, acostumbrado a enfrentar criaturas de tamaños y poderes abrumadores en el planeta desértico, lo despachó sin mucho esfuerzo.
Rokugo: (limpiándose el polvo de su ropa tras eliminar al tigre) "He peleado con cosas peores en el desierto. Esto fue un calentamiento."
Alice asintió, observando cómo la misión había sido completada con facilidad, y registró los resultados en su chip. Rokugo se sentía satisfecho, aunque en el fondo seguía cuestionándose cómo era posible que un mundo tan "tranquilo" como el que describía el reporte del agente 22 tuviera leyendas y personajes con habilidades tan similares a las de su planeta conqusitado.
Tras completar la misión y recibir la recompensa, Rokugo caminaba de regreso al gremio, esperando, en cualquier momento, ver a algún habitante local lanzando explosiones o desatando un caos masivo como el que el agente 22 había descrito en su reporte. Sin embargo, la ciudad seguía tan tranquila y pacífica como siempre, sin señales de magia alocada ni villanos atacando al azar.
Al pasar por los campos cercanos a Axel, Rokugo no pudo evitar notar la cantidad de cráteres repartidos por el área. Parecía como si alguien hubiera lanzado bombas en el mismo lugar día tras día, dejando enormes marcas en el paisaje. Aunque no había explosiones recientes, los cráteres le recordaban que, en algún momento, este lugar probablemente fue el escenario de muchas batallas o… experimentos mágicos no tan controlados.
Rokugo: (frunciendo el ceño) "¿Quién diablos estuvo bombardeando este lugar? Si esto fue cosa de aventureros, ya empiezo a entender por qué el agente 22 decía que esta ciudad era una mezcla entre pacífica y peligrosa."
Esa noche, de regreso en los establos donde había decidido dormir para ahorrar dinero, Rokugo se sentía inquieto. Miraba su brazalete mini-transportador, que mostraba que sus puntos malos estaban peligrosamente bajos. Sin ellos, no podría canjear equipamiento de Kisaragi. Por más que intentaba, no sentía ningún impulso de hacer alguna travesura que le diera puntos, y era consciente de quién era la culpable de su falta de motivación.
Rokugo: (gruñendo para sí mismo) "¡Maldita Grimm! Esa maldición de libido es peor de lo que pensé. No puedo hacer nada para ganarme puntos malos si no siento ganas de fastidiar a nadie."
Alice, que estaba de guardia, lo miró de reojo mientras él refunfuñaba en la oscuridad, sin entender del todo el dilema de su compañero.
Alice: "Tal vez si intentas hacer maldades sin depender de impulsos naturales, podrías ganar los puntos que necesitas. Las intenciones cuentan para el sistema, ¿no?"
Rokugo: (suspirando) "Sí, pero no es lo mismo sin… ya sabes… sin el interés."
Al día siguiente, Rokugo volvió al gremio y, para su sorpresa, vio al hombre que le habían señalado como "Eren Jaeger" acompañado de una mujer extremadamente joven y hermosa, que parecía más bien una chica de dieciocho años. La escena era peculiar: a juzgar por las miradas y el ambiente tenso entre ambos, parecían tener una relación complicada, con una mezcla de camaradería y agotamiento mutuo.
Rokugo: (mirando a Aqua, impresionado) "¿Qué hace una chica así con ese viejo? Esto no tiene ningún sentido…"
Pero justo cuando Rokugo intentaba adivinar la historia detrás de esta extraña pareja, Aqua notó algo peculiar en él. De inmediato, su mirada se tornó severa.
Aqua: "Oye, tú, el raro de la ropa militar. Tienes una maldición encima, ¿verdad?"
Rokugo: (sorprendido) "¿Eh? Maldición… ¿yo?"
Sin darle tiempo a replicar, Aqua levantó la mano y pronunció un hechizo de purificación. Una luz brillante envolvió a Rokugo, cubriéndolo completamente. No tuvo tiempo de procesar lo que estaba sucediendo antes de sentir una energía extraña fluir por su cuerpo.
Aqua: "¡De nada! Acabo de liberarte de esa maldición horrible. Puedes agradecerme luego."
En cuanto Aqua terminó de hablar, Rokugo sintió algo extraño en su interior: una oleada de energía y... un despertar repentino de su libido. Fue como si todas esas ganas reprimidas volvieran a él de golpe. Incapaz de controlarse, sin pensar, su mirada se dirigió instintivamente debajo de la falda de Aqua.
Aqua: (dándose cuenta de inmediato) "¡¿Qué estás haciendo, pervertido?!"
Rokugo: "¡E-Espera, no fue intencional! ¡Es... fue como un reflejo!"
La reacción fue instantánea. Aqua, enfurecida, le dio un fuerte golpe en la cabeza, y Eren, notando lo que sucedía, se levantó de su asiento con los ojos llenos de furia.
Eren: (se paró junto a Aqua) "¿Así que este idiota piensa que puede faltar al respeto de esa forma? Ya verás…"
Antes de que Rokugo pudiera reaccionar, Eren lo levantó de la camisa y le dio un puñetazo en el estómago, haciéndolo doblarse del dolor.
Rokugo: (tratando de recuperar el aliento) "¡Oye, calma! ¡No sabía que esto era tan serio!"
Aqua: "¡Claro que es serio! ¿Qué clase de degenerado mira debajo de la falda de una dama nada más porque sí?"
Rokugo: (en su defensa) "¡Fue el hechizo! Recuperé mi… libido de golpe…"
Alice: (observando desde una esquina) "Bueno, eso explica por qué no has ganado puntos malos últimamente. Parece que el sistema necesitaba… un poco de ayuda externa."
Aqua le lanzó una mirada asesina, y Eren estaba preparado para darle otro golpe. Sin embargo, la tensión fue interrumpida por la recepcionista, quien trató de mediar en la situación antes de que se desatara una pelea en el gremio.
Recepcionista: "Por favor, todos, calmémonos.
Más tarde, Rokugo recibió una nota de Eren, citándolo a un encuentro fuera de Axel. Intrigado y aún con el ego tocado por el altercado, Rokugo decidió aceptar la invitación.
Al llegar al punto de encuentro, Eren y Aqua ya estaban allí. Eren lo miró con seriedad, mientras que Aqua lo observaba con los brazos cruzados, con una expresión de desdén. Rokugo, sin perder la oportunidad, lanzó una provocación.
Rokugo: "¿Qué pasa, viejo rabo-verde? ¿Así que sales con chicas que podrían ser tus nietas?"
Eren: (entrecerrando los ojos) "Ten más respeto. Además, ella no tiene la edad que aparenta."
Aqua: (asintiendo y luego frunciendo el ceño) "¡Eso! Yo… ¡espera, ¿qué quisiste decir con eso, Eren?!"
Eren tragó saliva, intentando ignorar la mirada fulminante de Aqua. En lugar de responder, se mordió la mano con fuerza, activando su habilidad de titán. Rokugo retrocedió al ver cómo de la herida de Eren brotaban músculos que formaban dos enormes brazos de Titán parcial que lo rodearon y atraparon en un agarre firme.
Rokugo: (sorprendido) "¡¿Qué demonios…?!"
Con los brazos titánicos presionándolo, Rokugo comenzó a recordar el reporte del "agente 22" y la mención de los poderes de titán que Eren poseía. No obstante, no había anticipado que su agarre fuera tan brutal. Afortunadamente, su traje de combate absorbía gran parte del impacto, permitiéndole resistir… aunque no por mucho.
Rokugo: (girando la cabeza hacia Alice) "¡Alice! ¡Haz algo! ¡Esto ya está demasiado intenso!"
Alice: (evaluando la situación) "Canjeando tus puntos malos para obtener un rifle… listo."
Alice materializó un rifle de caza y se lo lanzó a Rokugo, quien rápidamente apuntó hacia las uniones de los brazos de Titán, buscando un punto débil. Disparó a los ligamentos de los brazos que lo apresaban, tratando de interrumpir la conexión nerviosa.
Eren: (sorprendido) "¿Qué demonios es eso? ¿Cómo... invocaste eso?"
Aqua: (mirando a Alice, boquiabierta) "¡No puede ser! Esos son... ¡artículos de la Corporación Kisaragi!"
Rokugo: (sonriendo) "Oh, ¿así que sí has oído de nosotros? Esto se pone interesante."
Mientras los brazos de Titán de Eren se debilitaban por los disparos, él soltó a Rokugo, aunque mantuvo la guardia en alto, claramente sorprendido por el armamento que Rokugo y Alice podían "invocar" al instante. Aqua, a su vez, se cruzó de brazos, mirándolos con suspicacia.
Aqua: "Así que son de Kisaragi… pero, ¿qué hacen aquí? ¿Por qué están causando problemas en Axel?"
Rokugo: "Vamos, solo quería puntos malos. ¡Nada personal! Pero… ¿qué tal si tú y yo nos llevamos bien? Con ese talento para purificar maldiciones, podrías ser una gran aliada."
Eren: (cruzando los brazos, serio) "Tú no eres más que un problema. No te metas con nosotros ni con Axel."
Alice: (murmurando) "Parece que los rumores sobre los aventureros de aquí no estaban del todo equivocados…"
Aqua aún los miraba con suspicacia, especialmente a Alice, quien le parecía demasiado avanzada para ser una simple niña. Rokugo sonrió, tomando su rifle y listo para cualquier cosa que la peculiar pareja pudiera hacer a continuación.
Tras el tenso enfrentamiento con Eren y Aqua, Rokugo y Alice decidieron retirarse estratégicamente para evitar más complicaciones. Mientras se alejaban de la zona, Rokugo reflexionaba sobre el curioso comportamiento de la gente en Axel y sobre la posibilidad de aprovechar alguna tecnología que le permitiera volver a la Corporación Kisaragi para obtener refuerzos.
Rokugo: "Hey, Alice, ¿no mencionó el agente 22 en su informe que había construido una máquina teletransportadora por si necesitaba retirarse a Kisaragi? Si logramos encontrarla y repararla, podríamos traer refuerzos."
Alice: (evaluando la propuesta) "Sí, lo mencionó. Aunque, considerando el estado tecnológico limitado de este planeta, rastrear dónde ocultó esa máquina podría ser difícil. Y recuerda, él era un espía en este mundo, así que es probable que no la haya dejado en un lugar obvio."
Rokugo: (encogiéndose de hombros) "Bueno, el agente 22 dijo que lo descubrieron, pero según él, no les importó mucho. Quizás, después de todo, solo nos veían como inofensivos. Este mundo parece demasiado confiado."
Mientras Rokugo y Alice trazaban sus planes, en el otro extremo, Eren escuchaba con interés la explicación de Aqua, quien parecía haber comprendido la magnitud de la situación.
Aqua: "Eren, cuando tú pediste tu deseo para reconstruir tu cuerpo y yo regresé a mi posición original como diosa del agua, retomé también mi puesto como guardiana de tu
planeta. Fue entonces cuando vi el estado en que estaba el mundo… desertificado, lleno de criaturas mutantes, titanes y rastros de múltiples guerras."
Eren asintió, atento a cada palabra de Aqua.
Aqua: "No solo eso, sino que observé cómo esa corporación extraterrestre, Kisaragi, estaba tratando de invadir y conquistar lo que quedaba. Así que, en un intento de salvar el planeta, les concedí una bendición… una oportunidad para prosperar y devolver la vida. Y, sorprendentemente, lo lograron. Solo que ahora, después de conquistar ese mundo, parece que no se han conformado y han enviado a Rokugo aquí mientras estuve un mes fuera con la familia."
Eren: (pensativo) "Así que, mientras tú estabas ausente, Kisaragi debió ver una oportunidad para expandir su alcance. ¿Y dices que has visto agentes de ellos antes?"
Aqua: (asintiendo) "Sí, hace unos 23 años, cuando Historia y yo trabajábamos de albañiles en Axel, noté la presencia de uno de sus agentes.
… aunque en ese entonces, no pensé que fuera importante. Simplemente desapareció después de un tiempo, y asumí que Kisaragi había desistido de sus planes de invadir este mundo."
Eren: (con tono severo) "Entonces, parece que tendremos que detenerlos de una vez. Si Rokugo y esa niña pueden "invocar" armamento y traer refuerzos, no podemos permitir que se queden aquí. Esta gente ya sufrió suficiente."
Aqua asintió, sabiendo que, a pesar de su despreocupada personalidad, la amenaza de Kisaragi podría ser devastadora si los dejaban avanzar.
Rokugo y Alice continuaban recorriendo los alrededores de Axel, buscando cualquier posible lugar donde el agente 22 hubiera escondido su teletransportador. Con cada rincón inspeccionado, el nivel de frustración de Rokugo crecía.
Rokugo: "¿Dónde demonios lo habrá dejado ese sujeto? Esto empieza a ser ridículo. ¡Este pueblo parece más un laberinto que una ciudad!"
Alice: (consultando su mapa holográfico) "Cálmate, Rokugo. Según los datos disponibles, cualquier instalación oculta por un agente de Kisaragi seguiría ciertas normas de seguridad. Tal vez está en algún lugar poco frecuentado, como… una mazmorra abandonada."
Rokugo: (deteniéndose) "¿Una mazmorra abandonada? Eso podría tener sentido. ¿Qué lugares abandonados hay en Axel?"
Mientras tanto, en otro lado de la ciudad, Aqua y Eren se dirigieron a la tienda de Wiz, con expresión seria. Al verlos entrar, Wiz sonrió, pero pronto notó la preocupación en sus rostros.
Wiz: "¡Oh, Eren, Aqua! ¿Qué los trae por aquí? ¡Es raro verlos con tan mala cara!"
Aqua: (directa) "Wiz, prepárate, porque lo que te voy a decir te va a sonar extraño. Hay una invasión extraterrestre en camino."
Wiz: (parpadeando) "¿Invasión… extra… qué?"
Eren: (cruzándose de brazos) "De otro planeta, Wiz. De algún lugar más allá de nuestro mundo."
Wiz: (confundida) "No entiendo... ¿cómo es eso posible? Aquí, en nuestro mundo, no hay… otros planetas."
Aqua: (suspira) "Bueno, imagina que hay muchos mundos como este, cada uno con sus propias cosas. Kisaragi, esta corporación alienígena, viaja entre mundos como el nuestro y destruye o conquista a su paso. Es como si, en lugar de un ejército, usaran… una compañía de mercenarios y científicos locos."
Wiz: "Entonces… ¿quieren conquistar nuestro mundo también? Esto es… ¡terrible!"
Eren: (con firmeza) "Así es, y podrían ser un problema serio si llegan a establecerse aquí. Necesitamos toda la ayuda posible para detenerlos."
Aqua: (recordando) "Lástima que Vanir no esté en la tienda. Desde que se volvió millonario vendiendo tecnología con Armin, se la pasa en su mazmorra."
Mientras tanto, Rokugo y Alice finalmente encontraron lo que estaban buscando. Frente a ellos, en una colina cerca de Axel, se alzaba la entrada de la mazmorra conocida como el "Calavoso de Kele". Según los rumores, había sido abandonada desde que Aqua eliminara todos los monstruos que alguna vez infestaban sus corredores, hace más de veinte años.
Rokugo: (mirando la entrada de la mazmorra) "Esto tiene que ser. El lugar es lo suficientemente discreto, y si Aqua pasó por aquí y limpió todo, 22 debió verlo como el escondite perfecto."
Alice: (confirmando) "De acuerdo. Sigamos con cuidado."
Al adentrarse en la mazmorra, tuvieron que esquivar trampas que aún estaban activas. Gracias a la tecnología de Kisaragi, Alice lograba identificar las amenazas antes de que se activaran, permitiéndoles avanzar rápidamente. Tras un tiempo recorriendo los fríos y oscuros corredores, llegaron a una cámara oculta. En el centro, cubierto por una lona y bastante oxidado, estaba el teletransportador del agente 22.
Rokugo: "¡Por fin! Pero… parece hecho polvo. ¿Sirve?"
Alice: (examinando la máquina) "No en este estado. Sin embargo, como androide de Kisaragi, tengo los conocimientos para repararla. Solo necesitaré tiempo… y tal vez algunos materiales."
Rokugo: (sonríe) "Bien, entonces trabaja rápido, Alice. Vamos a necesitar este chisme si queremos que Kisaragi tome este mundo en serio."
Después de horas de trabajo meticuloso, Alice finalmente logró reparar la vieja máquina teletransportadora de 22. Con los circuitos y el sistema de energía activados nuevamente, el teletransportador emitía un leve zumbido.
Alice: "Listo, Rokugo. La máquina está en condiciones de enviar un mensaje a Kisaragi."
Rokugo: (asiente con satisfacción) "Perfecto. Ya era hora de recibir un poco de ayuda. Activaré el comunicador de mi muñeca para enviar las coordenadas."
Con una sonrisa confiada, Rokugo activó su dispositivo en la muñeca y transmitió un mensaje a la central de Kisaragi.
En la sede de Kisaragi, las ejecutivas Lilith, Astaroth y Belial estaban en una reunión cuando la notificación del mensaje llegó, interrumpiendo su discusión.
Lilith: "¿Qué es esto? ¿Rokugo construyó un teletransportador? Y tan rápido…"
Astaroth: (frunciendo el ceño) "No subestimemos al idiota de Rokugo, pero esto es algo avanzado incluso para él."
Belial: "Tal vez debimos darle más crédito. Aun así, es impresionante."
Antes de que pudieran seguir elogiándolo, otro mensaje llegó de Alice, aclarando la situación.
Alice (mensaje grabado): "Para las ejecutivas Lilith, Astaroth y Belial, permítanme corregir la información. No construimos esta máquina; simplemente encontramos el teletransportador que el agente 22 dejó en este planeta."
Lilith: (chasqueando los dedos) "¡Claro, el teletransportador que construyó 22! Habíamos olvidado de su existencia."
Astaroth: "Pero esa máquina ha estado sin mantenimiento por años. ¿Cómo la repararon?"
Belial: (sonríe) "Tenemos a un androide con un gran talento para las reparaciones, por lo visto."
Alice transmitió las coordenadas al cuartel de Kisaragi para enviar refuerzos. La máquina zumbó, activándose con un destello, y la cápsula de transporte se iluminó mientras alguien comenzaba a materializarse en el interior. Sin embargo, cuando la puerta de la cápsula se abrió, Rokugo miró con una mezcla de decepción y sorpresa.
Rokugo: "¡¿Grimm?! ¿Qué diablos haces aquí?"
Grimm, sin pensarlo dos veces, corrió a abrazarlo, lanzándose sobre él con entusiasmo.
Grimm: "¡Rokugo, mi amor! ¿Por qué te fuiste sin decirme nada? ¡Estaba tan preocupada!"
Rokugo cayó al suelo mientras Grimm lo abrazaba con fuerza.
Rokugo: (con dificultad para respirar) "¡Espera, Grimm! ¡Quise decírtelo antes de la misión, pero estabas tan enojada.
Grimm: (soltándolo un poco, con cara de sorpresa) "¿De verdad? Pensé que solo querías escaparte…"
Alice: (mirando la escena con los brazos cruzados) "No tenemos tiempo para esto. Ahora que Grimm está aquí, quizás podamos improvisar algo con sus habilidades. Aunque no estaba en el plan recibirla como refuerzo."
Grimm: (lo suelta un poco, mirándolo con ojos brillantes) "¡Prometiste que si en 10 años ninguno de los dos se casaba, entonces nos casaríamos! Ya pasaron los 10 años, Rokugo, ¡quiero mi boda!"
Rokugo: (parpadeando, confundido) "¿Diez años? ¡¿De qué estás hablando, Grimm?! Solo han pasado... ¿dos semanas?"
Grimm se detuvo, con una expresión de desconcierto. Alice, observando, suspiró y decidió intervenir.
Alice: "Rokugo tiene razón, Grimm. El tiempo entre tu planeta y este lugar no es el mismo. Para Kisaragi, un día en el planeta desértico equivale a veinte días aquí. Pero me temo que te dieron la relación equivocada a propósito… para ti, sí han pasado diez años."
Grimm: (sonrojándose intensamente) "¿Entonces… Kisaragi me engañó? ¡Pensé que habías estado aquí por años, olvidándote de mí!"
Rokugo: (suspirando) "Ya veo. No confiaron en que Alice pudiera reparar la máquina, así que convencieron a… bueno, a alguien desesperada por una promesa rota para usar el teletransportador."
Grimm se sonrojó aún más, soltando a Rokugo con nerviosismo y mirando al suelo.
Grimm: "L-Lo siento, Rokugo. Todo este tiempo… lo único que quería era verte de nuevo. Y… bueno… perdón por haberte dejado impotente con aquella maldición. Sé que fue… un poco exagerado."
Rokugo: (tratando de sacudirse la incomodidad) "Olvídalo. De hecho, parece que una chica extraña me quitó tu maldición accidentalmente. Así que… estamos a mano."
Alice miró la escena con una leve sonrisa de diversión.
Alice: "Bueno, si terminaron con el drama, tenemos una invasión que planificar. La máquina está activa, y podemos intentar comunicar esto al cuartel de Kisaragi para ver si envían refuerzos esta vez."
Rokugo: (dirigiéndose a Grimm con un tono de advertencia) "Escucha, Grimm, este planeta no tiene un templo de Zenarith como el que tenemos en casa. Si mueres aquí, no hay forma de que te revivan."
Grimm: (sorprendida, con un leve temblor en la voz) "¿Qué? ¡No puede ser! Entonces… ¡mis maldiciones
No quiero ni pensar en qué me pasará si una de cada cinco me rebota en este lugar…"
Alice: "Por eso tendrás que tener cuidado. Aquí no puedes permitirte que la suerte te juegue una mala pasada."
Grimm: (murmurando y quejándose mientras se frota los brazos) "Además, hace un frío terrible en esta mazmorra. Mis pies descalzos se están congelando."
Rokugo: (suspira y consulta sus puntos malos antes de hacer un intercambio) "Bien, aquí tienes." (Saca una silla de ruedas acolchonada y una manta térmica, colocando la manta sobre Grimm y ayudándola a sentarse) "Si no puedes usar zapatos por tu maldición, al menos usa esto para moverte sin quedarte hecha un cubo de hielo."
Grimm: (se sonroja y sonríe levemente, envolviéndose en la manta) "Gracias, Rokugo… al menos eres atento cuando te lo propones."
Rokugo: (se encoge de hombros) "Es por Kisaragi, no te emociones."
Mientras tanto, Rokugo analizaba la situación. Aunque el teletransporte de Grimm había confirmado que la conexión funcionaba, eso no garantizaba que podrían traer refuerzos constantemente sin problemas.
Rokugo: (pensativo) "Muy bien, suponiendo que ya tenemos la máquina en funcionamiento y que podríamos enviar mensajes de vuelta, necesitaríamos un plan sólido. Si vamos a conquistar este país, el Reino de Belzerg, tendremos que apuntar a su capital… aunque eso requerirá una fuerza considerable."
Alice: "Y considerando que Axel es la ciudad más tranquila según los informes del Agente 22, puede ser un buen punto de partida. Si logramos tomar esta ciudad, sería una buena medida para saber si nuestras fuerzas pueden enfrentar el resto del mundo."
Rokugo: (sonríe con confianza) "Exacto. Una vez que nos aseguremos de que podemos conquistar Axel, el resto de este mundo no tendrá escapatoria."
Grimm: (con un destello de entusiasmo y mirando a Rokugo) "Entonces, ¡es una misión de Kisaragi! ¡Haré todo lo que esté en mis manos para ayudar! Aunque... espero no congelarme en el proceso."
Rokugo: "Tranquila, Grimm. Con tu ayuda y la tecnología de Kisaragi, este lugar no sabrá qué lo golpeó."
Rokugo: (sacando su comunicador) "Bien, es hora de hacer una llamada. Necesito que los otros agentes se pongan al tanto de la situación."
Rokugo marca el número de Hombre Tigre, quien, a pesar de su agitada vida como agente de Kisaragi, siempre mantenía su forma de hablar directa y sin adornos.
Hombre Tigre: (en la llamada, su voz grave resonando) "Rokugo, ¿cómo va todo allá en el mundo de 22
? Viper y Rose te mandan saludos desde Grace, nos preguntábamos qué demonios estás haciendo allá."
Rokugo: (sin perder tiempo) "Tenemos trabajo, Tigre. La situación está peor de lo que imaginábamos. Necesito que tú y tus hombres se encarguen de tomar la Mazmorras de Kele como base. Usen el armamento que hay allí, conviértanla en nuestro cuartel. Yo iré a tratar de ganar algo de tiempo y a obtener la confianza del líder de Axel."
Hombre Tigre: (un rugido de aprobación) "¡Entendido! Usaremos ese lugar como nuestra fortaleza. No te preocupes por nada. Cuando menos te lo esperes, tendrás refuerzos."
Rokugo: (suspira con alivio) "Eso espero, Tigre. Ahora, veamos si logramos ganar algo de terreno en esta ciudad."
Después de cortar la llamada, Rokugo se acerca a Grimm y Alice, ya listos para salir de la mazmorras. Grimm, por su parte, insiste en que necesita salir de allí lo antes posible.
Grimm: (frotándose las manos para calentarlas) "¡Venga, Rokugo! No puedo quedarme aquí en este frío ni un minuto más, ¡vamos a darles una lección a esos idiotas que no nos conocen!"
Alice: (mirando a Rokugo mientras ajusta la mochila en su espalda) "Aunque deberíamos ir con cuidado. Si logramos ganar la confianza del líder de Axel, podremos avanzar. Pero si nos apresuramos, no será fácil."
Rokugo: "Lo sé, Alice. Vamos a intentar lo mismo que en Grace, pero a menor escala. Vamos a hacer que confíen en nosotros. Y, Grimm, por favor, no uses tus maldiciones al azar. Aún no sabemos cómo afectarán en este mundo."
Grimm: (sonriendo traviesa) "¿Acaso te asusta mi poder, Rokugo? No te preocupes, soy muy cuidadosa... cuando quiero."
El grupo salió finalmente de la mazmorras, con Grimm aún quejándose por lo frío de sus pies descalzos, aunque la silla de ruedas y las mantas que Rokugo había conseguido parecían hacer su travesía algo más soportable.
Después de unas largas horas de caminar, llegaron a la ubicación de la gobernación de Axel, una gran edificación de estilo medieval con detalles de arquitectura clásica. El lugar parecía ser un núcleo de poder para la ciudad.
Rokugo: (mirando la estructura) "Aquí estamos. La Gobernadora Lalatina Dusstines Ford y su esposo, el Feudal Walter Alexei Barnes, residen aquí. Si logramos ganarnos su confianza, esto podría ser mucho más fácil."
Al acercarse a la entrada, un par de guardias armados se interponen en su camino, observando el extraño atuendo de Rokugo. Cuando lo reconocen, sus ojos se agrandan y sus manos se posan sobre sus espadas.
Guardia 1: (serio) "¿Quién eres y qué haces aquí? No se permite el acceso sin cita previa."
Guardia 2: (mientras observa la ropa de Rokugo) "¡Espera! ¡Ese traje...! Acabamos de recibir una orden de arresto para todos aquellos que lleven ropa de ese tipo. ¡Eres un espía!"
Rokugo: (en shock, sus ojos se amplían al escuchar la acusación) "¿Qué? ¡Eso no es posible!"
Alice: (rápidamente a su lado) "¡Tenemos que irnos ahora!"
Grimm: (inquieta) "¡Vámonos, Rokugo! ¡Usa tus trucos! ¡No podemos quedarnos aquí!"
Rokugo, viendo que no tienen otra opción, agarra la silla de ruedas de Grimm y la empuja hacia atrás, rápidamente tomando a Alice en su espalda para ganar velocidad.
Rokugo: (mientras corre) "¡Maldita sea, no me di cuenta de que ya me han marcado como un espía! ¡Rápido, Alice, ¡vamos!"
Grimm: (gritándole al mismo tiempo mientras se tambalea en la silla) "¡Esto es un desastre, Rokugo! ¡No puedo creer que esto esté pasando!"
Rokugo corre con una velocidad inhumana, su supertraje amplificando cada uno de sus movimientos. Su mente está enfocada en escapar, pero los guardias de Axel no dejan de perseguirlos. Aunque puede enfrentarse a varios de ellos a la vez, no quiere malgastar sus puntos restantes en el combate. La energía del traje comienza a disminuir y cada paso que da se vuelve más agotador.
Rokugo: (pensando mientras corre) "No quiero desperdiciar energía. Si gasto todos los puntos en pelear, podría quedarme sin fuerza cuando más los necesite. Mejor no usar armas."
Sabe que la misión no está perdida, pero el tiempo no está de su lado. Los soldados de Axel se aproximan más rápido, y el control de su traje empieza a fallar.
Grimm: (murmurando, muy asustada) "Rokugo, ¿y si muero aquí? ¡No hay templo de Zenarith para revivirme! ¡No puedo arriesgarme a usar mi maldición!"
Rokugo: (mirándola brevemente mientras sigue corriendo) "Tranquila, Grimm. No usaremos esas maldiciones aquí. Ya tienes suficiente poder como para causar un caos, pero debemos pensar con cabeza. Si mueres aquí, no habrá forma de traerte de vuelta, ¡y no pienso perderte!"
Grimm: (su voz temblando) "No me hace gracia eso, Rokugo..."
Los guardias, ahora reforzados, les bloquean el paso. Rokugo decide que no puede correr más. Su traje casi se apaga por completo, y no puede esquivar a los soldados por más tiempo. Con un rápido movimiento, su supertraje emite una última explosión de energía, derribando a varios de los soldados, pero el resto se apresura a capturarlos. Finalmente, son rodeados.
Soldado 1: (con tono burlón) "Creían que podían escapar de la ley. ¡Rápido, llévenlos al calabozo!"
Rokugo: (respirando con dificultad) "Maldita sea... No hemos llegado ni a la puerta. ¿Por qué me dejé llevar?"
Alice: (tratando de mantener la calma) "No tenemos otra opción ahora, Rokugo. Solo... aguanta."
Grimm: (mirando al suelo, desconcertada) "¿Es así como terminamos? ¿Detenidos por esos...?" (pausa, alzando la cabeza con rabia) "¡Y ni siquiera puedo maldecirlos por el riesgo de morir! ¡Qué asco de lugar!"
Un soldado se acerca con más dureza, poniendo un par de cadenas en las muñecas de Rokugo. De repente, la puerta se abre y una figura imponente aparece ante ellos. Es la Gobernadora de Axel, Lalatina Dusstines Ford, con una presencia que impone respeto.
Lalatina: (mirando a Rokugo) "Creyeron que no los descubriríamos, pero en esta ciudad tenemos nuestros propios recursos para diferentes conocimientos. Aquí no se permiten espías."
Rokugo: (sarcástico, con una sonrisa forzada) "¿De verdad? ¿De dónde vienen esos 'recursos', entonces?"
Lalatina observa a Grimm y Alice con una mirada fría, y se detiene justo frente a ellos.
Grimm: (frunciendo el ceño) "¿Recursos? ¿De qué hablas, hereje? ¡Aquí se rinde culto a Eris, la señora de la suerte! ¡Y eso es una blasfemia! ¡Deberían adorar a Lady Zenarith, la señora de la no-muerte!"
La cara de Lalatina se endurece ante las palabras de Grimm, su devoción a Eris claramente tocada.
Lalatina: (con voz amenazante) "¡Cállate! ¡Cómo te atreves a hablar así de nuestra diosa Eris! ¡Guardias, reprendan a esta hereje!"
Los soldados, con una rapidez sorprendente, se acercan a Grimm, quienes no dudan en tomarla por los brazos, mientras Lalatina observa con expresión seria.
Rokugo: (desesperado, pero sin perder la compostura) "¿En serio vas a hacer esto? Nosotros solo estamos tratando de ganar tiempo. Si de verdad estás tan preocupada por las creencias de tu gente, ¡te diré que esto es un juego mucho más grande!"
Lalatina: (con una sonrisa afilada) "No me importa lo que intenten hacer. En Axel, las reglas las pongo yo."
Alice: (con tono frío) "Estamos dispuestos a negociar, pero no esperes que nos sometamos tan fácilmente."
Rokugo: (después de unos días en prisión, mirando el techo de la celda con aburrimiento) "Nunca pensé que me arrestarían... Es la primera vez que me pasa esto. Y para colmo, me quitaron el brazalete mini transportador. ¿En qué clase de enredo me metí?"
Grimm: (golpeando la pared de la celda, molesta) "¡Esto es una humillación! ¡Maldita sea! ¿Por qué no podemos hacer nada? ¡¿Por qué no me dejaron maldecir a esos malditos guardias?!"
Rokugo: (mirando a Grimm, sin inmutarse) "Porque si lo hubieras hecho, estaríamos muertos ahora. Y no pienso dejar que nos maten antes de hacer nuestro trabajo."
Alice: (sentada en el suelo, inmóvil, mirando a sus dos compañeros) "Tanto alboroto... pero no tiene sentido luchar ahora."
La prisión de Axel era opresiva, su atmósfera densa y fría. Los guardias parecían más interesados en la naturaleza misteriosa de los prisioneros que en mantener el orden, ya que Alice, a pesar de su apariencia, era interpretada por todos como una niña, lo que solo incrementaba las sospechas de que no pertenecían a este mundo.
Guardia 1: (mirando a Alice, indignado) "¿De verdad enviaron a una niña como prisionera? ¿Esto es una broma?"
Guardia 2: (sin hacerle mucho caso, más interesado en Rokugo) "Ya veremos si es niña o no. Lo único que sé es que este tipo tiene pinta de espía."
Un par de días después, la calma en la prisión se ve rota por la entrada inesperada de Aqua, que irrumpe en la sala de interrogatorio con una actitud de seriedad bastante antinatural.
Rokugo: (reconociendo la entrada) "¿Qué haces tú aquí? ¿Eres parte de la seguridad del lugar ahora?"
Aqua: (mirando a Rokugo con una sonrisa torcida) "¡Hola, chicos! Vengo a hacer mi trabajo como interrogadora. Los voy a hacer hablar." (se acerca a uno de los guardias) "¿De qué lado estás, bueno o malo?"
Guardia: (dudoso) "Eh... ¿no deberíamos seguir el protocolo?"
Aqua: (irritada) "¡Vamos, no seas tan aburrido! ¡Este es un interrogatorio! ¿Qué importa el protocolo? Ya se me ocurrirá algo... ¡Y cuando lo haga, van a hablar de todo!"
Rokugo: (suspirando, viendo cómo Aqua se toma las cosas a la ligera) "Esta es la nueva interrogadora, ¿eh?
Aqua finalmente entra en la sala de interrogatorio y se aproxima a Rokugo, con una sonrisa de superioridad. Sin aviso, le da un golpe seco en la nariz.
Rokugo: (jadeando y tocándose la nariz) "¡¿Qué demonios?! ¿Esto es parte del interrogatorio o te sientes ofendida por algo?"
Aqua: (sorprendida por la reacción de Rokugo) "¡Eso es lo que hacen los interrogadores! ¡Te golpean para que hables!"
Rokugo: (con una mueca, frotándose la nariz) "Entonces, ¿eso es todo? ¿Me golpeas porque sí?"
Aqua, sin darse cuenta de lo absurdo de la situación, toma un tono más serio.
Aqua: "¡Sí, ahora responde! ¡Primero, dime! ¿De qué color es mi calzón?"
Rokugo: (con una ceja levantada) "¿Perdón? ¿Qué estás diciendo?"
Aqua: (golpeando a Rokugo otra vez en la cara, esta vez un poco más fuerte) "¡Dímelo, dímelo!"
Rokugo: (mirando a Aqua confundido) "¿¡Qué clase de interrogatorio es este!? ¿De verdad me preguntas eso? ¡¿No tienes otra pregunta más seria?!"
Aqua: (mirando a Rokugo, como si fuera obvio) "¡Es un interrogatorio, y en los interrogatorios siempre tienes que golpear al prisionero! Y preguntar lo que sea... porque así obtienes respuestas."
Rokugo: (con un tono sarcástico) "Claro, claro, lo entiendo... Deberías ser interrogadora en el mejor sentido, ¿eh?"
Afuera de la sala, Grimm y Alice observan la escena con diversas reacciones.
Grimm: (gruñendo desde su rincón de la celda) "¿¡Qué tipo de interrogatorio es este!? ¡Esta chica está completamente perdida!"
Alice: (sin reaccionar mucho, observando la escena sin emoción) "La incompetencia es algo... interesante."
Después de este momento de caos y risas incómodas, Rokugo queda aún más frustrado y decide calmarse, preparándose para una nueva estrategia. Pero, en el fondo, sigue sin comprender cómo terminó en esta situación.
Rokugo: (pensando mientras Aqua sale de la sala de interrogatorio) "Esto solo puede empeorar. Tengo que pensar en una salida... y rápido."
Guardia: (mirando desesperado a Aqua) "¡Esto no está funcionando en absoluto! ¡No estás obteniendo ninguna información útil! Creo que es hora de traer a la Gobernadora."
Aqua: (con emoción) "¡Oh, genial! ¡Es el momento perfecto para hacer la dinámica de policía bueno y policía malo!" (dirigiéndose al guardia con un tono de emoción) "Yo seré la policía buena, y Darkness será la mala. O tal vez... yo debería ser la mala, ya que ya le he dado un par de golpes."
Guardia: (con un suspiro resignado) "Gobernadora Darkness, ¡por favor, venga a tomar control de este interrogatorio!"
Momentos después, Darkness entra en la sala, lanzando una mirada de desaprobación tanto a Aqua como a Rokugo.
Aqua: (sonriente) "¡Darkness! ¡Perfecto!
Ahora podemos hacer lo de policía bueno y policía malo, y tú puedes ser la buena, o... bueno, no sé. ¿Qué prefieres?"
Darkness: (interrumpiendo, con una mirada de exasperación) "Aqua, esto no es un juego. Estamos aquí para obtener información importante, no para improvisar ideas sin sentido."
Se gira hacia Rokugo, adoptando un tono serio y directo.
Darkness: "Ahora, habla. ¿Quién eres y quién te envía?"
Rokugo: (permaneciendo en silencio, tratando de no delatar ninguna emoción) "..."
Aqua: (de repente adelantándose, ignorando por completo la seriedad de Darkness) "Oh, sé quién es él. Su nombre es Yusuke Shirai." (saca una tarjeta con orgullo) "Aquí lo dice. Es el agente de combate 6 de la corporación Kisaragi. Lo llaman 'Rokugo' y está aquí para conquistar el planeta."
Rokugo: (sorprendido, sus ojos se abren de par en par) "¿Cómo… cómo sabes todo eso?"
Darkness: (mirando a Aqua, entre furiosa y horrorizada) "¡¿Aqua?! ¡¿Sabías todo eso y no lo mencionaste desde antes?
Rokugo: (en un susurro, entre asustado y confundido) "¿Pero cómo…?"
Aqua: (con una sonrisa de superioridad) "Soy Lady Aqua, la diosa del agua. Tengo mis métodos."
Darkness: (interrumpiendo de inmediato y poniendo una mano en la boca de Aqua) "¡Aqua! ¡No tienes que decir todo eso! En un interrogatorio, se supone que el prisionero habla, no el interrogador."
Rokugo: (con una sonrisa torcida, captando la indirecta) "¿Una diosa, eh? Entonces ya sé a quién apuntar primero si quiero que todo esto termine."
Darkness: (presionando la mano con más fuerza en la boca de Aqua, susurrando) "No le des ideas al enemigo…"
Aqua: (tratando de hablar con la mano de Darkness aún en su boca) "¡Mmff mmff!"
Rokugo: (mirando a ambas, entretenido) "Bueno, esto fue... informativo."
En la sala de interrogatorio de Grimm, Aqua se sienta con una expresión de aburrimiento, mirando a Grimm de reojo y apenas interesada en su identidad.
Aqua: (suspirando) "A ver… ¿tú eres la amante desesperada de Rokugo o algo así? Solo sé que estás aquí porque quieres casarte… y, bueno, porque nadie más parece querer hacerlo."
Grimm: (indignada, fulminando a Aqua con la mirada) "¡¿Amante desesperada?! ¿Te atreves a insultarme, tú, pseudo sacerdotisa de la ridícula Orden de Axis?"
Aqua: (alzando las cejas, ofendida) "¡¿Pseudo sacerdotisa?! ¡Yo soy una sacerdotisa genuina de Axis, la más devota de todas! No tengo tiempo para oír sermones de una farsante de la Orden de Zenarith."
Grimm: (furiosa) "¡¿Farsante?! Al menos en mi mundo, la diosa Zenarith tiene seguidores genuinos y respetados. ¿A Aqua quién sigue, eh? Su secta nisiquiera usa tu nombre.
Aqua: (mordiendo el anzuelo, claramente afectada) "¡Oh, por favor! Zenarith solo es una sombra. ¿Quieres saber la verdad? Yo misma conocí a su hermana Regina, y me encargué personalmente de que su culto desapareciera en mi mundo." (se refiere a la batalla con la sacerdotisa Seresdina con una sonrisa de triunfo)
Grimm: (riéndose burlonamente) "¡Oh, claro! Porque Zenarith es tan grandiosa que su influencia llega a más mundos. ¿Qué tiene Aqua ¿Una secta de locos que hablan a gritos? ¡No me hagas reír! En mi mundo, ya nadie le rinde culto."
Aqua: (visiblemente herida y furiosa) "¡Te lo advierto, yo soy Lady Aqua, la diosa del agua! ¡No vuelvas a insultarme!"
Grimm: (mirándola con una mezcla de incredulidad y burla) "¿Lady Aqua? ¡Eso es imposible! ¿A quién intentas engañar, impostora? ¡Hacerse pasar por una deidad es un pecado gravísimo!"
Sin perder tiempo, Grimm cierra los ojos y reza fervientemente a Zenarith, buscando valor. En un arranque de fuerza y furia, se libera de las ataduras, se lanza hacia Aqua y le toma el cabello, jalándola sin piedad.
Grimm: "¡¿Te atreves a engañarme, pecadora?! ¡Nadie insulta a Zenarith frente a mí!"
Aqua: (sorprendida, intentando zafarse) "¡Suéltame! ¡Estás loca! ¡Yo soy una diosa, tonta! ¡Nadie le jala el cabello a una deidad!"
Las dos caen al suelo, envueltas en una pelea de jalones de pelo y arañazos, mientras el guardia, desde fuera, observa con absoluta incredulidad y murmura para sí mismo:
Guardia: "¿Es este… el poder de una diosa? Porque no lo parece en absoluto…"
Darkness: (interrumpiendo la pelea con voz firme) "¡Ya basta! No sé cómo lograste liberarte de tus ataduras, pero no permitiré este espectáculo de nuevo." (señalando al guardia) "¡Usa el hechizo ATAR!"
Guardia: (lanzando el hechizo con rapidez) "¡ATAR!"
Las cuerdas brillan levemente mientras se vuelven a apretar alrededor de Grimm, quien se ríe con desprecio.
Grimm: (con confianza) "Qué tontos, una magia tan simple puede disolverse fácilmente con el poder de Zenarith. Esto no es suficiente para detenerme."
Darkness: (suspirando) "Veremos si sigues pensando lo mismo después de unas preguntas. Dime, ¿por qué estás descalza? ¿Es alguna especie de mandato religioso?"
Antes de que Grimm pueda responder, Aqua se adelanta con una sonrisa arrogante.
Aqua: "¡Para nada! Esta bruja anda descalza porque su supuesta 'diosa' es tan incompetente que sus propias maldiciones la afectan de vez en cuando." (mirando a Grimm con un aire superior) "Claro, con una deidad tan inútil, cualquiera acabaría así."
Grimm: (indignada y ofendida) "¡Cómo te atreves a insultar a Zenarith de esa manera! Ella es una diosa verdadera, no como tú, farsante."
Aqua: (encogiéndose de hombros, como si el insulto no le importara) "Claro, claro. Podría romper esa maldición tuya con una de mis bendiciones… pero, sinceramente, ¿vale la pena usar mi gracia divina en una hereje que no sigue la Orden de Axis?"
Grimm: (deteniéndose, con una mezcla de duda y esperanza en su rostro) "¿Romper… la maldición?" (por un instante, fantasea con la posibilidad de caminar por las ciudades, pasear con Rokugo por el campo, y estrenar zapatos) "Sería… sería…"
Grimm: (recapacitando rápidamente y cayendo al suelo, alarmada por sus propios pensamientos) "¡Perdóname, Zenarith, por estos pensamientos blasfemos! No sucumbiré ante la tentación de esta farsante."
Aprovechando la posición vulnerable de Grimm, Aqua coloca su pie, calzado con botas azules, sobre la cabeza de Grimm con una sonrisa triunfante.
Aqua: (con superioridad) "¿Ves, sacerdotisa de quinta? Esta es la diferencia entre una diosa de verdad y una adoradora desesperada."
Darkness: (abrumada por la vergüenza, dándole un zape a Aqua) "¡Aqua, basta! Deja de hacer el ridículo."
Aqua: (molesta, llevándose la mano a la cabeza) "¡Ouch! ¡Darkness! Estaba dejando en claro mi posición como deidad."
Darkness: (suspirando) "Esto es un interrogatorio, no un show. Nos estamos desviando de la misión."
Grimm: (susurrando entre dientes) "Lo que sea… Solo sé que Zenarith pondrá fin a esta farsa… algún día."
Darkness: (poniéndose seria, sujetando a Grimm contra la pared) "Escucha bien, Grimm. No estamos jugando. Habla, ¿quién te envió? ¿Quiénes son tus aliados?"
Grimm: (con una sonrisa burlona) "¿Aliados? Yo soy más que una simple sacerdotisa de Zenarith. Soy una agente de Kisaragi. Pronto estarán aquí, y conquistarán este mundo también."
Darkness: (frunciendo el ceño) "¿Quiénes vendrán? ¿De cuántos soldados estamos hablando?"
Grimm: (con una expresión casi triunfante) "Cientos… no, miles de ellos. Ningún rincón de este mundo quedará sin ser conquistado."
Aqua: (interrumpiendo con una risa y agitando una mano) "Kisaragi es una organización de un planeta lejano. Después de que su mundo se convirtiera en un desastre, decidieron empezar un proyecto de conquista de otros planetas. Empezaron con el planeta donde solían vivir esos tipos raros, Eren e Historia, y ahora están aquí. ¿Por qué? Porque nuestro aire es limpio, nuestros recursos son abundantes, y somos el objetivo perfecto."
Grimm: (mirando a Aqua con sorpresa) "¿Cómo sabes todo eso?"
Aqua: (satisfecha) "Yo soy la grandiosa Lady Aqua, señora del Agua, todo lo sé."
Darkness: (mirando a Aqua con frustración) "Aqua… si ya sabías todo esto, ¿por qué no lo mencionaste antes de este interrogatorio?"
Aqua: (encogiéndose de hombros) "Nadie me preguntó."
Grimm: (murmurando en voz baja) "Definitivamente, esta mujer es la persona más idiota que he conocido en toda mi vida."
Darkness: (suspirando y sacando a Grimm de la sala de interrogatorios) "Ya es suficiente. Vamos. Has causado suficiente caos aquí por hoy."
Aqua: (siguiendo a Darkness, sin captar las miradas de frustración de los guardias) "¿Lo hice bien, Darkness? Creo que este fue un interrogatorio muy productivo."
Darkness: (sin responder, negando con la cabeza, resignada)
Darkness: (mientras escolta a Grimm de vuelta a su celda, bajando la voz para que los guardias no escuchen) "Oye, Grimm… quiero hacerte una pregunta en privado. ¿Eres una especie de no-muerta?"
Grimm: (ofendida, cruzándose de brazos) "¡¿Cómo te atreves?! ¡Soy una orgullosa sacerdotisa de Zenarith y una mujer viva! ¡Puedo comer, dormir, respirar y sentir dolor! ¿De dónde sacas esa absurda idea?"
Darkness: (mirándola seriamente) "Es que… emanas una atmósfera similar a una liche que conozco…" (murmurando, casi para sí misma) "La misma sensación que siento con Wiz…"
Grimm: (aún más molesta) "¡Bueno, pues ya puedes retractarte! ¡Estoy completamente viva, y no tengo nada que ver con esas criaturas espantosas!"
Darkness: (suspira y abandona la celda, murmurando) "Está bien, está bien…"
Darkness, tras cerrar la celda de Grimm y luego encontrarse con Aqua, no puede ocultar su frustración. Se acerca con determinación a Aqua, cruzada de brazos y con una expresión severa.
Darkness: "Aqua, necesito que uses tu conocimiento de manera más eficiente. Dime, esa niña que acompaña a los agentes, la que se parece a la princesa Iris… ¿Quién es realmente?"
Aqua: (encogiéndose de hombros con una sonrisa despectiva) "¿Alice? Esa 'princesa' no es más que un androide."
Darkness: (confundida) "¿Un qué?"
Aqua: (suspirando con impaciencia) "Un androide, Darkness. Es como… un golem o una muñeca reanimada. Obedece órdenes de quien la creó, pero no funciona con magia, sino con electricidad y circuitos."
Darkness: (frunciendo el ceño, tratando de entender) "¿Electricidad en vez de magia? Entonces… ¿no es una persona viva?"
Aqua: "Exacto. Es una máquina, un montón de piezas, como si una armadura andante tuviera una mente, pero sin magia."
Cuando el interrogatorio de Alice comienza, Darkness toma asiento frente a la niña androide, mientras Aqua observa con los brazos cruzados.
Darkness: "Alice, dime, ¿quién te envió? ¿Cuál es el objetivo de tu misión en este reino?"
Alice: (con una lógica fría y robótica) "Mi misión es clasificada. Sin embargo, puedo ofrecer información general: nuestra tecnología supera a la magia en eficiencia, ya que la magia no existe. Lo que ustedes llaman magia son solo fenómenos físicos no comprendidos."
Aqua: (frunciendo el ceño) "¿¡Cómo que la magia no existe!? ¡Yo soy una deidad del agua! ¡Mis poderes son de origen divino!"
Alice: (inclinando la cabeza, en modo analítico) "Lo que describes puede explicarse en términos de energía. La 'magia' es solo una forma de energía manipulada."
Aqua: (enrojeciendo de ira) "¡Eres una insolente! ¡Esa lógica absurda va a arruinar tu sistema! ¡¿Cómo te atreves a negar mi existencia?!"
Darkness: (sujetando a Aqua antes de que se abalance sobre Alice) "¡Aqua, tranquila! No vamos a lograr nada si la destruyes aquí mismo…"
Aqua: (se revuelve, frustrada) "¡Déjame al menos darle una lección a esta cosa, Darkness! ¡Estoy harta de escuchar su 'ciencia' absurda y sin corazón!"
Alice: (sin inmutarse) "¿Golpearme cambiaría en algo mi programación? Según mis cálculos, la violencia es una reacción ineficaz."
Aqua: (forcejeando con Darkness) "¡Te voy a desprogramar con mi puño divino!"
Darkness: (suspirando y levantando a Aqua con dificultad) "Alice, tu juicio continuará… después de que logremos calmar a nuestra 'deidad'."
Darkness: (intentando mantener la calma) "Alice, si quieres evitar problemas, ¿por qué no simplemente cooperas? Dinos cuál es tu misión exacta en este reino."
Alice: (mirando a Darkness sin emoción alguna) "Podría hacerlo, pero, si me lo propongo, también puedo activar una bomba nuclear en mi núcleo. La explosión destruiría al menos tres países alrededor."
Darkness: (se ríe, creyendo que es una broma) "No tienes que exagerar, pequeña. Nadie podría tener ese tipo de poder tan fácilmente."
Aqua: (mirando a Darkness con seriedad) "No, Darkness… ¡es verdad! Esa cosa funciona con un reactor nuclear. Si ella dice que puede detonar una bomba, puede hacerlo. ¡Tenemos que liberarla antes de que haga algo!"
Darkness: (traga saliva, comprendiendo finalmente la gravedad de la situación) "E-está bien… vamos. Te llevaremos de vuelta a tu celda."
Mientras escolta a Alice de regreso, Darkness pasa junto a la celda de Rokugo y Grimm. Al ver la escena, Darkness se detiene, mirando cómo Rokugo se entretiene estirando y jugando con los pies descalzos de Grimm, que atraviesan los barrotes.
Darkness: (mirándolos con disgusto) "¿Podrían… dejar de hacer esas… cochinadas?"
Se da cuenta de que decir "afuera" no tiene sentido porque son prisioneros.
Darkness: (resignada, susurrando para sí) "Esto se está volviendo cada vez más ridículo…"
Alice: (con tono neutral, mirando la escena) "¿Su reino también permite actos tan… triviales en las celdas de máxima seguridad?"
Darkness: (ignorando la pregunta, pero aún frustrada) "Esto es completamente anormal…"
Mientras Darkness reflexiona, se da cuenta de que hasta ahora todo lo que Aqua ha dicho parece coincidir con la realidad. Además, recuerda que el detector de mentiras que usaron no se activó en ningún momento durante el interrogatorio. Esta información la pone en alerta.
Darkness: (pensando para sí misma) "Si todo esto es cierto… podríamos estar enfrentándonos a una invasión inminente. No podemos subestimar a estos agentes ni a su tecnología."
Darkness: (en su despacho, hablando en privado con Walter) "Walter, la situación es más grave de lo que pensaba. Estos espías… no son simples extranjeros. He descubierto que están asociados con una organización llamada Kisaragi. Debemos comunicar esto de inmediato a los demás señores feudales y a la realeza."
Walter: (asintiendo con gravedad) "Si lo que dices es cierto, debemos actuar rápidamente. Avisaré a todos los contactos y reforzaré la seguridad en Axel."
Darkness: "Además, he declarado un estado de excepción. Todo sospechoso de tener conexión con Kisaragi debe ser arrestado hasta nueva orden."
Mientras tanto, en las celdas, Rokugo sigue entreteniéndose usando los pies de Grimm para relajarse.
Grimm: (nerviosa, pero a la vez emocionada) "¿Entonces… entonces eso significa que oficialmente somos pareja, Rokugo? ¿Que realmente me aceptas?"
Rokugo: (con una sonrisa perezosa) "Claro, claro. No tengo nada mejor que hacer aquí, y necesitamos una excusa para soportar este aburrimiento. Y ser novio y novia es buen entretenimiento, ¿no?"
Alice: (desde su celda, con tono calculador) "Rokugo, acabo de captar algo interesante con mis sensores de sonido. Parece que me parezco a la princesa Iris de este reino, el Reino de Belzerg."
Rokugo: (considerando la idea) "¿La princesa, eh? Esto puede ser útil. Si jugamos bien nuestras cartas, podríamos causar confusión o incluso aprovechar esa coincidencia para ganarnos algo de libertad."
Grimm: (levantándose, emocionada) "¡Eso suena genial! Pero… para eso primero tenemos que salir de estas celdas."
Rokugo: (con aire despreocupado) "Oh, no te preocupes, Grimm. Para estas alturas, ya deberían haber pasado unas cuatro horas desde que perdimos contacto con Kisaragi. Según nuestras órdenes, si no volvía en 48 horas, los otros agentes deben lanzar un operativo de rescate."
Grimm: (sonriendo confiada) "¡Así que solo tenemos que esperar! ¡La ayuda está en camino!"
Alice: (mirando a los barrotes, calculadora) "Me parece una estrategia efectiva. Solo necesitamos esperar, y pronto tendremos nuestra salida… aunque podría ser prudente preparar un plan B, por si algo sale mal."
Grimm: (pensando en voz alta) "Esperemos que esos guardias no interfieran demasiado. Pero… ¿y si nos están escuchando ahora mismo?"
Rokugo: (riéndose) "Que escuchen. La cuestión es que estamos preparados para cualquier cosa, ¿verdad?"
En la superficie, Darkness se prepara para lo que podría ser una inminente invasión, y el pueblo de Axel comienza a notar la presencia de patrullas adicionales y un ambiente tenso.
En la base de operaciones de Kisaragi, que alguna vez fue una mazmorra olvidada, los agentes de Kisaragi están ocupados matando el tiempo de la forma más despreocupada posible. Unos juegan voleibol improvisado usando una red colgada entre dos columnas, otros comen parrillada con actitud de picnic, y algunos se dedican a jugar cartas sin ningún tipo de urgencia.
Hombre Tigre: (suspirando mientras da un mordisco a su brocheta de carne) "Me pregunto qué pasa con Rokugo. Se ha tardado mucho en volver."
Agente Random: (con indiferencia, lanzando una carta) "Amigo, no ha pasado ni un día desde que desapareció. Relájate, seguro se está divirtiendo."
Mientras tanto, en las celdas, Rokugo parece haber encontrado otra forma de matar el aburrimiento. Juega con los pies de Grimm, usando su lengua para hacerla reír y a la vez incomodarla.
Grimm: (ruborizada, pero algo divertida) "¡Comandante! Aquí no… ¡Nos están mirando!"
Rokugo: (encogiéndose de hombros) "¿Y qué? No tenemos nada mejor que hacer."
La "escena romántica" se interrumpe abruptamente cuando dos guardias entran, con seriedad en sus rostros.
Guardia 1: "Los hemos declarado culpables de espionaje. Un prisionero de guerra podría ser útil para obtener información, pero solo uno. Así que… solo uno de ustedes sobrevivirá."
Ambos, Rokugo y Grimm, levantan la mano con rapidez para salvarse, pero Alice —siempre lógica— señala a Rokugo sin dudar, inclinando la balanza en su favor.
Grimm: (enojada) "¡Ustedes dos son unos malditos cobardes!"
Rokugo: (tratando de calmarla) "No te preocupes, Grimm. Alice puede ser reconstruida por Lilith si algo pasa, y si llegamos a escapar, te llevaré al templo de Zenarith para que te revivan. Así que tú aguanta hasta el final."
Los guardias comienzan a escoltar a los prisioneros hacia su supuesta "ejecución". Alice sigue con indiferencia, sin resistirse, considerando que, siendo un androide, fingir estar "muerta" es fácil. Grimm, sin embargo, lucha, grita y se resiste hasta el último momento.
De regreso en la base de Kisaragi, el Hombre Tigre mira el reloj y se percata de que las 48 horas están cerca de cumplirse.
Hombre Tigre: (aburrido, tirando la última brocheta al piso) "Bueno, ya pasaron las 48 horas. Creo que es hora de ir a buscar al comandante Rokugo."
Agente Random: (con una pereza absoluta) "Ugh… no puedo creer que tengamos que ir. Pero bueno… ya, ya. Vamos."
Los agentes de Kisaragi se estiran, recogen sus cosas con desgano y comienzan a prepararse para el rescate, sin un ápice de prisa.
Los agentes de Kisaragi finalmente llegan a la mazmorra que ahora sirve como su base, exhaustos y con más preguntas que respuestas. Hombre Tigre baja a Grimm y la coloca en una cama improvisada. Sin mucho tacto, Rokugo decide despertarla al estilo Kisaragi: tirándole un poco de agua en la cara.
Grimm: (sobresaltada) "¡¿Eh?! ¿Dónde…? Ah… pensaba que estaba en el templo de Zenarith otra vez. Esto… esto no es el cielo, ¿cierto?"
Rokugo: (con una sonrisa irónica) "No exactamente, aunque viendo el desastre en Axel, ya casi lo parece."
Una vez recuperada, Grimm sacude la cabeza y recuerda algo importante del interrogatorio.
Grimm: "Comandante, durante el interrogatorio, esa sacerdotisa loca mencionó algo preocupante. Ella dijo que se encargó de borrar al culto de Regina personalmente."
Rokugo: (confundido) "¿Regina? ¿Y por qué debería importarnos una diosa desconocida?"
Grimm: (con tono sombrío) "Regina es la hermana de Zenarith, mi deidad. Y si no quedan seguidores… eso significa que Regina podría haber sido destruida. Cuando una deidad pierde a todos sus fieles, desaparece."
Rokugo: (frunciendo el ceño) "¿Y eso qué significa para ti?"
Grimm: "Bueno… si algún templo o santuario de Regina todavía sigue en pie, aunque sea en ruinas, podría aprovecharse para que Zenarith me devuelva a la vida. En teoría."
Rokugo: (sin mucha paciencia) "¿En teoría?"
Grimm: "Sí, en teoría. Pero la idea de confiar en un templo en ruinas para mi supervivencia es… un poco aterradora, para ser sincera."
Rokugo: (se encoge de hombros) "Vamos, seguro que lo averiguaremos. Después de todo, ¡ya has muerto más veces que cualquiera de nosotros!"
Grimm: (suspirando) "Sí, pero prefiero no hacerlo permanente."
Rokugo, aún con su plan en mente, decide canjear sus puntos de "mal comportamiento" por dos cosas esenciales para infiltrarse en Axel: una capa de invisibilidad y un vestido elegante para Alice. Con Alice vestida como una réplica de la joven princesa Iris, se dirige a la ciudad, confiado en que la gente de Axel los tomará como miembros de la realeza.
Rokugo: "Mira, Alice, solo tienes que quedarte ahí y sonreír. Haz como que eres la realeza, y no tendrás que hacer nada más."
Alice: "Entendido, aunque me parece una táctica altamente cuestionable. ¿Qué haremos si alguien se da cuenta?"
Rokugo: (con una sonrisa confiada) "Confía en mí
Cuando llegan al centro de Axel, Rokugo empieza a decir a cualquiera que pasa que la princesa ha llegado de visita sorpresa. Sin embargo, en cuestión de minutos, algunos de los aldeanos comienzan a mirar a Alice con una expresión de sospecha.
Aldeano 1: "¿La princesa Iris? ¡Pero Iris debe de tener… qué, unos 48 años ahora!"
Aldeano 2: "¡Sí, claro! Además, esa niña parece demasiado…
Rokugo: (murmurando a Alice) "Ups…
En ese momento, la multitud de aldeanos se vuelve hostil y comienza a sospechar que Rokugo es el espía que andaban buscando. Con miradas acusadoras, empiezan a rodearlo.
Aldeano 3: "¡Tú eres el espía que querían capturar! ¡Y esa niña es una impostora!"
Rokugo: (a Alice, mientras se coloca la capa de invisibilidad) "Cambio de planes, Alice. ¡Hora de escapar!"
Alice: "¿Es necesario que me lleves en la espalda?"
Rokugo: "¡Menos quejas y más correr!"
Sin más remedio, Rokugo levanta a Alice y la carga, desapareciendo de la vista de la multitud con su capa. Logran escapar de los aldeanos furiosos y se refugian en una esquina, donde Rokugo suspira, frustrado.
Rokugo: "Esto no salió como esperaba. Tal vez intentar hacerte pasar por alguien que supuestamente tiene la mitad de un siglo no fue la mejor idea."
Alice: (con tono neutral) "Tu plan falló en tres niveles de estrategia básica."
Rokugo decide regresar a la base para repensar la situación, sintiéndose observado por Alice y su crítica silenciosa durante todo el camino.
Kisaragi invade Axel
De regreso en la base-masmorra, Rokugo reflexiona seriamente sobre el siguiente paso. Si quieren tomar Axel, primero deben encontrar el modo de vencer a su "campeón", Eren Jaeger.
Rokugo: "Eren tiene un cuerpo gigante de 15 metros que puede regenerarse, puede cubrirse de armadura, y puede crear estructuras de endurecimiento de la nada… Si queremos conquistar esta ciudad, necesitamos una estrategia específica para neutralizarlo."
Hombre Tigre: "Algunos de nuestros agentes fueron a recolectar información, pero la seguridad está al máximo. Nadie entra ni sale de la ciudad sin ser revisado."
Mientras tanto, en Axel, Eren, Darkness, y Aqua se encuentran en una reunión de estrategia.
Aqua: "Los de Kisaragi pueden 'invocar' proyectiles como cañones portátiles, vehículos, y hasta copias del Destructor, esa araña gigante que enfrentamos hace veinte años. Lo malo es que tienen que acumular puntos de 'maldad' para hacerlo, porque si se quedan sin puntos, no pueden invocar nada."
Darkness: (cruzándose de brazos) "¿Puntos de maldad? Eso suena como una habilidad peligrosa y arbitraria."
Eren: "Eso explicaría por qué los soldados de Kisaragi no han hecho ataques mayores todavía. Están ahorrando esos puntos."
Aqua: "Además
mutantes entre sus filas; híbridos creados artificialmente para tener habilidades especiales. Pero lo que realmente me asusta es esa mujer, Grimm. ¡Nunca he visto una sacerdotisa de Zenarith tan... resistente! Y no tengo idea de sus límites."
Mientras los tres discuten el plan, el hijo de Darkness, Walter Alexei Barnes Jr., entra tarde a la reunión.
Darkness: "¡Hijo! El maestro de la espada, héroe de grandes familias, y ¡llegas tarde a una reunión de defensa!"
Walter Jr.: (con calma) "Mis disculpas, madre. Estaba revisando los puntos estratégicos de defensa en la entrada oeste."
Eren y Walter Jr. comparten una mirada de complicidad, mostrando una relación de respeto como de maestro y alumno.
En la base-masmorra, Rokugo llega a una conclusión.
Rokugo: "La mejor manera de tomar la capital sería invocando una réplica de la fortaleza Destructor. Pero… no tengo suficientes puntos de maldad para eso."
Grimm: (mirándolo con ojos juguetones) "Si necesitas puntos malos… puedo ayudarte a ganar algunos."
Rokugo: (poniéndose serio) "Grimm, no es el momento para coquetear. Necesitamos un plan real."
Alice: "Sugiero obtener los puntos mediante actos de maldad estratégicos. Podría generar un aumento calculado en tus reservas sin comprometer nuestras posiciones."
Rokugo: "Tú sí piensas en el trabajo, Alice. Ok, vamos a crear algo que haga que los ciudadanos se mantengan ocupados mientras obtenemos esos puntos."
Rokugo tiene un destello de inspiración. Si desea ganar puntos malos rápidamente, necesita causar caos directo y abierto en Axel.
Rokugo: "La mejor forma de recolectar puntos será entrar directamente en conflicto. Que se acumulen puntos mientras arrasamos con los obstáculos."
Los agentes de Kisaragi se preparan para la misión. Rokugo monta su moto, y Grimm insiste en ser la copiloto, argumentando que así puede "aferrarse" a él en medio de la acción.
Grimm: "Déjame ir contigo de copilota, Rokugo. Así puedo… apoyarte."
Rokugo (aceptando con una sonrisa): "Está bien. Además, con tu suerte, es más probable que tú seas la primera en recibir cualquier ataque."
El equipo avanza hacia Axel. Al llegar, los agentes sacan sus armas y, en un primer ataque coordinado, destruyen la artillería de cañones de la muralla de la ciudad. Los rodean estratégicamente y colocan minas en las salidas para bloquear cualquier intento de refuerzo o escape.
En una maniobra especialmente peligrosa, Rokugo se prepara para saltar hasta la cima de la muralla.
Rokugo: "Grimm, por una vez… ¡no mueras!"
Grimm (confundida): "¿Eh? ¿Qué estás…?"
Antes de que pueda procesarlo, Rokugo impulsa la moto sobre una roca en forma de rampa y, en una acrobacia arriesgada, logran aterrizar en la cima de la muralla.
Desde allí, los aventureros y defensores de Axel se movilizan. Magos, paladines, ladrones y aventureros emplean sus habilidades para intentar frenar a los soldados de Kisaragi. Sin embargo, Rokugo posiciona un generador de microondas de alta potencia, activando una emisión que cubre toda la ciudad, bloqueando el uso de magia en Axel.
Grimm (mirando sus manos, desconcertada): "No… No siento la magia de Zenarith. ¿Qué demonios le has hecho a la ciudad?"
Rokugo: "Estamos quitándoles su as bajo la manga. Sin magia, la resistencia de estos tipos debería reducirse bastante."
Aun así, los espadachines y guerreros físicos ofrecen una dura resistencia, admitiendo que sin la magia se les complica el combate, pero luchando con ferocidad.
Desde el otro lado de la ciudad, Eren observa cómo los agentes de Kisaragi están destruyendo todo a su paso y atacando a civiles. Con un destello de ira, muerde su mano, transformándose en su forma de Titán Mandíbula y lanzándose hacia la muralla a gran velocidad, decidido a destruir el generador de microondas.
Rokugo (viendo la imponente figura de Eren avanzando): "¿Cómo rayos sigue transformándose en Titán?"
Grimm: "Quizá su magia no sea prestada… puede ser algo propio de él."
Con Eren en modo de ataque y los ciudadanos defendiéndose a pesar de las desventajas, Rokugo y sus agentes deben improvisar un plan para manejar la creciente amenaza del titán y su sorprendente habilidad para resistir sus tecnologías.
Eren, en su forma de Titán Mandíbula, lanza un salto feroz y logra destruir el generador de microondas de Rokugo con un solo golpe, restableciendo el uso de magia en Axel. La energía mágica comienza a fluir de nuevo por toda la ciudad, lo que revitaliza a los defensores de Axel. Sin embargo, Rokugo reacciona rápidamente y activa el modo SIN LIMITES de su traje, lo que le otorga una fuerza descomunal.
Rokugo: "Muy bien, grandulón. ¡Veamos si puedes con esto!"
Sorprendiendo incluso a Eren, Rokugo usa su fuerza aumentada para levantar al Titán Mandíbula y estamparlo contra la muralla, provocando una grieta que se extiende por varios metros.
Rokugo (pensando): "Este modo solo dura un minuto antes de que me deje inmovilizado… Tengo que acabar con este tipo antes de que se termine."
Aprovechando la ventaja momentánea, Alice, que observa desde un punto seguro, canjea rápidamente puntos para invocar un lanzagranadas, apuntando directamente a la boca del Titán Mandíbula. Con precisión, dispara, y el proyectil impacta en la mandíbula de Eren, provocándole graves daños. Sin embargo, a pesar de la explosión, Eren se levanta, todavía combativo, y se lanza con sus garras hacia Rokugo.
Rokugo: "¡No te vas a rendir, eh!"
Rápidamente, Rokugo canjea sus puntos malos para invocar una motosierra circular de alta potencia. Con el tiempo corriendo en su modo SIN LIMITES, usa la motosierra para destrozar la mano del Titán Mandíbula, y en una ráfaga de ataques, desgarra gran parte del cuerpo titánico de Eren. Finalmente, Eren es forzado a salir parcialmente de su titán, jadeante y debilitado.
Rokugo (mirando a Eren, agotado por el esfuerzo): "No puedo moverme… ¡Eh! ¿Alguien me echa una mano aquí?"
El Hombre Tigre se lanza en ayuda de Rokugo, pero Eren, lleno de determinación, se muerde de nuevo la mano para transformarse en otro Titán Mandíbula. No obstante, los agentes de Kisaragi no pierden la oportunidad y activan las armas que desarrollaron para combatir titanes en otros mundos conquistados, dirigiendo una lluvia de proyectiles de alta energía y lanzando explosivos especializados.
Eren apenas puede esquivar los ataques, y las múltiples explosiones lo golpean hasta que su cuerpo de titán queda irreconocible, agotando su resistencia. En sus últimos momentos, Eren, ya casi sin fuerzas, piensa en Mikasa, deseando que estuviera a su lado, como lo hacía en los viejos tiempos.
Mientras su visión se desvanece, alcanza a ver a Aqua, Darkness y Walter Jr. corriendo hacia él, intentando llegar para salvarlo.
Walter Jr. llega corriendo al campo de batalla justo a tiempo para ver a Eren caer debilitado, y con furia contenida, desenvaina su espada para enfrentar al Hombre Tigre, quien ya está listo para el combate.
Walter Jr.: "¡Tú! No permitiré que sigas lastimando a mis amigos y destrozando nuestra ciudad."
Hombre Tigre (riéndose): "¿Un mocoso me amenaza? Veamos si tienes lo que se necesita para enfrentarte a una bestia."
Ambos intercambian golpes en una feroz batalla de espadas. Walter Jr. muestra gran habilidad y velocidad, pero el Hombre Tigre posee una fuerza bruta y resistencia que dificultan cualquier avance. Mientras tanto, Darkness se une a la pelea, enfrentándose a varios agentes de Kisaragi al mismo tiempo. Los agentes disparan ráfagas de balas y lanzan explosivos hacia ella, pero, para su asombro, los ataques no parecen tener el menor efecto.
Agente de Kisaragi (desconcertado): "¿Qué demonios…? ¿Por qué no le afecta nada?"
Rokugo observa desde una distancia segura y hace una broma al respecto.
Rokugo: "Esa gobernadora es más dura que el cemento. Si intentara golpearla, seguro que acabaría rompiéndome la mano, y no en el buen sentido."
Alice, algo molesta, lanza otra granada hacia Darkness, pero esta apenas le rasguña la armadura, dejándola completamente ilesa. Darkness suelta una risa satisfecha mientras continúa cargando contra los agentes.
Darkness: "¡Oh, es inútil! ¡Mis enemigos no tienen nada que pueda hacerme daño!"
Por otro lado, Aqua ha logrado llegar junto a Eren y comienza a canalizar su poder curativo sobre él.
Aqua: "Ay, Eren, si fueras un veinteañero de nuevo, estos payasos de Kisaragi no habrían durado ni un minuto."
Mientras tanto, en lo alto de la muralla, Grimm finalmente despierta después de recibir un golpe en la cara de un escombro. Al observar la situación, se da cuenta de que Darkness está resistiendo todos los ataques de los agentes y decide lanzarle una maldición de parálisis.
Grimm (murmurando): "¡Bien! Esto debería detener a esa molestia por un momento… ¡Maldición de parálisis!"
Al instante, Darkness se queda inmóvil, atrapada por la maldición. Sin embargo, Aqua reacciona rápidamente, apuntando hacia Darkness y gritando un hechizo de liberación.
Aqua: "¡LIBERAR!"
La parálisis de Darkness desaparece, y ella vuelve a moverse, mirándose las manos, confundida por un instante. Aqua y Grimm intercambian miradas desde la distancia, llenas de resentimiento y rivalidad.
Aqua (frunciendo el ceño): "¡Grimm! ¡Esa bruja estorbosa otra vez!
El combate se va deteniendo poco a poco al oír el grito de Rokugo ordenando un alto al fuego. Los agentes de Kisaragi retroceden lentamente, desconfiados pero obedientes. Mientras tanto, los refuerzos de Axel se despliegan, formando una línea defensiva imponente.
De entre los refuerzos, Historia e Ymir se acercan a Eren, quien sigue algo débil tras el combate.
Historia (mirándolo con preocupación): "Eren, ¿estás bien? Pareces bastante golpeado."
Ymir (burlona, pero con un toque de afecto): "¿Qué pasa, Jaeger? ¿Te estás ablandando? Hace años que no te veía así."
Eren suspira, dando una sonrisa cansada pero reconfortado por ver a sus viejas amigas.
Mientras tanto, Rokugo, observando la escena, analiza a Historia y Ymir desde una distancia segura. Nota la belleza madura de Historia y piensa para sí mismo.
Rokugo (para sí): "Esa mujer debe haber sido increíble en su juventud… Aún ahora es impresionante. Y esa otra chica… hay algo en su mirada que parece peligroso."
Justo en ese momento, un nuevo carruaje llega, del cual desciende la Princesa Iris. Su porte elegante y presencia imponente llaman la atención de Rokugo y de sus agentes. Rokugo calcula su edad, notando que, a pesar de sus años, aún conserva una belleza digna de una noble. Si no fuera por su misión, podría pensar que es pariente de Darkness, y si Alice fuera humana, hasta podría imaginarla como su abuela.
Desde su escondite, Alice observa a la princesa y decide presentarse.
La princesa, alzando la voz, exige una presentación formal de quienes han osado invadir su tierra.
Princesa Iris: "Ustedes, que han traído el caos a esta ciudad y han atacado a nuestros ciudadanos… ¡Preséntense! Exijo saber quiénes son y qué buscan aquí."
Rokugo cruza los brazos, intercambiando una mirada rápida con Alice, quien da un paso al frente para hacer la presentación formal.
Alice (con un tono firme y profesional): "Somos los invasores enviados por la Corporación Kisaragi. Estamos aquí para anexar este planeta a nuestro sistema de dominio galáctico. Esta invasión es un paso hacia la expansión y conquista en nombre de Kisaragi."
Rokugo le sonríe levemente a la princesa, disfrutando del impacto de la declaración.
Princesa Iris (con mirada desafiante): "¡Váyanse de mis tierras! No permitiré que un grupo de invasores pisotee nuestro hogar." 😾
Alice (esbozando una sonrisa burlona): "¿Tus tierras? Ya no, princesita. Kisaragi tomará posesión de este territorio, y no te preocupes, tal vez te encontremos un lugar en el nuevo orden. sí que te sugiero que te prepares para la anexión."
Eren, todavía recuperándose gracias a Aqua, observa el avanzado traje de batalla de Rokugo y no puede evitar cuestionarse cómo alguien podría poseer una tecnología tan letal y avanzada en ese mundo.
Eren (mirando a Rokugo con seriedad y algo de curiosidad): "... ¿Cómo es posible que tu tecnología sea tan letal? Nunca he visto algo parecido a esos trajes de batalla."
Rokugo (alzando una ceja y con una sonrisa maliciosa): "Silencio, viejo raboverde. Ya cállate antes de que me quede con todas tus pertenencias y deje a tu querida princesita temblando."
Mientras tanto, Aqua y Grimm intercambian una mirada de asombro y horror.
Aqua y Grimm, cada una en su posición, comparten una mirada de exasperación total y sueltan un suspiro, al mismo tiempo que sus expresiones reflejan disgusto. ☠️
Rokugo (sonriendo con malicia y alzando la voz para que todos lo oigan): "¡Que esta pequeña muestra les haga entender el verdadero poder de Kisaragi!"
Con un movimiento ágil, utiliza su minitransportador para canjear un nuevo recurso: un enjambre de langostas titán, enormes crustáceos creados como armas biológicas. Estas criaturas monstruosas, criadas por la Corporación Kisaragi, se despliegan en un instante, ocupando el campo de batalla y avanzando rápidamente hacia las defensas de Axel.
Rokugo (mirando a sus agentes): "¡Retirada, equipo! Dejemos que nuestros amiguitos crustáceos se encarguen de distraerlos."
Justo antes de retirarse, Grimm hace una señal desde la muralla, pidiendo que alguien le ayude a bajar. Pero Aqua, que ha estado observándola con suspicacia, aprovecha la distracción para actuar.
Aqua (alzando su cetro y recitando en voz alta): "¡EXORCISMO SAGRADO!"
Una intensa luz sagrada envuelve a Grimm, quien apenas alcanza a dar un grito antes de que el exorcismo haga efecto. En un instante, su cuerpo se desploma sin vida desde lo alto de la muralla y cae pesadamente al suelo. Los agentes de Kisaragi miran horrorizados cómo su compañera ha sido eliminada con facilidad.
Hombre Tigre (con la voz entrecortada): "... Grimm…"
Recoge cuidadosamente el cadáver de Grimm y lo coloca sobre su hombro. Rokugo, aunque algo consternado, observa en silencio antes de dar la orden de retirada. Los agentes se retiran mientras el Hombre Tigre lleva a Grimm con solemnidad.
Después de la feroz batalla contra las langostas titán, los aventureros y refuerzos de Axel finalmente logran exterminar a las criaturas. Eren, exhausto pero todavía decidido, observa los restos de los gigantescos crustáceos con una mezcla de sorpresa y preocupación.
Eren (hablando en voz baja para sí mismo): "Esas langostas... como si alguien hubiera encontrado una forma de hacer que el suero titán funcionara en animales. Esto va más allá de cualquier otra amenaza."
De regreso en la base de Kisaragi, Rokugo revisa la situación con un inesperado gesto de frustración.
Rokugo (viendo la pantalla con el informe de diagnóstico de Grimm): "¿Así que... está muerta de verdad?" No esperaba que la sacerdotisa esa fuera tan poderosa... Más que Grimm, incluso. Maldita sea..."
Se masajea la sien, tratando de idear una solución, pero sus opciones se ven limitadas. Sin un templo de Zenarith cercano, la resurrección de Grimm parece imposible. De pronto, recuerda algo que ella le mencionó antes: un comentario sobre la posibilidad de que pudiera revivir en un templo de Regina, la hermana de Zenarith.
Rokugo (reflexionando): "Así que... si encontrara un templo de Regina, podría traerla de vuelta. Pero, ¿dónde se supone que voy a encontrar un templo de una deidad que nadie venera desde hace más de veinte años?"
La Búsqueda del Templo de Regina
Los días pasaron mientras Rokugo organizaba a varios de los agentes de Kisaragi para buscar un templo de Regina, la hermana olvidada de Zenarith. Sabía que si quería revivir a Grimm, esa era su única opción. Pero encontrarlo no sería tarea fácil. Después de varios días de búsqueda en el bosque cercano, la mayoría de los agentes de Kisaragi regresaron sin éxito. El cuerpo de Grimm, ya en estado de descomposición, apestaba, pero Rokugo mantenía la esperanza.
Rokugo (hablando con frialdad a los agentes): "Si no encontramos ese templo en los próximos tres días, voy a hacer que todos ustedes sean responsables de esta pérdida. ¡Muévanse!"
Finalmente, un grupo de agentes regresó con noticias. Habían encontrado un templo en medio del bosque, oculto entre árboles frondosos, cubierto por plantas con formas extrañas que parecía que también poseían algo de autonomía.
Agente 1 (jadeando, sudoroso): "Lo encontramos... está allá, pero tuvimos que enfrentarnos a algunas plantas... no eran normales."
Rokugo (sin perder la calma): "¡Llévenme allá inmediatamente!"
Tras horas de combate con las plantas agresivas que protegían el templo, Rokugo y sus agentes llegaron finalmente a la entrada. El lugar estaba desolado, con paredes cubiertas de musgo y polvo. Rokugo dejó el cuerpo de Grimm en el altar del templo, con la esperanza de que sus esfuerzos fueran suficientes para revivirla.
Rokugo (mirando el altar, pensativo): "Lo he hecho... pero... ¿y la ofrenda?"
Rokugo se quedó mirando el cuerpo de Grimm con ansiedad. Sabía que sin una ofrenda adecuada, no podía invocar el poder de Regina para revivirla. Alice, que lo había acompañado en la misión, se acercó con una sonrisa calculadora.
Alice (con tono sarcástico): "¿No tienes algo que le hayas dado a Grimm? Un detalle... tal vez algo que puedas usar."
Rokugo (pensando por un momento): "¿Un regalo...? ¡Espera! ¡Seguro que Grimm tiene algo de lo que le di escondido en su casa!"
Sin perder tiempo, Rokugo utilizó su minitransportador para canjear algunos objetos personales que había dado a Grimm en el pasado, sabiendo que seguramente ella los había guardado. Un pequeño collar, un amuleto con la marca de Kisaragi, y otros objetos de valor personal. Con esto, pensó, podría hacer una ofrenda para Regina.
Rokugo (con determinación): "Esto debería ser suficiente."
Puso los objetos en el altar, y, con la respiración contenida, activó el proceso para revivir a Grimm.
El aire se llenó de una extraña energía. La luz en el templo empezó a brillar con fuerza, y el cuerpo de Grimm se iluminó por un momento. La magia de Regina finalmente surtió efecto. Grimm volvió a la vida, respirando con rapidez como si despertara de un largo sueño.
Grimm (confusa, mirando a su alrededor): "¿Dónde... estoy? Esto no es el templo de Zenarith..."
Rokugo (con una mezcla de alivio y satisfacción): "Lo hicimos... estás viva, Grimm."
Grimm (desorientada, pero sonriendo): "¿Dónde está el templo de Zenarith? ¿Por qué... este es el templo de Regina?"
Rokugo (un tanto nervioso): "El templo de Zenarith... no está cerca, así que tuvimos que buscar una alternativa. Y bien, parece que... funcionó."
Grimm (mirando a Rokugo, suspirando): "Vaya... esto es algo nuevo para mí. Nunca imaginé que reviviría en un lugar tan... diferente."
A medida que regresaban a la base, Alice le dio un consejo a Rokugo con una sonrisa traviesa.
Alice (en tono casual): "¿Sabías que podías haber hecho el papeleo para teletransportar a algún agente a la sede de Kisaragi en Grace? Desde ahí, habría sido mucho más fácil transportarla a un templo de Zenarith, y revivirla en el templo que siempre usamos. ¡Lo habrías logrado en un par de horas!"
Rokugo (frustrado, apretando los dientes): "¡Maldita sea! ¿Por qué no pensé en eso antes? ¡Perdimos cinco días buscando un templo de Regina! ¡Esto podría haberse resuelto mucho más rápido!"
Grimm (abrazando a Rokugo mientras lo mira con una sonrisa suave): "No te preocupes tanto, Rokugo. Lo hiciste todo por mí... ¿y sabes qué? Creo que esto es un gesto de amor. Todo el tiempo que pasaste buscando un templo y gastando tus puntos para traerme algo personal para revivirme... Es más de lo que podría pedir."
Rokugo (mirando a Grimm con una mezcla de frustración y cariño): "Bueno, no me hagas pensar demasiado en eso. ¡Lo importante es que estás de vuelta!"
La Despedida de Aqua
El mes que Aqua debía pasar en este mundo estaba por llegar a su fin. Ella había sido enviada desde el más allá para asistir a Historia y Eren, pero su tiempo en el planeta estaba limitado. Se encontraba en la ciudad de Axel, junto a Eren, a quien había acompañado y asistido a lo largo de los últimos días. La batalla con Kisaragi seguía escalando, y la situación era tensa. Sin embargo, el tiempo de Aqua había llegado a su fin.
Aqua (mirando a Eren con un tono melancólico): "Eren... tengo que irme. Mi tiempo aquí ya está por terminarse."
Eren (mirando preocupado a Aqua): "¿Qué? ¿Ya no puedes quedarte más tiempo?"
Aqua (asintiendo con tristeza): "No, no puedo. Mi misión en este mundo se ha cumplido. Debo regresar al más allá."
Eren (pensativo, un poco inseguro): "¿Y qué pasa con nosotros? ¿Sobreviviremos a todo esto?"
Aqua (poniendo una mano sobre su hombro, mostrando una leve sonrisa): "No soy una diosa de la guerra, ni mucho menos... No puedo interferir directamente en este mundo de fantasía, eso es territorio de Eris. Pero... dentro de lo que cabe, les ayudaré. De alguna forma... No se rindan."
Eren miró a Aqua, preocupado, sabiendo que la ayuda de la diosa era limitada. Pero sentía un cierto consuelo al ver la sinceridad en sus ojos.
Aqua (con tono más enérgico): "Además, puedo devolver la sequía a ese mundo que Kisaragi gobierna, si eso les ayuda. Usen su imaginación, muchachos... ¡podrán salir de esta!"
La verdad era que Aqua no podía hacer mucho más en este mundo. Sus poderes como diosa eran limitados por las reglas del más allá, y su capacidad para interferir en el mundo de Eris estaba restringida. Aun así, parecía que encontraría una forma de ayudar a Eren y a los demás, aunque fuera de una manera indirecta.
Eren (tomando una respiración profunda, resignado pero agradecido): "Gracias, Aqua. Te lo agradezco mucho."
Aqua (sonriendo ampliamente, con su usual arrogancia): "¡De nada! Recuerda que una diosa como yo no ayuda a cualquiera, ¡así que ten cuidado en cómo agradeces esto!"
Finalmente, el día llegó. Aqua cruzó la puerta interdimensional hacia el más allá, dejando atrás a Eren y al resto de los aventureros. La puerta se cerró detrás de ella, y el silencio reinó en el aire.
En la Base-Mazmorras de Kisaragi
En el lado de Kisaragi, la situación era diferente. Rokugo y Grimm estaban descansando después de los eventos ocurridos, ya más tranquilos desde la revivificación de Grimm. Los dos se encontraban en la misma cama, sin ropa, después de una noche complicada y llena de emociones. Rokugo no podía evitar observar a Grimm, quien dormía tranquilamente a su lado.
Rokugo (pensando mientras la mira): "Es tan tierna cuando duerme... Hace esos pequeños ruidos graciosos... casi como un animalito."
Sin embargo, Rokugo no podía dormir. Su mente seguía dando vueltas, atormentada por los eventos recientes y la constante amenaza que Kisaragi representaba para todo el planeta. Grimm, por su parte, parecía estar profundamente dormida, ajena a los pensamientos de Rokugo.
De repente, la puerta de la habitación se abrió bruscamente, y un agente de Kisaragi irrumpió en el cuarto.
Agente de Kisaragi (alarmado): "¡Comandante
¡Están atacando la base! El ejército de Belzerg ha descubierto nuestra ubicación. ¡Necesitamos tu presencia de inmediato!"
Rokugo (levantándose rápidamente, sin perder la calma): "¿Belzerg? ¡Maldita sea! No tengo tiempo para esto..."
Grimm (despertando confusa, mirando alrededor): "¿Qué sucede, Rokugo? ¿Por qué nos atacan? ¿Qué está pasando?"
Al darse cuenta de que no se había vestido aún y estaba desnuda junto a Rokugo, Grimm se cubrió rápidamente con la manta, sonrojándose visiblemente.
Grimm (avergonzada, mirándole rápidamente): "¡Rokugo!
Rokugo (sonriendo levemente, sin mostrar demasiada emoción): "No tenemos tiempo para eso.
¡Nos están atacando! Es hora de defender la base."
Agente de Kisaragi (de nuevo interrumpiendo): "Rokugo-sama, ¿qué hacemos? Las defensas de la base no están completamente listas, pero sabemos que es una invasión masiva."
Rokugo (poniéndose de pie y vistiéndose rápidamente): "La mazmorras de esta base fueron rediseñadas para ser una fortaleza impenetrable. Asegúrate de activar las defensas. El ejército de Belzerg no tiene idea de lo que les espera."
Grimm (con una mirada decidida mientras se levantaba de la cama): "¿Lo dices en serio? ¿Una fortaleza? ¡Entonces vamos a ponerlos a prueba!"
Rokugo (poniéndose su armamento y preparándose para la batalla): "Eso es lo que pienso. Si Belzerg quiere pelea, tendrán una guerra que nunca olvidarán."
El Desafío de la Mazmora
La invasión de Belzerg había desbordado a las fuerzas de Kisaragi, y la base se encontraba en plena alarma. Mientras Rokugo y Grimm se preparaban para enfrentar a los enemigos, en la ciudad de Axel, el ambiente no era menos tenso. Historia Reiss, ahora Comandante en Jefe , recibía reportes de su equipo de exploradores enviados a la mazmora de Kisaragi, la fortaleza rediseñada por la corporación.
Uno de los soldados de Axel irrumpió en su oficina, sudando y visiblemente agotado.
Soldado (con voz agitada): "Comandante Reiss,
la situación es aún peor de lo que imaginamos. Las trampas son mucho más sofisticadas, y las bestias... son robots asesinos de Kisaragi. No estaban registradas en el último mapeo. Es... es imposible atravesarla con los recursos actuales."
Historia (pensando mientras escucha el informe, frunciendo el ceño): "¿Robots asesinos, eh? Y las trampas... Ya lo imagino. Eso no estaba en los planos originales."
El soldado, notando la expresión pensativa de Historia, se quedó en silencio mientras ella se sumía en sus recuerdos.
Historia (susurrando para sí misma, nostálgica): "Hace años, Aqua y yo nos aventuramos en esa mazmora. No teníamos ni idea de lo que nos esperaba, y aún así... ¿Recuerdas, Aqua? Cómo conocimos a Kele, el Liche, en lo más profundo... Y cómo Vanir se encargó de eliminar todas esas monstruosidades."
Esa nostalgia se convirtió en un amargo recordatorio de los días pasados, cuando Historia y su equipo se aventuraban por mazmorras, persiguiendo riquezas y desafíos. Ya no era esa joven ladrona llena de ambición. El tiempo había pasado, y su rol ahora era proteger y liderar a su gente.
Sin embargo, esos recuerdos también despertaron una chispa de esperanza en ella.
Historia (decidida, mirando hacia su mesa): "Si alguien puede atravesar esta mazmora... es ella."
Con determinación, Historia salió de su oficina, dando instrucciones a sus tropas mientras se dirigía a un lugar conocido, una tienda muy especial en Axel.
La tienda de Wiz, la liché, había sido un lugar familiar para Historia en su juventud. Había algo reconfortante en la atmósfera del lugar, como si el tiempo se hubiera detenido allí. Wiz, la liché dueña del local, había permanecido joven durante décadas, un enigma para los habitantes de Axel. A pesar de su apariencia de una mujer adulta, siempre parecía tener una presencia serena y amable.
Historia entró a la tienda, y un leve tintineo de campanillas la recibió. Wiz levantó la mirada de su escritorio, sonriendo cálidamente al ver a su vieja amiga.
Wiz (sonriendo): "¡Historia! ¡Cuánto tiempo sin verte! Parece que sigues tan joven como siempre."
Historia (sonriendo débilmente, pero con un toque de nostalgia): "Y tú, Wiz, sigues igual de joven que cuando te conocí hace tantos años. Me alegra verte bien."
Ambas se miraron un momento, y la atmósfera en la tienda se llenó de una calidez familiar. Sin embargo, Historia no podía permitirse demasiada distracción.
Historia (después de un momento de silencio, hablando con seriedad): "Necesito tu ayuda, Wiz. Estamos en medio de una guerra contra Kisaragi, y hemos descubierto que la mazmora que han rediseñado como fortaleza es prácticamente impenetrable. Las trampas y las criaturas dentro de ella son mucho más letales de lo que cualquiera de nosotros podría manejar sin experiencia."
Wiz (mirándola con algo de sorpresa): "¿Una mazmora con criaturas y trampas? ¿No crees que eso está un poco fuera de mi alcance, Historia? No soy una experta en este tipo de cosas, ya no me considero una aventurera."
Historia (haciendo una pausa antes de responder, con una mirada decidida): "Lo sé, Wiz, pero hay algo que me dice que tú puedes ayudarnos. Has estado en mazmorras mucho peores que esta, y sabes cómo sobrevivir a esos peligros. Necesito tu experiencia."
Wiz (titubeando, pero con una mirada comprensiva): "Bueno... nunca he negado mis conocimientos sobre mazmorras... pero no sé si sería de mucha utilidad. La gente parece haber olvidado lo que viví en mis días de exploradora."
Historia (sonriendo, poniendo una mano sobre el hombro de Wiz): "Lo que necesitas no es convencerme a mí, sino a ti misma. Kisaragi ha creado algo mucho más peligroso de lo que cualquiera de nosotros puede manejar sin tu ayuda. Están usando tecnología avanzada, y la única forma de ganarle es con experiencia, como la que tú tienes. Además, sé que... aún sigues siendo capaz de enfrentar lo que venga."
Wiz (respirando hondo, después de unos segundos de reflexión): "Está bien, Historia. Acepto. Pero no será fácil. Y no te prometo que no me arrepienta."
Historia (sonriendo con gratitud): "Eso es todo lo que necesitaba escuchar."
El Reto de la Mazmora
Historia y Wiz llegaron finalmente a la puerta de la mazmora de Kisaragi, que se erguía ante ellas, oscura y temible. La estructura, antes solo un lugar misterioso, ahora se había convertido en un desafío de ingeniería mortal. Historia observó la puerta con seriedad, mientras Wiz emitía un leve suspiro, preparándose para lo que estaba por venir.
Al llegar a la entrada, una figura conocida apareció. Era Eren, quien había estado esperando allí, aparentemente inmerso en sus pensamientos. Al notar la presencia de Historia y Wiz, levantó la mirada y las saludó.
Eren (sonriendo): "Vaya, si no es Historia. No pensé que fuera a verte por aquí. ¿Qué tal, Wiz? ¿Cómo estás?"
Wiz (sonriendo tímidamente): "¡Oh! ¡Eren! Estoy bien, gracias. Un poco preocupada, pero bien. Saludos a Aqua de mi parte, por favor."
Eren (suspirando con una leve sonrisa melancólica): "Aqua se fue al más allá hace unas horas... Así que no podré darle tu saludo."
Wiz (surprendida, con una expresión de sorpresa): "¿Ah, ya se fue? Bueno... me imagino que estaba en sus planes...."
Wiz(tratando de cambiar de tema, notando el tono de Eren): "Eren, ¿y los niños? ¿Cómo están? Hace tanto que no los veo."
Eren (con una mirada algo distante): "Todos se fueron de la casa hace unos años... Han crecido y tomado sus propios caminos."
Wiz (sin querer incomodar más a Eren, decide enfocarse en la misión): "Bueno, Historia, creo que lo mejor es que entremos en la mazmora. No podemos perder más tiempo."
Historia (asintiendo): "Sí, tienes razón."
Historia y Wiz comenzaron su ingreso a la mazmora. Mientras se adentraban, la tensión aumentaba. El diseño de la mazmora era aún más complejo de lo que Historia recordaba. Trampas ocultas, pasillos oscuros, y tecnologías desconocidas, pero Wiz utilizaba su magia de congelación para desactivar algunas de las trampas mágicas, mientras que Historia, con su habilidad de Ladrón, detectaba trampas electrónicas, ayudando a esquivarlas o desactivarlas.
Juntas, ambas mujeres avanzaban, destruyendo mecanismos y superando varios pisos de la mazmora.
Mientras tanto, en el centro de operaciones de Kisaragi, Rokugo estaba observando las cámaras de seguridad. La intrusión de los soldados de Axel había sido detectada, y Rokugo no iba a permitir que llegaran muy lejos. Con rapidez, activó un sistema de microondas que irradiaría todos los pisos de la mazmora, desactivando toda la magia que Historia y Wiz usaban.
Rokugo (diciendo para sí mismo, con una mirada fría): "Esto debería detenerlos por completo."
De repente, Wiz sintió un estremecimiento en el aire. La energía mágica que normalmente fluía a través de ella se desvaneció por completo. Historia, por su parte, se sintió igualmente desconectada de sus habilidades.
Wiz (desconcertada, mirando a Historia): "¿Qué... qué está pasando? Siento como si mi magia... se hubiera ido."
Historia (inquieta, probando sus habilidades): "No puedo activar ninguna de mis habilidades. Esto no es bueno. La mazmora debe estar usando algún tipo de tecnología para bloquear nuestra magia."
Wiz (pensando rápidamente): "¿La tecnología de Kisaragi? ¿Eso puede afectar nuestra magia?"
Historia (mirando alrededor, con una expresión de preocupación): "Parece que sí. Pero las trampas electrónicas de esta mazmora... no tienen nada que ver con magia. Son puro circuito. Nuestra única esperanza está en desactivar estos mecanismos."
Historia se quitó la capa, revelando un equipo de maniobras tridimensionales escondido debajo de su traje. Wiz la observó, sorprendida.
Historia (sonriendo levemente): "Parece que todavía tengo algunos trucos bajo la manga. Vamos a necesitarlo."
Wiz (asintiendo, con un tono de admiración): "Tienes una ventaja aquí. Eso debería ayudarnos."
Con determinación, Historia usó el equipo de maniobras tridimensionales para impulsarse sobre la mazmora, esquivando trampas y destruyendo los generadores de microondas que bloqueaban sus poderes. Al hacerlo, la energía mágica comenzó a regresar poco a poco.
Historia (mientras destruye un generador, con un brillo en los ojos): "Esto va a devolverles la magia a todos los soldados de Axel. ¡Aguanten, chicos!"
En el centro de operaciones, Rokugo entró en pánico al ver que la situación se estaba complicando. Las cámaras mostraban que los enemigos avanzaban más rápido de lo esperado.
Rokugo (enfurecido, tomando el teléfono): "¡No hay tiempo que perder! ¡Necesito que me transporten más soldados de Kisaragi a la base ahora mismo! ¡Esto es un desastre!"
En el piso inferior de la mazmora, Historia y Wiz llegaron al último nivel, donde las defensas de Kisaragi parecían más intensas que nunca. Historia se adelantó, con el equipo de maniobras ya activado, mientras Wiz usaba su magia para protegerlas de las últimas trampas que quedaban.
Historia (mirando a Wiz con una sonrisa): "Vamos a terminar con esto, Wiz."
Wiz (con una sonrisa tranquila): "Estoy lista, Historia."
Con cada paso, las fuerzas de Axel avanzaban, y la batalla por tomar la mazmora de Kisaragi se intensificaba.
Rokugo aguardaba en la entrada de la mazmorra cuando los transportadores de Kisaragi comenzaron a aparecer, trayendo consigo a una serie de agentes preparados para defender la base.
Rose, la quimera, fue una de las primeras en aparecer. Sus ojos brillaron al ver a Rokugo, y su cola se movió con entusiasmo.
Rose: "¡Hola, comandante! ¡Años sin verlo!"
Rokugo (rodando los ojos con una sonrisa): "Rose, no exageres… solo han pasado unos meses."
A continuación llegó Belial, un ser imponente que parecía haber envejecido algo desde la última vez que Rokugo lo había visto. Sin tiempo para cálculos, Rokugo le ofreció un saludo rápido.
Rokugo: "Belial, bienvenida, No tenemos mucho tiempo; necesito tu ayuda para contener a los soldados de Axel."
Belial (con una inclinación de cabeza, mostrando su determinación): "Estoy lista
Que comience el espectáculo."
Sin más preámbulos, Rokugo dirigió a los agentes hacia las profundidades de la mazmorra, donde Historia, Wiz, y un grupo de soldados de Axel intentaban seguir avanzando.
Finalmente, Belial y los demás agentes de Kisaragi alcanzaron al grupo de Historia. Al verlos, Belial sonrió con una mueca y levantó una mano, su figura imponente levitando frente a ellos.
Belial (con una voz imponente): "¿Qué tal esto?"
Activando su habilidad de generación de microondas, Belial comenzó a inundar la mazmorra con ondas de energía. Wiz intentó conjurar un hechizo de hielo, pero su magia fue bloqueada inmediatamente, dejándola impotente.
Wiz (desesperada, mirando sus manos): "¡No... no puedo usar mi magia!"
Belial no perdió tiempo y, con un movimiento rápido, canalizó su piroquinesis, lanzando una ráfaga de fuego que impactó directamente a Wiz, quien cayó al suelo sin vida.
Belial (sin remordimientos, ordenando a sus agentes): "Avancen. No dejen a nadie con vida."
Historia miró la escena, su rostro palideciendo al ver a Wiz caer. La pérdida de su aliada y los soldados caídos le hicieron comprender la gravedad de la situación. Sin tiempo para procesar el dolor, gritó la orden de retirada.
Historia (con la voz quebrada): "¡Retirada! ¡Todos, salgan de aquí ahora!"
De vuelta en la entrada de la mazmorra, Historia salió con los pocos soldados sobrevivientes, visiblemente destrozada. Al ver a Eren y Ymir esperando, sus emociones finalmente se desbordaron.
Historia (sollozando, apenas sosteniéndose): "Perdimos a tantos hombres... y... y tuve que abandonar a Wiz allá dentro... ella... ella no lo logró."
Eren (con el rostro sombrío, acercándose a consolarla): "Lo siento, Historia. Sé que no querías que nadie más muriera..."
Ymir (poniendo una mano en su hombro, firme pero con compasión): "Hiciste lo que pudiste. Esto no es culpa tuya."
Mientras Eren y Ymir la consolaban, Historia sentía la pesada carga de la misión fallida y la pérdida de sus compañeros.
Mientras tanto, en las profundidades de la mazmorra, Belial regresó al centro de operaciones con el cuerpo inerte de Wiz en brazos. Al mirarla, notó algo curioso, una extraña energía que irradiaba débilmente desde el cadáver.
Belial (intrigado, sosteniendo el cuerpo de Wiz): "Esta vibra… es tan similar a la de Grimm."
Miró a Rokugo y a Alice, quienes lo observaban en silencio. Aún sin saber por qué, Belial sintió que había algo diferente en Wiz y que su presencia aún podía tener algún propósito para Kisaragi.
Mientras Belial examinaba el cuerpo de Wiz, Rokugo observaba con una mezcla de fascinación y pesar.
Rokugo (con una leve sonrisa): "Es una verdadera lástima. Tenía el tipo de cuerpo que me gusta."
Grimm (frunciendo el ceño, cruzando los brazos): "¿Perdón? ¿Te parece gracioso decir eso con su cadáver frente a mi?
? ¡Estás coqueteando con una muerta!"
Rokugo (defendiéndose, alzando las manos): "¡Oye, no es lo que parece! ¡Solo era un comentario inocente!"
Grimm le dio un golpe en el brazo, claramente celosa, mientras Belial ignoraba la escena y continuaba evaluando el cadáver de Wiz.
Afuera de la mazmorra, Eren miraba a Historia con una expresión decidida después de escuchar el informe de los soldados que lograron escapar.
Eren (con un tono sombrío): "Si los de Kisaragi son unos monstruos… entonces, para enfrentarlos, debemos usar monstruos."
Historia (confundida): "¿A qué te refieres?"
Eren esbozó una sonrisa sombría y propuso una táctica peligrosa. La idea era utilizar muñecas reanimadas, cargadas con explosivos, que se infiltraran en los niveles inferiores de la mazmorra. La estrategia consistía en que, al llegar a los pisos donde estaba Belial o los agentes de Kisaragi, las muñecas explotaran y causaran el colapso de los niveles superiores, atrapando o destruyendo a sus enemigos.
Historia (con algo de duda): "¿Crees que será suficiente?"
Eren (confiado): "Si no los matamos con las explosiones, al menos lograremos derrumbar la mazmorra sobre sus cabezas."
Tras implementar el plan, una serie de explosiones sacudió la mazmorra, provocando que los pisos superiores comenzaran a colapsar. Los agentes de Kisaragi apenas tuvieron tiempo de reaccionar cuando el suelo tembló y comenzó a caer sobre ellos.
Sin embargo, Rokugo tenía un protocolo de emergencia. Al ver el caos que se desataba, activó un sistema de contingencia y dirigió a su equipo hacia el "Cuarto Seguro", un espacio protegido diseñado para resistir el colapso de la estructura.
Rokugo (mientras corría): "¡Todos al Cuarto Seguro! ¡Rápido!"
Belial, Rose, Grimm y los demás agentes se apresuraron a seguirlo, sintiendo el estruendo de la mazmorra derrumbándose tras ellos. Una vez en el cuarto, Rokugo presionó un botón oculto y activó el verdadero plan de respaldo de Kisaragi: el sistema de transformación.
De pronto, toda la mazmorra comenzó a estremecerse aún más violentamente. El suelo alrededor se levantó, y un robot colosal de 18 metros emergió del suelo, elevándose mientras los restos de la mazmorra se reorganizaban en una estructura metálica gigante.
Afuera, Historia, Eren y Ymir observaron atónitos el gigantesco mecha surgir desde las ruinas de la mazmorra, provocando un terremoto en la zona.
Historia (sorprendida, retrocediendo): "¿Qué… qué es eso?"
Eren (apretando los puños): "Eso no es solo una mazmorra. Kisaragi tenía un arma secreta."
El coloso de Kisaragi emitió un sonido mecánico ensordecedor mientras sus luces parpadeaban y sus sistemas se activaban, preparándose para enfrentar a los soldados de Axel y proteger a los agentes en su interior.
Eren, al ver la gigantesca fortaleza mecánica, se prepara para transformarse, mordiéndose la mano y listo para liberar el poder de uno de sus titanes. Sin embargo, una voz resonante lo interrumpe.
Rokugo (hablando desde altavoces del robot gigante): "¿Ese coloso que ves? No debería ser tu mayor preocupación."
Eren frunce el ceño, observando cómo Rokugo, con una sonrisa maliciosa, utiliza todos los puntos malos acumulados durante los meses anteriores y canjea uno de los recursos más devastadores de Kisaragi: el Destructor. Desde el horizonte, una gigantesca araña robótica aparece, avanzando hacia ellos, y los habitantes de Axel retroceden, horrorizados al reconocer al Destructor.
Soldado de Axel (gritando): "¡Es el Destructor! ¡Ha vuelto!"
Eren (con calma feroz): "He lidiado con un Destructor antes. No es algo imposible de vencer."
Transformándose en el Titán Cuadrúpedo, Eren utiliza su velocidad para acercarse rápidamente al centro del Destructor, evadiendo los disparos y ataques de sus patas mecanizadas. Llegando al núcleo, Eren se prepara, abandona la forma del Titán Cuadrúpedo y, en un solo movimiento, se muerde la mano otra vez, liberando su forma del Titán Colosal. La transformación genera una explosión masiva, enviando una onda expansiva que sacude la estructura de la araña y daña gravemente a la fortaleza mecánica de Kisaragi.
Aun así, a pesar del enorme daño, el Destructor sigue en pie, aunque a solo un 30% de su capacidad.
Eren (jadeante, observando el coloso que aún sigue funcionando): "¿Aún sigues de pie…?"
Dentro de la fortaleza, Rokugo, algo pálido ante el poder que presenció, observa el estado crítico del Destructor y no pierde tiempo. Dirigiéndose a la herida Belial, lanza una orden desesperada.
Rokugo: "¡Belial! Necesitamos toda la ayuda que puedas dar."
Belial asiente, apenas de pie, pero utilizando sus propios puntos acumulados, canjea refuerzos adicionales. Ante los ojos atónitos de Eren y Historia, aparecen dos Destructores más en el campo de batalla.
Historia (horrorizada): "Esto... ¿esto no tiene fin?"
Los tres Destructores avanzan sincronizadamente, rodeando a Eren y atacando con un aluvión de proyectiles y ráfagas de energía. Eren, agotado y apenas capaz de defenderse, lanza un grito de frustración, sin saber si su poder será suficiente para enfrentarse a la fuerza devastadora de Kisaragi.
Rokugo, viendo cómo los tres Destructores cercan al Titán Colosal de Eren y celebrando su aparente victoria, se cruza de brazos, confiado. De repente, su radar detecta dos grandes fuerzas que se aproximan desde lados opuestos del campo de batalla.
Rokugo (confundido, hablando por el altavoz): "¿Y ahora quiénes vienen? ¿Acaso este mundo nunca se queda sin refuerzos?"
Desde el oeste, un grupo de magos de vestimentas negras y ojos resplandecientes de un rojo profundo se aproxima, llenando el aire con un aura de poder. La líder de ellos, una mujer de cabello oscuro y largo con algunos mechones grises, se adelanta y se presenta con un tono ligeramente nervioso.
Yunyun (con una introducción teatral y forzada): "¡Prepárense! ¡Porque han llamado a los poderosos Magos Carmesí, y yo, Yunyun, su… su líder, estaré aquí para derrotarlos!"
Rokugo (poniendo los ojos en blanco): "¿Esto es en serio? Apenas si parece que te crees tus propias palabras…"
Mientras Yunyun intenta mantener la compostura, desde el lado opuesto del campo de batalla aparece otro ejército, esta vez de demonios con armaduras oscuras y miradas fieras. Al frente de ellos, una maga carmesí más joven, de unos cuarenta y tantos años, se adelanta con una sonrisa confiada, alzando su voz amplificada con magia.
Komeko (orgullosa y enérgica): "¡Escuchen todos! Yo soy Komeko, la Reina Demonio, o más bien, la candidata a Reina Demonio. He venido para asegurar que nadie conquiste este mundo antes que yo misma lo decida."
Rokugo (a través del altavoz, frustrado): "¿Reina Demonio? ¡Creí que ya no existían Reyes Demonio en este mundo!"
Komeko (riéndose con altivez): "Puede que los antiguos Reyes Demonio hayan desaparecido, pero yo, Komeko, estoy aquí para ocupar ese trono... en cuanto tenga el poder suficiente, claro está. Y para eso, Eren deberá caer primero, o quizás esperar a que envejezca. ¡Pero no permitiré que tú lo conquistes antes!"
Yunyun (algo avergonzada): "Yo... solo estoy aquí para ayudar a defender Axel y cumplir con mi deber. La Comandante Historia me pidió que viniera y, bueno, no podía negarme..."
Rokugo (suspirando al borde de la desesperación): "Fantástico. Dos ejércitos más, uno con una supuesta Reina Demonio que no puede ni decidir si conquistar o no... Y ninguno de ellos parece entender que no tienen oportunidad contra mis Destructores."
Con una señal, Rokugo ordena a los tres Destructores continuar atacando, centrando su objetivo en el agotado Titán Colosal de Eren. Las enormes arañas mecánicas lanzan ráfagas de proyectiles y disparos de energía, sin dejarle espacio para moverse.
Eren (esforzándose, en voz baja): "Debo… mantenerme en pie…"
Mientras tanto, Yunyun y Komeko observan los ataques devastadores de los Destructores. Aunque ambas parecen algo indecisas, intercambian una mirada y asienten con determinación.
Komeko (con una sonrisa competitiva): "¿Lista para demostrar cuál de nosotras es la maga carmesí más poderosa?"
Yunyun (más nerviosa, pero decidida): "Sí… sí. ¡Hagámoslo!"
Ambas canalizan su magia al máximo y empiezan a lanzar hechizos masivos contra los Destructores. Las explosiones de energía mágica comienzan a rodear a las arañas mecánicas, aunque Rokugo solo se ríe.
Rokugo: "¿De verdad creen que sus hechizos pueden destruir tecnología de Kisaragi? No han visto nada aún."
A pesar de los ataques mágicos y de la determinación de los nuevos aliados de Eren y Historia, los Destructores parecen apenas recibir daño. Rokugo se siente más confiado que nunca, viendo cómo su victoria parece inevitable.
Rokugo, con una sonrisa torcida y su intercomunicador en la mano, ordena con voz firme a la base de Kisaragi:
Rokugo: "¡Necesitamos refuerzos demoníacos ya mismo! Si vamos a combatir demonios, usaremos demonios. Y que los agentes normales se encarguen de esos magos carmesí y los aventureros de Axel. ¡Esto será una fiesta!"
Poco después, un zumbido resuena en la base de operaciones de Kisaragi, y demonios armados hasta los colmillos comienzan a aparecer uno por uno en el teletransportador asegurado en la espalda baja del gigante Robot-Fortaleza de Rokugo. La forma en que salen, como si el mismo coloso metálico los "excretara" de su sistema, resulta irónica e incómoda para algunos de los demonios.
Desde el campo de batalla, Eren jadea, casi al borde de la extenuación. Los tres Destructores de Kisaragi lo tienen cercado, lanzando misiles y rayos de energía en un frenesí de destrucción. Sin embargo, un destello de luz aparece entre el polvo y las sombras: Historia, cabalgando a Ymir en su forma de Titán Mandíbula, se lanza a rescatar a Eren.
Historia (gritando mientras Ymir embiste con sus garras al Destructor más cercano): "¡Vamos, Eren! No te dejaremos caer aquí."
Eren, logrando escapar en el último momento y subiendo a la espalda de Ymir junto a Historia, observa la desolación y la lucha brutal que se extiende por todo el campo de batalla. Las fuerzas de Kisaragi están enviando demonios, magos, y monstruos mecánicos de élite que amenazan con aplastar cualquier esperanza de victoria.
Eren (murmurando, con un dejo de tristeza): "Ojalá Aqua, desde el más allá, pudiera ayudarnos…"
La escena a su alrededor es una sinfonía de caos y horror. El ejército de Kisaragi y sus tres Destructores avanzan con una precisión despiadada, lanzando ráfagas de energía que iluminan el campo en destellos cegadores. Cada impacto de los Destructores sobre el suelo levanta una columna de humo y polvo, sepultando los cuerpos de guerreros caídos en montones de escombros. Los Demonios de Kisaragi, recién convocados, se abalanzan sobre el ejército de Komeko sin misericordia, con gritos que reverberan con una rabia salvaje. Los demonios de ambos lados se enfrentan en una danza mortal, atacándose con colmillos y garras, desgarrándose mutuamente en una explosión de sangre y fragmentos de carne demoníaca.
En el otro flanco, los Magos Carmesí, liderados por Yunyun, comienzan a lanzar hechizos masivos. Sus manos brillan con energía mágica pura, y cada uno de sus conjuros resuena como un trueno cuando impactan contra los Destructores. Rayos y bolas de fuego estallan contra el blindaje de las enormes arañas mecánicas, dejando marcas de quemaduras pero sin detener su avance. Los agentes normales de Kisaragi, cubiertos de armaduras de alta tecnología, lanzan granadas y rayos de energía hacia los magos, forzándolos a dispersarse y a cubrirse para evitar los ataques letales.
Yunyun, viendo el horror que rodea a sus compañeros, levanta su báculo y clama con desesperación:
Yunyun: "¡No podemos dejarnos vencer! ¡Por la dignidad de los Magos Carmesí, resistiremos hasta el final!"
Las palabras de Yunyun motivan a los magos carmesí restantes, que comienzan a conjurar hechizos aún más poderosos. Sin embargo, el avance de los agentes de Kisaragi y sus demonios es imparable. Con cada segundo que pasa, más y más magos son abatidos, sus cuerpos cayendo inertes sobre el campo de batalla.
Komeko, por su parte, está en una furia desatada. La Reina Demonio, tan orgullosa como siempre, lanza ataques con sus garras y colmillos, masacrando a los demonios enemigos. Su poder como candidata a Reina Demonio le da una ventaja considerable, y sus seguidores demoníacos luchan a su lado con una ferocidad abrumadora. Pero los Destructores siguen avanzando, y Komeko, agotada, se ve obligada a retroceder.
Komeko (gruñendo mientras retrocede, con un brillo rojo en sus ojos): "No dejaré que este lugar caiga… ¡No antes de que lo reclame como mío!"
A lo lejos, Eren, Historia, y Ymir observan cómo los dos ejércitos se desgastan mutuamente en un mar de violencia. El ruido es ensordecedor, una mezcla de gritos de dolor, explosiones, y el incesante zumbido de la maquinaria de guerra de Kisaragi. Los soldados de Axel intentan mantenerse firmes, pero muchos son abatidos por la tecnología avanzada de Kisaragi y los feroces ataques de sus demonios.
Eren (frustrado, golpeando su puño contra la espalda de Ymir): "¡Maldita sea! ¡Necesitamos algo más! Estos monstruos no van a detenerse hasta que destruyan todo…"
La devastación en el campo de batalla es palpable. Partes del terreno están ardiendo, otras están cubiertas de cadáveres de ambos bandos. Sangre y aceite de las máquinas cubren la tierra, mientras que los pocos aventureros que quedan luchan por sobrevivir en medio del caos. Los Magos Carmesí, diezmados, siguen lanzando hechizos, pero sus fuerzas están claramente mermadas. En los cielos, los Destructores aún disparan sus armas, sin señales de debilitarse.
Rokugo (observando desde su posición elevada y riéndose): "¡Esto es lo que pasa cuando se enfrentan a la tecnología superior de Kisaragi! No son rivales para nosotros."
Justo cuando parece que todo está perdido, Yunyun y Komeko se encuentran cara a cara en el campo de batalla, ambas agotadas, pero con una chispa de determinación aún ardiendo en sus ojos.
Komeko (mirando con desdén a Yunyun): "No es que confíe en ti, pero si tenemos alguna oportunidad, debemos trabajar juntas."
Yunyun (sorprendida, pero asintiendo): "Entonces, ¡hagámoslo!"
Con un último esfuerzo, ambas concentran su magia y lanzan un poderoso hechizo combinado que envuelve uno de los Destructores en una columna de luz abrasadora, logrando finalmente destruirlo. Sin embargo, el esfuerzo deja a ambas casi sin energías, y el último Destructor las enfoca como objetivo.
Rokugo (sorprendido y molesto al ver a uno de sus Destructores caer): "¿¡Cómo se atreven a dañar mis juguetes!? ¡Esto no ha terminado!"
Mientras el último Destructor se alza sobre Yunyun y Komeko, Eren se prepara, listo para hacer un último sacrificio si es necesario para salvar a sus compañeros.
Cuando el Destructor se prepara para lanzar un ataque final sobre Yunyun y Komeko, una voz familiar resuena desde el otro extremo del campo de batalla.
Megumin: "¡EXPLOSION!"
Una ráfaga de energía incandescente impacta al Destructor desde lo alto, envolviéndolo en una columna de luz y fuego abrasador. La explosión es tan intensa que derrite el blindaje del coloso y lo desintegra en mil fragmentos de metal incandescente. La tierra tiembla, y todos en el campo de batalla se detienen un instante, observando la devastación.
Antes de que el polvo se asiente, un segundo grito rompe el silencio.
Megumin: "¡EXPLOSION!"
Un destello aún más brillante se desata, envolviendo al segundo Destructor en una explosión tan poderosa que ilumina el campo como si fuera de día. Los aventureros, demonios y soldados de Kisaragi quedan estupefactos al ver cómo el enorme coloso se desploma en ruinas.
En medio de la quietud que sigue, las fuerzas de ambos bandos observan en silencio mientras una figura se alza en el horizonte: una maga con una capa carmesí y un báculo que aún humea. Komeko la reconoce al instante.
Komeko (emocionada): "¡Es ella… es mi hermana! ¡Megumin!"
Rokugo, perplejo y molesto, observa a la veterana maga con incredulidad. Había escuchado historias en los informes del Agente 22 sobre una niña de Axel capaz de desencadenar un poder de destrucción total con un hechizo llamado "Explosion", pero... ¿ella, ahora una mujer de 55 años, aún posee tal poder?
Rokugo (mirando a su equipo): "¡Imposible! ¡Según el Agente 22, se trataba de una niña pequeña! ¿Cómo puede alguien de su edad aún hacer esto… dos veces seguidas?"
Megumin cae de rodillas, exhausta. Su boca sangra por el esfuerzo de lanzar dos Explosions seguidas. La fatiga y el peso de los años pesan sobre ella, pero su determinación sigue intacta.
El caos se reanuda. Las fuerzas de Kisaragi, los demonios de Komeko, y los magos y aventureros vuelven a la batalla con renovada energía. Rokugo, irritado por la destrucción de sus Destructores, toma su intercomunicador y murmura con frustración.
Rokugo: "¡Cuartel general, envíen más fortalezas Destructoras! Con la masacre de aquí, he acumulado suficientes puntos para reabastecernos y acabar de una vez."
Pero antes de que pueda dar la orden, recibe una notificación urgente en su intercomunicador. Gruñe, ingresando a la cabina interior del Robot-Fortaleza para leerlo, dejando el control temporalmente en manos de Grimm.
Grimm, con una sonrisa maliciosa, se siente poderosa frente a los controles y grita al campo de batalla:
Grimm: "¡Mueran, malditos herejes!"
Mientras tanto, Rokugo revisa el mensaje. La comunicación es de las ejecutivas Lilith y Astaroth en el cuartel general, y los reportes son extraños y alarmantes. La pantalla muestra detalles que lo dejan perplejo:
Mensaje del Cuartel General: "Desde hace una semana, no ha llovido. Los recursos de agua están desapareciendo de forma exponencial. Además, todas las noches estamos teniendo pesadillas… visiones de titanes colosales destruyendo nuestras instalaciones. Hoy, sin embargo, apareció algo peor: el cielo se oscureció y nubes formaron un mensaje que decía, 'Paren la guerra con Belzerg'."
Rokugo se ríe al principio, dudando de la autenticidad del mensaje. Pero al desplazarse por el informe, observa las imágenes adjuntas. Fotos de una tierra seca y agrietada, donde las fuentes de agua parecían haberse evaporado. En otra imagen, una masa de nubes forma un reflejo perfecto de Eren, con una inscripción sobre él que lee: "Negocien con este sujeto".
Rokugo (murmurando con incredulidad): "¿Aqua…?
Cuando la batalla finalmente cesa, Eren y Rokugo se encuentran en el centro del campo de guerra para negociar. A cada lado de Eren, se colocan Historia y Darkness, sus compañeras de confianza, mientras que Grimm y Belial se posicionan al lado de Rokugo, sus guardaespaldas de Kisaragi. La tensión es palpable en el aire, pero el agotamiento de ambas facciones trae consigo un raro silencio en el campo de batalla.
Rokugo rompe el hielo, con una mueca de frustración.
Rokugo: "Hemos estado recibiendo reportes de cosas extrañas en nuestro planeta. Sequías, nubes con mensajes, y señales… señales que parecen advertencias. ¿Sabes algo sobre esto, Eren?"
Eren cruza los brazos, esbozando una leve sonrisa desafiante.
Eren: "La deidad Aqua está de nuestro lado. Si ella quiere, no te quedará una gota de agua y morirás deshidratado."
Rokugo suelta una carcajada burlona, creyendo que es una broma pesada, pero entonces su intercomunicador emite un sonido. Al leerlo, su expresión cambia drásticamente; el mensaje dice: "No es una burla."
Por primera vez, Rokugo titubea. Recuerda cómo la esposa de Eren, Aqua, nunca estuvo presente en toda la batalla. Ahora, se plantea que tal vez la Aqua de la que tanto hablaban no era una simple sacerdotisa, sino realmente una diosa. Y si eso era cierto, su juventud comparada con la edad visible de Eren cobraría mucho más sentido. La realidad golpea a Rokugo, y el sudor empieza a correrle por la frente.
Historia aprovecha el momento de duda para proponer los términos de una retirada pacífica de Kisaragi.
Historia: "Abandonarán este territorio de inmediato y detendrán cualquier intento de invasión a este mundo. No intenten establecer ninguna base ni interferir con nuestras tierras. En cuanto a sus fuerzas… desmantelarán cualquier operación activa que ponga en peligro nuestra soberanía."
Darkness añade con firmeza: "Y si alguna vez regresan, no esperen clemencia."
Rokugo, con la cabeza aún mareada por la noticia de Aqua, asiente. No le queda más remedio que aceptar. Lanzando una mirada de aprobación hacia Eren, se permite un guiño como señal de respeto y, tal vez, de incredulidad.
Rokugo (susurrando en tono de aprobación): "Este hombre… literalmente se acostó con una deidad."
Los combatientes de Kisaragi comienzan a cargar sus pertenencias y a formar fila frente al teletransportador, preparándose para su retirada. Cada uno se mueve rápidamente, con la amarga sensación de derrota, mientras Rokugo se acerca a Eren para una última conversación.
Rokugo: "Dime… ¿eres realmente el mismo Eren Jaeger que causó el Retumbar en el mundo del que vienes?"
Eren lo mira directamente a los ojos, con una frialdad que hace que Rokugo retroceda involuntariamente.
Eren: "No soy un revolucionario ni un terrorista… soy el demonio de Paradis. Y maté a miles de millones en ese Retumbar."
El tono de Eren, su mirada penetrante y la sinceridad en sus palabras hacen que por primera vez en años, Rokugo sienta un miedo genuino y profundo. Su piel se eriza, y por un momento, contempla la posibilidad de que enfrentar a Eren y su mundo tal vez no sea una misión tan simple como pensaba.
Rokugo y Eren se observan fijamente en medio del campo de batalla devastado, cada uno midiendo al otro en un silencio pesado. Sin embargo, a pesar de la tensión, Rokugo no puede evitar la curiosidad, y decide romper el hielo para suavizar el ambiente… o al menos intentarlo.
Rokugo: "Oye… ya que estamos en esto… algo no me cuadra, ¿cómo demonios estás aquí? Se supone que muriste hace siglos en tu mundo."
Eren: "Lady Aqua me trajo de vuelta.
para derrotar al rey demonio de este mundo."
Rokugo se acaricia el mentón, frunciendo el ceño y tratando de procesar la idea, aunque claramente le resulta algo increíble. Aprovechando el momento, su expresión cambia a una mezcla de picardía y curiosidad.
Rokugo: "Y dime, ¿cómo se siente eso de… ya sabes…" —Rokugo mueve las cejas sugestivamente, insinuando algo mucho más íntimo entre Aqua y Eren— "…estar con una diosa? Debe ser una experiencia de otro mundo, ¿no?"
Eren, sin cambiar su expresión severa ni un ápice, mantiene la mirada fija en Rokugo, dándole una respuesta que es fría como el hielo, casi indiferente. En el fondo, sabe que cualquier comentario podría darle a Kisaragi la excusa perfecta para volver en el futuro… tal vez yendo tras sus hijos.
Rokugo empieza a sentir una ligera incomodidad bajo la intensidad de la mirada de Eren, que poco a poco lo hace encogerse de hombros. Sin embargo, se recompone rápidamente, intentando mantener el tono relajado.
Rokugo: "Bueno, lo más cercano que tuve fue… ya sabes, con una sacerdotisa fría como el hielo." —Se ríe y señala a Grimm, que está junto a él— "Aunque técnicamente ella estaba un poco… ¿cómo decirlo? Muerta."
Grimm, que hasta ahora ha estado en silencio, se sobresalta y le lanza una mirada furiosa a Rokugo.
Grimm: "¡No tienes derecho a hablar de nuestra vida privada! ¡Y mucho menos frente al enemigo!"
Rokugo levanta las manos en un intento de apaciguarla, pero Grimm le golpea con el cetro. Eren, observando la escena, mantiene su semblante imperturbable, y cuando Rokugo finalmente se voltea hacia él, solo para encontrarse con esa mirada afilada, siente una punzada de verdadero temor.
Eren (con voz baja y amenazante): "Ya basta de juegos. ¿Por qué no te largas de una vez?"
Rokugo da un paso atrás, tratando de disimular el nerviosismo, pero antes de retirarse, lanza una última amenaza.
Rokugo: "Mira, este tratado no va a durar para siempre. Si alguna vez logramos deshacernos de Aqua, regresaremos y tomaremos este mundo. ¿Sabías que la hermana de Regina, la diosa Zenarith, desapareció porque la gente dejó de creer en ella? Pues, Kisaragi encontrará la forma de hacer lo mismo con Aqua."
Rokugo (recuperando la compostura y su tono desafiante): "Esta retirada no será para siempre, Eren. Kisaragi encontrará la forma de matar a esa Aqua tuya, y cuando ya no tengas a tu aliada más poderosa, reclamaremos este planeta."
Eren lo observa en silencio, imperturbable y con una intensidad que hace a Rokugo tragar saliva.
Eren: "Inténtalo todo lo que quieras. Ya lo intenté yo… y no funcionó."
Rokugo, ahora con un pálido rastro de miedo en su rostro, asiente en silencio y, sin decir nada más, retrocede hacia el teletransportador, llevándose consigo a los suyos mientras la mirada de Eren lo sigue implacablemente hasta que desaparecen.
Cuando Rokugo y su grupo finalmente son teletransportados de regreso a su planeta, Eren no se detiene. Sabe que el hecho de que Kisaragi haya sido derrotada hoy no significa que se vayan a quedar tranquilos. Antes de que la imagen de Rokugo se desvaneciera completamente, Eren toma un pequeño dispositivo y graba un mensaje, que es enviado directamente a los comunicadores de la nave de Kisaragi.
Eren (en voz baja, con una mirada feroz): "Si alguna vez vuelven a acercarse a este planeta, haré retumbar la tierra nuevamente. Esta vez, no quedará ni un ser vivo. Lo juro."
En ese momento, Rokugo y su ejército desaparecen por completo, y Eren se queda mirando el vacío. Su mirada es grave, pero hay un atisbo de resolución. Como si fuera lo último que pudiera hacer para proteger lo que había logrado hasta ahora.
Eren: "Esto no se ha terminado."
Con los últimos de Kisaragi desapareciendo en el horizonte, Eren toma la determinación de destruir la máquina teletransportadora para evitar que nadie más regrese desde ese mundo. Se acerca a la base del dispositivo con pasos firmes, dispuesto a acabar con cualquier vestigio de lo que ocurrió. Sin embargo, justo cuando va a activar su poder, una sombra se presenta frente a él.
Vanir, con su habitual presencia imponente, aparece de repente en la escena.
Vanir: "Eren, ¿crees que destruir eso es lo mejor?"
Eren lo mira, desconcertado por la aparición repentina de Vanir.
Eren: "¿Qué estás haciendo aquí? No me digas que estás del lado de Kisaragi."
Vanir sonríe con una sonrisa diabólica, pero hay algo de sinceridad en su tono cuando habla.
Vanir: "No, no, no. Mi interés es mucho más... práctico. Esa tecnología de teletransportación... Es una gran oportunidad. Y créeme, no se trata solo de mandar a alguien de un punto a otro. No requiere de magia, no hay necesidad de marcar tres puntos ni de agotar recursos místicos. Es infinitamente más flexible, más potente. Podría programarse para enviar personas a cualquier rincón del universo, sin limitaciones."
Eren frunce el ceño, escuchando con atención mientras Vanir sigue explicando.
Vanir: "Si en algún momento necesitamos traer a alguien desde otro lugar o incluso a alguien que no debería estar aquí… esa máquina es clave. Puede ser útil en el futuro, no solo como una herramienta de guerra, sino para situaciones imprevistas. Y créeme, hay más cosas en juego de las que imaginas."
Eren: "No necesito teletransportadores para solucionar mis problemas."
Vanir se cruza de brazos, sonriendo con malicia.
Vanir: "Quizás no ahora, pero algún día lo entenderás. Además, ¿quién sabe? Quizás aún haya algo en ese mundo que necesites... digamos, traer."
Eren lo mira con desconfianza, pero no dice nada más. Finalmente, cede, aunque la decisión de mantener la máquina intacta le deja una sensación incómoda.
Eren: "Está bien, por ahora. Pero, si algún día esto nos traiciona, no te voy a dejar escapar."
Mientras tanto, en el cuartel general de Kisaragi, Rokugo regresa después de su fracaso. La primera señal de su regreso es su rostro agotado y preocupado. No solo fue derrotado en la batalla, sino que algo no le cuadra con el tiempo que ha pasado. Al parecer, en el mundo de Konosuba, solo han pasado cuatro meses, pero al regresar a su planeta… han pasado ocho años.
Grimm, que ha estado aguardando la noticia, se le acerca rápidamente, pero no con buenas intenciones. Ella mira a Rokugo con una sonrisa de complicidad.
Grimm: "Entonces, si han pasado ocho años en mi mundo y tú dijiste que te casarías conmigo… ¿Cuándo celebramos la boda, eh? ¡No vas a salirme con excusas ahora!"
Rokugo se queda petrificado, sin poder articular palabra.
Rokugo: "¡¿Qué?! ¿Es una broma? ¡¿Has estado contándolos como si fuera un juego?!"
Grimm: "¡Claro que no! ¡Es serio! ¡Han pasado diez años desde que dijiste que te casarías conmigo! ¡Y tienes que cumplirlo, sin más pretextos!"
Rokugo: "¡Pero si estaba jugando! ¡Ni siquiera lo tomé en serio!"
Grimm (con una sonrisa burlona): "¿Jugando?
¡Nunca jugué con mis sentimientos! ¡Te lo dije claro!"
La situación se torna cada vez más absurda a medida que ambos discuten en tono de broma, pero bajo la superficie, Rokugo sabe que la situación es aún más complicada de lo que parece.
Rokugo: "¡Esto no es justo! ¡La dilatación del tiempo no cuenta! ¡Eso es trampa!"
Grimm: "No me importa.
Rokugo (suspirando profundamente): "¿Sabes qué? ¡Espera a que terminemos con este lío y hablamos después! ¡A lo mejor me muero de tanto estrés antes de llegar al altar!"
La discusión entre ambos parece no tener fin, con Rokugo intentando evadir el tema de la boda mientras Grimm se muestra cada vez más imparable. El caos en Kisaragi no se detiene, y la batalla con Kisaragi dejó cicatrices profundas en ambos lados, aunque las personalidades y los problemas personales siguen siendo igual de intensos.
Grimm (con voz de triunfo): "¡Te lo dije! No te salvas de mí."
Rokugo: "¡Lo que sea… lo que sea!"
Ambos se miran con una mezcla de desesperación y humor, mientras la guerra de Kisaragi continúa, cada uno enfrentando sus propios demonios.
Rokugo y Grimm se encuentran en medio de su discusión, cuando de repente la puerta de la sala se abre de golpe. Belial, la ejecutiva de Kisaragi, entra con paso firme, interrumpiendo su pequeño enfrentamiento.
Belial (con tono serio, pero algo intrigante): "Rokugo, Grimm, deténganse por un momento. Traje algo que podría ser de su interés."
Ambos se quedan en silencio mientras Belial se acerca con una especie de cadáver envuelto en una tela. Rokugo frunce el ceño al ver el cuerpo, sin comprender de inmediato de qué se trata.
Rokugo (con curiosidad): "¿Qué es eso?"
Belial: "Encontré este cuerpo
Es el cuerpo de una hechicera poderosa, una hechicera de hielo. Sentí una vibra... algo familiar, algo similar a la de Grimm."
Grimm, que había estado más centrada en su discusión con Rokugo, levanta la mirada y se tensa al escuchar el nombre de la hechicera. Rokugo la observa y se da cuenta de que Grimm ha comenzado a mirarla con una intensidad peculiar.
Grimm (susurrando, celosa): "¿Similar a mí? ¿De qué hablas?"
Belial (con una sonrisa misteriosa): "Sí, una vibra como la tuya, Grimm. Es intrigante. ¿Pueden hacer algo con ella?"
Grimm siente una punzada de celos al ver el cuerpo de la hechicera, y su mirada se torna aún más crítica. No le gusta la idea
pero aún así se mantiene en silencio mientras Rokugo observa el cadáver.
Grimm (con firmeza, después de unos segundos de concentración): "Es una lich, definitivamente no una seguidora de Zenarith. Su magia es oscura, pero podría ser revivida. Aunque... esto no es algo que se deba tomar a la ligera."
Rokugo (pensando en voz alta, mientras examina el cuerpo): "Hmm, ¿revivirla? Puede que sea una jugada interesante. Un cuerpo tan poderoso… seguro que agradecería que la trajéramos de vuelta. Tal vez, solo tal vez, se enamoraría de mí… ¡Qué mejor que una hechicera de hielo a mi lado! Puede que incluso obtenga el síndrome de Estocolmo…"
Grimm, al escuchar las palabras de Rokugo, no puede más que explotar en celos y frustración. Sin pensarlo, se abalanza sobre él y lo golpea con fuerza en el hombro.
Grimm (furiosa, pero con un toque de incomodidad): "¡¿Qué demonios estás pensando?! ¡Esa hechicera no tiene nada que ver con tus perversiones! ¿Qué crees, que la revivimos para que se enamore de ti? ¡Eres un idiota!"
Rokugo (frotándose el hombro mientras finge no sentirse demasiado afectado): "¡Bueno, eso podría haber sido divertido! ¿Qué tal si tratamos de hacerla aliada? Ya sabes, en lugar de matarla de nuevo..."
Grimm (frunciendo el ceño): "Solo revivámosla, pero mantén tus fantasías para ti, maldito."
Rokugo, algo molesto pero dispuesto a seguir adelante con la idea de revivir a la hechicera, da la orden de llevar el cuerpo de Wiz al templo de Zenarith. Aunque se muestra convencido de que revivir a una hechicera poderosa sería útil, Grimm no puede dejar de pensar en lo que Rokugo había dicho antes.
Grimm (murmurando mientras se mueve): "Este tipo es más raro de lo que pensaba."
Al llegar al templo de Zenarith, Rokugo se prepara para llevar a cabo el ritual de resurrección. La atmósfera en el templo es solemne y cargada de energía, mientras Grimm permanece de pie, con los brazos cruzados, observando con desconfianza el cuerpo de la hechicera.
Rokugo (con voz confiada): "Bien, este es el momento. Reviviremos a esta hechicera y será nuestra aliada."
Grimm (sin poder evitarlo, con cierto tono de escepticismo): "Lo que sea… solo asegúrate de que no cause problemas."
Con una mezcla de magia y tecnología, el ritual comienza. La energía del templo de Zenarith resuena en el aire, y una luz tenue empieza a envolver el cuerpo de Wiz. Grimm observa, algo nerviosa, mientras el ritual se lleva a cabo. Justo cuando parecía que todo iba a salir bien, algo inesperado ocurre.
Wiz, la hechicera de hielo, comienza a moverse. Su cuerpo se estira y su respiración se normaliza lentamente, pero cuando sus ojos se abren, hay una expresión de desorientación y miedo.
Wiz (asustada, con voz temblorosa): "¿Dónde... dónde estoy? ¿Qué ha pasado? ¿Qué me hicieron?"
Rokugo (sonriendo, con un tono triunfante): "No te preocupes, hechicera. Te trajimos de vuelta, y ahora… estarás a nuestro servicio."
Sin embargo, la situación rápidamente se complica. Wiz, al darse cuenta de la extraña situación en la que se encuentra, no se queda quieta. Con un giro de su muñeca, invoca una potente ola de magia de hielo, congelando todo a su alrededor.
Wiz (gritando, aterrada): "¡NO QUERÍA ESTAR AQUÍ! ¡Esto es un error!"
Un manto de hielo cubre el templo entero, y Wiz prepara un hechizo de teletransportación.
Grimm (furiosa, viendo cómo el templo comienza a congelarse): "¡Rokugo, qué has hecho! ¡El templo de Zenarith está siendo profanado por tu estupidez!"
En medio del caos, Wiz teletransporta rápidamente a sí misma, desapareciendo del templo.
Grimm (desesperada, tirándose al suelo con las manos levantadas): "¡Oh, gran Zenarith, perdónanos! ¡Perdónanos por maltratar tu templo con esta… esta liche!"
Rokugo (viendo la escena, irritado pero algo sorprendido): "¡No fue mi culpa! ¡Solo quería hacerla una aliada!"
Grimm (con el rostro en el suelo, rogando): "Por favor, Zenarith, te prometo que nunca más permitiremos que esta liche interfiera. ¡Perdónanos!"
La situación se vuelve cada vez más caótica, con Grimm rogando por perdón y Rokugo completamente desconcertado por la reacción de Wiz. Mientras tanto, la hechicera de hielo ya no está en el templo, y las consecuencias de su regreso siguen siendo inciertas.
El tiempo pasó, y las consecuencias de la fallida resurrección de Wiz quedaron atrás, pero el caos que Rokugo había causado con su torpeza seguía resonando. Después de gastar una fortuna reparando el templo de Zenarith (algo de lo que Rokugo nunca hablaría abiertamente, pero que se lo recordaban constantemente con sarcasmo), se encontraba ahora frente a un futuro más sombrío que nunca. Grimm había hecho lo impensable: lo había obligado a unirse a la secta de Zenarith.
El hombre, que una vez había estado tan seguro de su libertad y control, ahora se veía atrapado en una ceremonia que nadie podría haber previsto, especialmente no él. Estaba en su boda, vestido con un traje que se sentía como un ataúd elegante, con la mirada fija en el altar mientras las sombras de los asistentes lo rodeaban.
Por un lado, en el banco de Grimm, se encontraban los pocos amigos de la reina de Kisaragi: Snow, Rose, Russel, y la recientemente coronada Tilis Grace Reiss, la reina, quien miraba la ceremonia con una mezcla de indiferencia y simpatía. Pero a pesar de su estatus, Grimm no tenía familia. Nadie que se sintiera obligado a asistir, ya que probablemente los parientes se habrían ahorrado la molestia de ver cómo la líder de la secta de Zenarith se casaba con el comandante de los invasores.
Y luego, en el lado de Rokugo... Estaba Kisaragi. Todos los "amigos" más molestos y encantadores de la vida de Rokugo estaban allí: Astaroth, el demonio que había comenzado a ser el meme viviente de "ir a la boda de tu ex"; Belial, la ejecutiva de Kisaragi, que parecía disfrutar del malestar ajeno; Lilith, quien claramente solo estaba allí por el buffet; Hombre Tigre, quien no entendía por qué estaba vestido con esmoquin; y el grupo de Viper, con Heine y Viper luciendo como si en cualquier momento fueran a interrumpir el evento con alguna broma absurda.
Rokugo estaba a punto de colapsar bajo la presión, pero se mantenía firme mientras el sacerdote de Zenarith comenzaba a decir las palabras sagradas que finalmente sellarían su destino.
Sacerdote (con voz solemne): "Unidos en la luz de Zenarith, vosotros seréis uno, hasta que la oscuridad os separe... o hasta que el comandante aprenda a no meterse con hechiceras liche."
Grimm (mirando a Rokugo con una sonrisa feroz): "Espera, Rokugo, ya no podrás huir de esto. Ahora, eres mío, para siempre."
En ese instante, sin previo aviso, Grimm saltó sobre Rokugo. En el proceso, Rokugo apenas tuvo tiempo de reaccionar, pero la fuerza con la que ella lo abrazó fue tan grande que terminó sosteniéndola por los brazos, con el corazón a mil.
Grimm (susurrando con una sonrisa sádica en su rostro): "Ahora sí, comandante, eres mío, y no te pienso soltar. No me importa lo que haya pasado entre nosotros antes. La verdad es que esto... solo acaba de comenzar."
Rokugo (internamente, entre risas nerviosas y desesperación): "¡¿Qué ventaja tiene esto para ella?! Si ya teníamos... bueno... intimidad... ¡y no era suficiente para ella! Es como si tener un pedazo de papel lo hiciera oficial... Pero... ¿y si me deja en paz por unos días? ¿Tal vez algo de... incluso podría beneficiarme... pero el miedo de las maldiciones... ¡Dios mío, no sé si resistiré!".
Entre sus pensamientos confusos y el estremecimiento por la cercanía de Grimm, Rokugo se dio cuenta de que cada paso que había tomado lo había llevado a este momento ridículamente incómodo y doloroso. Pero lo peor era que Grimm no parecía interesada en ningún tipo de explicación.
Después de que finalmente ambos se levantaran de la ceremonia, los asistentes a la boda celebraron con un entusiasmo que solo alguien que estuviera completamente ajeno a la situación podría tener. Grimm, ahora completamente satisfecha con el resultado, sonrió mientras Rokugo solo deseaba que el suelo lo tragara.
De vuelta en la sede de Kisaragi, las ejecutivas —siendo el verdadero equipo de operaciones que estaba detrás de todo— se reunieron alrededor de una mesa para discutir el próximo destino de la corporación, mientras comían tranquilamente.
Belial (con una sonrisa juguetona, mirando a Lilith): "Entonces, ¿cuál será el próximo planeta que vamos a conquistar?"
Lilith (masticando lentamente, entre risas): "Estaba pensando en uno muy... peculiar. Ya sabes, ese planeta con toda esa magia y relojes que se rompen.
Astaroth (riendo de forma diabólica): "¡Eso sí que sería interesante!
El destino del nuevo planeta parecía seguro en las manos de la Corporación Kisaragi. Mientras tanto, Rokugo, atrapado en su matrimonio, solo pensaba en una cosa: si la maldición de Grimm era lo peor que le había pasado, o si simplemente no podía esperar a ver cuál sería el siguiente desastre que se desataría.
Rokugo (pensando mientras observa a Grimm): "Y mientras tanto, tendré que aprender a vivir con esta... nueva realidad."
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