12/7/23

Bing escribe un fanfic de El Chavo y Quico en Konosuba

 Aquí está el prólogo de un fanfic donde Kazuma no muere atropellado por un camión porque el Chapulín Colorado lo evitó, y el Chavo y Quico van a ocupar su lugar en el mundo de Konosuba:


El día que cambió la vida de Kazuma Satou comenzó como cualquier otro. El joven hikikomori se había levantado tarde, desayunado unos fideos instantáneos y se había puesto a jugar videojuegos en su habitación. Sin embargo, algo lo hizo salir de su rutina: un anuncio de un nuevo juego de rol online que prometía ser el más realista y emocionante de todos. Kazuma no pudo resistir la tentación y decidió ir a comprarlo a la tienda más cercana.


Mientras caminaba por la calle, vio a una chica que iba en bicicleta y que parecía estar en peligro de ser atropellada por un camión. Sin pensarlo dos veces, Kazuma corrió hacia ella para empujarla y salvarla. Sin embargo, en ese momento, apareció una figura roja con antenas y un corazón amarillo en el pecho.


- ¡No contaban con mi astucia! - exclamó el Chapulín Colorado, saltando frente al camión y deteniéndolo con sus manos.

- ¿Qué? ¿Quién eres tú? - preguntó Kazuma, confundido.

- Soy el Chapulín Colorado, el héroe más valiente y noble del mundo. Y tú eres un joven muy valeroso que ha arriesgado su vida por salvar a una damisela en apuros - dijo el Chapulín, sonriendo.

- ¿En serio? - preguntó la chica, que resultó ser una estudiante de secundaria llamada Megumi.

- Sí, en serio. Y por eso te voy a dar un premio - dijo el Chapulín, sacando de su bolsillo una moneda de oro.

- ¿Una moneda? ¿Qué se supone que haga con esto? - preguntó Megumi, decepcionada.

- Es una moneda mágica que te concederá un deseo. Solo tienes que pedirlo con mucha fe y se hará realidad - explicó el Chapulín.

- ¿En serio? - preguntó Megumi, ilusionada.

- Sí, en serio. Pero ten cuidado con lo que deseas, porque puede tener consecuencias inesperadas - advirtió el Chapulín.


Megumi pensó por un momento y luego dijo:


- Deseo ir a un mundo de fantasía donde pueda vivir aventuras increíbles y conocer a personas maravillosas.


La moneda brilló y Megumi desapareció.


- ¡Ay, caramba! ¡Se me fue! - exclamó el Chapulín.

- ¿Qué has hecho? ¿A dónde la has mandado? - preguntó Kazuma, preocupado.

- No te preocupes, la he mandado a un mundo muy bonito y divertido. Se llama Konosuba y está lleno de magia, monstruos y héroes. Allí podrá cumplir su sueño de ser una gran aventurera - dijo el Chapulín.

- ¿Y cómo va a volver? ¿No le has dado una forma de regresar? - preguntó Kazuma.

- No te preocupes, le he dado otra moneda mágica que le permitirá volver cuando quiera. Solo tiene que pedirlo con mucha fe y se hará realidad - dijo el Chapulín.

- ¿En serio? - preguntó Kazuma.

- Sí, en serio. Pero ten cuidado con lo que deseas, porque puede tener consecuencias inesperadas - repitió el Chapulín.


Kazuma pensó por un momento y luego dijo:


- Deseo ir a ese mundo también para ayudarla y protegerla.


La moneda brilló y Kazuma desapareció.


- ¡Ay, caramba! ¡Se me fue otro! - exclamó el Chapulín.


Mientras tanto, en otro lugar de la ciudad, dos niños jugaban en una vecindad. Se llamaban el Chavo y Quico y eran amigos y rivales al mismo tiempo. El Chavo era un niño huérfano que vivía en un barril y tenía hambre de tortas de jamón. Quico era un niño mimado que vivía con su madre Doña Florinda y tenía muchos juguetes caros. Ambos tenían una gran imaginación y les gustaba jugar a ser héroes y villanos.


- ¡Yo soy el Capitán América y tú eres el malvado Thanos! - decía Quico, usando un escudo de plástico y una pelota cuadrada.

- ¡No, yo soy el Capitán América y tú eres el malvado Thanos! - decía el Chavo, usando una tapa de olla y una piedra.

- ¡No, yo soy el Capitán América y tú eres el malvado Thanos! - insistía Quico, golpeando al Chavo con su escudo.

- ¡Ay, ay, ay! ¡Eso, eso, eso! - se quejaba el Chavo, devolviéndole el golpe con su tapa.


Los dos niños se enfrascaron en una pelea que terminó cuando apareció Doña Florinda y les dio una cachetada a cada uno.


- ¡Qué bonita vecindad! ¡Vámonos tesoro, no te juntes con esta chusma! - dijo Doña Florinda, llevándose a Quico de la mano.

- ¡Chusma, chusma! - gritó Quico, sacando la lengua al Chavo.

- ¡Cállate, cállate, que me desesperas! - gritó el Chavo, haciendo lo mismo.


El Chavo se quedó solo y triste en su barril. Entonces vio algo que le llamó la atención. Era una moneda de oro que brillaba en el suelo. El Chavo la recogió y la examinó con curiosidad.


- ¿Qué será esto? ¿Será una moneda mágica que me concederá un deseo? - se preguntó el Chavo.


En ese momento, apareció el Chapulín Colorado, que había seguido el rastro de las monedas.


- ¡Síganme los buenos! - exclamó el Chapulín, acercándose al Chavo.

- ¿Quién eres tú? - preguntó el Chavo, asustado.

- Soy el Chapulín Colorado, el héroe más valiente y noble del mundo. Y tú eres un niño muy pobre y desafortunado que necesita mi ayuda - dijo el Chapulín, sonriendo.

- ¿En serio? - preguntó el Chavo, esperanzado.

- Sí, en serio. Y por eso te voy a dar un premio - dijo el Chapulín, sacando de su bolsillo otra moneda de oro.

- ¿Otro premio? ¿Qué se supone que haga con esto? - preguntó el Chavo, confundido.

- Es una moneda mágica que te concederá un deseo. Solo tienes que pedirlo con mucha fe y se hará realidad - explicó el Chapulín.

- ¿En serio? - preguntó el Chavo, ilusionado.

- Sí, en serio. Pero ten cuidado con lo que deseas, porque puede tener consecuencias inesperadas - advirtió el Chapulín.


El Chavo pensó por un momento y luego dijo:


- Deseo ir a un mundo donde pueda comer muchas tortas de jamón y jugar con muchos juguetes.


Las dos monedas brillaron y el Chavo desapareció.


- ¡Ay, caramba! ¡Se me fue otro más! - exclamó el Chapulín.


Mientras tanto, en la casa de Quico, el niño mimado estaba aburrido de sus juguetes y quería algo nuevo. Entonces vio algo que le llamó la atención. Era una moneda de oro que brillaba en su cajón. Quico la cogió y la examinó con curiosidad.


- ¿Qué será esto? ¿Será una moneda mágica que me concederá un deseo? - se preguntó Quico.


En ese momento, apareció el Chapulín Colorado, que había seguido el rastro de las monedas.


- ¡Síganme los buenos! - exclamó el Chapulín, acercándose a Quico.

- ¿Quién eres tú? - preguntó Quico, sorprendido.

- Soy el Chapulín Colorado, el héroe más valiente y noble del mundo. Y tú eres un niño muy rico y afortunado que necesita mi ayuda - dijo el Chapulín, sonriendo.

- ¿En serio?

Aquí está la escena siguiente de este fanfic donde el Chavo y Quico son atropellados mientras juegan y el Chavo aparece en el más allá con Aqua:


El Chavo abrió los ojos y se encontró en un lugar extraño. Era una habitación blanca y vacía, con una gran pantalla en una pared y una puerta en otra. Frente a él había una chica rubia con un vestido azul y una diadema con alas. El Chavo se frotó los ojos y se preguntó dónde estaba.


- Hola, ¿quién eres tú? - le preguntó el Chavo a la chica.

- Hola, yo soy Aqua, la diosa del agua y la encargada de recibir a las almas de los muertos - le respondió la chica con una sonrisa.

- ¿Muertos? ¿Qué quieres decir con muertos? - preguntó el Chavo, confundido.

- Pues eso, que estás muerto. Acabas de morir atropellado por un camión mientras jugabas con tu amigo Quico - le explicó Aqua, señalando la pantalla.

- ¿Qué? ¿Cómo que estoy muerto? ¡Eso no puede ser! - exclamó el Chavo, mirando la pantalla.


En la pantalla se veía una escena terrible. El Chavo y Quico estaban jugando en la calle con sus juguetes, cuando de repente apareció un camión a toda velocidad. El Chavo y Quico no se dieron cuenta y el camión los arrolló sin piedad. Los cuerpos de los niños quedaron tirados en el suelo, ensangrentados e inertes. La gente que pasaba por ahí se acercó a ver lo que había pasado y empezó a gritar y a llorar. Entre ellos estaba Don Ramón, el padre de la Chilindrina y el tutor del Chavo. Al ver a su hija adoptiva muerto, Don Ramón se desplomó de rodillas y soltó un grito desgarrador.


- ¡Chavito! ¡Chavito! ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡Mi chavito! - gritaba Don Ramón, abrazando el cuerpo del Chavo.

- ¡Ay, ay, ay! ¡Eso es Don Ramón! ¡Él está muy triste por mi culpa! ¡Tengo que volver con él! - decía el Chavo, llorando.

- Lo siento, pero no puedes volver. Estás muerto y no hay vuelta atrás - le dijo Aqua, con una expresión seria.

- ¿No hay vuelta atrás? ¿Qué quieres decir con eso? ¿No puedes hacer algo para devolverme la vida? - preguntó el Chavo, esperanzado.

- No, no puedo. Mi trabajo es solo recibir a las almas de los muertos y ofrecerles dos opciones: reencarnarse en otro mundo o ir al cielo - le dijo Aqua, sacudiendo la cabeza.

- ¿Reencarnarse en otro mundo o ir al cielo? ¿Qué es eso? - preguntó el Chavo, curioso.

- Reencarnarse en otro mundo es ir a un mundo diferente al tuyo, donde hay magia, monstruos y aventuras. Es como un juego de rol online, pero real. Allí podrás vivir una nueva vida como quieras, sin recordar nada de tu vida anterior - le explicó Aqua, mostrando una sonrisa maliciosa.

- ¿Y ir al cielo? - preguntó el Chavo.

- Ir al cielo es ir a un lugar donde estarás en paz y felicidad eterna, junto a tus seres queridos que también han muerto. Es como un sueño bonito que nunca termina - le explicó Aqua, mostrando una sonrisa angelical.

- ¿Y qué tengo que hacer para elegir una opción u otra? - preguntó el Chavo.

- Solo tienes que decirme lo que quieres. Pero ten cuidado con lo que eliges, porque no podrás cambiar de opinión después - le advirtió Aqua.


El Chavo pensó por un momento y luego dijo:


- Yo quiero...

Aquí está la escena de comedia donde Aqua le ofrece al Chavo ir al cielo o reencarnarse en un mundo de fantasía y él pide una torta de jamón y el chipote chillón:


- Bueno, ya te he explicado las dos opciones que tienes. Ahora dime, ¿qué quieres hacer? ¿Ir al cielo o reencarnarte en otro mundo? - le preguntó Aqua al Chavo.

- Pues... no sé. Las dos opciones suenan bien, pero también me dan miedo - dijo el Chavo, indeciso.

- No tengas miedo. Sea lo que sea que elijas, yo te ayudaré y te acompañaré - le dijo Aqua, mintiendo.

- ¿En serio? - preguntó el Chavo, confiado.

- Sí, en serio. Pero tienes que decidir rápido, porque no tenemos mucho tiempo - le dijo Aqua, impaciente.

- Está bien, está bien. Déjame pensar un poco - dijo el Chavo, rascándose la cabeza.


El Chavo pensó por un momento y luego dijo:


- Mira, yo quiero ir al cielo, porque allí estaré con mi mamá y mi papá que nunca conocí. Pero también quiero reencarnarme en otro mundo, porque allí podré comer muchas tortas de jamón y jugar con muchos juguetes. ¿No hay una forma de hacer las dos cosas? - preguntó el Chavo, inocentemente.

- No, no hay una forma de hacer las dos cosas. Tienes que elegir una u otra - le dijo Aqua, molesta.

- Bueno, entonces... ¿qué me conviene más? - preguntó el Chavo, buscando consejo.

- Pues depende de lo que quieras. Si quieres ir al cielo, tendrás que renunciar a todo lo que te gusta de este mundo. No podrás comer tortas de jamón ni jugar con juguetes ni ver la tele ni nada. Solo estarás flotando en una nube y cantando canciones aburridas todo el día - le dijo Aqua, exagerando.

- ¡Qué horror! ¡Eso no me gusta nada! - exclamó el Chavo, asustado.

- Pero si quieres reencarnarte en otro mundo, tendrás que enfrentarte a muchos peligros y dificultades. Habrá monstruos feroces y malvados que querrán comerte o matarte. Habrá magos poderosos y crueles que querrán esclavizarte o experimentar contigo. Habrá héroes arrogantes y egoístas que querrán robarte o humillarte. Y habrá diosas inútiles y molestas que querrán acompañarte y ayudarte - le dijo Aqua, omitiendo detalles.

- ¡Qué horror! ¡Eso tampoco me gusta nada! - exclamó el Chavo, asustado.


Aqua suspiró y dijo:


- Bueno, hay una cosa que puede hacerte cambiar de opinión. Como has muerto muy joven e injustamente, tienes derecho a llevarte lo que quieras a tu nueva vida. Puede ser cualquier cosa: un objeto, una habilidad, una persona... Lo que tú quieras - le dijo Aqua, tentándolo.

- ¿En serio? ¿Cualquier cosa? - preguntó el Chavo, interesado.

- Sí, cualquier cosa. Pero solo una cosa, así que piénsalo bien - le dijo Aqua, esperando su respuesta.


El Chavo pensó por un momento y luego dijo:


- Ya sé lo que quiero. Quiero una torta de jamón - dijo el Chavo, sonriendo.


Aqua se quedó boquiabierta y dijo:


- ¿Una torta de jamón? ¿Eso es todo lo que quieres? ¿No quieres algo mejor? ¿Algo más útil? ¿Algo más poderoso? - preguntó Aqua, incrédula.

- No, solo quiero una torta de jamón. Es lo que más me gusta en el mundo - dijo el Chavo, feliz.


Aqua suspiró y sacó de su bolsillo una torta de jamón. Se la dio al Chavo y le dijo:


- Toma, aquí tienes tu torta de jamón. Pero te advierto que no te va a servir de mucho en tu nueva vida. Es solo comida y se va a acabar pronto. Además, puede atraer a los monstruos o a los ladrones. Deberías elegir algo mejor - le dijo Aqua, intentando convencerlo.

- No, no quiero nada mejor. Solo quiero mi torta de jamón - dijo el Chavo, abrazando su torta.


Aqua se rindió y dijo:


- Está bien, está bien. Te quedas con tu torta de jamón. Pero al menos dime a qué mundo quieres ir. Hay muchos mundos diferentes y cada uno tiene sus propias reglas y características. Tienes que elegir uno que te guste y que se adapte a ti - le dijo Aqua, mostrándole la pantalla.


En la pantalla se veían varias imágenes de diferentes mundos. Había mundos de ciencia ficción, de fantasía, de terror, de comedia, de romance, de acción... El Chavo miró la pantalla y dijo:


- No sé, todos se ven muy raros y complicados. ¿No hay uno más sencillo y divertido? - preguntó el Chavo, confundido.

- Bueno, hay uno que podría gustarte. Se llama Konosuba y es un mundo de fantasía donde hay magia, monstruos y aventuras. Es como un juego de rol online, pero real. Allí podrás vivir una nueva vida como quieras, sin recordar nada de tu vida anterior - le dijo Aqua, repitiendo lo que le había dicho antes.

- ¿Konosuba? ¿Y cómo es ese mundo? - preguntó el Chavo, curioso.

- Pues es un mundo muy bonito y divertido. Hay ciudades hermosas y paisajes maravillosos. Hay gente amable y generosa que te ayudará y te dará la bienvenida. Hay misiones emocionantes y recompensas fabulosas que te harán rico y famoso. Y hay diosas bellas y bondadosas que te acompañarán y te protegerán - le dijo Aqua, mintiendo descaradamente.

- ¿En serio? ¡Ese mundo se ve muy bien! ¡Quiero ir a ese mundo! - exclamó el Chavo, emocionado.

- ¿Estás seguro? ¿No quieres saber más? ¿No quieres ver otros mundos? - preguntó Aqua, sorprendida.

- No, no quiero saber más. No quiero ver otros mundos. Solo quiero ir a Konosuba con mi torta de jamón - dijo el Chavo, decidido.


Aqua sonrió maliciosamente y dijo:


- Está bien, está bien. Te vas a Konosuba con tu torta de jamón. Pero antes de irte, hay una cosa más que tienes que hacer. Tienes que elegir un objeto que te acompañe en tu nueva vida. Puede ser cualquier cosa: un arma, una armadura, una joya... Lo que tú quieras - le dijo Aqua, tentándolo otra vez.

- ¿Otra cosa más? ¿Y para qué quiero otra cosa si ya tengo mi torta de jamón? - preguntó el Chavo, extrañado.

- Pues porque tu torta de jamón no te va a servir de mucho en tu nueva vida. Es solo comida y se va a acabar pronto. Además, puede atraer a los monstruos o a los ladrones. Necesitas algo mejor - le repitió Aqua, insistiendo.

- Bueno, bueno. Déjame pensar un poco - dijo el Chavo, rascándose la cabeza.


El Chavo pensó por un momento y luego dijo:


- Ya sé lo que quiero. Quiero el chipote chillón - dijo el Chavo, sonriendo.


Aqua se quedó boquiabierta otra vez y dijo:


- ¿El chipote chillón? ¿Qué es eso? ¿De dónde lo has sacado? - preguntó Aqua, confundida.

- Es el arma del Chapulín Colorado, mi héroe favorito. Es una especie de martillo que hace ruido cuando lo golpeas contra algo. Es muy divertido y muy poderoso - dijo el Chavo, entusiasmado.

- ¿El Chapulín Colorado? ¿Quién es ese? ¿De dónde lo has sacado tú? - preguntó Aqua, confundida.

- Es el héroe más valiente y noble del mundo. Él me salvó la vida cuando iba a ser atropellado por un camión. Él me dio las monedas mágicas que me concedieron los deseos. Él es mi ídolo y mi ejemplo a seguir - dijo el Chavo, admirado.

- Ya veo... Bueno, pues si eso es lo que quieres... Toma, aquí tienes tu chipote chillón - dijo Aqua, sacando de su bolsillo un martillo.

Aquí está la escena de comedia donde Aqua recibe a Quico en el más allá y le ofrece ir al cielo o al mismo mundo que el Chavo, y Quico pide dos tortas de jamón y las armas del Chapulín Colorado:


Quico abrió los ojos y se encontró en el mismo lugar que el Chavo. Era una habitación blanca y vacía, con una gran pantalla en una pared y una puerta en otra. Frente a él había la misma chica rubia con un vestido azul y una diadema con alas. Quico se frotó los ojos y se preguntó dónde estaba.


- Hola, ¿quién eres tú? - le preguntó Quico a la chica.

- Hola, yo soy Aqua, la diosa del agua y la encargada de recibir a las almas de los muertos - le respondió la chica con una sonrisa falsa.

- ¿Muertos? ¿Qué quieres decir con muertos? - preguntó Quico, confundido.

- Pues eso, que estás muerto. Acabas de morir atropellado por un camión mientras jugabas con tu amigo el Chavo - le explicó Aqua, señalando la pantalla.

- ¿Qué? ¿Cómo que estoy muerto? ¡Eso no puede ser! - exclamó Quico, mirando la pantalla.


En la pantalla se veía la misma escena que el Chavo había visto. El Chavo y Quico estaban jugando en la calle con sus juguetes, cuando de repente apareció un camión a toda velocidad. El Chavo y Quico no se dieron cuenta y el camión los arrolló sin piedad. Los cuerpos de los niños quedaron tirados en el suelo, ensangrentados e inertes. La gente que pasaba por ahí se acercó a ver lo que había pasado y empezó a gritar y a llorar. Entre ellos estaba Doña Florinda, la madre de Quico y el amor del Profesor Jirafales. Al ver a su hijo muerto, Doña Florinda se desmayó de la impresión y el Profesor Jirafales la sostuvo entre sus brazos.


- ¡Quico! ¡Quico! ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡Mi tesoro! - gritaba Doña Florinda, inconsolable.

- ¡Ay, ay, ay! ¡Esa es mi mamá! ¡Ella está muy triste por mi culpa! ¡Tengo que volver con ella! - decía Quico, llorando.

- Lo siento, pero no puedes volver. Estás muerto y no hay vuelta atrás - le dijo Aqua, con una expresión seria.

- ¿No hay vuelta atrás? ¿Qué quieres decir con eso? ¿No puedes hacer algo para devolverme la vida? - preguntó Quico, esperanzado.

- No, no puedo. Mi trabajo es solo recibir a las almas de los muertos y ofrecerles dos opciones: reencarnarse en otro mundo o ir al cielo - le dijo Aqua, sacudiendo la cabeza.

- ¿Reencarnarse en otro mundo o ir al cielo? ¿Qué es eso? - preguntó Quico, curioso.

- Reencarnarse en otro mundo es ir a un mundo diferente al tuyo, donde hay magia, monstruos y aventuras. Es como un juego de rol online, pero real. Allí podrás vivir una nueva vida como quieras, sin recordar nada de tu vida anterior - le explicó Aqua, mostrando una sonrisa maliciosa.

- ¿Y ir al cielo? - preguntó Quico.

- Ir al cielo es ir a un lugar donde estarás en paz y felicidad eterna, junto a tus seres queridos que también han muerto. Es como un sueño bonito que nunca termina - le explicó Aqua, mostrando una sonrisa angelical.

- ¿Y qué tengo que hacer para elegir una opción u otra? - preguntó Quico.

- Solo tienes que decirme lo que quieres. Pero ten cuidado con lo que eliges, porque no podrás cambiar de opinión después - le advirtió Aqua.


Quico pensó por un momento y luego dijo:


- Mira, yo quiero ir al cielo, porque allí estaré con mi papá que murió cuando yo era pequeño. Pero también quiero reencarnarme en otro mundo, porque allí podré jugar con muchos juguetes nuevos y mejores. ¿No hay una forma de hacer las dos cosas? - preguntó Quico, inocentemente.

- No, no hay una forma de hacer las dos cosas. Tienes que elegir una u otra - le dijo Aqua, molesta.

- Bueno, entonces... ¿qué me conviene más? - preguntó Quico, buscando consejo.

- Pues depende de lo que quieras. Si quieres ir al cielo, tendrás que renunciar a todo lo que te gusta de este mundo. No podrás jugar con juguetes ni ver la tele ni nada. Solo estarás flotando en una nube y cantando canciones aburridas todo el día - le dijo Aqua, exagerando.

- ¡Qué horror! ¡Eso no me gusta nada! - exclamó Quico, asustado.

- Pero si quieres reencarnarte en otro mundo, tendrás que enfrentarte a muchos peligros y dificultades. Habrá monstruos feroces y malvados que querrán comerte o matarte. Habrá magos poderosos y crueles que querrán esclavizarte o experimentar contigo. Habrá héroes arrogantes y egoístas que querrán robarte o humillarte. Y habrá diosas inútiles y molestas que querrán acompañarte y ayudarte - le dijo Aqua, omitiendo detalles.

- ¡Qué horror! ¡Eso tampoco me gusta nada! - exclamó Quico, asustado.


Aqua suspiró y dijo:


- Bueno, hay una cosa que puede hacerte cambiar de opinión. Como has muerto muy joven e injustamente, tienes derecho a llevarte lo que quieras a tu nueva vida. Puede ser cualquier cosa: un objeto, una habilidad, una persona... Lo que tú quieras - le dijo Aqua, tentándolo.

- ¿En serio? ¿Cualquier cosa? - preguntó Quico, interesado.

- Sí, cualquier cosa. Pero solo una cosa, así que piénsalo bien - le dijo Aqua, esperando su respuesta.


Quico pensó por un momento y luego dijo:


- Oye, ¿por aquí pasó el Chavo? - preguntó Quico, recordando a su amigo.

- Sí, por aquí pasó el Chavo. Él también murió atropellado por el camión y yo le ofrecí las mismas opciones que a ti - le dijo Aqua, recordando al Chavo.

- ¿Y qué eligió él? ¿A qué mundo se fue? ¿Qué se llevó? - preguntó Quico, curioso.

- Él eligió reencarnarse en un mundo de fantasía donde hay magia, monstruos y aventuras. Se fue al mismo mundo al que te voy a enviar yo si eliges esa opción. Se llama Konosuba y es un mundo muy bonito y divertido - le dijo Aqua, mintiendo descaradamente.

- ¿Konosuba? ¿Y cómo es ese mundo? - preguntó Quico, curioso.

- Pues es un mundo muy bonito y divertido. Hay ciudades hermosas y paisajes maravillosos. Hay gente amable y generosa que te ayudará y te dará la bienvenida. Hay misiones emocionantes y recompensas fabulosas que te harán rico y famoso. Y hay diosas bellas y bondadosas que te acompañarán y te protegerán - le dijo Aqua, mintiendo descaradamente otra vez.

- ¿En serio? ¡Ese mundo se ve muy bien! ¡Quiero ir a ese mundo! - exclamó Quico, emocionado.

- ¿Estás seguro? ¿No quieres saber más? ¿No quieres ver otros mundos? - preguntó Aqua, sorprendida.

- No, no quiero saber más. No quiero ver otros mundos. Solo quiero ir a Konosuba con mi mamá - dijo Quico, decidido.


Aqua se quedó boquiabierta y dijo:


- ¿Con tu mamá? ¿Quieres llevarte a tu mamá a tu nueva vida? ¿No quieres algo mejor? ¿Algo más útil? ¿Algo más poderoso? - preguntó Aqua, incrédula.

- No, solo quiero llevarme a mi mamá. Ella es lo que más quiero en el mundo - dijo Quico, feliz.


Aqua suspiró y sacó de su bolsillo una foto de Doña Florinda. Se la dio a Quico y le dijo:


- Toma, aquí tienes tu mamá. Pero te advierto que no te va a servir de mucho en tu nueva vida. Es


Aquí está la escena de comedia donde el Chavo y Quico hablan de los cuentos del Profesor Jirafales, piden indicaciones a una anciana, entran al gremio, venden las pastillas de chiquitolina y sacan sus tarjetas de aventurero:


El Chavo y Quico aparecieron en medio de una plaza llena de gente. Estaban en Konosuba, el mundo de fantasía donde se habían reencarnado. A su alrededor había casas de piedra y madera, carros tirados por caballos, puestos de comida y comercio, y personas vestidas con ropas medievales. El Chavo y Quico se quedaron boquiabiertos al ver el lugar.


- ¡Guau! ¡Esto es increíble! ¡Es como un cuento de hadas! - exclamó Quico, maravillado.

- Sí, es muy bonito. Pero también es muy raro. ¿Dónde estamos? ¿Qué es este lugar? - preguntó el Chavo, confundido.

- No lo sé. Pero creo que es el mundo al que nos mandó la diosa Aqua. Ella dijo que se llamaba Konosuba y que era un mundo de magia, monstruos y aventuras - recordó Quico.

- Ah, sí. Eso dijo. Pero ¿qué tenemos que hacer aquí? ¿Cómo vamos a vivir? ¿Dónde vamos a dormir? ¿Qué vamos a comer? - preguntó el Chavo, preocupado.

- No lo sé. Pero creo que tenemos que buscar un lugar donde nos den trabajo y dinero. Así podremos comprar comida y una casa - sugirió Quico.

- Ah, sí. Eso suena bien. Pero ¿dónde podemos encontrar trabajo y dinero? ¿A quién podemos preguntar? - preguntó el Chavo, buscando ayuda.


Los dos niños miraron a su alrededor y vieron a una anciana que vendía flores en un puesto. Decidieron acercarse a ella y preguntarle.


- Disculpe, señora. ¿Nos puede ayudar? - le dijo el Chavo, educadamente.

- Claro, niños. ¿Qué necesitan? - les dijo la anciana, amablemente.

- Verá, nosotros somos nuevos aquí y no sabemos dónde estamos ni qué hacer. Queremos encontrar trabajo y dinero para poder vivir - les dijo Quico, sinceramente.

- Ya veo. Bueno, pues están en la ciudad de Axel, la capital del reino de Belzerg. Es una ciudad muy grande y famosa por ser el lugar donde se reúnen los aventureros - les dijo la anciana, informándoles.

- ¿Aventureros? ¿Qué son los aventureros? - preguntó el Chavo, curioso.

- Los aventureros son personas que se dedican a explorar el mundo, combatir a los monstruos y cumplir misiones para ganar dinero y fama. Son muy valientes y nobles, pero también muy locos y problemáticos - les dijo la anciana, describiéndoles.

- ¡Ah! ¡Como el Chapulín Colorado! - exclamó el Chavo, recordando a su héroe favorito.

- ¿El Chapulín qué? - preguntó la anciana, confundida.

- No importa. Y dígame, señora. ¿Cómo podemos ser aventureros? ¿Dónde tenemos que ir? - preguntó Quico, interesado.

- Pues tienen que ir al gremio de aventureros. Allí podrán registrarse como aventureros y recibir misiones para ganar dinero y experiencia. El gremio está al final de esta calle, junto a la fuente. No tiene pérdida - les dijo la anciana, indicándoles.

- Muchas gracias, señora. Vamos a ir al gremio de aventureros - dijo el Chavo, agradecido.

- De nada, niños. Que tengan suerte - les dijo la anciana, despidiéndose.


El Chavo y Quico se dirigieron al gremio de aventureros siguiendo las indicaciones de la anciana. Mientras caminaban por la calle, se dieron cuenta de que podían entender y hablar el idioma del lugar.


- Oye, Chavo. ¿Te has dado cuenta de que podemos hablar con la gente de aquí? - le dijo Quico al Chavo.

- Sí, me he dado cuenta. ¿Cómo es posible? ¿No deberíamos hablar otro idioma? - le dijo el Chavo a Quico.

- No lo sé. Tal vez la diosa Aqua nos dio ese poder cuando nos mandó a este mundo. O tal vez este mundo tiene el mismo idioma que el nuestro. O tal vez es una coincidencia - le dijo Quico al Chavo.

- No lo sé. Pero me alegro de que podamos hablar con la gente de aquí. Así podremos hacer amigos y pedir ayuda - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, yo también me alegro. Pero no te confíes mucho, Chavo. Recuerda que este mundo es muy peligroso y que hay monstruos y magos y héroes y diosas. Tenemos que tener cuidado con lo que hacemos y con lo que decimos - le dijo Quico al Chavo.

- Sí, tienes razón, Quico. Tenemos que tener cuidado. Pero también tenemos que divertirnos y disfrutar de esta nueva vida. Tal vez sea una oportunidad para ser felices y tener lo que siempre quisimos - le dijo el Chavo a Quico.


Los dos niños llegaron al gremio de aventureros y entraron por la puerta. Dentro había un gran salón lleno de mesas, sillas, carteles, pizarras y personas. Había gente de todo tipo: hombres, mujeres, niños, ancianos, humanos, elfos, enanos, bestias... Algunos estaban sentados bebiendo o comiendo, otros estaban de pie hablando o discutiendo, otros estaban leyendo o escribiendo, otros estaban mirando o escuchando... El ambiente era ruidoso y animado.


El Chavo y Quico se quedaron impresionados al ver el lugar.


- ¡Guau! ¡Esto es increíble! ¡Es como un cuento de hadas! - exclamó Quico, maravillado.

- Sí, es muy bonito. Pero también es muy raro. ¿Qué es todo esto? ¿Qué hace toda esta gente? - preguntó el Chavo, confundido.

- No lo sé. Pero creo que son los aventureros de los que nos habló la señora. Ellos se dedican a explorar el mundo, combatir a los monstruos y cumplir misiones para ganar dinero y fama - recordó Quico.

- Ah, sí. Eso dijo. Pero ¿cómo podemos ser aventureros nosotros? ¿Qué tenemos que hacer? ¿A quién tenemos que preguntar? - preguntó el Chavo, buscando ayuda.


Los dos niños miraron a su alrededor y vieron a un hombre que llevaba una armadura de metal y una espada en la cintura. Decidieron acercarse a él y preguntarle.


- Disculpe, señor. ¿Nos puede ayudar? - le dijo el Chavo al hombre.

- Claro, niños. ¿Qué necesitan? - les dijo el hombre, amablemente.

- Verá, nosotros somos nuevos aquí y queremos ser aventureros. ¿Qué tenemos que hacer para registrarnos como aventureros? - les dijo Quico al hombre.

- Ya veo. Bueno, pues tienen que ir a la recepción y pedir una tarjeta de aventurero. Allí les tomarán sus datos y les harán unas pruebas para determinar sus estadísticas y su clase. Luego podrán elegir una misión para empezar su carrera como aventureros - les dijo el hombre, informándoles.

- ¿Una tarjeta de aventurero? ¿Qué es eso? - preguntó el Chavo al hombre.

- Una tarjeta de aventurero es una tarjeta mágica que contiene toda la información sobre tu nivel, tus habilidades, tu reputación y tu historial como aventurero. Es tu identificación oficial como aventurero y te servirá para acceder a los servicios del gremio - les dijo el hombre al Chavo.

- ¿Y cuánto cuesta una tarjeta de aventurero? - preguntó Quico al hombre.

- Una tarjeta de aventurero cuesta 1000 eris - les dijo el hombre a Quico.

- ¿1000 eris? ¿Qué es eso? - preguntó el Chavo al hombre.

- Eris es la moneda oficial de este mundo. Es el dinero que usan los aventureros para comprar cosas o pagar servicios - les dijo el hombre al Chavo.

- ¿Y cuánto vale un eris? -

Aquí está la continuación de la historia:


- Un eris vale lo que vale. Depende de lo que quieras comprar o pagar. Por ejemplo, una torta de jamón cuesta 10 eris, una habitación en una posada cuesta 100 eris, una espada de hierro cuesta 1000 eris, una armadura de cuero cuesta 5000 eris, una poción de curación cuesta 10000 eris... - les dijo el hombre a los niños.

- ¡Qué caro! ¡Nosotros no tenemos tanto dinero! ¡Solo tenemos estas monedas mágicas que nos dio la diosa Aqua! - dijo Quico, sacando las monedas que le había dado Aqua.

- ¿Monedas mágicas? ¿Qué son esas? - preguntó el hombre, mirando las monedas.

- Son unas monedas que te conceden un deseo si las usas con mucha fe. Nosotros las usamos para venir a este mundo y para traernos algunas cosas - dijo el Chavo, mostrando su torta de jamón y su chipote chillón.

- ¿Un deseo? ¿Qué clase de deseo? - preguntó el hombre, intrigado.

- Pues cualquier cosa que quieras. Por ejemplo, yo pedí una torta de jamón y él pidió el chipote chillón - dijo el Chavo, señalando a Quico.

- ¿Una torta de jamón y un chipote chillón? ¿Eso es todo lo que pidieron? ¿No pidieron algo mejor? ¿Algo más útil? ¿Algo más poderoso? - preguntó el hombre, incrédulo.

- No, solo pedimos eso. Es lo que más nos gusta en el mundo - dijo Quico, feliz.


El hombre se quedó boquiabierto y dijo:


- No puedo creerlo. Han desperdiciado unas monedas mágicas que podrían haberles dado cualquier cosa en unas cosas tan insignificantes. Deberían haber pedido algo mejor - les dijo el hombre, intentando convencerlos.

- No, no queremos nada mejor. Solo queremos nuestras cosas - dijeron el Chavo y Quico al unísono.

- Está bien, está bien. Se quedan con sus cosas. Pero al menos díganme, ¿cuánto valen esas monedas mágicas? ¿Se pueden cambiar por eris? - preguntó el hombre, esperanzado.

- No lo sabemos. No sabemos cuánto valen ni si se pueden cambiar. Nunca las hemos usado para eso - dijeron el Chavo y Quico al unísono.

- Bueno, pues deberían averiguarlo. Tal vez puedan venderlas o cambiarlas por algo de valor. Así podrán conseguir dinero para pagar su tarjeta de aventurero y otras cosas que necesiten - les dijo el hombre, aconsejándoles.

- Ah, sí. Eso suena bien. Pero ¿dónde podemos venderlas o cambiarlas? ¿A quién podemos preguntar? - preguntaron el Chavo y Quico al unísono.


El hombre miró a su alrededor y vio a un grupo de aventureros que estaban sentados en una mesa cercana. Decidió acercarse a ellos y preguntarles.


- Disculpen, señores. ¿Me pueden ayudar? - les dijo el hombre a los aventureros.

- Claro, amigo. ¿Qué necesitas? - le dijo uno de los aventureros, amablemente.

- Verán, estos niños tienen unas monedas mágicas que les conceden un deseo si las usan con mucha fe. Quieren venderlas o cambiarlas por algo de valor. ¿Saben ustedes cuánto valen o si se pueden cambiar? - les dijo el hombre a los aventureros.

- ¿Monedas mágicas que conceden un deseo? ¿Qué son esas? - preguntó otro de los aventureros, curioso.

- Son estas - dijo Quico, mostrando las monedas.


Los aventureros se acercaron a ver las monedas y quedaron impresionados.


- ¡Guau! ¡Esto es increíble! ¡Nunca habíamos visto algo así! - exclamaron los aventureros, maravillados.

- ¿De verdad conceden un deseo si las usan con mucha fe? - preguntó otro de los aventureros, escéptico.

- Sí, de verdad. Nosotros las usamos para venir a este mundo y para traernos algunas cosas - dijo el Chavo, mostrando su torta de jamón y su chipote chillón.

- ¿Un deseo? ¿Qué clase de deseo? - preguntó otro de los aventureros, intrigado.

- Pues cualquier cosa que quieras. Por ejemplo, yo pedí una torta de jamón y él pidió el chipote chillón - dijo el Chavo, señalando a Quico.

- ¿Una torta de jamón y un chipote chillón? ¿Eso es todo lo que pidieron? ¿No pidieron algo mejor? ¿Algo más útil? ¿Algo más poderoso? - preguntaron los aventureros, incrédulos.

- No, solo pedimos eso. Es lo que más nos gusta en el mundo - dijo Quico, feliz.


Los aventureros se quedaron boquiabiertos y dijeron:


- No podemos creerlo. Han desperdiciado unas monedas mágicas que podrían haberles dado cualquier cosa en unas cosas tan insignificantes. Deberían haber pedido algo mejor - les dijeron los aventureros, intentando convencerlos.

- No, no queremos nada mejor. Solo queremos nuestras cosas - dijeron el Chavo y Quico al unísono.

- Está bien, está bien. Se quedan con sus cosas. Pero al menos díganme, ¿quieren vender o cambiar esas monedas mágicas? Nosotros estamos interesados en comprarlas o cambiarlas por algo de valor. Así podrán conseguir dinero para pagar su tarjeta de aventurero y otras cosas que necesiten - les dijeron los aventureros, ofreciéndoles.

- Ah, sí. Eso suena bien. Pero ¿qué nos pueden ofrecer a cambio? ¿Qué tienen de valor? - preguntaron el Chavo y Quico al unísono.


Los aventureros miraron sus pertenencias y dijeron:


- Pues tenemos muchas cosas de valor. Tenemos armas, armaduras, joyas, pociones, libros, mapas... Lo que quieran - les dijeron los aventureros a los niños.

- ¿Y cuánto valen esas cosas? ¿Cuántas monedas mágicas nos darían por ellas? - preguntaron el Chavo y Quico al unísono.


Los aventureros pensaron por un momento y dijeron:


- Pues depende de lo que quieran. Por ejemplo, una espada de hierro vale 1000 eris, una armadura de cuero vale 5000 eris, una joya vale 10000 eris, una poción de curación vale 20000 eris... - les dijeron los aventureros a los niños.

- ¡Qué caro! ¡Nosotros no tenemos tanto dinero! ¡Solo tenemos estas monedas mágicas que nos dio la diosa Aqua! - dijeron el Chavo y Quico al unísono.

- No se preocupen. Nosotros no les pediremos dinero. Les cambiaremos sus monedas mágicas por nuestras cosas. Una moneda mágica por una cosa - les dijeron los aventureros a los niños.

- ¿Una moneda mágica por una cosa? ¿Eso es justo? - preguntaron el Chavo y Quico al unísono.


Los aventureros asintieron y dijeron:


- Sí, eso es justo. Una moneda mágica por una cosa. Así todos salimos ganando. Ustedes consiguen cosas de valor y nosotros conseguimos monedas mágicas - les dijeron los aventureros a los niños.

- Bueno, bueno. Déjenos ver qué tienen - dijeron el Chavo y Quico al unísono.


Los niños se acercaron a ver las cosas que tenían los aventureros y empezaron a elegir lo que más les gustaba.


El Chavo eligió una espada de hierro, una armadura de cuero, una joya, una poción de curación y un libro.


Quico eligió dos tortas de jamón.


Los aventureros se quedaron boquiabiertos otra vez y dijeron:


- ¿Dos tortas de jamón? ¿Eso es todo lo que quieres? ¿No quieres algo mejor? ¿Algo más útil? ¿Algo más poderoso? - le preguntaron los aventureros a Quico.

- No, solo quiero dos tortas de

Aquí está la escena de comedia donde el Chavo y Quico son rechazados de muchos empleos de la ciudad de Axel por ser niños y se van a dormir en una posada con el dinero de Quico:


Después de conseguir sus tarjetas de aventurero y algunas cosas de valor, el Chavo y Quico decidieron buscar un trabajo que les permitiera ganar más dinero y experiencia. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que no era tan fácil como pensaban. Por ser niños, nadie los tomaba en serio ni les daba una oportunidad.


Primero fueron a la taberna, donde pidieron trabajo como camareros o cocineros. Pero el dueño los echó a patadas, diciéndoles que eran muy pequeños y torpes para ese trabajo.


Luego fueron a la tienda, donde pidieron trabajo como vendedores o ayudantes. Pero el dueño los echó a escobazos, diciéndoles que eran muy tontos y ladrones para ese trabajo.


Después fueron a la iglesia, donde pidieron trabajo como monjes o acólitos. Pero el sacerdote los echó a bendiciones, diciéndoles que eran muy pecadores e impuros para ese trabajo.


Finalmente fueron al establo, donde pidieron trabajo como cuidadores o jinetes. Pero el dueño los echó a palos, diciéndoles que eran muy débiles y miedosos para ese trabajo.


El Chavo y Quico se quedaron sin opciones y sin esperanzas. Estaban cansados, hambrientos y tristes. Decidieron ir a una posada a pasar la noche y pensar qué hacer al día siguiente.


- ¡Ay, ay, ay! ¡Qué día tan malo! ¡Nadie nos quiere dar trabajo! ¡Todos nos tratan mal! - se quejó el Chavo, caminando por la calle.

- Sí, es verdad. Es muy injusto. Nosotros somos unos niños muy buenos y trabajadores. No merecemos este trato - se quejó Quico, caminando junto al Chavo.

- Sí, somos unos niños muy buenos y trabajadores. Pero también somos unos niños muy pobres y desafortunados. No tenemos dinero ni comida ni casa - dijo el Chavo, mirando su torta de jamón y su chipote chillón.

- No te preocupes, Chavo. Yo tengo dinero y comida y casa. Te voy a invitar a una posada donde podremos dormir y comer - dijo Quico, mirando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- ¿En serio? ¿Tienes dinero y comida y casa? ¿De dónde los sacaste? - preguntó el Chavo, sorprendido.

- Pues los saqué de las pastillas de chiquitolina que me dio la diosa Aqua. Las vendí a unos aventureros que querían usarlas para sus misiones. Me pagaron muy bien por ellas - dijo Quico, orgulloso.

- ¿Vendiste las pastillas de chiquitolina? ¿Y no te quedaste ninguna? - preguntó el Chavo, curioso.

- No, no me quedé ninguna. No las necesito. Tengo otras cosas mejores - dijo Quico, señalando sus armas del Chapulín Colorado.

- Ah, ya veo. Bueno, pues muchas gracias por invitarme a una posada. Eres muy generoso - dijo el Chavo, agradecido.

- De nada, Chavo. Eres mi amigo y te quiero ayudar - dijo Quico, sonriendo.


Los dos niños llegaron a una posada y entraron por la puerta. Dentro había un mostrador donde había un hombre que atendía a los clientes. El hombre los vio entrar y les dijo:


- Buenas noches, niños. ¿Qué desean? - les dijo el hombre, amablemente.

- Buenas noches, señor. Queremos una habitación para pasar la noche - le dijo Quico al hombre.

- Muy bien, niños. Tengo una habitación disponible para ustedes. Es pequeña pero cómoda. Tiene dos camas, una mesa, una silla y una ventana - les dijo el hombre a los niños.

- ¿Y cuánto cuesta la habitación? - preguntó Quico al hombre.

- La habitación cuesta 100 eris por noche - les dijo el hombre a los niños.

- ¿100 eris? ¿Qué es eso? - preguntó el Chavo al hombre.

- Eris es la moneda oficial de este mundo. Es el dinero que usan los aventureros para comprar cosas o pagar servicios - le dijo el hombre al Chavo.

- ¿Y cuánto vale un eris? - preguntó el Chavo al hombre.

- Un eris vale lo que vale. Depende de lo que quieras comprar o pagar. Por ejemplo, una torta de jamón cuesta 10 eris, una habitación en una posada cuesta 100 eris, una espada de hierro cuesta 1000 eris, una armadura de cuero cuesta 5000 eris, una poción de curación cuesta 10000 eris... - le dijo el hombre a los niños.

- ¡Qué caro! ¡Nosotros no tenemos tanto dinero! ¡Solo tenemos estas monedas mágicas que nos dio la diosa Aqua! - dijo el Chavo, sacando las monedas que le había dado Aqua.

- ¿Monedas mágicas? ¿Qué son esas? - preguntó el hombre, mirando las monedas.

- Son unas monedas que te conceden un deseo si las usas con mucha fe. Nosotros las usamos para venir a este mundo y para traernos algunas cosas - dijo Quico, mostrando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- ¿Un deseo? ¿Qué clase de deseo? - preguntó el hombre, intrigado.

- Pues cualquier cosa que quieras. Por ejemplo, yo pedí dos tortas de jamón y él pidió el chipote chillón - dijo Quico, señalando al Chavo.

- ¿Dos tortas de jamón y un chipote chillón? ¿Eso es todo lo que pidieron? ¿No pidieron algo mejor? ¿Algo más útil? ¿Algo más poderoso? - preguntó el hombre, incrédulo.

- No, solo pedimos eso. Es lo que más nos gusta en el mundo - dijo Quico, feliz.


El hombre se quedó boquiabierto y dijo:


- No puedo creerlo. Han desperdiciado unas monedas mágicas que podrían haberles dado cualquier cosa en unas cosas tan insignificantes. Deberían haber pedido algo mejor - les dijo el hombre, intentando convencerlos.

- No, no queremos nada mejor. Solo queremos nuestras cosas - dijeron el Chavo y Quico al unísono.

- Está bien, está bien. Se quedan con sus cosas. Pero al menos díganme, ¿quieren pagar la habitación con esas monedas mágicas? Yo estoy interesado en comprarlas o cambiarlas por algo de valor. Así podrán quedarse a dormir aquí y tener un lugar donde descansar - les dijo el hombre, ofreciéndoles.

- Ah, sí. Eso suena bien. Pero ¿qué nos puede ofrecer a cambio? ¿Qué tiene de valor? - preguntaron el Chavo y Quico al unísono.


El hombre miró sus pertenencias y dijo:


- Pues tengo muchas cosas de valor. Tengo comida, bebida, ropa, mantas, velas, cerillas... Lo que quieran - les dijo el hombre a los niños.

- ¿Y cuánto valen esas cosas? ¿Cuántas monedas mágicas nos daría por ellas? - preguntaron el Chavo y Quico al unísono.


El hombre pensó por un momento y dijo:


- Pues depende de lo que quieran. Por ejemplo, una comida vale 10 eris, una bebida vale 5 eris, una ropa vale 20 eris, una manta vale 50 eris, una vela vale 1 eris, una cerilla vale 0.1 eris... - les dijo el hombre a los niños.

- ¡Qué barato! ¡Nosotros tenemos mucho dinero! ¡Tenemos estas monedas mágicas que nos dio la diosa Aqua! - dijeron el Chavo y Quico al unísono.

- No se emocionen. Yo no les pediré dinero. Les cambiaré sus monedas mágicas por mis cosas. Una moneda mágica por una cosa - les dijo el hombre a los niños.

- ¿Una moneda mágica por una cosa? ¿Eso es justo? - preguntaron el Chavo y Quico al unísono.


El hombre asintió y dijo:


- Sí, eso es justo. Una moneda mágica por una cosa. As

Aquí está la escena de comedia donde el Chavo y Quico van a comer al gremio y el Chavo engaña a Quico para que pague su comida con el dinero de vender pastillas de chiquitolina:


Después de pasar la noche en la posada, el Chavo y Quico se levantaron temprano y se dirigieron al gremio de aventureros. Tenían hambre y querían desayunar algo antes de buscar una misión que les diera dinero y experiencia. Entraron al gremio y se sentaron en una mesa donde había un cartel que decía: "Menú del día: Torta de jamón, jugo de frutas, pan con mantequilla. Precio: 20 eris".


El Chavo y Quico se quedaron impresionados al ver el cartel.


- ¡Guau! ¡Esto es increíble! ¡Es como un sueño hecho realidad! - exclamó Quico, maravillado.

- Sí, es muy bonito. Pero también es muy caro. ¿Tienes dinero para pagar esto? - preguntó el Chavo, preocupado.

- Claro que tengo dinero. Tengo el dinero que me dieron por vender las pastillas de chiquitolina. Me pagaron muy bien por ellas - dijo Quico, orgulloso.

- ¿Cuánto dinero tienes? - preguntó el Chavo, curioso.

- Tengo... - dijo Quico, sacando su bolsillo.


Quico sacó su bolsillo y contó el dinero que tenía. Tenía 100 eris en monedas de diferentes valores.


- Tengo 100 eris. Es mucho dinero - dijo Quico, feliz.

- ¿100 eris? ¿Eso es mucho dinero? - preguntó el Chavo, confundido.

- Sí, es mucho dinero. Con 100 eris puedo comprar muchas cosas. Por ejemplo, puedo comprar 10 tortas de jamón, o 20 jugos de frutas, o 40 panes con mantequilla... - dijo Quico, calculando.

- Ah, ya veo. Bueno, pues yo no tengo dinero. Solo tengo estas monedas mágicas que me dio la diosa Aqua - dijo el Chavo, mostrando las monedas que le había dado Aqua.

- ¿Monedas mágicas? ¿Qué son esas? - preguntó Quico, mirando las monedas.

- Son unas monedas que te conceden un deseo si las usas con mucha fe. Nosotros las usamos para venir a este mundo y para traernos algunas cosas - dijo el Chavo, recordando.

- Ah, sí. Eso dijiste. Pero ¿qué deseaste tú? ¿Qué te trajiste? - preguntó Quico, curioso.

- Pues yo deseé una torta de jamón y me traje el chipote chillón - dijo el Chavo, mostrando su torta de jamón y su chipote chillón.

- ¿Una torta de jamón y un chipote chillón? ¿Eso es todo lo que deseaste? ¿No deseaste algo mejor? ¿Algo más útil? ¿Algo más poderoso? - preguntó Quico, incrédulo.

- No, solo deseé eso. Es lo que más me gusta en el mundo - dijo el Chavo, feliz.


Quico se quedó boquiabierto y dijo:


- No puedo creerlo. Has desperdiciado unas monedas mágicas que podrían haberte dado cualquier cosa en unas cosas tan insignificantes. Deberías haber deseado algo mejor - le dijo Quico, intentando convencerlo.

- No, no quiero nada mejor. Solo quiero mi torta de jamón y mi chipote chillón - dijo el Chavo, decidido.

- Está bien, está bien. Te quedas con tu torta de jamón y tu chipote chillón. Pero al menos dime, ¿quieres comer algo más? Yo te invito a lo que quieras - le dijo Quico, generoso.

- ¿En serio? ¿Me invitas a lo que quiera? - preguntó el Chavo, interesado.

- Sí, en serio. Te invito a lo que quieras. Tengo mucho dinero y quiero compartirlo contigo - le dijo Quico, sonriendo.


El Chavo pensó por un momento y luego dijo:


- Bueno, pues yo quiero comer otra torta de jamón, otro jugo de frutas y otro pan con mantequilla - dijo el Chavo, pidiendo más.

- ¿Otra torta de jamón, otro jugo de frutas y otro pan con mantequilla? ¿Eso es todo lo que quieres? ¿No quieres algo mejor? ¿Algo más rico? ¿Algo más variado? - preguntó Quico, incrédulo.

- No, solo quiero eso. Es lo que más me gusta en el mundo - dijo el Chavo, feliz.


Quico suspiró y dijo:


- Está bien, está bien. Te invito a eso. Pero no pidas más, porque no tengo tanto dinero - le dijo Quico, advirtiéndole.


Quico llamó a la mesera y le hizo su pedido. La mesera les trajo la comida y se la puso en la mesa. El Chavo y Quico empezaron a comer con gusto.


- ¡Qué rico! ¡Esto está delicioso! - exclamó Quico, saboreando su torta de jamón.

- Sí, está muy rico. Gracias por invitarme, Quico. Eres muy generoso - dijo el Chavo, agradecido.

- De nada, Chavo. Eres mi amigo y te quiero ayudar - dijo Quico, sonriendo.


Los dos niños terminaron de comer y se limpiaron la boca con una servilleta. La mesera se acercó a ellos y les dijo:


- Buen provecho, niños. ¿Les gustó la comida? - les dijo la mesera, amablemente.

- Sí, nos gustó mucho. Estaba muy rica - le dijeron el Chavo y Quico al unísono.

- Me alegro de que les haya gustado. Entonces, les cobraré 40 eris por la comida - les dijo la mesera, cobrándoles.

- ¿40 eris? ¿Qué es eso? - preguntó el Chavo a la mesera.

- Eris es la moneda oficial de este mundo. Es el dinero que usan los aventureros para comprar cosas o pagar servicios - le dijo la mesera al Chavo.

- ¿Y cuánto vale un eris? - preguntó el Chavo a la mesera.

- Un eris vale lo que vale. Depende de lo que quieras comprar o pagar. Por ejemplo, una torta de jamón cuesta 10 eris, un jugo de frutas cuesta 5 eris, un pan con mantequilla cuesta 2.5 eris... - le dijo la mesera a los niños.

- ¡Qué caro! ¡Nosotros no tenemos tanto dinero! ¡Solo tenemos estas monedas mágicas que nos dio la diosa Aqua! - dijo el Chavo, sacando las monedas que le había dado Aqua.

- ¿Monedas mágicas? ¿Qué son esas? - preguntó la mesera, mirando las monedas.

- Son unas monedas que te conceden un deseo si las usas con mucha fe. Nosotros las usamos para venir a este mundo y para traernos algunas cosas - dijo Quico, mostrando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- ¿Un deseo? ¿Qué clase de deseo? - preguntó la mesera, intrigada.

- Pues cualquier cosa que quieras. Por ejemplo, yo pedí dos tortas de jamón y él pidió el chipote chillón - dijo Quico, señalando al Chavo.

- ¿Dos tortas de jamón y un chipote chillón? ¿Eso es todo lo que pidieron? ¿No pidieron algo mejor? ¿Algo más útil? ¿Algo más poderoso? - preguntó la mesera, incrédula.

- No, solo pedimos eso. Es lo que más nos gusta en el mundo - dijo Quico, feliz.


La mesera se quedó boquiabierta y dijo:


- No puedo creerlo. Han desperdiciado unas monedas mágicas que podrían haberles dado cualquier cosa en unas cosas tan insignificantes. Deberían haber pedido algo mejor - les dijo la mesera, intentando convencerlos.

- No, no queremos nada mejor. Solo queremos nuestras cosas - dijeron el Chavo y Quico al unísono.

- Está bien, está bien. Se quedan con sus cosas. Pero al menos díganme, ¿quieren pagar la comida con esas monedas mágicas? Yo estoy interesada en comprarlas o cambiarlas por algo de valor. Así podrán saldar su cuenta y seguir comiendo aquí

Aquí está la escena de comedia donde el Chavo y Quico ven que estaban pagando un buen de dinero por cazar sapos gigantes y se van equipados con resorteras, pero se sorprenden al ver que los sapos miden 3 metros:


Después de pagar la comida con una moneda mágica, el Chavo y Quico se acercaron a la pizarra donde estaban las misiones disponibles para los aventureros. Había muchas misiones de diferentes tipos y dificultades, pero una les llamó la atención. Decía: "Cazar sapos gigantes. Recompensa: 100 eris por sapo".


El Chavo y Quico se quedaron impresionados al ver la misión.


- ¡Guau! ¡Esto es increíble! ¡Es como un sueño hecho realidad! - exclamó Quico, maravillado.

- Sí, es muy bonito. Pero también es muy fácil. ¿Cazar sapos gigantes? ¿Qué tiene eso de difícil? - preguntó el Chavo, confiado.

- No lo sé. Pero creo que es una buena oportunidad para ganar dinero y experiencia. Podemos cazar muchos sapos y cobrar mucho dinero - sugirió Quico.

- Sí, tienes razón. Podemos cazar muchos sapos y cobrar mucho dinero. Pero ¿cómo vamos a cazarlos? ¿Qué necesitamos? - preguntó el Chavo, buscando ayuda.


Los dos niños miraron sus pertenencias y vieron que tenían unas resorteras que les había dado Aqua como parte del kit del Chapulín Colorado. Decidieron usarlas para cazar los sapos.


- Mira, Chavo. Tenemos estas resorteras que nos dio la diosa Aqua. Podemos usarlas para cazar los sapos - le dijo Quico al Chavo.

- Ah, sí. Eso dijiste. Pero ¿cómo funcionan estas resorteras? ¿Qué hacen? - preguntó el Chavo a Quico.

- Pues son unas armas que disparan piedras o canicas con mucha fuerza. Solo tienes que poner una piedra o una canica en el centro de la resortera, tirar de la goma y soltarla. Así podrás golpear a los sapos y hacerlos caer - le dijo Quico al Chavo.

- Ah, ya veo. Bueno, pues yo tengo unas canicas que me dio la diosa Aqua. Podemos usarlas para disparar a los sapos - dijo el Chavo, mostrando sus canicas.

- ¿Canicas? ¿Qué son esas? - preguntó Quico, mirando las canicas.

- Son unas bolitas de vidrio de colores que te dan suerte si las usas con mucha fe. Nosotros las usamos para venir a este mundo y para traernos algunas cosas - dijo el Chavo, recordando.

- Ah, sí. Eso dijiste. Pero ¿qué deseaste tú? ¿Qué te trajiste? - preguntó Quico, curioso.

- Pues yo deseé una torta de jamón y me traje el chipote chillón - dijo el Chavo, mostrando su torta de jamón y su chipote chillón.

- ¿Una torta de jamón y un chipote chillón? ¿Eso es todo lo que deseaste? ¿No deseaste algo mejor? ¿Algo más útil? ¿Algo más poderoso? - preguntó Quico, incrédulo.

- No, solo deseé eso. Es lo que más me gusta en el mundo - dijo el Chavo, feliz.


Quico se quedó boquiabierto y dijo:


- No puedo creerlo. Has desperdiciado unas canicas mágicas que podrían haberte dado cualquier cosa en unas cosas tan insignificantes. Deberías haber deseado algo mejor - le dijo Quico, intentando convencerlo.

- No, no quiero nada mejor. Solo quiero mi torta de jamón y mi chipote chillón - dijo el Chavo, decidido.

- Está bien, está bien. Te quedas con tu torta de jamón y tu chipote chillón. Pero al menos dime, ¿quieres ir a cazar sapos gigantes conmigo? Yo te invito a lo que quieras - le dijo Quico, generoso.

- ¿En serio? ¿Me invitas a lo que quiera? - preguntó el Chavo, interesado.

- Sí, en serio. Te invito a lo que quieras. Tengo mucho dinero y quiero compartirlo contigo - le dijo Quico, sonriendo.


El Chavo pensó por un momento y luego dijo:


- Bueno, pues yo quiero ir a cazar sapos gigantes contigo. Me parece divertido y fácil - dijo el Chavo, aceptando la invitación.

- Muy bien, Chavo. Vamos a cazar sapos gigantes juntos. Será divertido y fácil - dijo Quico, confirmando la invitación.


Quico llamó a la recepcionista y le hizo saber que querían aceptar la misión de cazar sapos gigantes. La recepcionista les dio unas indicaciones para llegar al lugar donde estaban los sapos y les deseó suerte. El Chavo y Quico se pusieron sus resorteras y sus canicas y se dirigieron al lugar donde estaban los sapos.


Llegaron a un pantano donde había muchos sapos de diferentes tamaños y colores. Algunos eran pequeños y verdes, otros eran medianos y marrones, otros eran grandes y amarillos... Pero lo que más les llamó la atención fueron los sapos gigantes. Eran unos sapos enormes que medían 3 metros de alto y pesaban más de una tonelada. Tenían una piel gruesa y rugosa, unos ojos saltones y brillantes, una boca grande y babosa, unas patas fuertes y saltarinas, y una lengua larga y pegajosa.


El Chavo y Quico se quedaron impresionados al ver a los sapos gigantes.


- ¡Guau! ¡Esto es increíble! ¡Es como una pesadilla hecha realidad! - exclamó Quico, aterrado.

- Sí, es muy feo. Pero también es muy difícil. ¿Cómo vamos a cazar estos sapos gigantes? ¿Qué podemos hacer? - preguntó el Chavo, asustado.

- No lo sé. Pero creo que tenemos que usar nuestras resorteras y nuestras canicas para dispararles a los ojos o a la boca. Así podremos cegarlos o ahogarlos - sugirió Quico.

- Sí, tienes razón. Tenemos que usar nuestras resorteras y nuestras canicas para dispararles a los ojos o a la boca. Pero ¿cómo vamos a acercarnos a ellos? ¿No nos verán o nos oirán? - preguntó el Chavo, preocupado.

- No lo sé. Pero creo que tenemos que ser sigilosos y rápidos. Así podremos sorprenderlos y escapar - sugirió Quico.


Los dos niños se pusieron en posición de ataque y se acercaron sigilosamente a uno de los sapos gigantes que estaba cerca del borde del pantano. El sapo estaba tranquilo, tomando el sol y comiendo insectos con su lengua. El Chavo y Quico se escondieron detrás de unos arbustos y apuntaron con sus resorteras al sapo.


- Estás listo, Chavo? - le susurró Quico al Chavo.

- Sí, estoy listo, Quico - le susurró el Chavo a Quico.

- Bien, pues vamos a contar hasta tres y luego dispararemos juntos. Uno... dos... tres... ¡Ya! - le susurró Quico al Chavo.


Los dos niños dispararon sus canicas con mucha fuerza hacia el sapo. Las canicas volaron por el aire y se dirigieron al objetivo. Sin embargo, algo salió mal. Las canicas no le dieron al sapo en los ojos o en la boca, sino en el lomo o en las patas. El sapo no se cegó ni se ahogó, sino que se enfadó y se asustó.


El sapo sintió el impacto de las canicas en su cuerpo y se sobresaltó. Miró hacia el lugar de donde venían las canicas y vio a los dos niños escondidos detrás de los arbustos. El sapo reconoció a los niños como posibles presas o amenazas y decidió atacarlos.


El sapo abrió su boca grande y babosa y lanzó su lengua larga y pegajosa hacia los niños. La lengua se extendió por el aire como un látigo y se dirigió hacia los niños con rapidez.


El Chavo y Quico vieron la lengua del sapo acercarse a ellos y se asustaron.


- ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡El sap

Aquí está la escena de comedia donde el Chavo y Quico no pudieron con el sapo solos y se van a poner un anuncio de que están reclutando gente para su grupo:


Después de escapar por poco de la lengua del sapo gigante, el Chavo y Quico regresaron al gremio de aventureros. Estaban cansados, sucios y heridos. Tenían rasguños, moretones y mordiscos por todo el cuerpo. Sus resorteras y sus canicas estaban rotas o perdidas. No habían podido cazar ni un solo sapo y no habían ganado ni un solo eris.


El Chavo y Quico se quedaron desanimados al ver su situación.


- ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Qué día tan malo! ¡No pudimos cazar ningún sapo! ¡Todos nos atacaron! - se quejó el Chavo, llorando.

- Sí, es verdad. Es muy injusto. Nosotros somos unos niños muy buenos y valientes. No merecemos este trato - se quejó Quico, llorando.

- Sí, somos unos niños muy buenos y valientes. Pero también somos unos niños muy pobres y desafortunados. No tenemos dinero ni experiencia ni amigos - dijo el Chavo, mirando su torta de jamón y su chipote chillón.

- No te preocupes, Chavo. Yo tengo dinero y experiencia y amigos. Te voy a ayudar a salir de esta - dijo Quico, mirando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- ¿En serio? ¿Tienes dinero y experiencia y amigos? ¿De dónde los sacaste? - preguntó el Chavo, sorprendido.

- Pues los saqué de las pastillas de chiquitolina que me dio la diosa Aqua. Las vendí a unos aventureros que querían usarlas para sus misiones. Me pagaron muy bien por ellas - dijo Quico, orgulloso.

- ¿Vendiste las pastillas de chiquitolina? ¿Y no te quedaste ninguna? - preguntó el Chavo, curioso.

- No, no me quedé ninguna. No las necesito. Tengo otras cosas mejores - dijo Quico, señalando sus armas del Chapulín Colorado.

- Ah, ya veo. Bueno, pues muchas gracias por ayudarme, Quico. Eres muy generoso - dijo el Chavo, agradecido.

- De nada, Chavo. Eres mi amigo y te quiero ayudar - dijo Quico, sonriendo.


Los dos niños se acercaron a la recepcionista y le pidieron ayuda para completar la misión de cazar sapos gigantes. La recepcionista les dijo que podían formar un grupo con otros aventureros que quisieran hacer la misma misión o que estuvieran dispuestos a ayudarlos. Les dijo que podían poner un anuncio en la pizarra donde estaban las misiones disponibles para los aventureros.


El Chavo y Quico decidieron poner un anuncio en la pizarra para reclutar gente para su grupo. Escribieron en un papel:


"Se busca gente para cazar sapos gigantes. Recompensa: 100 eris por sapo. Requisitos: Ser fuerte, valiente, inteligente y divertido. Interesados: Preguntar por el Chavo o por Quico en la mesa número 7".


Luego pegaron el papel en la pizarra con una chincheta y se sentaron en la mesa número 7 a esperar a que llegara alguien.


El Chavo y Quico esperaron pacientemente a que alguien se interesara por su anuncio. Sin embargo, nadie se acercó a ellos ni les hizo caso. Al contrario, todos los aventureros que pasaban por la pizarra se reían al ver el anuncio o lo ignoraban por completo.


El Chavo y Quico se quedaron confundidos al ver la reacción de los aventureros.


- Oye, Quico. ¿Te has dado cuenta de que nadie nos hace caso? - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, me he dado cuenta. ¿Por qué será? ¿Qué tenemos de malo? - le dijo Quico al Chavo.

- No lo sé. Pero creo que es porque somos niños. Nadie nos toma en serio ni nos respeta - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, es verdad. Es muy injusto. Nosotros somos unos niños muy buenos y capaces. No merecemos este desprecio - le dijo Quico al Chavo.

- Sí, somos unos niños muy buenos y capaces. Pero también somos unos niños muy solos y necesitados. No tenemos a nadie que nos ayude ni nos quiera - dijo el Chavo, mirando su torta de jamón y su chipote chillón.

- No te preocupes, Chavo. Yo te ayudo y te quiero. Somos amigos y estamos juntos en esto - dijo Quico, mirando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- Gracias, Quico. Eres muy bueno y leal. Somos amigos y estamos juntos en esto - dijo el Chavo, sonriendo.


Los dos niños se abrazaron y se consolaron mutuamente. Sin embargo, seguían sin tener a nadie que se uniera a su grupo para cazar sapos gigantes.


Pasaron las horas y nadie se acercó a ellos ni les hizo caso. El Chavo y Quico se quedaron sin opciones y sin esperanzas. Estaban aburridos, hambrientos y tristes. Decidieron irse del gremio y buscar otro lugar donde pasar la noche y pensar qué hacer al día siguiente.


- ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Qué día tan malo! ¡Nadie nos quiere ayudar! ¡Todos nos ignoran! - se quejó el Chavo, caminando por la calle.

- Sí, es verdad. Es muy injusto. Nosotros somos unos niños muy buenos y simpáticos. No merecemos este olvido - se quejó Quico, caminando junto al Chavo.

- Sí, somos unos niños muy buenos y simpáticos. Pero también somos unos niños muy pobres y desafortunados. No tenemos dinero ni experiencia ni amigos - dijo el Chavo, mirando su torta de jamón y su chipote chillón.

- No te preocupes, Chavo. Yo tengo dinero y experiencia y amigos. Te voy a invitar a una posada donde podremos dormir y comer - dijo Quico, mirando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- ¿En serio? ¿Tienes dinero y experiencia y amigos? ¿De dónde los sacaste? - preguntó el Chavo, sorprendido.

- Pues los saqué de las pastillas de chiquitolina que me dio la diosa Aqua. Las vendí a unos aventureros que querían usarlas para sus misiones. Me pagaron muy bien por ellas - dijo Quico, orgulloso.

- ¿Vendiste las pastillas de chiquitolina? ¿Y no te quedaste ninguna? - preguntó el Chavo, curioso.

- No, no me quedé ninguna. No las necesito. Tengo otras cosas mejores - dijo Quico, señalando sus armas del Chapulín Colorado.

- Ah, ya veo. Buen

Aquí está la escena de comedia donde el Chavo y Quico no pudieron con el sapo solos y se van a poner un anuncio de que están reclutando gente para su grupo:


Después de escapar por poco de la lengua del sapo gigante, el Chavo y Quico regresaron al gremio de aventureros. Estaban cansados, sucios y heridos. Tenían rasguños, moretones y mordiscos por todo el cuerpo. Sus resorteras y sus canicas estaban rotas o perdidas. No habían podido cazar ni un solo sapo y no habían ganado ni un solo eris.


El Chavo y Quico se quedaron desanimados al ver su situación.


- ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Qué día tan malo! ¡No pudimos cazar ningún sapo! ¡Todos nos atacaron! - se quejó el Chavo, llorando.

- Sí, es verdad. Es muy injusto. Nosotros somos unos niños muy buenos y valientes. No merecemos este trato - se quejó Quico, llorando.

- Sí, somos unos niños muy buenos y valientes. Pero también somos unos niños muy pobres y desafortunados. No tenemos dinero ni experiencia ni amigos - dijo el Chavo, mirando su torta de jamón y su chipote chillón.

- No te preocupes, Chavo. Yo tengo dinero y experiencia y amigos. Te voy a ayudar a salir de esta - dijo Quico, mirando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- ¿En serio? ¿Tienes dinero y experiencia y amigos? ¿De dónde los sacaste? - preguntó el Chavo, sorprendido.

- Pues los saqué de las pastillas de

Aquí está la escena de comedia donde la única persona que llega por el anuncio de reclutamiento es Megumin, quien menciona no haber comido en días, pero el Chavo menciona que no ha comido en semanas. El Chavo y Quico le tienen miedo a las brujas:


Después de poner el anuncio en la pizarra, el Chavo y Quico se sentaron en la mesa número 7 a esperar a que llegara alguien. Sin embargo, nadie se acercó a ellos ni les hizo caso. Al contrario, todos los aventureros que pasaban por la pizarra se reían al ver el anuncio o lo ignoraban por completo.


El Chavo y Quico se quedaron confundidos al ver la reacción de los aventureros.


- Oye, Quico. ¿Te has dado cuenta de que nadie nos hace caso? - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, me he dado cuenta. ¿Por qué será? ¿Qué tenemos de malo? - le dijo Quico al Chavo.

- No lo sé. Pero creo que es porque somos niños. Nadie nos toma en serio ni nos respeta - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, es verdad. Es muy injusto. Nosotros somos unos niños muy buenos y capaces. No merecemos este desprecio - le dijo Quico al Chavo.

- Sí, somos unos niños muy buenos y capaces. Pero también somos unos niños muy solos y necesitados. No tenemos a nadie que nos ayude ni nos quiera - dijo el Chavo, mirando su torta de jamón y su chipote chillón.

- No te preocupes, Chavo. Yo te ayudo y te quiero. Somos amigos y estamos juntos en esto - dijo Quico, mirando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- Gracias, Quico. Eres muy bueno y leal. Somos amigos y estamos juntos en esto - dijo el Chavo, sonriendo.


Los dos niños se abrazaron y se consolaron mutuamente. Sin embargo, seguían sin tener a nadie que se uniera a su grupo para cazar sapos gigantes.


Pasaron las horas y nadie se acercó a ellos ni les hizo caso. El Chavo y Quico se quedaron sin opciones y sin esperanzas. Estaban aburridos, hambrientos y tristes. Decidieron irse del gremio y buscar otro lugar donde pasar la noche y pensar qué hacer al día siguiente.


Pero justo cuando estaban a punto de levantarse de la mesa, una voz los detuvo.


- Disculpen, ¿ustedes son el Chavo y Quico? - les dijo la voz.


El Chavo y Quico se volvieron a ver quién les hablaba y se sorprendieron al ver a una chica joven que estaba parada frente a ellos. La chica tenía el pelo largo y negro, los ojos rojos y brillantes, la piel pálida y suave, y un cuerpo delgado y curvilíneo. Llevaba un sombrero negro con una hebilla dorada, una capa roja con un broche en forma de estrella, un vestido negro con detalles rojos, unas medias blancas con rayas negras, y unas botas negras con hebillas doradas. En su mano derecha sostenía un bastón negro con una gema roja en la punta.


El Chavo y Quico se quedaron impresionados al ver a la chica.


- ¡Guau! ¡Esto es increíble! ¡Es como un sueño hecho realidad! - exclamó Quico, maravillado.

- Sí, es muy bonita. Pero también es muy rara. ¿Quién es esta chica? ¿Qué quiere? - preguntó el Chavo, confundido.

- Hola, soy Megumin. Soy una arquimaga especializada en magia explosiva. He venido a responder a su anuncio de reclutamiento para cazar sapos gigantes - les dijo la chica, presentándose.

- ¿Megumin? ¿Arquimaga? ¿Magia explosiva? ¿Qué son esas cosas? - preguntó el Chavo a la chica.

- Son cosas que tienen que ver con la magia. La magia es el arte de manipular las fuerzas naturales mediante palabras o gestos. Yo soy una experta en usar la magia más poderosa y destructiva que existe: la magia explosiva - le dijo la chica al Chavo.

- ¿Magia? ¿Magia explosiva? ¿Qué es eso? - preguntó el Chavo a la chica.

- Es una magia que crea una gran explosión que puede destruir todo lo que se encuentre en su radio de acción. Es la magia más temida y respetada por todos los aventureros y monstruos. Es la magia que yo uso para cumplir mi sueño de ver el mundo arder - le dijo la chica al Chavo.

- ¿Una explosión? ¿Destruir todo? ¿Ver el mundo arder? ¿Qué clase de sueño es ese? - preguntó el Chavo a la chica.

- Es el sueño de toda arquimaga que se precie. Es el sueño de ver el poder y la belleza de la magia explosiva en todo su esplendor. Es el sueño que yo persigo desde que era una niña - le dijo la chica al Chavo.

- Ah, ya veo. Bueno, pues yo no entiendo nada de eso. Pero me parece muy peligroso y loco - dijo el Chavo, asustado.

- No, no es peligroso ni loco. Es maravilloso y divertido. Te lo demostraré cuando vayamos a cazar sapos gigantes - le dijo la chica, emocionada.


La chica se acercó a los niños y se sentó junto a ellos en la mesa.


- Bueno, pues ya que estamos aquí, ¿por qué no nos conocemos mejor? Yo soy Megumin, tengo 14 años, soy de un pueblo llamado Crimson Demon Village, donde todos somos usuarios de magia explosiva. Me gusta leer libros de magia, practicar mi hechizo favorito, y comer carne - les dijo la chica a los niños.

- Hola, yo soy el Chavo, tengo 8 años, soy de un pueblo llamado La Vecindad, donde todos somos muy pobres y sufridos. Me gusta comer tortas de jamón, jugar con mi chipote chillón, y ver la tele - le dijo el Chavo a la chica.

- Hola, yo soy Quico, tengo 9 años, soy de un pueblo llamado La Vecindad, donde todos son muy pobres y sufridos menos yo. Me gusta comer tortas de jamón, jugar con mis armas del Chapulín Colorado, y presumir de mis cosas - le dijo Quico a la chica.


La chica los miró con interés y les dijo:


- Vaya, vaya. Así que son de un pueblo llamado La Vecindad. ¿Y cómo es ese pueblo? ¿Qué hacen allí? - les preguntó la chica a los niños.

- Pues es un pueblo muy feo y triste. Hay muchas casas viejas y sucias, un patio lleno de basura y animales, una escuela donde nos pegan y nos regañan... No hay nada bueno ni bonito allí - les dijo el Chavo a la chica.

- Sí, es verdad. Es un pueblo muy feo y triste. Menos mi casa. Mi casa es muy bonita y limpia. Tiene muchos cuartos y muebles, un jardín lleno de flores y juguetes, una tele grande donde veo mis programas favoritos... Hay muchas cosas buenas y bonitas allí - les dijo Quico a la chica.

- Ah, ya veo. Bueno, pues yo no conozco ese pueblo. Pero me parece muy aburrido y miserable. No hay nada divertido ni emocionante allí - les dijo la chica a los niños.

- Sí, es verdad. Es muy aburrido y miserable. Por eso nos vinimos a este mundo. Para buscar aventuras y diversión - les dijo el Chavo a la chica.

- Sí, es verdad. Nos vinimos a este mundo para buscar aventuras y diversión. Y también para buscar dinero y fama - les dijo Quico a la chica.


La chica los miró con admiración y les dijo:


- Vaya, vaya. Así que se vinieron a este mundo para buscar aventuras y diversión. ¿Y cómo lo hicieron? ¿Qué usaron? - les preguntó la chica a los niños.

- Pues usamos unas monedas mágicas que nos dio la diosa Aqua. Son unas monedas que te conceden un deseo si las usas con mucha fe. Nosotros las usamos para venir a este mundo y para traernos algunas cosas - les dijo Quico a la chica.

- ¿Monedas m

Aquí está la escena de comedia donde la única persona que llega por el anuncio de reclutamiento es Megumin, quien menciona no haber comido en días, pero el Chavo menciona que no ha comido en semanas. El Chavo y Quico le tienen miedo a las brujas:


Después de poner el anuncio en la pizarra, el Chavo y Quico se sentaron en la mesa número 7 a esperar a que llegara alguien. Sin embargo, nadie se acercó a ellos ni les hizo caso. Al contrario, todos los aventureros que pasaban por la pizarra se reían al ver el anuncio o lo ignoraban por completo.


El Chavo y Quico se quedaron confundidos al ver la reacción de los aventureros.


- Oye, Quico. ¿Te has dado cuenta de que nadie nos hace caso? - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, me he dado cuenta. ¿Por qué será? ¿Qué tenemos de malo? - le dijo Quico al Chavo.

- No lo sé. Pero creo que es porque somos niños. Nadie nos toma en serio ni nos respeta - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, es verdad. Es muy injusto. Nosotros somos unos niños muy buenos y capaces. No merecemos este desprecio - le dijo Quico al Chavo.

- Sí, somos unos niños muy buenos y capaces. Pero también somos unos niños muy solos y necesitados. No tenemos a nadie que nos ayude ni nos quiera - dijo el Chavo, mirando su torta de jamón y su chipote chillón.

- No te preocupes, Chavo. Yo te ayudo y te quiero. Somos amigos y estamos juntos en esto - dijo Quico, mirando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- Gracias, Quico. Eres muy bueno y leal. Somos amigos y estamos juntos en esto - dijo el Chavo, sonriendo.


Los dos niños se abrazaron y se consolaron mutuamente. Sin embargo, seguían sin tener a nadie que se uniera a su grupo para cazar sapos gigantes.


Pasaron las horas y nadie se acercó a ellos ni les hizo caso. El Chavo y Quico se quedaron sin opciones y sin esperanzas. Estaban aburridos, hambrientos y tristes. Decidieron irse del gremio y buscar otro lugar donde pasar la noche y pensar qué hacer al día siguiente.


Pero justo cuando estaban a punto de levantarse de la mesa, una voz los detuvo.


- Disculpen, ¿ustedes son el Chavo y Quico? - les dijo la voz.


El Chavo y Quico se volvieron a ver quién les hablaba y se sorprendieron al ver a una chica joven que estaba parada frente a ellos. La chica tenía el pelo largo y negro, los ojos rojos y brillantes, la piel pálida y suave, y un cuerpo delgado y curvilíneo. Llevaba un sombrero negro con una hebilla dorada, una capa roja con un broche en forma de estrella, un vestido negro con detalles rojos, unas medias blancas con rayas negras, y unas botas negras con hebillas doradas. En su mano derecha sostenía un bastón negro con una gema roja en la punta.


El Chavo y Quico se quedaron impresionados al ver a la chica.


- ¡Guau! ¡Esto es increíble! ¡Es como un sueño hecho realidad! - exclamó Quico, maravillado.

- Sí, es muy bonita. Pero también es muy rara. ¿Quién es esta chica? ¿Qué quiere? - preguntó el Chavo, confundido.

- Hola, soy Megumin. Soy una arquimaga especializada en magia explosiva. He venido a responder a su anuncio de reclutamiento para cazar sapos gigantes - les dijo la chica, presentándose.

- ¿Megumin? ¿Arquimaga? ¿Magia explosiva? ¿Qué son esas cosas? - preguntó el Chavo a la chica.

- Son cosas que tienen que ver con la magia. La magia es el arte de manipular las fuerzas naturales mediante palabras o gestos. Yo soy una experta en usar la magia más poderosa y destructiva que existe: la magia explosiva - le dijo la chica al Chavo.

- ¿Magia? ¿Magia explosiva? ¿Qué es eso? - preguntó el Chavo a la chica.

- Es una magia que crea una gran explosión que puede destruir todo lo que se encuentre en su radio de acción. Es la magia más temida y respetada por todos los aventureros y monstruos. Es la magia que yo uso para cumplir mi sueño de ver el mundo arder - le dijo la chica al Chavo.

- ¿Una explosión? ¿Destruir todo? ¿Ver el mundo arder? ¿Qué clase de sueño es ese? - preguntó el Chavo a la chica.

- Es el sueño de toda arquimaga que se precie. Es el sueño de ver el poder y la belleza de la magia explosiva en todo su esplendor. Es el sueño que yo persigo desde que era una niña - le dijo la chica al Chavo.

- Ah, ya veo. Bueno, pues yo no entiendo nada de eso. Pero me parece muy peligroso y loco - dijo el Chavo, asustado.

- No, no es peligroso ni loco. Es maravilloso y divertido. Te lo demostraré cuando vayamos a cazar sapos gigantes - le dijo la chica, emocionada.


La chica se acercó a los niños y se sentó junto a ellos en la mesa.


- Bueno, pues ya que estamos aquí, ¿por qué no nos conocemos mejor? Yo soy Megumin, tengo 14 años, soy de un pueblo llamado Crimson Demon Village, donde todos somos usuarios de magia explosiva. Me gusta leer libros de magia, practicar mi hechizo favorito, y comer carne - les dijo la chica a los niños.

- Hola, yo soy el Chavo, tengo 8 años, soy de un pueblo llamado La Vecindad, donde todos somos muy pobres y sufridos. Me gusta comer tortas de jamón, jugar con mi chipote chillón, y ver la tele - le dijo el Chavo a la chica.

- Hola, yo soy Quico, tengo 9 años, soy de un pueblo llamado La Vecindad, donde todos son muy pobres y sufridos menos yo. Me gusta comer tortas de jamón, jugar con mis armas del Chapulín Colorado, y presumir de mis cosas - le dijo Quico a la chica.


La chica los miró con interés y les dijo

Aquí está la escena de comedia donde la única persona que llega por el anuncio de reclutamiento es Megumin, quien menciona no haber comido en días, pero el Chavo menciona que no ha comido en semanas. El Chavo y Quico le tienen miedo a las brujas:


Después de poner el anuncio en la pizarra, el Chavo y Quico se sentaron en la mesa número 7 a esperar a que llegara alguien. Sin embargo, nadie se acercó a ellos ni les hizo caso. Al contrario, todos los aventureros que pasaban por la pizarra se reían al ver el anuncio o lo ignoraban por completo.


El Chavo y Quico se quedaron confundidos al ver la reacción de los aventureros.


- Oye, Quico. ¿Te has dado cuenta de que nadie nos hace caso? - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, me he dado cuenta. ¿Por qué será? ¿Qué tenemos de malo? - le dijo Quico al Chavo.

- No lo sé. Pero creo que es porque somos niños. Nadie nos toma en serio ni nos respeta - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, es verdad. Es muy injusto. Nosotros somos unos niños muy buenos y capaces. No merecemos este desprecio - le dijo Quico al Chavo.

- Sí, somos unos niños muy buenos y capaces. Pero también somos unos niños muy solos y necesitados. No tenemos a nadie que nos ayude ni nos quiera - dijo el Chavo, mirando su torta de jamón y su chipote chillón.

- No te preocupes, Chavo. Yo te ayudo y te quiero. Somos amigos y estamos juntos en esto - dijo Quico, mirando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- Gracias, Quico. Eres muy bueno y leal. Somos amigos y estamos juntos en esto - dijo el Chavo, sonriendo.


Los dos niños se abrazaron y se consolaron mutuamente. Sin embargo, seguían sin tener a nadie que se uniera a su grupo para cazar sapos gigantes.


Pasaron las horas y nadie se acercó a ellos ni les hizo caso. El Chavo y Quico se quedaron sin opciones y sin esperanzas. Estaban aburridos, hambrientos y tristes. Decidieron irse del gremio y buscar otro lugar donde pasar la noche y pensar qué hacer al día siguiente.


Pero justo cuando estaban a punto de levantarse de la mesa, una voz los detuvo.


- Disculpen, ¿ustedes son el Chavo y Quico? - les dijo la voz.


El Chavo y Quico se volvieron a ver quién les hablaba y se sorprendieron al ver a una chica joven que estaba parada frente a ellos. La chica tenía el pelo largo y negro, los ojos rojos y brillantes, la piel pálida y suave, y un cuerpo delgado y curvilíneo. Llevaba un sombrero negro con una hebilla dorada, una capa roja con un broche en forma de estrella, un vestido negro con detalles rojos, unas medias blancas con rayas negras, y unas botas negras con hebillas doradas. En su mano derecha sostenía un bastón negro con una gema roja en la punta.


El Chavo y Quico se quedaron impresionados al ver a la chica.


- ¡Guau! ¡Esto es increíble! ¡Es como un sueño hecho realidad! - exclamó Quico, maravillado.

- Sí, es muy bonita. Pero también es muy rara. ¿Quién es esta chica? ¿Qué quiere? - preguntó el Chavo, confundido.

- Hola, soy Megumin. Soy una arquimaga especializada en magia explosiva. He venido a responder a su anuncio de reclutamiento para cazar sapos gigantes - les dijo la chica, presentándose.

- ¿Megumin? ¿Arquimaga? ¿Magia explosiva? ¿Qué son esas cosas? - preguntó el Chavo a la chica.

- Son cosas que tienen que ver con la magia. La magia es el arte de manipular las fuerzas naturales mediante palabras o gestos. Yo soy una experta en usar la magia más poderosa y destructiva que existe: la magia explosiva - le dijo la chica al Chavo.

- ¿Magia? ¿Magia explosiva? ¿Qué es eso? - preguntó el Chavo a la chica.

- Es una magia que crea una gran explosión que puede destruir todo lo que se encuentre en su radio de acción. Es la magia más temida y respetada por todos los aventureros y monstruos. Es la magia que yo uso para cumplir mi sueño de ver el mundo arder - le dijo la chica al Chavo.

- ¿Una explosión? ¿Destruir todo? ¿Ver el mundo arder? ¿Qué clase de sueño es ese? - preguntó el Chavo a la chica.

- Es el sueño de toda arquimaga que se precie. Es el sueño de ver el poder y la belleza de la magia explosiva en todo su esplendor. Es el sueño que yo persigo desde que era una niña - le dijo la chica al Chavo.

- Ah, ya veo. Bueno, pues yo no entiendo nada de eso. Pero me parece muy peligroso y loco - dijo el Chavo, asustado.

- No, no es peligroso ni loco. Es maravilloso y divertido. Te lo demostraré cuando vayamos a cazar sapos gigantes - le dijo la chica, emocionada.


La chica se acercó a los niños y se sentó junto a ellos en la mesa.


- Bueno, pues ya que estamos aquí, ¿por qué no nos conocemos mejor? Yo soy Megumin, tengo 14 años, soy de

Aquí está la escena de comedia donde la única persona que llega por el anuncio de reclutamiento es Megumin, quien menciona no haber comido en días, pero el Chavo menciona que no ha comido en semanas. El Chavo y Quico le tienen miedo a las brujas:


Después de poner el anuncio en la pizarra, el Chavo y Quico se sentaron en la mesa número 7 a esperar a que llegara alguien. Sin embargo, nadie se acercó a ellos ni les hizo caso. Al contrario, todos los aventureros que pasaban por la pizarra se reían al ver el anuncio o lo ignoraban por completo.


El Chavo y Quico se quedaron confundidos al ver la reacción de los aventureros.


- Oye, Quico. ¿Te has dado cuenta de que nadie nos hace caso? - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, me he dado cuenta. ¿Por qué será? ¿Qué tenemos de malo? - le dijo Quico al Chavo.

- No lo sé. Pero creo que es porque somos niños. Nadie nos toma en serio ni nos respeta - le dijo el Chavo a Quico.

- Sí, es verdad. Es muy injusto. Nosotros somos unos niños muy buenos y capaces. No merecemos este desprecio - le dijo Quico al Chavo.

- Sí, somos unos niños muy buenos y capaces. Pero también somos unos niños muy solos y necesitados. No tenemos a nadie que nos ayude ni nos quiera - dijo el Chavo, mirando su torta de jamón y su chipote chillón.

- No te preocupes, Chavo. Yo te ayudo y te quiero. Somos amigos y estamos juntos en esto - dijo Quico, mirando sus dos tortas de jamón y sus armas del Chapulín Colorado.

- Gracias, Quico. Eres muy bueno y leal. Somos amigos y estamos juntos en esto - dijo el Chavo, sonriendo.


Los dos niños se abrazaron y se consolaron mutuamente. Sin embargo, seguían sin tener a nadie que se uniera a su grupo para cazar sapos gigantes.


Pasaron las horas y nadie se acercó a ellos ni les hizo caso. El Chavo y Quico se quedaron sin opciones y sin esperanzas. Estaban aburridos, hambrientos y tristes. Decidieron irse del gremio y buscar otro lugar donde pasar la noche y pensar qué hacer al día siguiente.


Pero justo cuando estaban a punto de levantarse de la mesa, una voz los detuvo.


- Disculpen, ¿ustedes son el Chavo y Quico? - les dijo la voz.


El Chavo y Quico se volvieron a ver quién les hablaba y se sorprendieron al ver a una chica joven que estaba parada frente a ellos. La chica tenía el pelo largo y negro, los ojos rojos y brillantes, la piel pálida y suave, y un cuerpo delgado y curvilíneo. Llevaba un sombrero negro con una hebilla dorada, una capa roja con un broche en forma de estrella, un vestido negro con detalles rojos, unas medias blancas con rayas negras, y unas botas negras con hebillas doradas. En su mano derecha sostenía un bastón negro con una gema roja en la punta.


El Chavo y Quico se quedaron impresionados al ver a la chica.


- ¡Guau! ¡Esto es increíble! ¡Es como un sueño hecho realidad! - exclamó Quico, maravillado.

- Sí, es muy bonita. Pero también es muy rara. ¿Quién es esta chica? ¿Qué quiere? - preguntó el Chavo, confundido.

- Hola, soy Megumin. Soy una arquimaga especializada en magia explosiva. He venido a responder a su anuncio de reclutamiento para cazar sapos gigantes - les dijo la chica, present

Aquí está la escena de comedia donde Megumin menciona que quien le salvó (refiriéndose al Chapulín) usó las pastillas para encoger a los sapos gigantes y cazarlos y por eso ahora solo hay unos pocos sapos, antes venían decenas a atacar las granjas:


Después de presentarse y conocerse mejor, el Chavo, Quico y Megumin decidieron ir a cazar sapos gigantes juntos. Salieron del gremio y se dirigieron al pantano donde estaban los sapos. El Chavo y Quico llevaban sus resorteras y sus canicas, y Megumin llevaba su bastón y su capa.


Llegaron al pantano y vieron que había algunos sapos de diferentes tamaños y colores. Algunos eran pequeños y verdes, otros eran medianos y marrones, otros eran grandes y amarillos... Pero lo que más les llamó la atención fueron los sapos gigantes. Eran unos sapos enormes que medían 3 metros de alto y pesaban más de una tonelada. Tenían una piel gruesa y rugosa, unos ojos saltones y brillantes, una boca grande y babosa, unas patas fuertes y saltarinas, y una lengua larga y pegajosa.


El Chavo y Quico se quedaron impresionados al ver a los sapos gigantes.


- ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Qué cosa tan fea! ¡No puedo creer que tengamos que cazar eso! - se quejó el Chavo, temblando.

- Sí, es verdad. Es muy feo. Pero también es muy rico. Piensa en todo el dinero que vamos a ganar - se animó Quico, sonriendo.

- Sí, es verdad. Es muy rico. Pero también es muy peligroso. ¿Cómo vamos a cazarlo? ¿Qué podemos hacer? - preguntó el Chavo, preocupado.

- No te preocupes, Chavo. Tenemos a Megumin con nosotros. Ella es una arquimaga que usa magia explosiva. Ella puede destruir a esos sapos con un solo hechizo - le dijo Quico al Chavo.

- Sí, es verdad. Tengo a Megumin conmigo. Ella es una arquimaga que usa magia explosiva. Ella puede destruir a esos sapos con un solo hechizo - repitió el Chavo al Chavo.

- Sí, es verdad. Soy una arquimaga que usa magia explosiva. Puedo destruir a esos sapos con un solo hechizo - dijo Megumin, orgullosa.


Megumin se acercó a los niños y les dijo:


- Bueno, pues ya que estamos aquí, ¿por qué no empezamos la cacería? Yo me encargaré de los sapos gigantes con mi hechizo favorito: la Explosión - les dijo Megumin a los niños.

- ¿Explosión? ¿Qué es eso? - preguntó el Chavo a Megumin.

- Es el hechizo más poderoso y destructivo que existe. Es el hechizo que crea una gran explosión que puede destruir todo lo que se encuentre en su radio de acción. Es el hechizo que yo uso para cumplir mi sueño de ver el mundo arder - le dijo Megumin al Chavo.

- ¿Una explosión? ¿Destruir todo? ¿Ver el mundo arder? ¿Qué clase de sueño es ese? - preguntó el Chavo a Megumin.

- Es el sueño de toda arquimaga que se precie. Es el sueño de ver el poder y la belleza de la magia explosiva en todo su esplendor. Es el sueño que yo persigo desde que era una niña - le dijo Megumin al Chavo.

- Ah, ya veo. Bueno, pues yo no entiendo nada de eso. Pero me parece muy peligroso y loco - dijo el Chavo, asustado.

- No, no es peligroso ni loco. Es maravilloso y divertido. Te lo demostraré cuando use mi hechizo - le dijo Megumin, emocionada.


Megumin se preparó para usar su hechizo. Se puso en posición de ataque, levantó su bastón hacia el cielo, cerró los ojos y empezó a recitar las palabras mágicas.


- Oh, dios oscuro del poder infinito, escucha mi voz y concédeme tu fuerza. Que tu llama arda en mi corazón y que tu luz ilumine mi camino. Que tu explosión resuene en el aire y que tu gloria se manifieste en la tierra. ¡Explosión! - gritó Megumin, liberando su hechizo.


Una gran bola de fuego salió del bastón de Megumin y se dirigió hacia uno de los sapos gigantes que estaba cerca del borde del pantano. El sapo no se dio cuenta de lo que le venía encima y siguió comiendo insectos con su lengua. La bola de fuego impactó contra el sapo y lo envolvió en una gran explosión que lo hizo volar por los aires.


La explosión fue tan grande y ruidosa que se pudo ver y oír desde kilómetros de distancia. El cielo se tiñó de

Aquí está la escena de comedia donde Megumin menciona que quien le salvó (refiriéndose al Chapulín) usó las pastillas para encoger a los sapos gigantes y cazarlos y por eso ahora solo hay unos pocos sapos, antes venían decenas a atacar las granjas:


Después de usar su hechizo, Megumin se quedó sin fuerzas y cayó al suelo. El Chavo y Quico corrieron a socorrerla y la levantaron con cuidado.


- ¿Estás bien, Megumin? - le preguntó el Chavo a Megumin.

- Sí, estoy bien. Solo estoy un poco cansada. Usar la Explosión me consume mucha energía - le dijo Megumin al Chavo.

- ¿Solo un poco cansada? ¡Pero si has hecho una explosión enorme! ¡Has volado a ese sapo por los aires! - le dijo Quico a Megumin.

- Sí, lo sé. Es el efecto de la Explosión. Es el hechizo más poderoso y destructivo que existe. Pero también tiene un precio. Solo puedo usarlo una vez al día y luego me quedo sin magia - le dijo Megumin a Quico.

- ¿Solo una vez al día? ¿Y luego te quedas sin magia? ¿No puedes hacer nada más? - le preguntó Quico a Megumin.

- No, no puedo hacer nada más. Solo puedo usar la Explosión una vez al día y luego me quedo sin magia. Es mi maldición y mi bendición - le dijo Megumin a Quico.

- Ah, ya veo. Bueno, pues yo no entiendo nada de eso. Pero me parece muy inútil y tonto - dijo Quico, burlándose.

- No, no es inútil ni tonto. Es maravilloso y divertido. Te lo demostraré cuando veas los resultados de mi hechizo - le dijo Megumin, sonriendo.


Megumin señaló hacia el lugar donde había caído el sapo gigante que había explotado. El Chavo y Quico miraron hacia allí y se sorprendieron al ver lo que había pasado.


El sapo gigante había quedado reducido a un montón de carne chamuscada y huesos rotos. No quedaba nada de él que pudiera reconocerse como un sapo. Solo era una masa informe y sangrienta.


El Chavo y Quico se quedaron impresionados al ver el estado del sapo.


- ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Qué cosa tan horrible! ¡No puedo creer que hayas hecho eso! - se quejó el Chavo, asqueado.

- Sí, es verdad. Es muy horrible. Pero también es muy útil. Piensa en todo el dinero que vamos a ganar - se animó Quico, codicioso.

- Sí, es verdad. Es muy útil. Pero también es muy peligroso. ¿Y si nos hubieras dado a nosotros? ¿Qué hubiera pasado? - preguntó el Chavo, asustado.

- No te preocupes, Chavo. Yo controlo muy bien mi hechizo. No le doy a nadie que no sea mi objetivo - le dijo Megumin al Chavo.

- Sí, es verdad. Ella controla muy bien su hechizo. No le da a nadie que no sea su objetivo - repitió Quico al Chavo.

- Sí, es verdad. Yo controlo muy bien mi hechizo. No le doy a nadie que no sea mi objetivo - dijo Megumin, orgullosa.


Megumin se levantó del suelo y se acercó al cadáver del sapo gigante.


- Bueno, pues ya que hemos terminado con este sapo, ¿por qué no vamos por los demás? Aún quedan unos cuantos por ahí - les dijo Megumin a los niños.

- ¿Unos cuantos? ¿Cuántos son? - preguntó el Chavo a Megumin.

- Pues no lo sé exactamente. Pero creo que son unos diez o doce - les dijo Megumin a los niños.

- ¿Diez o doce? ¿Y cómo sabes eso? - preguntó Quico a Megumin.

- Pues porque los he visto antes. Cuando vine por primera vez a este pantano, me encontré con una horda de sapos gigantes que me atacaron sin piedad - les dijo Megumin a los niños.

- ¿Una horda de sapos gigantes? ¿Y qué hiciste? - preguntó el Chavo a Megumin.

- Pues usé mi hechizo favorito: la Explosión. Les lancé una gran explosión que los hizo volar por los aires. Pero no pude acabar con todos. Algunos escaparon y se escondieron en el pantano - les dijo Megumin a los niños.

- ¿Usaste la Explosión? ¿Y no te quedaste sin magia? - preguntó Quico a Megumin.

- Sí, usé la Explosión. Y sí, me quedé sin magia. Pero tuve suerte. Un héroe me salvó y me llevó al gremio - les dijo Megumin a los niños.

- ¿Un héroe? ¿Qué héroe? - preguntó el Chavo a Megumin.

- Pues un héroe muy famoso y

Aquí está la escena de comedia donde cobran el dinero de cazar sapos, pero Megumin ve que Quico encima de vender las pastillas malgasta el dinero en comida y hospedaje y para ahorrar hace que vayan a dormir a los establos:


Después de cazar a todos los sapos gigantes que quedaban en el pantano, el Chavo, Quico y Megumin regresaron al gremio con sus trofeos. Llevaban unas bolsas llenas de carne y piel de sapo, que podían vender por un buen precio. También llevaban unas monedas que les habían dado los granjeros que vivían cerca del pantano, como recompensa por haber eliminado a los sapos que les causaban problemas.


El Chavo y Quico estaban muy contentos con su cacería. Habían ganado mucho dinero y se sentían muy orgullosos de su trabajo. Megumin también estaba contenta, pero por otro motivo. Había podido usar su hechizo favorito varias veces y había visto muchas explosiones.


Los tres niños se acercaron a la recepcionista y le entregaron sus bolsas.


- Hola, hemos venido a cobrar por la misión de cazar sapos gigantes - le dijo Quico a la recepcionista.

- Hola, veo que han hecho un buen trabajo. Déjenme ver lo que traen - le dijo la recepcionista a los niños.


La recepcionista abrió las bolsas y examinó el contenido. Vio que había mucha carne y piel de sapo, de buena calidad y en buen estado. También vio las monedas que les habían dado los granjeros.


- Vaya, vaya. Esto es muy impresionante. Han cazado a todos los sapos gigantes que había en el pantano. Y además han recibido una bonificación de los granjeros. Han hecho una gran hazaña - les dijo la recepcionista a los niños.

- Sí, es verdad. Hemos hecho una gran hazaña. Somos unos niños muy buenos y capaces - les dijo Quico a la recepcionista.

- Sí, somos unos niños muy buenos y capaces. Pero también somos unos niños muy pobres y desafortunados. Necesitamos el dinero para vivir - les dijo el Chavo a la recepcionista.

- No se preocupen, niños. Les voy a pagar lo que se merecen. Por la carne y la piel de sapo les doy 1000 eris por cada kilo. Y por la bonificación de los granjeros les doy 500 eris más. En total son 15000 eris - les dijo la recepcionista a los niños.

- ¿15000 eris? ¿En serio? ¡Eso es mucho dinero! ¡Somos ricos! - exclamó Quico, emocionado.

- Sí, es mucho dinero. Pero no somos ricos. Solo somos menos pobres - dijo el Chavo, realista.

- Bueno, pues aquí tienen su dinero. Cuenten bien y firmen aquí - les dijo la recepcionista a los niños.


La recepcionista les dio un fajo de billetes y un papel donde debían poner sus nombres. Los niños contaron el dinero y vieron que era correcto. Luego firmaron el papel con sus nombres.


- Gracias por su trabajo, niños. Espero que vuelvan pronto - les dijo la recepcionista a los niños.

- Gracias a usted por su pago, señorita. Volveremos pronto - le dijo Quico a la recepcionista.

- Sí, gracias por todo, señorita. Hasta luego - le dijo el Chavo a la recepcionista.


Los tres niños se despidieron de la recepcionista y salieron del gremio con su dinero.


- ¡Qué bien! ¡Hemos ganado mucho dinero! ¡Podemos comprar muchas cosas! - dijo Quico, feliz.

- Sí, hemos ganado mucho dinero. Pero no podemos gastarlo todo. Tenemos que ahorrar para el futuro - dijo el Chavo, prudente.

- Sí, tienen razón. Hay que ser responsables con el dinero. Pero también hay que disfrutar un poco de la vida - dijo Megumin, equilibrada.


Megumin les propuso ir a comer algo rico para celebrar su éxito. El Chavo y Quico aceptaron encantados. Los tres niños se dirigieron a un restaurante cercano donde podían comer carne asada, ensalada, pan y vino.


Llegaron al restaurante y se sentaron en una mesa. Un mesero se acercó a ellos y les dio la carta.


- Buenas tardes, niños. ¿Qué les puedo ofrecer? - les dijo el mesero a los niños.

- Buenas tardes, señor. Queremos comer carne asada, ensalada, pan y vino - le dijo Quico al mesero.

- Muy bien, niños. ¿Cuánta carne quieren? - les dijo el mesero a los niños.

- Pues queremos mucha carne. Queremos un kilo de carne para cada uno - le dijo Quico al mesero.

- ¿Un kilo de carne para cada uno? ¿Están seguros? Eso es mucho - les dijo el mesero a los niños.

- Sí, estamos seguros. Nos gusta mucho la carne y tenemos mucha hambre - le dijo Quico al mesero.

- Bueno, pues como ustedes quieran. ¿Y qué tipo de carne quieren? Tenemos de vaca, de cerdo, de pollo, de cordero... - les dijo el mesero a los niños.

- Pues queremos de todo. Queremos un poco de cada tipo de carne - le dijo Quico al mesero.

- ¿Un poco de cada tipo de carne? ¿Están seguros? Eso es mucho - les dijo el mesero a los niños.

- Sí, estamos seguros. Nos gusta probar cosas nuevas y tenemos mucho dinero - le dijo Quico al mesero.

- Bueno, pues como ustedes quieran. ¿Y qué tipo de ensalada quieren? Tenemos de lechuga, de tomate, de zanahoria, de pepino... - les dijo el mesero a los niños.

- Pues queremos de todo. Queremos un poco de cada tipo de ensalada - le dijo Quico al mesero.

- ¿Un poco de cada tipo de ensalada? ¿Están seguros? Eso es mucho - les dijo el mesero a los niños.

- Sí, estamos seguros. Nos gusta comer sano y tenemos buen gusto - le dijo Quico al mesero.

- Bueno, pues como ustedes quieran. ¿Y qué tipo de pan quieren? Tenemos blanco, integral, con semillas, con pasas... - les dijo el mesero a los niños.

- Pues queremos de todo. Queremos un poco de cada tipo de pan - le dijo Quico al mesero.

- ¿Un poco de cada tipo de pan? ¿Están seguros? Eso es mucho - les dijo el mesero a los niños.

- Sí, estamos seguros. Nos gusta comer variado y tenemos buen apetito - le dijo Quico al mesero.

- Bueno, pues como ustedes quieran. ¿Y qué tipo de vino quieren? Tenemos tinto, blanco, rosado, espumoso... - les dijo el mesero a los niños.

- Pues queremos de todo. Queremos un poco de cada tipo de vino - le dijo Quico al mesero.

- ¿Un poco de cada tipo de vino? ¿Están seguros? Eso es mucho - les dijo el mesero a los niños.

- Sí, estamos seguros. Nos gusta beber rico y tenemos buen paladar - le dijo Quico al mesero.

- Bueno, pues como ustedes quieran. Pero les advierto que eso va a salir muy caro. El kilo de carne cuesta 100 eris, la ensalada cuesta 50 eris, el pan cuesta 20 eris y el vino cuesta 80 eris. Si quieren un poco de cada cosa, van a gastar más de 1000 eris por persona - les dijo el mesero a los niños.

- No nos importa que salga caro. Tenemos mucho dinero y queremos comer bien - le dijo Quico al mesero.

- Bueno, pues como ustedes quieran. Pero no se quejen después si se quedan sin dinero o si se indigestan - les dijo el mesero a los niños.


El mesero se fue a preparar el pedido y dejó a los niños solos en la mesa.


Megumin miró a Quico con reproche y le dijo:


- Oye, Quico. ¿No te parece que estás exagerando un poco con la comida? Has pedido mucha carne, mucha ensalada, mucho pan y mucho vino. Eso es demasiado para tres personas - le dijo Megumin a Quico.

- No, no estoy exagerando nada. He pedido lo justo y necesario para alimentarnos bien. Además

Aquí está la escena de comedia donde al día siguiente en el gremio, Chavo, Quico y Megumin hablan de agregar un cuarto integrante, pensando el Chavo y Quico en Don Ramón y todos los oficios que hizo en México. (Megumin quiere reclutarlo, pero no pueden porque ya no están en México):


Después de comer y dormir en el restaurante, el Chavo, Quico y Megumin se levantaron y se dirigieron al gremio. Tenían que reportar su misión de cazar sapos gigantes y recibir su recompensa. También tenían que buscar otra misión para seguir ganando dinero y experiencia.


Llegaron al gremio y se acercaron a la recepcionista. Le entregaron el papel donde habían firmado el día anterior y le dijeron que habían completado la misión.


- Hola, hemos venido a reportar la misión de cazar sapos gigantes - le dijo Quico a la recepcionista.

- Hola, veo que han hecho un buen trabajo. Déjenme ver el papel - le dijo la recepcionista a los niños.


La recepcionista tomó el papel y lo revisó. Vio que estaba todo en orden y les dio su recompensa.


- Muy bien, niños. Aquí tienen su recompensa. Por haber cazado a todos los sapos gigantes del pantano, les doy 5000 eris más. En total son 20000 eris - les dijo la recepcionista a los niños.

- ¿20000 eris? ¿En serio? ¡Eso es mucho dinero! ¡Somos ricos! - exclamó Quico, emocionado.

- Sí, es mucho dinero. Pero no somos ricos. Solo somos menos pobres - dijo el Chavo, realista.

- Bueno, pues aquí tienen su dinero. Cuenten bien y firmen aquí - les dijo la recepcionista a los niños.


La recepcionista les dio otro fajo de billetes y otro papel donde debían poner sus nombres. Los niños contaron el dinero y vieron que era correcto. Luego firmaron el papel con sus nombres.


- Gracias por su trabajo, niños. Espero que vuelvan pronto - les dijo la recepcionista a los niños.

- Gracias a usted por su pago, señorita. Volveremos pronto - le dijo Quico a la recepcionista.

- Sí, gracias por todo, señorita. Hasta luego - le dijo el Chavo a la recepcionista.


Los tres niños se despidieron de la recepcionista y se fueron a sentar en una mesa. Tenían que decidir qué hacer con su dinero y qué misión buscar.


- ¡Qué bien! ¡Hemos ganado mucho dinero! ¡Podemos comprar muchas cosas! - dijo Quico, feliz.

- Sí, hemos ganado mucho dinero. Pero no podemos gastarlo todo. Tenemos que ahorrar para el futuro - dijo el Chavo, prudente.

- Sí, tienen razón. Hay que ser responsables con el dinero. Pero también hay que disfrutar un poco de la vida - dijo Megumin, equilibrada.


Megumin les propuso ir a comprar algunas cosas que necesitaban o que les gustaban. El Chavo y Quico aceptaron encantados. Los tres niños se pusieron de acuerdo en qué comprar y cuánto gastar.


El Chavo quería comprar una torta de jamón más grande y más rica que la que tenía. También quería comprar un chipote chillón nuevo y más fuerte que el que tenía. Y también quería comprar una tele portátil para ver sus programas favoritos.


Quico quería comprar dos tortas de jamón más grandes y más ricas que las que tenía. También quería comprar unas armas del Chapulín Colorado nuevas y más poderosas que las que tenía. Y también quería comprar una consola de videojuegos para jugar sus juegos favoritos.


Megumin quería comprar un libro de magia nuevo y más avanzado que el que tenía. También quería comprar una capa nueva y más elegante que la que tenía. Y también quería comprar una carne asada para comer su comida favorita.


Los tres niños salieron del gremio y se dirigieron al mercado donde podían comprar las cosas que querían.


Llegaron al mercado y vieron que había muchos puestos con diferentes productos y precios. Había puestos de comida, de ropa, de juguetes, de libros, de electrónica... Había de todo para todos los gustos.


El Chavo, Quico y Megumin se separaron y fueron a comprar las cosas que querían. Cada uno gastó una parte de su dinero y se quedó con otra parte para ahorrar.


El Chavo compró una torta de jamón que costaba 50 eris, un chipote chillón que costaba 100 eris y una tele portátil que costaba 500 eris. Gastó 650 eris y se quedó con 3350 eris.


Quico compró dos tortas de jamón que costaban 100 eris, unas armas del Chapulín Colorado que costaban 200 eris y una consola de videojuegos que costaba 1000 eris. Gastó 1300 eris y se quedó con 2700 eris.


Megumin compró un libro de magia que costaba 300 eris, una capa que costaba 400 eris y una carne asada que costaba 200 eris. Gastó 900 eris y se quedó con 3100 eris.


Los tres niños se reunieron en el mercado y se mostraron las cosas que habían comprado. Se felicitaron por sus compras y se dijeron que habían hecho un buen negocio.


- ¡Qué bien! ¡He comprado una torta de jamón más grande y más rica que la que tenía! ¡Está deliciosa! - dijo el Chavo, comiendo su torta.

- ¡Qué bien! ¡He comprado dos tortas de jamón más grandes y más ricas que las que tenía! ¡Están deliciosas! - dijo Quico, comiendo sus tortas.

- ¡Qué bien! ¡He comprado un libro de magia nuevo y más avanzado que el que tenía! ¡Está interesante! - dijo Megumin, leyendo su libro.

- ¡Qué bien! ¡He comprado un chipote chillón nuevo y más fuerte que el que tenía! ¡Está genial! - dijo

Aquí está la escena en este fanfic donde en el mundo de fantasía el Chavo se choca con Don Ramón, se alegran de verse y le pregunta cómo llegó al mundo de fantasía, pregunta que Don Ramón (En este fanfic no existe la Chilindrina como en el Chavo animado) desvía a cada rato (No se dice, pero se da a entender que con la muerte de El Chavo se suicidó y reencarnó en ese mundo de fantasía con el poder de tener un cuerpo invulnerable) y así Don Ramón se hace cuarto miembro del grupo y líder:


Después de comprar las cosas que querían, el Chavo, Quico y Megumin decidieron volver al gremio. Tenían que buscar otra misión para seguir ganando dinero y experiencia. También tenían que buscar un cuarto integrante para su grupo, ya que pensaban que así serían más fuertes y eficientes.


Salieron del mercado y se dirigieron al gremio. Caminaron por las calles de la ciudad, viendo a la gente y los edificios. Había mucha actividad y movimiento. Había gente de diferentes razas y clases. Había humanos, elfos, enanos, orcos, goblins... Había guerreros, magos, ladrones, sacerdotes, mercaderes...


El Chavo, Quico y Megumin se sentían muy felices y emocionados. Estaban viviendo una gran aventura en un mundo de fantasía. Estaban haciendo amigos y enemigos. Estaban aprendiendo cosas nuevas y divertidas. Estaban cumpliendo sus sueños.


Pero también se sentían un poco tristes y nostálgicos. Extrañaban su mundo y su gente. Extrañaban su pueblo y su vecindad. Extrañaban a sus amigos y familiares.


El Chavo extrañaba especialmente a Don Ramón. Don Ramón era su vecino y su amigo. Era como un padre para él. Lo cuidaba y lo quería. Lo defendía y lo apoyaba. Lo regañaba y lo castigaba.


Don Ramón había muerto hace unos años, cuando el Chavo tenía 6 años. Había muerto de una enfermedad que no tenía cura. El Chavo nunca supo qué enfermedad era ni cómo se llamaba. Solo supo que Don Ramón se había ido para siempre.


El Chavo lloró mucho por la muerte de Don Ramón. Se sintió muy solo y triste. Se quedó sin nadie que lo ayudara ni lo quisiera. Se quedó sin nadie que lo hiciera reír ni llorar.


El Chavo pensó que nunca volvería a ver a Don Ramón. Que nunca volvería a hablar con él ni a jugar con él. Que nunca volvería a abrazarlo ni a pegarle.


Pero estaba equivocado.


Mientras caminaba por la calle con Quico y Megumin, el Chavo vio algo que le hizo detenerse en seco. Vio algo que le hizo abrir los ojos como platos. Vio algo que le hizo gritar de sorpresa.


Vio a Don Ramón.


Don Ramón estaba parado en una esquina, hablando con un hombre que parecía ser un mercader. Llevaba una camisa blanca, un pantalón negro, unos zapatos marrones y un sombrero gris. Tenía el pelo negro, la barba negra, los ojos negros y la piel morena. Tenía el mismo aspecto que tenía cuando estaba vivo.


El Chavo no podía creer lo que veía. Pensó que estaba soñando o alucinando. Pensó que era una broma o una trampa.


Pero no era nada de eso.


Era Don Ramón.


Don Ramón estaba vivo.


Don Ramón estaba en el mundo de fantasía.


El Chavo no lo dudó más y corrió hacia él.


- ¡Don Ramón! ¡Don Ramón! ¡Soy yo! ¡El Chavo! - gritó el Chavo, acercándose a Don Ramón

Aquí está la escena de comedia donde Don Ramón interactúa con el Chavo, Quico y Megumin. (A partir de este punto Don Ramón tendrá una relación con Megumin como la tendría con una Chilindrina adolescente) Enterándose de qué arma, armas y poderes tienen respectivamente:


Don Ramón estaba hablando con un mercader que le vendía unas pastillas para encoger. Don Ramón había descubierto que esas pastillas eran muy útiles para cazar monstruos grandes y peligrosos. Solo tenía que lanzarles una pastilla y los monstruos se encogían hasta quedar del tamaño de un ratón. Luego los podía aplastar con el pie o atraparlos con la mano.


Don Ramón había llegado al mundo de fantasía hace unos años, después de morir en su mundo. No sabía cómo ni por qué había llegado ahí, pero no le importaba mucho. Se había adaptado rápidamente a su nueva vida y había encontrado su lugar como aventurero.


Don Ramón tenía el poder de tener un cuerpo invulnerable. Podía resistir cualquier golpe, corte, quemadura o mordida sin sufrir daño alguno. Era como si tuviera una armadura invisible que lo protegía de todo.


Don Ramón usaba ese poder para cazar monstruos y ganar dinero. Era muy bueno en su trabajo y se había ganado una reputación como un aventurero valiente y fuerte. Pero también era muy

Aquí está la escena de comedia donde Don Ramón interactúa con el Chavo, Quico y Megumin. (A partir de este punto Don Ramón tendrá una relación con Megumin como la tendría con una Chilindrina adolescente) Enterándose de qué arma, armas y poderes tienen respectivamente:


Don Ramón estaba hablando con un mercader que le vendía unas pastillas para encoger. Don Ramón había descubierto que esas pastillas eran muy útiles para cazar monstruos grandes y peligrosos. Solo tenía que lanzarles una pastilla y los monstruos se encogían hasta quedar del tamaño de un ratón. Luego los podía aplastar con el pie o atraparlos con la mano.


Don Ramón había llegado al mundo de fantasía hace unos años, después de morir en su mundo. No sabía cómo ni por qué había llegado ahí, pero no le importaba mucho. Se había adaptado rápidamente a su nueva vida y había encontrado su lugar como aventurero.


Don Ramón tenía el poder de tener un cuerpo invulnerable. Podía resistir cualquier golpe, corte, quemadura o mordida sin sufrir daño alguno. Era como si tuviera una armadura invisible que lo protegía de todo.


Don Ramón usaba ese poder para cazar monstruos y ganar dinero. Era muy bueno en su trabajo y se había ganado una reputación como un aventurero valiente y fuerte. Pero también era muy tacaño y flojo. No le gustaba gastar ni trabajar más de lo necesario. Siempre buscaba la forma de ahorrar y aprovecharse de los demás.


Mientras Don Ramón negociaba con el mercader, escuchó una voz familiar que lo llamaba.


- ¡Don Ramón! ¡Don Ramón! ¡Soy yo! ¡El Chavo! - gritó la voz.


Don Ramón se volteó a ver quién le hablaba y se sorprendió al ver a un niño que se le acercaba corriendo. El niño tenía el pelo castaño, los ojos azules, la piel blanca y las mejillas rojas. Llevaba una gorra verde, una camisa amarilla, un pantalón café y unos zapatos negros. Tenía el mismo aspecto que tenía cuando era un niño.


Era el Chavo.


El Chavo estaba vivo.


El Chavo estaba en el mundo de fantasía.


Don Ramón no podía creer lo que veía. Pensó que estaba soñando o alucinando. Pensó que era una broma o una trampa.


Pero no era nada de eso.


Era el Chavo.


El Chavo llegó hasta Don Ramón y lo abrazó con fuerza.


- ¡Don Ramón! ¡Qué gusto verte! ¡Te extrañé mucho! - le dijo el Chavo a Don Ramón.

- ¡El Chavo! ¡Qué sorpresa! ¡Yo también te extrañé mucho! - le dijo Don Ramón al Chavo.


Don Ramón abrazó al Chavo y lo levantó del suelo. Lo miró con cariño y emoción. Se alegró de verlo y de saber que estaba bien.


Pero también se sintió confundido y curioso. Se preguntó cómo y por qué el Chavo había llegado al mundo de fantasía. Se preguntó qué había hecho y qué había pasado en todo ese tiempo.


- O

Aquí está la escena de comedia donde Don Ramón regaña al Chavo y a Quico por vender y malgastar el dinero de las pastillas de Chiquitolina ya que ahora quedan pocas y no tienen dinero:


Después de hablar con el Chavo y enterarse de cómo había llegado al mundo de fantasía, Don Ramón lo invitó a unirse a su grupo. Le dijo que él también era un aventurero y que tenía un poder especial. Le dijo que le enseñaría todo lo que sabía y que lo ayudaría a sobrevivir.


El Chavo aceptó encantado. Se sintió muy feliz y agradecido. Se sintió como si hubiera encontrado a su familia.


Don Ramón también conoció a Quico y a Megumin, los amigos del Chavo. Se presentaron y se contaron sus historias. Se cayeron bien y se hicieron amigos.


Don Ramón se hizo el cuarto integrante del grupo y el líder. Les dijo que él tenía experiencia y sabiduría. Les dijo que él tenía un plan y una estrategia. Les dijo que él tenía unas pastillas para encoger.


Don Ramón les mostró las pastillas que había comprado al mercader. Eran unas pastillas pequeñas y redondas, de color azul. Eran las pastillas de Chiquitolina, las mismas que usaba el Chapulín Colorado.


Don Ramón les explicó que esas pastillas eran muy útiles para cazar monstruos grandes y peligrosos. Solo tenían que lanzarles una pastilla y los monstruos se encogían hasta quedar del tamaño de un ratón. Luego los podían aplastar con el pie o atraparlos con la mano.


El Chavo, Quico y Megumin se quedaron impresionados al ver las pastillas. Pensaron que eran muy prácticas y divertidas. Pensaron que eran muy valiosas y codiciadas.


Don Ramón les dijo que tenían que usar las pastillas con cuidado y moderación. Les dijo que las pastillas eran escasas y caras. Les dijo que las pastillas eran su secreto y su ventaja.


El Chavo, Quico y Megumin le prometieron a Don Ramón que usarían las pastillas con cuidado y moderación. Le prometieron que no las gastarían ni las perderían. Le prometieron que no se las dirían a nadie ni se las mostrarían a nadie.


Pero no cumplieron su promesa.


Al día siguiente, el grupo salió a cazar monstruos con las pastillas de Chiquitolina. Don Ramón les dio una pastilla a cada uno y les dijo que solo la usaran en caso de emergencia. Les dijo que él

Aquí está la escena de comedia donde Don Ramón lleva a los niños a trabajar en una construcción:


Después de regañar al Chavo y a Quico por vender y malgastar el dinero de las pastillas de Chiquitolina, Don Ramón les dijo que tenían que trabajar para recuperar el dinero y las pastillas. Les dijo que él tenía un trabajo como albañil en una construcción y que los llevaría con él. Les dijo que les pagaría una parte de lo que ganara y que les compraría más pastillas.


El Chavo, Quico y Megumin aceptaron a regañadientes. Se sintieron muy culpables y avergonzados. Se sintieron como si hubieran traicionado a Don Ramón.


Don Ramón los llevó a la construcción donde trabajaba. Era un edificio grande y moderno que estaba en proceso de terminarse. Había muchos obreros, máquinas, materiales y herramientas.


Don Ramón les presentó al capataz, el jefe de la obra. Era un hombre gordo y calvo, con bigote y lentes. Era muy serio y exigente.


- Buenas tardes, señor capataz. Le traigo a mis ayudantes. Son unos niños muy buenos y capaces - le dijo Don Ramón al capataz.

- Buenas tardes, Don Ramón. Veo que ha traído a sus ayudantes. Son unos niños muy pequeños e inexpertos - le dijo el capataz a Don Ramón.

- No, no son pequeños ni inexpertos. Son unos niños muy grandes y expertos. Tienen mucha fuerza y habilidad - le dijo Don Ramón al capataz.

- Bueno, pues espero que sea verdad. Porque aquí no hay lugar para los débiles ni los torpes. Aquí hay que trabajar duro y bien - le dijo el capataz a Don Ramón.

- No se preocupe, señor capataz. Mis ayudantes son unos trabajadores duros y buenos. No le van a causar ningún problema ni retraso - le dijo Don Ramón al capataz.

- Bueno, pues espero que sea verdad. Porque si me causan algún problema o retraso, se lo voy a descontar de su sueldo - le dijo el capataz a Don Ramón.


El capataz les asignó una tarea a Don Ramón y a los niños. Les dijo que tenían que mezclar cemento, cargar ladrillos y levantar una pared.


Don Ramón les explicó a los niños cómo hacer la tarea. Les dijo que tenían que seguir sus instrucciones y hacer lo que él hiciera.


Los niños asintieron y se pusieron a trabajar.


Primero, tenían que mezclar cemento. Para eso, tenían que usar una pala, una carretilla, una cubeta, agua y arena.


Don Ramón tomó la pala y empezó a echar arena en la carretilla.


- Muy bien, niños. Lo primero que tenemos que hacer es mezclar cemento. Para eso, tenemos que usar esta pala para echar arena en esta carretilla - les dijo Don Ramón a los niños.

- Sí, señor Don Ramón - le dijeron los niños a Don Ramón.


El Chavo tomó otra pala y empezó a echar arena en la carretilla.


Quico tomó otra pala y empezó a echar arena en la carretilla.


Megumin tomó otra pala y empezó a echar arena en la carretilla.


Los cuatro trabajaron en equipo y llenaron la carretilla de arena.


Luego, tenían que echar agua en la cubeta.


Don Ramón tomó la cubeta y fue al grifo más cercano.


- Muy bien, niños. Lo segundo que tenemos que hacer es echar agua en esta cubeta. Para eso, tenemos que usar esta cubeta para ir al grifo más cercano - les dijo Don Ramón a los niños.

- Sí, señor Don Ramón - le dijeron los niños a Don Ramón.


El Chavo tomó otra cubeta y fue al grifo más cercano.


Quico tomó otra cubeta y fue al grifo

Aquí está la escena de comedia donde el Chavo y Quico en la construcción cavan un agujero y terminan atrapados en el hueco:


Después de echar agua en la cubeta, tenían que echar cemento en la carretilla.


Don Ramón tomó una bolsa de cemento y la abrió con un cuchillo.


- Muy bien, niños. Lo tercero que tenemos que hacer es echar cemento en esta carretilla. Para eso, tenemos que usar este cuchillo para abrir esta bolsa de cemento - les dijo Don Ramón a los niños.

- Sí, señor Don Ramón - le dijeron los niños a Don Ramón.


El Chavo tomó otra bolsa de cemento y la abrió con otro cuchillo.


Quico tomó otra bolsa de cemento y la abrió con otro cuchillo.


Megumin tomó otra bolsa de cemento y la abrió con otro cuchillo.


Los cuatro trabajaron en equipo y echaron cemento en la carretilla.


Luego, tenían que mezclar todo con la pala.


Don Ramón tomó la pala y empezó a mezclar todo en la carretilla.


- Muy bien, niños. Lo cuarto que tenemos que hacer es mezclar todo con esta pala. Para eso, tenemos que usar esta pala para mover todo en esta carretilla - les dijo Don Ramón a los niños.

- Sí, señor Don Ramón - le dijeron los niños a Don Ramón.


El Chavo tomó otra pala y empezó a mezclar todo en la carretilla.


Quico tomó otra pala y empezó a mezclar todo en la carretilla.


Megumin tomó otra pala y empezó a mezclar todo en la carretilla.


Los cuatro trabajaron en equipo y mezclaron todo en la carretilla.


Finalmente, tenían que llevar

Aquí está la escena de comedia donde el Chavo y Quico piensan que el yeso de pared es leche de burra:


Después de sacar al Chavo y a Quico del agujero, Don Ramón los regañó y los castigó. Les dijo que tenían que trabajar el doble para compensar el tiempo y el material perdidos. Les dijo que tenían que poner yeso en la pared para alisarla y prepararla.


Don Ramón les explicó a los niños cómo hacer la tarea. Les dijo que tenían que usar una espátula, una cubeta, agua y yeso.


Don Ramón tomó la espátula y empezó a poner yeso en la pared.


- Muy bien, niños. Lo que tenemos que hacer ahora es poner yeso en esta pared. Para eso, tenemos que usar esta espátula para untar este yeso - les dijo Don Ramón a los niños.

- Sí, señor Don Ramón - le dijeron los niños a Don Ramón.


El Chavo tomó otra espátula y empezó a poner yeso en la pared.


Quico tomó otra espátula y empezó a poner yeso en la pared.


Megumin tomó otra espátula y empezó a poner yeso en la pared.


Los cuatro trabajaron en equipo y pusieron yeso en la pared.


Pero mientras trabajaban, el Chavo y Quico se fijaron en el yeso. Vieron que era un polvo blanco y fino, que se mezclaba con agua para formar una pasta blanca y cremosa. Les recordó a algo que habían visto en su mundo.


Les recordó a la leche de burra.


El Chavo y Quico habían visto una vez un episodio del Chapulín Colorado donde él decía que la leche de burra era muy buena para la salud. Decía que tenía muchas vitaminas y minerales. Decía que curaba muchas enfermedades y dolencias.


El Chavo y Quico pensaron que el yeso era leche de burra. Pensaron que era muy buena para la salud. Pensaron que tenía muchas vitaminas y minerales. Pensaron que curaba muchas enfermedades y dolencias.


El Chavo y Quico decidieron probar el yeso. Pensaron que así se sentirían mejor después de caer en el agujero. Pensaron que así se harían más fuertes y resistentes. Pensaron que así se ganarían el perdón de Don Ramón.


El Chavo tomó un poco de yeso con su espátula y se lo llevó a la boca.


Quico tomó un poco de yeso con su espátula y se lo llevó a la boca.


Los dos probaron el yeso




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